20.04.12

México, libertad religiosa y Vaticano

A las 12:41 AM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en México

 

Caía la noche sobre el patio de la Catedral. Afuera el ambiente era festivo, adentro de gran cordialidad. El clima agradable, no demasiado fresco ni tampoco caluroso. Más de 150 invitados se aprestaban a compartir el pan y la sal. Era una jornada especial para México y El Vaticano. En plena visita del Papa a la ciudad de León obispos, autoridades pontificias y políticos locales compartieron la cena. Una significativa reunión con un tema central: la libertad religiosa.

Los detalles de aquel encuentro se mantuvieron en el más total hermetismo, pero como los invitados eran numerosos algo se filtró, entre otras cosas la presencia –sí prevista, más no programada- del presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa. Con él estuvieron su esposa, Margarita Zavala, los secretarios de Gobernación, Relaciones Exteriores y de Economía, Alejandro Poiré, Patricia Espinosa y Bruno Ferrari así como el gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva acompañado por su consorte y otras personalidades.

Era la tarde-noche del domingo 25 de marzo. Tras rezar las vísperas con obispos de América Latina, el Papa Benedicto XVI se trasladó hasta su residencia temporal ubicada al interior del Colegio Miraflores. Pero su comitiva permaneció en la catedral de Nuestra Madre Santísima de la Luz. Encabezaba el grupo Tarcisio Bertone, el secretario de Estado del Vaticano, que recibió el homenaje del arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábago, quien fungió de anfitrión.

Oficialmente no se dieron mayores informaciones sobre la cena, aunque El Vaticano sí dio a conocer el texto del discurso pronunciado en español por Bertone. No fue casualidad, su contenido fue clave para la Iglesia.

Las palabras del cardenal dejaron poco a la especulación. “Al conmemorarse este año el vigésimo aniversario del establecimiento de Relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede, la presencia de las distinguidas Autoridades que nos honran con su grata compañía pone de relieve que tanto la Iglesia como el Estado tienen la común tarea, cada uno desde su misión específica, de salvaguardar y tutelar los derechos fundamentales de las personas”, dijo.

“Entre ellos, destaca la libertad del hombre para buscar la verdad y profesar las propias convicciones religiosas, tanto en privado como en público, lo cual ha de ser reconocido y garantizado por el ordenamiento jurídico. Y es de desear que en México este derecho fundamental se afiance cada vez más, conscientes de que este derecho va mucho más allá de la mera libertad de culto. En efecto, impregna todas las dimensiones de la persona humana, llamada a dar razón de su propia fe, y anunciarla y compartirla con otros, sin imponerla, como el don más preciado recibido de Dios”, agregó.

Se trató de un espaldarazo firme y sin medias tintas al proyecto de reforma a la Constitución mexicana en materia de libertad religiosa que, algunas semanas antes, había sido aprobado por la Cámara de Diputados en medio de encendidas polémicas. A la llegada del pontífice a México la discusión sobre el proyecto estaba a la mitad, faltaba la aprobación del Senado que finalmente llegó unos días después de la visita apostólica.

Según el gobierno de la República el presidente Calderón nunca estuvo en esa cena y, mucho menos, pronunció discurso alguno. Pero la realidad es otra, sí tomó la palabra para dirigir un mensaje breve, con un toque de humor.

Para empezar citó el evangelio de ese domingo, leído por la mañana durante la misa que celebró Benedicto XVI en el Parque Bicentenario de Silao ante más de 500 mil personas. Lo hizo para aclarar que él no era responsable del contenido de esa lectura, ni tampoco de sus consecuencias. Y bien recordó que el texto mencionaba cómo algunos griegos se acercaron a Felipe, el discípulo, para pedirle ver a Jesús. Entonces él fue a decírselo al apóstol Andrés y juntos se dirigieron hablar con Cristo. Pero el juego de nombres no podía ser más curioso, con los homónimos de dos protagonistas de la política reciente de México: Felipe, el presidente y Andrés Manuel López Obrador, su histórico detractor y actual candidato a sucederle.

Más allá de las risas que propició el chiste del mandatario, el resto del discurso fue protocolario y generalista. Nunca mencionó la frase “libertad religiosa”, sólo se limitó a algunos comentarios al margen antes de pasar a la degustación de un menú sabroso pero discreto: empanada seguida de carpacho de salmón, pescado, carne, pastel de nuez y café, todo acompañado con vino tinto.

Poco más de dos horas duró el convivio, concluyó en torno a las 10 de la noche y con el mismo ambiente cordial del principio. No fue necesario que el presidente Calderón comprometiese algo en concreto. Lo importante, para El Vaticano, era dejar las cosas claras.