28.02.12

HABÍA ESTADO XIII (escrito por Norberto)

A las 1:48 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Había llegado a Seleucia con las primeras luces del día, detuvo el carro, de laterales batientes, junto a la dársena habilitada para estiba de minerales y otras mercancías como tintes, lejías y demás productos contaminantes de los alimentos, aun no había cuajado la Escuela Médica Neumática pero algunos precursores alertaban sobre la alteración de los alimentos por causa de la alteración del pneuma.

Loukás había convencido a las autoridades de ello, tras haber observado el resultado de regar un huertecillo dedicado a pruebas con aguas fecales procedentes de algunos enfermos tratados por él, las plantas así abonadas secaron, así mismo unas gallinas que habían irrumpido en el mismo murieron, el médico las descuartizó comprobando el aspecto de sus vísceras, reconociendo el olor de la lejía de teñir.

Ambrósyos se dirigió al carguero amarrado unos pasos más allá, a poniente, había zarpado de Tarso y atracado sin novedad, su carga era variada, ente ella unos serones de esparto reforzado contenían la pirita de hierro que el metalúrgico de Antioquía había encargado, y pagado la mitad por adelantado, buscó al capitán, viejo conocido, y tras los saludos satisfizo la mitad restante del pago recibiendo la tablilla de la factura.

Apenas hubo terminado la carga de la mercancía su mirada se detuvo en un varón judío, su vestimenta era inequívoca, que permanecía sentado sobre una piedra a pocos pasos de la embarcación que le había traído a Seleucia, un carguero procedente de Caesarea Maritima, sus rasgos le resultaron familiares, su aspecto era noble pero tenía los párpados hinchados, ojeras y un tono macilento en el rostro que hacían pensar que no se encontraba bien de salud.

El desconocido destapó la cabeza, plegando el turbante y dejando sus rasgos al descubierto, Ambrósyos, buen fisonomista reconoció, entonces, al pasajero:

Saúl, ¿eres tú?, el desconocido giro el cuello en busca de la voz, reconociendo.

¿Ambrósyos?, ¡mi mal’ak (ángel)¡, dijo con voz cansada pero alegre, sus ojos enrojecidos no ocultaban la satisfacción, se abrazaron con afecto, no se veían desde hacía décadas sin embargo sus vínculos no se habían desecho (ver Había estado V).

Tras una breve, pero intensa, puesta al día el metalúrgico preguntó al judío sobre su salud, este le dijo que todo era debido a lo precipitado del viaje, había tenido que salir rápidamente de Yerushaláyim “por un malentendido” (ver Act 9,28-30); tuvo fortuna y consiguió pasaje , el primero que encontró zarpaba rumbo a Tarso con obligada escala en Seleucia, la salida de aquí a Tarso se produciría al atardecer sobre la hora nona, aun faltaban casi ocho horas.

Dada la vinculación, indestructible, entre ambos y el sentimiento paterno-fraternal de Ambrósyos respecto de Saúl, el gálata le abordó sin dilaciones, indagando sobre su salud, la urgencia por llegar a Tarso, y otros pormenores. Rendido por la insistencia afectuosa de su, antaño y hogaño, mal’ak el judío accedió a todas las propuestas; así pues cambió el pasaje por otro que zarparía dos fechas a posteriori, abonando el gálata la diferencia de precio pues el judío, “por la premura”, iba sin apenas dinero, lo justo para el viaje.

Llegados a Antioquia, antes de ir a casa, donde Ana y Eulogio esperaban, el gigantón decidió llevar, antes de nada, al judío a la consulta de Loukás, su cliente – le había forjado, bajo su diseño una colección de instrumentos - y amigo médico; así, cruzaron el umbral de su quinta, sorprendiéndole en la suelta de una paloma mensajera que contenía un breve escrito:

A Nikephorós pharmakopốlês(farmacéutico)valetudinis damascensis. El emplasto de laurel y arcilla, humedecido con agua del mar ha cicatrizado heridas con rapidez. Saludos. Loukás. P.S. Aplicado sin demora impidió la aparición de fiebres.

Norberto.