18.07.12

 

 “Pero esta gente, ¿qué quiere?” Éste es el título de artículo recientemente publicado en el blog del P. Martín Gelabert Ballester, OP, y reproducido parcialmente en Religión Digital.

Fray Martín Gelabert Ballester (1948, Manacor -Baleares-) es sacerdote y religioso de la Orden de Predicadores. Cursó sus estudios de filosofía y teología en Valencia, Barcelona y Friburgo (Suiza), en cuya Universidad se doctoró en teología. Es catedrático de la Facultad de Teología de Valencia, en donde enseña Teología Fundamental y Antropología Teológica. Ha sido Decano de esta Facultad durante dos trienios (1995-1998; 2001-2004). A finales del 2004 el Superior General de su Orden le confirió el título de Maestro en Sagrada Teología. Y en marzo de 2005 ingresó como académico numerario en la Real Academia de Doctores de España.

 

Dice Fray Martín en su artículo:

Es posible que algunos recuerden algo que cantaba María del Mar Bonet: que volen aquesta gent, que truquen de matinada? (=¿qué quiere, qué pretende esta gente que llaman de madrugada?). La canción alude a un hecho real: allá por los años sesenta la policía fue a detener a un estudiante madrileño como enemigo del régimen y el joven acabo tirándose por la ventana (según la versión oficial, que a lo peor hasta es la buena, porque debieron ponerle en una situación desesperada). Pienso que esta pregunta: “¿pero qué pretende esta gente?”, podríamos hacérnosla a propósito de algún integrista católico que tiene capacidad de hacerse leer y oír. Lo malo de algunos de estos personajes es que dan miedo por su beligerancia, por sus obsesiones, por sus permanentes acusaciones, y porque buscan convertir a los superiores eclesiásticos de aquellos con los que no están de acuerdo en inquisidores que los castiguen y desautoricen públicamente. Sólo así parecen sentirse contentos.

 

Antes de contestar, lean el resto del post del Maestro en Sagrada Teología dominico:

Por desgracia, todavía quedan personas que, dentro y fuera, entienden que esa es la función de la autoridad en la Iglesia. Pero, según el Nuevo Testamento, la autoridad en las comunidades cristianas se entiende como un servicio fraterno. Y la Iglesia se autocalifica de madre y no de inquisidora. Y si tiene que decir una palabra de desacuerdo lo hace desde la comprensión, la acogida y el perdón. Las actitudes beligerantes no conducen más que a rupturas indeseables. La actitud adecuada en nuestras comunidades es la del diálogo fraterno, que no excluye el desacuerdo. El estar continuamente levantando el dedo acusador buscando defender una supuesta ortodoxia, no parece muy evangélico. La verdad sólo se defiende por la fuerza de la misma verdad, que penetra dulce y suavemente en las inteligencias y en los espíritus. Como dijo hace ya cincuenta años un gran Papa, se consigue más con la medicina de la misericordia que con el palo del castigo. Porque la verdad sin amor deja de ser verdad para convertirse en fanatismo. Dicho de otra forma: se logra más argumentando e iluminando las inteligencias que acusando, amenazando y rechazando.

Lo que pretendemos es ni más ni menos que se haga caso a las indicaciones de los apóstoles en el Nuevo Testamento. Permítame que le recomiende la lectura de 2º Pedro 2, Santiago 3,15; Judas 3-23; 1ª Juan 2,18-26; 4,1 y Ap 2-3. Admítame que le recuerde que el apóstol San Pablo dedica en sus cartas fuertes y frecuentes ataques contra los falsos doctores del evangelio, y los denuncia haciendo de ellos un retrato implacable. «Resisten a la verdad, como hombres de entendimiento corrompido» (2ª Timoteo 3,8), son «hombres malos y seductores» (3,13), que «pretenden ser maestros de la Ley, cuando en realidad no saben lo que dicen ni entienden lo que dogmatizan» (1ª Timoteo 1,7; 6,5-6.21; 2ª Timoteo 2,18; 3,1-7; 4,4.15; Tito 1,14-16; 3,11). Y si al menos revolvieran sus dudas en su propia intimidad… Pero todo lo contrario: les apasiona la publicidad, dominan los medios de comunicación social –que se les abren de par en par–, son «muchos, insubordinados, charlatanes, embaucadores» (Tit 1,10). «Su palabra cunde como gangrena» (2ª Timoteo 2,17).

¿Cuán poco evangélicas le parecen esas citas del Nuevo Testamento? Es más, ¿qué quiere usted que hagamos quienes escribimos como católicos cuando leemos esto?:

Rom 6,17-18
Pero gracias sean dadas a Dios, porque siendo esclavos del pecado, obedecisteis de corazón a la norma de doctrina a la que habéis sido entregados, y libres ya del pecado, habéis venido a ser esclavos de la justicia.

Rom 16,17
Os recomiendo, hermanos, que tengáis los ojos sobre los que producen divisiones y escándalos en contra de la doctrina que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos.

Ef 4,14-15
…para que ya no seamos niños, que fluctúan y se dejan llevar de todo viento de doctrina a capricho de los engaños de los hombres y de las astutas maquinaciones del error, sino que, al contrario, viviendo según la verdad y en caridad, crezcamos en todos sentidos hacia aquel que es la cabeza, Cristo.

2Tes 2,15
Manteneos, pues, hermanos, firmes y guardad las tradiciones en que habéis sido adoctrinados, ya de palabra, ya por carta nuestra.

2Tes 3,6
En nombre de nuestro Señor Jesucristo os mandamos apartaros de todo hermano que vive fuera de orden y no sigue las enseñanzas que de nosotros habéis recibido.

1Ti 1,3
Te rogué, al partir para Macedonia, que te quedaras en Éfeso, para que requirieses a algunos que no enseñasen doctrinas extrañas

1Ti 4,6
Si enseñas esto a los hermanos serás buen ministro de Cristo Jesús, nutrido en las palabras de la fe y de la buena doctrina que has alcanzado.

1Ti 4,16
Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina. Persiste en ello, pues haciendo esto, a ti mismo salvarás y a los que te oyeren.

2Ti 4,2-4
Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, enseña, exhorta con toda longanimidad y doctrina. Pues vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina, antes, deseosos de novedades, se rodearán de maestros conforme a sus pasiones, y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas.

Tito 1,7-11
Porque es preciso que el obispo sea inculpable, como administrador de Dios; no soberbio, ni iracundo, ni dado al vino, ni pendenciero, ni codicioso de torpes ganancias, sino hospitalario, amador de los buenos, modesto, justo, santo, continente, guardador de la palabra fiel; que se ajuste a la doctrina, de suerte que pueda exhortar con doctrina sana y argüir a los contradictores. Porque hay muchos, indisciplinados, charlatanes, embaucadores, sobre todo los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca, que revuelven del todo las casas, enseñando lo que no deben, llevados del deseo de torpe ganancia.

Tit 2,1
En cuanto a ti, habla de modo conveniente y ajustado a la sana doctrina.

Tit 2,6-8
Asimismo a los jóvenes exhórtales a ser ponderados en todo, mostrándote tú ejemplo de buenas obras, de integridad en la doctrina, de gravedad, de palabra sana e irreprensible, para que los adversarios se confundan, no teniendo nada malo que decir de nosotros.

2 Jn 9-11
Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda comunica en sus malas obras.

2 Pe 2,1-2
Pero hubo también falsos profetas en el pueblo, como habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán encubiertamente herejías de perdición, y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos perdición acelerada. Y muchos seguirán sus disoluciones, por los cuales el camino de la verdad será blasfemado.

¿Qué piensa usted que queremos y pretendemos y procuramos y rezamos si se nos dice que….

Stg 5,19-20
Hermanos míos, si alguno de vosotros se extravía de la verdad y otro logra convencerle, sepa que quien convierte a un pecador de su errado camino salvará su alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de sus pecados.

…?

¿Y qué podemos desear al constatar que...

3Jn 1,4
No tengo yo mayor gozo que éste, el oír que mis hijos andan en la verdad.

…?

Es por ello que cuando vemos a sacerdotes, religiosos, teólogos, etc, explicando un evangelio diferente del que predica la Iglesia; cuando les vemos defender una moral distinta a la católica; cuando les vemos poner en solfa dogmas de fe; cuando les vemos ocupar los medios de comunicación para presumir de su oposición al Magisterio; cuando ocurre todo eso y más, no nos quedamos de brazos cruzados.

No nos corresponde a nosotros tener la última palabra sobre las declaraciones y enseñanzas de los que creemos heterodoxos. Por eso pedimos la intervención de nuestros pastores e incluso de Roma. Y, fíjese usted, a veces ocurre el milagro de la conversión del que estaba errado. Ahí tenemos el caso del P. Manel Pousa, que ha dado a muchos heterodoxos una lección de humildad y de amor por la Iglesia poco común en nuestro tiempo.

Estimado Fray Martín, no pretendemos que la Iglesia deje de ser madre. Más bien queremos que sea tan buena madre como para que no permita que sus hijos estén en el error, adoctrinen en el error o sean adoctrinados en el error. Una buena madre no consiente eso sin procurar corregirlo. Queremos que nuestra Madre y Maestra corrija en santidad y en verdad a quienes se alejan de la sana doctrina. Y queremos, por encima de todo, la conversión de los que yerran, de los que se convierten en instrumento de tropiezo para los hermanos. Y así lo queremos porque el Señor nos ha concedido tener amor por las almas y por la verdad que nos hace libres. Todo es gracia.

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: Por lo demás, todo esto que digo parece que no sólo está conforme con el Evangelio, sino con la más pura tradición de los Dominicos. Le pongo únicamente un ejemplo de sus principios: ¿Qué fue a hacer Santo Domingo con sus compañeros en la región de Toulouse cuando estaba invadida por la herejía de los cátaros?

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