Red Iberoamericana de

Estudio de las Sectas

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Nº 243

16 de Jun. 2012

 

BOLETÍN MONOGRÁFICO: MILENARISMO Y FIN DEL MUNDO

 

1. Tragedias por el fin del mundo.

2. ¡Que viene el Harmagedón! (1): ¿De qué se trata?

3. ¡Que viene el Harmagedón! (2): los adventistas del Séptimo Día.

4. ¡Que viene el Harmagedón! (3): los testigos de Jehová.

5. ¡Que viene el Harmagedón! (4): la Virgen de Fátima y los extraterrestres.

6. La costumbre de subirse al carro del fin del mundo en 2012.

7. La NASA y el fin del mundo.

8. El apocalipsis de Fidel Castro.

9. Las ciudadelas del fin del mundo.

 

 

1. Tragedias por el fin del mundo.

FUENTE: Apóstoles de la Palabra

 

 

Suicidios colectivos, desastres en las finanzas personales, mutilaciones físicas y decepciones: tristes secuelas de una pésima interpretación de la Biblia. Así introduce este artículo Jorge Luis Zarazua, sacerdote mexicano miembro de Apóstoles de la Palabra, y miembro también de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).

El 24 de mayo de 2012 una joven madre de veintitrés años mutiló a su hijo de cinco años después de varios días de oración y ayuno para evitar el fin del mundo, que esperaban para el 28 de mayo de 2012, a la una de la tarde, y que llegaría mediante un fuerte terremoto. He aquí algunas reflexiones sobre este asunto.

Fundamentalismo

A mediados del siglo XIX inició un nuevo tipo de protestantismo que se caracteriza, entre otras cosas, por un acercamiento fundamentalista a la Sagrada Escritura. Entre sus creencias básicas destacan el inminente regreso de Cristo, la proximidad del fin del mundo y la llegada del rapto y la gran tribulación.

Desde que William Miller (1782-1844) iniciara el movimiento adventista (el 22 de octubre de 1844), sus ideas básicas se han diseminado en la pléyade de grupos proselitistas, de forma tal que estos grupos han anunciado, con una tenacidad digna de mejor causa, la proximidad del fin del mundo, convirtiéndola en una exitosa estrategia de proselitismo religioso.

Adventistas

Tras mucho leer la Biblia y de inspirarse, en 1832 William Miller llegó a la conclusión de que en 1843 el mundo se acabaría y un día tuvo la visión en la que le concretaron la fecha: el 20 de marzo de ese año a media noche. A medida que se acercaba la fecha, las calles de Boston se convirtieron en un manicomio: unos se emborrachaban, otros confesaban sus pecados y otros corrían de un lugar a otro esperando el gran fogonazo, mientras los más desesperados optaron por suicidarse. Al no realizarse tal predicción estableció otra fecha: el 22 de octubre de 1844.

Testigos de Jehová

Así han hecho también los testigos de Jehová, han anunciado de manera equívoca la segunda venida del “Hijo de Dios”. Russell aseguró primero que sería en el año 1874 (El arpa de Dios, Ed. 1954, Págs. 239-242); después cambió la fecha para 1914 (La Atalaya, 15 de enero de 1892). Por su parte, el juez Rutherford lo hizo para 1925 (Millones que ahora viven no morirán jamás, Ed. 1921, pág. 88); y para ello, mandó a construir una enorme mansión en San Diego (California), llamada “la casa de los príncipes” para cuando resucitarán los patriarcas del Antiguo Testamento.

Pero al ver que esto no sucedió, se fue él mismo a vivir allí hasta su muerte ocurrida en el año de 1942. Por último, su tercer presidente Nathan H. Knorr, le encomendó la misión a su vice-presidente, Frederick W. Franz (quien luego sería el cuarto presidente), quien la profetizó para el año 1975 (Vida eterna en la libertad de los hijos de Dios, Ed. 1966). Hoy en día, no se atreven a especificar otra fecha por temor a caer en la misma encrucijada, aunque dieron indicios de que podría ser en 1984, 1994, 2000 y ahora apuntan hacia 2034.

Hay que recordar que, conforme se acercaba el año 1975, muchos testigos de Jehová comenzaron a renunciar a sus trabajos (y a renunciar a sus jubilaciones) para dedicar más tiempo al ministerio de puerta en puerta. Muchos vendieron sus casas y negocios, cobraron sus pólizas de seguros de vida, rechazaron la educación universitaria para ellos mismos y sus hijos, e incluso postergaron tratamientos médicos o dentales no urgentes, con la esperanza de “el fin.”

Todas estas acciones fueron encomendadas por la Sociedad Watchtower y aclamadas por la organización como “buenos ejemplos” de lo que deberían ser los testigos de Jehová “fieles” (cfr. La Atalaya, 15 de agosto, 1969, pág. 491, ¡Despertad!, 22 de agosto, 1969, pág. 15 y Ministerio del Reino, julio de 1974, pág. 3).

Iglesias evangélicas

Los grupos evangélicos con impronta pentecostal tampoco han estado exentos de esta prédica catastrofista. La han difundido en sus campañas evangelísticas y hasta han producido películas con esta temática, sembrando esperanza y deseos de conversión, pero también temor, inseguridad y profundas decepciones entre sus feligreses.

Iglesia Luz Verdadera de Cristo

La Iglesia Luz Verdadera de Cristo se hizo famosa mundialmente por una predicción errónea del Retorno de Cristo en 1970. Muchos de sus miembros abandonaron todo lo que tenían a la espera de la inminente llegada del Señor.

88 razones por las que el Rapto ocurrirá en 1988

El libro 88 razones por las que el Rapto ocurrirá en 1988 fue lanzado a la venta meses antes del anticipado evento. Vendió miles y miles de copias. No importó lo limitado del tiempo que el autor tuvo para hacer publicidad a su libro. La histeria popular se encargó de hacerlo el más popular en días. Entre el 11 y 13 de septiembre iglesias evangélicas enteras estaban a la espera de ser llevados al cielo en un “abrir y cerrar de ojos”. Había gente que se medía las espaldas para saber cuán grandes serían las alas que el Señor les colocaría.

Harold Camping y Family Radio

El anuncio de que el mundo se acabaría el 21 de mayo de 2011, realizado por Harold Camping, presidente de Family Radio, un grupo cristiano de Estados Unidos, terminó siendo una “tragedia”, pero económica, para miles de personas.

El mensaje apocalíptico de Camping tuvo eco en todo el mundo y en cuestión de horas se convirtió en uno de los temas más comentados en internet. Mucha gente alcanzó a inquietarse. Varios seguidores del movimiento renunciaron a sus trabajos, gastaron altas sumas de dinero despidiéndose de los suyos e invirtieron miles de dólares para apoyar carteles y avisos publicitarios que advertían a los demás sobre el “inminente” fin del mundo. Por ejemplo, se instalaron decenas de vallas en carreteras de Estados Unidos y Canadá. Esto a pesar de que Camping había ya predicho el regreso de Cristo para el 6 de septiembre de 1994. No contento con esto, al fallar su predicción para el 21 de mayo de 2011, lo pospuso para el 21 de octubre de ese mismo año.

Suicidios colectivos

El 18 de noviembre de 1978, 913 estadounidenses miembros de la secta Templo del Pueblo murieron colectivamente tomando cianuro en la jungla de Guyana, cerca de la frontera con Venezuela. Si lo hicieron forzada o voluntariamente, nunca se supo. El drama de Jonestown (como se llamó la granja fundada por el reverendo Jim Jones), que seguirá siendo un misterio, no disuadió otros suicidios colectivos.

En Estados Unidos, más de 80 miembros de la secta de los davidianos murieron en 1993 en el incendio, aparentemente voluntario, de su granja en Waco (Texas), que la policía había tomado por asalto. En Suiza y Québec, en octubre de 1994, dos grupos de miembros de la Orden del Templo Solar, en total 53 personas, también fueron encontrados muertos, antes de otro suicidio colectivo de la Orden del Templo Solar, en 1995 en Francia. El suicidio colectivo más reciente es el de los 39 adeptos de la Puerta del Paraíso, en marzo de 1997, en California.

Mutilación ocular para evitar el fin del mundo

Carmen Ríos García, una mexicana de veintitrés años, dejó ciego a su hijo de cinco años al sacarle los ojos el pasado 24 de mayo de 2012. Se manejaron diversas hipótesis: ritual satánico, rito en honor a la Santa Muerte o de la santería, etc. Según pasaron las horas, se fueron sabiendo más detalles, que proporcionó la prensa mexicana. A continuación, lo publicado por el diario Milenio. “¡Se acabó! ¡Es el fin del mundo!”, exclamó Carmen, de 23 años, y pidió a sus familiares que cerraran los ojos, y entre rezos e implorando a Dios, con sus manos le extrajo los ojos a su hijo Fernando, de 5 años, y además en varias ocasiones le mordió el rostro, el cuello y otras partes de su cuerpo.

Este hecho de fanatismo religioso ocurrió en Nezahualcóyotl, Estado de México; sin embargo, el secretario de Seguridad Ciudadana, Salvador Neme, reveló que la mujer y otros siete familiares declararon ante el Ministerio Público que se trató de un ritual satánico, en el que decidieron quitarle los ojos al menor para “evitar un terremoto de grandes magnitudes”, manejándolo como una hipótesis.

De acuerdo con agentes que participaron en la detención, “al momento en que los policías municipales y ministeriales ingresaron al domicilio advirtieron que se encontraban personas cercanas a un menor y una de ellas decía ‘¡vamos a matarlo para sacarle el demonio, hay que evitar el terremoto para salvar este mundo terrenal!’”, mientras los demás rezaban y decían palabras incoherentes, complementó Neme.

Los hechos ocurrieron en la casa ubicada en manzana 34 lote 5 de la calle Graciano Sánchez, colonia San Agustín Atlapulco, y de acuerdo con los vecinos de la familia, ésta decidió encerrarse en su domicilio desde el pasado 20 de mayo. “El lunes, como a las 5:00 horas, cuando me iba por la leche de mis hijas, escuché que rezaban en el cuarto de su azotea; otra vecina encendió su estéreo y le subió todo el volumen para no escucharlos”, narró una vecina a condición de no revelar su nombre.

“Ellos eran muy tranquilos, decían que eran cristianos, y comentaban que estaba por llegar el fin del mundo, que se iban a encerrar en su casa porque ahí se sentían seguros”, comentó otro vecino. El día 24, los habitantes de la calle Graciano Sánchez volvieron a tener noticias de sus vecinos, aproximadamente a las 7:45 horas. “Uno de ellos salió gritando de la casa pidiendo que le ayudáramos, que estaban matando a uno de los niños”.

Conclusión

La mala interpretación de la Biblia ha causado muchos desastres, no sólo en el campo doctrinal, multiplicando las divisiones entre los discípulos de Cristo. También ha afectado la vida concreta de muchas personas. Es una prueba más de lo equivocado que estaba Martín Lutero (1483–1546) al proponer la libre interpretación privada de la Biblia y al rechazar el Magisterio de la Iglesia.

El mismo Lutero, ya en el 1525, tuvo que lamentar la triste situación que se había creado desde el principio a causa de la interpretación privada de la Escritura. Afirmó: «Hay tantas sectas y creencias como cabezas. Aquel miembro no quiere tener nada que ver con el bautismo; otro niega el Sacramento; un tercero cree que hay otro mundo entre este y el Último Día. Algunos enseñan que Cristo no es Dios; unos dicen esto, otros aquello. Si un rústico, por rudo que sea, sueña o se imagina alguna cosa, ya se cree que ha oído el susurro del Espíritu Santo, y se cree que él mismo es un profeta» (Grisar, Lutero IV, 386ss).

¡Cuánta alegría tenemos los católicos al contar con el Magisterio de la Iglesia! La Iglesia Católica, al contrario, fiel al dato revelado, ha reconocido siempre en los sucesores de los apóstoles (2 Pe 1, 20-21; 3, 15-16) los encargados de dar una interpretación autorizada y auténtica de la Palabra de Dios. Por eso, se ha mantenido siempre unida y ha podido evitar todas las aberraciones presentes en campo protestante.

El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.

Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas (Dei Verbum 10).

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2. ¡Que viene el Harmagedón! (1): ¿De qué se trata?

FUENTE: En Acción Digital

 

 

Primer artículo de Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), sobre el Harmagedón. Ha sido publicado en el medio En Acción Digital.

Habrá lectores que estarán pensando en la falta de ortografía mayúscula –y nunca mejor dicho– que parece tener el título. Ya estamos acostumbrados a ver escrito “Armagedón” sin mayor problema, gracias sobre todo a la película Armageddon (Michael Bay, 1998). Si efectuamos una búsqueda en Google, nos encontramos con que la versión sin la “h” inicial pierde por 17 contra 1. Sin embargo, en su Diccionario enciclopédico de las sectas, Manuel Guerra, experto en Filología Clásica, coloca el término entre los que comienzan por “h”, “porque en griego su vocal inicial tiene espíritu áspero”, y éste suele pasar al latín y al castellano de esta forma.

Hecha la precisión terminológica, que no pasa de ser una curiosidad, vamos a entrar en el tema. El Harmagedón (o Harmaguedón) se ha popularizado como sinónimo de algo apocalíptico y catastrófico, y en ese sentido tomó el título la película antes citada, protagonizada por Bruce Willis. También encontramos el término en contextos que nos hablan de sucesos dramáticos en los campos más variopintos. Por ejemplo, hace poco Televisión Española ha estrenado entre nosotros una serie documental titulada Armagedón animal, que narra la extinción de los dinosaurios y otros grandes eventos de la historia de nuestro planeta. Según la información difundida por la emisora estatal, esta producción de Digital Ranch “transporta a los televidentes al centro de los más horrorosos desastres de la historia de nuestro planeta”. Los títulos de los capítulos no pueden ser más ilustrativos: “Rayos de muerte”, “El infierno en la tierra”, “El día del juicio final”, “Pánico en el cielo”, etc.

Además, las personas que estén familiarizadas con las publicaciones de los testigos de Jehová, habrán visto en más de una ocasión la referencia a esa palabra, que ellos escriben Armagedón, fieles a su procedencia norteamericana (en inglés se usa sin la “h”). Otras sectas de impronta cristiana también emplean el término, e incluso algún grupo esotérico. ¿De qué se trata? Hay una cita bíblica que es el origen de todo esto: Ap 16,16. En este lugar del libro de la Revelación leemos que, para la batalla del gran día de Dios, “reunieron a los reyes en el lugar llamado en hebreo Harmagedón”. Y, como resume en su nota exegética la Biblia Interconfesional, es “un buen símbolo para significar el desastroso fin que aguarda a los ejércitos enemigos de Dios allí reunidos”.

Harmagedón es el lugar de la gran batalla final, según la visión bíblica, en la que Dios por fin destruirá a Satanás y a todos aquellos que representan el mal, en la clave del anuncio profético del “día de Yahvé”. No hay referencias temporales, ni se concreta quiénes luchan exactamente. El nombre, que aparece únicamente en este versículo de la Biblia, se refiere de forma literal al “monte de Meguido”. Era una antigua ciudad cananea situada entre el monte Carmelo y las montañas de Samaria, en un enclave estratégico desde el punto de vista comercial y militar. Su fortaleza era de paso obligado en la Vía Maris, que unía Oriente Próximo y África. En consecuencia, fue escenario de grandes operaciones bélicas. El primer enfrentamiento importante que conocemos es la derrota del general Sísara a manos del ejército hebreo, y allí murieron también los reyes Jorán, Ocozías y Josías.

El libro del Apocalipsis retoma este enclave tan significativo para situar allí la gran batalla final de todos los enemigos de Dios contra el Cordero, que es Jesucristo. Será éste el vencedor, acompañado de sus fieles (y no de ejércitos celestiales), frente a las tropas de los impíos. Hay que ir al capítulo 19 del libro para encontrar el desarrollo y el sentido del combate, protagonizado por un jinete con el manto empapado en su propia sangre, y que destruye a sus enemigos no con el derramamiento de la sangre ajena, sino hiriéndolos con la espada afilada que sale de su boca, la Palabra de Dios. Algunos biblistas han hecho notar el significado profundo de este pasaje, en la clave simbólica de todo el relato apocalíptico: Dios ya ha vencido al mal a través de su Hijo Jesucristo, muerto y resucitado. Su intervención definitiva (escatológica) en la historia ya ha sucedido, y los últimos tiempos han comenzado con la Pascua de Jesús. La salvación ya ha llegado, no hay que esperarla para un futuro más o menos lejano.

Todo esto tiene, en una correcta comprensión bíblica, un efecto que previene de los posibles riesgos interpretativos extremos: caer por un lado en la angustia milenarista que atisba en el horizonte de la historia un combate destructor, o por otro lado espiritualizar tanto el texto que deje toda responsabilidad futura para las esferas celestes. Xabier Pikaza señala en este sentido que, más allá de la localización de la gran batalla –cuya correspondencia con Meguido pone en duda, ya que el libro de Ezequiel la situaba en el entorno de Jerusalén–, “no importa el lugar ni el modo externo del combate, no interesan las señales cósmicas, objeto de disputa erudita o magia evocativa. El verdadero Armaguedón está donde la Iglesia se mantiene fiel a su compromiso de resistencia evangélica”.

Como dice Enzo Bianchi en su comentario al Apocalipsis, el último libro de la Biblia habla de Jesucristo “no en términos dogmáticos o de teología sistemática, sino con una concreción de tipo bíblico, mediante una relectura de su aventura dentro del gran cuadro de la historia”. Esta lectura del texto sagrado, que comprende la cuestión de la batalla de Harmagedón en su contexto literario y teológico, tal y como hay que entender el libro del Apocalipsis, nos sustrae de cualquier interpretación catastrofista y amenazadora, y también de una exégesis literal del escrito. Este último tipo de exégesis, que conlleva un carácter ciertamente atemorizador, es el propio de la tradición adventista, que encarnan fundamentalmente los adventistas del Séptimo Día y los testigos de Jehová. Veremos sus interpretaciones del Harmagedón en los artículos siguientes, y nos acercaremos a otras sectas y corrientes que dan importancia a este acontecimiento, en un sentido ciertamente distinto al que hemos resumido.

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3. ¡Que viene el Harmagedón! (2): los adventistas del Séptimo Día.

FUENTE: En Acción Digital

 

 

Segundo artículo de Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), sobre el Harmagedón. Ha sido publicado en el medio En Acción Digital.

El primer ejemplo de interpretación del Harmagedón que vamos a abordar es el de los adventistas del Séptimo Día. Su origen histórico hay que buscarlo en dos figuras fundamentales de todo el movimiento de “reavivamiento” del panorama cristiano en los EE.UU. del siglo XIX: William Miller y Ellen G. White. El primero centró su atención en los libros de Daniel y del Apocalipsis, y tras un concienzudo estudio bíblico en relación con la historia del mundo, anunció la segunda venida de Cristo para 1843, y luego para 1844. A pesar del fracaso profético de este acercamiento a la Sagrada Escritura, White fue capaz de reunir a los adventistas no desencantados del todo (explicando que lo de 1844 no había sido la parusía –evidente–, sino una especie de mudanza que hizo Jesús en el cielo), y en 1863 creó la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Éste es el clima milenarista de su nacimiento, de forma excesivamente resumida, pero suficiente para dar un marco explicativo de lo que vamos a ver a continuación. Sólo nos falta decir que se trata de un movimiento muy controvertido dentro del cristianismo (aspecto éste que también es discutido, si forma parte o no de esta categoría), entre otras cosas por su consideración del sábado y no del domingo como día sagrado, y por la excesiva autoridad que otorgan a los escritos de la “profetisa” White, que habría sido directamente inspirada por Dios, y cuya vida y escritos habrían supuesto el cumplimiento de las Escrituras. Y un detalle importante más: ya desde el origen del adventismo se consideró que todas las Iglesias cristianas integran lo que el Apocalipsis llama “Babilonia la grande” (y premio especial para el papado, que pasa a ser el Anticristo). Costumbre que permanece y que han adquirido como herencia, de forma notable, los testigos de Jehová.

Y ahora vamos a lo que nos interesa. Siguiendo el Apocalipsis, los adventistas explican actualmente el Harmagedón como una guerra espiritual y no una confrontación bélica física tal cual. Remarco lo de “actualmente”, porque ellos mismos reconocen que no siempre dijeron eso. En un movimiento caracterizado por la revelación abierta y cambiante encontramos, por ejemplo, la siguiente afirmación: “durante los primeros 75 años de existencia de nuestra iglesia, la mayoría de nuestros pastores, administradores, evangelistas, y maestros de Biblia, creían que el Armagedón sería una batalla física entre Turquía y las naciones cristianas del mundo” (Marvin Moore). Este tema fue polémico en el seno de la secta, y “la dificultad residía en deducir o resolver, qué naciones estarían en un lado, y cuáles en el otro”, según el mismo autor.

Al final, “la caída de Japón en 1945, envió a la tumba el punto de vista del Armagedón como una ‘batalla física’. Hoy, no es más que una reliquia, en el museo de nuestra historia teológica”. La profetisa White tuvo buen cuidado de no interpretar de forma física el Harmagedón, pero sí insistió en la inmediatez del acontecimiento: “Pronto se ha de pelear la batalla de Armagedón. Aquel sobre cuya vestidura está escrito el nombre Rey de reyes y Señor de señores, ha de encabezar pronto los ejércitos del cielo… Falta ahora muy poco tiempo… El día del Señor se está acercando furtivamente… Nos quedan tan sólo muy pocos días de gracia en los cuales prepararnos para la vida futura e inmortal”.

La que se entiende ahora como una guerra espiritual es situada por los adventistas en el contexto de la sexta plaga del último libro de la Biblia. Plaga, por cierto, en la que los “espíritus inmundos” (el dragón, la bestia y el falso profeta) no son otros que “el espiritismo moderno o paganismo, el papado, y el protestantismo apóstata” y que, juntos, constituyen “la gran Babilonia”, según el Comentario Bíblico Adventista. El combate es entre Jesucristo y el sistema religioso unido a los gobernantes de la tierra. Harmagedón “es la guerra entre Dios y la bestia, o sea, el sistema babilónico espiritual de los últimos días… Babilonia son todos los poderes religiosos de la tierra, que han convocado a todos los poderes políticos de la tierra para pelear contra Dios… Babilonia son todos los llamados cristianos, pero que son apóstatas”, explica un responsable adventista predicando en un vídeo colgado en Internet.

Y, siguiendo el mismo razonamiento, la imagen de la bestia es el domingo, “Babilonia ha creado ese día, el día falso de oración”, según dice el predicador, y el falso cristianismo (es decir, todos los no adventistas) recibe esa marca de la bestia, y recibirá así las siete plagas como castigo de Dios. Hacen un paralelismo entre las plagas de Egipto y las apocalípticas. Igual que el Faraón –que aunaba poder religioso y político– no permitió a los hebreos salir a “sabatizar”, así los adventistas son acosados por el sistema actual. En un curso bíblico que imparten leemos que “el Armagedón representa el último esfuerzo de Satanás para destruir a las personas quienes se atreven a obedecer a Dios aún frente a la amenaza de tortura y muerte. Aquellos quienes no tienen la marca de la bestia se sentenciarán a muerte, y así se quitará el obstáculo mayor para Satanás reclamar al mundo como suyo”. Ya sabemos, entonces, cuál es la fidelidad a Dios (la observancia del sábado), quiénes son los fieles (los creyentes adventistas) y quién es el demonio (toda aquella institución o persona a quien consideren antagonista).

Haciendo una interpretación literal del libro de la Revelación, señalan en su Comentario que “no hay duda de que representa el desenlace final cuando Cristo triunfará gloriosamente”. Mucho me temo, con todo esto, que pensar en la batalla definitiva como una lucha de los adventistas comandados por Jesús contra los anglicanos, católicos, ortodoxos y protestantes, no puede traer consigo una consideración positiva de los primeros con respecto a sus enemigos escatológicos. En este tiempo que queda –y que no es mucho, porque el fin está cerca– hay que emplearse a fondo en el proselitismo: a convertir a todos los posibles. Cuando lleguen las plagas y todo lo profetizado literalmente por el Apocalipsis, ya se sabe lo que tocará hacer con los que no se han convertido. Y miedo me da. Porque Cristo será, en palabras del predicador, que resume magistralmente el sentimiento religioso adventista, “para nosotros, nuestro salvador; para ellos, su destructor”.

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4. ¡Que viene el Harmagedón! (3): los testigos de Jehová.

FUENTE: En Acción Digital

 

 

Tercer artículo de Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), sobre el Harmagedón. Ha sido publicado en el medio En Acción Digital.

Si hablamos de la batalla apocalíptica de Harmagedón, no podemos olvidar a los testigos de Jehová. Hay gente que recuerda la portada de uno de sus libros, tan difundidos por todo el mundo en sus tiradas impresionantes, que se titulaba Usted puede sobrevivir al Armagedón y entrar en el nuevo mundo de Dios, con cubiertas amarillas y casi 400 páginas, nada más y nada menos. Fue publicado en 1958, cuando todavía no eran una confesión religiosa reconocida en España, pero el libro se distribuyó por toda la geografía nacional. Es uno de los tratados clásicos de la secta, y contiene sus peculiares doctrinas escatológicas.

De hecho, se cita muchas veces como muestra de la teología jehovista anterior a la fecha crucial de 1975 (en la que “el fin de este sistema de cosas” no llegó), aunque la sociedad corporativa Watchtower, que controla este movimiento, haya retirado este libro de la circulación. Una afirmación contenida en la obra, y que da una idea de la doctrina, es la siguiente: “Del nuevo paraíso, el jardín paradisíaco habría sido solamente una muestra… En la nueva tierra, se harán los arreglos para muchos matrimonios de los sobrevivientes de la guerra. Ahora, para poder ser ciudadano de esta nueva tierra, es preciso dar el nombre a la sociedad de Testigos de Jehová”. Queda claro lo que toca hacer.

Ya ha aparecido una alusión bélica a lo que sucederá en los últimos días, pero vamos a fijarnos en cómo presenta la secta el tema del Harmagedón (teniendo en cuenta, siempre, la supresión de la “h”, que se cae al traducir el término inglés propio de un grupo muy norteamericano). Es conocida la práctica habitual de los testigos de Jehová de modificar sus doctrinas, en un proceso que ellos denominan “aclaración de entendimiento”, y que no es otra cosa que adaptar la dogmática a sus necesidades coyunturales. En su libro –ojo a los títulos que vienen, que son bien expresivos– “¡Babilonia la grande ha caído!” ¡El reino de Dios domina! (1972) explican que ya en 1897 publicaron un libro titulado La batalla de Armagedón (editado anteriormente como El día de la venganza), y en él explicaban cómo sería “esta guerra final”.

Sin embargo, “no fue sino hasta el número de la revista Watch Tower del 15 de julio de 1925 que los testigos cristianos modernos de Jehová entendieron que esta guerra final no sería una sencilla lucha humana por la dominación aquí en la Tierra, sino una guerra universal. Sería realmente una guerra con Dios Todopoderoso, en la cual él destruiría a la entera organización del Diablo en el cielo y en la Tierra”. Una batalla que será comandada por el mismo Jesucristo. Así ya queda definido lo que será el Harmagedón.

El discurso es muy previsible, a lo largo de las publicaciones de los testigos de Jehová: la ira de Dios va a venir contra las naciones malvadas, ya que “él tomó su gran poder al fin de los Tiempos de los Gentiles en 1914 y comenzó a gobernar como Rey para siempre por medio de su Mesías que entonces fue entronizado”, según explicaba La Atalaya en 1970. Aunque la hostilidad de las fuerzas del mal será creciente, los fieles no tienen nada que temer, porque “la ira de Dios no es contra los que pacíficamente han buscado reconciliación con él. Estos reconciliados serán los súbditos terrestres con quienes él comenzará su pacífico nuevo sistema de cosas para toda la humanidad redimida”.

Al final, como repiten por activa y por pasiva, habrá literalmente un cielo nuevo y una tierra nueva. Mientras tanto, la mirada sobre el mundo es sumamente negativa. ¿Por qué? Sencillamente porque, como decían en su revista principal en 1973, “su destrucción [la de la Tierra] está muy cerca”, o en un libro publicado en 1975, “vamos acercándonos a ella directamente”, al ir avanzando esa generación que comenzó en 1914 con el inicio del reinado de Cristo y la expulsión de los demonios del cielo, como acabamos de ver.

Es bueno que bajemos a los detalles de cómo será la batalla de Harmagedón, una vez dicho que será una guerra universal real. Todas las realidades mundanas empecatadas (naciones e Iglesias), al perseguir a los “verdaderos cristianos” (los testigos de Jehová, por supuesto), se están poniendo en contra de Jehová y del Cordero. Y, cómo no, “necesariamente viene el choque con Dios después de eso”, que no es otra cosa que la batalla final. Y recuperando la “h” en este momento, afirman preocupados: “¡Todas las naciones ahora van marchando a Har-Magedón! Esto sí, por lo menos, puede decirse sin lugar a equivocaciones según el horario de la Biblia y según los acontecimientos mundiales que cumplen las profecías bíblicas. ¡Es inminente la confrontación con Dios!”.

Ante una guerra tan terrible, ¿hay esperanza para el ser humano? Sí, pero sólo para los que estén en el bando de los buenos, junto a Jehová Dios. ¿Y quiénes van a perder esta batalla? Las referencias que se dan son bien explícitas: “¡Vea a la organización de las Naciones Unidas! ¿Podrá mantenerse en su lugar y repeler el ataque divino? La profecía divina dice: ¡No!”. La ONU va a caer, junto con todo el sistema político y religioso mundial, inicuo.

Jesucristo, el hijo de Dios (pero despojado de la divinidad en una clara herencia del arrianismo), será “el oficial de ejecución para el Juez Supremo”, el “Guerrero celestial” en la batalla apocalíptica. El otro bando, el de los malos, con los reyes de la tierra como generales, será mandado por la bestia de siete cabezas y diez cuernos, que no representa otra cosa que “la potencia mundial dominante”, que comienza con las grandes civilizaciones de la Antigüedad y termina con la séptima cabeza “binaria de la Gran Bretaña y los Estados Unidos de América”. No queramos ver aquí interpretaciones ideológicas. Para evitar esa tentación, la literatura de la Watchtower lo deja bien claro: todas las naciones sin excepción le harán la guerra a Dios, y no sólo el “bloque comunista y anti-Dios de naciones, sino también… las naciones de la cristiandad religiosa. Los gobernantes de la humanidad angustiada siguen hoy la propaganda de guerra de Satanás el dragón simbólico”. De hecho, juntos forman “la entera organización visible del dragón simbólico”.

Y para todos ellos no habrá misericordia: serán exterminados. Las publicaciones jehovistas explican cómo será su final de una forma muy gráfica: “el cuadro que se pinta de ellos, como quienes no merecen una resurrección, es de personas cuyos cadáveres se dejan expuestos sobre el campo de batalla de Har-Magedón, de modo que sus cuerpos hediondos atraen a todas las aves que se sostienen con carroña”. Para los más curiosos, La Atalaya abunda en detalles: “Sí, la sangre fluirá en gran cantidad bajo la mano de las fuerzas de ejecución divinas. Los 69.000.000 de muertos de las dos guerras mundiales parecerán insignificantes en comparación con los que mueran en la guerra de Armagedón procedente de Dios”.

Otro dato importante –fundamental, diría yo– es la datación. ¿Cuándo sucederá todo esto? Agarrándose a la Biblia, leída a su manera, los testigos de Jehová colocan Harmagedón justamente antes del Milenio en el que Cristo reinará sobre la tierra, gobernando a los supervivientes de la gran batalla, los que han sido fieles (es decir, los miembros de la secta). Para situar el acontecimiento, repite la doctrina jehovista que las naciones ya habrán “dispuesto violentamente de la ‘ramera’ religiosa internacional, Babilonia la Grande”, llamada también “el imperio mundial de la religión falsa”, así que las Iglesias cristianas ya no serán un enemigo, porque habrán sido destruidas por las potencias mundiales antes de la confrontación escatológica.

Y la difusión del evangelio, a la manera de los testigos, será otro hecho a tener en cuenta para situar en el tiempo la llegada de Harmagedón. Esto produce un doble efecto atemorizador e intensificador del proselitismo en los adeptos, cuando se escribe: “¡adelante con la obra! Jesús nos asegura que, cuando el trabajo esté hecho, vendrá el fin”.

Con todo esto presente, uno puede hacerse una idea de las motivaciones espirituales y el ímpetu religioso que tienen los testigos de Jehová. Así es como ven el mundo, así es como interpretan la historia y los signos de los tiempos. En uno de sus libros, fechado en 1983, se dice: “¿Y qué hay de la antigua Babilonia? Era poderosa, se sentía confiada, y estaba fortificada con muros macizos. Pero cayó en una sola noche. Así, también, ‘destrucción repentina’ vendrá sobre el inicuo sistema actual. Cuando esto suceda, que se nos halle unidos en la adoración verdadera, por haber tenido ‘muy presente’ el día de Jehová”.

Y, cómo no, esto tiene su reflejo también en el reclamo proselitista que hacen en sus publicaciones, poniendo al lector ante una decisión trascendental en su vida. En las fechas previas a 1975 esto tenía un fuerte acento temporal, urgiendo a un rápido asentimiento a la secta: “La guerra necesariamente tiene que empezar alguna vez. En este caso es Dios Todopoderoso quien fija el tiempo para esta guerra en Har-Magedón. Puesto que no sabemos Su tiempo exacto, pero hay toda buena razón para saber que está cerca, no debemos pensar en tardarnos en tomar una decisión. ¿Cómo sabemos si no estamos ahora mismo del lado de los ‘reyes de toda la tierra habitada’ y por eso contra Dios Todopoderoso? Es del todo urgente que examinemos nuestro caso y averigüemos dónde estamos. Si descubrimos que no estamos del lado de Dios Todopoderoso y su reino mesiánico, entonces es posible que sinceramente deseemos cambiar de lado. De otro modo, pudiéramos decidir quedarnos donde estamos y sufrir las consecuencias”. Consecuencias nada halagüeñas, como hemos podido ver.

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5. ¡Que viene el Harmagedón! (4): la Virgen de Fátima y los extraterrestres.

FUENTE: En Acción Digital

 

 

Cuarto artículo de Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), sobre el Harmagedón. Ha sido publicado en el medio En Acción Digital.

Revolviendo en mis papeles he encontrado unos que cumplen ahora un decenio, y que amplían el tríptico inicial de artículos dedicados al Harmagedón. Porque este tema no se agota en las sectas de impronta cristiana, ni mucho menos. Y el hallazgo me ha provocado una sonrisa cuando he visto en la portada de un folleto fotocopiado y encuadernado el siguiente título: “2002: Armagedhon. Mensaje a la humanidad”. Una sonrisa doble: por la datación, ya que han pasado diez años y no logro encontrar en mi memoria tan magno acontecimiento en aquel entonces; y por esa “h” que defiendo para el término Harmagedón, pero mal situada (de hecho, en el documento se lee también esta grafía: Armaghedon).

Fuera de la evidente ausencia de un “libro de estilo” apocalíptico –si se me permite la broma–, el contenido del folleto es tremendista y atemorizador. El discurso catastrófico de siempre. El argumento, en resumen, es el siguiente: mensajes urgentes “del cielo a la tierra” o “mensajes del cosmos” enviados entre 1979 y 2001 por entidades extraterrestres sobre la inminencia del fin, documentos sobre el armamento nuclear y el panorama bélico mundial y… ¡sorpresa! ¡El tercer secreto de Fátima!

Para ilustrar esta brevísima síntesis, algunas frases de muestra. El contexto lo dice la carta de presentación: “considerada la gravísima situación mundial desarrollada a continuación de los eventos del 11 de septiembre 2001” los autores han asumido “la responsabilidad de divulgar los siguientes mensajes”. Desde la astronave Othen-Nis, por ejemplo, los seres del espacio nos revelan: “nuestra presencia sobre vuestro planeta se ha concentrado siempre más tras la explosión de las bombas de Hiroshima y Nagasaki… La amenaza de un conflicto atómico en estos días de vuestro tiempo, 2001 años después de la venida de Jesús Cristo, el Hijo de Dios sobre la tierra, puede volverse concreta en las próximas semanas, en los próximos días o incluso en las próximas horas… Nosotros somos seres que creemos en la inteligencia cósmica que vosotros llamáis Dios… Estáis al borde de una catástrofe, de un holocausto nuclear… Hoy tras milenios, la situación ha alcanzado el punto hipercaótico… La previsión de los terribles actuales eventos está contenida sobre todo en aquella profecía de que tanto se ha hablado cuanto ridiculizado: el tercer secreto de Fátima… La parte que falta como ya ha sido divulgado de uno de nuestros operadores, se refiere no sólo a la situación mundial que estáis viviendo, sino también a nuestra presencia y a nuestra misión… Nosotros estamos preparados y ahora estáis advertidos de nuestra probable intervención en caso de conflicto atómico”.

Respire después de esta antología. Sólo he seleccionado las frases más significativas de un “mensaje urgente” de cuatro páginas enviado desde esa nave extraña en noviembre de 2001 al entonces presidente Bush y otros políticos, además de a Juan Pablo II. El resto del folleto es fácil de adivinar: anuncios de catástrofes inminentes y teoría conspiranoica en torno al tercer secreto de Fátima, cuya revelación por parte de la Santa Sede sería falsa o al menos incompleta. Y ante esto podemos preguntarnos: ¿de dónde viene todo este batiburrillo? ¿Qué tiene que ver la Virgen María y su aparición en Fátima con el tema ufológico? ¿Realmente la Madre de Cristo ha contado algo sobre los extraterrestres y el Vaticano –como nos repiten las novelas de misterio con cada tema que se les ocurre– nos lo ha ocultado?

Por eso tenemos que analizar quién está detrás de esta documentación. Y en la misma portada leemos: “Nonsiamosoli”. Que no es otra cosa que las palabras unidas que en italiano significan “no estamos solos”. Se trata de una secta ufológica (o platillista, como dicen algunos), fundada por Giorgio Bongiovanni, que es quien presenta el folleto y es transmisor de los mensajes extraterrestres más actuales. Bongiovanni es un conocido personaje de ese mundillo en el que se entrecruzan lo espiritual y lo paranormal. Italiano nacido en 1963, saltó a la fama cuando, en 1989, dijo tener una revelación extraordinaria de la Virgen María. ¡Y tan extraordinaria! Como que mezclaba ya entonces lo mariano con lo espacial… No hay que olvidar que, además, este señor dice haber sido, en sus anteriores reencarnaciones, el profeta Elías, Juan el Bautista, y Francisco Martos, uno de los niños videntes de Fátima. Y por si todo esto fuera poco, dice tener estigmas.

Junto con su hermano Filippo, inició el grupo y la revista también llamada Nonsiamosoli, y empezó a anunciar el fin catastrófico de nuestra realidad con la intervención directa de los extraterrestres. Puso la fecha en 1991 y después en otras ocasiones, como la que estamos analizando ahora. ¿Se imaginan cuál es la siguiente? Sin duda: el año 2012. Concretamente el 31 de diciembre, dándonos una generosa prórroga con respecto a la archiconocida profecía maya.

Como ya hemos podido ver, su doctrina es totalmente sincrética, asumiendo elementos de la fe cristiana, del esoterismo, del panorama ufológico… elaborando así un cóctel estrafalario en el que destacan el miedo al fin inminente y la centralidad de sus presuntos estigmas como signos de la certeza de sus profecías. Como dice el experto Miguel Pastorino, buen conocedor de este personaje, en un artículo muy interesante, “a su Teología, de ‘cristiana’ le queda tan sólo el nombre”. Así es.

Por otra parte, para entender a Bongiovanni hay que hacer una referencia a su maestro espiritual, Eugenio Siragusa, a cuya pluma como transmisor se deben varios mensajes del espacio contenidos en el folleto que tengo ante mí. Siragusa (1919-2006), también italiano, comenzó a contactar con los seres del espacio en 1952 y fundó el Centro de Estudios de la Fraternidad Cósmica. Conferenciante y divulgador de estos temas, como lo ha sido después su discípulo, estableció 1967 como el año de la segura destrucción de la Tierra por el impacto de un asteroide. Ésta es la paternidad que está detrás de Bongiovanni, y de tal palo, tal astilla.

Unos ingredientes más en la ensalada espiritual que es la Nueva Era. Donde entra de todo, y también una historia tan complicada como ésta, en la que se mezclan estigmas, apariciones marianas, transmisión de mensajes extraterrestres… Ahora, por lo que he podido ver, se presenta como un pequeño benefactor de la humanidad en América Latina, donde, a su anterior compromiso contra la mafia italiana, ha seguido un trabajo por la promoción de los más pobres. Su discurso pretende ser cristiano, y así leemos cómo su biógrafa escribe que “Giorgio Bongiovanni no cesará de recordar a los hombres y a las mujeres que encuentra por su camino que el camino hacia la vida verdadera pasa a través del Amor hacia el prójimo, la Justicia entre los hombres y la Fe en las enseñanzas del Maestro de todos los Maestros: Jesús Cristo”.

Pero un Jesús, no lo olvidemos, que vuelve a la tierra con la destrucción en la mano, y acompañado o precedido por los extraterrestres y otros seres extraños. Un apocalipticismo con apariencia cristiana, y que ya comenzó este año 2012 con las más terribles profecías: “ninguna otra época de la historia del hombre conoció los actuales peligros que afronta la humanidad”. Respiremos tranquilos, porque lo mismo decía para 2002. Y mucho antes. Revelaciones que pretende añadir Bongiovanni a la revelación definitiva que ha tenido lugar en Jesús. Revelaciones a medida de esta época y a medida del temor y la credulidad de muchos.

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6. La costumbre de subirse al carro del fin del mundo en 2012.

FUENTE: En Acción Digital

 

 

Reproducimos aquí otro artículo de Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), en torno al fin del mundo, dentro de la serie de escritos titulada “Fragmentos de apocalipsis”, y que está siendo publicada en el medio En Acción Digital.

Si hay algo que destaca en el consumo actual de los medios de comunicación es la avidez con la que recibimos los datos ofrecidos por encuestas de cualquier tipo. Recientemente se hacían públicos los resultados de una que no deja de ser interesante, realizada por una empresa demoscópica de Nueva York en abril de 2012. En resumen: el 14 % de la población mundial cree en la cercanía del fin del mundo. Dejando de lado los comentarios que puedan hacerse sobre la fiabilidad de la muestra y de las conclusiones al tratarse de un estudio de alcance planetario, nos muestra una cuestión que ha alcanzado gran difusión.

Es cierto que podemos contar con unos sectores de población fijos en este tema, “suscritos”, por así decirlo, a la inminencia del fin del mundo. Adeptos de sectas milenaristas, algunos grupos cristianos radicales y gente influida por las más variopintas doctrinas esotéricas y de la Nueva Era conforman un peculiar movimiento poliédrico del que estamos viendo algunas muestras en esta serie de artículos. Pero, aunque se cuenten por millones, no constituyen un porcentaje importante si ampliamos nuestra mirada a una escala mundial. Por ejemplo: adventistas del Séptimo Día y testigos de Jehová suman alrededor de 33 millones de miembros según algunas estadísticas. No digo que sean pocos, pero ¿qué importancia tienen cuando estamos hablando de una cantidad de más de 7.000 millones de seres humanos?

Sin entrar en estimaciones numéricas –calculen ustedes mismos los porcentajes y las cantidades de las que estaríamos hablando–, cabe preguntarse a qué se debe la amplia difusión de todo lo relativo al fin del mundo en estos últimos tiempos (y no se tomen lo de “últimos” como una indirecta). Además de otros muchos factores, habría que señalar claramente la insistencia que se ha hecho en el fin del mundo presuntamente predicho por los mayas para diciembre de 2012, o el cambio de época, o lo que cada uno prefiera. Ya es algo perteneciente a la cultura popular que los mayas predijeron “algo gordo” para finales de este año. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo lo ha oído. Aunque me gustaría que alguien realizara una encuesta relacionada con esto: qué dijeron los mayas, dónde lo pone… y quiénes eran los mayas y cuándo y dónde vivieron. Nos sorprenderíamos de los resultados, estoy seguro.

El hecho es que el “apocalipsis maya” de 2012 es algo muy extendido, y tomado más en serio o más en broma, forma parte de la sociedad contemporánea. Como hemos visto en otro artículo, ya ha pasado de forma natural al mundo de la publicidad y a muchas otras áreas, y los libros que tratan estos temas se cuentan por cientos. Y por eso –y aquí cobra sentido el título de esta reflexión– hay muchos que “se han subido al carro” del fin del mundo inminente para desempolvar sus viejas doctrinas peregrinas y actualizarlas a la luz de la revelación maya. Aunque no tengan nada que ver. Pero se trata de una técnica común en el mundo de lo esotérico y de las nuevas espiritualidades: el sincretismo y la interconexión de todo, ya sean civilizaciones desaparecidas, revelaciones espiritistas, tradiciones espirituales serias o teorías científicas.

El ejemplo que quiero tomar es el de el libro La llegada de los dioses. El subtítulo de la obra nos da una idea de su contenido y su propuesta: “El calendario maya y el retorno de los extraterrestres”. Pero antes de adentrarnos en este producto reciente –pues se ha publicado en español en 2011– tenemos que analizar su historia anterior, y así veremos con claridad la estrategia de adaptación al “apocalipsis maya”. El autor es todo un clásico en esta materia: Erich Von Däniken. Según la revista Año Cero, es “el autor más conocido de todos cuantos han escrito sobre las posibles visitas de extraterrestres en la antigüedad”.

Su página web afirma que ha vendido más de 63 millones de copias de sus 26 libros. Suizo nacido en 1935, lleva muchos años dedicado a difundir su convencimiento de que los extraterrestres visitaron nuestro planeta en el pasado. En un claro caso de intrusismo profesional, hace una relectura ufológica de los restos arqueológicos y de los textos conservados de las culturas antiguas para edificar, sobre esos monumentos y documentos, su hipótesis de los seres del espacio. Donde no hay certezas científicas, o incluso donde sí las hay, contrastadas por el trabajo de investigadores serios, siembra la duda de los hombrecillos verdes que, al final, se convierten en la explicación de cualquier episodio o material no del todo claro.

Y desde aquí hay que entender su continua referencia a los “dioses”, que no serían otra cosa que seres inteligentes de otros planetas, antiguos astronautas que habrían entrado en contacto con los hombres, y a los que éstos habrían rendido adoración, admirados ante sus naves y demás artilugios más avanzados que la sabiduría humana de entonces. En su forma de operar pseudocientífica y pseudohistórica, Von Däniken aplica un sencillo proceso cognoscitivo a la investigación de la Antigüedad que, ejemplificado, viene a ser el siguiente: las pirámides de Egipto son obras colosales, y nos parece imposible que pudieran levantarse en su tiempo con los medios que había, luego han tenido que ser elaboradas o, al menos, dirigidas por nuestros hermanos extraterrestres, mucho más listos que nosotros. Aplíquese esto a cualquier otra gran obra antigua, y tendremos un amplio catálogo de historias para la programación y literatura tan abundante del género de los “misterios ocultos”, que van desde la isla de Pascua hasta la arquitectura americana precolombina.

En El retorno de los dioses (1995, y traduzco de la edición inglesa), leemos que “estamos en gran medida en la mente y ante la mirada de otras formas cósmicas de vida y que, como resultado, muchos de los eventos históricos dramáticos y de las enseñanzas importantes de los textos religiosos deberían ser reinterpretadas, ¡incluso la misma idea del Día del Juicio!”. Lo de la atribución divina podemos verlo resumido en su último libro: “hace miles y miles de años, extraterrestres de carne y hueso tecnológicamente más avanzados llegaron a la Tierra en naves espaciales materiales… [Nuestros ancestros] no comprendieron los aspectos técnicos que había tras la llegada de estos extraterrestres de carne y hueso, así que los malinterpretaron, tomándolos por seres divinos, cosa que, desde luego, estos visitantes no eran. Y así nacieron los ‘dioses’. Producto de un simple (aunque importante) malentendido”.

¿Cuál es el paso dado en este último libro de Erich Von Däniken, llamado por los suyos “el padre de la paleoastronáutica”? Muy sencillo: en diciembre de 2012 –¡qué casualidad!– “los dioses regresarán de su largo viaje y aparecerán de nuevo en nuestro planeta. Al menos, eso es lo que el calendario maya nos parece indicar”. Como puede verse, queda la sombra de la duda, “por si acaso”, porque habrá que seguir vendiendo libros después de la fecha en el caso de que no ocurra nada, ¿verdad? Y continúa: “los llamados dioses –los extraterrestres– vendrán de nuevo. Nos dirigimos  hacia un ‘shock divino’ de proporciones inimaginables”. Analiza a su manera los escritos mayas y llega a esta conclusión, la del regreso de los extraterrestres. Lo que respondería a la espera escatológica de las grandes religiones. Si el primer libro del autor se tituló precisamente ¿Carros de los dioses?, podemos asegurar que su última jugada, por ahora, ha sido subirse al carro del “apocalipsis maya”. Lo triste es que pueda haber gente que se fíe de este señor y viva atemorizada por la invención de una mente tan imaginativa… y lucrativa.

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7. La NASA y el fin del mundo.

FUENTE: En Acción Digital

 

 

Reproducimos aquí otro artículo de Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), en torno al fin del mundo, dentro de la serie de escritos titulada “Fragmentos de apocalipsis”, y que está siendo publicada en el medio En Acción Digital.

El 21 de diciembre de 2012 en el horizonte, y seguimos a vueltas con el fin del mundo del calendario maya. La última noticia ha sido la intervención en este tema de un científico de la NASA, ese organismo que suena tan serio y riguroso. A lo mejor con llamadas a la sensatez como la de Don Yeomans, señalando que los mayas no hablaron más que de un cambio de ciclo, se apaciguan un poco los furores apocalípticos que están hoy de moda.

Lo más curioso es que se invoque como autoridad al responsable del Programa de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA, cuando han sido varios los historiadores y arqueólogos que han señalado públicamente la forma de entender el dichoso calendario precolombino que trae de cabeza a más de uno. Algunos medios se han encargado de dejarnos claro que un representante de los astronautas más importantes del mundo –pues para el imaginario popular no es otra cosa la agencia espacial norteamericana– “descartó la tesis del apocalipsis maya”.

Si escuchamos al señor Yeomans en el vídeo que ha publicado en Internet, el interés de sus declaraciones radica en el desmentido de que haya un planeta errante, esperando por ahí a que llegue la hoja del 21 de diciembre en la agenda para precipitarse contra el planeta Tierra. Ahí sí que es un experto el que nos dice que si hubiera un enorme planeta acercándose a nosotros “lo habríamos visto hace mucho tiempo, y si fuera invisible, de alguna manera, habríamos visto los efectos (gravitacionales) de este planeta en los planetas vecinos”.

Es una explicación fácil de entender, y no creo que sea razonable defender la existencia de una megaconspiración mundial de miles de astrónomos –que no astrólogos– que a diario rastrean el Universo. Además, Yeomans ha tenido que explicar por enésima vez que las erupciones solares no son un problema para nosotros, y que no es cierto que vaya a modificarse el eje de rotación de la Tierra.

Lo del planeta errante trae cola. Llevamos una temporada larga de extraños concordismos que pretenden aunar ciencia y profecía, señalando a cualquier cuerpo celeste fuera de lo común –ya sea real o inventado– como malévolo agente del cumplimiento del cataclismo predicho por los mayas. Si en ocasiones anteriores algunos planetas de ficción como Hercólubus (en el caso de los gnósticos) han servido para inducir al miedo de las personas que transitan entre las aceras del esoterismo y la nueva religiosidad, ahora surgen nombres extraños que crean un clima de inseguridad en la gente que no va a dedicar mucho tiempo en comprobar en fuentes veraces si se trata de hechos probados o, por el contrario, de rumores extendidos como la pólvora por Internet y las redes sociales.

El primero del catálogo, y al que aluden las últimas informaciones de la NASA y compañía, es el inexistente Nibiru. Dicen que tiene reminiscencias babilónicas, y en esa mitología se le asocia al dios Marduk. ¿No lo ha estudiado usted en sus clases de ciencias? ¿O es que se trata de una incorporación posterior al panorama astronómico? Nada de eso: según sus defensores, se trata de un cuerpo celeste real pero invisible, y lo llaman también “planeta X”. Algunos ufólogos ya se han dedicado a explicar una estrafalaria historia del Universo, conocida por los antiguos sumerios, y que le da a Nibiru, y a otros planetas que deben de ser de la familia, un papel importante en el desarrollo de la realidad tal como la conocemos hoy.

Hace justamente un año, en torno a marzo de 2011, circuló la noticia de que el astro invisible se acercaría a nuestro planeta. Quién sabe… quizás los miles de astrónomos y aficionados al telescopio se citaron para un momento destacado de su conspiración del silencio, y como Nibiru es invisible, puede que haya pasado y aquí no se ha enterado nadie. Aunque algunos habrán aprovechado los “drásticos síntomas geomagnéticos” predichos para ponerlos en relación con el gran terremoto que afectó a Japón precisamente en los días previstos.

Otro astro que ha dado mucho que hablar es Elenin. Quizás ya no se acuerde casi nadie, pero el periodista científico del diario ABC, José Manuel Nieves, tituló un artículo del 21/09/11 así: “El cometa Elenin no destruirá la Tierra”. También en aquella ocasión la NASA tuvo que salir a poner orden en el patio de vecinos de Internet. Algunos apocalípticos habían señalado que, con motivo de la alineación del Sol, la Tierra y Elenin, se produciría en octubre “una oleada de muerte y destrucción como no se ha conocido hasta ahora”.

Esta vez sí se trataba de un cuerpo celeste real… con menos de cuatro kilómetros de diámetro y cuya distancia más cercana de paso junto a nuestro planeta fue de 92 veces lo que nos separa de la Luna. Vamos, que poco lugar para el susto. Sin embargo, se especuló mucho sobre la amenaza que suponía para la humanidad. Ya entonces tuvo que intervenir Don Yeomans, que fue muy gráfico al afirmar que “en comparación, mi coche ejerce una mayor influencia sobre las mareas del océano que el cometa Elenin”.

Volviendo a los planetas imaginarios, Hercólubus sigue protagonizando algunas hipótesis del fin o del cambio de época. En muchos grupos esotéricos, sobre todo gnósticos, se difunde el librito del “venerable maestro” Rabolú, tal como se hizo con vistas al año 1999. Si después de aquella ocasión tuvieron que explicar los editores que “nunca” se habían dicho fechas concretas en el libro del líder gnóstico –algo correcto que, por desgracia, no puede decirse de la aplicación que se usó en las sectas que hablaron de 1999 y recuperaron el tema en 2001 en torno al 11 de septiembre–, ahora toca aprovechar el tirón popular del fin del mundo maya para presentar a este astro como el que traerá el gran acontecimiento a la humanidad. Será en 2012, seguro, aunque el libro no diga nada de este año… porque después habrá que seguir vendiéndolo.

Haciendo una búsqueda rápida por Internet, descubrimos que “Hercólubus afectará terriblemente a la corteza terrestre… también alterará el clima terrestre”, y también está el elemento apocalíptico y conspiranoico: “si no se ha dado publicidad a este asunto se debe a la censura impuesta por miedo a la psicosis colectiva, la cual podría provocar grandes desórdenes sociales y económicos. Pero también no es menos cierto que al ocultar la verdad se está dejando indefensa a la Humanidad ante lo que se nos viene encima. Todavía estamos a tiempo de evitarlo, pues cuando ya se vea a simple vista no podremos hacer nada”.

Está visto que en este año 2012 tendremos que seguir aguantando presagios oscuros debidos a las fuerzas cósmicas –conocidas o desconocidas– que a través de los más diversos cuerpos espaciales –reales o irreales– nos amenazan en cumplimiento de las terribles profecías mayas. Entretanto, habrá una mayoría de la gente que no se lo tome en serio, habrá otros que tengan una cierta inquietud y, subiendo en la escala, los habrá que se preocupen de construir o buscar un búnker donde esconderse el día del cataclismo (porque haberlos, haylos).

Me viene a la mente algo que sucedió precisamente hace 15 años, por estas mismas fechas, cuando pasó por aquí cerca el cometa Hale-Bopp, brillante y bien visible desde la Tierra. Lo que para muchos fue una curiosidad, o una ocasión de interesarse más por lo astronómico, acabó en tragedia en marzo de 1997 por parte de la secta Heaven’s Gate (la Puerta del Cielo). ¿La razón? Muy simple: en la cola del cometa venía adosada una nave extraterrestre que llevaría consigo a los que abandonaran sus recipientes físicos (vulgo suicidio ritual).

Fueron 39 los adeptos que murieron, y a ellos se unió varios días después alguien que no formaba parte de la secta, pero que conoció su teoría a través de Internet. Y es que, a veces, estas fantasías apocalípticas tienen un efecto más allá de la pantalla del ordenador. Así que, en lo que queda de año “maya”, mucho cuidado.

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8. El apocalipsis de Fidel Castro.

FUENTE: En Acción Digital

 

 

Reproducimos aquí otro artículo de Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), en torno al fin del mundo, dentro de la serie de escritos titulada “Fragmentos de apocalipsis”, y que está siendo publicada en el medio En Acción Digital.

A comienzos de enero ya es normal encontrar en los medios de comunicación las predicciones que en Cuba hacen los “babalawos” o sacerdotes de la santería para el año nuevo. Sobre esto escribí el año pasado justamente por estas mismas fechas (“Augurios del otro lado del océano”, 11/01/11). Ahora quiero volver a la isla, pero dejando de lado el sincretismo afrocaribeño para centrarme en un asunto diferente de interés, y que no es otro que las últimas declaraciones del anterior jefe de Estado cubano, Fidel Castro. Quiero tomarlas como un ejemplo reciente de un lenguaje apocalíptico peculiar al que ya nos vamos acostumbrando y que se sale de los límites de lo religioso para impregnar un discurso de nivel político que se difunde en nuestra sociedad.

El contexto de las afirmaciones de Castro es la primera de sus reapariciones públicas en 2012, esta vez por escrito, ya que de vez en cuando corren rumores sobre su estado de salud, y parece que el ex-mandatario debe desmentirlos de forma discursiva. Si durante su ejercicio del poder absoluto la modalidad de adoctrinamiento era la tan conocida de sus arengas interminables, ahora que está en un lugar mucho más discreto su nuevo estilo de magisterio es la aparición de sus artículos escritos, bajo el encabezado genérico de “Reflexiones”.

Publicadas por la página web Cuba Debate, y difundidas por Twitter, se enmarcan en un proyecto editorial que se define de esta manera: “un espacio para el intercambio sobre el terrorismo y las campañas de difamación organizadas contra Cuba”, y también como un “proyecto para destruir las calumnias contra Cuba y otros países hermanos, y evitar que la mentira se convierta en un arma mortal”. Por si no es suficiente el diario oficialista Granma para informar, con esa libertad sui generis del comunismo isleño, sobre la maldad de los Estados Unidos, la OTAN y todo lo que represente oposición contra el castrismo, aquí está una web que lanza a todo el mundo las reflexiones del “compañero Fidel”, tal como lo llama el diario comunista ya citado al reproducir los textos exclusivos de Cuba Debate.

Aterrizando en el artículo en cuestión, fue publicado el pasado 5 de enero con el título tremendo de “La marcha hacia el abismo”. No previene de la desaparición de sus colaboraciones escritas, pues no se refiere el ex-dictador a su salud, para regocijo de sus fieles y lamentación de sus víctimas y críticos. Tras algunas reflexiones sobre la historia humana, Fidel afirma que “la idea de un juicio final está implícita en las doctrinas religiosas más extendidas entre los habitantes del planeta, sin que nadie las califique por ello de pesimistas”. Ya se excusa al inicio, por tanto, del tono oscuro de sus predicciones. Y urge a impedir lo que considera un “dramático y cercano acontecimiento”.

¿Qué argumentos esgrime Castro para fundamentar este alarmismo? “Numerosos peligros”, asegura, que se encierran en dos –como los mandamientos–: la guerra nuclear y el cambio climático. Y añade, a estos hechos preocupantes, el brillo de los números redondos, que tanto gusta a agoreros y que, como Nostradamus de turno, sirve para mostrar lo ideal de la fecha para que ocurra algo grande. Las efemérides que subraya son el aniversario correspondiente de la Revolución (así, con mayúscula) cubana y el cincuentenario de la “crisis de los misiles” de 1962. La verdad es que sorprende que exagere tanto el peligro del armamento atómico cuando precisamente aquel momento histórico de hace 50 años sí que se vivió como el instante previo a la más que segura guerra nuclear. Aún así, ahora el ex-dictador afirma que “ninguna otra época de la historia del hombre conoció los actuales peligros que afronta la humanidad”.

¿Qué le espera entonces al ser humano? La posibilidad de “una muerte espantosa en breve tiempo”, si empiezan a explotar las bombas que hay por ahí. Y de esperanza o seguridad, nada de nada, si hacemos caso a una frase lapidaria de Castro: “La humanidad, en cambio, no goza de garantía alguna”. La bestia parda es el vecino del norte, el eterno enemigo de Cuba. Pero si se arregla el tema y al final no hay cataclismo nuclear –vamos, si se retrasa, porque dice el camarada que sucederá tarde o temprano–, tenemos el Plan B de este peculiar milenarismo comunista: retrasada la guerra, lo que acabará con la humanidad será el cambio climático. ¿A que adivinan quién es el responsable del cambio climático? Sí: los Estados Unidos, además de las multinacionales. Vamos, los de siempre.

¡Menos mal que Fidel dice observar estos terribles acontecimientos “con la serenidad de los años vividos”! Lo mismo cita documentales que científicos, aportando datos que contribuyen a sentenciar de muerte a un mundo podrido. Y ésta es su felicitación para el año nuevo. La verdad es que sólo le ha faltado citar alguna profecía maya, tan de moda en estos días, y poner alguna fecha para el fin del mundo, y así habría entrado con más autoridad en el catálogo de predicciones apocalípticas para este año. A estas alturas de la vida, lo ve todo gris, o más bien negro, y parece que ni la revolución comunista es solución para un destino fatal inexorable. Una situación ciertamente negativa como la que se está viviendo, cuando se mira desde una perspectiva puramente mundana, habiendo arrasado con toda afirmación de sentido religioso de la vida, acaba así. No en el paraíso anunciado por el comunismo clásico sino, en el fondo, en el abismo. Ése es, al final, el horizonte que queda: el apocalipsis de Fidel Castro.

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9. Las ciudadelas del fin del mundo.

FUENTE: Milenio

 

 

Reproducimos a continuación el artículo que ha escrito Ignacio Padilla para la agencia informativa mexicana Milenio.

En agosto de 2010 trascendió que una secta apocalíptica italiana construía en Yucatán, México, una Ciudad del Fin del Mundo. La urbe escatológica se alza ya en el cráter dejado por el meteorito que detonó la extinción de los dinosaurios. Allá, los italianos han erigido “una especie de ciudadela donde llama la atención el grosor de las paredes que, según vecinos del rumbo que participaron en las labores de albañilería, están ahuecadas en el centro y rellenadas con materiales no conocidos, y que según los extranjeros los protegerán de radiaciones y bacterias cuando se aproxime el fin del mundo”. La secta, aseguran sus voceros, se prepara para sobrevivir un holocausto nuclear, pues están convencidos de que el mundo, de acuerdo con el calendario maya, terminará el 21 de diciembre de 2012.

Los comentarios de la prensa sobre esta ciudadela apocalíptica no se han hecho esperar. Esta vez la mayoría de los comentarios son cáusticos, si bien las burlas no impiden ver las veras: comienza ya a cundir el temor de que también este bastión termine con una sangría como las que espolearon no hace mucho Jim Jones en la Guyana o David Koresh en Texas.

Bien se entiende este temor, sobre todo si cotejamos la emergencia de esta Ciudad del Fin del Mundo, ya no sólo con calamidades recientes, sino con aquellas que con regularidad vienen signando la historia de Occidente: la infame Münster, la fortaleza en Chevengur que inspiró una olvidable novela de Lagerloff, el ejido de Yerbabuena en el norte mexicano, incontables encerronas que comenzaron como autoproclamados castillos de pureza para acabar como trágicas Numancias.

No hay siglo ni nación judeocristiana que no haya atestiguado una o varias encerronas milenaristas derivadas en compactas hecatombes de sangre y fuego. Difícil rescatar de esta nómina de reclusiones colectivas una que no haya terminado de la peor manera. El encierro de un grupo reducido en un castillo de pureza apocalíptica reta a las autoridades e incomoda inevitablemente al resto de la población. El claustro milenarista comienza por estimular la economía y la popularidad en la región en la que surge, pero a la postre incrementa la temperatura social, promueve enfrentamientos y hace de la destrucción de la ciudadela algo inevitable, casi se diría que necesario: profecía autocumplida, desastre deseado tanto por los sitiadores, que desean preservar el statu quo, como por los sitiados, que piensan que la transformación del presente será más efectiva y radical si es abonada con sangre, su sangre.

Antes de recluir, el líder milenarista debe reclutar. Para ambas cosas, juega las cartas de la retórica apocalíptica: el líder conoce, intuye y aprovecha el desasosiego vigente de sus posibles seguidores para animarles a la búsqueda de un espacio más propicio y de un futuro más benigno; con frecuencia, termina por esclavizar en el encierro a sus huestes, sometiéndolas a constantes narcosis psicológicos o psicotrópicas; margina del mundo a sus discípulos y se coloca por encima de ellos pertrechado en la discutible superioridad del pastor sobre su grey; finalmente, el pastor favorece el sacrificio de las ovejas en el redil sin por fuerza sacrificarse él o ella. La anulación del líder en su nido impoluto es contingente, no así la de sus secuaces ni la del espacio físico donde han ido a marginarse del diablo mundo.

El promotor del encierro milenario suele saber de qué habla y cómo hacerlo: le acomoda convencer a sus discípulos que sus esfuerzos no hacen más que seguir un plan vaticinado, dictado, diseñado desde lo Alto. Para certificarse, el líder cita sin tregua al inefable Juan de Patmos, a quien sólo él, el Profeta, parece autorizado a interpretar y transmitir: “Pero este demente (el Anticristo), ardiendo con furor implacable, conducirá un ejército y pondrá sitio a la montaña en la que se habrán refugiado los justos. Y cuando se vean cercados, gritarán pidiendo ayuda a Dios, y Dios les oirá enviándoles un libertador”. Así, acreditado por la Palabra -o al menos, por aquellas palabras que más autoridad han adquirido en Occidente-, el profeta se planta ante sus huestes como un líder incontestable: ningún argumento puede derrocar a Dios.

Tratándose de milenarismos y encerronas, nada puede la razón contra la fe, pues está visto que la primera no nos ha llevado nunca a buen puerto. Afuera de la ciudadela, guiados por el Anticristo de la ultramodernidad y la razón divinizada, quedarán y perecerán los otros; adentro, en la Ciudad del Fin del Mundo, la sola fide salvará a los Unos, que también perecerán, aunque lo harán sólo para renacer en la Gracia.

Se entiende que paganos, apóstatas y agnósticos miremos con recelo las encerronas milenaristas; intriga, en cambio, que éstas se produzcan todavía pese a las cruentas lecciones de la Historia y a la clara reticencia del mundo a terminarse. Contra todo pronóstico y razón, la ultramodernidad ha demostrado ser caldo altamente propicio para el cultivo de este tipo de encierros. Con su espiritualidad migrante y fanática, con sus apocalipsis desnatados o clásicos, con el vértigo de la hiperconectividad promoviendo la nostalgia del aislamiento, el siglo XXI abunda ya en castillos de pureza y lleva hasta lo grotesco el de por sí nutrido censo de encerronas milenarias de las últimas tres décadas.

Mientras los descendientes de Eneas edifican en Yucatán su Troya milenarista, el Viejo Mundo atestigua la construcción de otros encierros, otras arcas, otros castillos de pureza. Mientras los campesinos mexicanos aplauden la derrama económica que en la región va causando la Ciudad del Fin del Mundo, los habitantes de la Francia meridional no saben ya cómo torear el toro de la encerrona milenarista que allá va fraguando la autodenominada Escuela de Iluminación de Ramtha.

Fundada hace 35.000 años por un inmortal guerrero lemuriano que combatió a la Atlántida, la Escuela de Iluminación de Ramtha ha edificado por lo menos seis bastiones apocalípticos en las afueras del poblado de Bugarach, cercano a Carcasona. De unos años acá, crecientes multitudes reclutadas por la secta peregrinan a Bugarach convencidas de que sólo esta aldea sobrevivirá a la catástrofe del año 2012. Como muchos otros pueblos del mundo -de esos que la UNESCO gusta bautizar de mágicos-, Bugarach tiene un peñón que atrae desde hace décadas a cultos esotéricos y New Age.

La celebridad del Pico de Bugarach, aupada por los nuevos milenaristas de 2012 y combinada con una típica fantasía escatológica cristiana, ha catapultado un espectacular aumento del precio de los inmuebles en la región. Pero ha incrementado asimismo la amenaza de grandes estafas financieras en la zona. Así lo ha señalado a Reuters el señor Georges Fenech, presidente de Miviludes, organismo público creado para prevenir los fraudes que suelen acompañar a ciertos cultos religiosos: “Creo que debemos ser cuidadosos. No tenemos que volvernos paranoicos, pero al ver lo ocurrido en Waco, en Estados Unidos, sabemos que este tipo de pensamiento puede influir sobre individuos vulnerables”.

Una vez más, la infausta historia de los davidianos -epítome de muchas otras encerronas milenaristas con menor publicidad- resuena en el corazón de Europa con sus más de 80 muertos y con el recuerdo de la torpeza con que las autoridades intentaron remediar aquel sitio. Base intergaláctica, puerta a un mundo subterráneo, polo magnético alternativo, Bugarach es ahora un nuevo Monte Carmelo, uno más. Por derivación, por perversión o por imitación, la aldea de estos nuevos irreductibles galos, que resisten todavía al invasor civilizatorio y laico, es sólo el más flamante de una larguísima ristra de Faros del Fin del Mundo.

Preocupado más que agradecido, el alcalde de Bugarach denuncia que los líderes de la Escuela de Iluminación de Ramtha organizan conferencias pagadas en lujosos hoteles de la región. “Es un gran negocio”, asegura Fenech. Sin embargo, en un tardío arranque de prudencia política, añade el funcionario que su misión no es estigmatizar a los movimientos sectarios sino advertir a la opinión pública sobre “grupos o individuos cuya doctrina o discurso siguen la teoría del fin del mundo”.

Miremos la noticia desde otro ángulo. ¿Por qué habría nadie de crear un organismo ad hoc para advertirnos hoy contra los peligros de las sectas milenaristas? ¿Por qué no escudriñar también a los ecologistas, los vegetarianos, los espiritistas o los seguidores del Manchester United? ¿Cómo puede implementarse semejante inquisición contra las sectas apocalípticas en un mundo que penaliza el hate talk al tiempo que favorece la llamada discriminación positiva a favor de grupos históricamente segregados? Sabemos acaso la respuesta, si bien la omitimos porque corre el riesgo de parecer políticamente incorrecta. La prudencia de Georges Fenech pisa fuerte en la culpa de una civilización que ha estigmatizado, señalado y masacrado periódicamente a minorías que han sido señaladas por ser diferentes o que han exaltado ellas mismas su diferencia alimentando, en varios casos, importantes movimientos apocalípticos.

El discurso preventivo contra las ciudadelas del Fin del Mundo resiente la dificultad de reconocer el hecho preclaro de que éstas son efectivamente peligrosas, pues la autodestrucción y la agresión son parte de su naturaleza. Al margen de los abusos psicológicos y los fraudes financieros que suele conllevar esta variante de la explotación del combustible apocalíptico, las ciudadelas milenaristas son un riesgo real, sobre todo para sus habitantes, riesgo que, sin embargo, éstos asumen desde el momento en que acceden a marginarse del mundo so capa de una pureza autoalienante que desahucia al mundo y renuncia a transformarlo a trueco de destruirlo o destruirse.

Perecer en la ciudad sitiada con los ojos puestos en un quimérico Fin del Mundo permite, en buena parte, satisfacer un deseo suicida propio del coctel de contradicciones sociópatas del discurso milenarista. Las ciudadelas del Fin del Mundo necesitan de una hecatombe para acreditarse como tales: la destrucción es su vocación. Se trata de nudos gordianos que no pueden desatarse sin violencia, pues ello implicaría ir contra los fundamentos mismos de la civilización occidental, o incluso contra lo humano tal como se ha entendido siempre en esta cultura movilizada por la tensión entre Eros y Tánatos.

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