20.06.12

 

Leamos de nuevo una de las parábolas con las que Cristo obsequió al pueblo de Israel durante su predicación del evangelio:

Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo, pero después de esto dijo dentro de sí: “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia“.
Y dijo el Señor: “Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?”
(Lucas 18,2-7)

No está mal, ¿verdad? Pues en España, si la viuda es víctima de ETA y va al Tribunal Constitucional, le dicen que se vuelva por donde ha venido. Los magistrados Pascual Sala (presidente), Eugeni Gay (vicepresidente) Pablo Pérez Tremps, Elisa Pérez Vera (ponente), Adela Asúa y Luis Ignacio Ortega -no olviden esos nombres- han votado a favor de la legalización de Sortu. Eso a pesar de que la policía demostró que dicho partido político era ETA. Eso a pesar de que el Tribunal Supremo, que es la máxima autoridad judicial no contaminada irremesiblemente por los partidos políticos, dictaminó que Sortu era ETA. Es decir, unos señores puestos ahí por partidos políticos han tirado abajo el trabajo de las fuerzas de seguridad y han enmendado la plana a los jueces del Supremo, que han llegado a su puesto gracias no tanto a sus querencias políticas como a su carrera profesional. Y lo han hecho para favorecer políticamente a una banda terrorista. Todo muy legal. Todo muy repugnante.

Por supuesto, las víctimas de ETA están indignadas. Justo el día después de que se recuerda el 25 aniversario del atentado de Hipercor en Barcelona, la mayor masacre de la banda asesina, el Constitucional entrega a ETA el regalo del reconocimiento legal de una de sus marcas políticas.

Ahora aparecerán los principales partidos a decirnos que hemos de acatar la sentencia. Los mismos que han politizado la justicia de tal manera que la han convertido, al menos en sus más altas instancias, en un mero brazo ejecutor de sus deseos, son los que pretenden que miremos para otro lado y hagamos como si no pasara nada. Pero sí pasa. Pasa que la sangre de las víctimas de ETA clama por justicia. No por venganza, quede claro. Pero sí justicia.

Las redes sociales se han convertido en instrumento del clamor de las viudas de ETA. Les leo y mi alma llora mientras clama a Dios para que sea Él quien haga la justicia que los jueces injustos se niegan a hacer.

España está enferma de muerte. Pero los médicos que la atienden son los mismos que la han llevado a esta situación. Que nadie se extrañe si todo salta en mil pedazos.

Luis Fernando Pérez Bustamante