28.02.12

Un amigo de Lolo - Abrir los ojos y el corazón

A las 12:11 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo
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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Abrir los ojos y el corazón

La alegría de vivir es muestra de tener un corazón grande que no se deja amilanar por las circunstancias que, en otras personas, podrían hacer venir a menos las ganas de estar en este mundo. Y tener razones por las que defenderse de las afrentas del Mal muestra hasta qué punto ser hijo de Dios puede marcar la vida de una persona si la misma se habitúa a creerse tan gran bien.

En una manera más que acertada se vive así como se es y no hay otra forma de afrontar el presente que no tenga que ver con lo que es el mismo. Gozar, así, de lo que tenemos sin tener en cuenta los bienes de otros es sentirse verdaderamente libre sin codiciar lo que sólo la avaricia puede llegar a ansiar. Así, verse involucrado en una vida azarosa sin haber buscado lo que nos pasa sino siendo testigos de un vivir dificultoso y entregarse al deleite del existir sin tener en cuenta nada de lo que nos acontece que sea contrario a una buena existencia es muestra de grandeza de espíritu.

Cuando se abren los ojos al mundo y los mismos son los del corazón y el corazón no es de piedra sino blando y de carne como Cristo quiere que lo tengamos, el ser mismo nos impele a caminar, incluso sin poder hacerlo físicamente, con paso fuerte hacia el definitivo Reino de Dios en el que nos espera el Padre para recibirnos y entregarnos una de las estancias que está preparando Cristo.

Ser leales, fíeles, al compromiso contraído con Dios de acercarlo a quienes no lo conocen a través de lo que hacemos, decimos o transmitimos es propio de aquellos que han optado entre el mundo y el Creador y han escogido, sin duda alguna, la relación vertical que lo une con Quien quiso, desde la eternidad, que existiera y que su existencia diera fruto y fuera abundante, duradero y sustancioso para el alma de quien lo pudiera conocer.

Pero tenemos que saber que, como descendencia de Dios que somos no nos libraremos tan fácilmente, si es que queremos hacer tal cosa, del suave yugo de sus manos sobre nuestra vida. Ya dijo Agustín, el santo de Tagaste, que si, en efecto, Dios nos ha creado sin pedirnos permiso no por eso deja de requerir nuestra voluntad para poder salvarnos. Y abrir los ojos y el corazón ante tal realidad espiritual ha de traer benéficas consecuencias para nuestra vida de hijos que aman a un Padre que está en el Cielo y es Omnipotente.

Por otra parte, llevar al mundo lo que acontece y que puede ser tenido por necio por algunos o por necesario por otros no es más que parte de la obligación que tenemos como prójimos de los demás que esperan, a lo mejor sin saberlo nosotros mismos, ver en su cercanía lo que les es lejano y, aún, despreciable. Ser, así, portadores de una verdad que es la Verdad y hacerlo con la maestría que nuestros talentos nos faciliten y con el denuedo de quien puede considerar que la perseverancia vale siempre, es poner la piedra angular sobre la que el resto de la construcción se apoya.

Y todo esto con los ojos y el corazón abiertos.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán