26.03.12

 

La democracia es un régimen político que cuenta, entre sus virtudes, con la capacidad de cambiar a los gobernantes sin necesidad de recurrir a métodos violentos. Son los ciudadanos quienes, mediante el voto, tienen en sus manos la posibilidad de mandar a casa a quienes no han desempeñado bien su labor al frente de la “cosa pública".

Hace tiempo que he dicho que el voto es una decisión moral, no meramente política. Cuando uno vota determinadas siglas, está votando los valores y las personas que están tras las mismas. Quien vota PSOE en España, vota aborto, EpC, matrimonio gay, política económica catastrófica -eso tiene también repercusiones morales-, anticlericalismo de baja estofa, etc. Si además se vota IU, es más de lo mismo pero elevado al cubo. Pues bien, eso es lo que han votado los andaluces ayer.

Pero en Andalucía había además un factor añadido. La corrupción de los socialistas. No hace falta que explique lo de los EREs, lo del dinero público usado para comprar voluntades, etc. Quien sigue la actualidad informativa sabe de qué hablo. Es evidente que muchos andaluces no quieren tener nada que ver con esa corrupción. Tanto como que muchos otros están dispuestos a votar a los corruptos. Y, vamos a dejarlo bien claro, el que vota a un corrupto que roba el dinero público es moralmente responsable de la corrupción. Exactamente en la misma medida que aquellos que votan al brazo político de la ETA son moralmente responsables del terrorismo etarra. Obviamente es peor el terrorismo que la corrupción, pero el principio moral que hay detrás del voto es el mismo.

Yo entiendo que haya gente que no vote jamás al partido que defiende una ideología política contraria a la propia. Ahora bien, existe la posibilidad de quedarse en casa. Es preferible no votar a apoyar con tu papeleta un régimen de corrupción. en las últimas elecciones yo elegí no votar antes que hacerlo a un partido pro-abortista. Aquellos que desde la derecha han hecho valer la doctrina del mal menor se encuentran ahora con que los andaluces, mayoritariamente de izquierdas, han hecho uso de la misma para impedir ser gobernados por la derecha. En otras palabras, han dicho que prefieren un gobierno “de los nuestros” aunque sean corruptos, que “de los vuestros” aunque sean honrados. Es lo que tiene el llevar décadas renunciando a defender valores que vayan más allá de la defensa de la economía de mercado.

España es una nación donde la izquierda sabe lo que quiere y lo consigue, mientras que la derecha renuncia a creer en nada que no sea la gestión adecuada de las finanzas públicas. Ya dijo el Señor que mejor es ser frío o caliente antes que tibio. El Partido Popular es la encarnación moral y política de la tibieza. Por eso, cuando se presenta un candidato de derechas contundente, como es el caso de Cascos en Asturias, el electorado conservador le apoya. Y conste que no pongo a Cascos como ejemplo de la derecha política que yo querría para mí país.

El P. Tomás de la Torre ha escrito un artículo muy importante en su blog en InfoCatólica. Me parece muy acertada su alusión a las palabras del Papa en el avión que le llevaba a América:

El Papa Benedicto XVI en el avión camino de América ha afirmado claro: El comunismo no sirve para resolver las situaciones de la sociedad de hoy. Se refería a Cuba, país que visita hoy, donde sufren una dictadura comunista de más de cincuenta años.

Ayer, en Andalucía, hubo elecciones. Los comunistas suben como la espuma en las urnas electorales y se convierten en llave de gobierno en alianza con los socialistas.

Andalucía va al contrario que el resto del mundo, donde el marxismo está ya metido en una urna en el museo de la historia.

El P. Tomás tiene razón, pero no puedo dejar de preguntarme si la Iglesia en Andalucía, empezando por sus obispos y acabando por los fieles practicantes, ha hecho todo lo que puede hacer para que tal cosa no pase. Esa obsesión enfermiza de ponerse de perfil ante las elecciones, publicando documentos que nadie lee mientras en los púlpitos y en los confesionarios de las parroquias no se dice ni una palabra sobre la responsabilidad moral del voto, da como resultado lo que ven nuestros ojos. La Iglesia no puede entrar en política, pero no puede ser cómplice mediante el silencio de una realidad política donde la corrupción y los valores de la cultura de la muerte campan a sus anchas. Esa complicidad no aparece por ningún lado en la doctrina católica.

Por cierto, antes de que nadie me recuerde que la corrupción política no afecta solo a los socialistas -véase caso Mata, caso Gurtel, 3% en Cataluña-, diré que lo que vale para el caso andaluz vale igual para el resto de comunidades autónomas. A mí me da lo mismo de qué partido sea el ladrón.

Está muy bien hacer congresos sobre católicos en la vida pública. Pero estaría mucho mejor si la Iglesia enseñara a los católicos que su presencia en dicha vida pública empieza por el voto. No todos los fieles van a dedicarse a la política. Pero sí pueden y deben votar a quienes defiendan políticas concretas que, como mínimo, no ahonden más en la miseria moral en la que está inmersa la sociedad española.

Luis Fernando Pérez Bustamante