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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 23 de mayo de 2012

Santa Sede

'Aprendamos a disfrutar en la oración de la belleza de ser amigos de Dios'
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General

Mundo

Cuarenta mil jóvenes neocatecumenales con Kiko Argüello en Nápoles
Trescientos respondieron a la llamada vocacional para evangelizar en China

Reelegido el superior general de los Hermanos del Sagrado Corazón
El Capítulo General renovó la confianza al hermano José Ignacio Carmona

Encuentro Mundial de las Familias

Una comida de solidaridad ofrecida por el papa
Cien familias invitadas en Milán a una gran mesa organizada por la Caritas Ambrosiana

'El amor se aprende. Las etapas de la familia'
Nuevo libro con textos de Benedicto XVI

Entrevistas

Desafíos de la vida religiosa en la Nueva Evangelización
Entrevista al padre Jacob Nampudakam, rector general de los palotinos

Documentación

El cristianismo no es la religión del miedo sino del amor al Padre
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General

Cuba: 'El compromiso con la verdad'
La revista 'Espacio Laical' defiende la actuación del cardenal Jaime Ortega


ANUNCIOS


Santa Sede


'Aprendamos a disfrutar en la oración de la belleza de ser amigos de Dios'
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 23 mayo 2012 (ZENIT.org).- La Audiencia General de esta mañana tuvo lugar a las 10,30 en la plaza de San Pedro, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de peregrinos y fieles llegados de Italia y del mundo. En el discurso en lengua italiana, el papa, siguiendo su catequesis sobre la oración en las Cartas de San Pablo, ha centrado su meditación en el tema "El Espíritu y el abbà de los creyentes".

El papa en su discurso ha recordado que Jesús nunca perdió su fe en el Padre y en Getsemaní, cuando siente la angustia de la muerte, su oración es: "Abba!, ¡Padre!".

Desde las primeras etapas de su camino, dijo Benedicto XVI, "la Iglesia ha acogido esta invocación y la ha hecho propia, sobre todo en la oración del Padre Nuestro, en la cual decimos todos los días: "Padre... Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".

Recordó que, en las cartas de san Pablo lo encontramos dos veces.

"El cristianismo --afirmó el santo padre- no es una religión del miedo, sino de la confianza y del amor al Padre que nos ama. Estas dos afirmaciones densas nos hablan del envío y de la recepción del Espíritu Santo, el don del Resucitado, que nos hace hijos en Cristo, el Hijo unigénito, y nos coloca en una relación filial con Dios".

"Tal vez el hombre moderno --subrayó Benedicto XVI- no percibe la belleza, la grandeza y el profundo consuelo contenidos en la palabra 'padre' con la que podemos dirigirnos a Dios en la oración, porque la figura paterna a menudo hoy no está suficientemente presente, y a menudo no es suficientemente positiva en la vida diaria".

"La ausencia del padre, el problema de un padre no presente en la vida del niño es un gran problema de nuestro tiempo, por lo que se hace difícil entender en profundidad qué significa que Dios sea Padre para nosotros".

El papa se detuvo a considerar la paternidad de Dios, "para que podamos dejarnos calentar el corazón con esta realidad profunda que Jesús nos ha hecho conocer plenamente y para que se nutra nuestra oración".

Afirmó que en Dios el ser Padre tiene dos dimensiones: "En primer lugar, Dios es nuestro Padre, porque Él es nuestro Creador. Cada uno de nosotros, cada hombre y mujer es un milagro de Dios, es querido por Él, y es conocido personalmente por Él".

Pero esto no es suficiente, añadió: "El Espíritu de Cristo nos abre a una segunda dimensión de la paternidad de Dios, más allá de la creación, porque Jesús es el 'Hijo' en el sentido pleno, 'de la misma sustancia del Padre', como profesamos en el Credo. Convirtiéndose en un ser humano como nosotros, con la encarnación, muerte y resurrección, Jesús a su vez nos recibe en su humanidad y en su mismo ser de Hijo, para que así nosotros podamos entrar en su específica pertenencia a Dios".

El papa concluyó exhortando a aprender "a disfrutar en nuestra oración de la belleza de ser amigos, también hijos de Dios, de poderlo invocar con la confianza que tiene un niño con los padres que lo aman. Abramos nuestra oración a la acción del Espíritu Santo para que grite en nosotros a Dios "¡Abba!¡ Padre!", y para que nuestra oración cambie, convierta constantemente nuestro pensamiento, nuestra acción, para que se vuelva conforme a la del Hijo Unigénito, Jesucristo".

Se puede leer el texto completo del discurso en: http://www.zenit.org/article-42275?l=spanish.

Al acabar su discurso, el papa se dirigió a los distintos grupos de peregrinos en su lengua. A los peregrinos de habla española les dijo: "Dentro de las catequesis sobre la oración que estamos desarrollando, hoy quisiera resaltar un aspecto que Jesús mismo nos enseñó al llamar a Dios Abbá, Padre, con la sencillez, el respeto, la confianza y el afecto de un niño con sus padres. La Iglesia ha acogido esta invocación, que nosotros repetimos en el Padre nuestro, porque el Espíritu Santo nos lo inspira en nuestro corazón. Sí, el poder llamar Padre a Dios es un don inestimable. No sólo reconocemos en él al Creador de nuestros días, sino a quien nos conoce a cada uno por nombre, se cuida siempre de nosotros y nos ama inmensamente, como nadie en el mundo es capaz de amar. Así, pues, en la oración entramos en un trato de intimidad y familiaridad con un Dios personal, que nos ha querido hacer partícipes de la plenitud de la vida que nunca nos abandona. En la plegaria, no sólo nos dirigimos a Dios, sino que entramos en una relación recíproca con él. Una relación en la que nunca estamos solos: nos acompaña Cristo en persona, el Hijo de Dios por naturaleza; y también la comunidad cristiana, con toda la diversidad y riqueza de sus carismas, como familia de los hijos de Dios.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, Argentina, El Salvador, México y otros países latinoamericanos. Que Dios, nuestro Padre, aliente nuestro coloquio frecuente y devoto con él".

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Mundo


Cuarenta mil jóvenes neocatecumenales con Kiko Argüello en Nápoles
Trescientos respondieron a la llamada vocacional para evangelizar en China
Por Salvatore Cernuzio

NÁPOLES, miércoles 22 mayo 2012 (ZENIT.org).- “Yo vengo a reunir a todas las naciones”, entonaba Kiko Argüello en el canto elegido para abrir el gran encuentro con los jóvenes del Camino Neocatecumenal que tuvo lugar en Nápoles, Italia, el domingo 20 de mayo.

Y justo esto es lo que sucedió en la plaza del Plebiscito: la histórica plaza en el corazón de Nápoles vio a cerca de cuarenta mil chicos y chicas procedentes no sólo de Italia sino también de Francia, Luxemburgo, Alemania, Bélgica, Suiza, Malta, Albania y Yugoslavia, reunirse para escuchar una palabra de Dios y obtener discernimiento sobre su vocación.

El objetivo fue evidentemente logrado, vistas las “alzadas” al término del encuentro: 200 chicos para el presbiterado y cerca de 120 chicas –algunas jovencísimas- para la nueva evangelización en China. Un centenar de jóvenes dió su disponibilidad a rezar diariamente el rosario ante el Santísimo por las missio ad gentes que el Camino desde hace años promueve en las zonas secularizadas de Europa.

En concreto, se entregaron cerca de 60 rosarios a grupos de jóvenes de Campania a quienes se confiaron las missio ad gentes de Niza, Marsella y Lausana; mientras que las misiones de Lyon, Albi y Tolón fueron confiadas a otras regiones de Italia.

La invasión pacífica de los jóvenes neocatecumenales empezó desde la mañana, caracterizada por ese entusiasmo que es ya un rasgo distintivo de todos los pertenecientes a esta realidad de fe y que ni siquiera una ligera e insistente llovizna logró detener.

Cantos y danzas resonaron en las calles napolitanas para luego aquietarse y transformarse en largos aplausos en torno a las 15,30, con la llegada de los iniciadores del Camino, Kiko Argüello y Carmen Hernández, junto al cardenal de Nápoles Crescenzo Sepe, y el padre Mario Pezzi.

Un “encuentro lleno de luz y de fuerza del Espíritu Santo para nosotros y Nápoles”, dijo Kiko en su monición ambiental, antes de acoger a la Virgen del Carmen, transportada a la tribuna por los seminaristas y presbíteros, mientras el canto “Una gran señal” –leit motiv de la JMJ de Madrid– despertaba el ánimo de los jóvenes de la plaza.

Tras dar gracias a la Virgen porque “ha inspirado este Camino y está ayudando a todos”, Kiko comentó una Palabra de la segunda Carta de San Pablo a los Corintios (5,14), invitando a los presentes a acogerla porque ella “tiene el poder de exorcizarnos y cambiar la vida de muchos”. Es el anuncio del Kerygma, la buena noticia de Cristo Resucitado, que Kiko no deja nunca, en sus encuentros, de remarcar con fuerza. “Todos los hombres han nacido con la muerte dentro –afirmó--, es el pecado original entrado en el mundo por envidia del demonio. Por esto se tiene miedo de la muerte, se escapa de ella, convirtiéndose así en esclavos del demonio”.

¿Cómo se supera este miedo?, se preguntó. “¡Venciendo a la muerte! Cristo ya lo ha hecho con la resurrección que es suya y nuestra”, respondió empuñando el crucifijo sobre la tribuna. “Murió para que el hombre no viva ya para sí mismo” y esta, añadió, “es la verdad según la cual todos hoy estamos llamados a vivir”.

La invitación es, por tanto, “a ser como la Madre de Cristo hoy”, a creer en este plan de salvación diciendo nuestro “sí” a Dios, sin tener miedo porque “no estamos solos”. Por ello, concluyó Kiko, “no temáis dar vuestra vida a Cristo, nada nos puede impedir amarlo, incluso los sufrimientos ayudan a estar unidos a El”.

Una fuerte palabra de ánimo, en tal sentido, llegó también del cardenal Sepe, que exhortó a decir el propio sí al Señor e ir a todo el mundo para predicar el Evangelio: “Dios se pone en camino para encontrar el hombre –dijo--. Vosotros del Camino, por tanto, proseguid el camino de Cristo”. “No debéis temer, El os ha elegido y os manda a anunciar la salvación. Id, por tanto, y haceros misioneros de la verdadera vida en este mundo que desprecia a Dios, predica violencia, asesinatos, y no tiene miedo de matar a inocentes de 16 años”, casi gritó el purpurado, refiriéndose a los últimos trágicos sucesos de Brindisi.

Todo concluyó con las llamadas vocacionales para “hacerse obreros de la nueva evangelización” en el Este del mundo, en especial en China y Vietnam. Un río de más de trescientos jóvenes dió su propia respuesta al Señor y, corriendo hacia la tribuna, cada uno recibió la bendición de los obispos y presbíteros presentes.

Al término del encuentro, ZENIT abordó a algunos de estos chicos pidiéndoles que nos cuenten libremente su propia experiencia. El primero es Simón, de 23 años, de Roma, ya en su tercera “alzada”, que a la pregunta sobre qué le ha impulsado a reconfirmar esta llamada, responde: “La gratitud hacia Dios por todo lo que siempre ha hecho. Siento que mi vida no tiene sentido sin El y que todo el resto no me satisface, por tanto quiero de verdad entregarle todo y doy gracias de estar en una realidad como la del Camino Neocatecumenal que me ha iluminado en esta elección”.

Le hace eco Mattia, de Umbria, que dice: “Quiero lanzarme a esta 'aventura' maravillosa que Dios quiere llevarme a tener, como ha dicho Kiko. Humanamente, tengo un poco de miedo de tener que dejar casa, familia, etc, pero me ayudan mucho los testimonios de otros hermanos que han abandonado sus seguridades y han recibido el céntuplo. Estoy seguro de que Dios no quiere fastidiarme, sino que quiere solo mi felicidad”.

Nos ofrece su testimonio, por último, Stefano, de 19 años, del Lazio, en su primer encuentro vocacional: “He entrado hace poquísimo tiempo en el Camino Neocatecumenal –dice- pero ya me ha permitido vivir experiencias extraordinarias, como justo la jornada de hoy”.

“El espíritu de Kiko –añade- que tiene más de 70 años tiene la fuerza y el entusiasmo de un muchachito, su catequesis, la comunión que se ha creado enseguida con las otras personas, las llamadas vocacionales, la serenidad que transparenta en modo claro la cara de todos, me han hecho comprender que Dios está verdaderamente en medio de nosotros y que sólo en la Iglesia puedo encontrar la vía para ser feliz”.

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Reelegido el superior general de los Hermanos del Sagrado Corazón
El Capítulo General renovó la confianza al hermano José Ignacio Carmona
ROMA, miércoles 23 mayo 2012 (ZENIT.org).- El Capítulo General de la Congregación de Hermanos del Sagrado Corazón ha reelegido como superior general al hermano José Ignacio Carmona, de 63 años, quien ya venía desempeñando esta misión de servicio a todo el instituto religioso desde hace seis años.

La elección tuvo lugar en el marco del 35 Capítulo General de la Congregación que se ha reunido en Roma desde el 25 de abril hasta el 25 de mayo con la participación de 48 capitulares que representan a los 1.080 Hermanos de todo el mundo.

El hermano José Ignacio Carmona nació en 1949 en Lacar-Yerri (Navarra-España). En 1965, emitió su primera profesión, y en 1971 su profesión perpetua. Es maestro, licenciado en Física y también licenciado en Filosofía y Ciencias Religiosas. Además del castellano, domina el francés, inglés, portugués e italiano.

Inició su vocación de religioso educador en España y, muy joven, partió para Colombia que convirtió en su segunda patria, donde pasó 35 años dando amistad y corazón a niños y jóvenes. Además de educador se desempeñó en diferentes cargos de responsabilidad: profesor, formador de religiosos, director, superior regional del Distrito de Colombia y Provincial de Colombia.

El reelegido superior general, informan a ZENIT fuentes de la Congregación, es una persona sencilla, familiar, de “corazón grande”, dotado de buen humor, apertura, especial cariño por las gentes sencillas y necesitadas, buen conversador, amante de la lectura y del montañismo. Puede decirse que toda su vida, hasta hoy, estuvo vinculada al mundo de la educación y al servicio de su Congregación con la que se siente identificado y a la que tanto ama.

En este nuevo período de otros seis años continuará al frente del Instituto de los Hermanos del Sagrado Corazón, fundado en Lyon por el padre Andrés Coindre. el 30 de septiembre de 1821, “para librar a los jóvenes de la ignorancia, prepararlos para la vida y darles el conocimiento y el amor de la religión”.

Actualmente pertenecen a esta familia religiosa 1.080 Hermanos, repartidos en 33 países, que viven en 172 comunidades o casas religiosas y que atienden, con la ayuda de numerosos colaboradores laicos, a unos 90.000 niños y jóvenes.

Asistido por los cuatro consejeros generales --hermanos Denis Plourde (América Austral), Raymond Hetu (Estados Unidos), Serge Toupin (Canadá), y Charles Biagui (Senegal)- y en unión con todos los hermanos del Instituto tratará de llevar adelante y hacer realidad en toda la Congregación el lema del Capítulo: “Una llamada a una misión profética”, en fidelidad al carisma de los fundadores padre Andrés Coindre y venerable hermano Policarpo.

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Encuentro Mundial de las Familias


Una comida de solidaridad ofrecida por el papa
Cien familias invitadas en Milán a una gran mesa organizada por la Caritas Ambrosiana
MILÁN, miércoles 23 mayo 2012 (ZENIT.org).- Una comida de solidaridad para cien familias será ofrecida por el papa Benedicto XVI y tendrá lugar el domingo 3 de junio, a las 13,30, en el comedor de la Universidad Católica, con motivo del último día de la visita papal a la capital lombarda.

Esta "comida de solidaridad", organizada por la Caritas Ambrosiana, quiere subrayar los valores de la acogida, apertura al otro y ayuda recíproca, en el centro del VII Encuentro Mundial de las Familias. El santo padre ha querido por tanto realizar un gesto concreto y tangible de solidaridad, ofreciendo una comida.

Entre los comensales de la gran mesa solidaria, familias de todas las nacionalidades elegidas por los entes caritativos de la diócesis de Milán. Tras el Fondo de acogida a familias del mundo, otra iniciativa de solidaridad bajo el signo del Family 2012.

Las familias invitadas han sido elegidas entre aquellas seguidas por los servicios y centros de acogida de diversas realidades caritativas. Entre los invitados estarán también familias golpeadas por la crisis, refugiados políticos, inmigrantes, parejas de ancianos solos que comerán junto a voluntarios y a agentes sociales que viven día a día sus dificultades: en total cien familias (cerca de 300 personas). Un momento de convivencia y de compartir que tendrá los colores y las voces del mundo. Los comensales de esta gran mesa solidaria serán de diversas nacionalidades, así como provienen de diversos países los peregrinos venidos a Milán para encontrar al pontífice.

No es esta la única iniciativa de solidaridad que caracteriza al VII Encuentro Mundial de las Familias. Para ofrecer la oportunidad también a las familias que no se hubieran podido permitir los costes del viaje intercontinental, la Fundación Milán Familias 2012 ha instituído un fondo.

Con los donativos de muchos pequeños donantes, en tres meses, el "Fondo acogida familias del mundo" ha logrado recolectar cerca de cincuenta mil euros. Los recursos, gestionados por la Oficina Misionera de la diócesis de Milán, han permitido ayudar a 28 familias provenientes de Zambia, Bielorrusia, Brasil, Albania y Congo.

Gracias a las relaciones entre los misioneros ambrosianos y sus parroquias de origen, estas familias, además, han podido contar también con la ayuda de fieles de las parroquias de la diócesis de Milán, que en muchos casos además de abrir la cartera han abierto de par en par las puertas de su casa, ofreciendo acogida a los peregrinos en los días del Encuentro.

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'El amor se aprende. Las etapas de la familia'
Nuevo libro con textos de Benedicto XVI
ROMA, miércoles 23 mayo 2012 (ZENIT.org).- Se acaba de publicar “El amor se aprende. Las etapas de la Familia”, un libro con textos del papa Benedicto XVI, con motivo del Encuentro Mundial de las Familias de Milán.

Romana Editorial publica, junto a la Librería Editorial Vaticana, este nuevo libro del papa Benedicto XVI dedicado a la familia, que viene a documentar el hecho que la familia, según el magisterio del papa, es una realidad viva y en movimiento, el ámbito en el que se aprende y transmite el amor cristiano.

Benedicto XVI, pensador de estirpe agustiniana, ofrece una concepción de la familia intensamente ligada a las etapas de la vida. Lugar de acogida en la infancia, sustento durante las fases del crecimiento y permanente escuela en la que se aprende el amor. Desde aquí parte cada uno para formar, a su vez, una nueva familia, dando así continuidad a la vida.

El desafío que viene relanzado por la presente obra, es que el amor se puede aprender. Que se aprende y afianza a lo largo de la vida de cada individuo en el seno de una familia. Así, la sociedad que protege a la familia promueve la armonía social, salvaguarda su propio futuro y favorece la paz entre los hombres.

El interrogante que se halla en el centro neurálgico de esta obra es: ¿el amor "se aprende" o simplemente "se siente"? Este es el desafío que se nos propone: el amor no puede identificarse con un mero sentimiento, aunque ello pueda servir como chispa inicial para crecer hacia una verdadera entrega.

El amor se puede aprender a lo largo de la vida de cada individuo, en el seno de una familia. El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, no puede prescindir del amor. Ha sido creado por amor y para amar.

Por ello, la familia es la primera escuela donde se aprende a amar de verdad. Así lo presenta el santo padre, abriéndo su corazón al hacer memoria de su propia experiencia vivida en el seno de su familia.

La conclusión es evidente: una sociedad que protege a la familia está promoviendo su verdadero desarrollo, salvaguarda su propio futuro y favorece la paz entre los hombres.

Una visión profunda de la familia, una obra dirigida tanto a los fieles católicos, así como a la sociedad en su conjunto

Romana Editorial presenta la edición española de esta obra, publicada en Italia por la Librería Editorial Vaticana, en colaboración con San Paolo Edizioni, de la mano de Elio Guerriero, a propósito del Encuentro Mundial de las Familias, del 1 al 3 de junio, en el que participará el papa Benedicto XVI.

El libro se puede obtener en: http://www.amazon.es/s/ref=nb_sb_noss?__mk_es_ES=%C5M%C5Z%D5%D1&url=search-alias%3Daps&field-keywords=El+amor+se+aprende.+Las+etapas+de+la+familia&x=11&y=22&tag=zenit058-21.

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Entrevistas


Desafíos de la vida religiosa en la Nueva Evangelización
Entrevista al padre Jacob Nampudakam, rector general de los palotinos
Por José Antonio Varela Vidal

ROMA, miércoles 23 mayo 2012 (ZENIT.org).- A medida que se acerca la Asamblea Especial del Sínodo de los obispos para la Nueva Evangelización de octubre, se clarifica cada vez mejor cuál debe ser la respuesta de la vida religiosa al llamado del papa Benedicto XVI.

En continuación con nuestra serie de entrevistas a los superiores generales de las familias religiosas, ZENIT dialogó con el presbítero indio Jacob Nampudakam, rector general de la congregación fundada en 1835 por san Vicente Pallotti.

¿Cómo han recibido el llamado del papa Benedicto XVI a la nueva evangelización?

--P. Nampudakam: Este llamado es muy importante para nosotros como palotinos. Es un tema que está relacionado con nuestro carisma porque nuestro santo fundador deseaba construir una Iglesia en comunión, con la participación de todos los fieles, religiosos, presbíteros, laicos, todos juntos como verdaderos apóstoles de Cristo.

¿Cómo se debe presentar la fe al hombre contemporáneo?

--P. Nampudakam: Lo importante es volver al evangelio, y vivir más auténticamente el mensaje de Jesús. La nueva evangelización no es solo conferencias o libros, --que son importantes--, sino hasta que no volvamos al espíritu del evangelio, no podremos cambiar nada. Por lo tanto, creo que debemos presentar a Dios, a Jesús tal como es.

El papa dice que Dios es el ‘gran desconocido’ en la sociedad actual…

--P. Nampudakam: Pareciera que la gente no está interesada en Dios, pero de mi poca experiencia, pienso que en las profundidades del corazón siempre existe el deseo de Dios. He encontrado sobre todo entre los jóvenes cuando los confieso --que parecen muy desinteresados y confusos--, una sinceridad real en el corazón, una honestidad. El hombre no puede vivir sin Dios, puede negarlo por un poco de tiempo o crear una ilusión de grandeza e inmortalidad, pero en mi opinión Dios es una opción existencial.

¿Qué podría cambiarse en la vida religiosa para responder a este desafío de la nueva evangelización?

--P. Nampudakam: Para todos, seamos religiosos o laicos, la mayor tentación es el materialismo. Todos tenemos delante la bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres". Y esto no es un problema de oriente u occidente, sino un problema de la naturaleza humana, porque al igual que el pecado original, nos sentimos como Dios. El materialismo crea la ilusión de sentirse omnipotente, como Dios; por eso, una experiencia de pobreza real tanto espiritual, psicológica y humana es muy importante. Creo que para los más jóvenes es importante la experiencia de las misiones, porque cuando se visitan las misiones, cuando vemos a esos niños sin nada, nos toca el corazón y cambia la actitud hacia la vida.

Y en la formación religiosa, ¿qué debe tenerse en cuenta en el futuro?

--P. Nampudakam: La debemos fundar sobre las cosas esenciales. Muchas veces vivimos en ambientes un tanto alejados de la realidad. Está toda la teología, la filosofía, la ciencia, pero al final lo que importa aquí es nuestra relación íntima con Dios, con Jesús. Es decir: una vida sencilla, una cierta pobreza, no muchas grandezas; y también el contacto con las personas, con la experiencia pastoral de la misión y con la pequeñez humana, porque son valores importantes.

Usted habló de la misión… ¿Qué puede aprender el occidente del oriente?

--P. Nampudakam: En mi experiencia, hay puntos fuertes y débiles en cada cultura. Ninguna cultura es perfecta en sí misma. Podemos aprender mucho acerca de la cultura occidental y de la cultura de muchos otros países orientales o del África. Por ejemplo, yo soy de la India y en la cultura india, oriental, siempre hay un gran sentido de Dios como una cosa innata. En el mundo musulmán, todo el mundo se siente también así. Así es que necesitamos más interioridad, profundidad y no limitarse, por ejemplo a la liturgia, sino que debe haber una mayor experiencia de Dios. Luego, tener más simplicidad, porque el mundo y la sociedad crean tantas necesidades, pero podemos vivir una vida más simple, más pobre, esto es muy importante.

Y qué funciona bien en el oriente o en el África como estrategia pastoral, para aprender en el occidente?

--P. Nampudakam: Por ejemplo en la India, una estrategia misionera muy eficaz fue la de Madre Teresa. Ella como religiosa católica no tuvo ninguna dificultad en profesar la fe católica y todos aceptaron eso. Así que profesar honestamente nuestra fe es una cosa importante, y también respetar a todas las demás religiones. Otro punto es que el hombre se convierta en el centro del diálogo, pues donde no hay humanidad ni respeto a la persona, para mí es difícil reconocer que allí hay una religión verdadera. Así es que el hombre, sea hindú, musulmán o cristiano, es imagen de Dios y debemos respetarlo y servirlo.

Entonces, ¿el servicio puede ser una buena estrategia para que las personas encuentren a Cristo en las otras personas?

--P. Nampudakam: En primer lugar: se debe predicar el evangelio, porque nuestro trabajo no es sólo de carácter social. Pero no podemos olvidar las necesidades de los hombres, las obras de caridad, yo diría especialmente en África. Porque solo quien ha estado allí puede saber lo que esto significa. Las personas no tienen nada, y no podemos cerrar los ojos ante el sufrimiento de la gente, a quienes se les debe involucrar en las obras de caridad en el sentido cristiano, con gran respeto porque si son pobres, nosotros no somos los amos. Todos somos iguales en este mundo y tenemos los mismos derechos.

¿Cómo está su congregación en el mundo? La distribución, las vocaciones…

--P. Nampudakam: Somos 2.500 sacerdotes y hermanos en 43 países. En el pasado hemos tenido una gran presencia en Alemania, Polonia, aunque la Polonia actual es fuerte, tenemos disminución de vocaciones. Hoy en día el mayor crecimiento es en la India. Estamos llegando a otros países de Asia como Taiwán, Filipinas, y también podremos ir a Vietnam o Camboya. Estamos trabajando en casi doce países de África; hay un gran futuro en África, ya que muchos países tienen una población católica grande, donde a la vez hay muchas necesidades. América del Sur está bastante bien, por ejemplo en Brasil, y se está creciendo en otros países de la región. En el mundo europeo la situación no está del todo bien, pero es interesante porque en Irlanda tenemos a siete jóvenes y algunos en Alemania.

¿Qué le dicen estos jóvenes postulantes? ¿Por qué han dejado el mundo atrás?

--P. Nampudakam: He hablado con los jóvenes de Irlanda para saber por qué entraron a nuestra congregación. Y me dijeron que fue por la hospitalidad que encontraron a través de nuestros párrocos, por la apertura a los laicos que es parte de nuestro carisma. San Vicente Pallotti siempre quiso crear comunidad con una gran participación de los laicos. Creo que la Iglesia de hoy debe ser así, y es una cosa lógica, porque el noventa por ciento de la Iglesia son laicos, quienes no deben ser solo espectadores.

¿Cómo van las causas de canonización entre ustedes?

--P. Nampudakam: Hay cerca de veinte casos. Tenemos dos beatos de Polonia, los presbíteros Józef Stanek y Józef Jankowski, mártires asesinados en la Segunda Guerra Mundial, junto a algunos otros alemanes y polacos. También están los mártires irlandeses y argentinos que fueron asesinados durante la época de la dictadura en la Argentina.

Por último, ¿qué mensaje le puede enviar a la familia de los palotinos en el mundo?

--P. Nampudakam: Mi mensaje es que tenemos que volver al evangelio, al espíritu del evangelio. Tenemos a Jesús como el modelo ejemplar de la vida y de la perfección cristiana. Se debe tomar una decisión profunda: hagamos obras diversas, pero hagamos todo en el nombre de Cristo y por su reino. La Iglesia es nuestra y estamos al servicio de la única Iglesia de Cristo.

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Documentación


El cristianismo no es la religión del miedo sino del amor al Padre
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 23 mayo 2012 (ZENIT.org).- La Audiencia General de esta mañana tuvo lugar a las 10,30 en la plaza de San Pedro, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de peregrinos y fieles llegados de Italia y del mundo. En el discurso en lengua italiana, el papa, siguiendo su catequesis sobre la oración en las Cartas de San Pablo, ha centrado su meditación en el tema "El Espíritu y el abbà de los creyentes". Ofrecemos el texto del discurso del santo padre.

*****

Queridos hermanos y hermanas,

El miércoles pasado he mostrado cómo san Pablo dice que el Espíritu Santo es el gran maestro de oración y nos enseña a dirigirnos a Dios con términos afectuosos de hijos, llamándolo "Abba", Padre. Así lo hizo Jesús, incluso en el momento más dramático de su vida terrena, Él nunca perdió su fe en el Padre y siempre lo ha invocado con la intimidad del Hijo amado. En Getsemaní, cuando siente la angustia de la muerte, su oración es: "Abba!, ¡Padre! Todo es posible para ti: ¡aleja de mi este cáliz! Sin embargo, no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú" (Mc. 14,36).

Desde las primeras etapas de su camino, la Iglesia ha acogido esta invocación y la ha hecho propia, sobre todo en la oración del Padre Nuestro, en la cual decimos todos los días: "Padre... Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt. 6,9-10). En las cartas de san Pablo lo encontramos dos veces. El Apóstol, que acabamos de escuchar, se dirigió a los Gálatas con estas palabras: "Que ustedes son hijos lo demuestra el hecho que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que grita en nosotros: ¡Abba!, ¡Padre! "(Gal 4,6). Y en medio de ese canto al Espíritu en el capítulo octavo de la Carta a los Romanos, san Pablo dice: "No han recibido un espíritu de esclavos para caer en el temor, sino que han recibido el Espíritu que nos hace hijos adoptivos, a través del cual gritamos: "¡Abba! ¡Padre! " (Rom. 8,15). El cristianismo no es una religión del miedo, sino de la confianza y del amor al Padre que nos ama. Estas dos afirmaciones densas nos hablan del envío y de la recepción del Espíritu Santo, el don del Resucitado, que nos hace hijos en Cristo, el Hijo unigénito, y nos coloca en una relación filial con Dios, relación de profunda confianza, como la de los niños; una relación filial similar a la de Jesús, aunque diferente en el origen y diferente en el espesor: Jesús es el Hijo eterno de Dios que se hizo carne, y en él nos convertimos en hijos, con el tiempo, a través de la fe y los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación; gracias a estos dos sacramentos somos inmersos en el misterio pascual de Cristo. El Espíritu Santo es el don precioso y necesario que nos hace hijos de Dios, que realiza aquella adopción filial a la que todos los seres humanos están llamados porque, como indica la bendición divina de la Carta a los Efesios, Dios, en Cristo, "nos eligió antes de la fundación del mundo para ser santos e irreprochables ante él por el amor, predestinándonos a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo" (Ef. 1,4).

Tal vez el hombre moderno no percibe la belleza, la grandeza y el profundo consuelo contenidos en la palabra "padre" con la que podemos dirigirnos a Dios en la oración, porque la figura paterna a menudo hoy no está suficientemente presente, y a menudo no es suficientemente positiva en la vida diaria. La ausencia del padre, el problema de un padre no presente en la vida del niño es un gran problema de nuestro tiempo, por lo que se hace difícil entender en profundidad qué significa que Dios sea Padre para nosotros. De Jesús mismo, por su relación filial con Dios, podemos aprender lo que significa exactamente "padre", cual es la verdadera naturaleza del Padre que está en los cielos. Los críticos de la religión han dicho que hablar de Dios como "Padre" sería una proyección de nuestros padres hasta el cielo. Pero la verdad es lo contrario: en el evangelio, Cristo nos muestra quién es el padre y cómo es un verdadero padre, por lo que podemos intuir la verdadera paternidad, aprender también de la verdadera paternidad. Pensemos en la palabra de Jesús en el Sermón de la Montaña, donde dice: “Amen a sus enemigos y oren por los que los persigan, para que sen hijos de su Padre que está en los cielos" (Mt. 5,44-45). Es justamente el amor de Jesús, el Hijo unigénito --que llega al don de sí mismo en la cruz--, el que nos revela la verdadera naturaleza del Padre: Él es Amor, y también nosotros, en nuestra oración de hijos, entramos en este circuito de amor, amor de Dios que purifica nuestros deseos, nuestras actitudes marcadas por el encierro, de la autosuficiencia, del egoísmo típico del hombre viejo.

Me gustaría detenerme un momento sobre la paternidad de Dios, para que podamos dejarnos calentar el corazón con esta realidad profunda que Jesús nos ha hecho conocer plenamente y para que se nutra nuestra oración. Por tanto, podemos decir que en Dios el ser Padre tiene dos dimensiones. En primer lugar, Dios es nuestro Padre, porque Él es nuestro Creador. Cada uno de nosotros, cada hombre y mujer es un milagro de Dios, es querido por Él, y es conocido personalmente por Él. Cuando en el libro del Génesis se dice que el ser humano es creado a imagen de Dios (cf. 1,27), se quiere expresar propiamente esta realidad: Dios es nuestro Padre, por Él no somos seres anónimos, impersonales, sino que tenemos un nombre. Hay una palabra en los Salmos que siempre me toca cuando rezo: "Tus manos me han formado", dice el salmista (Sal. 119,73). Cada uno de nosotros puede expresar, con esta hermosa imagen, la relación personal con Dios: "Tus manos me formaron. Tú me has pensado, me has creado y querido". Pero esto no es suficiente aún. El Espíritu de Cristo nos abre a una segunda dimensión de la paternidad de Dios, más allá de la creación, porque Jesús es el "Hijo" en el sentido pleno, "de la misma sustancia del Padre", como profesamos en el Credo. Convirtiéndose en un ser humano como nosotros, con la encarnación, muerte y resurrección, Jesús a su vez nos recibe en su humanidad y en su mismo ser de Hijo, para que así nosotros podamos entrar en su específica pertenencia a Dios. Es cierto que nuestro ser hijos de Dios no tiene la plenitud de Jesús: nosotros debemos serlo cada vez más, a través de lo largo del camino de toda nuestra vida cristiana, creciendo en el seguimiento de Cristo, en la comunión con Él para entrar siempre más íntimamente en la relación de amor con Dios Padre, que sostiene nuestra vida. Y es esta realidad fundamental la que se nos revela cuando nos abrimos al Espíritu Santo y Él nos hace dirigirnos a Dios, diciendo: "¡Abba!" "¡Padre! " Realmente entramos más allá de la creación en la adopción con Jesús; estamos unidos realmente en Dios e hijos en un mundo nuevo, en una nueva dimensión.

Pero ahora me gustaría volver a los dos pasajes de san Pablo que estamos considerando sobre esta acción del Espíritu Santo en nuestra oración; también aquí hay dos pasos que se corresponden pero que contienen un tono diferente. En la Carta a los Gálatas, de hecho, el Apóstol dice que el Espíritu clama en nosotros "¡Abbá! ¡Padre!"; en la Carta a los Romanos nos dice que está en nosotros el gritar "¡Abba! ¡Padre!". Y san Pablo quiere que entendamos que la oración cristiana nunca es, jamás es una vía única de nosotros hacia Dios, no es sólo un "actuar nuestro", sino es una expresión de una relación recíproca en la que Dios actúa en primer lugar: es el Espíritu que clama en nosotros, y nosotros podemos clamar porque el impulso viene del Espíritu Santo. Nosotros no podemos orar si no estuviera inscrito en la profundidad de nuestro corazón el deseo de Dios, el ser hijos de Dios. Desde que existe, el homo sapiens siempre está en busca de Dios, trata de hablar con Dios, porque Dios se ha inscrito a sí mismo en nuestros corazones. Así que la primera iniciativa viene de Dios, y con el bautismo, de nuevo Dios obra en nosotros, el Espíritu Santo actúa en nosotros; es el iniciador de la oración para que podemos hablar después con Dios y decir "Abba!" a Dios. Entonces su presencia da inicio a nuestra oración y a nuestra vida, abre los horizontes de la Trinidad y de la Iglesia.

También comprendemos, este es el segundo punto, que la oración del Espíritu de Cristo en nosotros y la nuestra en Él, no es sólo un acto individual, sino un acto de toda la Iglesia. En el orar se abre nuestro corazón, entramos en comunión no sólo con Dios, sino también con todos los hijos de Dios, porque somos una sola cosa. Cuando nos dirigimos al Padre en nuestra habitación interior, en el silencio y en el recogimiento, nunca estamos solos. Quien habla con Dios no está solo. Estamos dentro de la gran oración de la Iglesia, somos parte de una gran sinfonía que la comunidad cristiana dispersa por toda la tierra y en cada tiempo eleva a Dios; es cierto que los músicos y los instrumentos son diferentes --y esto es un elemento de la riqueza--, pero la melodía de alabanza es única y en armonía. Cada vez, entonces, que exclamamos y decimos: "¡Abba! ¡Padre! ", es la Iglesia, toda la comunión de los hombres en oración la que sostiene nuestra oración y nuestra oración es la oración de la iglesia. Esto también se refleja en la riqueza de los carismas, de los ministerios, de los trabajos, que realizamos en la comunidad. San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "Hay diversidad de carismas, pero uno solo es el Espíritu; hay diferentes ministerios, pero sólo uno es el Señor; hay diferentes actividades, pero uno solo es Dios que obra todo en todos"(1 Cor. 12,4-6). La oración guiada por el Espíritu Santo, que nos hace decir: "¡Abba! ¡Padre!" con Cristo y en Cristo, nos inserta en el único gran mosaico de la familia de Dios, donde cada uno tiene un lugar y un rol importante, en profunda unidad con el conjunto.

Una nota final: nosotros aprendemos a clamar "¡Abba!,¡Padre!" con María, la Madre del Hijo de Dios. El cumplimiento de la plenitud del tiempo, del cual habla san Pablo en la Carta a los Gálatas (cf. 4,4), se produce en el momento del "sí" de María, de su adhesión a la voluntad Dios: "He aquí la esclava del Señor" (Lc. 1,38).

Queridos hermanos y hermanas, aprendamos a disfrutar en nuestra oración de la belleza de ser amigos, también hijos de Dios, de poderlo invocar con la confianza que tiene un niño con los padres que lo aman. Abramos nuestra oración a la acción del Espíritu Santo para que grite en nosotros a Dios "¡Abba!¡ Padre!", y para que nuestra oración cambie, convierta constantemente nuestro pensamiento, nuestra acción, para que se vuelva conforme a la del Hijo Unigénito, Jesucristo. Gracias.

Traducción del original italiano por José Antonio Varela Vidal

©Librería Editorial Vaticana

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Cuba: 'El compromiso con la verdad'
La revista 'Espacio Laical' defiende la actuación del cardenal Jaime Ortega
LA HABANA, miércoles 23 mayo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores por su interés el editorial recientemente publicado de la revista cubana "Espacio Laical", en el que se defiende la actuación del arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, frente a algunos ataques mediáticos y de algunos círculos extremistas anticastristas.

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EL COMPROMISO CON LA VERDAD

Desde hace más de 30 años la Iglesia Católica en Cuba ha venido cincelando una propuesta de diálogo entre todos los cubanos, como metodología imprescindible para avanzar hacia una mayor concordia nacional. En estas tres décadas la Iglesia ha pensado esta propuesta desde las condiciones cambiantes del país. Así lo atestiguan la celebración de la Reflexión Eclesial Cubana, la realización del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, la Carta Pastoral El amor todo lo espera, los cientos de pronunciamientos de los Obispos cubanos, la labor desplegada por el laicado desde varias publicaciones eclesiales, el magisterio de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI en

nuestra Patria, las muchas iniciativas de discernimiento compartido que han abarcado a toda la geografía nacional, y el reciente diálogo de la jerarquía de la Iglesia con el Gobierno cubano. Es posible afirmar que en los escenarios cubanos no ha existido otro actor social que se haya comprometido de forma tan radical en la construcción de una alternativa global de cambios positivos para Cuba.

Una personalidad clave en este camino, siempre crispado y zigzagueante, ha sido el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana. Teniendo claro que se trata de un camino largo, y haciendo gala de la paciencia y la moderación que le son habituales, el Cardenal se ha consagrado a la construcción de una hoja de ruta que prefigura un camino de cambio gradual, pacífico, inclusivo, sin traumas para el país. Él ha sido el artífice de la reconstrucción de las estructuras pastorales y de los mecanismos de diálogo social y político en la Arquidiócesis de La Habana. Las revistas y estructuras pastorales le han permitido al Arzobispo desplegar una agenda de diálogo amplia, en constante interacción con muchos ciudadanos, intelectuales, académicos, grupos de la sociedad civil, otras denominaciones religiosas, miembros del Gobierno cubano y del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, la Santa Sede , gobiernos de otros países, la Iglesia que peregrina en Cuba y en otras partes del mundo, así como con actores sociales y políticos cubanos situados en el exilio de Miami y en otras regiones del mundo. Todo ello lo ha llevado a conseguir una posición de liderazgo que ha desbordado lo estrictamente pastoral para convertirse en una propuesta de transformación ordenada y gradual del orden nacional.

Esta gestión del cardenal Ortega nunca ha representado una aceptación acrítica de lo mal hecho por las partes del espectro nacional. Unas veces en público y otras en privado, ha cuestionado el quehacer político opositor dentro y fuera de Cuba, que suele caracterizarse por criticar, condenar e intentar aniquilar, sin proyectos claros y universales para el destino de la nación. Desde su amor indiscutible a Cuba libre y soberana, la Iglesia no puede comulgar con proyectos monitoreados y acoplados, en muchos casos, a agendas dictadas desde fuera de la Isla y sin un distanciamiento crítico claro sobre las medidas de bloqueo contra nuestra Patria.

Por otra parte, desde principios asentados en la Doctrina Social de la Iglesia, el cardenal Ortega fue la única voz que, desde la Iglesia, condenó, sin ambages, el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y de otros oficiales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, los ataques del comandante Fidel Castro contra monseñor Pedro Meurice y los llamados actos de repudio, entre otros ejemplos. Además, ha tenido un protagonismo destacado en la preparación de todos los documentos episcopales emitidos sobre la realidad del país, y en especial en la preparación de la Carta Pastoral El amor todo lo espera (acciones que

hoy muchos quieren escamotearle). Asimismo, ha intercedido anónimamente por la liberación de miles de presos políticos y comunes que no forman parte de esta última oleada conocida públicamente.

Es necesario reconocer que nuestra realidad es compleja, y que lecturas simplistas y unilaterales de la misma dificultan la aceptación y realización de esa senda de entendimiento nacional. No obstante, el Cardenal y muchos otros cubanos, dentro y fuera de la Iglesia, siempre han vislumbrado que la solución definitiva para Cuba pasará por una metodología política signada por el encuentro, el diálogo y el consenso. Pero esto no es aceptado por muchos que, cargados de odio, de prejuicios y en algunos casos hasta de escasísima inteligencia política, prefieren derrocar al actual Gobierno y conseguir un triunfo que nuevamente excluya a los adversarios. Este tipo de victoria, por supuesto, podría conducirnos hacia un cambio político y económico, pero no hacia el necesario equilibrio nacional de inspiración martiana, en tanto muchas veces sus promotores parecen empecinados en excluir a todos aquellos que de alguna manera apoyan o han apoyado a la dirigencia de la Revolución. Dicha pretensión podría cincelar nuevos mecanismos electorales, que tal vez

satisfagan a ciertos sectores políticos, pero serían reglas deficitarias de un verdadero contenido democrático y reconciliador. De lo que se trata no es solo de cambiar políticas o incluso instituciones, sino de lograr una solución armónica capaz de enaltecer la cultura cívica cubana.

En tal sentido, ciertas facciones han urdido una estrategia que tiene el propósito de eliminar al Cardenal y deshacerse de la línea política que éste ha promovido. Para lograrlo se ha concertado un frente que se propone atacar al Arzobispo de La Habana y a los proyectos que desde la Iglesia intentan darle cuerpo a esta línea pastoral, que posee implicaciones políticas y sociales. No se trata solo de ataques personales contra el Cardenal. La actual maniobra, que se viene gestando desde hace unos meses, resulta una guerra contra toda una línea evangélica que aspira a cambios positivos y serenos, graduales e incluyentes, ordenados y pacíficos, que logren articular un renovado modelo sociopolítico para Cuba.

En medio de este panorama nacional, y desde hace ocho años, el equipo gestor de la revista Espacio Laical ha venido trabajando para impulsar el encuentro, el diálogo y el consenso entre cubanos con posiciones políticas disímiles. Aspiramos a que se profundicen las reformas económicas y sociales en curso y, además, abogamos por una reforma del Estado nacional que permita a la ciudadanía

consensuar un proyecto inclusivo de país donde tengan cabida todos los cubanos. Para lograr este objetivo hemos brindado nuestras páginas y nuestros espacios de diálogo a cubanos de la Isla y de la Diáspora, de la izquierda, del centro y de la derecha del espectro político nacional. En tal sentido, seguiremos aunando esfuerzos con actores y proyectos de la nación para discernir, cincelar y proponer reformas políticas, institucionales, económicas, jurídicas y sociales, entre otras, capaces de conseguir un verdadero bienestar general.

Algunos han estado ausentes, pues no han sido capaces de asumir un quehacer y un discurso bien fundamentado, sereno, propositivo e inclusivo. Quienes no consigan la madurez suficiente para alcanzar estos atributos, se autoexcluyen de aportar al objetivo principal de nuestro proyecto. No estamos ni estaremos dispuestos a renunciar al respeto y la transparencia, el diálogo y el consenso. Esa metodología de la virtud y la piedad, que se asienta en el mensaje del Evangelio, es el único camino que sacará al país de la crisis actual.

Existen otras metodologías políticas con una preferencia por lo contencioso y divisivo, implementadas durante décadas tanto desde el gobierno como desde la oposición, las que han demostrado ampliamente su incapacidad estructural para transformar el país. Igualmente

tomamos distancia de los mesianismos políticos, oficiales y opositores, que pretenden autoproclamarse únicos portavoces de la sociedad civil y la vida política nacional. Gracias a Dios Cuba es hoy más plural y policéntrica que nunca. Esto último reclama de todos una perspectiva de mayor apertura, humildad, inteligencia y universalidad.

Por otra parte, también se hace necesario señalar que nada favorece más al descrédito que pueda tener ante algunos esta propuesta de diálogo y comunión entre todos los cubanos que la rémora del Gobierno, particularmente de algunos de los funcionarios de la burocracia estatal-partidista, en implementar cambios necesarios de mentalidad y para el bienestar de la nación toda, y que son de amplio consenso nacional. Las reformas económica y social son insuficientes y no marchan al ritmo debido.

Además, algunas autoridades han expresado públicamente que no consideran la posibilidad de gestionar transformaciones políticas encaminadas a canalizar la pluralidad existente en la nación. Por esta razón, tampoco han apoyado la institucionalización debida de los mecanismos necesarios para realizar ese diálogo nacional que reclama nuestra angustiosa crisis. En tal sentido, no han faltado altos dirigentes de la burocracia político-partidista dispuestos a obstaculizar las iniciativas ciudadanas que buscan procurar este encuentro. Podríamos citar un ejemplo cercano, vinculado a la campaña de obstáculos desatada por el aparato ideológico del Partido Comunista contra espacios del Arzobispado de La Habana , con el objetivo de bloquear la participación en los mismos de muchos académicos e intelectuales cubanos; espacios que, por otro lado, algunos opositores políticos irresponsablemente tildan de “progubernamentales” y “afines al oficialismo”.

Esta realidad expresa una disyuntiva nacional entre un sendero de cambios signado por la moderación martiana, la serenidad y la inclusión desprejuiciada, para beneficio de la nación o la imposición de minorías rapaces, presentes en casi todas las partes del espectro político cubano, las que pretenden perpetuar los conflictos y reeditar las hostilidades históricas en su deseo de controlar el poder. Esta última posibilidad de seguro enrumbaría a la nación hacia otra polarización atroz, que haría más difícil conseguir la justicia y la libertad desde una adecuada democracia: el sueño que pretendemos construir desde que el padre Félix Varela inició la tarea de fundar una patria virtuosa hace casi 200 años.

Llamamos a todas las fuerzas patrióticas de la nación, que aspiran a una Cuba serena y conciliada, justa y soberana, democrática e inclusiva, próspera y equilibrada, a aunar esfuerzos en pos de la consecución de una metodología que haga posible estas aspiraciones.

No.178 , Mayo 2012 .Editorial del número 2-2012

La revista Espacio Laical puede ser vista en: www.espaciolaical.org.

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