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ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 16 de mayo de 2012

Santa Sede

Sin la oración no hacemos el bien que queremos, sino más bien el mal que no queremos
Enseñanza de Benedicto XVI en la Audiencia General

Congregación para la Doctrina de la Fe analizó la respuesta de la Fraternidad Sacerdotal Pío X
Aún se debe esperar para un resultado final

Mundo

Una magnífica victoria para la libertad de la Iglesia
En el Tribunal Europeo

Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga condena asesinato de periodista hondureño
Comunicador había sido secuestrado el pasado 9 de mayo

La Orden de Agustinos Recoletos estrena un servicio on line de consultas sobre san Agustín
El servicio se ofrece en tres idiomas

Comunicado del Obispado de Alcalá de Henares
Por moción del ayuntamiento en contra del obispo

El espíritu de la liturgia

¿Cuándo celebrar? (2). El día del Señor (CIC 1166 1167)
Columna de teología litúrgica a cargo del padre Mauro Gagliardi

Flash

La Iglesia sevillana pide que no se excluya a los inmigrantes de la sanidad
Solicita al gobierno de Rajoy que rectifique el Decreto Ley que se aprobará mañana.

Foro

Mujeres y niños de Sudán del Sur huyen de la guerra
El éxodo es hacia Etiopía


Santa Sede


Sin la oración no hacemos el bien que queremos, sino más bien el mal que no queremos
Enseñanza de Benedicto XVI en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- La Audiencia General de este miércoles tuvo lugar a las 10,30 en la plaza de San Pedro, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de peregrinos y fieles llegados de Italia y del mundo. En su discurso en lengua italiana el papa, siguiendo su catequesis sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles, ha centrado su meditación sobre las expresiones de oración en las cartas de san Pablo.

Ofrecemos el discurso del santo padre.

*********

Queridos hermanos y hermanas:

En las últimas catequesis hemos reflexionado sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles, hoy quisiera iniciar a hablar de la oración en las cartas de san Pablo, el apóstol de las gentes. Antes de todo querría notar como no es causal que sus cartas sean introducidas y se cierren con expresiones de oración: al inicio agradecimiento y oración, al final la esperanza de que la gracia de Dios guíe el camino de la comunidad a la cual está dirigida el escrito. Entre la fórmula de apertura: “agradezco a mi Dios por medio de Jesucristo” (Rm. 1,8), y del deseo final: la “gracia del Señor Jesucristo esté con todos ustedes” (1Cor. 16,23), se desarrollan los contenidos de las cartas del apóstol. La de san Pablo son una oración que se manifiesta en una gran riqueza de formas que van del agradecimiento a la bendición, de la alabanza a la solicitud y a la intercesión, del himno a la súplica: una variedad de expresiones que demuestra como la oración involucra y penetra todas las situaciones de la vida, sean aquellas personales, sean aquellas de la comunidad a la que se dirige.

Un primer elemento que el apóstol nos quiere hacer entender es que la oración no tiene que ser vista como una simple obra buena realizada por nosotros hacia Dios, una acción nuestra. Es sobre todo un don, fruto de la presencia viva, vivificante del Padre y de Jesucristo en nosotros. En la carta a los Romanos escribe: “Del mismo modo también el Espíritu viene para ayudar a nuestra debilidad: no sabemos de hecho cómo rezar de manera adecuada, pero el Espíritu mismo intercede con gemidos inexpresables” (8,26). Y sabemos cuanto sea verdad lo que dice el apóstol: “No sabemos cómo rezar de manera conveniente”. Queremos rezar pero Dios está lejos, no tenemos las palabras, el lenguaje para hablar con Dios, ni siquiera el pensamiento.

Solamente podemos abrirnos, poner nuestro tiempo a disposición de Dios, esperar que Él nos ayude a entrar en el verdadero diálogo. El apóstol dice: justamente esta falta de palabras, esta ausencia de palabras, o este deseo de entrar en contacto con Dios es oración que el Espíritu Santo no sólo entiende, pero lleva, interpreta hacia Dios. Justamente esta debilidad nuestra se vuelve –gracias al Espíritu Santo–, verdadera oración, verdadero contacto con Dios. El Espíritu Santo es casi el intérprete que nos hace entender a nosotros mismos y a Dios qué es lo que queremos decirle.

En la oración nosotros experimentamos más que en otras dimensiones de la existencia, nuestra debilidad, nuestra pobreza, el ser creaturas, pues somos puestos delante de la omnipotencia y la trascendencia de Dios. Y cuanto más progresamos en el escuchar y dialogar con Dios –de manera que la oración se vuelve la respiración cotidiana de nuestra alma–, tanto más percibimos también el sentido de nuestro límite, no solamente delante a las situaciones concretas de cada día, pero también en la misma relación con el Señor. Crece entones en nosotros la necesidad de confiar, de confiarnos siempre a Él; entendemos que “no sabemos … cómo rezar de manera conveniente”. (Rm. 8,26). Y es el Espíritu Santo que ayuda nuestra incapacidad, ilumina nuestra mente y calienta nuestro corazón, guiando nuestro dirigirse a Dios. Para san Pablo la oración es sobre todo el operar del Espíritu en nuestra humanidad, para hacerse cargo de nuestra debilidad y transformarnos de hombres atados a la realidad material, a hombres espirituales.

En la primera carta a los Corintios dice: “Por lo tanto, nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Dios que nos permite conocer lo que Dios nos ha donado. De estas cosas nosotros hablamos con palabras que no son sugeridas por la sabiduría humana, en cambio enseñadas por el Espíritu, expresando cosas espirituales en términos espirituales” (2,12-13). Con su habitar en nuestra fragilidad humana, el Espíritu Santo nos cambia, intercede por nosotros y nos conduce hacia las alturas de Dios. (cfr Rm 8,26).

Con esta presencia del Espíritu Santo se realiza nuestra unión con Cristo, pues se trata del espíritu del Hijo de Dios, en el cual nos hemos vuelto hijos. San Pablo habla del espíritu de Cristo (cfr. Rm. 8,9) y no solamente del Espíritu de Dios. Es obvio: si Cristo es el Hijo de Dios, su espíritu es también el Espíritu de Dios, y así si el Espíritu de Dios se vuelve muy cercano a nosotros en el Hijo de Dios y el Hijo del hombre, el Espíritu de Dios se vuelve también espíritu humano y nos toca, y podemos entrar en la comunión del Espíritu.

Es como si se dijera que no solamente Dios Padre se hizo visible en la encarnación del Hijo, sino también el Espíritu de Dios se manifiesta en la vida y en la acción de Jesús, de Jesucristo que vivió, fue crucificado, murió y resucitó.

El apóstol recuerda que “nadie puede decir 'Jesús es el Señor', si no es bajo la acción del Espíritu Santo” (1 Cor. 12,3). Por lo tanto el Espíritu orienta nuestro corazón hacia Jesucristo, de manera que “no vivimos más nosotros, sino es Cristo que vive en nosotros” (cfr. Gal. 2,20).

En su catequesis sobre los sacramentos, al reflexionar sobre la Eucaristía, san Ambrosio afirma: “Quien se inebria del Espíritu está radicado en Cristo” (5, 3, 17: PL 16, 450).
Y querría ahora evidenciar tres consecuencias en nuestra vida cristiana cuando permitimos operar en nosotros no al espíritu del mundo, sino al espíritu de Cristo como principio interior de todo nuestro actuar.

Sobre todo con la oración animada por el Espíritu somos puesto en condiciones de abandonar y superar toda forma de miedo o de esclavitud, viviendo la auténtica libertad de hijos de Dios. Sin la oración que alimenta cada día nuestro estar en Cristo, en una intimidad que crece progresivamente, nos encontramos en la condición descrita por san Pablo en la Carta a los Romanos: no hacemos el bien que queremos, sino más bien el mal que no queremos (cfr. Rm. 7,19). Y esta es la expresión de la alienación del ser humano, de la destrucción de nuestra libertad, debido a las circunstancias de nuestro ser por el pecado original: queremos el bien que no hacemos y hacemos lo que no queremos, el mal.

El apóstol quiere hacernos entender que no es antes de todo nuestra voluntad la que nos libera de estas condiciones, y ni siquiera la Ley, sino más bien el Espíritu Santo. Y visto que “dónde está el Espíritu del Señor hay libertad” (2 Cor. 3,17), con la oración experimentamos la libertad que nos dona el Espíritu: una libertad auténtica que liberarnos del mal y del pecado en favor del bien y la vida, y por Dios. La libertad del Espíritu, prosigue san Pablo, no se identifica nunca ni con el libertinaje ni con la posibilidad de elegir el mal, sino con el fruto del Espíritu que es amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí” (Gal. 5,22). Esta es la verdadera libertad: poder realmente seguir el deseo de bien, de verdadera alegría, de comunión con Dios y no estar oprimido por las circunstancias que nos indican otras direcciones.

Una segunda consecuencia se verifica en nuestra vida cuando dejamos operar en nosotros al espíritu de Cristo, de esta manera la relación con Dios se vuelve tan profunda que no puede ser afectada por ninguna realidad o situación.

Entendamos entonces que con la oración no nos liberamos de las pruebas o de los sufrimientos, pero los podemos vivir en unión con Cristo, con sus sufrimientos, en la perspectiva de participar también de su gloria (cfr. Rm. 8,17). Muchas veces, en nuestra oración, le pedimos a Dios que nos libere del mal físico y espiritual, y lo hacemos con gran confianza. Entretanto muchas veces tenemos la impresión de que no somos escuchados y entonces corremos el riesgo de desanimarnos y de no perseverar. En realidad no hay grito humano que no sea escuchado por Dios y justamente en la oración constante y fiel que entendemos con san Pablo que “los sufrimientos del tiempo presente no son un obstáculo a la gloria futura que será revelada en nosotros” (Rm. 8,18). La oración no nos exenta de las pruebas o de los sufrimientos, mas bien –dice san Pablo–, nosotros “gemimos interiormente esperando ser adoptados como hijos, la redención de nuestro cuerpo” (Rm. 8,26).

Él nos dice que la oración no nos exenta del sufrimiento si bien la oración nos permite vivirla y enfrentarla con una fuerza nueva, con la misma confianza de Jesús, quien --según la Carta a los Hebreos--, “en los días de su vida terrena ofreció oraciones y súplicas con fuertes gritos y lágrimas a Dios que podía salvarlo de la muerte, y que debido a su pleno abandono en Él fue escuchado” (5,7). La respuesta de Dios Padre al Hijo, a sus fuertes gritos y lágrimas no fue la liberación de los sufrimientos, pero un exaudir mucho más grande, una respuesta mucho más profunda: a través de la cruz y de la muerte, Dios respondió con la resurrección del Hijo, con la nueva vida. La oración animada por el Espíritu Santo nos lleva además a vivir cada día el camino de la vida con sus pruebas y sufrimientos, con plena esperanza en la confianza de Dios que responde como respondió al Hijo.

Y en tercer lugar, la oración del creyente se abre también a las dimensiones de la humanidad y de todo lo creado, haciéndose cargo de la “ardiente expectativa de la creación, inclinada hacia la revelación de los hijos de Dios” (Rm 8,19). Esto significa que la oración, sostenida por el espíritu de Cristo que habla en lo íntimo de nosotros mismos nunca se queda cerrada en si misma, nunca es una oración solamente por mi, pero se abre para compartir los sufrimientos de nuestro tiempo y de los otros. Se vuelve intercesión hacia los otros y así liberación para mi, y canal de esperanza para toda la creación, expresión de aquel amor de Dios que se ha volcado en nuestros corazones por medio del Espíritu que nos fue dado (cfr. Rm. 5,5). Es justamente esto un signo de una oración verdadera que no termina en nosotros mismos sino que se abre a los otros y así me libera y ayuda para la redención del mundo.

Queridos hermanos y hermanas, san Pablo nos enseña que en nuestra oración tenemos que abrirnos a la presencia del Espíritu Santo, quien reza en nosotros con gemidos inexpresables, para llevarnos a adherir a Dios con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser. El espíritu de Cristo se vuelve la fuerza de nuestra oración 'débil', la luz de nuestra oración 'apagada', el fuego de nuestra oración 'árida', donándonos la verdadera libertad interior, enseñándonos a vivir enfrentando las pruebas de la existencia, con la certeza de no estar solos, abriéndonos a los horizontes de la humanidad y de la creación “que gime y sufre dolores de parto” (Rm. 8,22).

Gracias.

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Congregación para la Doctrina de la Fe analizó la respuesta de la Fraternidad Sacerdotal Pío X
Aún se debe esperar para un resultado final
CIUDAD DEL VATICANO, Miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- Hoy se reunió en sesión ordinaria la Congregación per la Doctrina de la Fe, durante la cual se han discutido diversos aspectos sobre la Fraternidad San Pio X.

Según informa la Sala de Prensa de la Santa Sede en un comunicado, los cerca de 30 miembros examinaron el texto de la respuesta de monseñor Bernard Fellay, recibida el 17 de abril de 2012, la que ha recibido observaciones que serán tenidas en cuenta para posteriores conversaciones entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X.

Sobre la consideración que se tendrá a las posiciones de los otros tres obispos de la fraternidad creada por el arzobispo cismático francés Marcel Lefevbre, es decir Alfonso de Galarreta, Richard Williamson y Bernard Tissier de Mallerais, el comunicado es escueto en señalar que dicha situación se tratará por separado con cada uno.

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Mundo


Una magnífica victoria para la libertad de la Iglesia
En el Tribunal Europeo
Grégor Puppinck                                                                                                     Director del Centro Europeo para la Ley y la Justicia (ECLJ)

ESTRASBURGO, Miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- El Tribunal europeo ha publicado hoy su sentencia en el importante asunto Fernández-Martínez contra España (demanda n° 56030/07) en la que concluye, por seis votos contra uno, que « la decisión del episcopado de no renovar el contrato de un profesor sacerdote casado y militante del Movimiento pro celibato opcional se enmarca en el ámbito del principio de libertad religiosa, amparado por el Convenio».

El ECLJ ha participado en el presente asunto en calidad de tercero interviniente (amicus curiae) así como en representación legal de la Conferencia Episcopal Española, asimismo tercero interviniente en el caso. Grégor Puppinck, Director del ECLJ, saluda esta importante victoria para libertad de la Iglesia; igualmente se congratula que el Tribunal haya formulado de forma clara y contundente el principio de libertad y de la autonomía de la Iglesia. Esta sentencia refleja el razonamiento desarrollado por el ECLJ en sus observaciones escritas de 20 de octubre de 2011.

El asunto trata la no renovación del contrato como profesor de religión y moral católica de un «sacerdote casado», padre de cinco hijos, tras la publicación de un artículo por el que se hacía público su pertenencia al «Movimiento pro celibato opcional ». En España, los profesores de religión pertenecientes a establecimientos públicos son empleados contratados por el Estado, nombrados por designación y bajo la autorización previa del Obispo correspondiente, teniendo éste la potestad de revocar o de no renovar dicha autorización, quedando el establecimiento público empleador vinculado por la decisión del obispo.

El presente caso cuestiona por tanto la libertad de la Iglesia de revocar su autorización a un profesor de religión católica por motivos de naturaleza religiosa, incluso aun cuando las causas materiales de dicha revocación de la autorización (el matrimonio y su toma de posición en la prensa) se encuentran bajo la protección de los derechos humanos, en particular del derecho al respeto a la vida privada y familiar y el derecho a la libertad de expresión. Tal y como indica el Tribunal, la cuestión principal planteada en el presente asunto es por tanto « saber si el Estado quedaba obligado, en el marco de sus obligaciones positivas provenientes del artículo 8, a prevalecer el derecho del demandante al respeto de su vida privada sobre el derecho de la Iglesia católica a negarse a renovar el contrato del interesado» (§ 79).

Esta cuestión tiene una importancia relevante dado que se sustenta sobre un conflicto de valores entre el catolicismo y una parte de la cultura occidental contemporánea, así como sobre la organización de las relaciones entre estas dos sociedades que son la Iglesia católica y el Estado. En el fondo, el demandante solicitaba al Tribunal europeo y a los « derechos humanos » que arbitrasen en el conflicto. Con prudencia y reserva, el Tribunal ha reconocido la incompetencia de los derechos humanos para fundamentar una sentencia sobre la correcta aplicación de una decisión de naturaleza estrictamente religiosa.

De hecho, por primera vez, tal y como lo había propuesto el ECLJ, el Tribunal europeo establece el principio por el cual « las exigencias de los principios de libertad religiosa y de neutralidad impiden ir más allá del examen relativo a la necesidad y a la proporcionalidad de la decisión de no renovar » el contrato del demandante toda vez que las circunstancias que han motivado la no renovación son de «naturaleza estrictamente religiosa »; la función del Tribunal, por tanto, «se limita a controlar que los principios fundamentales del ordenamiento jurídico interno o la dignidad del demandante no han sido puestas en cuestión» (§ 84).

Por consiguiente, una vez establecido que el demandante ha dispuesto de acceso a la jurisdicción nacional, el papel del Tribunal europeo debe quedar limitado a verificar:

1- Si los principios fundamentales del ordenamiento jurídico interno o la dignidad del demandante no han sido puestas en cuestión y

2- Si la decisión objeto de litigio posee un carácter estrictamente religioso.

Si se cumplen ambas condiciones, el Tribunal es por tanto incompetente para establecer una sentencia sobre la necesidad y la proporcionalidad de la decisión adoptada por la Iglesia. Este límite que el Tribunal europeo se impone a sí mismo tiene asimismo vocación a ser aplicado a las jurisdicciones nacionales, dado que provienen directamente de los artículos 9 (libertad de pensamiento, conciencia y religión) y 11 del Convenio (libertad religiosa y de asociación).

Por tanto, esta sentencia da como resultado que los jueces nacionales no pueden pronunciar una sentencia sobre tales decisiones de la Iglesia, so pena de violar las exigencias de los principios de libertad religiosa y de neutralidad. En sentido contrario, si las jurisdicciones nacionales constatan que « han intervenido en la decisión otros motivos distintos a aquellos de carácter estrictamente religioso » o que la decisión adoptada pone en cuestión los principios fundamentales del ordenamiento jurídico o la dignidad del demandante, éstas son, por consiguiente, competentes para juzgar la decisión en litigio.

El Tribunal ha estimado que el presente caso posee naturaleza estrictamente religiosa, y ello pese a que el demandante estaba contratado por el Estado.

Asimismo, de forma más que evidente, el Tribunal ha hecho prevalecer el « nexo de confianza especial » (§ 85) que debe existir entre un profesor de religión católica y la Iglesia católica, y ha juzgado «que el demandante quedaba sometido a las obligaciones de lealtad intensificadas » con motivo de la naturaleza particular de su trabajo y de su situación personal (§§ 85 et 86). El Tribunal ha concluido que, frente a la violación de esta obligación de lealtad por parte del demandante, «las autoridades eclesiásticas », al no renovar la autorización del demandante, « se han limitado a cumplir las obligaciones que le corresponden en aplicación del principio de autonomía religiosa » (§ 85 in fine), toda vez que « cuando, como en el presente caso, el nexo de confianza se quiebra, el obispo se ve obligado, en aplicación de las disposiciones del código de derecho canónico, a no proponer al candidato para el puesto » (§ 85).

Sin pronunciarse la sentencia sobre el contenido de la decisión del Obispo, el Tribunal ha confirmado que ésta se enmarca en el ámbito interno de la Iglesia. La obligación de lealtad justifica por tanto la decisión del obispo y se suma a la libertad religiosa como motivo por el que se concluye que no existe una violación de los derechos del demandante.

Esta sentencia rotunda, concreta y sintetiza la jurisprudencia reciente del Tribunal en esta materia . Contradice por tanto la reciente y controvertida sentencia Sindicatul Pastorul cel bun c.Rumanía en la que la sección tercera afirmaba el derecho de los sacerdotes a fundar sindicatos en contra de la voluntad de la Iglesia.

Es de suponer y cabe esperar por coherencia de la jurisprudencia del Tribunal que este asunto será renviado ante la Gran Sala, tal y como por otra parte ha solicitado el gobierno rumano.

Más allá del caso en concreto, la sentencia Fernández-Martínez pone igualmente en cuestión la conformidad con el Convenio de varias sentencias recientes dictadas por las jurisdicciones españolas en favor de profesores de religión cuyo modo de vida no concuerda con la religión que ellos enseñan y de la cual debieran dar testimonio en sus vidas.
De forma general, en conclusión, cabe congratularse por la libertad de la Iglesia y por la salvaguardia del sistema de derechos fundamentales al reconocer el Tribunal su incompetencia para pronunciar una sentencia sobre la adecuación de una decisión de naturaleza religiosa.

Cada vez más, los derechos humanos son presentados como elemento arbitrador para las diferencias existentes entre la religión y la cultura. Muchos esperan que los derechos humanos condenen la posición de las iglesias cristianas sobre cuestiones tales como el respeto a la vida y la familia, el respeto a la conciencia y a la ley moral, el matrimonio de los sacerdotes, la homosexualidad, el aborto, el divorcio, etc.

No obstante, si bien trasciende la naturaleza jurídica, el sistema de valores que constituye los derechos humanos tiene una tendencia a identificarse y a evolucionar con la cultura contemporánea dominante, aunque la apariencia de los derechos humanos en los conflictos entre la cultura y la religión parezca ficticio e imposible. Ello pone en cuestión la capacidad de los derechos humanos para asegurar una función de arbitraje más allá de supuestos en los que se discuten los derechos fundamentales invariables e incontestables relativos a la protección de la vida, a la dignidad e integridad de la persona.

Por ello cabe felicitarse que el sistema de derechos humanos encuentre en sí mismo, en el respeto debido a la libertad religiosa, su propia autolimitación frente al sistema de valores constituido por la religión católica. Esta sentencia supone un paso importante para el reconocimiento y el respeto en Europa de la libertad religiosa de la Iglesia en el seno y frente a la sociedad civil. El ECLJ se enorgullece de haber contribuido junto a la Conferencia Episcopal Española.

* * *

El Centro Europeo para la Ley y la Justicia (ECLJ) es una organización internacional no gubernamental dedicada a la promoción y a la protección de los derechos humanos en Europa y en el mundo. El ECLJ posee status consultivo especial ante las Naciones Unidas/ECOSOC desde 2007. El ECLJ actúa en materias jurídicas, legislativas y culturales. EL ECLJ defiende en particular la protección de las libertades religiosas, la vida y la dignidad de la persona ante el Tribunal europeo de Derehos Humanos y, a través de otros mecanismos ofrecidos por la Organización de Naciones Unidas, el Consejo de Europa, el Parlamento europeo, la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). El ECLJ fundamenta su acción sobre « los valores espirituales y morales que son patrimonio común de sus pueblos (europeos) y la verdadera fuente de la libertad individual, la libertad política y el imperio del Derecho, principios sobre los cuales se funda toda auténtica democracia » (preámbulo del Estatuto del Consejo de Europa)

Para ver más: www.eclj.org

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Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga condena asesinato de periodista hondureño
Comunicador había sido secuestrado el pasado 9 de mayo
TEGUCIGALPA, Miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, ha condenado el asesinato del periodista hondureño Alfredo Villatoro.

El reportero, que era coordinador de los informativos de la emisora HRN, fue hallado asesinado el pasado martes por la noche, en la localidad de Guasculile, en la zona norte de Tegucigalpa. Había sido secuestrado el pasado 9 de mayo cerca de su casa, por una banda de jóvenes que viajaban en dos vehículos.

El Cardenal hondureño afirmó: “Alfredo Villatoro era un buen periodista. Un gran profesional y también mi amigo. Mis oraciones van a su familia y compañeros. Alfredo dirigía los reflectores hacia la violencia y el tráfico de drogas que están estrangulando Honduras. Él es el último de los periodistas asesinados en Honduras solo por decir la verdad.

Estos asesinatos deben terminar inmediatamente. La libertad de prensa es la piedra angular de toda democracia. Hay que poner fin de una vez a intimidaciones y agresiones contra los medios de información en Honduras”, subrayó el alto prelado.

Según fuentes de Naciones Unidas, Honduras cuenta con el índice más alto de asesinatos de todo el planeta: 82 homicidios por cada 100.000 habitantes. El país es cada vez más peligroso para los periodistas, a causa del reciente aumento del tráfico de drogas y criminalidad organizada.

Son ya 22 los periodistas asesinados en el país, desde 2010.

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La Orden de Agustinos Recoletos estrena un servicio on line de consultas sobre san Agustín
El servicio se ofrece en tres idiomas
MADRID, Miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- La Orden de Agustinos Recoletos ha puesto en marcha el servicio on line de consultas sobre el santo fundador, denominado “San Agustín responde”, atendido por tres expertos de reconocido prestigio en agustinología, para facilitar la difusión de la figura de san Agustín y del carisma agustino recoleto.

El servicio está disponible en los tres idiomas oficiales de la institución que son el español, el inglés y el portugués, y su estreno ha coincidido con el aniversario del portal oficial de la Orden de Agustinos Recoletos, que ha cumplido cuatro años en Internet. Durante las primeras semanas, el servicio ha recibido numerosas preguntas sobre temáticas muy diversas. Desde curiosidades como por qué se le considera el santo de moda hoy día o por qué se le llamó el padre de Europa, a cuestiones de carácter más profundo como la forma en que san Agustín reconoció la llamada del Señor o lo que dice San Agustin para saber si realmente estamos haciendo la voluntad de Dios.

El equipo de expertos en agustinología que atiende este servicio está formado por tres religiosos agustinos recoletos:

*Enrique A. Eguiarte (1960) es licenciado en Literatura Latinoamericana por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, Máster en Letras Modernas por la misma Universidad, Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Navarra y Doctor en Teología y Ciencias Patrísticas por el Institutum Patristicum Augustinianum de Roma de la Universidad Lateranense. Es autor de numerosos artículos y libros sobre literatura, cultura y san Agustín. Ha sido profesor de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, del Centro Teológico de los Agustinos Recoletos en Marcilla (España) y de la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid. Es miembro de la AIEP (Association Internationale d’Études Patristiques), Presidente del Instituto de Agustinología de la OAR y es director de las revistas Mayéutica y Avgvstinus.

*José Anoz Gutiérrez (1943) es licenciado en ciencias bíblicas. Adjunto a la redacción de la revista Augustinus desde 1990, ha publicado San Agustín. Sermones nuevos y, en la revista citada, estudios de agustinología, entre otros el que actualiza la cronología agustiniana. En las Jornadas agustinianas españolas de 2001, 2002 y 2009 colaboró con sendas ponencias sobre Agustín. Trabajos suyos aparecen en la monumental obra en tres volúmenes El pensamiento de san Agustín para el hombre de hoy. Ha traducido y anotado varios libros del Santo en la edición bilingüe de sus obras completas, en 40 tomos, lo mismo que en la obra colectiva, en dos volúmenes, San Agustín. Obras y textos monásticos. Su interés por el Obispo de Hipona rastrea la presencia bíblica en el corpus agustiniano e intenta descubrir cuánto deben a Agustín la antropología filosófica y la teología sistemática.

*José Antonio Galindo Rodrigo (1936) ha impartido la asignatura Antropología teológica según san Agustín en la Facultad de Teología de Valencia (España), en la que continúa su docencia sobre la misma temática. Autor de artículos sobre el Obispo de Hipona tanto en la revista especializada Avgvstinvs como en otras. Sobre él ha publicado: Pedagogía de san Agustín y San Agustín. Doctrina espiritual. Codirector y coautor de la obra en tres gruesos tomos El pensamiento de san Agustín para el hombre de hoy. La presencia de Agustín es constante en sus conferencias y en los frecuentes ejercicios espirituales que dirige.

La Orden de Agustinos Recoletos hunde sus raíces en la reforma que vivió la Iglesia en el siglo XVI. Su nacimiento tuvo lugar en el Capítulo de la Provincia agustina de Castilla, celebrado en la ciudad española de Toledo el año 1588. Actualmente los agustinos recoletos se organizan en 8 provincias religiosas que están presentes en 19 países con 195 comunidades. En la actualidad cuenta con 1.136 religiosos distribuidos a lo largo y ancho del mundo. Están presentes en 19 países con una especial implantación en España, Filipinas y en el continente americano. Atienden 184 parroquias, medio centenar de centros educativos y universitarios con 75.000 alumnos a su cargo, además de los 8 territorios de misión en África, América y Asia. La comunidad agustino recoleta cuenta, entre sus religiosos, con 19 obispos.

Para utilizar el servicio: www.agustinosrecoletos.com/preguntas/inicio

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Comunicado del Obispado de Alcalá de Henares
Por moción del ayuntamiento en contra del obispo
ROMA, Miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- Ante los acontecimientos ocurridos en la ciudad de Alcalá de Henares y que afectan directamente al Ordinario del lugar, monseñor Juan Reig Pla, ofrecemos a nuestros lectores el comunicado emitido por el Obispado de Alcalá de Henares:

***********************
Este Obispado ha tenido conocimiento de la aprobación de la moción, que ha tenido lugar en el Excmo. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, en virtud de la cual –y citando incluso textos literales de documentos de la Santa Sede– los partidos políticos UPyD, PSOE e IU censuran diversos aspectos de la Doctrina Católica enseñada por Mons. Juan Antonio Reig Pla en su calidad de Obispo Complutense.

A la luz de estos hechos el Obispado de Alcalá de Henares quiere dejar constancia de lo siguiente:

1.En primer lugar este Obispado quiere mostrar su respeto por todas las personas, independientemente de su condición, y por todas las autoridades legítimamente constituidas.

2.Este respeto por las personas e instituciones obliga a recordar la inviolabilidad del derecho humano fundamental a la libertad religiosa. Ninguna institución humana está legitimada para juzgar y, menos aún, impedir que se enseñen los contenidos de la Doctrina Católica. Además, cuando tal juicio e intento de conculcar la libertad religiosa procede formalmente de una institución política, se produce una triste e intolerable violación de los Derechos Humanos y del principio de separación Iglesia-Estado.

3.La Diócesis de Alcalá de Henares confiesa todos y cada uno de los artículos de la Fe y la Moral Católicas, también en lo que se refiere a las personas con atracción sexual por el mismo sexo y la acogida pastoral que se les debe desde el amor y la verdad, a la inclinación homosexual propiamente dicha, a los actos homosexuales y a la imputabilidad referida a los mismos. Dicha doctrina puede consultarse en el Catecismo de la Iglesia Católica y en otros documentos de la Iglesia (ver en: www.obispadoalcala.org/homosexualidad.html).

4.Nuestro padre y pastor, el Obispo de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Pla, siempre ha enseñado, con caridad y verdad, la Doctrina Católica; y así seguirá haciéndolo, con la gracia de Dios.

5.Invitamos a todos los católicos a orar por la libertad religiosa y los demás derechos humanos en España, por nuestro pastor Mons. Juan Antonio Reig, y por todos aquellos que --sin juzgar su intención-–, lo persiguen por causa de la justicia.

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El espíritu de la liturgia


¿Cuándo celebrar? (2). El día del Señor (CIC 1166 1167)
Columna de teología litúrgica a cargo del padre Mauro Gagliardi
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos la columna de teología litúrgica a cargo del padre Mauro Gagliardi, esta vez con un artículo de Natale Scarpitta, experto en el tema.

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Natale Scarpitta*

Todo el año litúrgico está marcado por el ritmo regular de los domingos que se suceden, en los cuales la Iglesia a lo largo de los siglos, se reúne en asamblea litúrgica para celebrar el Misterio pascual de Cristo: “El domingo es por excelencia el día de la asamblea litúrgica, el día en el cual los fieles se reúnen” (Catecismo de la Iglesia Católica [CIC],1167).

¿Pero por qué el día domingo? La respuesta encuentra sus raíces profundas en el Nuevo Testamento. Según el testimonio concordado de los Evangelios, en el “primer día después del sábado” el Señor resucita y se aparece ante a las mujeres y después a los discípulos (cf. Mc. 16,2.9; Lc. 24,1; Jn. 20,1.19).

Ese mismo día Jesús se manifiesta a los discípulos de Emaús (cf. Lc. 24,13-35) y después a los once apóstoles (cf. Lc. 24,36; Jn. 20,19) y les dona el Espíritu Santo (cf. Jn. 20,22-23). Ocho días después, el Resucitado encuentra nuevamente a los suyos (cf. Jn. 20,26). Era aún domingo cuando cincuenta días después de la resurrección, el Espíritu Santo, bajo la forma de un “viento impetuoso” y “fuego” (Hch. 2,23), se infunde en los apóstoles reunidos con María en el Cenáculo.

Quedándonos en el ámbito de las Escrituras es importante notar que en el Apocalipsis (cf. 1,10) encontramos el único atestado del Nuevo Testamento, sobre el nuevo nombre que se le da al “primer día después del sábado”. Ese es “el día del Señor – Kyriaké heméra” (cf. también Didaché 14,1), en latín dies dominicus del cual viene el nombre “domingo”.

A partir de la resurrección del Señor, los primeros cristianos en espera del retorno glorioso del Salvador, manifestaban su fiel pertenencia a Cristo reuniéndose cada domingo para la “fracción del pan”. Numerosas son las fuentes que dan testimonio del origen apostólico de esta praxis. Un testimonio lo encontramos ya en la Primera Carta de san Pablo a los Corintios (cf. 16,2) y en el libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. 20,7-8). San Ignacio de Antioquía además, presentaba significativamente a los cristianos como “iuxta dominicam viventes” (Epistola ai Magnesii, 9,1), o sea los que viven según el domingo. San Jerónimo definía el domingo “el día de los cristianos, nuestro día” (In die dominica Paschae, II, 52).

Un autor oriental de inicios del siglo III, Bardesane, refiere que en cada región los fieles ya entonces santificaban regularmente el domingo (cf. Diáologo sobre el destino, 46). También Tertuliano no duda en afirmar que en el domingo “nosotros celebramos cada semana la fiesta de nuestra Pascua” (De sollemnitate paschali, 7). El papa Inocencio I, a inicios del siglo V escribía: “Nosotros celebramos el domingo debido a la venerable resurrección de nuestro Señor Jesucristo, no solamente en Pascua, sino en cada ciclo semanal” (Epist. ad Decentium, XXV, 4,7).

Un testimonio heroico de esta praxis litúrgica, consolidada desde tiempos apostólicos, nos llega de Abitene, en donde 49 mártires, sorprendidos un domingo cuando intentaban celebrar la Eucaristía (lo que había sido prohibido por Dioclesiano), no dudaron a enfrentar la muerte exclamando: “Sine dominico non possumus”, osea que para ellos no era posible vivir sin celebrar el día el Señor. Eran conscientes que su íntima identidad se manifestaba celebrando la Eucaristía en el día del memorial de la resurrección de Cristo.

Igualmente rica aparece la imagen que connota el domingo como “el día del sol”. Cristo es la luz del mundo (cf. Jn. 9,5; cf. también 1,4-5.9), el “sol que surge para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte”. (Lc. 1,78-79), “Luz para iluminar a las gentes” (Lc. 2,32). El día en el que conmemoramos el fulgor de su resurrección marca así la epifanía luminosa de su gloria.

En la liturgia de hecho cantamos “Oh, día primero y último, día radiante y espléndido del triunfo de Cristo”. El domingo es el día en el que celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte; el día que lleva al cumplimiento la primera creación y, al mismo tiempo, inaugura la nueva creación (cf. 2 Cor. 5,17). En la sucesión semanal de los días, el domingo además de ser el primer día representa también el octavo: esto en la simbología tan estimada por los Padres de la Iglesia indica el último día, el escatológico, que no conoce ocaso. El Pseudo Eusebio de Alejandría definía admirablemente el día del Señor como el “señor de los días” (cf. Sermone 16).

De todo esto emerge que el domingo no es el día de la memoria, que recuerda nostálgicamente un evento pasado. Es más bien la celebración actual de la presencia viva de Cristo, muerto y resucitado en la Iglesia, su Esposa y su Cuerpo Místico.
La Constitución Sacrosanctum Concilium, retomando vigorosamente el irrenunciable valor eclesial del día dominical, enseña que a imagen de la primera comunidad de discípulos delineada en Hechos, el domingo “los fieles tienen que reunirse juntos para escuchar la Palabra de Dios y participar a la Eucaristía, y así hacer memoria de la Pasión, resurrección y de la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios que los ha regenerado para una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (n. 106).

La celebración de la pascua semanal representa por lo tanto la columna fundamental de toda la vida de la Iglesia (cf. CIC, 2177), porque en ésta se da la santificación del pueblo de Dios, hasta el domingo sin ocaso, hasta la Pascua eterna y definitiva de Dios con sus criaturas.

* El padre Natale Scarpitta, presbítero de la Archidiócesis de Salerno – Campagna – Acerno, es Doctorando en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Traducción del italiano por Sergio H. Mora

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La Iglesia sevillana pide que no se excluya a los inmigrantes de la sanidad
Solicita al gobierno de Rajoy que rectifique el Decreto Ley que se aprobará mañana.
SEVILLA, miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- La Mesa de Inmigración Diocesana de Sevilla, organismo dependiente de la Delegación Diocesana de Migraciones de la Archidiócesis de Sevilla, que reúne a entidades y asociaciones cristianas que trabajan con el colectivo inmigrantes, ha pedido al gobierno popular de Mariano Rajoy que rectifique y "permita el acceso de los inmigrantes indocumentados a la sanidad pública".

De esta manera y con motivo de la aprobación mañana en el congreso del Real Decreto Ley de medidas urgentes en el ámbito sanitario, la Mesa de Inmigración Diocesana de Sevilla y 36 entidades han remitido a los grupos políticos sevillanos con representación parlamentaria un comunicado en el que pide al Gobierno que rectifique su decisión de excluir de la sanidad pública a las personas inmigrantes sin documentación.

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Mujeres y niños de Sudán del Sur huyen de la guerra
El éxodo es hacia Etiopía
Por Eva-Maria Kolmann

GAMBELLA, Miércoles 16 mayo 2012 (ZENIT.org).- «¡Cuidado! Retirad las cámaras». Inmerso en una inmensa nube de polvo rojo, el jeep de una patrulla de las fuerzas de seguridad pasa a nuestro lado. Hemos tenido suerte de nuevo. Los soldados pueden volverse muy bruscos cuando descubren que alguien intenta acercarse a los refugiados de Sudán del Sur quienes, extenuados, aparecen sentados a lo largo de la carretera que conduce al aeropuerto de Gambella, ciudad del oeste de Etiopía. «Very terrible»; así califica el sacerdote que nos acompaña a las fuerzas de seguridad, «realmente terribles». Las cámaras no están bien vistas; no podemos descender tampoco del vehículo. A escondidas, hacemos fotos desde la ventana del automóvil.

Bajo un árbol, cerca de la carretera, pueden verse a unas mujeres demacradas, acompañadas por niños semidesnudos. De las ramas han colgado bolsas de plástico de vivos colores: allí tienen todo lo que pueden llevar consigo en esta larga marcha.
El termómetro sigue marcando casi 40 grados, pero durante las últimas semanas el calor fue mucho más sofocante. Muchos de los refugiados han recorrido más de 200 kilómetros bajo este sol abrasador, hasta encontrar por fin un lugar donde pueden permanecer provisionalmente.

Una mujer escuálida ve nuestro automóvil; se levanta y extiende las manos con un gesto suplicante. Casi un motivo bíblico: espontáneamente me viene a la cabeza la frase «Raquel llora por sus hijos». Reúne consigo a los ocho niños que saltan alrededor del árbol. Con sus gestos parece rogar que el mundo vea su desgracia: hace gestos dirigiéndose a sus hijos y alza las manos al cielo. Su aspecto es el de una mujer mayor; sin embargo, a juzgar por la edad de sus hijos no puede tener más de treinta años. ¿Cómo habrá conseguido superar esa marcha con ocho niños?

Por donde alcanza la vista se aprecian manchas de color diseminadas en el parco paisaje: por todos los lugares donde hay arbustos han encontrado un mísero refugio tras abandonar sus hogares. La mayoría son mujeres y niños; los hombres están en la guerra. Un niño pequeño juega con una rueda vieja de bicicleta; otros trepan por los matorrales, se balancean en la rama de un arbusto y se columpian. Las madres están en cuclillas sobre telas o sobre la tierra desnuda. En los matojos hay ropa secándose. De algunos fuegos se levanta humo; en unos pocos cacharros se cocina una comida que ha de ser suficiente para muchos.

Solo en la Vicaría Apostólica de Gambella, limítrofe con Sudán del Sur, han buscado refugio hasta ahora entre 20.000 y 30.000 personas; y cada día son más. El Obispo Angelo Moreschi hace todo lo que está en sus manos para ayudarles. Siempre que lo permiten las autoridades, envía un camión-cisterna con agua para estas personas sedientas. Aquí, el agua es un bien de inmenso valor. Pero tanto valor tienen también las palabras y los gestos de esperanza. Allí donde los refugiados permanecen más tiempo y se les permite, los sacerdotes también dan consuelo a las almas. La mayoría de los sudaneses del sur son cristianos. Ya hay tres capillas para refugiados, en diversos lugares del territorio de la Vicaría. En el futuro precisarán más ayuda, pues también en este mismo momento siguen haciendo su hatillo mujeres en Sudán del Sur; reúnen a sus hijos y se ponen en marcha en este dificultoso y largo camino.

El futuro no tiene buen aspecto. Omar Hassan al-Baschir, el Presidente de Sudán, con sede en Jartum, quiere la guerra con Sudán del Sur, independiente desde el pasado julio. Según los expertos, una nueva guerra tendría peores consecuencias que la guerra civil de 1983 a 2005, que costó la vida a más de 2 millones de personas y dejó sin hogar a muchos millones. El miedo es especialmente grande sobre todo en la región fronteriza entre el norte y el sur de Sudán. Los niños huyen gritando a cuevas y agujeros en la tierra cuando oyen el ruido de los aviones. Numerosas personas han muerto o han resultado gravemente heridas en los bombardeos.

Hace tiempo que se olvidaron los fuegos artificiales y los tambores con los que los habitantes de Sudán del Sur expresaron su alegría, hace menos de un año, para celebrar el nacimiento de su propio Estado. Hoy, un sinnúmero de niños semidesnudos y de mujeres llorosas y escuálidas huye. Si no hay paz entre el norte y el sur de Sudán, una nueva generación de niños no conocerán otra cosa que el miedo, la muerte y la violencia, o la miseria de un campo de refugiados. «El mal existe. A quien no lo crea, me gustaría traerle aquí y enseñarle todo lo que está sucediendo», dice el padre Dr. Andrzej Halemba, responsable de proyectos de «Ayuda a la Iglesia Necesitada». Toda ayuda, todo signo de esperanza, todo gesto de caridad les asegura también la supervivencia del alma. ¿Se limitará el mundo a ser mero espectador, sin hacer nada?

Nosotros tenemos que continuar; no podemos pararnos mucho tiempo. Los niños nos dicen adiós con las manos y nosotros respondemos a ese gesto. Más no podemos hacer en este momento, pues las patrullas de la fuerzas de seguridad siguen pasando a lo largo de la carretera que conduce al aeropuerto de Gambella, donde Raquel llora por sus hijos. ¿A quién protegen de quién?

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