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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 29 de junio de 2012

Santa Sede

'¡La Virgen Santa conduzca a todos los creyentes en Cristo a la meta de la plena unidad!'
Palabras de Benedicto XVI al introducir el rezo del Ángelus

Evento histórico: el Coro de la Abadía de Westminster cantó en San Pedro
Un paso más en el camino ecuménico con los anglicanos

Mundo

España: Proponen la reforma del Código de Deontología Médica
La objeción de conciencia, la protección del nasciturus y el concepto de acto médico, en entredicho

Argentina: estudian nuevas corrientes migratorias
Encuentro Nacional de la Pastoral Migratoria

Bolivia: Renuncia del prelado territorial de Coro Coro
Monseñor Toribio Ticona será administrador apostólico 'Sede vacante' de la misma Prelatura

La Compañía de María celebrará su Capítulo General
En Roma, del 3 al 22 de julio

Perú: Congreso de la República saluda a la Iglesia por el Día del Papa
Reconoce 'su invalorable labor social, humana, moral y cultural a favor de los más necesitados'

En la escuela de san Pablo...

A ejemplo de Cristo, "sobresalid también en esta generosidad" (Tiempo ordinario 13º, ciclo B)
Comentarios a la segunda lectura dominical

Comentario al Evangelio

Fe y compasión, camino de resurrección
Comentario al evangelio del Domingo 13º del tiempo ordinario-B

Foro

¡Tú eres Pedro!
En el Día del Papa

San Pablo: la unidad interior, secreto de santidad y fecundidad apostólica
El beato Santiago Alberione, intérprete actual del Apóstol de los gentiles

Documentación

Benedicto XVI: 'Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad'
Homilía en la Capilla Papal en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo


Santa Sede


'¡La Virgen Santa conduzca a todos los creyentes en Cristo a la meta de la plena unidad!'
Palabras de Benedicto XVI al introducir el rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 29 junio 2011 (ZENIT.org).- Al término de la santa misa de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, concelebrada en la Basílica Vaticana con los 43 arzobispos metropolitanos que han recibido el palio y en la que participó una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, el para se asomó a la venta de su estudio en el Palacio Apostólico vaticano y guió el rezo del Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Ofrecemos las palabras del papa al introducir la oración mariana.

*****

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos con alegría la solemnidad litúrgica de los santos apóstoles Pedro y pablo, una fiesta que acompaña la historia bimilenaria del Pueblo cristiano. Ellos son llamados columnas de la Iglesia naciente. Testigos insignes de la fe, han dilatado el Reino de Dios con sus diversos dones y, a ejemplo del divino Maestro, han sellado con sangre su predicación evangélica. Su martirio es signo de unidad de la Iglesia, como dice san Agustín: "U solo día es consagrado a la fiesta de los dos apóstoles. Pero también ellos eran una sola cosa. Aunque fueron martirizados en días diferentes, eran una sola cosa. Pedro precedió, Pablo siguió" (Disc. 295, 8: PL 38, 1352).

Del sacrificio de Pedro son signo elocuente la Basílica Vaticana y esta Plaza, tan importantes para la cristiandad. También del martirio de Pablo quedan huellas significativas en nuestra ciudad, especialmente en la Basólica a el dedicada en la Via Ostiense. Roma lleva inscritos en su historia los signos de la vida y de la muerte gloriosa del humilde Pescador de Galilea y del Apóstol de las Gentes, que justamente se ha elegido como protectores. Haciendo memoria de su luminoso testimonio, recordamos los inicios venerando de la Iglesia que en Roma cree, ora y anuncia a Cristo Redentor. Pero los santos Pedro y Pablo brillan no sólo en el cielo de Roma, sino en el corazón de todos los creyentes que, iluminados por su enseñanza y su ejemplo, en todo el mundo caminan por la vía de la fe, de la esperanza y de la caridad.

En este camino de salvación, la comunidad cristiana, sostenida por la presencia del Espíritu del Dios vivo, se siente animada a proseguir fuerte y serena por el camino de la fidelidad a Cristo y el anuncio de su Evangelio a los hombres de todo tiempo. En este fecundo itinerario espiritual y misionero se sitúa también la entrega del palio alos arzobispos metropolitanos, que he realizado esta mañana en la Basílica. Un rito siempre elocuente, que pone de relieve la íntima comunión de los pastores con el sucesor de Pedro y el profundo vínculo que nos liga a la tradición apostólica. es un doble tesoro de santidad, en el que se funden la unidad y la catolicidad de la Iglesia: un tesoro valioso a redescubrir y vivir con renovado entusiasmo y constante empeño.

¡Queridos peregrinos, llegados aquí de todo el mundo! En este día de fiesta, oramos con las expresiones de la Liturgia oriental: "Alabados sean Pedro y Pablo, estas dos grandes luces de la Iglesia; ellos brillan en el firmamento de la fe". En este clima, deseo dirigir un especial pensamiento a la Delegación del Patriarcado de Constantinopla que, como cada años, ha venido para participar en nuestras tradicionales celebraciones. ¡La Virgen Santa conduzca a todos los creyentes en Cristo a la meta de la plena unidad!

Posteriormente el papa se dirigió a los distintos grupos lingüísticos. A los peregrinos de habla hispana les dijo: "Saludo a los fieles de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los venidos de Argentina, Guatemala, México, Perú y Venezuela, que acompañan con su afecto y oración a los arzobispos metropolitanos que acaban de recibir el palio en esta solemnidad de san Pedro y san Pablo. Que el ejemplo y la intercesión de los Apóstoles ayude a la Iglesia a dar en la hora presente un fiel y audaz testimonio del Evangelio de la salvación. Que Dios os bendiga".

©Librería Editorial Vaticana

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Evento histórico: el Coro de la Abadía de Westminster cantó en San Pedro
Un paso más en el camino ecuménico con los anglicanos
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- En el día de San Pedro y Pablo, Benedicto XVI impuso el palio a 43 nuevos arzobispos metropolitas, de los cuales12 latinoamericanos. La ceremonia y misa solemne concluyó con la oración por Benedicto XVI: "El Señor lo cuidará, lo hará vivir beato en la tierra, no lo abandonará en preda a sus enemigos”, fue en la basílica de San Pedro y contó con la presencia del Coro de la Abadía de Westminster que cantó junto con el Coro Pontificio de la Capilla Sixtina.

A la entrada del santo padre, el canto del Tu es Petrus, fue dirigido por el director del coro anglicano, James O'Donnel. Le siguieron otros cantos que dirigió el maestro del coro pontificio, Massimo Palombella alternativamente con el de Westminster.

Los cantos fueron de compositores como Palestrina, con su Missa Papae Marcelli y otros de la tradición coral inglesa, como el de Byrd Ave verum corpus and laudibus in sanctis. Un acontecimiento histórico desde que Inglaterra se separó hace cinco siglos de Roma, y que ayuda en el camino ecuménico que se realiza con los anglicanos.

La ceremonia de imposición del palio y la misa, realizadas con gran belleza y solemnidad, contó también en algunas oportunidades con la música de instrumentos de bronce.

El decano del Westminster, el reverendo John Hail declaró en un comunicado: “Este evento es el fruto del viaje de Benedicto XVI a la abadía de Westminster en septiembre de 2012, en el cual ambos celebramos la rica liturgia que tenemos en común”. El coro de la abadía fue invitado después del viaje de Benedicto XVI y, a inicios de mayo del presente año, el coro de la Capilla Sixtina estuvo en Londres y realizó un concierto en la abadía de Westminster, estrechando amistad con el coro británico.

El mismo día de San Pedro y Pablo por la tarde, en la iglesia de Santa María Sopra Minerva, el coro de Westminster realizó un concierto y el día anterior el coro británico cantó junto con el pontificio en la Capilla Sixtina, con la presencia del Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone y el 26 realizó un concierto de música sacra coral en Santa María la Mayor.

Siempre en la senda del ecumenismo, y en el contexto del tradicional intercambio de visitas entre Roma y el Patriarcado ecuménico de Constantinopla por las respectivas fiestas patronales, su santidad Barlomé I, envió a Roma una delegación. Fueron su eminencia Emmanuel Adamakis, metropolita de Francia; su gracia Ilia Katre obispo de Philomelion, Estados Unidos, y el diácono Paisios Kokkinakis, del patriarcado ecuménico.

La imposición del palio fue realizada antes de la misa, para evitar que al ser celebrada durante la misma pudiera confundirse con un rito sacramental, se informó a través de un comunicado de la Sala de Prensa de la Santa Sede.

En la plaza de San Pedro, algunos miles de personas se reunieron para la oración del Angelus en el día de fiesta, para reafirmar su cercanía a Benedicto XVI. La invitación del cardenal Agostino Vallini indicaba: “Pidamos a la Virgen que proteja al Santo Padre, que en los últimos tiempos fue objeto de juicios irrespetuosos y falsos”.

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Mundo


España: Proponen la reforma del Código de Deontología Médica
La objeción de conciencia, la protección del nasciturus y el concepto de acto médico, en entredicho
MADRID, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- En unos días se cumplirá el primer aniversario de la aprobación del Código de Deontología Médica de la Organización Médico Colegial (OMC). El proceso de aprobación de este documento, de obligado cumplimiento para los médicos y con incidencia sobre todos los ciudadanos, recibió numerosas críticas de precipitación y falta de información a los profesionales.

Con ese motivo, el Área de Medicina de Profesionales por la Ética, haciéndose eco de las reclamaciones de numerosos médicos, ha realizado un Informe que resume los artículos del Código Deontológico que deben ser reformados o suprimidos. En síntesis, entre los aspectos más preocupantes del Código, a juicio de Profesionales por la Ética, están los siguientes:

• Se define el acto médico como toda «actividad lícita» sin referencia alguna a indicaciones y criterios éticos y a la buena práctica clínica, lo cual en la práctica podría dar lugar a considerar actos médicos prácticas contrarias a la ética médica como el aborto, la eutanasia o la esterilización.

• Las instituciones sanitarias no pueden ejercer la objeción de conciencia. Este aspecto del Código Deontológico vulnera las resoluciones del Consejo de Europa y obliga a establecimientos sanitarios con ideario y valores propios a realizar intervenciones contrarias a la ética médica.

• Se fuerza al médico objetor a actuar en contra de su conciencia en casos de urgencia que no se definen; por tanto, el médico estará obligado a realizar prácticas inaceptables desde el punto de vista ético.

• La consideración de la sedación terminal es ambigua porque no se especifica que debe ser proporcionada para evitar el llamado «derecho a la sedación» que proclaman los promotores de la eutanasia.

• Se obliga a los profesionales a informar a sus pacientes sobre el derecho a prestaciones del sistema sanitario sin considerar ninguna valoración ética. Es el caso del aborto (que es considerado un «derecho» en el Código Deontológico) o de las pruebas de diagnóstico prenatal; estas últimas son claramente eugenésicas y destinadas a acabar con la vida de discapacitados y enfermos.

Como explica la doctora María Alonso, portavoz del Área de Medicina de Profesionales por la Ética, «el Código Deontológico actual ha eliminado cuestiones esenciales que estaban en el Código anterior. Entre ellas, la objeción a cuestiones de reproducción humana o la desaparición del trato al embrión y al feto con las mismas directrices éticas que a cualquier paciente».

En conclusión, el Informe pretende la modificación del Código Deontológico porque las nuevas leyes aprobadas en los últimos años exigen un mayor esfuerzo para salvaguardar la ética profesional y no equiparar la ética a la legalidad.«Los actos médicos y la ética profesional no pueden estar a merced de la voluntad del legislador o gobernante de turno. Es imprescindible garantizar que la práctica médica sea conforme a los fines de la profesión respetando la vida humana y buscando el bienestar de las personas más enfermas y vulnerables», concluye la Dra. Alonso.

Profesionales por la Ética está llevando a cabo una labor informativa sobre la propuesta de reforma del Código Deontológico entre médicos, profesionales sanitarios y ciudadanos en general.

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Argentina: estudian nuevas corrientes migratorias
Encuentro Nacional de la Pastoral Migratoria
BUENOS AIRES, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- Del 29 de junio al 1 de julio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se llevará a cabo el Encuentro Nacional de la Pastoral Migratoria. El tema de este año es “Nuevos Flujos Migratorios, Proyecciones y Desafíos Pastorales”.

Participan los delegados diocesanos, agentes de pastoral migratoria y representantes de colectividades. Esta Pastoral trabaja desde hace muchos años en nuestro país, que tiene como características las continuas corrientes migratorias. Por ello la Iglesia siempre está interesada en poder dar una mirada a esta realidad, y poder trabajar por y junto a los migrantes, como señala Benedicto XVI, en su mensaje por la jornada de los Migrantes y Refugiados, cuyo lema en el momento actual llama a la Iglesia a emprender una nueva evangelización también en el vasto y complejo fenómeno de la movilidad humana, intensificando la acción misionera, tanto en las regiones de primer anuncio como en los países de tradición cristiana.

El encuentro está a cargo de monseñor Carlos Malfa, obispo de Chascomús y presidente de la Comisión Episcopal para las Migraciones y el Turismo, del padre Flavio Lauria CS, secretario ejecutivo de la Comisión, y el equipo nacional de la Pastoral Migratoria, conformado por delegados regionales.

Están previstos en el programa momentos de formación y de intercambio grupal. Entre los temas que se tratarán estarán: Nuevas Corrientes Migratorias, Novedades referentes a Trámites de Documentación y Radicación, Planificación 2012-2013, entre otros.

Pero ante todo, se dedicará especial atención a los momentos de liturgia que ayudan a iluminar cómo en esta Pastoral, se es testigos y discípulos de Cristo, viendo en los migrantes Su rostro.

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Bolivia: Renuncia del prelado territorial de Coro Coro
Monseñor Toribio Ticona será administrador apostólico 'Sede vacante' de la misma Prelatura
ROMA, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha aceptado la dimisión del gobierno pastoral de la Prelatura territorial de Coro Coro, Bolivia, presentada por monseñor Toribio Ticona Porco, según el cánon 401 § 1 del Código de Derecho Canónico.

El Santo Padre ha dispuesto que el monseñor Toribio Ticona Porco, sea Administrador Apostólico "Sede vacante" de la misma Prelatura, a partir de la misma fecha.

Monseñor Toribio Ticona nació en Potosí, el 25 de abril de 1937. Su ordenación sacerdotal se produjo el 29 de enero de 1967. Mientras que su ordenación episcopal fue el 31 de mayo de 1986.
Fue nombrado obispo titular de Timici y auxiliar de la Diócesis de Potosí el 5 de abril de 1986. Fue trasladado a la Prelatura de Coro Coro el 4 de junio de 1992. Tomó posesión de esta Prelatura el 1 de agosto del mismo año.

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La Compañía de María celebrará su Capítulo General
En Roma, del 3 al 22 de julio
ROMA, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- Los capitulares de la Compañía de María (Marianistas) llegarán pronto a Roma desde veinte países para participar en el 34 Capítulo General de la congregación.

El Capítulo se reunirá en la Curia General en Via Latina, del 3 al 22 de julio. El grupo está formado por 23 religiosos sacerdotes y 17 religiosos laicos. Diez de estos delegados son miembros de derecho en virtud de los cargos que ocupan, mientras que los demás fueron elegidos por sus respectivas unidades locales.

El trabajo del Capítulo General será fijar direcciones para la vida y el apostolado futuros de la Compañía de María en la Iglesia.

El proceso incluye las elecciones del Superior General y de los otros tres miembros del Consejo General (los Asistentes Generales de Vida Religiosa, Educación y Asuntos Temporales).

Además, los capitulares centrarán su atención sobre diversos temas específicos, tales como: el desarrollo de la misión de la Compañía de María desde la perspectiva de una comunidad global; el fortalecimiento de la composición mixta (religiosos sacerdotes y religiosos laicos que viven y trabajan juntos en fraternidad e igualdad en beneficio de la misión), tradición muy preciada en la Compañía; y las implicaciones prácticas de la realidad demográfica de la Compañía.

En preparación para el Capítulo General, se ha redactado un Instrumentum Laboris para uso durante las deliberaciones del Capítulo y posible publicación posterior.
La Compañía de María (Marianistas) está formada por 1.200 miembros presentes en 38 países en Europa, América, Asia, África y Oceanía.

Fue fundada en Burdeos, Francia, en 1817 por el beato Guillermo José Chaminade.

Las obras principales de la Compañía incluyen la educación, el apostolado parroquial, publicaciones y obras de alcance religioso y social. El Capítulo General de este año ocurre dentro de un marco de tres efemérides importantes: el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, la celebración del 250 aniversario del nacimiento del padre Guillermo José Chaminade, el Fundador (1761-2011), y el bicentenario de la fundación de la Compañía de María (1817-2017).

Durante el transcurso del 34 Capítulo General, todas las comunidades del Instituto estarán unidas espiritualmente en oración con sus hermanos en Roma. Cada día del Capítulo habrá comunidades específicas haciendo oración especial por el Capítulo; alrededor del mundo, cada comunidad escogerá al menos un día para este fin.

Así mismo, todas las ramas la Familia Marianista estarán relacionadas con los trabajos del Capítulo. Las Hijas de María Inmaculada (FMI, hermanas marianistas) tendrán su Capítulo General en Roma del 16 de julio al 5 de agosto. Habrá oportunidad para que los dos Capítulos se reúnan e intercambien. Además, varios representantes de las Comunidades Laicas Marianistas y de la Alianza Marial estarán presentes en determinados momentos en los Capítulos Generales de la Compañía de María y de las Hijas de María Inmaculada.

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Perú: Congreso de la República saluda a la Iglesia por el Día del Papa

Reconoce 'su invalorable labor social, humana, moral y cultural a favor de los más necesitados'
LIMA, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- El Congreso de la República de Perú envió un saludo y reconocimiento a la Iglesia Católica, en la persona del cardenal Juan Luis Cipriani, por el Día de San Pedro y San Pablo.

En la carta, los parlamentarios formulan sus votos para que la Iglesia continúe “su invalorable labor social, humana, moral y cultural a favor de los más necesitados” en nuestro país.

Del mismo modo, hacen extensivo su saludo a monseñor James Patrick Green, nuncio apostólico en el Perú; y a monseñor Salvador Piñeiro, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana; así como a todos los miembros de la Iglesia Católica.

Como se recuerda, el 29 de junio se celebra la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, Día del Papa.

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En la escuela de san Pablo...


A ejemplo de Cristo, "sobresalid también en esta generosidad" (Tiempo ordinario 13º, ciclo B)
Comentarios a la segunda lectura dominical
ROMA, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- Nuestra columna "En la escuela de san Pablo..." ofrece el comentario y la aplicación correspondiente para el 13º domingo del Tiempo ordinario.

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Pedro Mendoza LC

"Y del mismo modo que sobresalís en todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os hemos comunicado, sobresalid también en esta generosidad. Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza. No que paséis apuros para que otros tengan abundancia, sino con igualdad. Al presente, vuestra abundancia remedia su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda remediar también vuestra necesidad y reine la igualdad, como dice la Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos". 2Cor 8,7.9.13-15

Comentario

En este pasaje san Pablo explica y justifica la organización de una colecta, también en Corinto, con varios argumentos. Menciona el celo de las comunidades de Macedonia (8,8). Desea que, al igual que en todas las demás gracias, la Iglesia de Corinto abunde también en ésta (vv.7.10s). Trae el recuerdo de Cristo como ejemplo de entrega generosa (v.9). Menciona, finalmente, una razón de tipo natural y racional, pero reforzada, al mismo tiempo, con una cita de la Escritura: debe haber un equilibrio entre sobreabundancia y escasez (v.14s).

Animado por el gran éxito de la colecta en Macedonia, el Apóstol ha rogado a Tito que lleve a término esta misma obra en Corinto, donde ya había sido comenzada (v.6). San Pablo reconoce que la comunidad de Corinto abunda en todas las gracias y, por lo mismo, debe abundar también en la gracia de las obras de amor, como la generosidad (v.7). En efecto la comunidad sobresale, en primer lugar, en fe, palabra y conocimiento. Al lado de estos dones, san Pablo destaca los dones de la solicitud y del amor, colocándolos en el puesto final en la enumeración. El amor ha sido suscitado por el Apóstol, fomentado por los corintios y nuevamente retorna al Apóstol. El celo y el amor caracterizan de una manera especial las relaciones entre el Apóstol y la comunidad de Corinto y deben fructificar ahora en obras de amor.

A continuación, en el v.8, no recogido por la lectura dominical, el Apóstol precisa que la invitación a participar en la colecta no es una orden. Evita de este modo todo cuanto pueda ser interpretado como una coacción desagradable. Con todo, también aquí habla y actúa con autoridad apostólica. Al recordar la solicitud de las comunidades macedónicas, quiere comprobar la autenticidad del amor de los corintios y demostrar que el amor es la piedra de toque de la fe y del conocimiento. Esta comprobación es algo que compete al Apóstol, y sólo a él. Por "caridad" se entiende el amor tanto el de los corintios a las comunidades pobres de Palestina, como el amor para con el Apóstol, que tan cordial interés tiene en la colecta, como, finalmente, la unión de amor con Dios, en el que todos los demás amores se fundamentan. Este contenido universal de la palabra "caridad" se pondrá de manifiesto acto seguido.

San Pablo ofrece el fundamento de todo amor en el ejemplo de amor para con nosotros por parte de Cristo, quien "por nosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros fuerais enriquecidos con su pobreza" (v.9). El ejemplo de Cristo es contundente. Él renunció a permanecer junto al Padre, en la plenitud divina del poder, y abandonó la gloria celestial que, por ser Hijo de Dios, le correspondía. Eligió la pobreza de la existencia humana, para trocar en la riqueza eterna de la salvación la pobreza de todos aquellos por cuyo amor se hizo pobre. Si su pobreza enriqueció a los corintios y al mundo entero, también ahora aquellos que han sido ampliamente beneficiados deben dar por auténtico amor. La acción de Cristo debe continuarse en la acción de los cristianos.

La gracia debe empujar a los corintios a su gesto de amor de la colecta desde una triple perspectiva: por la gracia otorgada a las comunidades macedónicas (8,1); porque la gracia debe mostrarse poderosa también en la iglesia de Corinto (v.6s), y, finalmente, por el ejemplo de la gracia, que se ha hecho visible en Cristo (v.9). En los tres casos emplea Pablo la misma palabra gracia, cuyo sentido es siempre el mismo: capacidad de entrega, que emana del don de Dios.

La lectura dominical prosigue, en los vv.13-14, señalando cómo el intercambio de bienes para con los menesterosos, en lugar de empobrecer a quien lo aporta, lo enrique. La igualdad entre la comunidad necesitada de Jerusalén y las restantes comunidades cristianas debe realizarse en un doble sentido. Al presente, la abundancia de las demás comunidades debe socorrer la escasez de la comunidad necesitada de Jerusalén. Pero la ayuda refluirá desde Jerusalén y entonces la sobreabundancia de ésta servirá a la escasez de las otras comunidades. Esta afirmación debe entenderse en el sentido de que los socorros dados a la comunidad de Jerusalén se volverán profusamente sobre los donantes en virtud de la acción de gracias que subirá, por ellos, hasta Dios.

San Pablo cierra y confirma su exhortación con un ejemplo tomado del Antiguo Testamento. Volverá a ocurrir de nuevo lo que se dice a propósito del milagro del maná (Ex 16,18): "El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos" (v.15). Por más que los israelitas recogieran cantidades distintas de maná, al final todos encontraban la misma cantidad en su recipiente, siempre justamente la que necesitaban. Lo que ocurrió milagrosamente en el desierto, volverá a ocurrir de nuevo en las comunidades cristianas por el intercambio del amor fraterno.

Aplicación

A ejemplo de Cristo, "sobresalid también en esta generosidad".

La liturgia de la Palabra de este 13º domingo del Tiempo ordinario nos presenta, en la primera lectura tomada del libro de la Sabiduría (1,13-15; 2,23-24), los designios de vida y de salvación para los que Dios creó al hombre. En esta misma línea se coloca el Evangelio que nos muestra a Cristo como fuente de la vida, que no solamente es capaz de sanar de las enfermedades, sino incluso de dar la vida a los muertos. En la segunda lectura, el Apóstol nos habla de otro tema, el de la generosidad y donación que debe caracterizar la vida del creyente, a ejemplo de Cristo.

El libro de la Sabiduría no duda en decir que "no fue Dios quien hizo la muerte" (1,13), sino por el contrario: "Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza" (2,23).  La creación, por tanto, como obra de Dios es buena. Dios es la fuente de la vida, del bien y su intención ha sido siempre positiva. Pero, por la envidia del diablo, entró el pecado y la muerte en el mundo y con ello todo tipo de desgracias. Ante esta ruina parcial que el diablo y sus secuaces han provocado en la obra creadora de Dios, Él continúa manteniendo y llevando adelante sus designios de vida y de salvación. Los lleva a cumplimiento en la obra de su Hijo, que se inmola por la salvación de todos los hombres.

En el Evangelio descubrimos cómo Cristo realiza esta intención del Padre, otorgando la curación a los enfermos y reportando a la vida a los muertos (Mc 5,21-43). Él ha venido al mundo para realizar la voluntad del Padre, que es una voluntad de salvación, de vida y de amor. Jairo, el jefe de la sinagoga es destinatario en su hija, fallecida poco antes, de la acción salvífica de Cristo. Al mismo tiempo acontece otro milagro de curación, esta vez en favor de una mujer que padecía flujo de sangre. Ante la fe de esa mujer que toca a Cristo, Él no puede sino otorgarle lo que buscaba: la curación de los males que la afligían, señal de la acción salvífica de Dios en ella.

San Pablo, por su parte, siguiendo estos ejemplos del amor salvífico de Dios, exhorta a los corintios a poner en práctica las obras de generosidad, concretamente por medio de una colecta en favor de la comunidad de Jerusalén afligida por la carestía (2Cor 8,7.9.13-15). El Apóstol recuerda el ejemplo de Cristo, que, "siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza" (v.9), y lo presenta como modelo en nuestras relaciones con los demás. Por eso es preciso amarlos con esa misma capacidad de donación, enriqueciéndonos mutuamente con el intercambio de bienes materiales y espirituales. De este modo no habrá distinción entre ricos y pobres, sino predominará la igualdad de bienes, como característica de lo hijos de Dios, quienes, a ejemplo de Cristo buscan sobresalir "también en esta generosidad".

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Comentario al Evangelio


Fe y compasión, camino de resurrección
Comentario al evangelio del Domingo 13º del tiempo ordinario-B
Jesús Álvarez SSP

ROMA, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un comentario del padre Jesús Álvarez, paulino, al evangelio del próximo domingo.

*****

En aquel tiempo Jesús atravesó el lago, y al volver a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó en la playa en torno a él. En eso llegó un oficial de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró a sus pies suplicándole: “Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore y siga viviendo”. Jesús se fue con Jairo; caminaban en medio de un gran gentío, que lo oprimía. De pronto llegaron algunos de la casa del oficial de la sinagoga para informarle: “Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar ya al Maestro? Jesús se hizo el desentendido y dijo al oficial: “No temas, solamente ten fe”. Pero no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Cuando llegaron a la casa del oficial, Jesús vio un gran alboroto: unos lloraban y otros gritaban. Jesús entró y les dijo: “¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta, sino dormida”. Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a todos, tomó consigo al padre, a la madre y a los que venían con él, y entró donde estaba la niña. Tomándola de la mano, dijo a la niña: “Talitá, kum”, que quiere decir: “Niña, yo te lo mando, ¡levántate!.” La jovencita se levantó al instante y empezó a caminar (tenía doce años). Jesús les pidió que dieran algo de comer a la niña”. (Mc 5,21-43)

Jesús se conmueve ante la muerte de una niña de doce años, y la devuelve viva a sus padres, y les pide que le den de comer, en prueba de que ha vuelto a la vida. Pero ¿qué es la resurrección de una sola niña, frente a millones de niños, jóvenes, adultos y ancianos que cada día mueren o son eliminados sin compasión alguna? Jesús resucita a esa niña para demostrar que Él tiene poder total sobre la muerte. Hoy nuestro Salvador resucita cada día para la vida eterna una multitud incontable. Dios quiera que estemos entre ellos.

La resurrección de la hija de Jairo, igual que la de Lázaro y del hijo de la viuda de Naín, y sobre todo la resurrección de Jesús, demuestran que la muerte no es el final de la vida sino el principio de la vida sin final; que Dios nos ha creado inmortales; que la muerte física no es la muerte de la persona, pues al despojarse ésta del cuerpo corruptible, atraviesa el umbral de la muerte, y Cristo la llama: “¡Levántate!”, pero no para volver a esta dura y breve vida terrena, sino para la vida eterna. De la semilla que se pudre bajo tierra, hace brotar una planta nueva.

San Pablo asegura que Jesús “transformará nuestro pobre cuerpo mortal y lo hará semejante a su cuerpo glorioso” (Flp 3, 21), “Lo que es corruptible debe revestirse de incorruptibilidad y lo que es mortal, debe revestirse de inmortalidad” (1Cor. 15, 53). La muerte no es una desgracia sin remedio, sino la puerta de la máxima felicidad: la resurrección y la vida eterna. El mismo Apóstol relata su fe: “Para mí es con mucho lo mejor morirme para estar con Cristo”; “Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir”; “Pongan su corazón en los bienes del cielo, donde está Cristo”.

No es justo pensar con miedo en la muerte sin pensar, sobre todo, con esperanza, en la resurrección; de lo contrario viviremos como esclavos del temor a la muerte, en lugar de vivir en la alegría pascual del esfuerzo por conquistar la resurrección a través de la muerte, pasando por la vida haciendo el bien unidos a Cristo. La fe verdadera no se rinde ante la muerte. ¿De qué nos valdría la fe si no nos llevara a la vida eternamente feliz, más allá de la muerte? Si no se cree en la resurrección, la fe resulta un engaño y la predicación un fracaso.

Creámos a nuestro Salvador: "Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá". Y vivamos en feliz coherencia con esa fe.

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Foro


¡Tú eres Pedro!
En el Día del Papa
CÓRDOBA, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos la carta pastoral del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, con motivo del Día del Papa.

*****

+ Demetrio Fernández,

La fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, que van unidos en la misma fecha del 29 de junio, nos pone delante del Día del Papa, que se celebrará este domingo. Fiesta del papa que incluye la colecta para ofrecerla como Óbolo de San Pedro, es decir, para la caridad del papa, que tiene tantas necesidades en el mundo entero.

San Pedro y su sucesor el papa son un elemento esencial de la Iglesia fundada por Cristo. “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16,18). A lo largo de dos mil años, ese Primado de Pedro se ha mantenido firme en su sucesor el papa, sin apartarse de la verdad del Evangelio y confirmando continuamente a los hermanos en la fe. “Pedro, yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a mis hermanos” (Lc 22,32). Algunos papas no han sido tan santos como debieran. San Pedro incluso fue pecador y negó a Jesús. Pero ninguno se ha apartado de la verdad del Evangelio a la hora de enseñarnos el camino. En nuestro siglo, Dios nos ha concedido un papa tras otro, a cual más santo. Hoy Benedicto XVI, hombre lúcido, humilde, valiente, un hombre de Dios.

“Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. He aquí una de las razones por las que el papa es tan atacado por los enemigos de la Iglesia. Con medias verdades o con auténticas calumnias. Saben muy bien que abatiendo al papa, echarían abajo a la Iglesia. Pero el mismo Jesús nos asegura que los poderes del infierno no prevalecerán contra ella. Ni siquiera los hijos de la Iglesia con todos sus pecados hemos sido capaces de hundir esta barca, la barca de Pedro, porque en ella va Jesús, aunque a veces parezca dormido (cf Mt 8,24s). Menos aún podrán hundirla los que desde fuera la atacan. Lo cual no nos da ninguna seguridad en nosotros mismos, sino en Dios.

Llegado este día del papa, hemos de afianzar nuestra fe y nuestra devoción hacia la persona del papa. He participado en muchas audiencias con el Papa, he tenido oportunidad de saludarle muchas veces, con el actual y con los anteriores. Siempre me ha conmovido el grito de los fieles: “¡Viva el papa!”. No se trata de un culto a la persona, sino de venerar a la persona por ser el Vicario de Cristo. He visto a miles de jóvenes llorar de emoción ante la presencia del papa. Pero además de ese grito espontáneo que siempre me conmueve, está la adhesión sincera a su magisterio y a la disciplina que él va marcando para la Iglesia. Es un punto clave de nuestra vida cristiana, que nos hace católicos por nuestra vinculación con el sucesor de Pedro.

La fiesta de san Pedro nos invita a rezar por el papa, para que el Señor le asista en la grave tarea de conducir la barca de Pedro, nuestra santa madre la Iglesia, en nuestros días. Él sabe muy bien dónde está nuestra diócesis de Córdoba, la “diócesis de san Juan de Ávila”, como me dijo en una ocasión. Nosotros sabemos muy bien dónde está el Papa, queremos seguir sus enseñanzas, queremos secundar sus orientaciones y su disciplina, queremos ser hijos fieles de la Iglesia. Nuestra pertenencia a la Iglesia no es una elección a la carta: tomo esto, dejo aquello, me hago mi propio menú. Hijo fiel de la Iglesia es el que se pone en la escuela de Jesucristo para acoger en su totalidad el Evangelio que nos salva. Y de eso sólo tenemos garantía si seguimos al Papa incondicionalmente. La garantía de nuestra pertenencia a la Iglesia, la única que puede darnos a Jesús hoy, es la obediencia amorosa al Sucesor de Pedro, no sólo cuando propone una doctrina como infalible, sino en todos sus actos. Como hace un hijo con su padre, a quien ama, respeta, sigue sus consejos. Más todavía con el Papa, que nos ha sido dado por Jesús para que nos confirme en la fe y nos mantenga en la comunión de la Iglesia santa de Dios.

Recibid mi afecto y mi bendición.

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San Pablo: la unidad interior, secreto de santidad y fecundidad apostólica
El beato Santiago Alberione, intérprete actual del Apóstol de los gentiles
ROMA, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo del padre José Antonio Perez, postulador general de la Familia Paulina, en el que habla de san Pablo y su lectura actual por el beato Santiago Alberione.

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Por el padre José Antonio Pérez SSP

Una persona se realiza en la medida en que posee un principio interior que se manifiesta en todo su modo de ser, dándole una fisonomía inconfun­dible y una unidad de acción. En el creyente, la unidad inte­rior depende de un principio dinámico recibido de Dios mismo, vivido en toda su exigencia, hasta sus últimas consecuencias. Todo lo que hace, llevará el sello de la fuente profunda de la que procede.

Conciencia y afirmación de la unidad personal

El descubrimiento del apóstol Pablo por parte del beato Santiago Alberione se remonta al primer contacto con los estudios teológicos. San Pablo sabía que en Jesucristo habita corporalmente la plenitud de la divinidad y que todo lo tenemos plenamente en él (cf. Co 2,9-10); por tanto, no se puede servir a Jesucristo si no es con una respuesta «plena», esforzándose en que todos adquieran la plena inteligencia del misterio de Dios, que es Cristo (cf. Co 2,2-3); y en este ministerio puso todos sus recursos personales de naturaleza y de gracia (cf. Co 1,28-29). Todo esto impresionó profundamente el ánimo del joven e inquieto Alberione.

«La admiración y la devoción –escribía en 1954– comenzaron especialmente con el estudio y la meditación de la carta a los Romanos. Desde entonces la personalidad, la santidad, el corazón, la intimidad con Jesús, su obra en dogmatica y en moral, la huella que dejo en la organización de la Iglesia, su celo por todos los pueblos, fueron objeto de meditación. Se vio verdaderamente el Apóstol: por tanto todo apóstol y todo apostolado podían aprehender de él». Desde entonces el conocimiento fue creciendo y se transformo en «devoción», con toda la carga que esta palabra conlleva: deseo de conocimiento cada vez más profundo; amor y voluntad de identificación; confrontación continua de pensamiento y acción; decisión de hacer conocer, amar, seguir e imitar al Apóstol.

Esta «devoción» se intensificó cuando la figura del Apóstol se asoció a la nueva forma de apostolado que el joven Alberione estaba comenzando con sus fundaciones. «Todas las almas que tomaron gusto a los escritos de san Pablo, llegaron a ser almas fuertes», afirmaba. Y exhortaba: «Pidamos a san Pablo que nos forme también a nosotros como personas de carácter, que no se desaniman..., que saben dar un valor justo a las cosas. Gente práctica que sabe jugarse el “todo por el todo”, es decir, dando todo a Dios para recibir en cambio a Dios mismo. Y esto sucede cuando hay un gran amor, la convicción que tenía san Pablo, que lo hacía exclamar: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”».

La unidad en Jesucristo, recibido de san Pablo

Para garantizar la unidad de inspiración y de acción, el Padre Alberione se remite siempre al punto esencial, y así lo ofrece a su Familia: «La unión de espíritu: esta es la parte esencial… vivir en el Divino Mae­stro en cuanto él es camino, verdad y vida; vivirlo como lo ha comprendido su discípulo san Pablo. Este espíritu forma el alma de la Familia Paulina, no obstante los miembros sea­n varios y actúen de forma diversa... “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”», decía en 1960.

La unidad se encuentra, pues, en Jesucristo, recibido de san Pablo. Por don de Dios, el Padre Alberione experimentó a fondo la Palabra revela­da sobre la plenitud apostólica de san Pablo y se sintió movido por el Espíritu al compromiso de reproducirlo, hoy, en la totalidad de su carisma apostólico. Esta es la fuente y la unidad profunda de la Familia Paulina. Es de aquí de donde surgen las diversas fisonomías de los diez grupos che la constituyen.

Afirma el padre Silvio Sassi, superior general de la Sociedad de San Pablo, en su carta anual, “Reaviva el don que has recibido”, que para ser fieles hoy de modo creativo al Padre Alberione, es necesario interpretar a san Pablo para las urgencias de la nueva evangelización de nuestro tiempo: una profunda experiencia de Cristo, que se transforma en fe misionera en la comunicación actual, en contemplación en la liturgia, en laboriosidad en la pastoral parroquial, en orientación vocacional, en vivir el estado de vida laical al estilo paulino y en la cooperación con las obras paulinas. Estos son precisamente los varios grupos que deben encontrar en san Pablo el vínculo de unidad y el dinamismo contemplativo-activo hacia Dios y hacia la humanidad.

Unidad, santidad y fecundidad apostólica

El beato Santiago Alberione considera a san Pablo no solo padre e inspirador, sino hasta «fundador», «forma» sobre la que la Familia Paulina debe reproducir a Jesucristo para ser «san Pablo vivo hoy»: «Jesucristo es el perfecto original. Pablo se hizo para nosotros forma: por lo que en él somos forjados, para reproducir a Jesucristo. San Pablo es forma no para una reproducción física de rasgos corporales, sino para comunicar al máximo su personalidad... todo. La Familia Paulina, compuesta por muchos miembros, ha de ser Pablo-viviente en un cuerpo social».

El motivo de la elección de san Pablo fue la síntesis que el Apóstol supo realizar en sí mismo de todas las dimensiones de su personalidad:

Santidad y apostolado: «Se requería un santo que sobresaliera en santidad y al mismo tiempo fuera ejemplo de apostolado. San Pablo unió en sí mismo la santidad y el apostolado».

Amor a Dios y amor a las almas: «Si san Pablo viviese hoy cumpliría los dos grandes preceptos como supo cumplirlos: amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas, con toda la mente; y amar al prójimo sin reservarse nada».

Actividad y oración: «A menudo se resalta la actividad de san Pablo; pero antes hay poner de relieve su espíritu de oración».

El secreto: la vida interior: «¿Por qué es tan grande san Pablo? ¿Porque realizó muchas obras maravillosas? ¿Porque año tras año su doctrina, su apostolado, su misión en la Iglesia de Jesucristo se conocen, se admiran y se celebran cada vez más?... El porqué hay que buscarlo en su vida interior. Aquí está el secreto», afirmaba el Fundador.

Y concluía constatando cómo la santidad consiste precisamente en la síntesis del desarrollo armónico de todas las dimensiones humanas: «Para san Pablo la santidad es la madurez plena del hombre, el hombre perfecto. El santo no se envuelve, sino se desenvuelve… La santidad es vida, movimiento, nobleza, efervescencia… Pero lo será sólo y siempre en proporción con el espíritu de fe y de la buena voluntad».

El secreto para lograr la realización personal, la santidad, y la fecundidad apostólica es, pues, la unidad interior. Y san Pablo es el maestro.

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Documentación


Benedicto XVI: 'Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad'
Homilía en la Capilla Papal en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- A las 9 horas de hoy, solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, en la Basílica Vaticana, Benedicto XVI impuso el sacro palio, en la Confesión del Apóstol Pedro, a 43 nuevos arzobispos mtropolitanos. A otros tres prelados el sacro palio les será consignado en sus sedes metropolitanas.

A continuación, el papa presidió la concelebración eucarítisca con los nuevos arzobispos metropolitanos. Como es habitual con ocasión de la Fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, patronos de la ciudad de Roma, estuvo presente en la santa misa una delegación del Patriarcado Ecumenico de Constantinopla, compuesta por: su eminencia Emmanuel Adamakis, metropolita de Francia, director de la Oficina de la Iglesia ortodoxa ante la Unión Europea; su gracia Ilias Katre, obispo de Philomelion, Estados Unidos; reverendo diácono Paisios Kokkinakis, codicógrafo del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico.

En el curso de la celebración eucarística, tras la lectura del Evangelio, el papa pronunció la homilía que ofrecemos aquí.

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Señores cardenales,

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,

Queridos hermanos y hermanas:

Estamos reunidos alrededor del altar para celebrar la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la Iglesia de Roma. Están aquí presentes los arzobispos metropolitanos nombrados durante este último año, que acaban de recibir el palio, y a quienes va mi especial y afectuoso saludo. También está presente, enviada por su santidad Bartolomé I, una eminente delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que acojo con reconocimiento fraterno y cordial. Con espíritu ecuménico me alegra saludar y dar las gracias a The Choir of Westminster Abbey, que anima la liturgia junto con la Capilla Sixtina. Saludo además a los señores embajadores y a las autoridades civiles: a todos les agradezco su presencia y oración.

Como todos saben, delante de la Basílica de San Pedro, están colocadas dos imponentes estatuas de los apóstoles Pedro y Pablo, fácilmente reconocibles por sus enseñas: las llaves en las manos de Pedro y la espada entre las de Pablo. También sobre el portal mayor de la Basílica de San Pablo Extramuros están representadas juntas escenas de la vida y del martirio de estas dos columnas de la Iglesia. La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a san Pedro y a san Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo. En Roma, además, su vinculación como hermanos en la fe ha adquirido un significado particular. En efecto, la comunidad cristiana de esta ciudad los consideró una especie de contrapunto de los míticos Rómulo y Remo, la pareja de hermanos a los que se hace remontar la fundación de Roma. Se puede pensar también en otro paralelismo opuesto, siempre a propósito del tema de la hermandad: es decir, mientras que la primera pareja bíblica de hermanos nos muestra el efecto del pecado, por el cual Caín mata a Abel, Pedro y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos. Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad: aquí se encuentra el primer mensaje fundamental que la solemnidad de hoy nos ofrece a cada uno de nosotros, y cuya importancia se refleja también en la búsqueda de aquella plena comunión, que anhelan el Patriarca ecuménico y el Obispo de Roma, como también todos los cristianos.

En el pasaje del Evangelio de san Mateo que hemos escuchado hace poco, Pedro hace la propia confesión de fe a Jesús reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios; la hace también en nombre de los otros apóstoles. Como respuesta, el Señor le revela la misión que desea confiarle, la de ser la «piedra», la «roca», el fundamento visible sobre el que está construido todo el edificio espiritual de la Iglesia (cf. Mt 16, 16-19). Pero ¿de qué manera Pedro es la roca? ¿Cómo debe cumplir esta prerrogativa, que naturalmente no ha recibido para sí mismo? El relato del evangelista Mateo nos dice en primer lugar que el reconocimiento de la identidad de Jesús pronunciado por Simón en nombre de los Doce no proviene «de la carne y de la sangre», es decir, de su capacidad humana, sino de una particular revelación de Dios Padre. En cambio, inmediatamente después, cuando Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección, Simón Pedro reacciona precisamente a partir de la «carne y sangre»: Él «se puso a increparlo: … [Señor] eso no puede pasarte» (16, 22). Y Jesús, a su vez, le replicó: «Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo…» (v. 23). El discípulo que, por un don de Dios, puede llegar a ser roca firme, se manifiesta en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino, una piedra con la que se puede tropezar – en griego skandalon. Así se manifiesta la tensión que existe entre el don que proviene del Señor y la capacidad humana; y en esta escena entre Jesús y Simón Pedro vemos de alguna manera anticipado el drama de la historia del mismo papado, que se caracteriza por la coexistencia de estos dos elementos: por una parte, gracias a la luz y la fuerza que viene de lo alto, el papado constituye el fundamento de la Iglesia peregrina en el tiempo; por otra, emergen también, a lo largo de los siglos, la debilidad de los hombres, que sólo la apertura a la acción de Dios puede transformar.

En el Evangelio de hoy emerge con fuerza la clara promesa de Jesús: «el poder del infierno», es decir las fuerzas del mal, no prevalecerán, «non praevalebunt». Viene a la memoria el relato de la vocación del profeta Jeremías, cuando el Señor, al confiarle la misión, le dice: «Yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo; lucharán contra ti, pero no te podrán - non praevalebunt -, porque yo estoy contigo para librarte» (Jr 1, 18-19). En verdad, la promesa que Jesús hace a Pedro es ahora mucho más grande que las hechas a los antiguos profetas: Éstos, en efecto, fueron amenazados sólo por enemigos humanos, mientras Pedro ha de ser protegido de las «puertas del infierno», del poder destructor del mal. Jeremías recibe una promesa que tiene que ver con él como persona y con su ministerio profético; Pedro es confortado con respecto al futuro de la Iglesia, de la nueva comunidad fundada por Jesucristo y que se extiende a todas las épocas, más allá de la existencia personal del mismo Pedro.

Pasemos ahora al símbolo de las llaves, que hemos escuchado en el Evangelio. Nos recuerdan el oráculo del profeta Isaías sobre el funcionario Eliaquín, del que se dice: «Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá» (Is 22,22). La llave representa la autoridad sobre la casa de David. Y en el Evangelio hay otra palabra de Jesús dirigida a los escribas y fariseos, a los cuales el Señor les reprocha de cerrar el reino de los cielos a los hombres (cf. Mt 23,13). Estas palabras también nos ayudan a comprender la promesa hecha a Pedro: a él, en cuanto fiel administrador del mensaje de Cristo, le corresponde abrir la puerta del reino de los cielos, y juzgar si aceptar o excluir (cf. Ap 3,7). Las dos imágenes – la de las llaves y la de atar y desatar – expresan por tanto significados similares y se refuerzan mutuamente. La expresión «atar y desatar» forma parte del lenguaje rabínico y alude por un lado a las decisiones doctrinales, por otro al poder disciplinar, es decir a la facultad de aplicar y de levantar la excomunión. El paralelismo «en la tierra… en los cielos» garantiza que las decisiones de Pedro en el ejercicio de su función eclesial también son válidas ante Dios.

En el capítulo 18 del Evangelio según Mateo, dedicado a la vida de la comunidad eclesial, encontramos otras palabras de Jesús dirigidas a los discípulos: «En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 18,18). Y san Juan, en el relato de las apariciones de Cristo resucitado a los Apóstoles, en la tarde de Pascua, refiere estas palabras del Señor: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23). A la luz de estos paralelismos, aparece claramente que la autoridad de atar y desatar consiste en el poder de perdonar los pecados. Y esta gracia, que debilita la fuerza del caos y del mal, está en el corazón del misterio y del ministerio de la Iglesia. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de pecadores que se deben reconocer necesitados del amor de Dios, necesitados de ser purificados por medio de la Cruz de Jesucristo. Las palabras de Jesús sobre la autoridad de Pedro y de los Apóstoles revelan que el poder de Dios es el amor, amor que irradia su luz desde el Calvario. Así, podemos también comprender porqué, en el relato del evangelio, tras la confesión de fe de Pedro, sigue inmediatamente el primer anuncio de la pasión: en efecto, Jesús con su muerte ha vencido el poder del infierno, con su sangre ha derramado sobre el mundo un río inmenso de misericordia, que irriga con su agua sanadora la humanidad entera.

Queridos hermanos, como recordaba al principio, la tradición iconográfica representa a san Pablo con la espada, y sabemos que ésta significa el instrumento con el que fue asesinado. Pero, leyendo los escritos del apóstol de los gentiles, descubrimos que la imagen de la espada se refiere a su misión de evangelizador. Él, por ejemplo, sintiendo cercana la muerte, escribe a Timoteo: «He luchado el noble combate» (2 Tm 4,7). No es ciertamente la batalla de un caudillo, sino la de quien anuncia la Palabra de Dios, fiel a Cristo y a su Iglesia, por quien se ha entregado totalmente. Y por eso el Señor le ha dado la corona de la gloria y lo ha puesto, al igual que a Pedro, como columna del edificio espiritual de la Iglesia.

Queridos Metropolitanos: el palio que os he impuesto, os recordará siempre que habéis sido constituidos en y para el gran misterio de comunión que es la Iglesia, edificio espiritual construido sobre Cristo piedra angular y, en su dimensión terrena e histórica, sobre la roca de Pedro. Animados por esta certeza, sintámonos juntos cooperadores de la verdad, la cual –sabemos– es una y «sinfónica», y reclama de cada uno de nosotros y de nuestra comunidad el empeño constante de conversión al único Señor en la gracia del único Espíritu. Que la Santa Madre de Dios nos guíe y nos acompañe siempre en el camino de la fe y de la caridad. Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros. Amén.

©Librería Editorial Vaticana

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