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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 13 de junio de 2012

Santa Sede

'Estamos llamados a descubrir el valor de la plegaria'
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General

Mundo

Siria: Un cristiano asesinado en Qusayr
Dos sacerdotes confirman el ultimátum a los cristianos

El espíritu de la liturgia

Cuándo celebrar/4: La Liturgia de las Horas (CEC, 1174-1178)
Columna de teología litúrgica a cargo de don Mauro Gagliardi

Especial - Congreso Eucarístico Internacional

Sacerdote de Chicago se dirigió a los participantes en el Congreso
El padre John Cusik habla sobre la importancia de los símbolos eucarísticos

San Antonio de Padua y su devoción eucarística
Homilía del cardenal Maradiaga en el Congreso Eucarístico Internacional

El matrimonio y la familia abordados en el Congreso Eucarístico Internacional
Los oradores debatieron sobre el papel de la Eucaristía en la juventud y la familia

Legado papal pide perdón a víctimas de abuso clerical en Irlanda
El cardenal Ouellet se reunió con un grupo durante dos horas

Foro

Violación, embarazo y aborto
Una reflexión desde la Bioética

Documentación

'La unión con Dios no aleja del mundo'
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General


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Santa Sede


'Estamos llamados a descubrir el valor de la plegaria'
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 junio 2012 (ZENIT.org).- La Audiencia General de esta mañana ha tenido lugar a las 10,30 en la Aula Pablo VI, donde Benedicto XVI se ha encontrado con grupos de fieles llegados de Italia y del mundo.

En el camino, el papa ha hecho una breve parada en la plaza de Santa Marta para la presentación de los trabajos de restauración de la Basílica Vaticana.

En su discurso en lengua italiana el santo padre ha reanudado su catequesis sobre la oración en las Cartas de San Pablo.

Tras sus palabras, el papa ha hecho un llamamiento a los fieles presentes a orar por los trabajos del 50 Congreso Eucarístico Internacional que está teniendo lugar en Dublín.

El papa ha recordado en su catequesis que "el encuentro diario con el Señor y la frecuencia a los sacramentos nos permiten abrir nuestra mente y nuestro corazón a su presencia, a sus palabras, a su acción. La oración no es solamente el aliento del alma, sino, para usar una imagen, es también el oasis de paz en el que podemos sacar el agua que alimenta nuestra vida espiritual y transforma nuestra existencia. Y Dios nos atrae hacia sí, nos hace subir a la montaña de la santidad, para que estemos siempre más cerca de Él, ofreciéndonos a lo largo del camino luz y consuelo".

Esta es la experiencia personal a la que san Pablo se refiere en el capítulo 12 de la Segunda Carta a los Corintios, en la que el papa se detuvo hoy.

Explicó que san Pablo, "en contra de quien impugnaba la legitimidad de su apostolado, él no repasa tanto las comunidades que ha fundado, los kilómetros que ha recorrido; no se limita a recordar las dificultades y las oposiciones que ha enfrentado para anunciar el Evangelio, sino que señala su relación con el Señor, una relación tan intensa, también caracterizada de momentos de éxtasis, de contemplación profunda; por lo que no se jacta de lo que hizo, de su fuerza, de sus actividades y logros, sino de la acción que ha hecho Dios en él y a través de él".

"Sólo la fe --dijo el papa--, el confiar en la acción de Dios, en la bondad de Dios que no nos abandona, es la garantía de no trabajar en vano. Así la gracia del Señor ha sido la fuerza que acompañó a san Pablo en el enorme esfuerzo por difundir el Evangelio, y su corazón ha entrado en el corazón de Cristo, haciéndose capaz de dirigir a otros hacia Aquel que murió y resucitó por nosotros".

"En un mundo donde hay el riesgo de confiar únicamente en la eficiencia y el poder de los medios humanos --añadió--, en este mundo estamos llamados a redescubrir y dar testimonio del poder de Dios que se comunica en la oración, con la que crecemos cada día en configurar nuestra vida a la de Cristo".

Se puede leer el texto completo de las palabras del papa en: http://www.zenit.org/article-42455?l=spanish .

Tras sus palabras en italiano, Benedicto XVI se dirigió en su idioma a cada uno de los grupos lingüísticos presentes.

A los de lengua española les dijo: "Deseo hablarles de la experiencia contemplativa y de la fuerza en la plegaria a la que hace referencia san Pablo para legitimar su condición de apóstol del evangelio. Él no presume de sus trabajos o esfuerzos, sino de la acción de Dios en él. Antes de anunciar a Cristo, ha vivido en silencio y contemplación. Su mística no se funda sólo en los eventos excepcionales que ha tenido, sino también en lo cotidiano y la intensa relación con el Señor. Contemplar al Señor es fascinante porque Él nos atrae y cautiva el corazón, experimentando paz, belleza, amor; pero es a su vez tremendo, porque se evidencia la debilidad humana, las incapacidades, la dificultad de vencer el mal. En un mundo en que se corre el riesgo de confiar solamente en la eficacia y la fuerza de los medios humanos, estamos llamados a descubrir y dar testimonio del valor de la plegaria. En la oración se dan momentos de especial intensidad, en los que se experimenta vivamente la presencia del Señor, pero es necesaria la constancia y la fidelidad, sobre todo en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento".

Y concluyó con un "saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos de España, México, Puerto Rico, Venezuela y otros países latinoamericanos. Invito a todos a dedicar más tiempo a la oración, para que nuestra vida sea transformada y animada por la fuerza concreta del amor de Dios, y así afrontar cada adversidad, convencidos de que todo lo podemos en Aquél que nos conforta".

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Mundo


Siria: Un cristiano asesinado en Qusayr
Dos sacerdotes confirman el ultimátum a los cristianos
ROMA, miércoles 13 junio 2012 (ZENIT.org).- En medio del conflicto armado entre el régimen y la oposición, la vida en Siria se pone cada vez más difícil para los cristianos. A la noticia del asesinato de un cristiano en Qusayr se une el ultimátum dado a los cristianos para que abandonen la zona por una facción armada de oposición-

El cristiano Maurice Bitar ha sido asesinado en Qusayr, cerca de la ciudad de Homs, donde la población cristiana --alrededor de mil personas de las más de diez mil que vivían allí antes del inicio de los actos de violencia- se ha visto obligada a huir tras el ultimátum lanzado por una facción armada, de las fuerzas de la oposición, liderados por el general Abdel Salam Harba, informa la agencia Fides.

Algunos cristianos, después de la advertencia, habían optado por permanecer en Qusayr, exponiéndose a riesgos considerables. Maurice Bitar ha sido asesinado por un francotirador, junto a otros tres hombres, al salir de casa para ir a comprar el pan para su familia. Los habitantes cristianos de Qusayr, señalan fuentes locales, sufren hostigamientos como la prohibición de salir a la calle o la obligación de “ceder el paso” si se encuentran con un musulmán, “como en los tiempos del califato otomano”, señala.

De hecho, la oposición armada, según lo confirmado por numerosos observadores en Siria y en el extranjero, poco a poco se está dirigiendo hacia una ideología sunnita extremista, de marca salafista. Las bandas y grupos militares que operan de forma totalmente independiente fuera de la coordinación del Ejército de Liberación de Siria son numerosas. El ultimátum lanzado por la facción de Abdel Salam Harba, por ejemplo, no ha sido ratificado por otros grupos: en un comunicado, la coordinación del Ejército de Liberación sirio, estacionado en Qusayr, se dice “conmocionado por la noticia” y rechaza el ultimátum, afirmando que no es responsable y que no lo comparte de ninguna manera.

Sin embargo, dos sacerdotes católicos que han huido en los últimos días de Qusayr, al ser contactados por la agencia Fides, confirman que han oído “con sus propios oídos” el ultimátum repetido y anunciado desde los minaretes de las mezquitas, y haber abandonado la ciudad junto con muchas familias de refugiados.

Según fuentes de Fides, “la situación en esta zona es insostenible y está expuesta a la anarquía total”. Los cristianos se enfrentan a una dura realidad: o unirse a la oposición, enrolando a sus jóvenes, o ser víctimas de acosos, discriminaciones, violencia. El destino de los cristianos de Qusayr, dice la misma fuente, pronto podría tocar a los diez mil fieles que viven en otros pueblos de la zona, como Dmeineh, Rableh y Hamra.  

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El espíritu de la liturgia


Cuándo celebrar/4: La Liturgia de las Horas (CEC, 1174-1178)
Columna de teología litúrgica a cargo de don Mauro Gagliardi
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 30 mayo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos nuestra habitual columna de teología litúrgica a cargo del padre Mauro Gagliardi, con un artículo dedicado a la celebración de la Liturgia de las Horas.

*****

Por Mauro Gagliardi*

La sección litúrgica del Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), en el párrafo «¿Cuándo celebrar?», dedica un espacio al «Oficio Divino», hoy llamado «Liturgia de las Horas» (LdH). La LdH es parte del Culto divino de la Iglesia, y no un mero apéndice de los sacramentos. Es sagrada Liturgia en el verdadero sentido. En la LdH, como en el sacramental (en particular la Liturgia Eucarística, de la cual el Oficio es como una extensión), se entrecruzan dos dinámicas: «desde lo alto» y «desde abajo».

Considerada «desde lo alto», la LdH fue traída a la tierra por el Verbo, cuando se hizo hombre para redimirnos. Por eso, el Oficio Divino se define como «el himno que se canta en el Cielo por toda la eternidad», introducido «en el exilio terreno» por el Verbo encarnado (cfr. Pío XII, Mediator Dei: EE 6/565; también: Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium [SC], n. 83). Podemos cantar las alabanzas de Dios, porque Dios mismo nos permite esto y nos enseña cómo hacerlo. En este sentido, la LdH representa la reproducción, obrada por la Iglesia peregrina y militante, del canto de los espíritus celestiales y de los bienaventurados, que forman la Iglesia gloriosa del Cielo. Es por esta razón que el lugar donde los monjes, frailes y canónigos se reúnen para rezar el Oficio ha tomado el nombre de «coro»: el cual quiere reproducir visiblemente las órdenes angelicales y los coros de los santos, que constantemente alaban la majestad de Dios (cfr. Is. 6,1-4; Ap. 5,6-14). Por lo tanto, el coro está estructurado en forma circular no para facilitar la mirada del uno al otro, mientras se celebra la LdH, sino para representar el «asomarse el cielo sobre la tierra» (Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, n. 35) que se produce cuando celebramos el Culto Divino.

En segundo lugar, una dinámica que refleja la LdH «desde abajo» hacia «lo alto», es el movimiento por el cual la Iglesia terrena alaba, adora, agradece a su Señor y le suplica, en el transcurso del día. En todo momento recibimos beneficios de parte del Señor, por lo que es justo que le demos las gracias por ello, a cada hora del día.

Por eso santo Tomás de Aquino considera que la oración es un acto que, perteneciendo a la virtud de la religión, hace referencia a la virtud de la justicia (cf. S. Th. II-II, 80, 1, 83, 3). Con el «Prefacio» de la Santa Misa, podemos decir que «en verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación» alabar al Señor en todo momento del día. Cristo ha sido el primero en dar el ejemplo de una oración constante, día y noche (cf. Mt. 14,23, Mc. 1,35; Heb. 5,7). El Señor también ha recomendado orar siempre y no desfallecer (cf. Lc. 18,1). Fiel a las palabras y al ejemplo de su Fundador (cf. 1 Ts. 5.17, Ef. 6,18), desde los tiempos apostólicos, la Iglesia ha desarrollado su propia oración diaria según un ritmo ordenado que cubriese la jornada entera, asumiendo en una forma nueva, las prácticas litúrgicas del templo de Jerusalén. Es cierto que las dos horas canónicas principales (Laudes y Vísperas) han surgido en relación con los dos sacrificios diarios del templo: el matutino y el vespertino. Incluso las oraciones de Tercia, Sexta y Nona corresponden a tantos otros momentos de oración en la práctica judía. En el día de Pentecostés, los apóstoles estaban reunidos en oración en la Hora Tercia (cf. Hch. 2,15). San Pedro tuvo la visión de la tela que bajaba del cielo, mientras estaba en oración en una terraza hacia la Hora Sexta (cf. Hch. 10,9). En otra ocasión, Pedro y Juan subían al templo a rezar a la Hora Nona (cf. Hch. 3,1). Y no olvidemos que Pablo y Silas, encerrados en la cárcel, oraban cantando himnos a Dios a la medianoche (cf. Hch.16,25).

No es de extrañar, entonces, que ya a finales del primer siglo, el papa san Clemente pudiera recordar: «Tenemos que hacer con orden todo lo que el Señor nos ha mandado hacer durante los períodos de tiempo fijos. Nos prescribe hacer las ofrendas y las liturgias, y no al azar o sin orden, sino en las circunstancias y los tiempos previstos» (A los Corintios, XL, 1-2). La Didachè (cf. VIII, 2) recomienda recitar el Padre Nuestro tres veces al día, lo que hace la Iglesia actualmente durante los Laudes, las Vísperas y en la Santa Misa. Así interpreta Tertuliano esta antigua tradición: «Nosotros oramos, como mínimo, por lo menos tres veces al día, ya que estamos en deuda con los Tres: con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo» (De Oratione, XXV, 5). En Occidente, el gran organizador del Oficio Divino fue san Benito de Nursia, quien ha perfeccionado el uso anterior de la Iglesia de Roma.

De lo que se ha dicho, surgen al menos dos consideraciones fundamentales. La primera es que la LdH, ya que es esencialmente cristocéntrica, es profundamente eclesial. Esto implica que, en cuanto Culto público de la Iglesia, a la LdH es sustraída del arbitrio del individuo y es regulada por la jerarquía eclesiástica. Además, es una lectura eclesial de la Sagrada Escritura, porque los salmos y las lecturas bíblicas son interpretadas por los textos de los Padres, de los Doctores y de los Concilios, y por las oraciones litúrgicas compuestas por la Iglesia (cf. CEC, 1177).

En cuanto Culto público, la LdH también tiene un componente visible, y no solo uno interior. Es la unión de la oración y de los gestos. Si bien es cierto que «la mente tiene que estar de acuerdo con la voz» (cf. CIC, 1176), también es cierto que el culto no se celebra solo con la mente, sino también con el cuerpo (cf. S. Th. II-II, 81, 7). Por ello, la liturgia prevé cantos, expresiones verbales, gestos, inclinaciones, postraciones, genuflexiones, incensaciones, vestimentas, etc. Esto también se aplica al Oficio Divino. Por otra parte, el carácter eclesial de la LdH hace por su propia naturaleza que «esté destinada a convertirse en la oración de todo el pueblo de Dios» (CEC, 1175). En este sentido, si es cierto que el Oficio pertenece sobre todo a los ministros sagrados y a los religiosos –es a quienes la Iglesia en particular se los confía–, este siempre involucra a toda la Iglesia: los fieles laicos (en la medida en que les es posible participar), a las almas del Purgatorio, a los santos y a los ángeles en sus diferentes rangos.

Cantando las alabanzas de Dios, la Iglesia terrena se une a la celestial y se prepara para reunirse con ella. Por lo tanto, la LdH «es verdaderamente la voz de la misma Esposa que le habla al Esposo, mas aún, es la oración de Cristo, con su Cuerpo, al Padre» (SC, n. 84, cit. en CEC, 1174).

Traducido del italiano por José Antonio Varela V.

* Don Mauro Gagliardi es Profesor ordinario en el Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum", Profesor encargado en la Universidad Europea de Roma, Consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice y de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Quien desee hacer preguntas o expresar opiniones sobre los temas tocados por la columna dirigida por don Mauro Gagliardi, puede escribir a la dirección: liturgia.zenit@zenit.org.

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Especial - Congreso Eucarístico Internacional


Sacerdote de Chicago se dirigió a los participantes en el Congreso
El padre John Cusik habla sobre la importancia de los símbolos eucarísticos
Por Junno Arocho

DUBLÍN, miércoles 13 junio 2012 (ZENIT.org).- El tema de la cuarta jornada del 50Congreso Eucarístico Internacional fue "Sacerdocio y Ministerio al Servicio de la Comunidad". Los diversos oradores enfocaron diferentes aspectos del ministerio sacerdotal, diaconado y sobre la vida consagrada. Pero un sacerdote de Chicago presentó una ponencia sobre sobre los orígenes y significado de la liturgia eucarística.

El padreJohn Cusick se centró en el tema "Católicos, por qué hacemos lo que hacemos". Este sacerdote ha trabajado con ministrosjóvenes en laarchidiócesis de Chicago. El propósito del encuentro fue cómo atraer a los católicos transmitiendo pensamientos a través de palabras, gestos y símbolos usados en la liturgia, en la esperanza de que inspiren un profundo aprecio por la eucaristía.

El padre Cusik habló con ZENIT sobre la importancia de la eucaristía y lo que significa para loscatólicos en la sociedad actual.

¿Por qué es importante para los católicos conocer los orígenes de los símbolos eucarísticos?

–P. Cusick: Bien, si usted conoce de donde proviene y por qué hace lo que hace, es como aquél viejo proverbio que dice: “Con el conocimiento, viene la fuerza”. Entretanto si uno no conoce, entonces pierde su tiempo preguntándose “¿qué es lo que estoy haciendo aquí?”

¿Entonces teniendo este conocimiento, la gente valorará más la eucaristía?

P. Cusik: Absolutamente sí. Una vez que comprendes por qué haces lo que haces, esto incrementa el aprecio. También fortalece el servicio, la sacralidad en la liturgia.

¿Qué es lo más signoficativo de este congreso eucarístico internacional para usted personalmente?

--P. Cusick: Qué decir, es una religión internacional. Hoy, antes de comenzar, he hablado con un hombre que vino desde Beirut, otro desde Catar, gente proveniente desde todas las partes del mundo. Nosotros vinimos juntos con una misma fe y no hay que olvidarlo pues no se trata de una Iglesia católica americana, es la Iglesia católica universal y esto me hace sentir humilde.

Hay muchos compañeros norteamericanos aquí en el congreso. ¿Qué es lo que podrán llevar a Estados Unidos pensando en lo que recibieron aquí y teniendo en vista las actuales divisiones políticas?

--P. Cusick: Me gustaría que puedan llevar lo que todos nosotros somos realmente. Pienso que frecuentemente luchamos por asuntos marginales. Somos más o menos una Iglesia dividida políticamentey no creo que esto vaya a cambiar.

Pero somo al mismo tiempo un pueblo de fe y creo que esto es un punto central para evaluar a la Iglesia. Necesito tener esta perspectiva cada vez que vuelvo a la lucha, y esto es importante para mi.Creo que si uno viene desde Corea, Qatar o Irlanda, de donde quiera que venga, esto es lo que todos necesitamos escuchar.

Para más informaciones sobre padre Cusick's en www.yamchicago.org.

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San Antonio de Padua y su devoción eucarística
Homilía del cardenal Maradiaga en el Congreso Eucarístico Internacional
DUBLÍN, miércoles 13 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto de la homilía del cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, en la misa de hoy, festividad de San Antonio de Padua, en el Congreso Eucarístico Internacional.

*****

La liturgia nos dice que los santos cumplen una triple función en la Iglesia: el ejemplo de sus vidas, la ayuda de su intercesión y el compartir su destino.

La primera lectura puede aplicarse a la vida de san Antonio que fue consagrado en el bautismo, la confirmación y la ordenación sacerdotal para "llevar la buena noticia a los pobres, curar los corazones destrozados, confortar a los afligidos" y difundir la gracia del Señor. Como los discípulos del evangelio, dejó su nativo Portugal y como auténtico seguidor de san Francisco, enriqueció a miles de cristianos mediante su pobreza. Hay muchos ejemplos edificantes en su vida pero en el contexto del Congreso Eucarístico, deseo concentrarme en el siguiente tema: "San Antonio de Padua vivió una íntima y apasionada relación personal con la Eucaristía; este Divino sacramento marcó sus días, llenándole de esperanza confiada".

Encarando al movimiento de los cátaros que rechazaban los sacramentos, san Antonio fue un testigo de la presencia real de Cristo en la Eucaristía: "Sí, creo firmemente y profeso que este cuerpo, que nació de la Virgen, colgó en la cruz, reposó en la tumba, resucitó al tercer día y ascendió al cielo a la derecha del padre, este mismo cuerpo fue verdaderamente dado a los apóstoles y esta verdadera realidad es hecha presente cada día por la Iglesia y dada a los fieles...".

Para contrarrestar la influencia de la herejía patarina (un movimiento reformista que empezó en el norte de Italia) y que había desfigurado el dogma de la presencia real, reduciendo la Eucaristía a una simple cena histórica, "sólo una mera memoria, san Antonio, predicando un día en Rimini ilustró plenamente la realidad de la presencia de Jesús en la Hostia consagrada. Sin embargo, los líderes de la herejía no aceptaron el razonamiento del santo y trataron de desacreditar su argumentos. Uno de los líderes le dijo: "Menos palabras ahora: si deseas que crea en este misterio, tendrás que hacer el siguiente milagro: Tengo una mula. la dejaré sin comida tres días seguidos. Cuando hayan pasado los tres días, iremos a verla juntos, yo con hierba y tu con el sacramento. Si la mula rechaza la hierba y se arrodilla y adora 'tu pan', entonces yo mismo lo adoraré". El santo aceptó el desafío y fue a implorar la ayuda de Dios por medio de oración, ayuno y penitencia.

Durante tres días, el hereje privó a la mula de todo alimento y luego la llevó a la plaza pública. Al mismo tiempo, san Antonio fue a la plaza en el lado opuesto, llevando en sus manos una custodia con el Cuerpo de Cristo; todo esto en presencia de una multitud de gente deseosa de saber el resultado de este extraordinario reto aceptado por el santo franciscano. San Antonio encaró al hambriendo animal y le dijo: "En el nombre de este Señor al que yo, aunque indigno, llevo en mis manos, te mando que vengas y reverencies a tu Creador, de manera que la malicia de los herejes pueda ser confundida y comprendan la verdad de este santísimo Sacramento que los sacerdotes llevamos al altar y por el cual las criaturas están sujetas a su Creador".

Mientras el santo pronunciaba estas palabras, el hereje mostraba cebada a la mula para que comiera, pero la mula sin prestar atención a la comida se dirigió paso a paso como si tuviera uso de razón y respetuosamente dobló ambas rodillas ante el santo que sostenía elevada la sagrada Hostia y permaneció en esa postura hasta que san Antonio le dio permiso para levantarse.

El hereje, llamado Bonvillo, cumplió su promesa y se convirtió de todo corazón a la fe católica: el hereje se retractó de sus errores y san Antonio, tras bendecirle con el Santo Sacramento entre grandes aplausos, llevó la custodia en procesión a la iglesia donde dio gracias a Dios por el milagro y la conversión de tantos hermanos.

Más allá de un milagro espectacular, lo que san Antonio enseñó respecto a la Eucaristía es la doctrina de la Iglesia. Ante todo, es un don del Señor, del que el sacerdote no es el dueño sino el servidor. La Eucaristía es el más espléndido Sacramento de la Presencia de Cristo; es inevitable que la Eucaristía tenga una acción transformante en el corazón de cada uno que lo vive. La Eucaristía es un don de amor que sólo será plenamente comprendido en la eternidad.

El beato Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003) recuerda que la Iglesia "obtiene su vida de la Eucaristía, Cristo da su cuerpo y su sangre para la vida de la humanidad. Y aquellos que se nutren de modo digno en la mesa se convierten en instrumentos vivientes de su presencia amorosa, misericordiosa y dadora de paz.

San Pablo recuerda a los cristianos de Corinto que la cena del Señor no es sólo un evento de compañerismo; es también un memorial del sacrificio redentor de Cristo. "Así, entonces, cada vez que comes de este pan y bebes de este cáliz anuncias la muerte del Señor hasta que venga". Quien participa es unido al misterio de la muerte del señor y transformado en su "misionero".

Hay una profunda relación entre celebrar la Eucaristía y proclamar a Cristo. Entrar en comunión con El significa, al mismo tiempo, ser transformados en misioneros del evento que la celebración hace real. Implica hacerlo contemporáneo en cada época, hasta que el Señor venga.

Por esta razón, los santos, cada uno en modo único en su propio y particular contexto, revelan o manifiestan a Cristo. San Antonio de Padua vivió una íntima y apasionada relación personal con la Eucaristía; que marcó su vida, llenándole de esperanza confiada.

La vida de Antonio de Padua, tan rica de dones sobrenaturales y sucesos extraordinarios, estaba fundada en una radical piedad eucarística. La expresión "Dadles vosotros de comer" (Lc. 9,13) tuvo un gran significado en su propia vida, dado que en muchas situaciones en las que en las que se dio la multiplicación del pan, estas han de ser vistas como una consistente extensión de su intensa unión con Cristo y de su ininterrumpida oración.

Cristo, "el pan vivo que baja del Cielo", es el único que puede aliviar el hambre de la persona humana en todos los tiempos y en todos los lugares de la tierra. No puede hacerlo solo, sin embargo, y por esta razón, como en la multiplicación del pan, implica a los discípulos: "Luego Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los iba dando a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente" (Luc 9,16). Este potente signo es una imagen de este maravillo misterio de amor que se rebueva cada día en la Santa Misa: a través del ministerio del sacerdote. Cristo da su Cuerpo y su Sangre por la vida de la humanidad. Y aquellos que dignamente participan en la mesa se convierten en instrumentos vivientes de su presencia amorosa, misericordiosa y dadora de paz.

San Antonio fue el primero que enseñó teología en la Orden Franciscana.

Para él, predicar a Cristo es comprenderlo y explicarlo a través del misterio de la Eucaristía, viviendo en completa consistencia, su unión con Cristo vivo y presente en el Santísimo Sacramento. Solía decir "se esfuerza en vano en difundir la doctrina de Cristo quien le contradice con sus obras": de ahí sus largas horas de contemplación y profundo silencio amoroso ante la presencia de Jesús en el Tabernáculo. Su personal devoción era el modo más convincente de predicar lo que creía: que Jesús está presente en el Santísimo Sacramento del Altar. La fuerza y la abundancia de milagros en su vida, tiene su fuente y profundo fundamento en su profunda vida eucarística. la Eucaristía, celebrada y adorada, es el principio de la configuración con Cristo.

En nuestro tiempo nosotros quizás no tenemos las herejías del pasado sino más bien la praxis de la indiferencia. La Sagrada Eucaristía es simplemente ignorada y no ocupa un importante lugar para la gran mayoría de la gente, que puede no decirlo en palabras pero llevan a pensar las palabras de los israelitas en el desierto: "Estamos ya hartos de este pan sin levadura". (Num. 21,5). El propósito del Congreso Eucarístico Internacional es ayudarnos a vivir mejor cada día la fe en la Iglesia y el Santo Sacramento. Que a través de la intercesión de san Antonio seamos capaces, cada día, de dar al Sacramento del Altar un lugar más central en nuestras vidas, y podamos alimentar a través de este Sacramento un modo cristiano de vida que produzca frutos de amor y solidaridad. Tal como se pide en la oración de entrada de la Misa: "Concédenos que con la asistencia e intercesión de este extraordinario predicador, mientras seguimos las enseñanzas de la vida cristiana, podamos conocer su ayuda en toda prueba". Amén.

Traducido del original inglés por ZENIT

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El matrimonio y la familia abordados en el Congreso Eucarístico Internacional
Los oradores debatieron sobre el papel de la Eucaristía en la juventud y la familia
Por Ann Schneible, enviada especial

DUBLÍN, Miércoles 13 junio 2012 (Zenit.org) -. "La Comunión en el Matrimonio y la Familia", fue el tema de las sesiones del martes en el 50 Congreso Eucarístico Internacional (CEI), que sigue desarrollándose en Dublín.

El obispo Mark Davies, de la diócesis de Shrewsbury en Inglaterra, y la señora Breda O'Brien intervinieron en una conferencia de prensa junto con el secretario general del CEI, padre Kevin Doran, donde hablaron de la familia, la juventud y la renovación del presbiterado.

Monseñor Davies, quien en la noche del lunes ofreció una catequesis a cerca de 1.000 jóvenes, habló sobre esta experiencia. "Fue muy impresionante", dijo, "ver la respuesta de los jóvenes. Cientos de jóvenes encontraron un espacio reservado a la juventud, y participaron con gran entusiasmo y un compromiso muy evidente".

En respuesta a una pregunta acerca de las reliquias de san Juan María Vianney, que están llegando a Inglaterra, el obispo habló sobre la importancia de los santos para ayudar a la renovación del presbiterado y de la Iglesia. "Para la renovación del presbiterado", dijo, "es esencial contemplar a los santos, ya que es en los santos en que vemos a la Iglesia siempre verdadera, y su más auténtico rostro. Vemos la vida cristiana vivida en plenitud; vemos el presbiterado vivido en plenitud.

"Es a través de los santos –añadió--, que la crisis que ha acosado al presbiterado se resolverá. Es a través de los santos que cada crisis de la Iglesia se ha resuelto; en nuestra historia, donde vemos un quiebre, también vemos un gran avance, y el avance viene a través de los santos".

Breda O'Brien, una maestra de escuela que escribe para el "Irish Times" y el "Irish Catholic", dio un testimonio en el Congreso sobre el matrimonio y la familia. Habló sobre el estado de la catequesis en Irlanda, sobre todo para los adultos. "Apoyo absolutamente la idea de la catequesis para los adultos católicos", dijo. "Creo que es realmente importante porque la mayoría de la gente, cuando está interesado en algo, no deja atrás su educación cuando salen de la escuela a los 17 ó 18 años".

"Desafortunadamente, debido a que la catequesis de adultos no ha sido fuerte en Irlanda, hay una tendencia a hacer eso. Creo que sería muy bueno si hubieran oportunidades en el ámbito de la parroquia, para que la gente venga al menos a discutir los temas", enfatizó O'Brien.

Por último, en continuidad con el tema de las sesiones del martes, el secretario general del Congreso, Kevin Doran, habló sobre la institución del matrimonio y la sexualidad en el contexto de la Eucaristía. "Es extremadamente importante", dijo, "para nosotros, hacer la conexión entre el matrimonio y la Eucaristía; por que ambos son principalmente un don de sí mismo en el otro. De una manera muy particular, el regalo que Jesús nos da en la Eucaristía se refleja en el regalo que las personas casadas se dan el uno al otro y a sus hijos ... marido y mujer se entregan por completo el uno al otro."

"El lenguaje de la Eucaristía", continuó el padre Doran, "que es conocido por todos nosotros con el --"Esto es mi Cuerpo, entregado a ti"--, obviamente no sólo se refiere al cuerpo físico, sino al regalo de todo el ser . Así, de la misma manera, el lenguaje de la sexualidad humana en el don del matrimonio no tiene que ver solo con el cuerpo, sino con el don de todo el ser. Este es el corazón de la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad."

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Legado papal pide perdón a víctimas de abuso clerical en Irlanda
El cardenal Ouellet se reunió con un grupo durante dos horas
Por Junno Arocho

DUBLÍN, miércoles 13 junio 2012 (ZENIT.org).- El cardenal Marc Ouellet, legado papal para el 50 Congreso Eucarístico Internacional, participó en una peregrinación de dos días a Lough Derg, donde se reunió con un grupo representativo de supervivientes de abuso de menores en la Iglesia. Entre los representantes había víctimas de abuso clerical e institucional de diferentes partes de Irlanda. Cada superviviente tuvo la oportunidad de contar su experiencia y el impacto que tuvo en su vida. la reunión duró dos horas.

El legado papal celebró la Misa en la basílica de San Patricio con un centenar de peregrinos irlandeses e internacionales del Congreso Eucarístico.

En su homilía, el cardenal Ouellet señaló que fue enviado a Lough Derg por el papa Benedicto XVI para pedir perdón a Dios por los abusos sexuales del clero no sólo de Irlanda sino en toda la Iglesia. "En nombre de la Iglesia, he pedido perdón una vez más a las víctimas, tras reunirme con algunas de ellas en Lough Derg", dijo.

"la tragedia de los abusos sexuales a menores perpetrados por cristianos, especialmente cuando son obra de miembros del clero, es una fuente de gran vergüenza y enorme escándalo. Es un pecado contra lo que Jesús mismo fustigó diciendo: 'Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar, antres que ser ocasión de pecado para uno de estos pequeños' (Lc. 17,2).

El prelado canadiense reafirmó el compromiso de la Iglesia católica para proporcionar un ambiente seguro a los niños donde "una nueva cultura de respeto, integridad y amor como el de Cristo prevalezcan en nuestro medio y permee la entera sociedad".

Respecto a la reunión con los supervivientes de abuso, el cardenal dijo que estaba profundamente conmovido y haría un informe del encuentro al santo padre.

El cardenal Ouellet y su delegación, que incluye al arzobispo Charles Brown, fueron acompañados por monseñor Liam MacDaid, obispo de Clogher, donde pasaron la noche. Durante su estancia, ayunaron y participaron en otros ejercicios penitenciales con los peregrinos de la isla.

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Violación, embarazo y aborto
Una reflexión desde la Bioética
CÓRDOBA, Argentina, miércoles 13 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo de Jorge Scala, abogado argentino especialista en derechos humanos y bioderecho, en el que ofrece su experiencia en una asociación de ayuda a madres solas, y sus respuestas al debate existente en Argentina tras una polémica sentencia que despenaliza el aborto en caso de violación.

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Por Jorge Scala

Mucho se ha debatido en estos días sobre los tres sustantivos que titulan esta nota. Como tesorero y apoderado de “Portal de Belén” quisiera hacer un breve aporte a esas tres palabras, concatenándolas del mejor modo posible.

En EE.UU. decidieron investigar seriamente el problema de las violaciones en todos sus aspectos. Se hizo un protocolo de investigación y se designó al Hospital San Pablo de Minneapolis para efectuar el estudio. Los trabajos duraron 10 años, durante los cuales fueron derivados a dicho centro sanitario todas las mujeres violadas de la región. En total se investigaron más de 3.500 violaciones.

Entre las cuestiones estudiadas se incluyó la relación entre violación y embarazo. Muy pocas de las mujeres violadas presentaron embarazos. Todos esos embarazos fueron estudiados, tanto sea en los casos en que las mujeres abortaron como en los que continuaron sus embarazos. Se hicieron las pruebas genéticas pertinentes –tanto en los bebés abortados como en los nacidos-, y se determinó, científicamente, que todos los embarazos habían sido fruto de relaciones consentidas, con sus esposos o algún otro varón. En pocas palabras: las 3.500 violaciones no habían causado ningún embarazo (Reardon, David C., Aborted Women: Silent No More).

En “Portal de Belén” tenemos la experiencia de campo, que por la obvia falta de medios no ha podido verificarse con validez científica. La comparto: entre las muchas mujeres que hemos ayudado en estos más de 20 años de servicio al bien común, nos hemos encontrado con algunas mujeres violadas y embarazadas. Vienen a nosotros mujeres embarazadas en situación de conflicto y, ¿qué duda cabe?, la violación es uno de los conflictos más penosos que nos ha tocado acompañar.

Desde el comienzo de nuestra Asociación, intuimos que el mejor modo que tiene una mujer embarazada para superar su conflicto –cualquiera que sea-, es darle las herramientas que necesite para poder continuar con su embarazo y, más adelante, para que pueda criar amorosamente a ese hijo que lleva en su seno. En la generalidad de los casos esto parece muy obvio. Y lo es.

Ahora bien ¿qué sería lo mejor para una mujer encinta cuyo conflicto fuera el haber sido víctima de una violación? En realidad no lo sabíamos. Ni lo supimos hasta que se nos fueron presentando los primeros casos. Era evidente que la ayudaríamos a continuar con su embarazo: a fin de cuentas, ese es nuestro fin asociativo. Pero lo que no era nada obvio es que criar a ese hijo –en lugar de darlo en adopción--, fuera la mejor opción para la mujer violada.

Como no podíamos resolver la duda, pues había tantos y tan buenos argumentos para una u otra opción, decidimos obrar con esas mujeres igual que con las demás: procurar ayudarlas a aceptar, amar y criar a ese hijo que venía al mundo de ese modo trágico. El resultado superó todas nuestras mejores expectativas. Se lo comparto.

En “Portal de Belén” no solo damos alojamiento y comida, sino también atención médica, jurídica, psicológica, etc. a las mujeres que lo necesitan. Todas las mujeres violadas recibieron atención psíquica. Con ese acompañamiento y el nuestro, decidieron no solo continuar sus embarazos, sino también criar a sus hijos. En todos los casos, en un tiempo relativamente breve, los informes psicológicos concluyeron del mismo modo: el acto de amor de haber acogido, amado y criado a ese hijo, curó completamente las secuelas psíquicas de la violación. Para nosotros fue una de las sorpresas más hermosas que tuvimos, en estos años de trabajo silencioso y fecundo.

Ante estas realidades que nos enseña la ciencia y nos muestra el trabajo de campo con quienes padecen la problemática, me pregunto: ¿Puede ser razonable matar por las dudas que el hijo fuera producto de una violación, cuando se sabe que esto casi nunca sucede? También me pregunto: ¿es bueno para la mujer violada quitarle la posibilidad de la curación total, del trauma que le produjo esa brutalidad?.

A los caballos que circulan por la ciudad hay que ponerles anteojeras, para que no vean la realidad; puesto que si la percibieran se asustarían y provocarían un desastre movidos por el miedo. Me vuelvo a preguntar: ¿qué clase de “anteojeras” tienen algunos de nuestros jueces, gobernantes y médicos, que parecen impedirles reconocer la realidad?.

En un rato se mata a una persona por nacer. Nosotros preferimos acompañar a sus mamás durante meses, ayudándolas a crecer y superar por sí mismas todos sus obstáculos. Nos parece lo mejor para todos, también para nosotros que crecemos en humanidad…

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Documentación


'La unión con Dios no aleja del mundo'
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 junio 2012 (ZENIT.org).- La Audiencia General de esta mañana ha tenido lugar a las 10,30 en la Aula Pablo VI, donde Benedicto XVI se ha encontrado con grupos de fieles llegados de Italia y del mundo.

En el camino, el papa ha hecho una breve parada en la plaza de Santa Marta para la presentación de los trabajos de restauración de la Basílica Vaticana.

En su discurso en lengua italiana el santo padre ha reanudado su catequesis sobre la oración en las Cartas de San Pablo.

Tras sus palabras, el papa ha hecho un llamamiento a los fieles presentes a orar por los trabajos del 50 Congreso Eucarístico Internacional que está teniendo lugar en Dublín.

Ofrecemos el texto de las palabras del papa.

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Queridos hermanos y hermanas:

El encuentro diario con el Señor y la frecuencia a los sacramentos nos permiten abrir nuestra mente y nuestro corazón a su presencia, a sus palabras, a su acción. La oración no es solamente el aliento del alma, sino, para usar una imagen, es también el oasis de paz en el que podemos sacar el agua que alimenta nuestra vida espiritual y transforma nuestra existencia. Y Dios nos atrae hacia sí, nos hace subir a la montaña de la santidad, para que estemos siempre más cerca de Él, ofreciéndonos a lo largo del camino luz y consuelo. Esta es la experiencia personal a la que san Pablo se refiere en el capítulo 12 de la Segunda Carta a los Corintios, en la que quiero detenerme hoy. En contra de quien impugnaba la legitimidad de su apostolado, él no repasa tanto las comunidades que ha fundado, los kilómetros que ha recorrido; no se limita a recordar las dificultades y las oposiciones que ha enfrentado para anunciar el Evangelio, sino que señala su relación con el Señor, una relación tan intensa, también caracterizada de momentos de éxtasis, de contemplación profunda (cfr. 2 Cor. 12,1); por lo que no se jacta de lo que hizo, de su fuerza, de sus actividades y logros, sino de la acción que ha hecho Dios en él y a través de él.

Con gran moderación, cuenta el momento en que vive la experiencia particular de ser arrebatado hasta el cielo de Dios. Recuerda que catorce años antes del envío de la Carta "fue arrebatado –así dice--, hasta el tercer cielo" (v. 2). Con el lenguaje y los modos con que cuenta lo que no se puede pronunciar, san Pablo habla del hecho incluso en tercera persona; afirma de un hombre raptado al "jardín" de Dios, en el paraíso. La contemplación es tan profunda e intensa, que el Apóstol no recuerda el contenido de la revelación recibida, pero tiene muy presente la fecha y las circunstancias en las que el Señor lo tomó totalmente, lo atrajo hacia sí, como lo había hecho en el camino de Damasco en el momento de su conversión (cf. Flp. 3,12). San Pablo añade que, justamente, para no alzarse en soberbia por la grandeza de las revelaciones recibidas, él lleva sobre sí un "aguijón" (2 Cor. 12,7), un sufrimiento, y suplica al Resucitado de ser liberado del enviado del Diablo, de tal dolorosa espina en la carne. Por tres veces, dice, oró fervientemente al Señor para que le quite esta prueba. Y es en esta situación que, en la profunda contemplación de Dios, durante la cual "oyó palabras inefables que no es permitido a nadie pronunciar" (v. 4), recibió respuesta a su súplica. El Resucitado le dirige una palabra clara y tranquilizadora: "Mi gracia te basta; que mi fuerza se realiza en la flaqueza" (v. 9).

El comentario de Pablo a estas palabras nos puede dejar sorprendidos, pero revela la forma en que él había entendido lo que significa realmente ser un apóstol del Evangelio. Exclama así: "Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones, y las angustias sufridas por Cristo; pues cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte "(v. 9b-10), es decir, no hace alarde de sus acciones, sino de la actividad de Cristo que actúa justamente en su debilidad.

Detengámonos ahora un momento en este hecho que se produjo durante los años en que san Pablo vivió en silencio y en contemplación, antes de comenzar a viajar al Occidente para anunciar a Cristo, porque esta actitud de profunda humildad y confianza frente a la manifestación de Dios, es fundamental también para nuestra oración y para nuestra vida, para nuestra relación con Dios y en nuestras debilidades. En primer lugar, de cuáles debilidades habla el Apóstol? ¿Qué es este "aguijón" en la carne? No lo sabemos y no nos lo dice, pero su actitud nos hace comprender que todas las dificultades en el seguimiento de Cristo y en el testimonio de su Evangelio, puede ser superado abriéndose con confianza a la acción del Señor.

San Pablo es muy consciente de ser un "siervo inútil" (Lc. 17,10) --no es él quien ha hecho las grandes cosas, es el Señor--, un "vaso de barro" (2 Cor. 4,7), en el cual Dios pone la riqueza y el poder de su gracia. En este momento de intensa oración contemplativa, san Pablo entiende claramente la forma de enfrentar y vivir cada hecho, sobretodo el sufrimiento, la dificultad, la persecución: cuando uno experimenta la propia debilidad, se manifiesta el poder de Dios, que no abandona, no te deja solo, sino que se convierte en apoyo y fuerza. Por supuesto, Pablo hubiera preferido ser liberado de esta "espina", de este sufrimiento; pero Dios dice: "No, eso es para ti. Tendrás la gracia suficiente para resistir y hacer lo que debe hacerse". Esto también se aplica a nosotros. El Señor no nos libera de los males, más bien nos ayuda a madurar en los sufrimientos, en las dificultades, en las persecuciones. La fe, por lo tanto, nos dice que si permanecemos en Dios, "mientras nuestro hombre exterior se va desmoronando --son muchas las dificultades--, el hombre interior se renueva, madura de día en día justamente en la prueba" (cfr. V. 16).

El Apóstol comunica a los cristianos de Corinto y también a nosotros que "el momentáneo, ligero peso de nuestra tribulación nos procura, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna" (v. 17) En realidad, humanamente hablando, no era ligero el peso de las dificultades, era gravísimo; pero en comparación con el amor de Dios, con la grandeza del ser amados por Dios, es ligero, a sabiendas de que la cantidad de la gloria será incalculable. Así, en la medida en que crece nuestra unión con el Señor y se intensifica nuestra oración, también nosotros vamos a lo esencial y comprendemos que no es el poder de nuestros medios, de nuestras virtudes, de nuestras capacidades lo que realiza el Reino de Dios, sino es Dios que obra maravillas a través de nuestra debilidad, de nuestra insuficiencia a lo encomendado. Debemos, por tanto, tener la humildad para no confiar simplemente en nosotros mismos, sino de trabajar, con la ayuda del Señor, en la viña del Señor, confiándonos en Él como frágiles "vasos de barro".

San Pablo se refiere a dos revelaciones particulares que han cambiado radicalmente su vida. La primera --lo sabemos--, es la pregunta sobrecogedora en el camino de Damasco: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? "(Hch. 9,4), una pregunta que le llevó a descubrir y encontrar a Cristo vivo y presente, y a escuchar su llamado a ser apóstol del Evangelio. La segunda son las palabras que el Señor le ha dirigido durante la experiencia de oración contemplativa sobre la que estábamos reflexionando: "Mi gracia te basta; que mi fuerza se realiza en la flaqueza".

Solo la fe, el confiar en la acción de Dios, en la bondad de Dios que no nos abandona, es la garantía de no trabajar en vano. Así la gracia del Señor ha sido la fuerza que acompañó a san Pablo en el enorme esfuerzo por difundir el Evangelio, y su corazón ha entrado en el corazón de Cristo, haciéndose capaz de dirigir a otros hacia Aquel que murió y resucitó por nosotros.

En la oración abrimos, por lo tanto, nuestro ánimo al Señor para que Él venga a habitar en nuestra debilidad, transformándola en fuerza para el Evangelio. Y es significativo también la palabra griega con que Pablo describe este habitar del Señor en su frágil humanidad; utiliza episkenoo, que podemos tomar como "poner su propia tienda". El Señor continúa poniendo su tienda en nosotros, en medio de nosotros: es el misterio de la Encarnación. El mismo Verbo divino, que vino a morar en nuestra humanidad, quiere vivir en nosotros, plantar en nosotros su tienda, para iluminar y transformar nuestra vida y el mundo.

La intensa contemplación de Dios experimentada por san Pablo recuerda aquella de los discípulos en el monte Tabor, cuando, viendo a Jesús transfigurarse y resplandecer de luz, Pedro le dijo: "Rabí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mc. 9,5). "No sabía qué decir, porque estaban atemorizados", añade san Marcos (v. 6). Contemplar al Señor es, al mismo tiempo, fascinante y tremendo: fascinante, porque nos atrae hacia él y rapta nuestro corazón hacia lo alto, llevándolo a su altura donde experimentamos la paz, la belleza de su amor; tremendo porque pone al descubierto nuestra debilidad humana, nuestra deficiencia, el esfuerzo para superar al Maligno que amenaza nuestras vidas, esa espina también clavada en nuestra carne. En la oración, en la contemplación cotidiana del Señor, recibimos la fuerza del amor de Dios y sentimos que son verdaderas las palabras de san Pablo a los cristianos de Roma, donde está escrito: "Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro"(Rm. 8, 38-39).

En un mundo donde hay el riesgo de confiar únicamente en la eficiencia y el poder de los medios humanos, en este mundo estamos llamados a redescubrir y dar testimonio del poder de Dios que se comunica en la oración, con la que crecemos cada día en configurar nuestra vida a la de Cristo, el cual --como él mismo dice--, "fue crucificado en razón de su flaqueza, pero está vivo por la fuerza de Dios. Así también nosotros: somos débiles en él, pero viviremos con él por la fuerza de Dios sobre ustedes" (2 Cor. 13,4).

Queridos amigos, en el siglo pasado, Albert Schweitzer, teólogo protestante y premio Nobel de la Paz, afirmaba que "Pablo es un místico y nada más que un místico", en realidad un hombre verdaderamente enamorado de Cristo y tan unido a Él, hasta poder decir: Cristo vive en mí. La mística de san Pablo no se fundamenta solo sobre la base de los acontecimientos extraordinarios que experimentó, sino también en la cotidiana e intensa relación con el Señor, que siempre lo ha sostenido con su gracia.

La mística no lo ha alejado de la realidad, por el contrario, le dio la fuerza para vivir cada día para Cristo y para construir la Iglesia hasta el fin del mundo en ese momento. La unión con Dios no aleja del mundo, sino que nos da la fuerza para permanecer de tal modo, que se pueda hacer lo que se debe hacer en el mundo. Incluso en nuestra vida de oración podemos, por lo tanto, tener momentos de especial intensidad, en los cuales quizás, sintamos más viva la presencia del Señor, pero es importante la constancia, la fidelidad en la relación con Dios, especialmente en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento, de aparente ausencia de Dios. Solo si estamos aferrados al amor de Cristo, estaremos en grado hacer frente a cualquier adversidad como Pablo, convencidos de que todo lo podemos en Aquel que nos fortalece (cf. Flp. 4,13). Así que, en la medida de que damos espacio a la oración, más veremos que nuestra vida cambiará y será animada por la fuerza concreta del amor de Dios.

Es lo que sucedió, por ejemplo, con la beata Madre Teresa de Calcuta, que en la contemplación de Jesús y, precisamente, también en tiempos de larga aridez encontraba la razón última y la fuerza increíble para reconocerlo en los pobres y en los abandonados, a pesar de su frágil figura. La contemplación de Cristo en nuestras vidas nos es ajena --como lo he dicho--, de la realidad, sino más bien nos vuelve aún más partícipes de la experiencia humana, porque el Señor, atrayéndonos a sí en la oración, nos permite hacernos presentes y cercanos a cada hermano en su amor. Gracias.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

©Librería Editorial Vaticana

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