Campaña anual de donativos 2012

Decenas de miles de misioneros en todo el mundo cuentan hoy para su misión y su trabajo pastoral con las noticias de ZENIT como fuente directa y primaria de información sobre el mensaje del Papa, la vida de la Iglesia y los acontecimientos mundiales de interés para los cristianos.

Como ya sabe, ZENIT vive gracias al apoyo de sus lectores.

¡Ayudenos en esta campaña - Envíe su donativo hoy mismo!

Para enviar un donativo: http://www.zenit.org/spanish/donativos.html

¡Muchas gracias!

 

 


ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 29 de abril de 2012

Santa Sede

'El Señor llama siempre, pero muchas veces no lo escuchamos'
Palabras de Benedicto XVI al introducir el Regina Coeli

Mundo

Brasil: "Jóvenes que cantan"
CD en preparación de la Jornada Mundial de la Juventud 2013

Llamados a ser promotores de la vida
Mensaje de los obispos de Bolivia

Argentina: 'No todo lo que es técnicamente posible en el manejo de la vida es ético'
Aportaciones de la Iglesia a la reforma del Código Civil

Constituída la Fundación Diocesana de Enseñanza 'Santos Mártires de Córdoba'
Iniciativa de la Diócesis de Córdoba

El Instituto de Estudios Toribianos cumple dos años de creación
Se celebró la solemnidad de santo Toribio de Mogrovejo en el Perú

Donde Dios llora

Pakistán: 'Hazme un instrumento de tu paz'
Entrevista a monseñor Shah, obispo auxiliar de Lahore

Entrevistas

'La vocación es un don del amor de Dios que debe ser correspondido'
Entrevista con la Unión Apostólica del Clero que cumple 150 años de servicio

Foro

Implicaciones de la libertad religiosa
Lo que falta por lograr

Documentación

'En la Iglesia se descubre que la vida de cada hombre es una historia de amor'
Palabras de Benedicto XVI al introducir el Regina Coeli

'Cuidemos nuestro planeta'
Declaración de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana

'La palabra de Dios en la vida del sacerdote: oración y homilía'
Conferencia del cardenal Robert Sarah en Valencia


Santa Sede


'El Señor llama siempre, pero muchas veces no lo escuchamos'
Palabras de Benedicto XVI al introducir el Regina Coeli
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- Al término de la santa Misa celebrada en la basílica vaticana para la ordenación presbiteral de nueve diáconos, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico vaticano para recitar el Regina Cæli con los fieles y los peregrinos en la plaza de San Pedro para al acostumbrado encuentro dominical.

El papa ha aludido a lacelebración eucarística en la que he ordenado a nueve presbíteros nuevos para la diócesis de Roma.

"Estrechémonos espiritualmente en torno a estos nuevos sacerdotes y recemos para que acojan plenamente la gracia del sacramento que los ha conformado con Cristo Sacerdote y Pastor. Y recemos para que todos los jóvenes estén atentos a la voz de Dios que habla interiomente a su corazón y los llama a desprenderse de todo para que le sirvan", ha pedido. Ha recordado que a este objetivo está dedicada la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de hoy.

"El Señor llama siempre, pero muchas veces no lo escuchamos. Estamos distraídos por muchas cosas, por otras voces más superficiales; y después tenemos miedo de escuchar la voz del Señor, porque pensamos que puede cortarnos la libertad", subrayó.

"En realidad --añadió--, cada uno de nosotros es fruto del amor: ciertamente, del amor de los padres, pero, más profundamente, del amor de Dios".

Ha pedido rezar por la iglesia, por cada comunidad local, "para que sea como un jardín regado, donde pueden germinar y crecer todas las semillas de la vocación que Dios siembra en abundancia".

Se pueden leer las palabras completas del papa en: http://www.zenit.org/article-42088?l=spanish.

Luego, el papa se ha dirigido en su idioma a los distintos grupos lingüísticos, haciéndoles un resumen de su palabras.

A los peregrinos de habla hispana, les ha dicho: "Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los alumnos de diversos centros escolares de Blanca, Murcia. En el Evangelio de este domingo, Cristo se presenta como el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas. Pidámosle a Él que conceda a su Iglesia abundantes vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, que ayuden a sus hermanos a acoger su mensaje de salvación".

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Mundo


Brasil: "Jóvenes que cantan"
CD en preparación de la Jornada Mundial de la Juventud 2013
Maria Emília Marega

ROMA, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- En preparación de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil --JMJRío2013--, la Comisión Episcopal de Pastoral de la Juventud (CEPJ), la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), en colaboración con las productoras católicas, lanza tres CD especiales.

El primer CD, titulado "En el pecho llevo una cruz", fue lanzado en 2011 para acompañar la peregrinación de la cruz y del icono de Nuestra Señora por las diócesis brasileñas.
En este primer trabajo, la canción "Nueva Generación", cuyo estribillo da nombre al CD, comienza con la voz del compositor, Pe Zezinho, en su primera grabación, en la década de los 70. En segida, la música continúa en las voces de cantantes de varias partes del país, concluyendo nuevamente con la voz del autor, casi cuarenta años después, cantando la frase: "Yo creo en la fuerza del joven que sigue el camino, el camino de Cristo Jesús".
Se puede oir el clip de esta canción en: http://www.youtube.com/watch?v=nW1kze3pSts.
Ahora, en abril de 2012, fue lanzado el segundo CD titulado "Jóvenes que cantan", compuesto por once himnos de las Jornadas anteriores, traducidos al portugués y con nuevos arreglos. Entre los vocalistas, están grandes nombres de la música católica en Brasil.
Además de los himbos, el CD incluye las bandas premio inéditas "Id al mundo" y "nuevo mañana", inspiradas en el tema de la JMJ RÍO 2013: “Id y haced discípulos entre todas las naciones” (Mt 28,19).
Para oir los clips de este CD, enlazar con: webtvcn.com/meucanal/jovensemcancao.
El tercero ya está siendo preparado, teniendo como tema la propiaJMJ Río 2013. La productora

Codumic lanzó un gran concurso para seleccionar las músicas, los intérpretes y el arte de las cuebiertas. Quien quiera participar puede inscribirse en el sitio Plataforma CD3. Los trabajos se pueden enviar hasta el 31 de mayo.

Para el himno oficial de la JMJ Río 2013 fue abierto un concurso el 31 de octubre que cerró sus inscripciones el 3 de marzo. La valoración de las letras dirigidas al Comité organizador Local cayó bajo la responsabilidad de un equipo de diez músicos voluntarios. Apenas 20 de las 200 letras inscritas serán elegidas para participar en la segunda fase del concurso.
Se espera que la elección de la letra del Himno oficial de la JMJ Río 2013 sea divulgada el próximo mes de julio.
 

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Llamados a ser promotores de la vida
Mensaje de los obispos de Bolivia
COCHABAMBA, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- Los obispos de Bolivia han dirigido este 24 de abril un mensaje a los fieles invitándoles a ser promotores de la vida y denunciando los graves problemas sociales que afronta el país.

"Como en la noche de Pascua y con la misma fuerza y alegría, anunciamos la Resurrección del Señor. Nuestro pueblo ha participado masivamente en las celebraciones de la Semana Santa y se ha sentido profundamente identificado con el misterio del dolor, la cruz y el sufrimiento a través de signos de la fe sencilla y espontánea", afirman los obispos bolivianos en su mensaje.

De manera particular, recuerdan, "ha experimentado y celebrado el gozo de la vida nueva que ha comenzado en el Resucitado. Al igual que la primera Iglesia, nuestras comunidades tienen la convicción de que 'el Dios de nuestros padres resucitó a Jesús' y no ha permitido que permaneciera en la muerte. La palabra definitiva no la tiene la muerte ni el sepulcro, la tiene Dios".

Como Iglesia, exhortan los obispos "estamos enviados a compartir la belleza de la vida, el gozo de ser cristianos y la seguridad que nos da la esperanza en Jesucristo. Si es urgente manifestar nuestra fe en la Vida Nueva que hemos celebrado, es también necesario denunciar todo aquello que degrada al ser humano y se opone a que renazca el perdón, la alegría, la paz y la fiesta que nos trae el Señor".

"El Sí de Dios a la vida celebrado en la Pascua --subrayan--, nos anima y fortalece para luchar por la defensa de una vida en plenitud, desde su concepción hasta la muerte natural. Por eso la Iglesia rechaza firmemente las leyes que se oponen a la vida que nace del amor de Dios".

Los prelados aluden a la actual situación de Bolivia afirmando que no pueden menos que "hacer referencia a la situación de deterioro social que nos envuelve: violencia, conflictos, bloqueos y miedo, que denotan una pérdida de valores espirituales y humanos, de principios éticos y morales, que han sido y son parte de nuestra identidad cultural y de nuestra historia".

Constatan "la permanente degradación de la convivencia pacífica entre las comunidades y los pueblos y la devaluación del respeto por el diferente, de la solidaridad, del sentido comunitario y del valor sagrado de la familia".

Recierdam que en sucarta pastoral: “El universo don de Dios para la vida” afirmaban que el problema del TIPNIS ha hecho reconocer y tomar conciencia “con más claridad, que la protección de la casa común es principalmente un problema ético y moral”.

A partir de esta óptica, reafirman "que los pueblos indígenas, como todos los sectores, tienen el derecho a expresar libremente y con medios pacíficos, como es una marcha, sus legítimas aspiraciones".

Esperan "que se eviten iniciativas que buscan dividir a los mismos pueblos, provocar enfrentamientos y fundamentalmente falsear la verdad. Una vez más reafirmamos con fuerza que el único camino es el diálogo franco, sincero y transparente, con miras al bien común".

Se muestran alarmadostambién por "el tema de la justicia y la manipulación de la misma por las arbitrariedades que se dan con frecuencia, incluso para atacar a los adversarios políticos y líderes que piensan diferente".

En sus visitas a las cárceles, dicen, han "sentido los reclamos por la retardación de justicia, una realidad conocida también por la opinión pública. Muchos hermanos sufren una prolongada detención preventiva más allá de los plazos previstos por la ley, privándoles del derecho a ser juzgados con transparencia y recibir una sentencia justa".

Lespreocupan "los proyectos que se están elaborando sobre los derechos sexuales y reproductivos tanto a nivel nacional como departamental. En muchos casos, la promoción de estos supuestos derechos esconde intenciones contrarias al reconocimiento del auténtico derecho a la vida y sostiene la difusión de contraceptivos y del aborto".

"Hay el propósito de imponer una visión y leyes contrarias al verdadero significado de los derechos humanos y a la misma cultura de los pueblo originarios", afirman.

De igual manera, ven "como signo de contradicción la presentación de un proyecto de Ley que pretende equiparar el matrimonio a la unión de personas del mismo sexo". "Nadie debe ser discriminado en sus derechos ciudadanos --señalan--, sin embargo la institución social del matrimonio debe ser tutelada y promovida por las leyes, como definido en la Constitución

Política del Estado. Para nosotros cristianos además, el matrimonio por su propia naturaleza heterosexual es una institución querida por Dios y amparada por su ley. El matrimonio, engendrando y educando a sus hijos, contribuye al crecimiento y estabilidad de la sociedad, característica que no tiene ninguna otra unión".

Entre los problemas sangrantes que atentan contra la vida y los valores humanos de la sociedad, los obispos destacan "el flagelo del narcotráfico y de la consecuente drogadicción. Son muchos los jóvenes, adolescentes y hasta niños que se han convertido en consumidores de la droga, y muchas las familias que se ven afectadas por esta desgracia que no podemos ocultar ni callar".

"El enriquecimiento ilícito y fácil que proporciona el narcotráfico --denuncian- es una tentación muy fuerte. Según las estadísticas continúa aumentando la producción y comercialización clandestina de la droga, generando victimas en nuestro país. Existe una espiral de violencia y la proliferación del crimen organizado, que no reparan en sembrar la muerte en nuestras calles".

Los prelados denuncian que se asiste "a una degradación de la convivencia pacífica del país, en la prensa se informa de cientos conflictos en los primeros meses del año. Pareciera que se ha institucionalizado el recurso a la violencia y a la presión como método de lucha para conseguir aspiraciones, sean o no legítimas. Así mismo es habitual recurrir sin reparos a la violencia verbal".

"Calumnias, amenazas, insultos y desprestigiar a las personas hacen cada vez más difícil el diálogo --denuncian--, que impide alcanzar el consenso para llegar a una solución justa en el marco del bien común y de la convivencia democrática".

"También --añaden--, en los barrios de nuestras ciudades y pueblos, se multiplican actos de violencia, linchamientos, atracos, que crean un clima de miedo en la población y que hacen patente la inseguridad generalizada que se está viviendo. Existen sectores que se toman la justicia por sus propias manos, justificando y promoviendo la implementación de la pena de muerte, en base a una pretendida y mal entendida 'justicia comunitaria'".

"Es evidente --señalan- que faltan políticas claras que prevengan y garanticen la vida de los ciudadanos".

Y concluyen haciendo un llamamiento "a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a las familias, los agentes de pastoral, y los líderes políticos y sociales". Particularmente convocan "a los jóvenes para ser constructores de vida y esperanza en una sociedad más justa y fraterna. Todos estamos urgidos a ser testigos de la Vida Nueva, en este tiempo de la Misión Permanente, y a ser discípulos-misioneros".

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Argentina: 'No todo lo que es técnicamente posible en el manejo de la vida es ético'
Aportaciones de la Iglesia a la reforma del Código Civil
BUENOS AIRES, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- La 103 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), que por primera vez preside monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, dio a conocer, este viernes 27 de abril, la declaración titulada "Reflexiones y aportes sobre algunos temas vinculados a la reforma del Código Civil".

Ofrecemos a continuación un resumen de la declaración:

1.Nuestro país vive momentos de particular relevancia política que hacen a su vida y cultura como nación. Son momentos de trascendencia histórica que debemos asumir con responsabilidad por su significado actual y futuro. En este contexto debemos ubicar la reforma del Código Civil, como marco jurídico básico que regula la vida del hombre y sus relaciones en la sociedad desde el inicio de su vida. Su reforma nos compromete, no podemos, por ello, permanecer indiferentes ni ser espectadores de decisiones que nos involucran y que requieren de una madura reflexión y de una amplia participación federal. No caben urgencias en temas de tanta trascendencia. 

2. El Código Civil por su carácter estable y modélico, al definir obligaciones y derechos de las personas e instituciones no es algo neutro, sino que a través de él se expresan doctrinas o corrientes de pensamiento que van a incidir en la vida de los argentinos. Junto a las necesarias actualizaciones que la reforma busca realizar, creemos que el nuevo Código debe tener en cuenta la riqueza de nuestras tradiciones jurídicas y constitucionales, como los principios y valores que hacen a nuestra vida e identidad. Necesariamente en un Código Civil se presentan opciones que definen materias e institutos que rigen y orientan la vida de una comunidad. Entre ellas queremos señalar, en primer lugar, la necesidad del reconocimiento del comienzo de la vida humana desde la concepción y su necesaria protección jurídica. Debilitar este principio liminar es disminuir la base jurídica de un sistema y orientar, por su misma autoridad, el alcance de futuras leyes sobre la entidad de los embriones congelados.

3. En segundo lugar, la valoración de la familia fundada sobre el matrimonio, como relación estable del varón y la mujer y ámbito primero en la educación de los niños. La familia es una realidad con profundas raíces en el pueblo argentino y a lo largo de todo el país. Ella es una institución que por su riqueza e historia es un bien que es garantía para la sociedad. Finalmente, adquieren un lugar destacado y de grave responsabilidad jurídica los derechos del niño, sea respecto de su vida e identidad, como el justo conocimiento de sus derechos de filiación, paternidad y maternidad. Cuando se privilegian en estos temas los deseos o voluntad de los adultos, se descuidan los derechos esenciales del niño. Cuando se parte, en cambio, del valor único e irrepetible de la vida concebida, el adulto tiene más obligaciones que derechos. No todo lo que es técnicamente posible y deseado en el manejo de la vida es necesariamente ético y respeta su dignidad. El límite, en estos casos, es tanto un acto de sabiduría política como de ejemplaridad jurídica.

4. En el marco de la 103 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, hemos querido proponer como Iglesia, comprometidos con la vida de nuestra Patria y el bien de nuestros hermanos, estas reflexiones que están orientadas a contribuir a la mejor reforma del Código Civil, en temas que consideramos de mayor importancia en orden a garantizar la dignidad de la vida concebida, el valor del matrimonio y la familia, y la protección de todos los derechos del niño. En este momento que consideramos de trascendencia histórica para la vida de nuestra Patria, invocamos la protección de la Virgen María, Nuestra Madre de Luján, Patrona de la Argentina.

Para descargar la Declaración: Aportes Reforma Código Civil.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Constituída la Fundación Diocesana de Enseñanza 'Santos Mártires de Córdoba'
Iniciativa de la Diócesis de Córdoba
CÓRDOBA, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- La Fundación Diocesana de Enseñanza “Santos Mártires de Córdoba” ha quedado constituida en el Palacio Episcopal, como una institución presidida por el obispo de Córdoba Demetrio Fernández, que aglutinará a todos los centros educativos diocesanos y aquellos de titularidad de congregaciones religiosas, instituciones y asociaciones católicas que quieran insertarse en esta Fundación para aportar los valores del Evangelio como hecho diferencial en el panorama educativo.

Es una iniciativa de la Diócesis de Córdoba que nace con la finalidad de desarrollar de manera coordinada, bajo la autoridad del obispo, los derechos de la Iglesia en materia de enseñanza y colaborar con las familias en la educación integral de sus hijos. Estos centros podrán abarcar todos los niveles educativos que según la normativa correspondiente, estén vigentes en cada momento, así como cualquier otra formación no reglada.

Los primeros centros en incorporarse a esta Fundación serán los colegios de la Obra Pía Santísima Trinidad y a ellos se irán adhiriendo todos los que lo deseen, teniendo en cuenta que esta institución se conforma como un órgano de soporte, dirección y administración de los distintos centros educativos que la integran, conservándose así la identidad, la singularidad y la cultura de los mismos.

Los miembros que componen el Patronato son: presidente: monseñor Demetrio Fernández González, obispo de Córdoba; vicepresidente: Francisco Jesús Orozco Mengíbar, vicario general; director de la Fundación: José Juan Jiménez Güeto; patronos: Joaquín Alberto Nieva García, secretario canciller; José Rafael Rich Ruiz; María Carbonell Peralbo; Juan Rafael Toledano Pozo; Santiago Góngora Álvarez; secretario técnico: Rocío Asensio Atoche.

Asimismo, la Fundación Diocesana de Enseñanza “Santos Mártires de Córdoba” tendrá como fines principales, recogidos en sus estatutos:

-Promover una educación integral de inspiración católica dirigida a conseguir una sociedad más humana, más justa, más libre y más solidaria, conforme a los principios evangélicos y la concepción cristiana del mundo y de la vida, como un servicio social sin ánimo de lucro y con preferencia por los más necesitados.

-Formar a los alumnos en las virtudes que los configuran con Cristo su modelo y referente, así como alcanzar la síntesis entre fe y cultura y entre fe y vida y cultivar las facultades intelectuales, creativas y estéticas del hombre para promover el sentido de los valores, favorecer las actitudes justas y los comportamientos adecuados en todos los ámbitos de la vida (personal, familiar y profesional).

-Determinar los contenidos educativos y planes de estudios de los Centros, conforme al objeto y fines de la fundación, dentro de los límites que permita la legislación vigente.

-Impartir la enseñanza religiosa de manera explícita y sistemática.

-Cuidar la iniciación cristiana, con el fin de conseguir la madurez de los niños y jóvenes en la fe, conforme a la pastoral de la Iglesia diocesana y en colaboración con la Parroquia en donde se ubique el Centro Educativo.

-Crear en la Comunidad Escolar un ambiente que propicie la vivencia de fe como comunidad cristiana, y proveer lugares de culto apropiados para las celebraciones litúrgicas y servicios de acompañamiento religioso (capellanía) para los miembros de la comunidad educativa que se acojan a él.

-Fomentar y estimular el continuo perfeccionamiento del personal docente y no docente, tanto espiritual o religioso como científico o técnico.

-Defender la libertad de enseñanza que supone la identidad cristiana de sus Centros y la libertad de los padres para llevar a ellos a sus hijos, así como el derecho a una financiación justa por parte de los poderes públicos.

-Promover la creación de nuevos Centros Educativos y obras de proyección social y cultural de acuerdo con sus posibilidades y las necesidades del momento.

-Establecer convenios o conciertos educativos con la Administración Educativa competente, con objeto de subvencionar con fondos públicos la educación que se imparta en sus Centros.

-Cooperar para el desarrollo en el tercer mundo, en el ámbito educativo, estableciendo convenios con proyectos concretos.

-Facilitar mediante la concesión de becas el acceso a todas las enseñanzas que se impartan a través de la Fundación.

Además, esta Fundación queda conformada por los siguientes órganos de gobierno: el Patronato, el Presidente y el Consejo Permanente, quienes velarán por el buen funcionamiento de la misma, asumiendo su servicio en favor de atender la responsabilidad educativa de la Iglesia.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


El Instituto de Estudios Toribianos cumple dos años de creación
Se celebró la solemnidad de santo Toribio de Mogrovejo en el Perú
LIMA, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- Con motivo de las celebraciones por el segundo aniversario de su fundación, el Instituto de Estudios Toribianos organizó este jueves 26, víspera de la solemnidad del arzobispo santo Toribio de Mogrovejo, una conferencia sobre la obra teológica "De Cristo Revelato" del padre José de Acosta, SJ, ‘asesor’ del santo arzobispo español, quien fuera el segundo pastor de Lima.

La conferencia estuvo a cargo del presbítero Julio Murillo López, doctor en teología y rector del seminario “Corazón de Cristo” de El Callao. Asimismo fue inaugurada la muestra iconográfica “Identidad y multiculturalidad en la evangelización de América. La misión de Santo Toribio”, elaborada por el movimiento Comunión y Liberación y la Universidad Católica Sedes Sapientiae.

El Instituto de Estudios Toribianos nació por iniciativa del cardenal Juan Luis Cipriani, sucesor de santo Toribio en el arzobispado de Lima, quien en el marco de la clausura del Congreso con motivo del IV centenario de la muerte del santo en 2006,  anunció su “decisión el crear la Cátedra de Santo Toribio con sede en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, con vocación de proyectarse e integrar en su labor a diferentes universidades de América Latina y de España, asumiendo la condición de cátedra interuniversitaria. Esta decidida voluntad la emprendemos queriendo hacer esa agenda de futuro a la que nos invita el papa Benedicto XVI: la santidad, procurar la identidad católica de nuestro pueblo con preparación cultural seria, con profundidad e investigación en la cátedra universitaria y desde allí con una proyección pastoral que realmente pueda suscitar, como en aquellos tiempos, aires renovadores de santidad” (p.224 Actas del Congreso Académico Internacional; Arzobispado de Lima, PUCP, Lima 2007).

Dicho centro eclesiástico de estudios, por decisión unánime de su Consejo en abril del 2010, creó el Instituto y nombró director al doctor José Antonio Benito Rodríguez, historiador español residente por muchos años en el Perú, y profesor en esta y otras universidades.

El objetivo fundamental del Instituto es incentivar la investigación en torno al que es considerado “santo padre de la Iglesia de América”, patrono del episcopado latinoamericano y forjador de la identidad continental americana. Los medios para alcanzar este fin son la organización de congresos, seminarios, cursos, conferencias, en torno a la vida, obra y misión del santo prelado, su contexto, así como su influjo en la nueva evangelización.

Como base del trabajo se viene creando un centro documental para recoger el mayor número posible de fuentes de archivo y la bibliografía más competente. De igual manera, se apoya la edición y difusión de material que faciliten el estudio y promuevan la devoción.

Se puede acceder a más información en el blog: ietoribianos.blogspot.com/.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Donde Dios llora


Pakistán: 'Hazme un instrumento de tu paz'
Entrevista a monseñor Shah, obispo auxiliar de Lahore
ROMA, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- Pakistán es un país con una población de 160 millones de habitantes, de los cuales el 95% son musulmanes, y los cristianos son un poco menos del 3% de la población. El ascenso del islamismo militante en los últimos años ha sido motivo de preocupación, los cristianos se sienten inseguros, si no es miedo por completo. La Conferencia de Obispos Católicos de Pakistán ha pedido reiteradamente al gobierno de Pakistán que actúe en defensa de las minorías religiosas. Algunos de estos obispos han indicado que se da un martirio verdadero.

Mark Riedemann para "Dios llora en la tierra", en cooperación con la fundación internacional pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, entrevistó a monseñor Sebastian Francis Shah OFM, obispo auxiliar de la arquidiócesis de Lahore.

Usted nació en un pueblo cristiano en la provincia de Sindh. ¿Es normal que en Pakistán se dividan a los pueblos de acuerdo a la afiliación religiosa?

--Mons. Shah: Sí, creo que una de las intenciones es porque los cristianos son una minoría; siendo una minoría queremos profesar nuestra fe, orar y practicar nuestra fe con libertad; por lo tanto, los misioneros juntaron al pueblo en las aldeas. El terreno fue comprado y entregado a las personas para que puedan ser más independientes. Tenían negocios, escuelas y una iglesia para el culto. Ese fue el propósito. Estamos integrados dentro de los pueblos de nuestro entorno, pero es sólo sólo para que se tenga mayor libertad de culto.

¿Cuándo tuvo su primera experiencia de Dios?

--Mons. Shah: Mi padre murió cuando yo era muy joven. Los padres y las hermanas franciscanos de Malta estaban trabajando en mi pueblo sin descanso por la juventud, para el desarrollo de las personas, por los niños de la escuela y para cuidar de los animales cuando se enferman. Yo me sentía muy inspirado por ellos. Mi madre también nos contó muchas historias de santos y ella siempre me decía cuando era monaguillo, que un monaguillo es como un ángel; sirviendo al sacerdote que reemplaza a Jesús. Él era como otro Jesús y así, ser un monaguillo era como ser un ángel. Fue desde allí que desarrollé la idea de ser misionero. Mi madre me contaba a menudo la historia de san Sebastián, que fue martirizado. Así que a esa temprana edad yo ya estaba pensando que algún día, tal vez, iba a dedicar mi vida a la Iglesia.

Usted fue ordenado obispo un 14 de febrero, lo que llevó al vicario general a decir que el santo padre les había dado un regalo por el día de san Valentín. ¿Cuál fue su reacción?

--Mons. Shah: En realidad estaba muy nervioso y sorprendido. No lo quería, pero yo había estado orando y orando por esto. Siempre que iba a rezar en la capilla, veía la cruz y cada vez que la miraba sentía este mensaje: "Francisco, ve y edifica mi Iglesia". Luego como otro signo, en la capilla de Karachi está la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y cada vez que iba allí para orar y reflexionar, mis ojos a menudo se volvían hacia la cruz o al sagrado Corazón y siempre sentía a Jesús diciéndome: ‘Mira mi Corazón’.

¿Cuál es su lema episcopal y por qué eligió ese lema en particular?

--Mons. Shah: Yo había estado reflexionando sobre mi lema y lo primero que me vino a la mente fue embajador de la paz o canal para la paz, como es san Francisco. Lo elegí porque hoy en día, en todo el mundo, si las personas se sientan en casa o en la plaza del mercado, o en el lugar de trabajo o de culto, esta gente está muy temerosa. Entonces pensé que tal vez el Señor quiere que yo traiga una idea de la paz y por eso elijo la paz y el házme un instrumento de la paz. Cada vez que me dirijo a algún lado o voy para una confirmación, siempre digo: ‘Señor, hazme un instrumento de tu paz’.

Excelencia, los cristianos en Pakistán son una minoría, menos del 3% de la población total. ¿Cómo ve la relación con sus compatriotas musulmanes?

--Mons. Shah: En la vida del día a día, los cristianos y los musulmanes trabajan juntos. Eso no es un problema. Sin duda, sentimos que somos una minoría, pero al mismo tiempo, nos sentimos también que somos pakistaníes. Todos somos paquistaníes. El problema se produce cuando un grupo religioso crea algunos problemas; por ejemplo, en algunas zonas remotas donde un imán predica una enseñanza sesgada. Pero por lo demás, incluso cuando iba a la escuela, donde la mayoría de los alumnos eran musulmanes, éramos buenos amigos. Nos gustaba intercambiar información acerca de Jesús, la biblia, el profeta y el Corán. Nunca hubo un problema. Hace muy poco que sentimos aparecer un problema en nuestras interrelaciones con los musulmanes y tenemos que ser muy cuidadosos. Las personas que trabajan en las oficinas no hablan de religión, que es algo nuevo y tal vez sea una buena cosa.

... ¿Que la religión no debe formar parte del día a día?

--Mons. Shah: …Ellos [musulmanes] y nosotros [cristianos] sabemos que seguimos siendo amigos. El problema son esos grupos que generan problemas y en ciertos pueblos, esto es más evidente. En Sind, de donde provengo, o en Karachi, no encuentras prejuicios religiosos o si existe, es mínimo. En Punjab y en el otro lado de Pakistán, los prejuicios religiosos son muy evidentes. En algunas zonas, aunque es muy poco común, en un hotel por ejemplo, si se descubre que eres cristiano y que has usado una taza, el asistente puede o golpearte o romper la taza.

¿Por qué?

--Mons. Shah: ... Porque un cristiano ha tocado la taza y la taza ha sido profanada; la taza no debe ser utilizada de nuevo. En otras palabras, la copa no tiene derecho a existir, está acabada.

¿Cómo afectan los eventos internacionales a la comunidad cristiana en Pakistán?

--Mons. Shah: Una cosa está muy clara y es que nosotros, los cristianos paquistaníes, somos considerados aliados de la cultura occidental. Estamos relacionados entre sí, lo que no es justo. Yo nací en Pakistán. Soy paquistaní. Voy a vivir y morir en Pakistán. Nosotros y ellos [los musulmanes] debemos entender que el cristianismo no es sólo una religión occidental. Jesucristo, después de todo, era de Asia y la biblia fue escrita en Asia y también lo eran los evangelios. Así que de esta modo, somos asiáticos. Los misioneros eran, por supuesto, de Occidente, de Europa, y Europa es un continente cristiano, por lo que se asocia de inmediato con ellos, lo cual no es cierto. Cada vez que algo sucede en Europa o América, de inmediato se sienten los efectos; somos perseguidos. Ante hechos como los de un pastor de Florida que amenazaba con quemar el Corán, nosotros esperábamos que no lo hiciese. Teníamos miedo; la conferencia episcopal de Pakistán escribió al gobierno pakistaní y les aseguró que estábamos en solidaridad con ellos y le escribimos al gobierno de los EE.UU., afirmando que rezábamos para que la quema del Corán no sucediera. Yo creo que ninguna persona tiene el derecho a herir los sentimientos, especialmente los sentimientos religiosos de cualquier persona, porque la religión es sagrada y es algo muy apreciado por todos.

Cuando la Conferencia de Obispos Católicos de Pakistán toma una posición como esta, ¿se reduce la tensión en el contexto local?

--Mons. Shah: Sí, y aprecio más a los pakistaníes, que son moderados y que entienden que los cristianos en Pakistán son una minoría. Ellos entienden que somos una minoría y que somos pobres. Nosotros - los cristianos - no tenemos grandes negocios ni controlamos el gobierno pakistaní. Somos una minoría y somos pobres.

¿Cómo evangelizan en este contexto?

--Mons. Shah: En primer lugar, nuestra misión es ser testimonio de nuestra identidad cristiana. De esta manera, la evangelización se da en primer lugar con nuestros fieles. No nos limitamos a evangelizar a la persona, sino creemos que tenemos la responsabilidad de evangelizar a toda la sociedad, especialmente cuando hay injusticia. Debemos ayudar a todos a través de nuestras escuelas y hospitales y otras instituciones. Tratamos de llevar la idea de la verdad y cómo la sociedad debe proteger los derechos humanos para todos. La gente, sin duda, a pesar de que somos una minoría, aprecia nuestros esfuerzos.

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para "Dios llora en la tierra", un programa semanal de televisión y radio producida por Catholic Radio and Television Network, en conjunto con la fundación internacional pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.

En la red: www.acn-intl.org.

Para más información: www.wheregodweeps.org/countries/pakistan.

Traducido del inglés por José Antonio Varela V.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Entrevistas


'La vocación es un don del amor de Dios que debe ser correspondido'
Entrevista con la Unión Apostólica del Clero que cumple 150 años de servicio
Por José Antonio Varela Vidal

ROMA, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- La Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebra cada IV Domingo de Pascua, coincide con la celebración de Jesús, Buen Pastor. Cada año el papa envía un mensaje al mundo para reflexionar sobre el misterio de la vocación a la vida consagrada, sea como presbíteros, religiosos u otros estados de vida. En esta oportunidad, que el tema central ha sido la vocación como don de amor de Dios, ZENIT conversó con dos directivos de la Unión Apostólica del Clero (UAC), cuya sede en Roma coordina y acoge a miles de ministros ordenados que son miembros de esta institución, la cual cumplirá 150 años en agosto.

Tanto monseñor Julio Botía, presidente internacional, colombiano, y monseñor Juan de Dios Rojas, animador internacional, peruano, reflexionan sobre este don que también ellos han recibido, aunque para responder al mismo hayan tenido que hacer sus maletas a escondidas antes de ir al seminario, como le sucedió al padre Juan de Dios; o ver el sufrimiento de su familia, cuando el padre Julio supo que en la mesa de su casa seguían colocando un plato y dejando la silla vacía, a la espera de su regreso…

El mensaje del papa por las vocaciones de este año dice que la vocación es un “don de la caridad de Dios”, ¿qué significa esto?

--P. Botía: Entendemos que es Dios el que por amor llama a algunos para que colaboren con él en determinada misión y servicio. Lo hizo Jesús, y Marcos 3, 13-14 nos dice que subió a orar, y ‘por amor’, llamó a los que él quizo. Es un regalo de amor.

¿Y cómo debe corresponder a ese amor, un joven que se está formando?

--P. Rojas: Pensando primero que si el Señor lo llama a una vida de mayor compromiso, tiene un tesoro en la mano, y ese tesoro que es Cristo debe llevarlo primero en su vida y después llevarlo a los otros.

¿Cuáles son las condiciones para que afloren las vocaciones en una parroquia?

--P. Rojas: Cuando una parroquia se convierte en una casa y en un lugar de comunión, es cuando se suscitan las vocaciones, pero sobre todo cuando los pastores damos buenos testimonios de vida y de que realmente estamos enamorados de nuestra vocación.

¿Cómo surgió en ustedes esta llamada?

--P. Botía: A mi siempre me gustaba servir a los demás y tenía un ambiente en mi familia de mucha piedad y de amor de Dios. Hasta cuando me fui dando cuenta de que Dios me iba llamando a servirlo a tiempo completo y con corazón completo.

--P. Rojas: Yo recuerdo el ejemplo de un sacerdote anciano y su gran celo por los enfermos. Cuando lo acompañé a visitar a un enfermo me impresionó tanto, que yo quise ser como ese sacerdote.

El mensaje del papa dice que la familia debe hablarles a los hijos sobre de la vocación...

--P. Botía: Tenemos dificultades en las familias, por la debilidad en la fe, o el hecho de que son pocos hijos y no se acepta que uno pueda irse al seminario. Pero cuando la familia está bien unida y tiene mucho amor de Dios, acompaña, anima y ayuda al joven que se siente llamado por Dios. Y tener un hijo sacerdote o una hija consagrada es para la familia una bendición muy grande. Pero la familia es familia no solo cuando se está joven, sino hasta cuando se muere se necesita ese apoyo espiritual, afectivo, de compañía. Se necesitan familias que amen mucho a Dios y quieran mucho a los sacerdotes. Hay iniciativas de grupos de madres de sacerdotes que se unen para orar por sus hijos y por los sacerdotes del mundo, que se forman para ser mejores mamás, mamás santas. Las madres son importantísimas en el acompañamiento de la vida del sacerdote.

--P. Rojas: Pienso que las familias, que son una pequeña iglesia doméstica, no deben tener miedo cuando se suscite una vocación o si un hijo entra al seminario. Porque han ganado un hijo, no lo han perdido y es Cristo el que ha tomado su lugar en esas familias.

¿Tienen alguna anécdota en relación a sus familias?

--P. Botía: Como soy hijo mayor, sintieron mucho dolor y les hice mucha falta cuando me fui al seminario. Pero ayudó mucho a superar esa situación lo que decía san Francisco de Sales, de que si uno se ocupa de las cosas de Dios, él se ocupa de las cosas de uno. Por eso cuando mi familia se ha dedicado más a Dios, y cuando han vivido mejor la fe y han dado pasos de conversión, de esa manera me han ayudado más.

--P. Rojas: Recuerdo que mi padre no estaba muy de acuerdo y él quería que fuera un profesional como cualquier otro joven, pero tenía a la mamá de mi parte que había entendido realmente mi vocación. Y fue mi madre la que me ayudó a ir al seminario, y me preparó la maleta a escondidas de mi padre. Pero después de una semana que mi padre se enteró, estuvo contento y fue mi madre la que le explicó y “lo enamoró” para que me dejara estar en el seminario.

Hablemos de la Unión Apostólica del Clero, que cumple 150 años, ¿cuál ha sido el principal aporte que ha hecho al clero en el mundo?

--P. Botía:Los primeros once sacerdotes que se reunieron en París en 1862, se propusieron vivir la vida como Jesús, como los apostóles y servir a los demás hermanos. Y esto lo ha cumplido la UAC en estos 150 años de una manera silenciosa. El sacerdote que pertenece a esta asociación busca la forma de compartir su pan, sus bienes, de orar por sus hermanos, por el que está más cerca, por el amigo, por el que está necesitado. Seguramente en estos años se ha ayudado a superar muchas dificultades. La obra de Dios ha sido muy grande porque dentro de los sacerdotes que han sido miembos de la asociación, la mayoría hemos recibido una gran bendición del Señor para crecer espiritualmente, tan es así que entre los miembros han habido varios que son santos y beatos, y aunque otros no están canonizados, han sido notables por su virtud.

¿Cómo es la vida de la UAC a nivel local?

--P. Rojas: Una de las cosas que la UAC hace es recordar a los ministros cómo los apóstoles vivieron cerca de Jesús y compartir sus alegrías, sus tristezas, ayudándose a sí mismo y a los demás hermanos sacerdotes. En la UAC se pide que se viva en grupos o círculos de al menos 5 que puedan compartir juntos la oración, el estudio de vida espiritual, teológica y sobretodo saber compartir de lo mucho o de lo poco que uno tenga con los otros hermanos.

¿Por qué es importante que el sacerdote no esté solo?

--P. Botía: Por el ambiente. Hoy el sacerdote siente una indiferencia, hay resistencia al trabajo evangelizador, y también por necesidad personal, porque no tenemos todo, ni podemos ni lo sabemos todo, por eso debemos unirnos con los otros. Y es Jesús mismo es el que quiere que nos unamos para realizar una obra no solo como un individuo, que es el sacerdote, sino a través de una fraternidad, de una comunidad pequeña, un presbiterio que es la familia de los pastores. Por eso es muy importante compartir con el hermano sacerdote, que es doblemente hermano no solo por el bautismo, sino por el sacramento del orden; y somos triplemente hermanos si es de la misma diócesis. Eso quiere decir que debemos servirnos, ayudarnos y unirnos para servir a los demás, creciendo así todos.

--P. Rojas: Pienso que la UAC es un don de Dios para quienes en estos años hemos vivido y viviremos, y seamos cada vez más buenos y santos pastores.

¿Quiénes pueden pertenecer a la UAC?

--P. Rojas: Todos los ministros ordenados, sean diáconos o presbíteros diocesanos, así como los obispos; y sentir siempre que somos y tenemos que ser la familia de los pastores.

¿Para inscribirse cómo se debe hacer?

--P. Botía: La modalidad es la de unirse con otros tres o cuatro hermanos (diáconos o presbíteros) y conocer bien la propuesta. Decirle al obispo que se quiere formar un grupo, quien estará muy contento y los apoyará y autorizará. Luego se empieza a vivir en esa comunidad de unión apostólica. Luego los que se unen, dan a conocer su nombre y su compromiso dirigiéndose al presidente nacional de la UAC o al presidente internacional, para que entren a esa cadena de solidaridad espiritual en la que nos estamos ayudando todos los días.

Para terminar, el papa dijo en Jueves Santo que la desobediencia no reforma la iglesia, ¿por qué surge en algunos sectores del presbiterio esta actitud contestataria hacia la jerarquía?

--P. Botía: En algunos sectores surge algo bueno y sano que es buscar una renovación de la iglesia, de la vida sacerdotal, hay diversas propuestas como el mismo santo padre les respondió a ellos. Solo que a veces los caminos o los medios no siempre son los auténticos o los mejores. Para nosotros el modelo siempre es Jesús que sabe ser fiel a Dios Padre, a las personas y a sí mismo. Y por eso nosotros buscamos seguir con fidelidad lo que él vivió y lo que nos pide, y lo que la iglesia en su nombre nos encomienda. Los hermanos sacerdotes también pueden en algún momento equivocarse en las propuestas que hagan, pero con la fraternidad sacerdotal nos ayudamos para que todos nos renovemos y sirvamos mejor al mundo que tanto nos necesita.

--P. Rojas: Jesús nos enseña a ser buenos pastores. Y lo seremos en la medida que escuchemos al maestro que siempre nos ha llamado y nos ha dicho vengan y reposen un poco. Osea, el sacerdote debe ser el hombre de la oración, y por allí se empieza a ser un buen sacerdote.

Para conocer más la Unión Apostólica del Clero en: www.unioapostolicacleri.org

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Foro


Implicaciones de la libertad religiosa
Lo que falta por lograr
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo del obispo de San Cristóbal de las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, en el que aborda las implicaciones de la libertad religiosa y lo que falta por hacer en este terreno.

*****

+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

En la comparecencia de los cuatro candidatos presidenciales con los obispos del país, durante nuestra asamblea pasada, dijeron que promoverán la libertad religiosa, en beneficio de todas las opciones. Algunos, sin embargo, la reducen a libertad de culto y de creencia, sin advertir que tiene muchas otras implicaciones. Parecen desconocer los tratados internacionales firmados por México sobre este asunto.

Durante la visita del papa a nuestra patria, sólo en dos momentos enunció este derecho, pero con suma prudencia evitó describir en detalle lo que implica. Sabía que este asunto estaba en fase de discusión en el Senado, y no quiso intervenir en este proceso. En la bienvenida, señaló “la inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar. Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena integridad”. No dijo cuál es su genuino sentido, ni explicó su plena integridad. A los obispos nos dijo: “Tampoco faltan preocupaciones por la carencia de medios y recursos humanos, o las trabas impuestas a la libertad de la Iglesia en el cumplimiento de su misión”. No se explayó sobre estas trabas.

Fue el cardenal Bertone quien abordó así el asunto: Entre los “derechos fundamentales de las personas, destaca la libertad del hombre para buscar la verdad y profesar las propias convicciones religiosas, tanto en privado como en público, lo cual ha de ser reconocido y garantizado por el ordenamiento jurídico. Y es de desear que en México este derecho fundamental se afiance cada vez más, conscientes de que este derecho va mucho más allá de la mera libertad de culto. En efecto, impregna todas las dimensiones de la persona humana, llamada a dar razón de su propia fe y anunciarla y compartirla con otros, sin imponerla, como el don más preciado recibido de Dios”.

CRITERIOS

En Cuba, el papa fue más explícito: “La Iglesia vive para hacer partícipes a los demás de lo único que ella tiene, y que no es sino Cristo, esperanza de la gloria (cf. Col 1,27). Para poder ejercer esta tarea, ha de contar con la esencial libertad religiosa, que consiste en poder proclamar y celebrar la fe también públicamente, llevando el mensaje de amor, reconciliación y paz que Jesús trajo al mundo. Es de reconocer con alegría que en Cuba se han ido dando pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe. Sin embargo, es preciso seguir adelante, y deseo animar a las instancias gubernamentales de la nación a reforzar lo ya alcanzado y a avanzar por este camino de genuino servicio al bien común de toda la sociedad cubana.

Cuando la Iglesia pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende sólo ser fiel al mandato de su divino fundador, consciente de que donde Cristo se hace presente, el hombre crece en humanidad y encuentra su consistencia. Por eso, ella busca dar este testimonio en su predicación y enseñanza, tanto en la catequesis como en ámbitos escolares y universitarios. Es de esperar que pronto llegue aquí también el momento de que la Iglesia pueda llevar a los campos del saber los beneficios de la misión que su Señor le encomendó y que nunca puede descuidar”.

PROPUESTAS

Legisladores y quienes critican la limitada y reciente reforma al artículo 24 de la Constitución: Comparen nuestra legislación con el No. 12 del Pacto de San José, suscrito y obligatorio para nuestro país; verán que los padres de familia tienen el derecho a decidir qué tipo de educación debe dar el Estado a sus hijos; no se excluye la religión. No pretendemos imponer el catolicismo en las escuelas oficiales, sino que los padres de familia decidan. Es su derecho.

Estudien el número 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; verán cuánto nos falta para que en verdad tengamos libertad religiosa en su genuino sentido y en su plena integridad, sin trabas. Se deberían quitar las trabas para divulgar la fe en los medios de comunicación. Todas las religiones se beneficiarían.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Documentación


'En la Iglesia se descubre que la vida de cada hombre es una historia de amor'
Palabras de Benedicto XVI al introducir el Regina Coeli
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- Al término de la santa Misa celebrada en la basílica vaticana para la ordenación presbiteral de nueve diáconos, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico vaticano para recitar el Regina Cæli con los fieles y los peregrinos en la plaza de San Pedro para al acostumbrado encuentro dominical. Ofrecemos las palabras del papa al introducir la oración mariana del tiempo pascual.

*****

¡Queridos hermanos y hermanas!

Acaba de terminar, en la basílica de San Pedro, la celebración eucarística en la que he ordenado a nueve presbíteros nuevos para la diócesis de Roma. Demos gracias a Dios por este regalo, ¡un signo de su amor providente y fiel a la iglesia! Estrechémonos espiritualmente en torno a estos nuevos sacerdotes y recemos para que acojan plenamente la gracia del sacramento que los ha conformado con Cristo Sacerdote y Pastor. Y recemos para que todos los jóvenes estén atentos a la voz de Dios que habla interiomente a su corazón y los llama a desprenderse de todo para que le sirvan. A este objetivo está dedicada la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de hoy. En efecto, el Señor llama siempre, pero muchas veces no lo escuchamos. Estamos distraídos por muchas cosas, por otras voces más superficiales; y después tenemos miedo de escuchar la voz del Señor, porque pensamos que puede cortarnos la libertad. En realidad, cada uno de nosotros es fruto del amor: ciertamente, del amor de los padres, pero, más profundamente, del amor de Dios. La biblia dice: si aunque tu madre no te quisiera, yo te quiero, porque te conozco y te amo (cf. Is. 49,15). En el momento que me doy cuenta de este amor, mi vida cambia: se convierte en una respuesta a este amor, más grande que cualquier otro, y así se realiza plenamente mi libertad.

Los jóvenes que hoy he consagrado sacerdotes no son diferentes de otros jóvenes, pero han sido profundamente tocados por la belleza del amor de Dios, y no podían dejar de responder con toda su vida. ¿Cómo han conocido el amor de Dios? Lo han encontrado en Jesucristo, en su evangelio, en la eucaristía y en la comunidad eclesial. En la Iglesia se descubre que la vida de cada hombre es una historia de amor. Lo muestra claramente la sagrada escritura, y lo confirma el testimonio de los santos. Un ejemplo es la expresión de san Agustín en sus Confesiones, que se vuelve a Dios y le dice: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, y yo fuera ... Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo ... Pero me has llamado, y tu grito le ha ganado a mi sordera" (X, 27.38).

Queridos amigos, recemos por la iglesia, por cada comunidad local, para que sea como un jardín regado, donde pueden germinar y crecer todas las semillas de la vocación que Dios siembra en abundancia. Oremos para que todos cultiven este jardín, en la alegría de sentirse todos llamados, en la variedad de los dones. En particular, que las familias sean el primer lugar en el que se "respire" el amor de Dios, que da la fuerza interior, incluso en medio de las dificultades y las pruebas de la vida. Quien vive en familia la experiencia del amor de Dios, recibe un don inestimable, que da fruto a su tiempo. Que nos conceda todo esto la Santísima Virgen María, modelo de acogida libre y obediente a la llamada divina, Madre de toda vocación en la iglesia.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

©Librería Editorial Vaticana

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


'Cuidemos nuestro planeta'
Declaración de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana
QUITO, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto de la Declaración de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana titulada "Cuidemos nuestro planeta".

*****

Los Obispos de la Iglesia Católica en Ecuador, movidos por nuestra misión pastoral de animar, acompañar y orientar al Pueblo de Dios desde el Evangelio, queremos contribuir a la reflexión sobre las relaciones de los seres humanos entre sí y con el resto de la creación; tarea en la que también están empeñadas varias instituciones y organizaciones civiles, sociales, educativas y religiosas, así como muchos hombres y mujeres de buena voluntad.

De una manera muy especial, nos proponemos ofrecer algunas orientaciones pastorales que permitan continuar con el diálogo sobre la minería en nuestro país, un tema tan delicado, complejo y controvertido.

Para una mejor claridad, indicaremos algunas realidades de nuestro planeta, una síntesis de la visión cristiana de la naturaleza y los compromisos que debemos asumir en el cuidado de la misma.

1. REALIDAD EN LA QUE VIVIMOS

El planeta tierra es la única “casa” (oikos) grande en donde habitamos más de siete mil millones de seres humanos. De su naturaleza tomamos, tanto los seres humanos como las plantas y los animales, lo necesario para poder vivir, como el alimento, el agua y el aire.

Las distintas culturas, a lo largo de la historia, han aprendido no sólo a convivir con la naturaleza, sino también a transformarla en medios para su subsistencia e instrumentos para su desarrollo humano, científico y técnico.

América Latina posee “una de las mayores biodiversidades del planeta y una rica socio diversidad, representada por sus pueblos y culturas. Estos poseen un gran acervo de conocimientos tradicionales sobre la utilización sostenible de los recursos naturales, así como sobre el valor medicinal de plantas y otros organismos vivos, muchos de los cuales forman la base de su economía”. (V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida 83).

En este proceso, sin embargo, no siempre se ha respetado la naturaleza. Muchas veces, de una manera violenta y hasta sistemática se la ha ido destruyendo, por intereses económicos, políticos o tecnológicos. Esta acción depredadora ha producido, en muchas regiones del Planeta, la desertificación, la contaminación irreversible del suelo, del agua y del aire, el calentamiento global, la destrucción de la capa de ozono, el desplazamiento forzado de poblaciones, ignorando su forma de vida y sus derechos fundamentales. (Cfr. Aparecida 84-85.87. 473).

En este contexto socio-económico y cultural, la historia de la minería metálica (cobre, bronce, hierro, oro, plata…) y no metálica (arcilla, yeso, caliza…) es tan antigua como el ser humano. El uso de los minerales es una constante, basta observar los más diversos instrumentos o productos derivados de ellos que se usan en la vida cotidiana y en las actividades científicas y tecnológicas, tanto es así que hoy sería casi imposible vivir sin su ayuda.

La minería artesanal y la pequeña minería, promovidas por personas naturales, familias o asociaciones, y la minería a gran escala, impulsada y sostenida por los gobiernos y las empresas multinacionales respectivamente, en su mayoría, se encuentran en regiones naturales cerca de los ríos y lagunas, donde residen las comunidades indígenas y campesinas, las cuales presentan un alto índice de pobreza y marginación. Con la explotación indiscriminada del petróleo y la minería, no siempre han mejorado sus condiciones de vida; todo lo contrario, gran parte de la población tiende a empeorar su situación social, moral y económica.

Los conflictos sociales, cada día, son más agudos y numerosos. Muchos de ellos son causados por la insuficiencia o el incumplimiento de las leyes, por el irrespeto a los derechos colectivos, por la división estratégica implantada en las comunidades, por la criminalización de la resistencia de los pueblos, por la promulgación de leyes sin la consulta legislativa previa, por la inexistencia de consultas ambientales o la deficiencia de una consulta libre, informada y oportuna, por procedimientos forzados sin los estudios necesarios, por el desconocimiento de las competencias ambientales de los gobiernos locales, entre otros factores disociadores.

2. VISIÓN CRISTIANA DE LA NATURALEZA

La revelación nos presenta este mundo en el que vivimos como la obra de Dios. En él se manifiesta su sabiduría, bondad, belleza y poder (cfr. Aparecida 470). “Contemplar la belleza de la creación es un estímulo para reconocer el amor del Creador, ese amor que mueve el sol y las demás estrellas” (Benedicto XVI, Si quieres cultivar la paz, custodia la creación, 2). Dios “creó el universo como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos lo dejó como signo de su bondad y de su belleza. También la creación es manifestación del amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida digna para todos… Nuestra hermana la madre tierra es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación”. (Aparecida 125).

Esta concepción teológica deja sin fundamento a la idea de que el universo es sólo un objeto de estudio, una mercancía de compra o venta o un espacio sacralizado e intocable.

Desde esta perspectiva, miramos con honda preocupación cómo la creación es tratada como un objeto de comercio o un botín de guerra. De esta realidad nos dan cuenta las innumerables luchas fratricidas que se producen, con el fin de apropiarse los territorios que encierran grandes riquezas mineras o agrícolas y explotarlos de una manera irresponsable y egoísta.

Con esta actitud se pone en peligro tanto la naturaleza como el presente y el futuro del ser humano y la convivencia pacífica de los pueblos. Pablo VI señalaba que “debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el hombre] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación” (Benedicto XVI, "Si quieres cultivar la paz, custodia la creación", 3).

Juan Pablo II, en su mensaje de la Jornada mundial de la paz, en 1990, decía: “En nuestros días aumenta cada vez más la convicción de que la paz mundial está amenazada, también… por la falta del debido respeto a la naturaleza”. El Papa Benedicto XVI, igualmente, afirma: “… aunque es cierto que, a causa de la crueldad del hombre con el hombre, hay muchas amenazas a la paz y al auténtico desarrollo humano integral…, no son menos preocupantes los peligros causados por el descuido, e incluso por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales que Dios nos ha dado” (Benedicto XVI, Si quieres cultivar la paz, custodia la creación, 1. 3).

El Beato Juan Pablo II, en 1990, habló de «crisis ecológica». Una crisis que tiene un carácter predominantemente ético y que, por lo mismo, hace necesario un nuevo orden nacional e internacional para hacerla frente. Este llamamiento sigue siendo apremiante. El Papa Benedicto XVI se pregunta: “¿Cómo permanecer indiferentes ante los problemas que se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales?... ¿Cómo no reaccionar ante los conflictos actuales, y ante otros potenciales, relacionados con el acceso a los recursos naturales?” (Benedicto XVI, ibídem, 4). Los Obispos de Latinoamérica y el Caribe, en consonancia con el pensamiento anterior, también afirman: “desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en definitiva, contra la vida”. (Aparecida, 125).

De la constatación de estos hechos dolorosos surge la necesidad ineludible de proteger la naturaleza de toda forma de abuso y contaminación doméstica o industrial que se dan en todos los campos, especialmente en donde se llevan a cabo las explotaciones del petróleo y de la minería metálica.

3. COMPROMISO CRISTIANO

Nuestro compromiso cristiano brota desde la práctica de Jesús (cfr. Mt 6, 24-34) quien, “ante la naturaleza amenazada… nos convoca a cuidar la tierra para que brinde abrigo y sustento a todos los hombres” (Aparecida 113). Igualmente, “el discípulo misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el Creador”. (Aparecida, 125).

A la luz de estas exigencias, la Iglesia Católica (comunidad y pastores), tiene una responsabilidad ética, espiritual y pastoral que nos lleva a considerar la vida humana como el valor supremo y, concomitantemente, a buscar nuevos modelos económicos, sociales y culturales. De hecho, la moral y la espiritualidad cristiana ponen la vida del ser humano y su dignidad, tanto en su dimensión personal como social, en el centro de los proyectos sociales y ecológicos.

Un modelo económico que se base en la dignidad de la persona, en la justicia y en la solidaridad de los seres humanos entre sí y con la naturaleza. Un modelo productivo, innovador e integral que esté al servicio del desarrollo humano en todas sus dimensiones; y que distribuya, de una manera equitativa, los bienes entre todos los habitantes de la “madre tierra”.

Un nuevo sistema social y cultural que privilegie las relaciones fraternas, en un marco de reconocimiento y valoración de las diversas culturas y de los ecosistemas, capaz de oponerse a toda forma de discriminación y dominación entre los seres humanos.

La construcción del sumak kawsay o buen vivir, planteada por nuestra Constitución, y que la entendemos mejor desde el Evangelio, debemos enfocarla desde un real desvelo por crear las mejores condiciones de vida materiales y espirituales para que todas las personas y sociedades intermedias puedan gozar de sus derechos personales y cumplir sus deberes. Sin una política específica de Estado en este campo, se corre el riesgo de que las economías de los grandes consorcios terminen por imponerse como la única forma del dinamismo económico.

A la luz de estas consideraciones, queremos exhortar, de la manera más cordial y fraterna, a las instituciones públicas y privadas, a los peritos y a los técnicos:

—Que respeten la vida y la salud de las comunidades, especialmente de los sectores más vulnerables (niños y adultos mayores), como también la de los trabajadores de las minas.

—Que, tanto en las concesiones como en las fases de exploración y explotación del petróleo y las minas, se ciñan a los procesos legales y técnicos establecidos, como la consulta previa a las comunidades, prevista en la Constitución.

—Que busquen las medidas apropiadas de protección del ecosistema, a partir de los estudios sobre el impacto humano y ambiental y de acuerdo con los requisitos exigidos por el Estado, sin dejarse condicionar por las empresas petroleras y mineras (cfr. Ley de Minería, Art. 78. 84).

—Que informen a la ciudadanía, de una manera clara, sencilla y completa, tanto los beneficios como los perjuicios económicos, sociales y ambientales de la minería, libres de toda presión económica o política, sino únicamente buscando el bienestar de las comunidades cercanas a las minas y de toda la nación.

—Que busquen los modos concretos para contrarrestar los impactos negativos de la explotación petrolera y minera, tales como el deterioro de la salud, el aumento de enfermedades y las afecciones a la flora y la fauna, producidas por los metales pesados, como el arsénico, el plomo, el mercurio…, que se encuentran en el agua y en el aire contaminados.

—Que señalen los modos efectivos para prevenir o afrontar los problemas sociales que, por lo general, se originan en torno a las minas, como la violencia, el alcoholismo, la drogadicción y la prostitución.

—Que tengan en cuenta las experiencias mineras a gran escala de otros países, como Chile, Perú, Costa Rica y Guatemala, con el fin de evitar los grandes errores y tomar sus aciertos, especialmente en lo que se refiere a la prevención de riesgos y al cumplimiento de las exigencias asumidas por las empresas mineras con el Estado, los trabajadores y las comunidades.

CONCLUSIONES

Si bien toda actividad doméstica, artesanal e industrial, de una u otra manera, es contaminante, es indudable que en la minería y en la explotación del petróleo existen mayores riesgos de ser afectados por estas intervenciones, por lo cual las medidas preventivas tienen que ser de máxima seguridad. Por esta razón, el gran desafío para los gobiernos y las empresas mineras y petroleras sigue siendo la extracción de los metales de la tierra sin afectar negativamente la vida del ser humano y de la naturaleza.

El compromiso de cuidar nuestro planeta Tierra nos invita a buscar todos los medios posibles para mitigar los impactos sociales y ambientales de la contaminación de toda actividad humana y, particularmente, de las explotaciones petroleras y mineras, si se realizan sin cumplir con los debidos requisitos legales y técnicos, situación que casi siempre desemboca en tensiones y conflictos sociales.

No se trata entonces de decir un SI o un NO rotundo y acrítico a la minería y a la explotación petrolera, sino de informarse amplia y detalladamente sobre sus beneficios y perjuicios y, luego, tomar decisiones inteligentes, oportunas y valientes, teniendo presente que la vida y la salud de los seres humanos y el equilibrio del medio ambiente son más importantes que todos los metales. Uno de los bienes más preciosos que debemos cuidar, por ejemplo, son las fuentes hídricas; pues, podemos vivir sin oro, pero sin agua, jamás.

Como pastores de la Iglesia Católica, Madre y Maestra de todos los hijos de Dios, queremos ratificar nuestro compromiso de seguir acompañando a las hermanas y hermanos que se ven afectados por los problemas sociales y por los peligros del petróleo y de la minería para su vida y su dignidad, mediante la formación de una conciencia ecológica.

Asumimos, igualmente, la responsabilidad de ofrecer orientaciones éticas claras, planteamientos razonables y la asistencia espiritual, de tal manera que la explotación de los ricos y numerosos recursos naturales que posee nuestro país redunden en un positivo beneficio y en el mejoramiento de las condiciones de vida de las familias y pueblos y del medio ambiente donde vivimos.

Quito, 20 de abril de 2012

+ Antonio Arregui Yarza 

Arzobispo de Guayaquil 

Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana 

+ Ángel Sánchez Loaiza

Obispo de Guaranda

Secretario General de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


'La palabra de Dios en la vida del sacerdote: oración y homilía'
Conferencia del cardenal Robert Sarah en Valencia
VALENCIA, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- El cardenal Robert Sarah, presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, pronunció el martes 24 de abril una conferencia títulada "La Palabra de Dios en la vida del sacerdote: oración y homilía". Con esta intervención, que tuvo lugar en la Facultad de Teología, se clausuró el ciclo Diálogos de Teología de Almudí en torno a la exhortación Verbum Domini.

*****

La palabra de Dios en la vida del sacerdote: oración y homilía

El tema que me ha sido propuesto en este encuentro de «Diálogos de Teología» contiene, en su precisa unidad, tres conceptos de notable importancia que conviene examinar sucesivamente, sin perder, como es natural, la perspectiva de conjunto. Estos conceptos son: «palabra de Dios», «vida sacerdotal» y «oración». Cada una de esas nociones podría ser objeto de una amplia ponencia, pero debido al tiempo reservado a nuestra exposición y a la unidad de perspectiva que exige nuestro tema, hemos de examinarlas de modo esencial. Tratándose por otra parte de un diálogo en torno a la exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (=VD) , documento cuya extraordinaria importancia es de todos conocida, asumiremos este texto como principal punto de referencia. Lógicamente, VD es ampliamente deudora de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos que se celebró en el Vaticano del 5 al 26 de octubre de 2008 teniendo por tema La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia; a su vez, como es sabido, VD asumió como especial punto de referencia la constitución dogmática Dei Verbum sobre la divina Revelación del Concilio Vaticano II (=DV). A este texto también acudiremos especialmente.

1. Palabra de Dios

La exhortación apostólica Verbum Domini cuenta entre sus grandes méritos haber querido dedicar una primera amplia parte de sus reflexiones a tratar de la «Palabra de Dios»; lo hace en modo articulado, en tres apartados, dedicados respectivamente al «Dios que habla», a «la respuesta del hombre» a ese Dios que habla, y al problema hermenéutico del texto bíblico, es decir, a su interpretación en la Iglesia.

Seguirán después las otras dos partes programáticas del documento: la «Palabra en la vida de la Iglesia» (segundo apartado) y la «Palabra en el mundo» (tercer apartado). En la primera parte se afirma una idea de especial relieve en la que queremos centrar la atención: «la novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros» (VD 6). Dios se ha querido dar a conocer, se ha dirigido a nosotros para hablarnos de su vida íntima y de sus designios de salvación –de su amor, en definitiva–, y ese coloquio lo ha actuado especialmente por medio «del Verbo de Dios, por quien “se hizo todo” (Jn 1,3) y que se “hizo carne” (Jn 1,14)». La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, asumiendo nuestra naturaleza humana en todo a excepción del pecado, nos ha revelado «al mismo Dios en el diálogo de amor de las Personas divinas y nos invita a participar en él» (VD 6). Todo es fruto del infinito amor de Dios, gracias al cual su «Palabra» se ha acercado a nosotros para desvelarnos el enigma de la condición humana y el camino de acceso hacia sus moradas, para decirnos qué es el hombre y cuál es su pequeñez y su grandeza. Vienen a la mente las palabras de reconocimiento y acción de gracias del autor del Salmo 8: «¡Dios y Señor nuestro, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra! […]. ¿qué es el hombre, para que de él te acuerdes, y el hijo de Adán, para que te cuides de él? Y lo has hecho poco menor que los ángeles, le has coronado de gloria y honor. Le das el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo has puesto bajo sus pies» (Sal 8,2.5-7).

Conviene señalar que, en el contexto en el que nos encontramos, VD ha querido subrayar de un modo claro y articulado que la locución «Palabra de Dios» expresa una realidad multiforme; una realidad que no se puede restringir a un fenómeno solo de índole textual, aunque éste sea el texto de la Sagrada Escritura, que manifiesta de modo excelso la Sabiduría divina. El hablar de Dios se ha expresado en modo variado, con diversas tonalidades y coloridos, existiendo una verdadera «sinfonía de la Palabra», como se expresa con una bella imagen VD 7. Dios nos ha hablado y nos habla, en efecto, digamos en primer lugar, por medio de la creación, que el Documento llama “liber naturae”, como bien lo comprendía el autor del salmo 19 cuando afirma: «Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día le anuncia el mensaje al otro día y una noche le da la noticia a la otra noche. Sin discurso, sin palabras, sin que se oiga su voz, se esparce su rumor por toda la tierra» (Sal 19,2-5). Sucesivamente, Dios se ha manifestado –nos ha hablado– a través de los eventos y las narraciones de la historia de la salvación, por boca de los profetas y de los Apóstoles, por medio de la Tradición viva de la Iglesia, especialmente a través del lenguaje de la liturgia y de la predicación.

Pero por encima de todo esto, Dios nos ha hablado –y nos habla– por medio del Verbo eterno encarnado, Jesucristo, la Palabra de Dios hecha realmente consustancial a nosotros en el seno de María Virgen, como nos recuerda el inicio de la carta a los Hebreos: «En diversos momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos días nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien instituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo» (Hb 1,1-2). Es por esto que la expresión «Palabra de Dios» hay que referirla principalmente a la persona de Jesucristo, Hijo eterno del Padre, hecho hombre por nosotros. De ahí que convenga señalar –lo hacemos con palabras de VD 7–, que es «necesario educar a los fieles para que capten mejor los diversos significados [de la Palabra de Dios] y comprendan su sentido unitario. Es preciso también que, desde el punto de vista teológico, se profundice en la articulación de los diferentes significados de esta expresión, para que resplandezca mejor la unidad del plan divino y el puesto central que ocupa en él la persona de Cristo».

Ciertamente, no se nos oculta que la Sagrada Escritura –unida inseparablemente a la Tradición viva de la Iglesia formando una sola realidad salvífica–, es una manifestación privilegiada de la «Palabra de Dios», porque escrita «bajo la inspiración del Espíritu Santo, tiene a Dios como autor» (DV 11): todo en la Escritura ha caído bajo la mirada providencial extraordinaria de Dios, pues en su composición Dios «eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando Él en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería» (ibidem). Los libros sagrados no solo contienen por eso la Palabra de Dios, sino que, por ser inspirados, «son en verdad palabra de Dios» (DV 24). Pero en todo esto no hay que olvidar que el mismo Espíritu que inspiró a los autores de las Sagradas Escrituras para que enseñaran «firmemente, con fidelidad y sin error la verdad», y que la quiso consignar «para nuestra de salvación» (DV 11), es Aquel que actuó en la encarnación del Verbo, que guió a Jesús a lo largo de su misión y que sostiene e inspira a la Iglesia en la tarea de anunciar la Palabra de Dios a los hombres.

2. La Palabra de Dios en la vida del sacerdote

Al Dios que habla, el hombre está llamado a dar una respuesta de fe, prestando el homenaje de su entendimiento y de su voluntad con todas las fuerzas del corazón y de la mente. En ese diálogo, «nos comprendemos a nosotros mismos y encontramos respuesta a las cuestiones más profundas que anidan en nuestro corazón» (VD 23).

Conocemos bien el coloquio que tuvo Jesús con aquel doctor de la ley sobre el principal mandamiento. «Maestro –le dice–, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,36-40). Las palabras de Jesús hacían eco a dos conocidos textos bíblicos, Dt 6,5 y Lv 19, 18, parte de la célebre oración shema Israel («escucha Israel») que todo buen Israelita recitaba con devoción, como también ahora, al menos dos veces al día. La Palabra de Dios, en efecto, hay que acogerla con plena apertura de corazón, con todas las fuerzas del ánimo, pues lejos de acallar los deseos más auténticos del hombre los ilumina, purifica y perfecciona. Llamados a una identificación con Cristo –«Palabra de Dios entre nosotros» (VD 77)– hemos de crecer constantemente en nuestra relación personal con Él, siendo como es «camino, verdad y vida» (Jn 14,6). En esta perspectiva se puede situar la llamada que hace VD a todos los cristianos para que profundicen su relación con la Palabra de Dios, a cada uno según su situación en la Iglesia y en el mundo.

Por cuanto se refiere a los sacerdotes, que por su ministerio son –como afirma la exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis de Juan Pablo II citada en VD 80 – «[ungidos por Dios y enviados] para anunciar a todos el Evangelio del Reino, llamando a cada hombre a la obediencia de la fe y conduciendo a los creyentes a un conocimiento y comunión cada vez más profundos del misterio de Dios, revelado y comunicado a nosotros en Cristo». Por esto, el sacerdote «debe ser el primero en cultivar una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios: no le basta conocer su aspecto lingüístico o exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva: “la mente de Cristo” (1Co 2,16)». Por esto, concluye VD 80, las palabras, decisiones y actitudes del sacerdote «han de ser cada vez más una transparencia, un anuncio y un testimonio del Evangelio; “solamente ‘permaneciendo’ en la Palabra, el sacerdote será perfecto discípulo del Señor; conocerá la verdad y será verdaderamente libre” ». Es necesario por tanto que la Palabra de Dios se encarne en la vida del sacerdote. Solo siendo verdaderamente de Cristo, estando continuamente a su escucha, tratándole con familiaridad especialmente en la Eucaristía, podrá también trasmitir Cristo a los demás hombres.

A los 34 años, fui consagrado Arzobispo de Conakry. Teniendo en cuenta esta nueva responsabilidad y viviendo, además, en un contexto socio-político especialmente difícil, quise desarrollar, ante el mucho trabajo y la actividad pastoral, la oración diaria y la profundización de mi relación con Jesús. Después de la experiencia de un año, en el que vivía un día de retiro al mes, decidí dedicar cada dos meses tres días al ayuno, a la oración y a la reflexión, en los que tenía como únicos acompañantes al Santísimo Sacramento y la Sagrada Escritura. Como tenemos todos bien experimentado, en los días dedicados más específicamente a la oración, aumenta nuestra humildad y nuestro afán de santidad, se fortalece nuestra amistad con el Señor y el deseo de servir más a la Iglesia. Biblia y Eucaristía son el alimento indispensable para el sacerdote, y la fuente de su inspiración para su enseñanza y sus homilías.

Es ilustrativo notar que, en un parágrafo precedente, VD se dirige análogamente a los Obispos –esta vez en referencia a la exhortación apostólica postsinodal Pastores Gregis de Juan Pablo II – exhortándoles a que, como los más autorizados anunciadores de la Palabra, pusieran siempre «en primer lugar, la lectura y meditación de la Palabra de Dios» (VD 79). Y precisa el documento: «Todo Obispo debe encomendarse siempre y sentirse encomendado “a Dios y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y daros la herencia con todos los santificados” (Hch 20,32). Por tanto, antes de ser transmisor de la Palabra, el Obispo, al igual que sus sacerdotes y los fieles, e incluso como la Iglesia misma, tiene que ser oyente de la Palabra. Ha de estar como “dentro de” la Palabra, para dejarse proteger y alimentar como en un regazo materno» (VD 79).

Quisiera añadir a estas enseñanzas magisteriales unas elevadas consideraciones que el Beato Juan Pablo II formuló en una numerosa ordenación en Brasil sobre la actuación de Cristo en el sacerdote, en sus palabras y gestos, destacando la íntima e inseparable unión que entonces se realiza entre el sacerdocio de Cristo y el sacerdocio ministerial: «Jesús –decía el Beato Pontífice– nos identifica de tal modo consigo en el ejercicio de los poderes que nos confirió, que nuestra personalidad es como si desapareciese delante de la suya, ya que es Él quien actúa por medio de nosotros. “Por el sacramento del orden —dijo alguien acertadamente (el Papa cita a san Josemaría)—, el sacerdote se capacita efectivamente para prestar a Nuestro Señor la voz, las manos, todo su ser. Es Jesucristo quien, en la Santa Misa, con las palabras de la Consagración, cambia la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre” . Y podemos añadir: Es el propio Jesús quien, en el sacramento de la penitencia, pronuncia la palabra autorizada y paterna: “Tus pecados te son perdonados” (Mt 9,2; Lc 5,20; 7,48; cf. Jn 20,23). Y es Él quien habla, cuando el sacerdote, ejerciendo su ministerio en nombre y en el espíritu de la Iglesia, anuncia la Palabra de Dios. Es el propio Cristo quien cuida a los enfermos, los niños y los pecadores, cuando les envuelve el amor y la solicitud pastoral de los ministros sagrados» .

Una síntesis admirable de toda esta enseñanza de la que venimos hablando me parece encontrarla en la exhortación que hace la constitución dogmática Dei Verbum a todos los clérigos a que vivan de la Palabra, concretamente, «se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno resulte “predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior”, puesto que deben comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina» (DV 25). Ciertamente, tal lectura y estudio diligente de la Palabra de Dios incumbe, según sus posibilidades, a todos los cristianos, como refiere a continuación DV 25 con expresión en cierto modo lapidaria: «El Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que aprendan “el sublime conocimiento de Jesucristo” (Flp 3,8), con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. “Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo” . Lléguense, pues, gustosamente, al mismo sagrado texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena del lenguaje de Dios, ya por la lectura espiritual, ya por instituciones aptas para ello, y por otros medios, que con la aprobación o el cuidado de los Pastores de la Iglesia se difunden ahora laudablemente por todas partes. Pero no olviden que debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre; porque “a Él hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas”» . Me parece especialmente digno de mención el énfasis que hace el documento respecto a la unión entre la lectura de la palabra de Dios y la oración, pues la una sin la otra conduciría, o bien a una fraseología sin alma, o bien a un espiritualismo sin contenido.

3. La meditación de la Sagrada Escritura

El clérigo, y todo cristiano, debe centrar su vida en la Palabra de Dios, poniendo a Cristo en el centro de su existencia, y para esto, una vía necesaria que se ha de recorrer es la lectura asidua de la Sagrada Escritura, parte esencial, como hemos señalado, de ese conjunto de realidades a las que corresponde ser llamadas «Palabra de Dios» y que se relacionan con el Verbo eterno del Padre como reflejos de la imagen perfecta del Padre. El Catecismo de la Iglesia Católica (=CEC) expresa esa relación de la Escritura con la Palabra de Dios afirmando que «a través de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él se da a conocer en plenitud (cf. Hb 1,1-3)» (CEC 102); afirmación a la que sigue como autorizado complemento el encomiable comentario de san Agustín: «Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en todas las Escrituras, que es un mismo Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios, no necesita sílabas porque no está sometido al tiempo» .

Es esta relación intrínseca con el Verbo del Padre, y por tanto con el Verbo Encarnado, lo que da a las Sagradas Escrituras su más alta definición teológica y las convierte en objeto de máxima veneración (cf. DV 21). No es extraño por eso, como indica VD 72, que los santos en la Iglesia hayan hablado siempre de la importancia de conocer la Escritura para crecer en el amor a Cristo; de modo ejemplar el documento menciona a san Jerónimo, llamado el «gran enamorado de la Palabra de Dios», que se preguntaba: «¿Cómo se podría vivir sin la ciencia de las Escrituras, mediante las cuales se aprende a conocer a Cristo mismo, que es la vida de los creyentes?» . San Jerónimo era plenamente consciente de que la Biblia es el gran instrumento «con el que Dios habla cada día a los creyentes» . Por eso daba el siguiente consejo a la matrona romana Leta para la educación de su hija: «Asegúrate de que estudie cada día algún paso de la Escritura [...]. Que la oración siga a la lectura, y la lectura a la oración [...]. Que, en lugar de las joyas y los vestidos de seda, ame los

Libros divinos» . Y al sacerdote Nepociano: «Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; más aún, que nunca dejes de tener el Libro santo en tus manos. Aprende aquí lo que tú tienes que enseñar» . Por eso, se puede afirmar con las palabras del Catecismo de la Iglesia Católica, que «en la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24) porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1Ts

2,13). “En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” (DV 21)» (CEC 104). Pienso que unas palabras de san Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, de profundo contenido pastoral, pueden ser muy provechosas en este contexto: «Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra –obras y dichos de Cristo– no sólo has de saberlo, sino que has de vivirlo. Todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las circunstancias concretas de tu existencia. –El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y, en ese Texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida. Aprenderás a preguntar tú también, con el Apóstol, lleno de amor: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?...”. –¡La Voluntad de Dios!, oyes en tu alma de modo terminante. Pues, toma el Evangelio a diario y vívelo como norma concreta. –Así han procedido los santos» . «No solo has de saberlo, sino que has de vivirlo»: es el mensaje que quiero yo también dirigiros.

Con la misma fuerza, Johannes Albrecht Bengel, un teólogo protestante (1687-1752) exhorta a los cristianos con estas palabras: «Te totum applica ad textum, rem totam applica ad te»; lo que podríamos traducir así: Aplícate enteramente al texto, con todo tu ser; todo lo que el texto dice, aplícatelo a ti mismo.

La lectura bíblica tiene que estar finalizada a modelar la vida del que lee, a transformar sus sentimientos e inteligencia, a identificar al hombre con Cristo, hasta que pueda pronunciar con sinceridad de corazón, como san Pablo, «y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Ga 2,20).

Para nutrir la vida de los jóvenes cristianos de Guinea, mi país, y para ayudarles a conocer, amar y tratar a Jesús como a un amigo, he tenido la alegría de organizar, durante más de veinte años, unas clases de formación humana y cristiana. Cada año, durante dos semanas, participaban en estas sesiones entre quinientos y seiscientos chicos y chicas. Estas dos semanas eran momentos de gracia para mí y para los jóvenes, que querían empaparse de la Palabra de Dios y vivir una experiencia personal con Jesús; no sólo a través del estudio de la Sagrada Escritura, sino también a través de la adoración del Santísimo Sacramento y la Misa diaria. El estudio de la Palabra de Dios y la contemplación de Jesús-Eucaristía van siempre unidos.

4. Oración, liturgia y homilía

La Palabra de Dios debe ser, en consecuencia, el continuo afán del alma del cristiano, del sacerdote en particular; alimento constante de su oración, que ha de ser ininterrumpida, como afirma el Apóstol: «Orad sin cesar. Dad gracias por todo, porque eso es lo que Dios quiere de vosotros en Cristo Jesús. No extingáis el Espíritu» (1 Ts 5,17-19; cf. Ef 6,18-20). Una oración constante, pues, y llena de deseos de avanzar en el camino hacia Dios, ha de ser la vida del cristiano.

Admirables son las palabras de VD 24 que, en relación a los Salmos –parte esencial de la Liturgia de las Horas, joya selecta y magnífica de la vida de la Iglesia–, afirma: «La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: el Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar con Él. Pensamos espontáneamente en el Libro de los Salmos, donde se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a Dios, presentarle nuestra vida en coloquio ante él y transformar así la vida misma en un movimiento hacia Él . En los Salmos, en efecto, encontramos toda la articulada gama de sentimientos que el hombre experimenta en su propia existencia y que son presentados con sabiduría ante Dios; aquí se encuentran expresiones de gozo y dolor, angustia y esperanza, temor y ansiedad. Además de los Salmos, hay también muchos otros textos de la Sagrada Escritura que hablan del hombre que se dirige a Dios mediante la oración de intercesión (cf. Ex 33,12-16), del canto de júbilo por la victoria (cf. Ex 15), o de lamento en el cumplimiento de la propia misión (cf. Jr 20,7-18). Así, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda la revelación cristiana y toda la existencia del hombre se convierte en un diálogo con Dios que habla y escucha, que llama y mueve nuestra vida. La Palabra de Dios revela aquí que toda la existencia del hombre está bajo la llamada divina ». Solo en la medida en que por la fe y la devoción la Palabra de Dios penetra en el alma del hombre –del sacerdote–, haciendo que éste se oriente a Dios como algo exclusivo de su vida, con todo su entendimiento y voluntad (cf. DV 5), se es capaz de comunicar esa Palabra a los demás hombres come ella realmente es, con todo el atractivo que encierra. No es posible de otro modo, porque la Palabra de Dios no se deja manipular: ella «es viva y eficaz y más cortante que espada de doble filo; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuentas» (Hb 4,12).

Por este motivo la Iglesia ha insistido constantemente en la lectura orante de la Sagrada Escritura, en el acercamiento meditado al texto sagrado, en cualquiera de las formas que han llegado a ser tradicionales en la Iglesia, como elemento fundamental de la vida espiritual de todo creyente. Con especial fuerza lo declaran las siguientes palabras de VD 86: «Los Padres sinodales han seguido la línea de lo que afirma la Constitución dogmática Dei Verbum: “Todos los fieles […] acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien en otras instituciones u otros medios, que para dicho fin se organizan hoy por todas partes con aprobación o por iniciativa de los Pastores de la Iglesia. Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración” (DV 25). La reflexión conciliar pretendía retomar la gran tradición patrística, que ha recomendado siempre acercarse a la Escritura en el diálogo con Dios. Como dice san Agustín: “Tu oración es un coloquio con Dios. Cuando lees, Dios te habla; cuando oras, hablas tú a Dios” . Orígenes, uno de los maestros en este modo de leer la Biblia, sostiene que entender las Escrituras requiere, más incluso que el estudio, la intimidad con Cristo y la oración. En efecto, está convencido de que la vía privilegiada para conocer a Dios es el amor, y que no se da una auténtica scientia Christi sin enamorarse de Él» (VD 86).

Esta lectura orante adquiere un especial relieve en la liturgia, la «acción» del «Cristo total» (Christus totus), que llevando al hombre más allá de los signos le hace participar de la liturgia del cielo, «donde la celebración es enteramente Comunión y Fiesta» (CEC 1136). Y esto porque, si bien es verdad que la Palabra de Dios se dirige personalmente a cada hombre, no es menos cierto que se trata de una Palabra que ha sido dada a la Iglesia para construir la comunidad de los fieles. «En la lectura orante de la Sagrada Escritura, el lugar privilegiado es la Liturgia, especialmente la Eucaristía, en la cual, celebrando el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el Sacramento, se actualiza en nosotros la Palabra misma. En cierto sentido, la lectura orante, personal y comunitaria, se ha de vivir siempre en relación a la celebración eucarística. Así como la adoración eucarística prepara, acompaña y prolonga la liturgia eucarística , así también la lectura orante personal y comunitaria prepara, acompaña y profundiza lo que la Iglesia celebra con la proclamación de la Palabra en el ámbito litúrgico» (VD 86). Esta relación entre lectura orante y liturgia permite entender los criterios que la Iglesia ha dado para orientar precisamente la lectura orante en el contexto de la pastoral y de la vida espiritual del Pueblo de Dios.

En este contexto, tiene especial importancia la homilía, que haciéndose eco de los textos litúrgicos, explicita a los fieles el mensaje evangélico. Recurro particularmente en este caso a un número de VD, el 59, texto que considero que vale la pena leer con especial detenimiento; un número cuyas fuentes explícitas se encuentran en el Misal Romano, y a la vez que se hace eco de la constitución dogmática Sacrosanctum Concilium. Leamos el pasaje en cuestión: «La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. Debe apuntar a la comprensión del misterio que se celebra, invitar a la misión, disponiendo la asamblea a la profesión de fe, a la oración universal y a la liturgia eucarística. Por consiguiente, quienes por ministerio específico están encargados de la predicación han de tomarse muy en serio esta tarea». Actualización del texto bíblico, descubrimiento de la eficacia actual de la Palabra de Dios, mayor comprensión del misterio eucarístico, profundización de la fe e invitación a difundir el mensaje evangélico, son pues las coordenadas constitutivas y la esencia de la homilía. Por eso «se han de evitar homilías genéricas y abstractas, que oculten la sencillez de la Palabra de Dios, así como inútiles divagaciones que corren el riesgo de atraer la atención más sobre el predicador que sobre el corazón del mensaje evangélico».

En consecuencia, «debe quedar claro a los fieles que lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía» (VD 59). El sacerdote buscará con sus palabras que los fieles puedan descubrir el rostro amable de Jesucristo que se encuentra en los cuatro Evangelios, que oigan y metan en práctica las inspiraciones que el Espíritu Santo suscita en sus corazones por la proclamación de la Palabra de Dios. La centralidad de Cristo en la homilía se refleja no solo en las palabras, sino en todas las actitudes del predicador: «Los fieles perciben el amor del celebrante a Cristo en el tono, en las expresiones, en la alegría, la sencillez, el entusiasmo. De ahí deriva el tipo peculiar de preparación requerida por la homilía: un estudio meditativo, íntimamente unido a la oración personal».

El texto de VD citado concluye diciendo: «Por eso se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado […]. El predicador tiene que “ser el primero en dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia” , porque, como dice san Agustín: “Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior” . Cuídese con especial atención la homilía dominical y la de las solemnidades; pero no se deje de ofrecer también, cuando sea posible, breves reflexiones apropiadas a la situación durante la semana en las misas cum populo, para ayudar a los fieles a acoger y hacer fructífera la Palabra escuchada» (VD 59).

Unas últimas palabras

Para concluir, quiero volver a insistir en algo que es esencial para nuestra fe: que la «Palabra de Dios», siendo por excelencia el Verbo eterno del Padre, la Persona del Hijo Eterno, que el Padre pronunció antes de todos los siglos, que se hizo carne, entró en el tiempo y en la historia de los hombres para llevar a cabo nuestra salvación, esa Palabra debe llenar toda la vida del cristiano y especialmente del sacerdote. «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14).

La Palabra de Dios es por tanto una Persona, que vino a este mundo para hacernos descubrir el significado de nuestra existencia y mostrarnos los caminos que conducen hacia la plena felicidad, hacia Dios. Por eso, como enseña CEC 108, no hemos de perder de vista que «la fe cristiana no es una “religión del Libro”. El cristianismo es la religión de la “Palabra” de Dios, “no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo”. Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (cf. Lc 24,45)». No está centrada nuestra fe, por tanto, en un texto, aunque en el caso de la religión cristiana se trate del más excelente de los textos y ocupe ese lugar excelso de hacernos asequible el conocimiento de Aquel que es «camino, verdad y vida». En esto el cristianismo mantiene, respecto a los escritos en los cuales se inspira, una relación única, que ninguna otra tradición religiosa puede tener. Pero no hemos de perder de vista que es hacia Cristo a donde vamos; hacia una Persona, que debe ser el punto referencial de nuestra existencia y al que aclaman también las realidades creadas, la vida de los santos y toda la realidad de la Esposa de Cristo. Y ese Cristo «vive para siempre», poseyendo «un sacerdocio perpetuo», por eso «puede salvar perfectamente a los que se acercan a Dios a través de él, ya que vive siempre para interceder por nos otros» (Hb 7,24-25). Ese Cristo es el que el sacerdote ha de hacer vida de su vida hasta identificarse con El, a través de una oración continua que sabe encontrarle en todas las realidades creadas, humanas y divinas.

Pero el cristiano está llamado a proclamar la verdad. Lo que es vida suya lo ha de trasmitir a otros; a todos: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16,15), nos ha dicho el Señor. El sacerdote, en particular, sabe que por el Sacramento del Orden, está configurado a Cristo Sacerdote, Maestro, Santificador y Pastor de su Pueblo. Esta es la identidad de los sacerdotes que siendo «representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor, proclaman con autoridad su palabra; renuevan sus gestos de perdón y de ofrecimiento de la salvación, principalmente con el Bautismo, la Penitencia y la Eucaristía; ejercen, hasta el don total de sí mismos, el cuidado amoroso del rebaño, al que congregan en la unidad y conducen al Padre por medio de Cristo en el Espíritu» . De ahí que junto a su oración personal, que debe ser a la vez litúrgica, el sacerdote se sienta llamado a proclamar la verdad sobre Cristo desde esa misma liturgia. La homilía adquiere así un significado del todo especial. Es la expresión de una verdad que ha llenado la vida del que habla.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba