7.09.12

Eppur si muove - ¿El aborto es una decisión personal?

A las 12:06 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Eppur si muove

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Lo personal es aquello que es propio de uno y, por eso mismo, da la impresión de que nadie pueda inmiscuirse en determinadas decisiones.

Sin embargo, el problema viene cuando determinadas decisiones no afectan a uno en exclusiva. Entonces, ya no se trata de algo tan personal como pudiera parecer…

En Redes Cristianas dicen esto al respecto de la modificación de la Ley del aborto que prepara el Ministro que fuera alcalde Madrid:

“Más que de una nueva regulación regresiva, lo que está necesitando la sociedad en este tema es una mejor educación en la salud sexual y reproductiva y unas políticas eficaces de apoyo a las personas discapacitadas y a sus familias. A nadie se puede obligar a llevar una vida heroica, aunque esta sea siempre admirable. Por eso pensamos que es más inteligente y eficaz el acompañamiento y la compasión con las personas que se ven en situaciones de gran dificultad y sufrimiento que la penalización de prácticas que se ponen gratuitamente fuera de la ley.”

Al parecer no les gusta que se pretenda proteger a los seres humanos que no son, digamos, perfectos físicamente o psíquicamente y que, entonces, no tenga un destino prefijado que consiste en ir directamente al cubo de la basura o al cubículo de alguna trituradora de carne humana. Eso les parece más que regresivo; les parece contrario a ciertos nuevos derechos de la mujer.

En realidad, la cosa es bastante sencilla de entender. No se requiere ningún tipo de formación profesional relacionada con el mundo de la medicina ni de lo jurídico ni nada de nada. Basta con reconocer que la vida humana tiene que ser protegida desde que nace como tal en el seno materno hasta que, por causas naturales (no hablamos aquí de accidentes que puedan provocar la muerte de forma inesperada) llega a su fin en este mundo y, según y cómo, va al destino que le dé Dios. Y ya está.

Es triste, por lo tanto, que ni siquiera personas que se presumen religiosas porque profesan la fe católica, se acaben de dar cuenta de que se trata de algo más que de una decisión personal.

Por cierto, antes de seguir, tengo que decir escribir, otra vez, sobre el aborto, lo ha provocado el, digamos, cartel que aquí traigo y que, en inglés, dice que el aborto es una decisión personal y no un debate legal. Y esto ha de querer decir, según mi modesto entender, que es la madre la que ha de decidir sobre la vida del nasciturus y que no cabe intervención normativa alguna porque para eso se trata de algo muy personal e íntimo.

Y esto, en realidad, estaría muy bien si no fuera el caso otro muy distinto y que consiste, en esencia, en distinguir entre las dos personas que aquí se han de tener en cuenta: la madre y el hijo que lleva en su seno.

Lo repito por si aún hay alguien que no se haya dado cuenta: aquí hay dos personas que son la madre y el hijo y, por lo tanto, dos seres humanos que, aunque puedan tener mucho en común genéticamente hablando, son distintos, son dos y no el mismo ser humano.

La conclusión que se sigue a esto es bastante fácil de ver porque si se trata de dos seres humanos la decisión, entonces, correspondería, en todo caso, a los dos. Y como nadie puede querer morir por las buenas y menos aún por intervención ajena, no es creíble que el ser humano-hijo que tiene que venir al mundo quiera ser asesinado (es así porque no hay posible defensa por parte de la víctima y hay, aquí, mucha y muchísima premeditación) porque la madre que lo lleva en su seno decida, “libremente”, que bueno, que al fin y al cabo, lo que va a traer al mundo aún no es nada ni nadie. Es a ella, puede creer, a quien corresponde decidir si blanco o si negro, si vida o muerte o si, como hacían los gerifaltes romanos el gladiador, según levantasen o bajasen el dedo, se podía dar por vivo o por muerto como si no se tratara de un ser humano sino de una cosa de la que se puede prescindir y ¡hala! a otra cosa.

Aquí lo que pasa es que hay mucha confusión y mucha ideología malsana. Y, claro, mucho negocio y mucho dinero de por medio.

Sin embargo, siempre nos queda la posibilidad de que determinados creyentes acaban por convertirse a la fe que dicen tener. De los demás, ni soñar con que dejen de ser mundanos.

Eleuterio Fernández Guzmán