3.06.12

Benedicto XVI y las promesas vacías de los políticos

A las 3:22 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Benedicto XVI
 

Los políticos son responsables de sus actos ante Dios y ante los hombres. Sus promesas vacías valen de muy poco. Benedicto XVI fue claro, la noche de ayer sábado, al dirigirse a más de 350 mil personas congregadas en el Parque Bresso de Milán. Al responder las preguntas de cinco familias de diversas partes del mundo habló de la crisis económica mundial. Lo hizo improvisando. Y con neta claridad se refirió a los aspirantes a puestos de elección popular con una advertencia: no pidan el voto sólo para satisfacer sus propios intereses.

En el segundo día de su visita pastoral a la norteña ciudad italiana, donde participó en las actividades del VII Encuentro Mundial de las Familias, se refirió al tema de la política en dos momentos. Y además de instar a los partidos a buscar el bien común (en el festival de los testimonios cuando respondió las preguntas), trazó el perfil de un buen responsable de la “cosa pública”. Compartimos con los seguidores de Sacro&Profano ambos extractos, palabras de gran importancia especialmente para México, inmerso en plena campaña presidencial.

Fiesta de los Testimonios
Parque Bresso de Milán / 2 de junio 2012

Nikos: ¡Kalispera! Somos la familia Paleologos. Venimos de Atenas. Me llamo Nikos y ella es mi mujer Pania. Y ellos son nuestros dos hijos, Pavlos y Lydia. Hace años con otros dos socios, invirtiendo todo lo que teníamos, abrimos un pequeña empresa de informática.

Al desatarse la actual durísima crisis económica, los clientes disminuyeron drásticamente y los que se quedaron atrasaron cada vez más los pagos. Apenas alcanzamos a pagar los sueldos de dos empleados y a nosotros, socios, nos queda poquísimo: tanto que, para mantener a nuestras familias, cada día que pasa queda menos. Nuestra situación es una entre tantas, entre millones. En la ciudad la gente camina con la cabeza abajo, nadie tiene confianza en ninguno, nos cuesta pensar en el futuro de nuestros hijos. Existen días y noches, Santo Padre, en los cuales uno se pregunta cómo hacer para no perder la esperanza. ¿Qué puede decir la Iglesia a toda esta gente, a estas personas y familias sin perspectivas?

Benedicto XVI: Queridos amigos, gracias por este testimonio que me ha impactado en mi corazón y en el de todos. ¿Qué podemos responder? Las palabras son insuficientes. Debemos hacer algo concreto y todos sufrimos del hecho que somos incapaces de hacer cosas concretas.

Hablemos primero de la política: me parece que debería crecer el sentido de responsabilidad en todos los partidos, para que no prometan cosas que no pueden realizar, que no busquen votos para sí mismos, sino que sean responsables por el bien de todos y que se entienda que la política es siempre responsabilidad humana, moral ante Dios y los hombres.

Después, naturalmente, los individuos sufren y deben aceptar, a menudo sin posibilidad de defenderse, la situación como es. Pero podemos también decir: busquemos que cada uno haga lo posible, piense en sí mismo, en la familia y en los otros con gran sentido de responsabilidad, sabiendo que los sacrificios son necesarios para salir adelante.

Encuentro con autoridades políticas y sociales
Arzobispado de Milán / 2 de junio de 2012

La primera cualidad de quien gobierna ha de ser la justicia, virtud pública por excelencia porque se refiere al bien de toda la comunidad. Ha de estar acompañada por el amor a la libertad, que distingue a los gobernantes buenos de los malos: La libertad (.) es un derecho precioso que el poder civil debe garantizar. Pero libertad no significa arbitrio del individuo, sino que implica más bien la responsabilidad de cada uno. Se encuentra aquí uno de los principales elementos de la laicidad del Estado: asegurar la libertad para que todos puedan proponer su visión de la vida común, dentro del respeto a los demás y en el contexto de leyes que miran al bien de todos.

Para garantizar el bien común, las leyes del Estado deben encontrar justificación y fuerza en la ley natural, fundamento de un orden adecuado a la dignidad de la persona humana, ya que de una concepción meramente positivista no se pueden derivar indicaciones de carácter ético. El Estado ha de servir y tutelar a la persona en todos sus aspectos, comenzando por el derecho a la vida; nunca se puede consentir su supresión deliberada. Asimismo, está llamado a reconocer la identidad propia de la familia, fundada sobre el matrimonio y abierta a la vida, así como el derecho primario de los padres a la libre educación y formación de los hijos. (.) No se hace justicia a la familia si el Estado no sostiene la libertad de educación por el bien común de toda la sociedad.