16.03.12

 

Tal y como cuenta el periodista Jordi Llisterri en el blog que tiene en catalunyareligio.cat, el arzobispo Joan-Enric Vives, obispo de Urgell y copríncipe de Andorra, pronunció hace unos días una conferencia en el histórico Romea de Barcelona, ​​invitado por la Fundación del teatro para hablar de “La aportación del catolicismo en la cultura catalana”.

Cito las palabras del prelado y ruego disculpen si la traducción al castellano no es perfecta:

Nadie duda de que Cataluña tiene una cultura propia, los obispos de Cataluña asumimos que se le puede aplicar las enseñanzas de Juan Pablo II sobre cultura y nación. Sin arraigarse en la cultura catalana la fe sería foránea, espuria. Es evidente que los obispos deseamos por encima de todo y principalmente anunciar el Evangelio de Jesús a todos. Esto es lo primero. Un cura primero lleva el Evangelio. Quiere comunicar una buena noticia que se hecha de amor, de respeto a la dignidad de la persona, de respeto a hombre y mujer, de felicidad, de eternidad. Esto es el núcleo duro. Lo que queremos. Pero después esto no se contradice con un catalanismo democrático, respetuoso y positivo; que valore la apertura católica a todas las demás naciones y lenguas. Si esto no fuera así, resultaría que todos los católicos del mundo podrían ser patriotas menos los fieles de Cataluña. En este sentido ha sido muy clarificadora la visita de Benedicto XVI a Barcelona.

Pueden leer un resumen del resto de lo que dijo en el siguiente enlace.

Bien, es evidente que los obispos catalanes llevan 25 años diciendo que Cataluña es una nación. Y da igual cuál sea su tendencia eclesial. Alguien tan poco sospechoso de ser miembro del sector progresista del episcopado como Mons. Novell, ha declarado recientemente, en relación a la identidad de Cataluña, que la decisión final la tienen los ciudadanos que allá residen. No ellos y el resto de españoles, no. Sólo ellos. Eso es un reconcocimiento implícito del derecho a la autodeterminación del “pueblo catalán”. Eso no significa necesariamente que Cataluña se independice, pero sí que se establece su derecho a hacerlo.

¿Estamos ante un posicionamiento veraz por parte de los prelados de las diócesis catalanas? En mi opinión, no. Cataluña, ciertamente, tiene cultura propia. Como tantas otras regiones de España. De ahí a considerar que es una nación media un mundo. Si Cataluña es una nación, ¿qué es entonces España? ¿una nación de naciones?. Si la nación es España, como de hecho es, cualquier parte de su territorio no puede recibir la consideración de nación. Ya sé que no estamos ante un dogma. La unidad de España no pertenece al depósito de la fe. Pero sí al terreno de la verdad histórica y al bien común.

De hecho, Benedicto XVI fue muy clarito en su viaje a Barcelona. Y no en el sentido que apunta Mons. Vives sino exactamente en el contrario. En la totalidad de sus discursos, el Papa se dirigió a las autoridades “nacionales, autonómicas y locales”. Jamás habló de Cataluña como nación, a pesar de que el “Estatut” dice que lo es. Ni siquiera tuvo el “detalle” de hablar de autoridades estatales, que es lo que les gusta hacer a los nacionalistas cuando hablan del gobierno central. El Papa les vino a decir: “ustedes son una comunidad autónoma dentro de la nación española”. Esa circunstancia podrá gustar más o menos a Mons. Vives y a los obispos nacionalistas -cada vez menos- de las diócesis catalanas, pero es la que es. Y yo en esto, como en tantas otras cosas, estoy con el Papa. Ellos, no.

Luis Fernando Pérez Bustamante