3.07.12

Un amigo de Lolo - Decálogo del periodista -y 10-

A las 12:39 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Por otra parte, el Decálogo del periodista que escribió Lolo nos informa, a todas aquellas personas que, de una u otra forma, nos dirigimos a los lectores, que hay una forma cristiana de comportarse y aunque a veces podamos incurrir en ciertas extralimitaciones, la intención final ha de ser la que refiere el beato Manuel Lozano Garrido.

Decálogo del periodista según Manuel Lozano Garrido, Lolo

y 10.- Recuerda que no has nacido para prensa de colores. Ni confitería, ni platos fuertes: sirve mejor el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es.

Es más que posible que podamos confundir el sentido de aquello que Dios nos ha enviado a hacer. Así, por ejemplo, quien escribe puede llegar a confundir su verdadera misión y, así, hacer lo propio con quien se acerque a su corazón lo que entre por sus ojos o por sus oídos.

Quien escribe desde el punto de vista católico ha de saber algo que es esencial y que no debe cambiar por nada del mundo (menos aún por lo mundano): para qué escribe y qué es lo que debe ser objeto de su pluma o de su tecla.

Es bien cierto que es atractivo el mundo y que, por eso mismo, puede acercarse a nosotros como aquellas sirenas que pretendían atraer a Ulises a través de sus cantos encantados y llevarlos donde no podían ni debían ir so capa de cambiar el destino de su viaje.

Sin embargo, no es menos cierto que la verdad que encierra el mundo está escondida, demasiado escondida, y no basta con comportarse como aquel que quiere pero, en el fondo, sabe que no debe ser impertinente con lo que escribe porque la impertinencia se centra, precisamente, en lo que hace pero no debería hacer.

No le conviene, pues, al periodista católico o, en general, a quien desde el catolicismo se dirige a un supuesto público lector o escuchador (pues muchos son los medios a través de los cuales puede una persona, hoy día, tener conocimiento de lo que otros hacen) dedicarse a “dorar la píldora” al mundo para congraciarse con él. Seguramente, deberá, en tal caso, ceder a lo políticamente correcto o ser, en exceso, compresivo con lo que no debe ser. Y eso debe apartarlo de su corazón y, antes, de su pensamiento.

Tampoco debe dedicarse a lo que, en verdad, no le interesa. A sabiendas de que el interés católico se ha de centrar en aquello que pueda formar o enriquecer el alma del hermano en la fe o, en todo caso, hacer lo propio con quien no lo sea pero tenga de la realidad que le rodea una voluntad de compresión, escribirá con tiento y sabiendo la causa de todo lo que hace y que no es otra que Dios, Creador suyo y de su prójimo.

Hay algo, sin embargo, que sí debe tener en cuenta el periodista o escritor católico: aquello que es bueno y benéfico para el espíritu de quien, de una manera o de otra, vaya a tener conocimiento de lo que haya salido de su corazón. Así, con la limpieza que produce saber que es Dios quien todo lo ve y quien todo lo sabe no podrá evitar reconocerse en el mundo pero no ser del mismo y, entonces, actuará en consecuencia que consistirá en bendecir, con sus palabras, la gran obra del Creador.

Pero, además, no basta con eso porque también deberá sembrar esperanza. Sin hacer menudencia de aquello que, aunque ordinario, es esencial para la existencia del ser humano, deberá, debe, quien se considere católico, no dar pábulo a quien dice que la verdad no existe y que, en todo caso, cada cual tiene la suya. Muy al contrario debe de hacer constar el periodista católico: la Verdad, con mayúsculas, es Dios y Dios es la Verdad, el Camino y la Vida, y a través de los mismos recorrerá el camino que lleva a su definitivo Reino quien sepa que, con la palabra, echa simiente de esperanza, Providencia divina, en el mundo.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán