5.03.12

Un aire de “fin de pontificado”

A las 12:44 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : El Vaticano
 

Benedicto XVI se acerca a los 85 años, pero quienes lo siguen todos los días saben que conserva una aceptable forma física para esa edad. Por ello no se comprende el intenso aire de “fin de pontificado” que se respira en el entorno de la Santa Sede. Un ambiente que se ha enrarecido por el “Vatileaks”, la fuga de documentos reservados sobre el gobierno de la Curia Romana en temas sensibles. Una crisis que parece tener un único destinatario real: el secretario de Estado Tarcisio Bertone.

Desde fines de enero pasado todos los medios de comunicación del mundo han reportado, con mayor o menor detalle, una serie de filtraciones informativas orquestadas por los llamados “cuervos”. Personajes que, desde el seno mismo del Vaticano, se han convertido en gargantas profundas dispuestas a pasar a la prensa italiana más incisiva textos y datos de particular relevancia.

¿El resultado? Una enorme confusión, especialmente para los fieles de a pie, ajenos a las luchas de poder (que siempre han existido) de los Palacios Sagrados. Aunque la tentación inicial del periodista suele ser sentarse a escribir, la prudencia dicta otra cosa. Informar careciendo de fuentes confiables y claridad sobre el panorama puede agregar más desconcierto. Pero como la filtración de documentos continua y la confusión crece, aquí algunas claves de análisis.

Primero salieron a la luz algunas cartas del actual nuncio apostólico en Washington, Carlo Maria Viganò, escritas en 2011 cuando se desempeñaba como secretario de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano. En las mismas el prelado se quejó directamente con el Papa Benedicto XVI y también con el cardenal Bertone de las presiones ejercidas en su contra por personalidades de la Curia Romana y externas.

De las misivas surgió un ominoso panorama de intrigas, corrupción y tráfico de influencias. Todo a la sombra de la Basílica de San Pedro. A esa primera filtración se sucedieron otras que incluyeron documentos sobre la situación financiera del Instituto para las Obras de Religión (conocido coloquialmente como el “banco vaticano”), un texto que refiere la improbable amenaza a la vida del Papa y una nota confidencial del vocero Federico Lombardi sobre el estado de las pesquisas por la desaparición de una joven de ciudadanía vaticana hace ya casi 30 años.

Cada uno de estos escritos debe ser tomado en su verdadera dimensión. Algunos reportan situaciones graves, como la supuesta corrupción que existiría en las licitaciones para los trabajos en el Estado Vaticano denunciada por el embajador papal Viganò. Otros informan de cuestiones mucho más fantasiosas como cierta “certeza” de que el Pontífice ya no estará en su puesto a finales de este 2012, ya sea por un “atentado” o porque presentaría su dimisión.

Pero todos juntos parecen responder a una sola premisa: debilitar al secretario de Estado Tarcisio Bertone. Esto resulta claro en la más reciente filtración, publicada por el diario italiano “Il Fatto Quotidiano” apenas el pasado 28 de febrero. El periódico difundió dos cartas confidenciales, una de las cuales deja muy mal parado a Bertone. La misma puso al descubierto cómo el cardenal intentó, a golpe de fax, destituir del puesto de presidente del Instituto Universitario Toniollo al entonces arzobispo de Milán, Dionigi Tettamanzi.

La maniobra, orquestada en marzo de 2010 y supuestamente avalada por Benedicto XVI, fue un verdadero fracaso. Y lo peor de todo: por intervención misma del Papa. Con una consecuente dosis de malhumor, no sólo en Tettamanzi sino también en numerosos purpurados italianos.

Para nadie es un secreto que Tarcisio Bertone tiene muchos e importantes detractores en la Curia Romana. En especial los exponentes del llamado “grupo de los diplomáticos”, entre los cuales se cuentan el ex secretario de Estado, Angelo Sodano; el ex prefecto de la Congregación para los Obispos, Giovanni Battista Re, y el ex nuncio apostólico en México, Justo Mullor. Al parecer ellos “no le perdonan haber” llegado a conducir la Secretaría de Estado sin proceder de la carrera diplomática vaticana.

Ya en 2009 varios beneméritos cardenales pidieron directamente al Papa Benedicto XVI la renuncia de Bertone tras la crisis por el caso Richard Williamson y el levantamiento de las excomuniones a los llamados “lefebvristas”.

Aquel fue uno de los momentos de más alta tensión del actual pontificado. Las críticas arreciaron desde todas las partes por la mala gestión comunicativa que se dio al perdón concedido por el Papa al obispo Williamson, excomulgado por su ordenación espuria a manos del cismático Marcel Lefebvre. La abierta negación del Holocausto por parte de este personaje provocó la peor crisis diplomática entre Israel y El Vaticano de los últimos años.

A esto se sumaron otros duros señalamientos contra Bertone y en definitiva contra el mismo Benedicto XVI, lanzados desde diversas partes. A tanto llegó la controversia que el mismo Joseph Ratzinger debió intervenir con una histórica carta dirigida a todos los obispos del mundo y en la cual citó la emblemática frase de San Pablo: “Amarás al prójimo como a ti mismo. Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente”.

La respuesta del pontífice a quienes le pidieron con insistencia la renuncia de su principal colaborador fue clara: el secretario se queda. Y le confirmó su confianza, no sin afrontar dificultades. Porque las quejas contra Bertone no han sido del todo gratuitas. Existe un malestar real con su forma de gobierno de la Curia, especialmente entre los cardenales no-italianos.

En este contexto es claro que las filtraciones del “Vatileaks” buscan agregar mayor fragilidad a la ya golpeada figura del secretario de Estado. Especialmente ahora que se acerca su cumpleaños número 78, el próximo 2 de diciembre. Según las leyes eclesiásticas debió presentar su renuncia obligatoria a los 75. Así lo hizo, sólo depende ahora del Papa recibírsela o menos.

La estrategia resulta tan lineal que cualquiera puede deducir sus objetivos: demostrar a Benedicto XVI que se equivocó al elegir a un no-diplomático para ocupar el puesto más político de la Santa Sede; presionar para un rápido cambio de Bertone y promover un sucesor. Y ya se habla del argentino Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales. Quien ya se posicionó en la lista de los “papables”, siempre en ese instalado aire de “fin de pontificado”.

No se equivocó entonces el Papa en mayo de 2010 cuando, en viaje hacia Fátima y al referirse al tercer “secreto” revelado por la Virgen a los pastores, afirmó: “el Señor nos dijo que la Iglesia siempre sufrirá, aunque de manera diferente, hasta el fin del mundo. Por eso, el mensaje llama a la conversión permanente, a la penitencia y a las virtudes teologales fe, esperanza y caridad. La novedad que podemos descubrir en este mensaje es que no sólo desde fuera se ataca al Papa y a la Iglesia. El sufrimiento de la Iglesia viene de su interior, de los pecados que existen en ella. Ya se sabía, pero hoy lo vemos de un modo realmente terrorífico”.