19.03.12

Los sacerdotes, ¿felices o amargados?

A las 4:11 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Las encuestas son encuestas. En el mejor de los casos constituyen una especie de instantánea de la realidad. A cada uno de nosotros podrían hacernos, a lo largo de día, diversas fotografías. Según el enfoque, la luz, el encuadre, etc, saldríamos más o menos favorecidos, más o menos jóvenes, más o menos altos o delgados.

La vida es una realidad compleja que no se deja reducir fácilmente a una instantánea. La vida es una sucesión de momentos, cada uno de ellos con un estado de ánimo, con una mayor o menor sensación de plenitud o de todo lo contrario a la plenitud.

¿Somos, en general, felices los sacerdotes? Pues depende… Depende de cada sacerdote, ya que algo así como “la felicidad” no se reparte a granel entre todos los que comparten una misma misión o tarea. Si hablamos de la felicidad de las madres, o de los padres, podríamos constatar un abanico tan amplio de resultados como amplio es el espectro que abarca a los seres humanos que son padres o madres.

El “Diccionario de la Real Academia Española” recoge tres acepciones del significado de “felicidad": 1. Estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien. 2. Satisfacción, gusto, contento. 3. Suerte feliz.

Todo este arco de matices es lo suficientemente amplio como para que no podamos catalogar nuestra propia sensación en términos de “o cero o diez". ¿Uno se complace en la posesión de un bien? Sí. Aunque cuando se trata del Bien con mayúsculas, de Dios y de su Evangelio, nunca somos poseedores. ¿Quién puede decir que “posee” a Dios? Dios, a lo sumo, se acerca y nosotros nos acercamos a Él. Y, sí, es verdad, esa cercanía produce alegría y complacencia.

La satisfacción, el gusto y el contento, tres síntomas de eso que se llama “felicidad", difícilmente invaden cada segundo de nuestra existencia. Para evaluar con algo de perspectiva si uno está satisfecho, si experimenta contento por vivir y gusto por seguir viviendo hará falta, creo yo, trazar un plano dilatado. Algo así como: ¿en conjunto, crees que ha valido la pena?, ¿que los momentos de luz son más que los de tinieblas?, ¿que, a pesar de los pesares, te has embarcado en una aventura que conduce a una meta?

Lo de la “suerte feliz” ya me supera en mayor medida. ¿Qué es una suerte feliz? A la postre, consistirá en haber llegado a la meta y ésta no es otra que el cielo. Si mi suerte será o no feliz lo sabré después de que me haya muerto y, antes, solo por aproximación.

Al final, ¿cuál es mi parecer? Pues un cierto escepticismo sobre estos estudios. Ni los más felices ni los más desgraciados. Yo me veo como una persona normal que, en la dicha o en la desgracia, ha de apoyarse cada día más en Dios. Él ha prometido “el ciento por uno", y su promesa no cae en vano. Pero ese “ciento por uno” no sortea el camino de la cruz.

Queda siempre la esperanza: “In Te, Domine, speravi, non confundar in aeternum".

Guillermo Juan Morado.