28.06.12

La fecha del Nuevo Testamento según Robinson (2) (Jean Carmignac)

A las 2:47 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Biblia

Judíos y paganos frente a la conversión a Cristo

Segundo argumento, que me parece todavía más fuerte: es la diferencia que hay entre un pagano y un judío que se convierten al cristianismo.

Consideremos la situación de un pagano que se convierte al cristianismo. En primer lugar se necesita que él crea en la existencia de Dios, porque los griegos, los paganos griegos, no creen en la existencia de Dios; ellos creen en la existencia de “dioses”, que son divinidades pero no un Dios personal, y prácticamente, fuera del pueblo judío, nadie en el mundo pagano de aquel tiempo cree en la existencia de Dios como Dios único. En segundo lugar él debe creer que Dios es Creador, y la noción de creación es una noción totalmente desconocida fuera del judaísmo. ¿Saben cuál es una de las frases más importantes del pensamiento desde que el mundo es mundo? Es ésta: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra” (Génesis 1,1). Sólo esta frase lo cambia absolutamente todo…

Entonces se debe admitir que Dios existe y que Dios es Creador; y en el Nuevo Testamento a cada instante se hace referencia al Antiguo, que se considera como palabra de Dios. Se debe admitir que Dios ha hablado en el Antiguo Testamento, se debe admitir la inspiración de las Escrituras, se debe admitir que Dios ha querido salvar a su pueblo y que le ha prometido un Mesías –lo que está en las Escrituras, pero no es conocido en el mundo pagano–; entonces se debe admitir que este Mesías es Jesús y que Jesús es el Hijo de Dios. Por lo tanto se necesitan seis cosas para que un pagano se vuelva cristiano.

Mientras que si se trata de un judío que se vuelve cristiano: la existencia de Dios, la conoce, no se necesita hablar de ello; la Creación, la conoce, no se necesita hablar de ello; la inspiración de las Escrituras y la promesa de un Mesías, lo mismo. No hay más que dos cosas sobre las cuales se precisa completar el pensamiento de un judío: hacerle comprender que el Mesías es Jesús, y que Jesús es el Hijo de Dios. Un judío que se vuelve cristiano no tiene que añadir a su fe más que estas dos cosas, mientras que un pagano tiene también todas las otras. Sin embargo, en todo el Nuevo Testamento, ¿qué es lo que encontramos? No hay ningún texto que trate de probar la existencia de Dios; ningún texto (salvo uno del que les voy a hablar ahora) que hable de la creación y que demuestre que Dios es Creador; ningún texto que hable de la inspiración de la Escritura, al contrario, se la supone siempre; ningún texto que presente la promesa del Mesías. Pero en el Nuevo Testamento lo que vemos a menudo es: que el Mesías es Jesús, y que Jesús es el Hijo de Dios. Los dos últimos puntos los vemos habitualmente.

Hay una sola excepción en el Nuevo Testamento donde se encuentran abordados los otros temas: el discurso de San Pablo en el Areópago (en Atenas) donde él habla a los paganos. San Pablo, hablando a los paganos, inmediatamente habla de la existencia de Dios, de la creación –de la inspiración de la Escritura, no: pero de Dios que debe enviar un salvador. Estos temas que son totalmente desconocidos por el pensamiento griego, para que un griego sea cristiano, se precisa presentárselos. La única vez en que San Pablo habla ante un auditorio puramente griego, puramente pagano, él aborda inmediatamente esos temas, pero jamás se los aborda en el resto del Nuevo Testamento.

Esto supone pues que quienes han escrito el Nuevo Testamento, cuando lo escribieron, preveían como destinatarios de sus escritos únicamente a los judíos o los prosélitos –paganos ya asumidos en el judaísmo, que hablaban griego pero tenían ya la fe judía. Si los autores del Nuevo Testamento hubieran escrito a destinatarios tales que al menos una parte fueran griegos todavía paganos, deberían haber abordado absolutamente a éstos. Ahora bien, fue en el 70, año de la toma de Jerusalén y de la destrucción del Templo, que ocurrió la escisión decisiva en la vida de la comunidad judía. Hasta el 70 había importantes comunidades judías en Palestina (ellas se difunden un poco por todas partes), mientras que a partir del 70 ellas son destruidas y por lo tanto a partir del 70 no es pensable que se escriba en detalle, y todo el Nuevo Testamento, sin hacer alusión a los paganos. Nosotros vemos el aspecto misionero del Nuevo Testamento, sí, pero misionero respecto a los judíos o los paganos ya judaizados; no se piensa todavía –no negamos (que sea posible), por supuesto–, pero no se piensa todavía que estos textos puedan ser leídos por los griegos paganos y que se debería tratar de convertirlos.

Porque entre los miembros de la Iglesia primitiva había tres categorías: en primer lugar quienes viven en Palestina y hablan hebreo (o una lengua semítica, arameo, poco importa); en segundo lugar, quienes viven en Palestina y hablan griego (podía haberlos en Palestina, por ejemplo estaba la sinagoga de los libertos y los cireneos de la que se habla en los Hechos); y además todos los que viven fuera de Palestina y hablan griego, pero son judíos. En todas las comunidades a las que se dirige San Pablo, él se dirige siempre a una comunidad esencialmente judía o formada por paganos ya convertidos en prosélitos. La comunidad de Roma a la que él escribe y la forma en que él se presenta a ella, como se ve en el libro de los Hechos de los Apóstoles, las comunidades de Corinto y de otros lugares, son todas comunidades similares; por lo tanto cuando San Pablo escribe, cuando los Evangelistas escriben, cuando todo el Nuevo Testamento es escrito, el giro del 70 aún no ha sido tomado, y Robinson concluye: todo el nuevo Testamento es necesariamente anterior al año 70, no se puede admitir ninguna parte del Nuevo Testamento posterior al 70.

Cuando yo comencé a leer a Robinson, me decía: sí, está muy bien todo esto, pero para hacernos creer que el cuarto Evangelio ha sido escrito antes del 70, no va a ser fácil, ¡estoy esperando eso! Sin embargo, el argumento de Robinson es muy simple, él nos dice: los antiguos Padres de la Iglesia que nos hablan del cuarto Evangelio son: Ireneo hacia 180, el fragmento de Muratori del que no se sabe la fecha, pero es del fin del siglo II, Clemente de Alejandría hacia 210, Eusebio de Cesarea hacia 325 y Jerónimo hacia 400. Ellos nos dicen dos cosas: primero que el cuarto Evangelio ha sido compuesto por Juan el Apóstol, segundo que Juan el Apóstol ha muerto viejo –¡pero ellos no dicen que fue en su vejez que él compuso el cuarto Evangelio! Y eso fue inventado por Epifanio, el autor más antiguo que dice que el cuarto Evangelio fue compuesto al final de la vida de San Juan. Él escribe en 375, pero los autores precedentes dicen: San Juan compuso el cuarto Evangelio y murió viejo. Yo no había reparado en esto. ¡Vean qué fácil es engañarse!

Si se retoman los argumentos que hemos visto antes para San Juan: su Evangelio está lleno de polémicas contra los judíos, pero no tiene una sola alusión a la destrucción ni a la ruina del Templo. Entonces Robinson concluye: no es verosímil que el cuarto Evangelio haya sido escrito después del 70, él incluso ha debido ser escrito un poco antes. Él lo ubica en torno al año 65, diciendo: el horizonte histórico que corresponde al cuarto Evangelio es el del año 65. Y de hecho, pensándolo bien, yo no veo cómo el cuarto Evangelio podría haber sido escrito después de la destrucción del Templo.

Otro argumento para corroborar lo que dice Robinson sobre la antigüedad de San Juan: después de algunos años se descubrió un fragmento de manuscrito que contiene un texto de San Juan y que data de los años 120-130; y la datación de manuscritos por la paleografía, el estudio de la evolución de la escritura, es verdaderamente científica, dentro de un margen de algunos años, por supuesto. Pero los sabios competentes, los paleógrafos de profesión, datan ese fragmento de manuscrito de San Juan entre 120 y 130. Es preciso asumir una cierta distancia. Éste no es un argumento definitivo, sino un “confirmatur”.

¡Cuando terminé de leer, yo estaba convencido y escribí a Robinson para decirle que él me había convencido! (Fin).

Jean Carmignac

(Extractos de una conferencia que el Padre Jean Carmignac pronunció en septiembre de 1978 en un monasterio inglés donde a él le gustaba ir a descansar).

Fuente: Les Nouvelles de L’ASSOCIATION JEAN CARMIGNAC, n° 1 – Janvier 1999, pp. 2-4. Cf. www.abbe-carmignac.org

Nota: La traducción del francés es de Daniel Iglesias Grèzes. Para traducir las citas bíblicas se utilizó “El Libro del Pueblo de Dios” (versión argentina de la Biblia).