3.08.12

Eppur si muove - ¿Tiene derecho la mujer a decidir sobre el nasciturus?

A las 12:08 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Derechos Humanos

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Hay temas que por lo obvio de los mismos da la impresión de que no debería caer, sobre ellos, duda alguna. Así, si, por ejemplo, alguien tiene problema en creer que el ser humano tiene derecho a la existencia por encima de cualquier circunstancia que pueda atentar contra su vida, bien podemos decir que tal persona tiene un grave, grave, problema.

Pues algo parecido pasa con el tema que hoy traemos aquí.

Cuando una mujer se queda embarazada lo más normal es que se alegre de lo que le ha pasado y goce con la situación por la que pasa. Eso es lo que se espera y, en todo caso, es lo que hay que esperar siempre.

Sin embargo, bien sabemos que hay circunstancias en las que un embarazo es difícilmente asumible por una mujer. Así, por ejemplo, cuando ha devenido el resultado de una violación o, simplemente, cuando la tal mujer no quería quedar embarazada pero, por arte de la naturaleza, el espermatozoide estuvo más espabilado que el interés de la que concibió.

Reconocemos, por eso, que algunas veces el embarazo no puede ser bien recibido y pensar así no nos convierte en monstruos contrarios a la vida (pues aquí nada decimos del derecho a matar al nasciturus en esos casos) sino en personas que sabemos, exactamente, qué es lo que a veces pasa.

Y, sin embargo, las cosas no son siempre como parecen…

En primer lugar, cuando una mujer queda embarazada debe saber, debería saber en todo caso, que cuando el espermatozoide se introdujo (vencedor de la lucha por la vida) en el óvulo se produce, de forma inmediata una reacción celular tal que la existencia de un ser humano empieza a fraguarse. Se ha producido la concepción y entonces, desde aquel mismo instante, dentro de la mujer hay un ser humano que no es un apéndice de ella del cual pueda desprenderse como si se tratara, por ejemplo, de una apendicitis por inflamación del apéndice vermiforme. No se trata de eso sino de mucho, pero que mucho más como es, exactamente, de lo que Dios hizo con aquel barro del que surgió nuestro padre Adán.

En segundo lugar, y como derivación necesaria de lo dicho supra, la mujer, ser humano al que el Creador dotó de la posibilidad de dar una vida al mundo, sabe, debería saber en todo caso, que no puede hacer lo que le venga en gana con el ser humano que lleva dentro de sí. Y digo “lleva” porque popularmente se suele de decir que tal mujer “lleva” un niño o una niña en su seno.

Por eso es muy importante, decisivo para el reconocimiento del derecho a la vida, que la mujer (embarazada o en vías de poder estarlo) se reconozca en la importantísima labor que tiene encomendada para que la especie humana siga siendo especie (porque siga reproduciéndose) y siga siendo humana (por no perder tal denominación por comportarse de forma contraria a su propia especie).

Queda, pues, meridianamente claro que la mujer no puede disponer de la vida de otro ser humano porque, aunque lo tenga dentro de sí, no deja de ser un ser humano distinto a ella con todo el derecho a la existencia fuera del seno materno. Y, por lo tanto, no debería esperarse nunca que, sea cual sea la circunstancia por la que pase la madre, la vida del nasciturus tenga que terminar allí donde está antes de ver la luz del día o si, por problemas de visión, no puede verla, al menos saberse en el mundo exterior a donde ha pasado los primeros nueve meses de su vida.

Y esto no es manifestación de ningún carca o de alguien que quiera imponer sus ideas a los demás sino, en todo caso, el poner sobre la mesa lo que de verdad hay en las cosas y lo que nadie, a no ser que sea verdaderamente inhumano, puede sostener y que consiste el defender el aborto por sobre lo que sea como si dependiera la libertad de la mujer de permitir que la vida que lleva dentro de sí no viva por sí sola.

Eleuterio Fernández Guzmán