… alienta… La escena del cartel habla de Pentecostés. Con los
apóstoles estaba María, alentándoles a la oración y a la espera. La
venida del Espíritu es como el soplo que el Creador insufla en la
materia para que tenga vida.
… las vocaciones en la misión” Es una
hermosa realidad comprobar que en los territorios de misión Dios
está suscitando vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Con
la presencia de María, el aliento del Espíritu y la cooperación de
los fieles, estas vocaciones tienen la garantía de perseverar.
Cartel
Reproducción de la escena de Pentecostés tomada de Vie de Jesus
Mafa. Los apóstoles son iluminados por la luz del Espíritu Santo e
incendiados por las llamas de fuego que se posan sobre sus cabezas,
a excepción de la Virgen María, vestida de color azul. Escena que
puede ayudar a preparar la fiesta de Pentecostés.
La imagen de la Virgen recuerda a los fieles que María sigue
presente y activa en la vida de la Iglesia y de los cristianos.
Objetivos de esta Jornada
Promover entre los fieles una eficaz colaboración con los
objetivos de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, que atiende
las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en los
territorios de misión.
Obtener fondos y ayudas económicas para el sostenimiento y la
formación de las vocaciones a través de la financiación de “Becas”.
Fomentar en el seno de las comunidades cristianas la oración
perseverante para que Dios siga suscitando nuevas vocaciones en
estos lugares de misión.
Intensificar la ayuda espiritual y material en favor de los
sacerdotes enfermos y jubilados de los territorios de misión.
Las vocaciones sí importan
Por D. Anastasio Gil García, Director Nacional de OMP
La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española ha
aprobado que la Jornada de Vocaciones Nativas se celebre el último
domingo de abril, en sintonía con el deseo de la Secretaría General
de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, que señala el tiempo de
Pascua como el más adecuado para esta celebración. Algunos años,
como este, coincide con la Jornada Mundial de Oración por las
Vocaciones. Esta coincidencia, lejos de distorsionar la finalidad de
cada una de ellas, las refuerza en un único propósito: orar por las
vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, y cooperar con
recursos espirituales, personales y económicos para su
sostenimiento. En el caso de las vocaciones nativas, con mucho más
motivo, porque la intención de la Jornada es suscitar una auténtica
complicidad para que ninguna vocación incipiente en los territorios
de misión se pierda por carecer de estas ayudas necesarias.
Respecto a la celebración de la Jornada Mundial de Oración por
las Vocaciones y a su implantación en las comunidades cristianas,
contamos con que quienes tienen la misión de promoverla, tanto a
nivel nacional como local, procuran poner todos los medios para su
realización. En cuanto a la Jornada de Vocaciones Nativas, a pesar
de los esfuerzos que se están haciendo, creemos que su celebración
es claramente mejorable. A lo largo del año se viven muchos gestos
de cooperación de personas que han descubierto su importancia y
necesidad, especialmente de personas mayores, pero habría que hacer
un nuevo esfuerzo para revitalizar su celebración en parroquias,
colegios, comunidades de religiosos y religiosas, y en los grupos y
movimientos apostólicos.
Quienes no acaban de entender su necesidad, recurren al argumento
de considerar excesivo el número de jornadas misioneras en el
Calendario Litúrgico. La frecuente referencia a estas intenciones
“extraordinarias” distrae –dicen– a los fieles de su participación
en el ritmo ordinario del año litúrgico. Puede haber otras razones
más prosaicas, que pueden ser una coartada para salvaguardar el
repliegue sobre los propios intereses y necesidades.
Necesidad de colaborar con los seminarios y noviciados
Traigamos a consideración algunos argumentos para reforzar la
convicción de quienes colaboran con la Iglesia universal en esta
Jornada misionera, o para sugerir alguna reflexión en quienes de
modo ordinario no consideran oportuno implicarse en esta tarea:
1. La actividad misionera de la Iglesia tiene como principal
finalidad promover comunidades cristianas donde se confiese la fe,
se celebren los sacramentos y se vivan las exigencias de la caridad.
Así nacen y se desarrollan las pequeñas “ekklesías” en el mundo, y
especialmente en los territorios de misión. Estas comunidades solo
pueden estar consolidadas cuando es posible la celebración de la
Eucaristía por parte del ministerio sacerdotal. Al principio, estos
ministros proceden de “fuera”, son los misioneros que vienen de
lejos, hasta que en la misma comunidad Dios suscita el carisma
vocacional en aquellos que son llamados al orden de los presbíteros.
Solo cuando en el seno de esa comunidad han nacido y madurado las
vocaciones nativas puede decirse que dicha comunidad cristiana se ha
consolidado.
2. Dios está suscitando innumerables vocaciones a la vida
consagrada y al sacerdocio en los territorios de misión. Mientras en
los ámbitos de la vieja cristiandad están decreciendo las
vocaciones, en estos países la respuesta es muy generosa en los
jóvenes que inicialmente sienten la necesidad de entregarse. A
partir de ese momento, se abre un largo camino de acompañamiento,
discernimiento y maduración de la vocación. Años difíciles para el
sujeto y para quienes tienen la misión de ayudarle en su
crecimiento. Si a esta tarea oculta y silenciosa se añade la
carencia de recursos materiales para su sostenimiento, las
vocaciones pueden perderse para siempre.
3. La confesión de fe reafirma que la Iglesia es universal, sin
compartimentos estancos. Es un grave error dividirla en Iglesias del
Norte y del Sur, en Iglesias ricas y pobres, en Iglesias retrógradas
y avanzadas. Este afán por dividir socava el subsuelo de la Iglesia
una y católica. Desde esta perspectiva universal, escuchamos la
invitación del Maestro a rogar al Dueño de la mies que envíe
operarios a su mies (“su”, no la “nuestra”). De hecho, así están
apareciendo vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio en los
lugares más insospechados. Por esta generosidad hemos de dar gracias
a Dios y seguir respondiendo con nuestra súplica, pidiendo la
perseverancia y fidelidad de cada una de ellas, y con la cooperación
económica, para atender sus necesidades más urgentes. Más tarde será
la Iglesia quien favorezca la oportuna distribución de las
vocaciones.
“María alienta las vocaciones en la misión”
Al servicio de esta tarea vemos la constante presencia alentadora
de María. Así lo hizo en los primeros tiempos de la Iglesia. Ella
perseveraba en la oración con los llamados. Ella les alentaba a
estar vigilantes para recibir la fuerza de la alto, como sucedió a
los pocos días, en Pentecostés. Ella era el punto de referencia para
la acogida y el fortalecimiento de los primeros que se unían a la
labor de los apóstoles.
Obras Misionales Pontificias ha propuesto como lema para la
celebración de la Jornada “María alienta las vocaciones en la
misión”; lema que ilumina el dibujo del cartel, que representa el
acontecimiento de Pentecostés. La contemplación de esta imagen lleva
a vislumbrar cómo el aliento del Espíritu sigue haciéndose presente
en las comunidades cristianas de los territorios de misión, para
fortalecer, también allí, la fe de los que han sido llamados.
Acompañan al cartel otros materiales que pueden ser muy útiles
para quienes deseen suscitar en los fieles la colaboración con esta
Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, que atiende las vocaciones
nativas. Pascua Misionera es un subsidio para que, en cinco domingos
de Pascua, se pueda conocer la realidad de las vocaciones en cada
uno de los cinco continentes, orar por ellas y poner la ayuda
económica a disposición de quien corresponda. La estampa oracional
recoge una oración que Benedicto XVI compuso hace años, para que los
creyentes podamos rezar juntos y en diversas lenguas pedir al Señor
la fidelidad de quienes han sido llamados. El tríptico y el sobre se
ofrecen como servicio para canalizar los donativos hacia la
Dirección Diocesana o Nacional, en la certeza de que esta limosna
evangélica llegará al seminario o noviciado deseado, o bien al que
más lo necesite, según la voluntad del donante.
Las vocaciones sí importan
Desde el año 1922, en que esta iniciativa de Juana Bigard fue
asumida por la Santa Sede, haciéndola Pontificia, la Secretaría
General de San Pedro Apóstol tiene el encargo del Santo Padre para
atender las necesidades de los seminarios y noviciados, encauzar los
donativos y promover la cooperación de los fieles. Más aún, sin
ella, ¡cuántas vocaciones se habrían perdido! Muchos de los obispos
nativos que hoy hacen presente la apostolicidad de las diócesis en
los territorios de misión han podido concluir su recorrido
vocacional gracias a la colaboración de esta Obra Pontificia; y
también, ¡cuántos sacerdotes o religiosos y religiosas! Los
testimonios no se hacen esperar y van llegando a la Dirección
Nacional de las OMP, como puede verse en la última sección de esta
revista.
Muchos fieles cristianos y responsables de las comunidades
(párrocos, rectores de seminario, directores de colegios, etc.)
consideran que, para la aportación económica a las misiones, es
suficiente con la Jornada del DOMUND. En algunos casos permiten, por
simpatía, promover la colaboración de los niños el día de la
Infancia Misionera, pero se resisten a promover de nuevo otra
colecta de carácter misional. Desde estas páginas extendemos la mano
en nombre de las vocaciones nativas para suplicar la limosna
evangélica. Entre todos podemos financiar cientos de “Becas” para
que ninguna de ellas se pierda. El día que dejemos de ayudar a las
vocaciones nativas se habrá terminado la actividad misionera de la
Iglesia, ya que habríamos ahogado el don con el que Dios quiere
enriquecer a las comunidades incipientes.