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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 24 de marzo de 2012

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El papa en América Latina

Benedicto XVI: Deseo estrechar las manos de todos los mexicanos
Bienvenida en el aeropuerto internacional de Guanajuato

"Se ve una cierta esquizofrenia entre moral individual y pública"
Encuentro de Benedicto XVI con los periodistas en el vuelo papal

Bienvenido, le recibe un pueblo que ha sufrido mucho
Dircurso del presidente de la República de México Felipe Calderón

Compartirmos tu luz
Quiénes y cómo viajamos con Benedicto XVI a México y Cuba

Este es nuestro pueblo
Testimonio de monseñor Felipe Arizmendi sobre la llegada del papa a León

Los desafíos de los países que visita Benedicto XVI
Caritas internacional señala: en México la cuestión social y en Cuba la pobreza

Telegramas del papa en la segunda parte del vuelo
Al gobernador general de Canadá y al presidente Obama

Documentación

San Basilio y la fe en el Espíritu Santo
Tercer sermón de Cuaresma


El papa en América Latina


Benedicto XVI: Deseo estrechar las manos de todos los mexicanos
Bienvenida en el aeropuerto internacional de Guanajuato
SILAO, GUANAJUATO, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto del discurso pronunciado por Benedicto XVI a su llegada al aeropuerto internacional de Silao, Guanajuato, México, donde fue recibido por el presidente de República, Felipe Calderón, su esposa, Margarita Zavala, y otras autoridades, así como cardenales, obispos sacerdotes y miles de fieles que le recibieron al grito de: “Benedicto, hermano, ya eres mexicano” y con cantos.

Al término de la ceremonia de bienvenida, el papa se trasladó al Colegio Santísima Virgen de Miraflores de León, un complejo escolar gestionado por las Hermanas Siervas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios, que albergará al santo padre durante el viaje apostólico a México.

*****

Excelentísimo señor presidente de la República,

Señores cardenales,

Venerados hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,

Distinguidas autoridades,

Amado pueblo de Guanajuato y de México entero:

Me siento muy feliz de estar aquí, y doy gracias a Dios por haberme permitido realizar el deseo, guardado en mi corazón desde hace mucho tiempo, de poder confirmar en la fe al Pueblo de Dios de esta gran nación en su propia tierra. Es proverbial el fervor del pueblo mexicano con el sucesor de Pedro, que lo tiene siempre muy presente en su oración. Lo digo en este lugar, considerado el centro geográfico de su territorio, al cual ya quiso venir desde su primer viaje mi venerado predecesor, el beato Juan Pablo II. Al no poder hacerlo, dejó en aquella ocasión un mensaje de aliento y bendición cuando sobrevolaba su espacio aéreo. Hoy me siento dichoso de hacerme eco de sus palabras, en suelo firme y entre ustedes: Agradezco ­ -decía en su mensaje ­ el afecto al papa y la fidelidad al Señor de los fieles del Bajío y de Guanajuato. Que Dios les acompañe siempre (cf. Telegrama, 30 enero 1979).

Con este recuerdo entrañable, le doy las gracias, señor presidente, por su cálido recibimiento, y saludo con deferencia a su distinguida esposa y demás autoridades que han querido honrarme con su presencia. Un saludo muy especial a monseñor José Guadalupe Martín Rábago, arzobispo de León, así como a monseñor Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla, y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Consejo Episcopal Latinoamericano. Con esta breve visita, deseo estrechar las manos de todos los mexicanos y abarcar a las naciones y pueblos latinoamericanos, bien representados aquí por tantos obispos, precisamente en este lugar en el que el majestuoso monumento a Cristo Rey, en el cerro del Cubilete, da muestra de la raigambre de la fe católica entre los mexicanos, que se acogen a su constante bendición en todas sus vicisitudes.

México, y la mayoría de los pueblos latinoamericanos, han conmemorado el bicentenario de su independencia, o lo están haciendo en estos años. Muchas han sido las celebraciones religiosas para dar gracias a Dios por este momento tan importante y significativo. Y en ellas, como se hizo en la Santa Misa en la basílica de San Pedro, en Roma, en la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, se invocó con fervor a María Santísima, que hizo ver con dulzura cómo el Señor ama a todos y se entregó por ellos sin distinciones. Nuestra Madre del cielo ha seguido velando por la fe de sus hijos también en la formación de estas naciones, y lo sigue haciendo hoy ante los nuevos desafíos que se les presentan.

Vengo como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida. Así podrán compartirla con los demás, como misioneros entre sus hermanos, y ser fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar. Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena integridad.

Como peregrino de la esperanza, les digo con san Pablo: «No se entristezcan como los que no tienen esperanza» (1 Ts 4,13). La confianza en Dios ofrece la certeza de encontrarlo, de recibir su gracia, y en ello se basa la esperanza de quien cree. Y, sabiendo esto, se esfuerza en transformar también las estructuras y acontecimientos presentes poco gratos, que parecen inconmovibles e insuperables, ayudando a quien no encuentra en la vida sentido ni porvenir. Sí, la esperanza cambia la existencia concreta de cada hombre y cada mujer de manera real (cf. Spe Salvi, 2). La esperanza apunta a «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Ap 21,1), tratando de ir haciendo palpable ya ahora algunos de sus reflejos. Además, cuando arraiga en un pueblo, cuando se comparte, se difunde como la luz que despeja las tinieblas que ofuscan y atenazan. Este país, este continente, está llamado a vivir la esperanza en Dios como una convicción profunda, convirtiéndola en una actitud del corazón y en un compromiso concreto de caminar juntos hacia un mundo mejor. Como ya dije en Roma, «continúen avanzando sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia» (Homilía en la solemnidad de Nuestra Señor de Guadalupe, Roma, 12 diciembre 2011).

Junto a la fe y la esperanza, el creyente en Cristo, y la Iglesia en su conjunto, vive y practica la caridad como elemento esencial de su misión. En su acepción primera, la caridad «es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación» (Deus caritas est, 31,a), como es socorrer a los que padecen hambre, carecen de cobijo, están enfermos o necesitados en algún aspecto de su existencia. Nadie queda excluido por su origen o creencias de esta misión de la Iglesia, que no entra en competencia con otras iniciativas privadas o públicas, es más, ella colabora gustosa con quienes persiguen estos mismos fines. Tampoco pretende otra cosa que hacer de manera desinteresada y respetuosa el bien al menesteroso, a quien tantas veces lo que más le falta es precisamente una muestra de amor auténtico.

Señor presidente, amigos todos: en estos días pediré encarecidamente al Señor y a la Virgen de Guadalupe por este pueblo, para que haga honor a la fe recibida y a sus mejores tradiciones; y rezaré especialmente por quienes más lo precisan, particularmente por los que sufren a causa de antiguas y nuevas rivalidades, resentimientos y formas de violencia. Ya sé que estoy en un país orgulloso de su hospitalidad y deseoso de que nadie se sienta extraño en su tierra. Lo sé, lo sabía ya, pero ahora lo veo y lo siento muy dentro del corazón. Espero con toda mi alma que lo sientan también tantos mexicanos que viven fuera de su patria natal, pero que nunca la olvidan y desean verla crecer en la concordia y en un auténtico desarrollo integral. Muchas gracias.

©Librería Editorial Vaticana

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"Se ve una cierta esquizofrenia entre moral individual y pública"
Encuentro de Benedicto XVI con los periodistas en el vuelo papal
CIUDAD DEL VATICANO, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- Este viernes 23 de marzo por la mañana, durante el viaje aéreo desde Roma a León, México, Benedicto XVI se encontró con los periodistas del vuelo papal. Publicamos la trsncripción de la entrevista concedida por el papa a los informadores.

*****

--Padre Lombardi: Santidad, gracias por estar con nosotros, en el inicio de este viaje tan bello e importante. Como ve, nuestra asamblea viajera es numerosa: hay más de setenta periodistas que le siguen con atención, y el grupo más importante –aparte de los italianos- son, naturalmente, los mexicanos, que son un buen grupo: hay al menos catorce; los representantes de las televisiones mexicanas que seguirán y cubrirán todo el viaje. Está también un buen grupo de Estados Unidos, un buen grupo de Francia, de otros países. He aquí por tanto que somos un poco representantes de todo el mundo. Como es costumbre, hemos recogido, en días pasados, varias preguntas de los periodistas y hemos elegido cinco, que son expresión, un poco, de la expectativa general. Y esta vez, dado que tenemos más espacio y un poco más de tiempo, no las hago yo, sino que las hacen los mismos periodistas que las han formulado o que nos hemos distribuido entre nosotros para hacerlas. Entonces, empezamos con una pregunta que le hace la señora Maria Collins para la televisión Univisión, que es una de las televisiones que sigue este viaje; es una señora mexicana que nos hará la pregunta en español y luego yo la repetiré en italiano para todos.

Santo Padre, México y Cuba han sido tierras en las que los viajes de su predecesor hicieron historia. ¿Con qué ánimo y con qué esperanzas se pone hoy sobre sus huellas?

--Santo Padre: Queridos amigos, ante todo querría decir: bienvenidos y gracias por vuestro acompañamiento en este viaje, que esperamos sea bendecido por el Señor. Yo, en este viaje, me siento totalmente en continuidad con el papa Juan Pablo II. Recuerdo muy bien su primer viaje a México, que fue realmente histórico. En una situación jurídica aún muy confusa, abrió las puertas, empezó una nueva fase de la colaboración entre Iglesia, sociedad y Estado. Y recuerdo bien también su viaje histórico a Cuba. Por tanto, trato de andar sobre sus huellas y continuar lo que él comenzó. Para mí había, desde el principio, un deseo de visitar México. De cardenal estuve en México, con óptimos recuerdos, y cada miércoles oigo el aplauso, la alegría de los mexicanos. Estar ahora como papa, aquí, para mí es una gran alegría y responde a un deseo que he tenido desde hace mucho tiempo. Para decir que sentimientos me embargan, me vienen a la mente las palabras del Vaticano II: gaudium et spes, luctus et angor, alegría y esperanza, pero también luto y angustia. Comparto las alegrías y las esperanzas, pero comparto también el luto y las dificultades de este gran país. Voy a animar y a aprender, a confortar en la fe, en la esperanza y en la caridad, y a confortar en el empeño por el bien y en el empeño por la lucha contra el mal. ¡Esperamos que el Señor nos ayude!

--P. Lombardi: Gracias, santidad. Y ahora damos la palabra Javier Alatorre Soria, que representa a una de las grandes televisiones mexicanas que nos seguirán en estos días.

Santidad, México es un país con recursos y posibilidades maravillosas, pero en estos años sabemos que es también tierra de violencia por el problema del narcotráfico. Se habla de 50.000 muertos en los últimos cinco años. ¿Cómo afronta la Iglesia católica esta situación? ¿Tendrá palabras para los responsables, y para los traficantes que a veces se profesan católicos o incluso benefactores de la Iglesia?

--Santo Padre: Conocemos bien todas las bellezas de México, pero también este gran problema del narcotráfico y de la violencia. Es ciertamente una gran responsabilidad para la Iglesia católica en un país con el 80% de católicos. Debemos hacer lo posible contra este mal destructivo de la humanidad y de nuestra juventud. Diría que el primer acto es anunciar a Dios: Dios es el juez, Dios que nos ama, pero nos ama para atraernos al bien, a la verdad contra el mal. Por tanto, es gran responsabilidad de la Iglesia educar las conciencias, educar en la responsabilidad moral y desenmascarar el mal, desenmascarar esta idolatría del dinero, que esclaviza a los hombres sólo por esta cosa; desenmascarar también las falsas promesas, la mentira, la estafa, que está detrás de la droga. Debemos ver que el hombre necesita el infinito. Si Dios no está, el infinito se crea sus propios paraísos, una apariencia de infinitudes que puede ser solo una mentira. Por esto es tan importante que Dios esté presente, accesible; es una gran responsabilidad ante el Dios juez que nos guía, nos atrae a la verdad y al bien, y en este sentido la Iglesia debe desenmascarar al mal, hacer presente la bondad de Dios, hacer presente su verdad, el verdadero infinito del que tenemos sed. Es el gran deber de la Iglesia. Hagamos todos juntos lo posible, cada vez más.

--P. Lombardi: Santidad, la tercera pregunta la hace Valentina Alazraki de Televisa, una de las veteranas de nuestros viajes, que usted bien conoce y que está tan contenta de que finalmente usted pueda ir también a su país.

Santo Padre, desde México usted ha dicho querer dirigirse a toda América Latina en el bicentenario de la independencia. América Latina, a pesar del desarrollo, sigue siendo una región de contrastes sociales, donde se ecuentran los más ricos junto a los más pobres. A veces parece que la Iglesia católica no sea suficientemente animada a empeñarse en este campo. ¿Se puede seguir hablando de "teología de la liberación" en un modo positivo, después de que ciertos excesos --sobre el marxismo o la violencia- hayan sido corregidos?

--Santo Padre: Naturalmente la Iglesia debe siempre preguntarse si se hace lo suficiente por la justicia social en este gran continente. Esta es una cuestión de conciencia que debemos hacernos siempre. Preguntar: qué puede y debe hacer la Iglesia, qué no puede y no debe hacer. La Iglesia no es un poder político, no es un partido, sino que es una realidad moral, un poder moral. En cuanto la política fundamentalmente debe ser una realidad moral, la Iglesia, sobre este carril, tiene fundamentalmente que ver con la política. Repito lo que ya había dicho: el primer pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias y así crear la responsabilidad necesaria; educar las conciencias tanto en la ética individual, como en la ética pública. Y aquí quizá hay una falta. Se ve, en América Latina pero también en otras partes, en no pocos católicos, una cierta esquizofrenia entre moral individual y pública: personalmente en la esfera individual, son católicos, creyentes, pero en la vida pública siguen otros caminos que corresponden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para la fundación de una sociedad justa. Por tanto, hay que educar en superar esta esquizofrenia, educar no sólo en una moral individual sino en una moral pública, y esto tratamos de hacerlo con la Doctrina Social de la Iglesia, porque, naturalmente, esta moral pública debe ser una moral razonable, compartida y compartible tambien por no creyentes, una moral de la razón. Ciertamente, nosotros a la luz de la fe podemos mejor ver tantas cosas que también la razón puede ver, pero justo la fe sirve también para liberar a la razón de los intereses falsos y de los ensombrecimientos de los intereses, y así crear en la doctrina social, los modelos sustanciales para una colaboración política, sobre todo para la superación de esta división social, antisocial, que por desgracia existe. Queremos trabajar en este sentido. No se si la palabra "teología de la liberación", que se puede también interpretar muy bien, nos ayudaría mucho. Es importante la común racionalidad a la cual la Iglesia ofrece una aportación fundamental y debe siempre ayudar en la educación de las conciencias, tanto para la vida pública, como para la vida privada.

--P. Lombardi: La cuarta pregunta la hace una de nuestras "decanas" de estos viajes, pero siempre joven, Paloma Paloma Gómez Borrero, que representa también a España en este viaje, que naturalmente tiene un gran interés para los españoles.

Santidad, miramos a Cuba. Todos recordamos las famosas palabras de Juan Pablo II: "Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba". Han pasado 14 años, pero parece que estas palabras sean todavía actuales. Como usted sabe, durante la espera de su viaje, muchas voces de opositores y de defensores de los derechos humanos se han hecho oir. Santidad, ¿piensa retomar el mensaje de Juan Pablo II, pensando tanto en la situación interna de Cuba como en la internacional?

--Santo Padre: Como ya he dicho, me siento en absoluta continuidad con las palabras del santo padre Juan Pablo II, que son todavía actualísimas. Esta visita del papa inauguró un camino de colaboración y de diálogo constructivo; un camino que es largo y que exige paciencia, pero va adelante. Hoy es evidente que la ideología marxista como estaba concebida, no responde ya a la relidad: así no se puede ya responder y construir una sociedad; deben encontrarse nuevos modelos, con paciencia y en modo constructivo. En este proceso, que exige paciencia pero también decisión, queremos ayudar en espíritu de diálogo, para evitar traumas y para ayudar en el camino hacia una sociedad fraterna y justa como la deseamos para todo el mundo y queremos colaborar en este sentido. Es obvio que la Iglesia esá siempre de la parte de la libertad: libertad de conciencia, libertad de religión. En tal sentido, contribuimos, contribuyen también los simples fieles en este camino adelante.

--P. Lombardi: Damos la palabra a un francés, porque hay también otros pueblos aquí que están presentes. Jean-Louis de La Vaissière es el corresponsal de France Press en Roma.

Santidad, tras la Conferencia de Aparecida se habla de "misión continental" de la Iglesia en América Latina; dentro de pocos meses será el Sínodo sobre la nueva evangelización y empezará el Año de la Fe. También en América Latina están los desafíos de la secularización, de las sectas. En Cuba, están las consecuencias de una larga propaganda del ateísmo, la religiosidad afrocubana está muy difundida. ¿Piensa que este viaje es una animación a la "nueva evangelización" y cuáles son los puntos en los que más piensa en esta perpectiva?

--Santo Padre: El periodo de la nueva evangelización empezó con el Concilio; esta era fundamentalmente la intención del papa Juan XXIII; fue muy subrayada por el papa Juan Pablo II y su necesidad, en un mundo que está en gran transformación, se hace cada vez más evidente. Necesidad en el sentido de que el Evangelio debe expresarse en modos nuevos; necesidad también en el otro sentido, de que el mundo necesita una palabra en la confusión, en la difiucltad de orientarse hoy. Hay una situación común en el mundo, la secularización, la ausencia de Dios, la dificultad de encontrar acceso, verlo como una realidad que concierne a mi vida. Y por otra parte están los contextos específicos; usted ha aludido a los de Cuba con el sincretimos afrocubano, con tantas otras dificultades, pero cada país tiene su situación cultural específica. Y por una parte debemos partir del problema común: cómo hoy, en este contexto de nuestra moderna racionalidad, podemos de nuevo redescubrir a Dios como la orientación fundamental de nuestra vida, la esperanza fundamental de nuestra vida, el fundamento de los valores que realmente construyen una sociedad, y cómo podemos tener en cuenta la especificidad de las situaciones diversas. El primero me parece muy importante: anunciar un Dios que responde a nuestra razón, porque vemos la racionalidad del cosmos, vemos que hay algo detrás, pero no vemos cómo es cercano este Dios, cómo me concierne y esta síntesis del Dios grande y majestuoso y del Dios pequeños que está cercano a mí, me orienta, me muestra los valores de mi vida es el núcleo de la evangelización. Por tanto un Cristianismo esencializado, donde se encuentra realmente el núcleo fundamental para vivir hoy con todos los problemas de nuestro tiempo. Y por otra parte, tener en cuenta la realidad concreta. En América Latina, en general, es muy importante que el Cristianismo no sea nunca tanto una cosa de la razón sino del corazón. La Virgen de Guadalupe es reconocida y amada por todos, porque comprenden que es una Madre para todos y está presente desde el inicio de esta nueva América Latina, tras la llegada de los europeos. E incluso en Cuba tenemos a la Virgen del Cobre, que toca los corazones y todos sabemos intuitivamente que es verdad, que esta Señora nos ayuda, que existe, nos ama y nos ayuda. Pero esta intuición del corazón debe conectarse con la racionalidad de la fe y con la profundidad de la fe que va más allá de la razón. Debemos tratar de no perder el corazón, sino conectar corazón y razón, de manera que cooperen, porque sólo así el hombre está completo y puede realmente ayudar y trabajar por un futuro mejor.

Traducido del italiano por Nieves San Martín

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Bienvenido, le recibe un pueblo que ha sufrido mucho
Dircurso del presidente de la República de México Felipe Calderón
SILAO, GUANAJUATO, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto del discurso pronunciado por el presidente de la República de México, Felipe Calderón, con motivo de la bienvenida al papa Benedicto XVI, a su llegada al aeropuerto internacional de Silao, Guanajuato, este viernes 23 de marzo, para iniciar su viaje apostólico a México.

*****

Su Santidad Benedicto XVI.

Muy distinguidos integrantes de la Comitiva que le acompaña.

Señor Senador José González Morfín, presidente del Senado de la República.

Señor Diputado Guadalupe Acosta Naranjo, presidente de la Cámara de Diputados.

Señor Ministro Aguirre Anguiano, representante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Señor licenciado Juan Manuel Oliva Ramírez, gobernador de Guanajuato.

Señores gobernadores de las distintas entidades federativas de la República Mexicana.

Muy queridas niñas, muy queridos niños.

Distinguidos invitados especiales.

Señoras y señores de los medios de comunicación.

Señores cardenales, arzobispos y obispos.

Mexicanas y mexicanos:

Bienvenido a México, Su Santidad Benedicto XVI. Es una gran alegría recibirlo en tierra mexicana.

Al pueblo mexicano le regocija que haya usted aceptado la invitación que en su nombre, tuve el honor de formularle como Presidente de la República, en mi Visita de Estado al Vaticano.

La presencia de Su Santidad entre nosotros adquiere un significado enorme en horas aciagas, en momentos en que nuestra Patria atraviesa por situaciones difíciles y decisivas.

Son muchos los desafíos que a los mexicanos nos ha tocado enfrentar en los últimos tiempos.

Lo recibe, Su Santidad, un pueblo que ha sufrido mucho por diversas razones, y que a pesar de ello hace enormes esfuerzos todos los días para llevar el alimento a la mesa de la casa, para educar a los hijos, para sacar adelante a la familia.

México sufrió, por ejemplo, como pocos países, los efectos de la crisis económica internacional, la más profunda que hayan visto las generaciones actuales en el mundo.

México también ha sufrido, Su Santidad lo sabe, la violencia despiadada y descarnada de los delincuentes.

El crimen organizado infringe sufrimiento a nuestro pueblo y muestra, hoy, un siniestro rostro de maldad como nunca antes.

En los últimos años, Su Santidad, también hemos sufrido sequías e inundaciones sin precedentes, fruto del daño irracional que los seres humanos hemos hecho a la naturaleza, además, de epidemias y terremotos.

No sé si estos desafíos hubieran sido capaces de quebrantar la voluntad y la firmeza de otros pueblos, pero a pesar de todo, México está de pie. Está de pie, porque los mexicanos somos un pueblo fuerte.

Está de pie, porque los mexicanos somos un pueblo fuerte, perseverante en la esperanza, en la solidaridad. Porque somos un pueblo que tiene valores y principios, que cree en la familia, en la libertad, en la justicia, en la democracia y en el amor a los demás. En valores que son fuertes como la roca. Y es por ello, que su visita nos llena de alegría en momentos de gran tribulación.

Puedo asegurarle, Su Santidad, que encontrará en el mexicano a un pueblo noble, hospitalario, cálido, alegre, que tiene en altísima estima al Sumo Pontífice.

Las mexicanas y los mexicanos compartimos con Su Santidad el anhelo de justicia y de paz duradera. Buscamos, todos los días, labrar nuestro camino hacia el bien común de nuestra querida Nación, de manera que sea posible el desarrollo integral y humano de nuestros hijos.

Trabajamos con entrega y dedicación para labrar un mejor futuro a nuestras familias, para que nuestros hijos puedan ser felices y se conviertan en mujeres y hombres de bien, y de paz.

Luchamos cada día para darle a nuestras familias las condiciones de seguridad y de vida digna y pacífica que les permitan desarrollarse plenamente.

Nos esforzamos con ahínco para superar problemas, como la pobreza y la desigualdad, y para generar mejores oportunidades de educación y salud para todos.

Yo sé que su visita, Su Santidad, alentará el esfuerzo de los mexicanos y reconfortará su alma.

Su visita, particularmente en estas circunstancias, es un gesto de solidaridad y de fraternidad con nuestro pueblo que nunca olvidaremos. Sabemos que es, usted, un hombre de sólido pensamiento, firme en las ideas, valores y creencias, que comparte una buena parte del pueblo mexicano.

Sé que serán, también, las suyas, palabras de consuelo y de inspiración para quienes las necesitan, y renovará la esperanza en millones de hogares de México.

Su Santidad:

México se siente muy honrado por ser la primera Nación de habla hispana que usted visita en el Continente Americano.

En éste, nuestro país, vivimos más de 93 millones de católicos, además, de los muchos que se han ido a los Estados Unidos en búsqueda de un futuro mejor para sus familias, y a quienes extrañamos profundamente. Somos el segundo país con más católicos en todo el mundo.

Al lado de experiencias, también, desgarradoras, en México ha quedado imborrable la huella de pastores que vinieron a nuestra tierra e impregnaron al pueblo de México del más elevado sentido de amor al prójimo y, en particular, a los indígenas.

Recordamos con afecto a figuras señeras como Fray Bartolomé de las Casas, al Obispo Vasco de Quiroga, a Tata Vasco, como cariñosamente le llamaron los purépechas; a Fray Jacobo Daciano, y a muchos, muchos otros.

Y más recientemente, en nuestros días, recibimos en su tiempo a Su Santidad Juan Pablo II, y hoy lo recibimos a usted con los brazos abiertos.

Con visión histórica, su presencia constituye un hito del mayor significado, porque refleja una nueva época en los vínculos entre México y el Estado Vaticano.

Visita, usted, un país donde avanzamos hacia la consolidación de nuestra democracia, con pleno respeto a la libertad, a la libertad de culto, a la pluralidad política, a la pluralidad religiosa, a la pluralidad ideológica, que es posible en un Estado laico, como el que somos.

Su visita es motivo de la mayor alegría para el pueblo de México.

Los mexicanos le recibimos con entusiasmo y con emoción, con el corazón en la mano y con los brazos abiertos, como los mexicanos sabemos hacerlo con quienes nos visitan.

Confío en que la visita de Su Santidad ilumine el alma de las mujeres y de los hombres de esta Tierra, en particular, de quienes más sufren, con la profundidad de su pensamiento, como hombre notable y de fecunda inteligencia, que sabemos que es usted.

Y sé que encontrará, como siempre, a un pueblo noble, hospitalario y cálido.

Deseamos que disfrute México, sus sabores, sus colores, sus tradiciones, sus canciones, pero, sobre todo, el amor y el cariño que le ofrecen millones de mexicanos.

Su Santidad:

A nombre del pueblo y del Gobierno de México, le reitero nuestra alegre bienvenida, y le agradezco enormemente su presencia.

Gracias por estar en México.

Le auguro que ésta será una estancia dichosa en nuestro país.

Bienvenido sea.

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Quiénes y cómo viajamos con Benedicto XVI a México y Cuba
Por Paloma Rives, enviada especial

ROMA, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- Somos setenta periodistas acreditados. Son las 5 y media de la mañana del viernes 23 de marzo. Tenemos todo listo: pasaporte, acreditación, reserva del avión, visa de periodista para entrar a Cuba, el itinerario completo y por supuesto los datos del vuelo papal para la visita de su santidad Benedicto XVI a México y Cuba.

Nos ubicamos en la terminal 3, módulo 249, 250 y 251. Muy temprano, demasiado. Tal vez por la precaución excesiva de ser puntual. Caminamos pero, como no han dado las seis de la mañana y la cita era a las 6 y media, los módulos se encuentran casi vacíos. Una sensación extraña empieza a invadir hasta que nos encontramos con Maria Antonieta Collins, de la cadena televisiva Univisión. Así, poco a poco, llegan mas periodistas que, a partir de ese momento, nos convertiremos en compañeros de viaje, compañeros de jornada y, por supuesto, de profesión. En algunos se observan sonrisas, hay otros que ya están acostumbrados y no falta quienes nos llenamos de esperanza en el aeropuerto internacional Leonardo Da Vinci de Roma. ¿Quiénes son los periodistas acreditados en el vuelo papal? ¿cuántas veces han cubierto una visita pastoral? ¿cuál es su postura religiosa? En sí, quiénes y cómo viajamos con Benedicto XVI a México y Cuba.

Mientras esperamos indicaciones para recoger la trajeta de embarque, recuerdo el día anterior en la sala de prensa de la Santa Sede. Era todo un escenario intercultural. Escuchamos muchos idiomas distintos en un solo espacio: español, italiano, francés, en fin, todo un universo de cámaras, locutores, redactores, enviados especiales. Ya en ese ambiente, conversamos con Jorgen Erbacher Zaf, quien trabaja para la Televisión Alemana. Erbacher ha realizado la cobertura de mas de veinte viajes de Benedicto XVI. Inició su carrera en Radio Vaticano en Roma y responde de manera muy sencilla:

¿Cuál ha sido el mayor reto al que se ha enfrentado en estas coberturas? –“En todas las visitas es muy importante observar los principales problemas de cada país y cómo el papa se pronuncia en cada uno de ellos. En esta ocasión --México- donde la gente necesita esperanza en el futuro, el papa dirigirá un mensaje de paz y de tolerancia. Lo mismo sucede en Cuba. Las condiciones piden a las personas aumentar su fe y amor. Será muy interesante escuchar y analizar los mensajes para poder transmitirlos. Otro aspecto que es un verdadero reto es el cumplir con cada una de las actividades y condiciones de la agenda”.

En ese momento, Jorgen Erbacher lanza una mirada como aconsejando y termina: “debemos estar atentos y preparados en todo momento para cumplir en tiempo y forma”.

Efectivamente, los niveles de protocolo y puntualidad son mucho mayores que en cualquier otro encargo de corresponsalía o cobertura informativa. El programa de trabajo que nos entregaron con la acreditación no deja ni un solo cabo suelto. Horarios de reunión, de salidas, números de habitación, eventos a los cuales tenemos acceso, reseña de cada lugar a visitar, código de vestimenta, en fin, un verdadero ejemplo de protocolo, organización y logística.

Tal vez por eso llegamos al aeropuerto no sólo puntuales sino, incluso, antes de la hora señalada.

Nos solicitan el pasaporte y el talón del boleto y con mucha amabilidad nos entregan la tarjeta de embarque.

Existe un frase que asegura que la alegría difícilmente puede disimularse. Es completamente cierta.

Son ya las 7 y media de la mañana hora de Roma, 12 de la noche del día anterior, hora de México. Los periodistas de los canales de televisión inician sus enlaces en vivo.

Otros nos ponemos a subir los “upgrades” a Facebook y a realizar algunas entrevistas. Aún cuando estamos sumamente entretenidos, las mariposas no pueden dejar “revolotear” en el estómago dejando un vacío que incluso llega a molestar un poco. Es la emoción, los nervios, la responsabilidad. Una vez más resuena en el interior: todo lo que sea necesario para lograr de esta encomienda lo esperado. El estómago no se tranquiliza fácilmente.

Mientras tanto, conversamos con Pedro Ferriz de Con quien tiene una sólida carrera como periodista en México. Amablemente y con mucha camaradería, Ferriz de Con explica su visión acerca del papa Benedicto XVI: --“En este mundo y en este tiempo estamos ávidos de líderes. No hay muchos liderazgos. La juventud necesita líderes, la sociedad en lo general necesita liderazgos y yo creo que lo que mas necesitamos es saber que el futuro es cierto y confiable. A partir de lo que estamos constantemente viendo pareciera que no hubiera futuro. Hay violencia, hay desempleo, hay inoperancia de las instituciones hay formas que nos llevan a la desesperanza. Alguien tiene que llegar a decirnos que con unidad, con racionalidad, con civilidad y con trabajo y compromiso y una conciencia comunitaria podemos hacer viable este mundo. Me da la impresión que las instituciones del hombre trabajaron por un tiempo y hoy todo está “haciendo agua”. Entonces deben llegar liderazgos como el de Benedicto o como el de la Iglesia como institución para hacernos ver que hay un camino”.

Hay quienes defienden su fe a pesar de ataques que reciben de manera sistemática. ¿Qué opina usted al respecto? Ferriz de Con, al escuchar la pregunta, toca un tema que lleva a la reflexión, la permanente lucha del hombre por decidir sobre la existencia de la espiritualidad: --“Dentro de esa decisión tienes que llegar a una conclusión: ¿Dios existe o no? Entonces hay dos caminos. O llevas un camino de fe y eres creyente o entras en un esquema de ateísmo y rechazas la idea de que hay una vida después de la vida. Yo he conocido ateos que al final de sus días creen y he conocido católicos o creyentes que a final de sus días dejan de creer por cuestiones que viven a lo largo de sus experiencias. Siempre ha habido una persecución entre el que cree y el que no cree con un matiz: el que no cree está “blindado” porque es una postura muy liberal, muy “valiente”. El que no crea que haya un Dios, ¡allá él! pero la persecución cristera siempre ha existido. Desde que dijo Cristo los que me sigan lo van a pasar mal, lo hemos pasado. Hemos sido señalados, vistos, perseguidos y así será creo hasta el final.

¿Pedro Ferriz de Con es creyente?, pregunto. –“Yo sí. Aparte de que nací y crecí en una familia católica muy creyente, yo he estado cerquita de la muerte y sé lo que se siente”.

Una voz suena en las bocinas ambientales de la sala H14. Anuncian el abordaje del avión. Seguramente en el trayecto, seguiremos conociendo a quienes --en ocasión del viaje del papa Benedicto XVI a México y Cuba- compartimos su luz.

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Este es nuestro pueblo
Testimonio de monseñor Felipe Arizmendi sobre la llegada del papa a León
LEÓN, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- Desde León, México, con motivo de la llegada de Benedicto XVI, el obispo de San Cristóbal de las Casas, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, envía a ZENIT este testimonio.

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+Felipe Arizmendi Esquivel

Estoy gratamente impresionado por el recibimiento que nuestro pueblo ha dado al papa Benedicto XVI en Guanajuato. ¡Ese es nuestro pueblo! Un pueblo cálido, hospitalario, respetuoso, pero sobre todo un pueblo católico, cercano al papa y a sus obispos. Es un pueblo que no conocen muchos políticos; un pueblo que no quieren reconocer los legisladores; un pueblo que menosprecian los críticos anticlericales, porque no viven cerca de nuestra gente, sino en sus escritorios y en sus imaginaciones, en sus complejos y amarguras.

Ha sido impresionante el recorrido de 34 kilómetros entre el aeropuerto y la ciudad de León. Son multitudes incontables, entusiastas e incansables, sacrificadas y deseosas de expresar su adhesión al Sucesor de Pedro.

A pesar de que las estadísticas nos dicen que hay una disminución de católicos, el pueblo sigue manifestando sus raíces católicas innegables, aunque algunos no lo quieran reconocer. Ni los obispos esperábamos tanto entusiasmo de la gente por ver al papa.

También valoramos la cercanía del papa a nuestro pueblo. No es el papa frío, seco, insensible, alemán, distante, que algunos se empeñan en recalcar, porque no lo conocen y sólo saben descalificar, presumiendo de que saben mucho, pero que sólo demuestran su ceguera y cerrazón mental y de corazón. Hemos visto a un papa cercano, cariñoso, amable, atento, dulce, como lo hemos constatado quienes lo hemos tratado en algunas ocasiones.

Aprecio también la altura y dignidad del presidente de la República, de su esposa y de sus colaboradores. Expuso la realidad del país con toda verdad. Y el papa nos alentó a tener esperanza, a partir de nuestra fe en Dios, porque esta fe y esta esperanza nos iluminan el camino a seguir para que el país viva con dignidad.  

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Los desafíos de los países que visita Benedicto XVI
Caritas internacional señala: en México la cuestión social y en Cuba la pobreza
ROMA, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- Con motivo de la visita apostólica de Benedicto XVI a México y Cuba, el cardenal Oscar Rodriguez Maradiaga, presidente de Caritas International, indicó que el pueblo en América Latina ve esta visita como un momento histórico para la Iglesia.

El cardenal indicó que hay dos asuntos que espera que el viaje ponga en evidencia “la cuestión social en México y la pobreza en Cuba”. En México porque “es una oportunidad para ver como la violencia y la guerra del narcotrafico están arruinando un hermoso país y afectando todo el continente” y en Cuba para que le “ayude a abrir la Isla y mejorar la vida de la gente”. Y concluyó pidiendo oraciones por el santo padre y por su viaje.

Por su parte, Caritas ilustró en su web los proyectos que se están realizando en favor de la población de México y Cuba.

En Cuba

Refiriéndose al trabajo en Cuba, Caritas recordó que desde hace veinte años está trabajando en once diócesis para servir a la población más frágil. Así como a las personas con sida, discapacitados, niños con serios problemas sociales, gracias a la labor de los voluntarios.

“Los ancianos son los más afectados por la pobreza --indicó Migdalia Dópico--, coordinadora del Programa de Apoyo a los Ancianos, que realiza Caritas. Uno de cada cinco cubanos con más de 60 años tienen problemas. Caritas Cuba tiene unos 800 voluntarios y 190 comedores atienden a unos 28.000 ancianos”.

Por ejemplo, en la población de Perico, la señora Clarita es una de las voluntarias, que en la parte posterior de su casa permitió instalar una cocina destinada a dar asistencia a los ancianos.

“Nosotros –prosiguió la coordinadora– hoy no tenemos electricidad, por ello usamos una cocina a carbón. Y preparar 80 comidas por ello nos toma bastante tiempo” dijo, si bien “nosotros preparamos la comida tres veces por semana. Los que no comen directamente aquí normalmente se llevan la ración y la hacen durar un par de días. Otros la comparten con su hermano o hermana o los niños”.

Otro de los tantos testimonios lo da el director de Caritas Matanzas, Jorge Luis Díaz Durán, que indicó: “Mucha gente joven se ha ido a trabajar en las ciudades. La vida es muy dura para ellos y generalmente no logran ayudar a los parientes que dejaron. Cada día recibimos pedidos de alimentos para los ancianos que tienen dificultad de venir por sí mismos” por ello “intentamos hacerle llegar los alimentos a su casa”.

Jerónimo indicó que ha trabajado toda su vida como funcionario, y su pensión actual es de 220 pesos cubanos, o sea unos ocho dólares por mes. “¿Cómo puedo vivir yo con esto sin la ayuda de la Caritas?” se preguntó.

Los testimonios recogidos por el periodista Worms de Caritas son diversos, pero la línea clara: una fuerte pobreza particularmente en las zonas internas del país y de una ayuda que se apoya fundamentalmente en los voluntarios, que a su vez son también personas pobres. Baste pensar que un salario medio es de 350 pesos, o sea unos 12 dólares al mes.

En México

No es un secreto la violencia y lucha por el territorio de los grupos criminales en México. A todo el mundo llegan noticias de las matanzas y son los títulos cotidianos de los diarios del país.

Las fuerzas del orden están en guerra contra las bandas criminales y los choques no perdonan a la población civil. Desde 2005, han aumentado las bandas criminales y los crímenes como tráfico de droga y de inmigrantes.

El número de víctimas que se ha registrado entre los inmigrantes que intentaron entrar en Estados Unidos, son 140.000 según cifras oficiales y más de 400.000 según la sociedad civil.

Aquí el trabajo de Caritas consiste en estar cerca de los inmigrantes que transitan desde diversos países centroamericanos hasta Río Bravo, frontera con Estados Unidos. 

Y también estar cerca de los deportados que logran regresar y encuentran en las Caritas de sus países un apoyo para reintegrarse en su sociedad. La Caritas a través de sus centros trata de estar al lado de los inmigrantes que terminan víctimas de la violencia.

En particular de quienes en la zona de frontera caen en las manos de los grupos criminales como Los Zetas, que se hacen pagar para hacerlos pasar a Estados Unidos. Aunque muchas veces los inmigrantes terminan también rehenes de las bandas, que piden rescates a sus familiares para liberarlos, mientras otros son ejecutados como advertencia.

La hermana Leticia Gutiérrez Valderrama, secretaria general de los inmigrantes de la Conferencia Episcopal Mexicana ha indicado que “para el crimen organizado los inmigrantes representan una fuente fácil para realizar trabajo forzado”. Y ellos son secuestrados, violados y obligados a su vez a torturar a otros inmigrantes. El destino de las mujeres es terrible, las que son capturadas son explotadas en lugares de prostitución. Sor Valderrama explica que los inmigrantes son una fuerte importante de financiamiento para los gangs.

El embajador de México en Italia: sobre los programas sociales y visita del Papa

En reciente entrevista a ZENIT, el jueves 22, el embajador de México en Italia, José Luis Cabañas Izquierdo, recordó que en su país se ha registrado un fuerte crecimiento económico gracias a los tratados de libre comercio, lo que permitió realizar diversos planes sociales, que en los últimos diez años han sacado de la pobreza extrema a unos cinco millones de familias, lo que significa unos veinte millones de personas. El sistema que se ha demostrado más eficaz, precisó “es el de depositar dinero a las madres de familia que en cambio tienen que preocuparse por enviar a sus hijos a la escuela y de llevarlos a vacunar”.

Sobre la visita del papa y el aspecto seguridad se mostró muy tranquilo considerando que “será bien recibido, cuidado y atendido por todos los mexicanos que lo esperan”. Añadió que “México es un país muy grande con 115 millones de habitantes, el de habla hispana más populoso y recordó que es donde se encuentra el mayor número de católicos de habla hispánica.

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Telegramas del papa en la segunda parte del vuelo
Al gobernador general de Canadá y al presidente Obama
CIUDAD DEL VATICANO, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- La sala de prensa vaticana ha hecho público el contenido de los telegramas enviados por Benedicto XVI, en la segunda parte de su viaje, a los jefes de Estado de los países sobrevolados.

A su excelencia el honorable David Johnston, gobernador general, Ottawa: "Mientras viajo sobre Canadá hacia México y Cuba, me complace saludar a su excelencia y asegurarle mis oraciones y buenos deseos para usted y sus conciudadanos".

Honorable Barack Obama, presidente de Estados Unidos de América, Washington: "Mientras paso sobre Estados Unidos de América, en mi viaje a México y Cuba, le ofrezco mis saludos y la seguridad de mis oraciones, que el Dios poderoso conceda prosperidad y toda bendición a todo el pueblo americano".

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Documentación


San Basilio y la fe en el Espíritu Santo
Tercer sermón de Cuaresma
CIUDAD DEL VATICANO, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- Publicamos la tercera prédica de Cuaresma del padre Raniero Cantalamessa OFM Cap, predicador de la Casa Pontificia, realizada este viernes en la capilla Redemptoris Mater del Vaticano.

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P. Raniero Cantalamessa

1. La fe termina en las cosas

El filósofo Edmund Husserl resumió el programa de su fenomenología con el lema: Zu den Sachen selbst!, ir a las cosas mismas, a las cosas como realmente son, antes de su conceptualización y formulación. Otro filósofo que vino después de él, Sartre, dice que "las palabras y, con ellas, el significado de las cosas y las formas de su uso" no son más que "los signos sutiles de reconocimiento que los hombres han trazado sobre su superficie": se debe sobrepasarlos para tener la revelación imprevista, que deja sin aliento, la "existencia" de las cosas1.

Santo Tomás de Aquino había formulado mucho antes un principio similar en referencia a las cosas o a los objetos de la fe: Fides non terminatur ad enunciabile, sed ad rem: la fe no termina en los enunciados, sino en la realidad2. Los padres de la Iglesia son modelos insuperables de esa fe que no se detiene en las fórmulas, sino que va a la realidad. Después de la época dorada de los grandes padres y doctores, vemos casi de inmediato lo que un estudioso de la patrística define como "el triunfo del formalismo"3. Conceptos y términos, como sustancia, persona, hipóstasis, son analizados y estudiados por sí mismos, sin la constante referencia a la realidad que con ellos los creadores del dogma habían tratado de expresar.

Atanasio es quizás el caso más ejemplar de una fe que se preocupa más de la cosa que de su enunciación. Durante algún tiempo, después del Concilio de Nicea, parece ignorar el término homousios, consustancial, mientras defiende con la tenacidad que vimos la última vez su contenido, es decir, la plena divinidad del Hijo y su igualdad con el Padre. También está dispuesto a aceptar términos equivalentes para él, porque estaba claro que tenía la intención de mantener firme la fe de Nicea. Sólo más tarde, cuando se dio cuenta de que ese término era el único que no daba escapatoria a la herejía, le dio un uso cada vez más generalizado.

Este hecho se nota porque sabemos los daños causados a la comunión eclesial, al dar más importancia al acuerdo sobre los términos que lo referido a los contenidos de la fe. En los últimos años se ha podido restaurar la comunión con algunas iglesias orientales, llamadas monofisitas, tras reconocer que su conflicto con la fe de Calcedonia era por el significado diferente dado al término ousia e hipóstasis, y no la sustancia de la doctrina. El acuerdo entre la Iglesia católica y la Federación Mundial de Iglesias Luteranas sobre el tema de la justificación por la fe, firmado en 1998, mostró que el viejo conflicto sobre este punto era más en cuanto a los términos que en la realidad. Las fórmulas, una vez acuñadas, tienden a fosilizarse, volviéndose banderas y signos de pertenencia, más que expresiones de una fe vivida.

2. San Basilio y la divinidad del Espíritu Santo

Hoy nos subimos sobre los hombros de otro gigante, san Basilio el Grande (329-379), para examinar con él otra realidad de nuestra fe, el Espíritu Santo. Ya veremos cómo también él es un modelo de la fe que no se detiene en las fórmulas, sino que va a la realidad.

Sobre la divinidad del Espíritu Santo, Basilio no dice ni la primera ni la última palabra, es decir, no es él quien abre el debate, ni tampoco quien lo concluye. Quien abrió el discurso sobre el estatus ontológico del Espíritu Santo fue san Atanasio. Hasta él, la doctrina del Paráclito se había quedado en las sombras, y se entiende el por qué: no se podía definir la posición del Espíritu Santo en la divinidad, antes de que fuera definida la del Hijo. Se limitaba por tanto a repetir el símbolo de la fe: "y creo en el Espíritu Santo", sin otras adiciones.

Atanasio, en las Cartas a Serapión, inicia el debate que conducirá a la definición de la divinidad del Espíritu Santo en el Concilio de Constantinopla del 381. Enseña que el Espíritu es plenamente divino, consustancial con el Padre y con el Hijo, que no pertenece al mundo de las criaturas, sino al del creador y la evidencia, aquí también, es que su contacto nos santifica, nos diviniza, lo que no podría hacer si él mismo no fuese Dios.

He dicho que Basilio ni siquiera dice la última palabra. Se abstiene de aplicar al Paráclito el título de "Dios" y de "consustancial". Afirma con claridad la fe en la plena divinidad del Espíritu usando expresiones equivalentes, tales como la igualdad con el Padre y el Hijo en la adoración (la isotimia), su homogeneidad y no heterogeneidad con respecto a ellos. Son los términos con los cuales la divinidad del Espíritu Santo fue definida en el concilio ecuménico de Constantinopla en el año 381 y que desarrollaron el artículo de fe sobre el Espíritu Santo que profesamos aún hoy en el credo.

Esta actitud prudente de Basilio, para no alejar aún más a la otra parte de los macedonios, provocó la crítica de Gregorio Nacianceno, que se encuentra entre aquellos que tuvieron el coraje suficiente como para pensar que el Espíritu Santo es Dios, pero no lo suficiente como para proclamarlo explícitamente. Tomando la iniciativa, escribe. "¿El Espíritu es Dios? ¡Por supuesto! ¿Es consustancial? Sí, si es verdad que es Dios"4.

Si por tanto Basilio no dice, sobre la teología del Espíritu Santo, ni la primera ni la última palabra, ¿por qué elegirlo como nuestro maestro de fe en el Paráclito? Es que Basilio, como ya Atanasio, está más preocupado por la "cosa" que por su formulación, más de la plena divinidad del Espíritu que de los términos con que expresar esa fe. La cosa, para decirlo en términos de Tomás de Aquino, le interesa más que su enunciación. Nos traslada a lo vivo de la persona y de la acción del Espíritu Santo.

La de Basilio es una pneumatología concreta, vivida, no escolástica, sino "funcional" en el sentido más positivo del término, y es eso lo que hace que sea especialmente actual y útil para nosotros hoy. Debido a la cuestión mencionada del Filioque, la pneumatología ha terminado por reducirse a través de los siglos casi exclusivamente al problema de la procedencia del Espíritu Santo: si sólo del Padre, como dicen los orientales, o también del Hijo, como profesamos los latinos. Algo de la pneumatología concreta de los Padres ha pasado por los tratados sobre "los Siete dones del Espíritu Santo", pero limitado al ámbito de la santificación personal y a la vida contemplativa.

El Concilio Vaticano II inició una renovación en este campo, por ejemplo, cuando ha devuelto los carismas de la hagiografía, que son las vidas de los santos, a la eclesiología, que es la vida de la Iglesia, hablando de ellos en la Lumen Gentium5. Pero fue sólo el comienzo; todavía queda mucho por hacer para poner de relieve la acción del Espíritu Santo en toda la vida del pueblo de Dios. En ocasión del XVI centenario del Concilio ecuménico de Constantinopla del 381, el beato Juan Pablo II escribió una carta apostólica en la que entre otras cosas, dijo: "Todo el trabajo de renovación de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II tan providencialmente ha propuesto y comenzado... no se puede realizar sin el Espíritu Santo, es decir, con la ayuda de su luz y de su fuerza"6.Basilio, lo vamos a ver, nos hace de guía en este camino.

3. El Espíritu Santo en la historia de la salvación y en la Iglesia

Es interesante conocer el origen de su tratado sobre el Espíritu Santo. Está curiosamente ligada a la oración del Gloria Patri. Durante la liturgia, Basilio había pronunciado a veces la doxología en la forma: "Gloria al Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo", otras veces en la forma: "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo." Esta segunda forma clarificaba más que la primera la igualdad de las tres personas, coordinándolas, en lugar de subordinarlas entre sí. En la atmósfera recalentada de los debates sobre la naturaleza del Espíritu Santo, el tema provocó las protestas y Basilio escribió su obra para justificar sus acciones; en la práctica, para defender contra los herejes macedonios la plena divinidad del Espíritu Santo.

Pero vayamos al punto por el cual, decía, la doctrina de Basilio se revelaba especialmente actual: su capacidad para iluminar la acción del Espíritu en cada momento de la historia de la salvación y en todos los ámbitos de la vida de la iglesia. Inicio de la obra del Espíritu en la creación.

"En la creación, la causa primera de lo que existe es el Padre, la causa instrumental es el Hijo, la causa perfeccionadora es el Espíritu. Por la voluntad del Padre los espíritus creados existen; por la fuerza de la acción del Hijo son llevados al ser, por la presencia del Espíritu llegan a la perfección... Si se intenta sustraer al Espíritu de la creación, todas las cosas se mezclan y la vida surge sin ley, sin orden, sin ningún tipo de determinación"7.

San Ambrosio retomará este pensamiento de Basilio elaborando una conclusión sugerente. Refiriéndose a los dos primeros versículos del Génesis ("la tierra era un caos y desierta y las tinieblas cubrían el abismo"), observa:

"Cuando el Espíritu comenzó a flotar sobre ella, la creación no tenía aún ninguna belleza. En cambio, cuando la creación recibió la acción del Espíritu, obtuvo todo el esplendor de la belleza que la hizo brillar como 'mundo'"8.

En otras palabras, el Espíritu Santo es el que transforma la creación, del caos al cosmos, que hace de él algo bello, ordenado, limpio, un "mundo" (mundus) justo, de acuerdo con el significado original de esta palabra y de la palabra griega cosmos. Ahora sabemos que la acción creadora de Dios no se limita al instante inicial, como se creyó en la visión deísta o mecanicista del universo. Dios no "fue" una vez, sino que siempre "es" creador. Esto significa que el Espíritu Santo es el que hace pasar continuamente al universo, a la Iglesia y a cada persona, del caos al cosmos, es decir: del desorden al orden, de la confusión a la armonía, de la deformidad a la belleza, de la vetustez a la novedad. No, por supuesto, mecánicamente y bruscamente, sino en el sentido de que está trabajando en ella y lleva hasta un fin su propia evolución. Él es el que siempre "crea y renueva la faz de la tierra" (cf. Sal. 104,30).

Esto no significa, explicaba Basilio en ese mismo texto, que el Padre había creado algo imperfecto y "caótico" que necesitaba ser corregido; simplemente, era el plan y la voluntad del Padre de crear por medio del Hijo y guiar a los seres a la perfección por medio del Espíritu.

Desde el inicio, el santo doctor va a ilustrar la presencia del Espíritu en la obra de la redención:

"En cuanto al plan de salvación (oikonomia) para el hombre, por mérito de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo, establecido por la voluntad de Dios, ¿se podría argumentar que se lleva a cabo por la gracia del Espíritu?"9.

En este punto, Basilio se abandona a la contemplación de la presencia del Espíritu en la vida de Jesús que está entre los pasajes más bellos de la obra y abre a la pneumatología un campo de investigación que solo recientemente se ha comenzado a reconsiderar10. El Espíritu Santo está actuando ya en el anuncio de los profetas y en la preparación para la venida del Salvador; por su poder se realiza la encarnación en el seno de María; es él el crisma con el que Jesús fue ungido por Dios en el bautismo. Cada obra fue realizada con la presencia del Espíritu. Este "estuvo presente cuando fue tentado por el diablo, cuando se realizaban los milagros; no lo dejó cuando resucitó de entre los muertos, y el domingo de Pascua se derramó sobre sus discípulos (cf. Jn 20, 22 s.). El Paráclito fue "el compañero inseparable" de Jesús durante toda su vida.

De la vida de Jesús, san Basilio va a ilustrar la presencia del Espíritu en la Iglesia:

"Y la organización de la Iglesia, ¿no es claro e indiscutible que es obra del Espíritu? Él mismo ha dado a la iglesia, dice Pablo, "en primer lugar a los apóstoles, luego a los profetas, y luego a los maestros ... Este orden está organizado de acuerdo a la diversidad de los dones del Espíritu"11.

En la anáfora que lleva el nombre de san Basilio --que nuestra actual Plegaria Eucarística IV ha seguido de cerca--, el Espíritu Santo ocupa un lugar central.

La última imagen es la presencia del Paráclito en la escatología: "Incluso en el momento del evento de la aparición del Señor de los cielos --escribe Basilio--, no estará ausente el Espíritu Santo." Este momento será, para los salvados, el paso de las "primicias" a la plena posesión del Espíritu, y para los condenados la separación definitiva, el corte entre el alma y el Espíritu"12.

4. El alma y el Espíritu

San Basilio no se detiene en la acción del Espíritu en la historia de la salvación y de la Iglesia. Como asceta y hombre espiritual, su principal interés es por la acción del Espíritu en la vida de cada bautizado. Aunque todavía sin establecer la distinción y el orden de las tres vías que se convertirán en clásicos más tarde, ilumina maravillosamente la acción del Espíritu Santo en la purificación del alma del pecado, en su iluminación y en la divinización que él llama "intimidad con Dios"13.

No podemos dejar de leer la página en la que, en constante referencia a la Escritura, el santo describe esta acción y dejarnos llevar por su entusiasmo:

"La relación de familiaridad del Espíritu con el alma, ¿no es un acercamiento en el espacio, como podría de hecho acercarse al incorpóreo corporalmente?, pero sobre todo consiste en la exclusión de las pasiones, las cuales, como resultado de su atracción por la carne, llegan al alma y la separan de la unión con Dios. Purificados de la inmundicia en la que se estaba por medio del pecado, y vueltos a la belleza natural, como habiendo restituido a una imagen real la antigua forma mediante la purificación, sólo así es posible aproximarse al Paráclito. Él, como un sol, reconociendo el ojo purificado, te mostrará en sí mismo la imagen del Invisible. En la bendita contemplación de la imagen, verás la indecible belleza del arquetipo. Por medio de él se elevan los corazones, los débiles se toman de la mano, aquellos que progresan alcanzan la perfección. Él, iluminando a aquellos que son purificados de toda mancha, los vuelve espirituales a través de la comunión con él. Es como los cuerpos claros y transparentes, cuando un rayo los golpea, se convierten en brillantes y reflejan un rayo diferente, así las almas portadores del Espíritu son iluminadas por el Espíritu; ellas mismas se vuelven plenamente espirituales y envían sobre otros la gracia. De aquí el preconocimiento de las cosas futuras; la comprensión de los misterios; la percepción de las cosas ocultas; la distribución de los carismas; la ciudadanía celestial; la danza con los ángeles; la alegría sin fin; la permanencia en Dios; la semejanza con Dios; el cumplimiento de los deseos: ser Dios"14.

No fue difícil para los investigadores descubrir detrás del texto de Basilio imágenes y conceptos derivados de las Enéadas de Plotino y hablar, en referencia a ello, de una infiltración externa en el cuerpo del cristianismo. De hecho, se trata de un tema puramente bíblico y paulino que se expresa, como era debido, en términos familiares y comprensibles para la cultura de la época. A la base de todo Basilio no pone la acción del hombre --la contemplación--, sino la acción de Dios y la imitación de Cristo. Estamos en las antípodas de la visión de Plotino y de toda filosofía. Todo, para él, comienza con el bautismo que es un nuevo nacimiento. El acto decisivo no está al final sino el comienzo del camino:

"Como en la doble carrera de los estadios, una parada y un descanso separan los caminos en la dirección opuesta, así también en el cambio de vida es necesario que una muerte se interponga entre las dos vidas para poner fin a lo que precede y dar inicio a las cosas sucesivas. ¿Cómo vamos a descender a los infiernos? Imitando la sepultura de Cristo por medio del bautismo"15.

El esquema básico es el mismo que Pablo. En el sexto capítulo de la Carta a los Romanos, el apóstol habla de la purificación radical del pecado que viene del bautismo y en el capítulo octavo se describe la lucha, que sostenida por el Espíritu, el cristiano debe llevar en el resto de su vida, contra los deseos de la carne, para avanzar hacia una vida nueva: “Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz, ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios[…].Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si viven según la carne, morirán. Pero si con el Espíritu hacen morir las obras del cuerpo, vivirán.” (Rom. 8, 5-13).

No es de extrañarse que para ilustrar la tarea descrita por san Pablo, Basilio haya utilizado una imagen de Plotino. Esta está al principio de una de las metáforas más universales de la vida espiritual y nos habla hoy no menos que a los cristianos de aquel tiempo:

"Ven, vuelve a ti y mira; y si todavía no te ves bello, imita al autor de una estatua que debe quedar hermosa: aquél en parte escalpela, en parte aplana; aquí suaviza, allí refina, hasta que le haya dado un bello rostro a la estatua. Del mismo modo, también tú quita lo superfluo, endereza lo torcido, y, a fuerza de purificar lo que es oscuro, has que se vuelva brillante y no dejes de fustigar a la estatua hasta que el esplendor divino de la virtud brille delante de ti"16.

Si la escultura, como decía Leonardo da Vinci, es el arte de la elevación, el filósofo tiene razón para comparar la purificación y la santidad a la escultura. Para los cristianos no se trata de llegar a una belleza abstracta, de construir una hermosa estatua, sino de descubrir y hacer más brillante la imagen de Dios que el pecado tiende constantemente a cubrir.

La historia cuenta que un día Miguel Ángel, caminando en un patio de Florencia vio un bloque de mármol en bruto cubierto de polvo y barro. Se detuvo de repente a verlo, y entonces, como iluminado por un relámpago, dijo a los presentes: "En esta masa de piedra se esconde un ángel: ¡lo voy a sacar!" Y comenzó a trabajar con un cincel para dar forma al ángel que había visto. Así también somos nosotros. Todavía somos masas de piedra en bruto, con una gran cantidad de "tierra" encima y tantos pedazos inútiles. Dios Padre nos mira y dice: "¡En este pedazo de piedra se oculta la imagen de mi Hijo; quiero sacarlo hacia afuera, para que brille por siempre conmigo en el cielo!" Y para hacer esto usa el cincel de la cruz, nos poda (cf. Jn. 15,2).

Los más generosos no sólo soportan los golpes del cincel, que vienen de fuera, sino también colaboran, en lo que se les concede, imponiéndose pequeñas, o grandes, mortificaciones voluntarias y quiebran su vieja voluntad. Decía un padre del desierto: "Si queremos ser completamente liberados, aprendamos a quebrantar nuestra voluntad, y así, poco a poco, con la ayuda de Dios, avanzaremos y llegaremos a la plena liberación de las pasiones. Es posible romper diez veces la propia voluntad en un tiempo brevísimo y le digo cómo. Uno está caminando y ve algo; su pensamiento le dice: ‘¡Mira allí!’, pero él responde a su pensamiento: ‘¡No, no lo veo!’, y quiebra la voluntad"17.

Este antiguo padre tiene otros ejemplos tomados de la vida monástica. Si se está hablando mal de alguien, tal vez del superior; tu hombre viejo te dice: "Participa también tú, dí lo que sabes. Pero tú respondes: "¡No!". Y mortificas al hombre viejo... Pero no es difícil ampliar la lista con otros actos de renuncia, propios del estado en que se vive y del oficio que se cubre.

Mientras se viva consintiendo los deseos de la carne, nos parecemos a los dos famosos "Bronces de Riace", cuando fueron desenterrados del fondo del mar, todos cubiertos de escamas y apenas reconocibles como figuras humanas. Si queremos brillar también nosotros, como estas dos obras maestras después de su restauración, la Cuaresma es el momento oportuno para poner manos a la obra.

5. Una mortificación "espiritual"

Hay un punto en el que la transformación del ideal de Plotino en ideal cristiano seguía siendo incompleta, o al menos poco explícita. San Pablo, lo hemos escuchado, dice: "Si mediante el Espíritu hacen morir las obras de la carne, vivirán." El Espíritu no es, pues, sólo el fruto de la mortificación, sino también lo que la hace posible; no está solo al final del camino, sino también al inicio. Los apóstoles no recibieron el Espíritu en Pentecostés porque se habían vuelto fervorosos; se volvieron fervorosos porque habían recibido el Espíritu.

Los tres padres capadocios fueron básicamente ascetas y monjes; Basilio, en particular, con su regla monástica (¡Asceticon!), fue el fundador del monaquismo cenobítico. Esto le llevó a acentuar con fuerza la importancia del esfuerzo humano. El hermano y discípulo de Basilio, Gregorio de Nisa, escribirá en esa línea: "En la medida en que desarrolles tus luchas por la misericordia, en esta misma medida se desarrolla también la grandeza del alma a través de estas luchas y de estos esfuerzos"18.

En la siguiente generación, esta visión de la ascesis será retomada y desarrollada por los escritores espirituales, como Juan Casiano, pero separados de la sólida base teológica que había en Basilio y en Gregorio de Nisa. "A partir de este punto --observa Bouyer--, el pelagianismo, poniendo el esfuerzo humano antes que la gracia, tendrá su punto de partida"xix. Pero este resultado negativo difícilmente se le puede atribuir a Basilio y a los Capadocios.

Volvemos para concluir, al motivo que vuelve a la doctrina de Basilio sobre el Espíritu Santo eternamente válida, y hoy, decía, más que nunca actual y necesaria: su concreción y adhesión a la vida de la Iglesia. Nosotros los latinos tenemos un medio privilegiado para hacer nuestro y transformar en oración este mismo tipo de neumatología: el himno del Veni Creator.

Es de principio a fin una contemplación orante de lo que el Espíritu hace en realidad: en toda la tierra y la humanidad como Espíritu creador; en la Iglesia, como Espíritu de santificación (don de Dios, agua viva, fuego, amor y unción espiritual ) y como Espíritu carismático (multiforme en sus dones, el dedo de la mano derecha de Dios que pone la palabra en los labios); en la vida del creyente, como una luz para la mente, amor para el corazón, curación para el cuerpo; como nuestro aliado en la lucha contra el mal y guía en el discernimiento del bien.

Invoquémosle con las palabras de la primera estrofa, pidiéndole hacer pasar también nuestro mundo y nuestra alma del caos al cosmos, de la dispersión a la unidad, de la fealdad del pecado a la belleza de la gracia.

Veni, Creator Spiritus/ mentes tuorum visita,/ imple superna gratia/ quae tu creasti pectora.

Oh Espíritu que suscitas la creación,/ invade a tus fieles en lo profundo,/ vierte la plenitud de la gracia/ en los corazones que creaste para tí solo.

Traducido del italiano por José Antonio Varela V.

NOTAS

1 J.P. Sartre, La Nausea, trad. ital, Milano 1984, p. 193 s.

2 Tommaso d’Aquino, Somma teologica, II-IIae, q. 1,a.2,ad 2.

3 Cf. G. Prestige, God in Patristic Thought, London 1936, chap. XIII( trd. Ital., Dio nei pensiero dei Padri, Bologna, il Mulino, 1969, pp. 273 ss).

4 Gregorio Nazianzeno, Oratio 31, 5.10; cf. anche Oratio 6: “¿Hasta cuándo tendremos escondida la lámpara bajo el celemín y no proclamaremos a viva voz la plena divinidad del Espíritu Santo?”

5 Cf. Lumen gentium, 12.

6 Giovanni Paolo II. “A concilio Costantinopolitano I”, in AAS 73, 1981, p. 521.

7 Basilio, Sullo Spirito Santo, XVI, 38 (PG 32, 137B); trad. ital. di E. Cavalcanti, L’esperienza di Dio nei Padri Greci, Roma 1984.

8 Ambrogio, Sullo Spirito Santo, II, 32.

9 Basilio, Sullo Spirito Santo, XVI, 39.

10 J.D.G. Dunn, Jesus and the Spirit, London 1988.

11 Basilio, Sullo Spirito Santo, XVI, 39

12 Ib. XVI, 40.

13 Ib. XIX, 49.

14 Ib. IX, 23.

15 Ib. XV,35.

16 Plotino, Enneadi I, 9 (trad. ital. di V. Cilento, vol. I, Laterza, Bari 1973, p. 108).

17 Doroteo di Gaza, Insegnamenti 1,20 (SCh 92, p. 177).

18 Gregorio Nisseno, De instituto christiano (ed. W. Jaeger, Two Rediscovered Works, Leida 1954, p.46).

19 L. Bouyer, La spiritualità dei Padri, Edizioni Dehoniane, Bologna 1968, p. 295.

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