4.09.12

Un amigo de Lolo - Perfeccionados por Dios

A las 12:05 AM, por Eleuterio
Categorías : General

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Por el respeto a la libertad religiosa

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Enlace a Libros y otros textos.

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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Perfeccionados por Dios

“Envidia de ti, piedra, que siendo tan dura, te dejas golpear hasta que se hace de ti la obra perfecta ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (190)

Jesús decía que debíamos ser perfectos como su Padre del Cielo era perfecto. Por eso, la perfección espiritual y, muy relacionada con ella, la que es material o de comportamiento, ha de ser una de las vocaciones que nos lleve a los hijos de Dios.

No podemos negar que somos como somos y que, por el hecho de ser pecadores, no son pocas las ocasiones en las que se nos cae el alma porque comprendemos que hemos pecado. No deberíamos hacerlo pero no siempre contraponemos al Mal la fuerza de espíritu suficiente como para salir victoriosos de una batalla tal importante como es la que libramos contra las propuestas, no santas, que se nos hacen.

Por eso necesitamos que Dios nos limpie de aquello que nos sobra y por eso mismo Jesús insistió en el ejemplo de la vid y de los sarmientos. Sólo cuando el sarmiento permanece unido a la vid tiene vida porque, de otra forma, se seca y muere. Cabe, pues, permanecer en Cristo y no tener a Dios como poco importante para nuestras vidas. Además, no sólo debemos querer permanecer en Cristo sino que Él permanezca en nosotros y nos sane, médico del alma y del corazón es, de aquello que no rebosa salud espiritual. Es como decir que queremos alimentarnos de la savia de Dios pero que la misma nos sirva de algo, nos cambie, nos haga mejores hijos del Todopoderoso y no la echemos a perder por nuestras mundanidades y comportamientos exclusivamente carnales.

Debemos, dejarnos podar aquello que nos sobra porque Dios nos quiere mejorar y nos quiere perfectos. Y nos quiere mejorar y nos quiere perfectos porque nos ama y conduce nuestra vida, a condición de que queramos que así sea, por caminos rectos hacia su definitivo Reino donde nos esperan las estancias que Cristo nos está preparando.

No basta, con ser mucho e importante, con dejarnos hacer por Dios. El Creador nos da libertad pero nos la da no para que la malgastemos en embustes y en las cosas de este mundo sino para que hagamos rendir los talentos que también nos dona. Y, así, lo tenemos todo: Dios Padre que nos crea-talentos para mejorar y ser perfectos-posibilidad de mejorar y ser perfectos-mejorar y ser perfectos. Porque podemos escoger entre lo bueno y lo malo y nadie nos puede impedir, en el fondo de nuestro corazón, hacer esto. Tenemos, además, legitimidad divina para llevarlo a cabo.

Y, sin embargo, nada de esto vale si no somos como lo que se deja hacer para cambiar y no continuar siendo una nada con alma vacía. Y esto, en realidad, es lo que Dios quiere de nosotros: que nos dejemos purificar con el fuego de su Espíritu y que seamos dóciles a su voluntad. Tan sólo así podremos decir, cuando estemos ante Su Tribunal, que hicimos lo que pudimos al soportar, sobre nosotros, nuestro ser seres humanos pero que, dentro de nuestras posibilidades, estaba la de hacer según Dios quiere y, al menos, al menos, lo intentamos.

Y si con eso sale de nosotros algún, aunque sea pequeño, halo de perfección, tan sólo habremos imitado, muy de lejos, la del Santo de los Santos, el Único pero, al menos, no lo habremos del todo traicionado. Y es que Dios jamás pierde la esperanza en nosotros.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán