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Aún están llegando cheques, por lo que todavía no podemos comunicar el resultado final de la campaña. Les informaremos en cuanto el balance final esté listo.

Deseamos hacer llegar nuestro profundo agradecimiento a todos los lectores que han enviado su donativo, así como a todos los que nos han mandado mensajes de solidaridad asegurando sus oraciones por el éxito de la campaña.
Todo este apoyo nos da fuerzas y nos anima enormemente para seguir adelante en nuestro trabajo.

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ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 1 de junio de 2012

Santa Sede

'La fe de María nos invita a mirar más allá de las apariencias'
El papa en la conclusión del mes mariano en los jardines vaticanos

Mundo

España: La Iglesia continuará su actividad pastoral y asistencial
Afirmó responsable económico eclesial sobre la propuesta de cobrar impuestos a la Iglesia

Abba Angelo: una vida para Etiopía
Un obispo italiano al servicio de los que sufren

Encuentro Mundial de las Familias

El papa en Milán: 'La historia de esta ciudad es riquísima de cultura y de fe'
Discurso de Benedicto XVI en la plaza del Duomo

La identidad de la familia hoy, sus transformaciones y sus retos
Ecos del Congreso Internacional teológico pastoral en Milán

La familia es escuela del más rico humanismo
Una pareja de esposos en el encuentro de Milán

Para no perder el sentido de la fiesta
El cardenal Barbarin, De Bortoli y Brambilla debaten en el Encuentro Mundial de las Familias

'El mundo necesita alegría y vosotros sois la alegría del mundo'
Niños entre tres y ocho años en el encuentro de las familias

Especial María

Santo Domingo y el santo rosario
Oración efectiva para vencer a los enemigos de la fe

En la escuela de san Pablo...

'Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios' (Santísima Trinidad, ciclo B)
Comentarios a la segunda lectura dominical

Espiritualidad

Dios es amor, familia, vida, gozo, belleza
Comentario al evangelio de la Santísima Trinidad - ciclo B


Santa Sede


'La fe de María nos invita a mirar más allá de las apariencias'
El papa en la conclusión del mes mariano en los jardines vaticanos
Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- “Aprender de la Virgen María cuya fe nos invita a mirar más allá de las apariencias”. Esta fue la invitación de Benedicto XVI en la conclusión del mes mariano que se realizó anoche en la gruta de Lourdes situada en los jardines del Vaticano.

Al atardecer de una jornada de primavera romana, unas cuatro mil personas partieron desde la plaza Santa Marta --situada atrás de la basílica de San Pedro- en una procesión que se dirigió hacia la gruta de la Virgen de Lourdes, situada en la parte posterior y más alta de los jardines vaticanos.

Velas en la mano, con paso lento, los feligreses rezaron el rosario intercalado con cantos y letanías marianas, mientras anochecía a la luz de la luna y un cielo límpido entre la fragancia de los árboles de los jardines. Una vez ubicados en la zona de la gruta de Lourdes, la banda de los gendarmes tocó algunas notas y después de las letanías marianas llegó el santo padre en auto.

Benedicto XVI con la amabilidad que lo caracteriza inició sus palabras agradeciendo las oraciones de los presentes por su viaje a Milán, con motivo del Encuentro Mundial de las Familias, y manifestó su alegría al participar en la vigilia mariana “un momento que, incluso con la presencia de tantas personas conserva siempre un carácter íntimo y familiar”.

El santo padre indicó que el mes de María se “concluye con la fiesta litúrgica que recuerda el segundo misterio gozoso” y por ese motivo evocó el Magnificat “canto de alabanza que se eleva desde la humanidad redimida por la divina misericordia” al mismo tiempo que “es un himno que denuncia la ilusión de quienes se creen señores de la historia y árbitros de su propio destino”.

“María –prosiguió– ha puesto a Dios en el centro de su propia vida, se abandonó con confianza a su voluntad en una actitud humilde y dócil a su diseño de amor” lo que la hizo “elegida para ser el templo que lleva en sí el Verbo, el Dios hecho hombre”.

“Queridos amigos –dijo el santo padre– esta noche queremos dirigir nuestra mirada a María con renovado afecto filial” puesto tenemos que “aprender de nuestra Madre celeste: su fe nos invita a mirar más allá de las apariencias y a creer firmemente que las dificultades cotidianas preparan una primavera que ya inició en Cristo Resucitado”.

Al corazón Inmaculado de María el papa se dirigió “con renovada confianza” y como “san Pablo nos recuerda: Sed felices en la esperanza, constantes en la tribulación , perseverantes en la oración”. Palabras del Apóstol que son “como un eco del Magnificat de María y nos exhortan a reproducir en nosotros mismos, en la vida de todos los días, los sentimientos de alegría en la fe, propios del cántico mariano”.

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Mundo


España: La Iglesia continuará su actividad pastoral y asistencial
Afirmó responsable económico eclesial sobre la propuesta de cobrar impuestos a la Iglesia
MADRID, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- “La Iglesia seguirá en todo caso realizando la actividad pastoral y asistencial que le es propia. En un momento en que la sociedad necesita tanto de esos servicios, lo más sensato sería no poner obstáculos a su acción”. Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española, hizo estas declaraciones en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra, con referencia a la propuesta de algunos partidos políticos de aplicar el IBI a los bienes inmuebles de la Iglesia.

Giménez Barriocanal --informa la agencia SIC- explicó que en la Iglesia existen unas 40.000 instituciones diferentes y, por tanto, “no es fácil conocer el número de inmuebles afectados y la cuantía que el pago del impuesto podría reportar”. Con todo, recalcó que la cantidad que la Iglesia tendría que abonar en concepto de ese impuesto “no produciría un alivio significativo” a las arcas del Estado.

Por su parte, el profesor Jorge Otaduy, director del Instituto Martín de Azpilcueta del campus pamplonés, recordó que la exención del IBI “no es un privilegio de la Iglesia católica: con carácter general, tampoco se aplica a los inmuebles de las administraciones públicas y las entidades sin ánimo de lucro”.

En el caso de la Iglesia, indicó que esa condición ha sido recibida a través de la Ley de Mecenazgo, de 2002, y otras normativas recientes, además del Acuerdo sobre Asuntos Económicos entre la Santa Sede y España. “La exigencia del pago del IBI sólo podría realizarse mediante una nueva ley del Parlamento español. Supondría una modificación del acuerdo, según las reglas que para ello establece el derecho internacional. Un estado de derecho no incumple unilateralmente los tratados internacionales”, recalcó.

Fernando Giménez Barriocanal y Jorge Otaduy intervinieron en unas jornadas de estudio sobre el gobierno patrimonial de las entidades eclesiásticas, organizadas por el Grupo de Investigación sobre el Sostenimiento de la Iglesia Católica (GISIC) de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra. La actividad, dirigida por el profesor Diego Zalbidea, reunió a ecónomos y personal de la Administración de numerosas diócesis españolas.

Entre otros ponentes, participaron Jesús Miñambres, profesor de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma); Ángel Ciappi, director de Desarrollo y Corresponsabilidad de la Archidiócesis de San Juan (Puerto Rico); y Yago de la Cierva, secretario general del campus de Madrid del IESE y director ejecutivo de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011.

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Abba Angelo: una vida para Etiopía
Un obispo italiano al servicio de los que sufren
Por Eva-Maria Kolmann

ROMA, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- «Abba Angelo, Abba Angelo», gritan los niños cuando ven el viejo jeep blanco, con el parabrisas rajado. «Abba Angelo» exclaman también los adultos, tras el automóvil, que conduce personalmente el obispo Angelo Moreschi de Gambella. Aquí le reconocen todos desde lejos. Incluso los numerosos soldados que paran los automóviles en la carretera, le hacen señales y le dejan pasar. Se aprecia que, aquí, el obispo procedente de la ciudad italiana de Brescia se encuentra realmente en su casa. «En Etiopía he comprendido de verdad el Evangelio», dice y le brillan los ojos.

En el Vicariato Apostólico de Gambella es viva realidad mucho de lo que la mayoría de las personas identifican con África. Incluso sigue habiendo leones y otros animales salvajes; recientemente mataron un gran cocodrilo, en cuyo vientre los cazadores encontraron camisetas: había engullido a cuatro personas. Cuando la gente se baña en los ríos tienen miedo. El clima es extremadamente caluroso; las tormentas son realmente violentas. Este año, en una de ellas, una capilla entera voló un kilómetro, dice el obispo. Muchas capillas constan solo de planchas de madera y de ramas; una fuerte tormenta las puede arrastrar con facilidad.

Lamentablemente, también existe lo que la mayoría asocia con Etiopía: hambre. Sobre todo en la estación seca no hay prácticamente alimentos. En cada una de las numerosas capillas de pueblo se ve a niños de cabello rizado esclarecido por la desnutrición. La mayoría de ellos morirá porque no tienen resistencias y porque las enfermedades se los llevarán. En la muchacha con el cabello artísticamente trenzado que canta en la primera fila y que sigue con las palmas el sonido del tambor se aprecian ya los síntomas del hambre. ¿Sobrevivirá? En el regazo de una mujer escuálida buscan refugio dos bebés. ¿Cuánto tiempo tendrá leche la madre para amamantarlos? No se debería pensar en la muerte al ver niños pequeños; y sin embargo, estos pensamientos le vienen a uno a la cabeza sin quererlo. Con el corazón en un puño miramos a estos pequeños de cabello rubio. «¡Tú no, por favor!» pensamos al ver a cada uno de ellos.

Abba Angelo lleva a estos niños desnutridos galletas especiales, de alto valor nutritivo, cuando visita los pueblos. Educadamente se ponen en fila, esperan pacientes hasta que les toca el turno y cada uno de ellos se lleva su paquetito. Ningún niño empuja ni se salta la fila; ninguno grita: «¡yo!». Cuando el obispo les da la bendición, juntan las manos atentamente y rezan, concentrados. Sobre el altar, hecho de ramas, se encuentra el alimento para las almas: una Biblia infantil, gastada por el uso, de «Ayuda a la Iglesia Necesitada». Una y otra vez piden al catequista que la lea: no se cansan de las historias. La Biblia infantil lleva la Buena Nueva a los corazones de estos pobres niños; cuando oyen hablar de Jesús, les brillan los ojos.

Aquí, la Iglesia católica es bienvenida. Muchas personas dicen a los sacerdotes: «Cuando llega la Iglesia católica, todo se vuelve fértil». Se sorprenden: «Donde está la Iglesia hay agua. El Gobierno nos da agua mala, pero la Iglesia nos trae agua buena. Queremos a vuestro Dios; ¡por favor, venid también aquí!». La Iglesia no solo les lleva agua, sino también molinos para cereales, jardines de infancia y ayuda en el desarrollo de la agricultura. Además, se esfuerza por la reconciliación entre las tribus, pues una y otra vez se producen luchas sanguinarias, sobre todo entre las tribus que se dedican a labrar la tierra y los que cuidan sus rebaños de ganado. Este se come las cosechas; los agricultores quitan a los ganaderos superficies de pasto. «Es el conflicto entre Caín y Abel, tal y como lo conocemos por la Biblia», dice el obispo Angelo. Por ello son asesinados hombres una y otra vez. La Iglesia quiere enseñar a las tribus enemistadas que, además de la ley de las armas, existen otras soluciones a los conflictos.

El obispo Angelo, que se ha ganado honradamente su nombre, «Ángel», celebra su 60 cumpleaños el 13 de junio. Este año cumple otro aniversario: desde hace 30 años vive y trabaja en Etiopía, la mitad de su vida. En realidad, se trata más bien de su vida entera, pues lo ha dado todo. Se ha arruinado la salud; ha regalado su vida a las personas que quiere. Su servicio de pastor ha dejado ya huella. Algunos niños del Vicariato Apostólico de Gambella llaman «Abba Angelo» a todos los blancos; no se pueden imaginar que existan blancos que no sean como él.

Sin embargo, no es fácil vaticinar cómo acabará la historia; la situación en la región es altamente explosiva. Recientemente, los rebeldes acribillaron a balas a ocho hombres que vinieron de fuera y trabajaban en una granja. El padre Philip, un salesiano italiano, vio incluso sus féretros en el aeropuerto. Poco después fue asesinado un paquistaní, un latifundista. La región está en plena efervescencia; extranjeros ricos compran superficies inmensas de terreno, tan grandes como algún país europeo. En cada avión llegan inversores extranjeros; por contra, la gente del país es expropiada. «Imaginaos que media Alemania fuera vendida a indios y paquistaníes», explica el obispo Angelo. La población del país no se beneficia de ello, sino que ve cómo se pierde la base de su existencia. Más personas sufren hambre; los ganaderos no encuentran pastos para sus animales; los bosques son talados. El odio y los disturbios se extienden. Crece la ira; el ejército intenta contener la situación, pero también hay resistencia contra los soldados, que frecuentemente maltratan a la población. A ello se viene a añadir la guerra entre Sudán del Norte y del Sur, el gran número de refugiados y el aumento de la violencia de los rebeldes en la región fronteriza.

De repente, un sacerdote nativo dice durante la cena: «Acabarán matando a todos los extranjeros». También el obispo y los sacerdotes extranjeros deberían preocuparse, dice. El obispo Angelo no quiere creerlo: «¡Qué va! Si la gente nos conoce. Habéis visto cómo nos han saludado». Y sin embargo queda la duda. No sería la primera vez en la historia que cambien los ánimos. Quiera Dios que ese sacerdote no sea profeta.

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Encuentro Mundial de las Familias


El papa en Milán: 'La historia de esta ciudad es riquísima de cultura y de fe'
Discurso de Benedicto XVI en la plaza del Duomo
MILÁN, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- A su llegada al aeropuerto de Milán-Linate, para participar en el VII Encuentro Mundial de las Familias, a las 17 horas, el papa fue recibido por el arzobispo de Milán, cardenal Angelo Scola, por el presidente del Consejo Pontificio para la Familia, cardenal Ennio Antonelli, por el arzobispo emérito de Milán, cardenal Dionigi Tettamanzi. En representación del gobierno italiano le acogió Andrea Riccardi, ministro de Cooperación Internacional, presente con numerosas autoridades políticas y civiles. El papa se trasladó a continuación a la plaza del Duomo, donde a las 17,30 se encontró con los ciudadanos. Tras los saludos del alcalde de Milán, Giuliano Pisapia, y del arzobispo, cardenal Scola, el santo padre pronunció el discurso que ofrecemos aquí.

*****

Señor Alcalde, 
distinguidas Autoridades, 
venerados hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio.
¡Queridos hermanos y hermanas de la Archidiócesis de Milán!

Saludo cordialmente a todos los aquí reunidos tan numerosamente, así como a cuantos siguen este evento a través de la radio o la televisión. ¡Gracias por su calurosa acogida! Agradezco al señor alcalde las corteses palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de la comunidad cívica. Saludo con deferencia al representante del gobierno, al presidente de la Región, al presidente de la Provincia, así como a los demás representantes de las instituciones civiles y militares, y expreso mi aprecio por la colaboración brindada para la realización de los diversos momentos de esta visita. 

Estoy feliz de estar hoy entre ustedes y agradezco a Dios, que me ofrece la oportunidad de visitar su ilustre ciudad. Mi primer encuentro con los milaneses se realiza en esta Plaza de la Catedral, corazón de Milán, donde surge el imponente monumento símbolo de la ciudad. Con su selva de agujas invita a mirar hacia lo alto, a Dios. Justamente tal impulso hacia el cielo siempre caracterizó Milán y le ha permitido a lo largo de los tiempo responder fructíferamente a su vocación: ser un cruce de caminos – Mediolanum – de pueblos y de culturas. La ciudad ha sabido de esta forma conjugar sabiamente el orgullo por la propia identidad con la capacidad de acoger toda contribución positiva que le venía ofrecido en el transcurso de la historia. También hoy, Milán está llamada a redescubrir este su papel positivo de mensajero de desarrollo y de paz para toda Italia. Dirijo mi agradecimiento cordial al pastor de esta Archidiócesis, el cardenal Angelo Scola, por el recibimiento y las palabras que me ha dirigido a nombre de la entera Comunidad diocesana; con él saludo a los obispos auxiliares y a quienes lo han precedido en esta gloriosa y antigua cátedra, el cardenal Dionigi Tettamanzi y el cardenal Carlo María Martini.

Dirijo un saludo particular a los representantes de las familias --provenientes de todo el mundo- que participan del VII Encuentro Mundial. Dirijo un afectuoso pensamiento a cuantos tienen necesidad de ayuda y de consuelo, y se encuentran afligidos por varias preocupaciones: a las personas solas o en dificultad, a los desocupados, a los enfermos, a los encarcelados, a cuantos están privados de una casa o de lo indispensable para vivir una vida digna. Que no falte a ninguno de estos nuestros hermanos y hermanas el interés solidario y constante de la colectividad. Con este motivo, me complazco de todo cuanto la Diócesis de Milán ha hecho y continúa haciendo para ir concretamente en ayuda a las necesidades de las familias más golpeadas por la crisis económico-financiera, y por haberse de inmediato puesto en acción, junto a la entera Iglesia y sociedad civil en Italia, para socorrer a las poblaciones victimas del terremoto de Emilia Romagna, que están en nuestros corazones y nuestra oración y por las cuales invito, una vez más, a una generosa solidaridad.

El VII Encuentro Mundial de las Familias me ofrece la grata ocasión de visitar su ciudad y de renovar los lazos estrechos y constantes que unen la comunidad ambrosiana con la Iglesia de Roma y al Sucesor de Pedro. Como es sabido, san Ambrosio provenía de una familia romana y mantuvo siempre viva su unión con la Ciudad Eterna y con la Iglesia de Roma, manifestando y elogiando el primado del Obispo que la preside. En Pedro –afirma- «está el fundamento de la Iglesia y el magisterio de la disciplina» (De virginitate, 16, 105); y también en la conocida declaración: «Donde está Pedro, allí está la Iglesia» (Explanatio Psalmi 40, 30, 5). La sabiduría pastoral y el magisterio de Ambrosio sobre la ortodoxia de la fe y sobre la vida cristiana dejarán una huella indeleble en la Iglesia universal y, en particular, marcarán a la Iglesia de Milán, que jamás ha dejado de cultivar la memoria y de conservar su espíritu. La Iglesia ambrosiana, custodiando las prerrogativas de su rito y las expresiones propias de la única fe, está llamada a vivir en plenitud la catolicidad de la Iglesia una, a testimoniarla y a contribuir a enriquecerla.

El profundo sentido eclesial y el sincero afecto de comunión con el Sucesor de Pedro, forman parte de la riqueza y de la identidad de su Iglesia a largo todo su camino, y se manifiestan en modo luminoso en las figuras de los grandes Pastores que la han guiado. En primer lugar san Carlos Borromeo: hijo de su tierra. Él fue, como decía el Siervo de Dios Pablo VI, “un forjador de la conciencia y de la costumbre del pueblo” (Discorso ai Milanesi, 18 marzo 1968); y lo fue sobre todo con la aplicación amplia, tenaz y rigurosa de las reformas tridentinas, con la creación de instituciones renovadoras, a comenzar de los Seminarios, y con su ilimitada caridad pastoral radicada en una profunda unión con Dios, acompañada de una ejemplar austeridad de vida. Junto con los santos Ambrosio y Carlos, deseo recordar otros excelentes Pastores más cercanos a nosotros, que han embellecido con la santidad y la doctrina de la Iglesia de Milán: el beato Cardenal Andrés Carlos Ferrari, apóstol de la catequesis y de los oradores y promotor de la renovación social en sentido cristiano; el beato Alfredo Ildefonso Schuster, el “Cardenal de la oración”, pastor incansable, hasta la consumación total de sí mismo por sus fieles. Además, deseo recordar a dos arzobispos de Milán que devinieron pontífices: Aquiles Ratti, papa Pío XI; a su determinación se debe la positiva conclusión de la “Questione Romana” y la constitución del Estado de la Ciudad del Vaticano; y el siervo de Dios Juan Bautista Montini; Pablo VI, bueno y sabio, que, con mano experta, supo guiar y llevar a un feliz resultado el Concilio Vaticano II. En la Iglesia ambrosiana maduraron además algunos frutos espirituales particularmente significativos para nuestro tiempo. Entre todos quiero hoy recordar, precisamente pensando en las familias, a santa Gianna Beretta Molla, esposa y madre, mujer comprometida en el ámbito eclesial y civil, que hizo resplandecer la belleza y la alegría de la fe, de la esperanza y de la caridad. 

Queridos amigos, su historia es riquísima de cultura y de fe. Tal riqueza ha vivificado el arte, la música, la literatura, la cultura, la industria, la política, el deporte, las iniciativas de solidaridad de Milán y de toda la Archidiócesis. Toca ahora a ustedes, herederos de un glorioso pasado y de un patrimonio espiritual de inestimable valor, comprometerse para transmitir a las generaciones futuras la llama de una tan luminosa tradición. Ustedes bien saben cuánto sea urgente introducir en el actual contexto cultural la levadura evangélica.

La fe en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, vivo entre nosotros, debe animar a todo el tejido de la vida, personal y comunitaria, privada y pública, de modo de poder consentir un estable y auténtico “bienestar”, a partir de la familia, que va redescubierta cual patrimonio principal de la humanidad, coeficiente y signo de una verdadera y estable cultura a favor del hombre. La singular identidad de Milán no debe aislarla ni separarla encerrándola en si misma. Al contrario, conservando la savia de sus raíces y los rasgos característicos de su historia, ella está llamada a mirar al futuro con esperanza, cultivando un vínculo íntimo y propulsor con la vida de toda Italia y de Europa. En la clara distinción de los papeles y de las finalidades, la Milán positivamente “laica” y Milán de la fe son llamadas a concurrir al bien común.

Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias de nuevo por su acogida! Los confío a la protección de la Virgen María, que desde la más alta aguja de la Catedral vela maternalmente día y noche sobre esta Ciudad. A todos ustedes que estrecho en un gran abrazo, imparto mi afectuosa Bendición. 
Traducción del italiano: Griselda Mutual, Raúl Cabrera, Radio Vaticano

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La identidad de la familia hoy, sus transformaciones y sus retos
Ecos del Congreso Internacional teológico pastoral en Milán
MILÁN, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- En las nueve sesiones del miércoles por la tarde, el tema general del VII Encuentro Mundial, "La familia, el trabajo y la fiesta", tuvo una especial referencia a la identidad de la familia hoy, a sus transformaciones y a los retos a los que está llamada a enfrentar.

Durante una mesa redonda, coordinada por monseñor Carlos Simón Vázquez, subsecretario del Consejo Pontificio para la Familia, el profesor Pierpaolo Donati presentó una investigación llevada a cabo en distintos países, promovida por el Consejo Pontificio para la Familia titulado ‘Familia, recurso de la sociedad’ (Il Mulino, Boloña, 2012). Al encuentro asistieron también Giovanna Rossi, profesora ordinaria de Sociología de la Familia y directora del Centro para los estudios e investigación sobre la familia de la Universidad Católica de Milán, así como Francesco Belletti, director del Centro Internacional de Estudios de la Familia y presidente nacional del Foro de las asociaciones familiares.

De estos ha surgido la idea de que la "familia normal" --entendida como una unión entre hombre y mujer, unidos por el matrimonio con dos hijos o más--, es la que proporciona mayor satisfacción a sus componentes, ya que crea mayor capital humano y social. La investigación citada también estuvo en el centro de un debate entre algunos de los oradores provenientes de varias partes del mundo: el eurodiputado español Jaime Mayor Oreja; el representante del estado de Nebraska en el Congreso de Estados Unidos, Jeff Fortenberry; el parlamentario irlandés Jim Walsh y la política argentina Liliane Negrate. Todos estuvieron de acuerdo en la necesidad de un compromiso personal de los políticos a favor de la familia --verdadero antídoto a la crisis económica y a los valores actuales--, conscientes de la responsabilidad que los gobiernos tienen de administrar el futuro.

Combinar el trabajo y la familia es una de las problemáticas más candentes en el plano internacional. Sobre este tema fueron confrontados, en una de las sesiones del Congreso, la alta ejecutiva española Nuria Chinchilla, la directora de recursos humanos de una gran corporación, Miriam Filella, el empresario Enzo Rossi y el banquero portugués José Iglesias Soares.

La relación con los nuevos medios de comunicación y sus respectivos retos educativos, fueron el centro de un evento de comunicación multimedial e interactivo conducido por el periodista Fabio Bolzetta de la televisora católica italiana TV2000. En la mesa redonda, los ponentes José Luis Restan, experto de información y director de transmisiones radiofónicas y multimedia; Norberto González Gaitano, profesor de Opinión Pública y de Ética de la comunicación en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, y el profesor Pier Cesare Rivoltella, profesor de Didáctica General y Tecnología de la educación en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, argumentaron --todos de acuerdo--, que la familia no debe abdicar de su tarea educativa desde la web y las redes sociales: "Los medios de comunicación son útiles para conectarse, no para la relación", se dijo.

La familia migrante como sujeto de la evangelización: de esto hablaron monseñor Gilbert Garcera, obispo de Daet (Filipinas) y monseñor Nicholas Di Marzio, obispo de Brooklyn en los EE.UU., en una sesión de la tarde durante el congreso. En apoyo a la intervención de los dos prelados se conocieron las historias paralelas de dos familias de inmigrantes en Milán, una filipina y una peruana.

El cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon; Ferruccio De Bortoli, director del cotidiano italiano Corriere della Sera y monseñor Franco Giulio Brambilla, obispo de

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La familia es escuela del más rico humanismo
Una pareja de esposos en el encuentro de Milán
Por José Antonio Varela Vidal

ROMA, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- Roberto Tarazona es médico y Carolina Pedreros es profesora de escuela. Ambos son una pareja de esposos que ha viajado desde el Perú hasta Milán para asistir al VII Encuentro de las Familias con el santo padre. Fueron enviados por la Diócesis del Callao, donde viven y sirven ya sea a nivel parroquial como familiar, es decir, atendiendo y haciendo crecer como se debe a sus cinco hijos, a la espera del sexto según sueña ella, y augura él…

Luego de un paso veloz por Roma y el Vaticano --donde quisieron ir a rezar a la tumba de san Pedro y de Juan Pablo II, conocer las catacumbas y “ver al Papa”--, ZENIT conversó con esta familia que ha dejado a sus hijos por primera vez solos con una tía, para ser confirmados en la fe y testimoniar su amor en medio de las miles de familias que siguen llegando a la cita con Benedicto XVI.

¿Qué expectativas tienen de su participación en el Encuentro Mundial de las Familias?

--Roberto: La mayor expectativa es poder escuchar al santo padre con su mensaje a favor de la vida y de la consolidación de la familia como iglesia doméstica y escuela del más rico humanismo.

Será casi un millón de personas…, ¿por qué las familias van de todo el mundo hasta Milán para escuchar al papa?

--Carolina: Para que nos confirme en la fe y en nuestra vocación de esposos a ser fecundos en la vida, testimonio del sacramento de Dios como familia cristiana, para luego animar a otras familias a abrirse con respeto, dignidad y generosidad a la vida.

¿Qué es lo que más necesitan los hijos de sus padres?

--Carolina: Nosotros debemos ser testimonios del amor de Dios en medio de nuestros hijos. Que la familia sea un espacio donde el ser humano se sienta amado, pueda mirar y vivir con alegría el presente y con esperanza el futuro y que se pueda comprometer más a renovar la iglesia y la sociedad.

¿Cómo fueron seleccionadas las familias del Callao para venir hasta Milán?

--Roberto: Con nuestro obispo, y a través de la comisión diocesana de pastoral familiar, se tuvo un proceso de discernimiento comunitario, de diálogo con algunas familias para participar en este encuentro que nos animará en nuestra vocación de padres y madres de familia, animando así a la misma pastoral familiar.

¿Cuántas familias del país han venido?

--Roberto: Según la información que tengo, serían entre 500 a 700 las familias provenientes de las diferentes jurisdicciones del país. Esperamos encontrarlos en Milán y entre todos rezar al Señor de los Milagros, pedir a la Virgen del Carmen, a la Virgen de Chapi y a todas las advocaciones de nuestra santa Madre en el Perú, de tal manera que nuestra presencia sea un signo de comunión de la iglesia peruana con la iglesia universal.

¿Cómo han vivido sus hijos el hecho de su partida?

--Carolina: Con sentimientos encontrados; por un lado la enorme tristeza de que papá y mamá viajen y los dejen solos. Y por otro lado, intuyen que hay una profunda alegría en nuestros corazones de encontrarnos con el santo padre y con otras familias, lo que también les alegra.

¿Hay alguna forma de contrarrestar los ataques de algunos sectores en contra de la familia natural?

--Roberto: Primero se debe hacer tomar conciencia del enorme don que significa la familia en general y la familia cristiana en particular. Valorar la magnitud de lo que el Señor les encarga a dos personas --hombre y mujer, esposos--, de vivir al interior de una pequeña comunidad de personas, donde se pueden reconstruir relaciones humanas, relaciones personales, vivir con alegría y confirmar en la fe a los hijos dentro de la familia y el matrimonio.

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Para no perder el sentido de la fiesta
El cardenal Barbarin, De Bortoli y Brambilla debaten en el Encuentro Mundial de las Familias
ROMA, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- Partiendo de una cita de Jean Vanier ("Cuanto más pobre es la gente, más le gusta festejar... Las sociedades, al hacerse ricas, han perdido el sentido de la fiesta, perdiendo así el significado de la tradición), el arzobispo de Lyon, cardenal Philippe Barbarin, ha abierto un cara a cara con el director del Corriere della Sera, Ferruccio De Bortoli, sobre el tema "Trabajo y fiesta: el caso de los países de economía avanzada". Todo ello en el marco del VII Encuentro Mundial de las Familias que se celebra en Milán, Italia.

Refiriéndose a su experiencia misionera en Madagascar, Barbarin señaló que la fiesta puede reforzar fuertemente el sentido de pertenencia a una familia o una comunidad.

De Bortoli interactuó con el cardenal problematizándola, destacando una contradicción de la sociedad actual, marcada por las nuevas teconolías, que ce "una orgía de comunicación y el desierto de las relaciones humanas": de una parte las comunidades virtuales, muy difundidas pero anónimas, de la otra las comunidades de personas en carne y hueso, en las cuales el diálogo auténtico se hace cada día más difícil.

También monseñor Franco Giulio Brambilla, al introducir el encuentro, puso de relieve el riesgo de que hoy la familia privilegie un modelo de "casa-apartamento" en la que se vive "apartado", replegados sobre lo privado. En cuanto al nexo fiesta-trabajo, el cardenal Barbarin evidenció la necesidad de que se den oportunidades a la persona, como en el caso de la fiesta, para "abrirse otros lugares". "Cuando se juega se puede decir de todo", añadió parafraseando un dicho popular.

De Bortoli replicó evidenciando que "quizá no lograremos defender el domingo" del avance de una globalización, pero añadió que "el gran antídoto es, cristianamente, aquella cultura de los lazos y las relaciones auténticas que no puede nunca prescindir de la centralidad de la familia".

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'El mundo necesita alegría y vosotros sois la alegría del mundo'
Niños entre tres y ocho años en el encuentro de las familias
MILÁN, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- "Bienvenidos todos los niños del mundo". Con estas palabras pronunciadas en italiano, inglés, español, alemán, francés y muchas otras lenguas se abrió el Congreso de los niños en la Fieramilanocity, que se desarrolla al mismo tiempo que el teológico pastoral en el que participan los padres de los chicos, acogidos por 150 animadores. A Milán llegaron 900 muchachos, sobre todo niños de entre tres y ocho años.

"Hoy aprenderemos a acoger", dijo el organizador Ernesto Danelli a los chavales, todos con la camiseta y la gorra roja y blanca del Family 2012, mientras que las 60 alumnas del cuerpo de baile del Teatro Oscar de Milán se exhibieron entrando en la sala enarbolando las banderas de los países de todo el mundo y vistiendo los diversos trajes tradicionales.

Para llevar a los niños el saludo del arzobispo de Milán y del presidente de la Fundación Milán Familias 2012, intervino el padre Luca Violoni, secretario general. "Somos como los dedos que juntos hacen funcionar la mano. Aquí somos tantos y hablamos lenguas diversas, pero estamos juntos", dijo don Luca Violoni, que tocó también el tema del congreso de los más pequeños: el jardín. "El jardín es nuestro símbolo: somos nosotros las plantas, las flores, los frutos. Jesús ha dicho 'dejad que los niños vengan a mí', cada uno de nosotros están yendo hacia El".

Dándose la mano recitaron el Padre Nuestro, cada uno en su propia lengua. "Por vuestros padres pero hoy, en especial, por las víctimas del terremoto", explicó don Violoni.

Para acoger a los chicos de todos los continentes estuvo presente también una familia de Milán. "El mundo tiene necesidad de alegría y vosotros sois la alegría del mundo", saludaron los cónyuges Elena y Daniele Pisani, en el escenario con sus hijos. "Contad a todos lo que hagáis aquí, llevad esta experiencia a vuestras familias y a vuestras ciudades. Os auguramos una buena fiesta y la vivencia de la amistad. Gracias por estar aquí".

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Especial María


Santo Domingo y el santo rosario
Oración efectiva para vencer a los enemigos de la fe
ROMA, jueves 31 mayo (ZENIT.org).- Como cierre del mes de mayo ofrecemos a nuestros lectores un artículo del padre dominico Hernán Jiménez sobre la devoción del rezo del santo rosario.

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Por el padre Hernán Jiménez OP

Santo Domingo ha promovido y divulgado la oración del Rosario, como alabanza a la Santísima Virgen María. Rezar el Rosario es una invitación a reflexionar sobre los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen, que está asociada de manera especial a la Encarnación, Pasión y Resurrección de su Hijo. Santo Domingo, que era un hombre de elevada oración, dedicó mucho tiempo a su encuentro personal con Jesús y estudió su persona con gran dedicación. Estaba dotado de una exquisita sensibilidad espiritual, que no pasó desapercibido por sus hermanos. De hecho, fueron los que mantuvieron sus "Modos de orar".

Según una leyenda, la misma Señora enseñó a santo Domingo a rezar el Rosario, que es una oración muy poderosa para vencer a los enemigos de la fe. Gracias a esta oración muchos pecadores se han convertido y aún hoy se convierten a la fe católica y la recitan para interceder y obtener muchas gracias.

Santo Domingo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder el fuego misionero que empuja incesamente a transmitir el Evangelio donde se necesite: Cristo es el bien más preciado y valioso, que cada hombre y mujer de todo tiempo tiene derecho a conocer y amar. En la iconografía, a santo Domingo se le asocian varios símbolos, entre ellos el Santo Rosario, que fue una gran ayuda en su predicación. A la Virgen le agrada la oración del Rosario, porque es la oración de los sencillos, de los humildes, y que puede ser rezada por todos. Se puede rezar en cualquier lugar y a cualquier hora. Es un honrar a Dios y a la Virgen. Ella lo ha hecho ver cada vez que se ha aparecido: en Fátima, en Lourdes. Especialmente en Fátima se identificó con el título de "Señora del Rosario". En cada aparición, recomienda esta oración a sus hijos para alabar, agradecer y pedir apoyo y gracia a Jesús.

Fue el papa Pío V quien instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario después de la batalla de Lepanto. Se dice que el papa estaba en Roma rezando el Rosario para obtener la victoria sobre el ejército turco, cuando salió de la capilla y, guiado por una inspiración, anunció la victoria por parte de la armada cristiana e instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, añadiendo a las letanías el título de "Auxilio de los cristianos". A lo largo de los siglos, los papas han recomendado el rezo del Rosario y lo han enriquecido con muchas indulgencias. Los últimos papas han subrayado la importancia de esta devoción, especialmente el Rosario en familia, porque es una manera práctica para fortalecer la unidad familiar.

Santo Domingo había encontrado en esta devoción un arma para evangelizar a los hombres de aquel tiempo. Había descubierto el medio por el cual orar, meditar y contemplar. De hecho, recitando esta oración, alababa a Jesús a través y en unión con su Santa Madre María. Meditando sobre los misterios y la vida de Jesús y reflexionando sobre estos hechos podía llegar a la contemplación de la Única Verdad: Jesucristo. Podemos decir que nos muestra el camino por el cual llegamos a la unión con Jesús y con Dios, nuestro Padre amoroso. Desde el comienzo de la vida dominica, la oración y la contemplación fueron un elemento integrante e indispensable de la vida de los frailes.

En referencia a esto, el papa Benedicto XVI en una de sus audiencias generales, lo expresó así: "El lema de los frailes predicadores --contemplata aliis tradere--, nos ayuda a descubrir un anhelo pastoral en el estudio contemplativo de esta verdad, por la necesidad de comunicar a los demás el fruto de su propia contemplación. Y es el mismo santo Domingo, con su santidad, quien nos indica dos medios indispensables para que la acción apostólica sea eficaz. En primer lugar, la devoción mariana, que él cultivó con ternura y dejó como preciosa herencia a sus hijos espirituales, los cuales en la historia de la Iglesia han tenido el gran mérito de difundir el rezo del Rosario, tan querida por el pueblo cristiano y tan rica de valores evangélicos, una verdadera escuela de fe y piedad". El segundo medio, según él, es la vida monástica: granos vivos del Rosario son las monjas de clausura que, viviendo 24 horas en oración, aparecen como pétalos de rosas del Ave María.

Terminando esta meditación invito a todos a asumir la responsabilidad sobre la devoción al rezo del Santo Rosario, acogiendo la exhortación del papa: "Queridos hermanos y hermanas, la vida de Santo Domingo de Guzmán, nos insta a ser fervientes en la oración, valientes en la vivencia de la fe, profundamente enamorados de Jesucristo" (Audiencia general, 3 de febrero 2010).

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En la escuela de san Pablo...


'Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios' (Santísima Trinidad, ciclo B)
Comentarios a la segunda lectura dominical
ROMA, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- Nuestra columna "En la escuela de san Pablo..." ofrece el comentario y la aplicación correspondiente para la solemnidad de la Santísima Trinidad.

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Por Pedro Mendoza LC

"En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con Él glorificados". Rom 8,14-17

Comentario

En la Solemnidad de la Santísima Trinidad la liturgia de la palabra nos propone, como segunda lectura, un pasaje de la carta a los Romanos en el que san Pablo nos habla del modo como se realiza nuestra relación con las tres divinas personas.

Inicia afirmando la condición imprescindible para llegar a ser hijos de Dios: dejarnos guiar por el Espíritu (v.14). En el versículo precedente el Apóstol ha contrapuesto dos tipos de vida: por una parte, la vida según la carne, es decir dominada por el pecado, que conduce a la muerte; y, por otra parte, la vida según el Espíritu, que produce la vida. La idea que aquí late es la práctica pecaminosa en la que el "cuerpo" –o, lo que es lo mismo, el yo del hombre– encuentra siempre placer (v.13). Tal práctica debe ser muerta por el Espíritu, que nos capacita y nos guía hacia una nueva práctica cristiana (v.14).

En el v.13, la muerte y la vida aparecen como las dos posibilidades que se presentan al cristiano: "si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis". Pero ante ellas, ¿goza de una verdadera libre elección, de tal modo que pueda decidir entre ambas? Si puede darse la libertad psicológica de elección o de decisión, ello se debe a que esta libertad está ya intrínsecamente condicionada de forma bien explícita por el poder del Espíritu que guía al cristiano en la fe. Lo que le corresponde ahora es mantenerse en la libertad que le ha otorgado el Espíritu. Por consiguiente, la elección que el cristiano debe hacer de conformidad con todo ello, consiste en adherirse al Espíritu, en dejarse guiar por el Espíritu: "Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis" (v.13b). Si no se mantiene firme ahí, necesariamente sucumbirá al impulso mortífero del pecado: "pues, si vivís según la carne, moriréis" (v.13a).

Puesto que somos libres, somos realmente hijos de Dios (v.14). Pues, el espíritu que hemos recibido no es el "espíritu de servidumbre", sino el de "adopción", con el que nos otorgan nuevas relaciones como hijos adoptivos de Dios (v.15). Ha pasado el tiempo de la esclavitud sin redención, del temor y desamparo; el pecado ha sido reducido a la impotencia; en los cristianos alienta un espíritu nuevo, que el Espíritu Santo infunde en los hijos de Dios infundiéndoles al propio tiempo confianza y fuerza para llamar Padre suyo a Dios: "recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!" (v.15b). Por consiguiente no pueden caber en nosotros sentimientos de temor, como el que embarga el corazón de los esclavos antes sus padrones.

Al acto liberador que el Hijo de Dios lleva a su cumplimiento (v.24), responde el nuevo estado de liberados como hijos de Dios (v.16), que por la acción salvífica divina han entrado en posesión plena de sus derechos de hijos adoptivos: "Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con Él glorificados" (v.17). San Pablo recuerda estas nuevas relaciones con Dios, que los cristianos han obtenido, para referirse una vez más a la libertad refrendada por Dios como base de la nueva práctica de vida cristiana.

Queda, por tanto, confirmado, por una parte que la adopción de los cristianos lograda en el Espíritu se funda en el acto del Hijo de Dios. Y, por otra parte, a lo anterior sigue el hecho de que los cristianos dan una respuesta adecuada en su vida al Hijo de Dios, por lo que se refiere al padecer con Él en el presente como a la glorificación con Él en el futuro. Es curioso que el Apóstol, de cara a la salvación, defina el presente como un "padecer con Él", que tiene asegurada la promesa de la gloria futura. Por lo que hace a la glorificación de los hijos de Dios, en su nueva vida ellos sólo la experimentan de momento como un "todavía no" dentro de "lo que ya han logrado". Lo cual no equivale precisamente a una ilusión, sino a una promesa y esperanza. Pues, es justo el conocimiento seguro de la promesa de Dios en la experiencia del Espíritu lo que no solamente hace que nos mantengamos firmes frente a los trabajos del presente, sino que además nos mantiene esperanzados.

Por todo lo cual el caminar según el Espíritu hace que no despreciemos con un entusiasmo exaltado la existencia en el mundo transitorio, sino que nos la presenta a una luz completamente nueva y llena de sentido.

Aplicación

"Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios".

La fiesta de la Santísima Trinidad es motivo de gozo inmenso. Ella nos ayuda a descubrir un aspecto esencial de la revelación sobre Dios. Dios es comunión de Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por lo mismo esta fiesta es la fiesta de Dios-Amor, que nos invita a compartir su amor, a recibir su amor generoso y a responder a Él con un amor agradecido. Las lecturas de la liturgia de la Palabra nos presentan en el Evangelio el único texto en donde aparecen nombrados en un mismo pasaje las tres divinas personas: "Padre, Hijo y Espíritu Santo". Antes de ello, el texto del Deuteronomio exalta la generosidad de Dios que ha querido revelarse y comunicar su amor. La lectura del Apóstol nos habla de la relación con el Padre, gracias al Espíritu Santo, por medio del Espíritu Santo.

La primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio, nos invita a apreciar la generosidad de Dios, quien toma la iniciativa de revelarse al pueblo de Israel, y en él a todos los hombres, y hacernos partícipes de su vida íntima (4,32-34.39-40). Se trata de una relación extraordinaria que Dios establece con el hombre, que nos revela hasta dónde se extiende su amor hacia nosotros. Nos ha elegido entre tantos otros, ha obrado prodigios, ha luchado con su pueblo y lo conduce sano y salvo a la tierra prometida. Debemos tomar conciencia de lo que significa la alianza sellada con Él en el Sinaí y llevada a la plenitud en la Nueva Alianza de su Hijo para permanecer fieles a ella.

El pasaje evangélico nos permite descubrir cómo el don de Dios para con nosotros llega a su plenitud: el Hijo de Dios se hizo hombre para revelarnos el amor del Padre y para comunicarnos el Espíritu Santo (Mt 28,16-20). La realización del designio de salvación de Dios pasa, por tanto, por la Encarnación del Verbo y la redención, que tienen como fin introducirnos en la vida íntima de Dios, que es vida de amor. A esta vida de comunión en el amor con Dios debemos corresponder con gratitud y con el compromiso de llevar a cumplimiento la misión que nos confía de anunciarlo a todos los pueblos.

Como san Pablo nos recuerda en el pasaje de la carta a los Romanos (8,14-17), Dios ha tomado la iniciativa de colocarnos en una relación muy íntima con Él, hasta convertirnos en hijos adoptivos suyos y así poderlo llamar: "¡Abbá, Padre!". ¡Cuán grande es la generosidad de Dios para introducirnos en esta su familia, en esta vida de amor, de auténticos hijos suyos y hermanos de Cristo! Esta relación filial que nos une a Dios y a Cristo es obra del Espíritu Santo. Nuestra relación con Dios es fuente de grande gozo pero también de exigencias, pues requiere nuestra entrega total a Él. Vivamos, pues, siempre guiados por el Espíritu de Dios para ser y permanecer hijos suyos.

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Espiritualidad


Dios es amor, familia, vida, gozo, belleza
Comentario al evangelio de la Santísima Trinidad - ciclo B
ROMA, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo del padre Jesús Álvarez, paulino, con motivo de la festividad litúrgica de la Santísima Trinidad.

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Jesús Álvarez SSP

En aquellos días los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, dudaban. Y Jesús, acercándose, les dijo: - Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos míos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a vivir todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. Mt 28, 16-20.

Ni los ángeles sabrían decirnos qué es la Santísima Trinidad. Pero hay una definición que puede acercarnos a su infinita realidad: la Trinidad es un misterio de vida y amor, de belleza y felicidad infinita en Familia, constituida por tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres Personas tan estrechamente unidas entre sí, que “conforman” un solo Dios.

Mas lo que nos importa no es comprender el misterio de la Trinidad, sino que podemos, por gracia de Dios, amar, adorar, gozar y tratar a todas y cada una de las tres divinas Personas, ya en el tiempo, y luego gozar con ellas por toda la eternidad. La Trinidad se abaja para habitar en nosotros, su templo preferido. Acojámosla con amor, gratitud y gozo.

Dios nos creó por puro amor, para gozar viéndonos compartir su vida, su amor, su belleza y su infinita felicidad eterna en su Familia Trinitaria, nuestro hogar de origen y de destino. Por eso vino al mundo el Hijo para librarnos del pecado que nos cortaba el camino hacia la felicidad trinitaria. Para eso Cristo da a los apóstoles la misión de evangelizar y guiar a todos los hombres hacia la Casa eterna. Dios “no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”.

San Pablo dice: “ni ojo vio, ni oído oyó ni mente humana puede sospechar lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman”; y añade: “Los sufrimientos de esta vida no tienen comparación con el gozo que nos espera”.

En el paraíso se gozan siempre nuevos cielos e interminables deleites, alegrías, maravillas y bellezas; y el ansia de placer se sacia y se acrecienta sin fin. Mientras que los excluidos del paraíso, prueban siempre nuevos e insoportables tormentos, que tampoco tienen comparación con los sufrimientos de esta vida. ¡Sepamos elegir bien!

Irreparable desgracia sería ignorar o infravalorar a la gloriosa Familia eterna, y quedarse así fuera de su Hogar, lo cual constituye un tormento indecible por haber perdido para siempre las personas, bienes y placeres terrenos y los eternos, perdiéndose a sí mismo y al propio Dios. Más vale temer y evitar el infierno que terminar en él. El infierno no se elimina por no creer en él, sino que por no creer en él se arriesga caer en él.

Jesús nos indicó bien claro cómo nos hacemos miembros de la felicísima Familia Trinitaria: “Éstos son mi madre, mi padre, mis hermanos y hermanas: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”. “Quien quiera salvar su vida, la perderá; y quien la pierda por mí, la salvará”. Quien entregue la vida por amor a Cristo y al prójimo, la asegura para la eternidad. La vida hay que entregarla: entreguémosla por amor.

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