30.07.12

Lo peor, la plancha y los cristales

A las 10:10 AM, por Jorge
Categorías : Sin categorías

 

A ver, Jorge, un momento… A ver si nos aclaramos de una vez por todas. ¿Tú te has venido a Infocatólica para hablarnos de Dios, de Jesucristo, de la Iglesia… o para convertir esto en un blog de técnicas del hogar y habilidades domésticas?

Eso, momento. Aclaremos una cuestión previa. Esto es el blog de un cura que trata de contar sus experiencias, su vida, su día a día como servidor de Jesucristo en una parroquia de Madrid. Quizá ustedes piensan en un cura y ven lo que ven todos: celebración de sacramentos, catequesis, atención a familias, presencia con los jóvenes, visita a los enfermos, ayuda a los necesitados. Seguro que también piensan en que somos gente que reza, que estudia, que medita. Pues sí, todo eso es cierto.

Pero déjenme que hoy les haga mirar en otra dirección. ¿Saben que un cura, además de todo lo anterior, es un ser humano que come, ensucia camisas, vive en una casa como todos, duerme…? Vamos, lo normalito. ¿Pero lo han pensado alguna vez? ¿Hay alguien que ayude al cura con las cosas de la casa, la comida, la compra, la ropa?

Llevo muchos años viviendo solo. En el seminario todo era más sencillo, al menos teníamos cocina y lavandería. Ahora no tengo nada de eso. Así que me he convertido en amo de casa

Les voy a contar un secreto. La primera vez que llegué a una casa parroquial con mis cosas y abrí la puerta de la cocina fue como entrar en un planeta extraño. En casa mi madre se ocupaba de todo. En el seminario también todo resuelto. Como se dice vulgarmente, ni freír un huevo. Me sacó de mi negatividad pensar en Don Mariano, un cura mayor que se las arreglaba tan estupendamente entre pucheros. Me dije… yo más bruto que Don Mariano no soy, y hasta hoy. La lavadora me costó algún jersey que otro, cosas de los programas y las temperaturas. Y nada desdeñables los consejos de las buenas feligresas: usted don Jorge no tiene más que hacer esto, y para esto así, y las patatas de esta manera. De la plancha y los cristales mejor no hablamos. Sigo sin depurar la técnica.

La que peor lleva esto es mi anciana madre: pero hijo, toda la vida estudiando, todo el día trabajando y encima la compra, la comida, la plancha… a mí no me lo cuentes, que prefiero no saberlo. Cosas de las madres.

No. No me importa. Es verdad que alguna vez viene una persona a echar unas horas y hacer “lo más gordo” de la casa. Pero nada más. Como todo el mundo. Así viven las familias, así se las apaña todo quisqui. Trabajan, hacen su casa, y encima echan una mano en la parroquia. Yo, sacerdote no puedo vivir más que como ellos. Sólo los muy pudientes se pueden permitir el lujo de personal de servicio todo el día. Un sacerdote ni lo es ni quiere serlo. Así que compra, cocina, lavadora, plancha, aspiradora y fregona.

Eso sí, entre nosotros. Vivir solo también tiene sus ventajas. Puedo comer cada día lo que me apetezca, con permiso del colesterol y esas cosas. ¿Y qué me dicen del mando del televisor? Mío y muy mío, y pudo hacer tanto zapping como quiero.

Ahora en serio de nuevo. Piensen sobre todo en tantos sacerdotes, a veces muy mayores, y solos. ¿Cómo se las apañarán? ¿Tendrán su casa en condiciones? ¿Comerán bien? Demasiadas veces criticamos y exigimos. Nos falta en contrapartida ponernos en su piel.

P.D. He mejorado algo con la plancha. Pero sobre lo de los cristales, admito sugerencias.