24.03.12

En los altares - San Daniel, profeta

A las 12:03 AM, por Eleuterio
Categorías : General, En los altares
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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San Daniel

Cuando el rey Nabucodonosor entró en Jerusalén de forma victoriosa se acercó a un joven que allí se encontraba. Era, según le habían dicho, inteligente, persona entregada al estudio y, lo que tampoco estaba mal, tenía una presencia agradable.

Aquel joven era Daniel, hijo de familia poderosa e importante de la Ciudad Santa, del cual habla, para más señas, en el Antiguo Testamento, el libro que lleva su nombre.

En aquel instante decidió el conquistador llevarse a Daniel a Babilonia como prisionero aunque, a pesar de tan especial situación personal de falta de libertad, tenía reservado un destino no poco mejorado.

Daniel fue creciendo en sabiduría y don de interpretación de los sueños y las visiones. Así, consiguió ocupar cargos muy importantes durante los reinados de Nabucodonosor, Baltasar, Darío y Ciro pues, además de lo dicho hasta aquí siempre mostró un comportamiento verdaderamente santo.

Nabucodonosor, por ejemplo, al haber percibido las grandes cualidades que atesoraba Daniel ordenó que conociera y aprendiera todo lo posible acerca de la política y social de su nueva nación. Y así lo hizo de forma provechosa. Para este rey interpretó varios sueños que había tenido en gran provecho del mismo y de su reino.

Por otra parte, Daniel era muy religioso y sentía gran devoción por la religión a la que pertenecía (la judía). Por eso, por ejemplo, oraba a Dios tres veces al día fuera donde fuera que se encontrase. Además, cumplía los preceptos dados por Moisés acerca de no ingerir alimentos prohibidos ni, tampoco, darle a las bebidas alcohólicas.

Es de suponer que un comportamiento tan casto y religioso no gustase a muchos de los que vivían en la nación que lo había adoptado como prisionero.

Así, cuando reinaba el rey Ciro acudieron al mismo a malmeter contra Daniel. Así lo recoge el Libro de Daniel (14, 29-42)

“Fueron, pues, a decir al rey: ‘Entréganos a Daniel; si no, te mataremos a ti y a toda tu casa.’ Ante esta gran violencia, el rey se vio obligado a entregarles a Daniel. Ellos le echaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días. Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos cadáveres y dos carneros; entonces no se les dio nada, para que devoraran a Daniel. Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc: acababa de preparar un cocido y de desmenuzar pan en un plato, y se dirigía al campo a llevárselo a los segadores. El ángel del Señor dijo a Habacuc: ‘Lleva esa comida que tienes a Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.’ ‘Señor - dijo Habacuc - no he visto jamás Babilonia ni conozco ese foso.’ Entonces el ángel del Señor le agarró por la cabeza y, llevándole por los cabellos, le puso en Babilonia, encima del foso, con la rapidez de su soplo. Habacuc gritó: ‘Daniel, Daniel, toma la comida que el Señor te ha enviado.’ Y dijo Daniel; ‘Te has acordado de mí, Dios mío, y no has abandonado a los que te aman.’

Y Daniel se levantó y se puso a comer, mientras el ángel de Dios volvía a llevar al instante a Habacuc a su lugar. El día séptimo, vino el rey a llorar a Daniel; se acercó al foso, miró, y he aquí que Daniel estaba allí sentado. Entonces exclamó: ‘Grande eres, Señor, Dios de Daniel, y no hay otro Dios fuera de ti.’ Luego mandó sacarle y echar allá a aquellos que habían querido perderle, los cuales fueron al instante devorados en su presencia.”

Y así se mostró el Único Dios que tenía preparado otro destino muy distinto para aquel joven llamado Daniel y que consiguió, con aquel acto milagroso, la conversión del rey.
 

San Daniel, profeta, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán