9.09.12

 

Otro año más la Asociación de Teólogos Juan XXIII ha celebrado su convención en la sede central del sindicato Comisiones Obreras. Y un año más se repite la misma historia, pero con menos gente asistente y con mayor edad media de los participantes. La verdad me da un poco igual que sean 300 ó 500. Es obvio que dentro de 10 años será complicado que lleguen a los 100 participantes y dentro de 20 no habrá ni quien pueda encender y apagar la luz.

Se me dirá que eso pasa en buena parte de la Iglesia, al menos en España, ya que no abundan los jóvenes que van a Misa todos los domingos. Pero aunque no abundan, haberlos “hailos". Y la JMJ celebrada el año pasado en Madrid demuestra que existe un número importante de chavales dispuestos a tener en cuenta la fe católica en sus vidas. Se les podrá llamar “manada pequeña” pero al menos son manada. Sin embargo, la heterodoxia progre-liberal pseudocatólica no tiene futuro alguno. El 99% de sus miembros supera los 40 años y el 90% los 60.

Aun así, y a pesar de que va decayendo, la repercusión mediática de los progresuarios sigue estando muy por encima de su influencia real en el seno de la Iglesia. No diré que la mayor parte de los fieles esté dentro de unos presupuestos que podrían encajar como mano al guante en lo que representa la línea editorial de InfoCatólica o medios afines. En realidad, la mayoría de los católicos practicantes no están especialmente interesados en los debates que mantenemos acá contra el sector heterodoxo. Se conforman con ir a Misa, recibir los sacramentos e intentar vivir su vida de la mejor forma posible. Salvando las enormes distancias en cuanto a fidelidad doctrinal al Magisterio, pasa algo parecido con la polémica sobre el lefebvrismo. La inmensa mayoría de los católicos de este país ignora lo que es la FSSPX y así seguirá siendo, salvo sorpresa, en un futuro.

Lo he dicho en otras ocasiones y lo vuelvo a decir ahora. Una de las cosas que más llama la atención de la Juan XXIII y lo que representa en el marasmo postconciliar es su absoluta y radical ausencia de autocrítica. Leo en El Confidencial que Vicenta Font, participante en el congreso, afirma lo siguiente:

“Representamos la única esperanza para la Iglesia, pues si no quiere desaparecer tiene que dejar de alejarse de la ciudadanía y recuperar los verdaderos valores cristianos”.

Que eso se diga en una reunión donde participan las “Católicas por el derecho a…” matar seres humanos antes de nacer, es cuanto menos peculiar. Quienes por su modo de pensar y de expresarse no pueden ser calificados de ninguna manera como católicos difícilmente pueden ser la única esperanza para la Iglesia. Será en todo caso la única esperanza para un modelo de cristianismo que se acerca más al protestantismo liberal que a algo que huela lejanamente a católico. Y aun así, es una esperanza con fecha de caducidad e irrealizable.

Dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hech 9,5) le dijo Cristo a Saulo cuando iba camino de Damasco. Estos progresaurios llevan toda su vida dando coces contra la Iglesia, de quien no aceptan su constitución jerárquica, sus enseñanzas y su propuesta moral a la sociedad. Lo peor de todo es que se consideran a sí mismos como los profetas de la era actual. Llama voz profética a su mensaje distorsionado del evangelio, a su opción secularizadora que consiste en hacer que el mundo sea sal de la Iglesia en vez de la Iglesia la sal del mundo. Representan la puerta ancha del error y la herejía en contraposición la puerta estrecha de la fidelidad a Cristo y su Iglesia. Pero además son pocos los que transitan por esa puerta, ya que la mayoría de los no creyentes prefieren cruzar otras puertas igual de anchas, pero que no tienen nada que ver con un cristianismo descafeinado, sesentaochista y con olor a naftalina.

Seguirán siendo los tontos útiles del anticlericalismo de toda la vida. Seguirán siendo la reliquia corrupta de la hermenéutica de la ruptura respecto al Concilio Vaticano II. Seguirán apareciendo en televisiones, radios, periódicos y portales digitales que buscan encontrar una voz disidente “dentro” de la Iglesia para poder contrarrestar el mensaje que la misma envía al mundo. Pero son ya ese pámpano separado del árbol que se va secando y está próximo a desaparecer. Son la encarnación pseudo-eclesial del “lasciate ogni speranza". Quiera Dios que algunos de ellos se conviertan a la fe católica antes de morir, para así poder salvar sus almas.

Luis Fernando Pérez Bustamante