23.07.12

Serie Huellas de Dios - 1.- ¿Dónde vemos a Dios?

A las 12:10 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Serie Huellas de Dios

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

1.- ¿Dónde vemos a Dios?

Resulta de todo punto comprensible que, en muchas ocasiones, se pueda decir que, en realidad, Dios no existe porque no se le puede ver.

Me viene, ahora, a la memoria, la anécdota de aquel astronauta ruso que, habiendo vuelto del espacio vino a decir, dijo, que podía demostrar que Dios no existía porque él, el astronauta, no lo había visto.

Y es que la manera de pensar del astronauta es, por desgracia, muy común.

Por eso digo que resulta comprensible, en un mundo materialista y pragmático como en el que vivimos, que pueda llegar a decirse que la existencia de Dios no hay que, si quiera plantearla: no existe y ya está.

Sin embargo, bien sabemos que tan simple forma de pensar no va a ninguna parte ni nos proporciona seguridad alguna sobre la falta de existencia de Dios porque la realidad apunta a lo contrario.

Ya, Sto. Tomás de Aquino, en su Summa Teológica nos aportó hasta cinco pruebas, indiscutibles, de la existencia de Dios y, entonces, de su posible contemplación en el mundo.

Lo dice así (Parte Ia - Cuestión 2, artículo 3):

“La existencia de Dios puede ser probada de cinco maneras distintas. 1) La primera y más clara es la que se deduce del movimiento. Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y todo lo que se mueve es movido por otro. De hecho nada se mueve a no ser que en cuanto potencia esté orientado a aquello para lo que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al acto. La potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto. Ejemplo: el fuego, en acto caliente, hace que la madera, en potencia caliente, pase a caliente en acto. De este modo la mueve y cambia. Pero no es posible que una cosa sea lo mismo simultáneamente en potencia y en acto; sólo lo puede ser respecto a algo distinto. Ejemplo: Lo que es caliente en acto, no puede ser al mismo tiempo caliente en potencia, pero sí puede ser en potencia frío. Igualmente, es imposible que algo mueva y sea movido al mismo tiempo, o que se mueva a sí mismo. Todo lo que se mueve necesita ser movido por otro. Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro. Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor. Ejemplo: Un bastón no mueve nada si no es movido por la mano. Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer motor al que nadie mueve. En éste, todos reconocen a Dios.

2) La segunda es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman Dios.

3) La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios.

4) La cuarta se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno, muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son sumamente verdaderas, son seres máximos, como se dice en II Metaphys. Como quiera que en cualquier género, lo máximo se convierte en causa de lo que pertenece a tal género -así el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su existir, de su bondad, de cualquier otra perfección. Le llamamos Dios.

5) La quinta se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Pues vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin. Le llamamos Dios.”

Pero, independientemente de lo dicho por Sto. Tomás (que, además, es más que suficiente) lo bien cierto es que el hecho mismo de contemplar el mundo nos ha de servir de prueba de dónde podemos ver a Dios. Y esto porque la creación, de la que nosotros mismos formamos parte, es prueba clara de que ahí está Dios.

Pero también lo podemos ver en su mismo Hijo, Jesucristo, que vino al mundo para que pudiéremos resultar salvos del pecado. En su persona también podemos ver a Dios y no porque fuera, Cristo mismo, Dios hecho hombre sino porque, por eso mismo, se manifestó al mundo.

Por lo dicho arriba de la creación, también vemos a Dios en el prójimo que, para empezar, también es hijo del Creador y, para continuar es, entonces, hermano nuestro. Es en el otro, con el que nos relacionamos a diario, en el que podemos sentir el reflejo del Padre en su corazón; corazón que, unido al nuestro, forma parte, o se incorpora, al de Cristo para constituir su cuerpo y, aquí, el de la Esposa de Cristo, de la cual formamos parte como piedras vivas.

Y, para finalizar, algo que, por obvio, no resulta, a veces, comprendido. Dios está, y lo podemos ver, en nosotros mismos. Si, como dijera san Pablo, nosotros somos templos del Espíritu Santo (cf 1Cor. 3, 16) es que, por fuerza, hemos de ser templos de Dios por ser aquel parte inescindible del Padre y, junto al Hijo, constituir la Santísima Trinidad.

Resumiendo: a Dios podemos verlo:

1.-En la naturaleza
2.-En Jesucristo
3.-En el prójimo
4.-En nosotros

Pero, por si alguien tiene dudas acerca de dónde puede encontrar a Dios, Manuel Lozano Garrido, “Lolo“, Beato de la Iglesia católica que reside, un poco, en este blog de InfoCatólica, escribe en “Mesa redonda con Dios” (EDIBESA, 2001, p. 32) lo siguiente:

“Dios está junto al lañador que compone, el pocero que se metió en la alcantarilla, la chica que coge puntos de media o junto a la luz del candil que tiembla en el fondo de la mina. Y como tenerle al lado es disponer de una fortuna de felicidad, he aquí que puede ir al ritmo de nuestras palpitaciones, sin que haya un momento que no sea apto a su mirada”

Y es que un poco más adelante escribiría que

“En el mundo hay muchos hombres que van al Metro o tienen la preocupación de la cuenta del sastre. Uno cualquiera de ellos toma hoy su carrerilla, se codea en las aglomeraciones y más de una vez se pasa la mano por la frente, que le suda, pero desde que abre los ojos quiere que Diso está dentro de su corazón, como en un relicario,y aquí están sus veintucator horas con el alma de rodillas, las mismas que son posibles a tantos benditos e innumerables hombres corrientes y molientes.”

¿Hay alguien, ahora, que se atreva a decir que no ve a Dios?

Eleuterio Fernández Guzmán