20.08.12

Serie Huellas de Dios .-5.- El árbol de la fe

A las 12:08 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Serie Huellas de Dios

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

5.- El árbol de la fe

Algunas veces, cuando llueve, nos vemos obligados a refugiarnos bajo las espesas hojas de un árbol, bajo cuyas ramas esperamos encontrar el refugio que, en ese momento, necesitamos.

Así, en ocasiones, cuando nos encontramos ante las asechanzas del mal, cuando no podemos ver sino todo aquello que nos es negativo y cuando, por último vemos que el entorno social nos es tan contrario, tan contrario a Dios a quien se niega, a quien se denigra, a quien se ignora.

Entonces ¿qué hacer?, ¿hacia dónde dirigir nuestra mirada de creyentes?: hacia el árbol de la fe, que también nos refugia del mal y de sus múltiples formas de manifestación.

Bien dijo Jesucristo que Él es la vid y que nosotros somos sus sarmientos.

Dependemos, para nuestra existencia espiritual, de la vital comprensión de lo que tal cosa quiere decir: si es algo simbólico o si, de verdad y ciertamente, podemos decir que la sabia que, desde Dios, se nos transmite a sus hijos a través de Cristo, somos capaces de aceptarla como alimento del alma y, así, del cuerpo.

¿Qué podemos encontrar en Jesús?

En primer lugar, refugio; en segundo lugar consuelo; en tercer lugar, Quien nos acompañe en la vida.

Así, como refugio, nuestro hermano Jesucristo es el amparo que necesitamos en momentos de tribulación, Aquel a quien podemos acudir cuando nos sabemos zaheridos por el Mal y cuando estamos en la seguridad de que nos acecha.

Jesús, acógenos entonces”.

Como consuelo, cuando el alma nuestra se entristece porque, a pesar de la Misericordia de Dios y a pesar de su Amor, muchos semejantes nuestros (y, a su vez, semejanza Suya) no reconocen la primacía que, en nuestro corazón, ha de tener Quien nos creó y Quien nos da la oportunidad de, con nuestros talentos, hacer del mundo algo mejor.

Jesús, consuela nuestra alma

Como compañía en nuestro camino hacia el definitivo Reino de Dios, Jesucristo no deja de darnos ánimos con el ejemplo de su propia vida (siendo, así, árbol que nos cobija). Esto lo podemos ver en muchas ocasiones, en tanto en cuanto seamos capaces de fijarnos en el prójimo dándonos cuenta de que también es hermano de Cristo y, entonces, nuestro; que también nos acompaña por la misma senda de la que no debemos salir porque fuera de tal caminar sólo hay desazón y tristeza.

Jesús, guía nuestros pasos

Y es que como el árbol en el que nos cobijamos en un día de lluvia es Dios, en el que depositamos la confianza que el hijo pone en su Padre; árbol que, en verdad, nos ofrece su dulzura y el gozo de sentirlo parte de nosotros, nosotros mismos, Dios con nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán