21.03.12

 

Una de las cosas que más me llama la atención del discurso de los eclesio-progres es el uso que hacen de frases grandilocuentes con aroma a espiritualidad intelectualoide sesentayochera. Esa especie de hippismo eclesial podría resultar gracioso en los años 70 del siglo XX. A inicios de la segunda década del siglo XXI resulta patético, caducado, “naftalínico".

Dolores Aleixandre, una de las más conspicuas representantes de esa realidad moribunda -su esterilidad no tiene remedio-, ha concedido una entrevista al paladín mediático de la carcundia progre-post-conciliar. Nadie me acuse de pasarme al hablar de hippismo eclesial. Esta buena gente comparte con los Beatles y los hippies su amor por la espiritualidad oriental:

… Hacemos meditación silenciosa, leemos textos de la tradición espiritual cristiana o sufí o hinduista.

El entrevistador le pregunta si no hemos de volver a la primavera post-conciliar de la creatividad y la alegría. Cambien ustedes primavera por infierno y creatividad y alegría por heterodoxia y secularización interna, y tendrán ustedes una descripción más adecuada de lo ocurrido en el post-concilio. La crisis que ha sufrido y sufre la Iglesia hunde sus raíces no solo en ese post-concilio desmadrado, sino en las corrientes sincretistas previas con el liberalismo teológico que arrasó el protestantismo “oficialista” en Europa y que se adhirió a la Iglesia como una garrapata venenosa. De no ser por la savia santa que corría por las venas del catolicismo, una savia madurada en los veinte siglos precedentes, la Iglesia Católica sería hoy un páramo moribundo al estilo del anglicanismo o el luteranismo en Dinamarca y los países bálticos.

Los anticuerpos que la Iglesia tenía en su cuerpo contra la infección del virus progre-eclesial han librado una larga batalla. Todavía no ha terminado pero el problema parece que va camino de desaparecer por la vía biológica. Morirán sin dejar descendencia espiritual. El error sobre la idea de lo que debe ser el catolicismo, que ha sido el motor de sus vidas, morirá con ellos. Los nuevos movimientos van en la dirección opuesta. Los nuevos sacerdotes, también. Y las órdenes y congregaciones religiosas que se empeñan en seguir transitando el camino del error se pueden convertir en los pámpanos separados de la vid que acaban siendo arrojados al fuego, tal y como advirtió Cristo (Jn 15,5-6).

Doña Dolores muestra la profundidad y calidad de su teología al contar esta anécdota:

Un día le pregunté al cardenal Rouco, en una conferencia en Santiago: “Don Antonio, si el matrimonio es indisoluble porque el Evangelio dice “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre", también dice el Evangelio: “No llaméis padre y madre, maestro ni señor, porque sólo hay un Padre". Y sin embargo tenemos la Iglesia llena de padres, abades y monseñores. ¿Es que es apócrifo este texto?

Me pregunto por qué tenemos tanto miedo al sueño circular y fraterno de Jesús y creo que tenemos mucha confusión entre autoridad y poder.

¿Qué? ¿les asombra la agudeza de la pregunta? ¿les entusiasma su inteligencia? ¿verdad que a partir de ahora ustedes no llamarán “papa y mamá” a sus padres y madres a menos que opten por no creen en la indisolubilidad del matrimonio? Sí, ya sé esa pregunta es exactamente la misma que suelen hacer los protestantes fundamentalistas de nivel doctrina ínfimo cada vez que debates con ellos sobre el sacerdocio y el papado. Pero es que, insisto, el progresismo eclesial no da más de sí. Es el eco distorsionado de lo peor del protestantismo de toda la vida. La entrevistada no dice si el cardenal Rouco respondió algo, pero ¿qué más da?, ¿acaso les vale de algo que se les enfrente a la nadería de sus argumentos? ¿vale de algo que se les muestre que tanto San Pablo como San Juan se presentan como padres y maestros de los creyentes? Es casi mejor no decirles tal cosa, porque entonces replicarán que los apóstoles, a diferencia de ellos mismos, no entendieron bien el “sueño circular y fraterno” del Señor.

Pues nada, queridos. Seguid soñando circularmente. Seguid añorando esa primavera que nunca existió y que nunca regresará. Mientras tanto, los que no permitiremos jamás que os apoderéis de la Iglesia -en este cisma sois vosotros los que quedáis fuera-, rogaremos al Señor para que os conceda la gracia de morir en paz con Él. Que vea más las buenas intenciones que anidan en vuestros corazones que el mal que habéis causado a la Iglesia. Que os juzgue conforme a la mayor de sus misericordias aunque eso sea a cambio de que me juzgue con dureza por plantaros cara. No deseo vuestro mal en la eternidad. Me basta con luchar contra el que cometéis en esta vida terrena.

Luis Fernando Pérez Bustamante