7.07.12

Ni burka ni minifalda

A las 1:23 PM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Secularización interna de la Iglesia

 

El obispo de Solsona vuelve a ser noticia en los medios de comunicación por hacer algo que todo buen pastor está llamado a hacer. Es decir, corregir al errado y aprovechar la ocasión para explicar la verdad de las cosas.

Al ir a confirmar a un grupo de jóvenes, el obispo vio que tres muchachas iban vestidas de forma impropia para estar en una iglesia. Pero yo iría más allá. Independientemente de si están o no en un templo, todo cristiano, hombre o mujer, debe de vestir guardando el pudor. Esto no es discutible. Forma parte de la Revelación y quienes están familiarizados con los textos patrísticos saben bien que es un tema que trataron de forma bastante “radical". No es casual que la Escritura enseñe que lo primero que notaron “raro” los primeros padres tras haber pecado es que estaban desnudos.

Es obvio que las normas sobre el pudor no son exactamente las mismas en todas las eras y en todas las civilizaciones. Pero también es cierto que los cristianos no pueden sujetarse a aquello que para el mundo está bien, cuando no está bien. Es decir, puede que hoy se vea como lo más normal el que las mujeres vayan con minifaldas y con grandes escotes, o que los hombres vayan por las playas con tangas. Pero la “normalidad” del mundo es en muchas ocasiones -por no decir todas- auténtico pecado cuando es llevada a cabo por los que somos guiados por el Espíritu Santo. Y ante la duda, ahí tenemos a la Madre y Maestra para aconsejarnos.

No se trata de que todos vistamos como si fuéramos “amish". Nadie pide que las mujeres lleven tapado el cuerpo entero excepto los ojos. Pero, al menos los cristianos, debemos evitar caer el extremo opuesto. Y en el caso de los que somos padres, tenemos la obligación de cuidar que nuestros hijos e hijas adolescentes no se conviertan en víctimas de la clara y evidente ausencia de pudor en nuestra sociedad. Vale más tener una bronca con nuestros jóvenes que mirar para otro lado mientras se convierten en objetos que provocan la tentación en los demás.

En el caso de la diócesis de Solsona, lo que cabre preguntarse no es por qué el obispo dijo lo que dijo, sino como es posible que los padres de esa muchachas no les dijeran que así no se va ni por la vida ni a una Iglesia.

Luis Fernando Pérez Bustamante