1.04.12

 

Como cabía esperar, ya ha dado comienzo el desfile de modelos del progresismo eclesial y del liberalismo teológico para apoyar a Torres Queiruga tras la nota de la comisión episcopal para la doctrina de la fe de la CEE. El propio teólogo gallego se ha encargado de demostrar su talante en una entrevista concedida a su principal paladín mediático, el director de Religión Digital.

Don Andrés ha sido la mar de original en su análisis. Dice que “las interpretaciones que se dan en el documento pienso sinceramente que pasarían con mucha dificultad un examen serio de teología“. En otras palabras, está llamando ignorantes a los obispos que forman parte de la comisión doctrinal de la CEE. Y precisamente ahí está una de las claves para entender todo lo que está pasando. Hay teólogos que no soportan que unos cuantos obispillos de nada tengan la osadía de examinar sus obras. No digamos nada si encima se atreven a decir que las mismas contienen errores doctrinales. “¿Qué se han creído esos señores que son para juzgar lo que yo, excelso teólogo, reconocido internacionalmente, escribo o dejo de escribir?", se preguntan.

En realidad, lo que Queiruga manifiesta es el espíritu que anidaba en Lutero: “¿Qué es eso de que la Iglesia tiene autoridad para juzgar lo que yo escribo en cuestiones teológicas? ¿A cuento de qué los obispos van a decir si mi teología es ortodoxa o no?". Es también el mismo espíritu que anidaba en Coré y sus seguidores, cuando fueron a pedir explicaciones a Moisés y Aarón: “¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Yavé; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Yavé?” (Num 16,5). ¿Saben ustedes cuál es dicho espíritu? El de la soberbia.

Aun así, vamos a conceder que don Andrés Torres Queiruga es un gran teólogo. Que su obra es de una magnífica calidad técnica. Que está, incluso, en el puesto más alto del escalafón dentro de la teología española de las últimas décadas. Muy bien, señores, aceptamos tal cosa. Pero no es eso lo que está en discusión.

Créanme ustedes si les digo que Juan Calvino era bastante mejor teólogo que Torres Queiruga. No hay nada en las obras del sacerdote gallego que se acerque, ni de lejos, a la Instituciones del teólogo francés afincado en Suiza. Karl Barth, por no ir tan atrás en el tiempo, también llevó a cabo una producción teológica de un nivel muy superior a la de don Andrés. Pero ni Calvino ni Barth eran teólogos católicos. El primero fue capaz de darle al protestantismo el empaque teológico del que carecía Lutero. Y el segundo es el teólogo europeo protestante más importante del siglo XX. Es decir, se puede ser un perfecto hereje a la vez que teólogo de muy alta calidad técnica.

Lo que cabe preguntarse es si la producción teológica de este señor encaja en la fe católica, en la fe de la Iglesia, en la fe que deben profesar todos los bautizados. No toca la pregunta: “¿Es don Andrés Torres Queiruga un buen teólogo?"; sino: “¿Es don Andrés Torres Queiruga un teólogo católico?”. A los que creemos que la Iglesia Católica es columna y baluarte de la verdad, la respuesta a dicha pregunta tiene mucho que ver precisamente con aquello que nos hace libres.

Voy a ser sincero y a la vez contundente. El mero hecho de preguntarse si lo que escribe don Andrés es conforme a la fe católica me parece un escándalo. Para quienes hemos mamado la fe de los padres de la Iglesia, la fe de los concilios, la fe de los santos, la fe de nuestros padres, no existe ni el más mínimo asomo de duda que lo que afirma ese sacerdote no solo en sus libros sino también en el resto de sus intervenciones públicas, no es catolicismo. Será todo lo respetable que ustedes quieren que sea. Pero, insisto, no es catolicismo. Es como si a un catador de vino le intentan hacer pasar por Rioja un vaso de coca-cola. No dejará que le tomen el pelo. Y si no es catador de vinos, si no es un experto enólogo, es igual: distingue también perfectamente el vino de la coca-cola. Cualquier católico fiel a la fe, que conoce al menos el Catecismo, no necesita doctorados en teología para distinguir cuándo lo que dice un teólogo es conforme a la fe de la Iglesia o es contrario a ella. Los monjes egipcios que apoyaron con toda su alma a San Atanasio contra los arrianos no era expertos en teología; probablemente eran analfabetos la mayoría o casi, pero estaban ciertísimos de que el arrianismo era una herejía.

Es más, y miren ustedes si lo digo claro, si la teología de Torres Queiruga fuera catolicismo, yo tendría que preguntarme si en verdad soy católico. Lo que yo creo sobre la Revelación, sobre la gracia, sobre los milagros, sobre la condición salvadora de Cristo, sobre su resurrección y sobre la comunión de los santos, no tiene, ni por asomo, nada que ver con lo que cree Torres Queiruga. Por tanto, o él -y todos los que apoyan su teología- es católico y yo no lo soy, o yo -y todos los que apoyamos la nota de la CEE- lo soy y él no lo es.

Lo cual nos lleva de nuevo a constatar una realidad que cada vez es más visible, más palpable. Es casi asfixiante. Me refiero al gran cisma que sufre la Iglesia en las últimas décadas. Vamos a ver si nos dejamos de tibiezas y ponemos las cartas sobre la mesa. No creemos en lo mismo. No profesamos la misma fe. ¿A cuento de qué tenemos que mantener la mentira de que pertenecemos a la misma Iglesia? ¿Por qué han de seguir en nómina de la Iglesia Católica aquellos teólogos, párroco y religiosos que habitualmente combaten su doctrina ante el pueblo? Quédense unos con sus teólogos, sus sacerdotes, sus redes cristianas, sus atrios, sus portales digitales y sus escasísimos obispos. Nosotros nos quedaremos con nuestros teólogos, nuestros sacerdotes, nuestros movimientos eclesiales, nuestros portales digitales, nuestros obispos y nuestro Papa. Porque una cosa sí es clara. Lo que nosotros creemos es lo que el Papa y los obispos en comunión con él creen y enseñan. Está en el catecismo, en los textos magisteriales. En ese sentido, el copyright del término católicos es nuestro, no de ellos.

Acabo señalando otro hecho realmente penoso. Ahora que van a salir a defender a Queiruga unos cuantos teólogos. Ahora que incluso todo un catedrático de la Facultad de Teología de Valencia -¿qué opina de esto Mons. Osoro?- se permite contradecir lo que una Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe episcopal ha dictaminado. Ahora que, como escribí al principio de este artículo, el progresismo eclesial sale con toda su batería teológica y mediática a defender a uno de sus grandes santones y a atacar la autoridad doctrinal de nuestros obispos, ¿me pueden decir los teólogos ortodoxos, los que sí son fieles a la Iglesia y a su Magisterio, si piensan quedarse de brazos cruzados como tantas veces vienen haciendo? ¿Van a dejarnos solos a los que nos partimos la cara mediáticamente para defender a nuestros obispos y nuestra fe? ¿No tienen nada que decir? ¿No piensan escribir artículos apoyando la notificación de la CEE? En otras palabras, ¿van a ser tan cobardes como para quedarse calladitos, no sea que les acusen de ser talibanes y les señalen con el dedo diciendo que están al lado de “esos obispos reaccionarios"?

A veces no basta con profesar la fe. A veces hay que defenderla de quienes la atacan. Y desde luego, hay que estar al lado de quienes tienen el deber pastoral de velar por la santa doctrina. El silencio es complicidad con el mal. Si calláis, teólogos ortodoxos, seréis cómplices. Ya muchos de vosotros lo habéis sido durante todo el tiempo en que apenas habéis plantado cara a los errores que han destruido la fe de una gran parte del pueblo de Dios. Va siendo hora de que demostréis un poco más de valentía, de que seáis mártires -testigos- de la verdad, de que pongáis a trabajar los talentos que el Señor os ha regalado y “contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). Si no, ya sabéis lo que os ocurrirá cuando os toque rendir cuentas ante el Señor.

Luis Fernando Pérez Bustamante