12.09.12

Los mayores en China no tienen quien les cuide. Ed Jones/Agence France-Presse — ©Getty Images

Una vez más las leyes impresas en la naturaleza ponen los delirios del hombre en su sitio. Según cuenta NYT (vía Aceprensa), en China los mayores de 60 años suman 185 millones (la población total de Rusia es de 142 millones). Las estimaciones para 2050 es que se tripliquen. Debido a la ingeniería socialista en más de la mitad de los hogares, el 70% en algunas zonas, los matrimonios mayores viven separados de sus hijos. Pocos hijos por «la política de un solo hijo» e hijos lejos por las migraciones forzosas.

El paraíso de la izquierda se desmorona, el gobierno socialista chino está preocupado: no tiene cómo atender a tantos ancianos. En un primer momento está intentando «concienciar», típico palabro de la progrez. Ha decidido adaptar a los nuevos tiempos «Los 24 parangones de piedad», una recopilación de cuentos tradicionales chinos en los que en la moraleja se pone de relieve el amor de los hijos por los padres: la mujer que se rebana el hígado para alimentar a la madre, el que se vende como esclavo para pagar las exequias del padre…

La adaptación de los «Nuevos parangones» es más cutre: lleva a mamá al cine, le paga el Seguro médico, se acerca a visitarles… El remedio ha sido pero que la enfermedad. Para la multitud de trabajadores emigrados supone un insulto: no tienen casi días libres, viven a casi un continente de distancia, por no tener no tienen casi horas libres al día. Vamos, lo que en España se llama «trabajar como chinos» y que parece que ahora es el ideal de cierto sector autodenominado liberal.

En vista de que la ‘zanahoria’ no sirve lo siguiente, en la lógica de un régimen socialista, es el ‘palo’. El Congreso Nacional del Pueblo –sucedáneo de parlamento– prepara una ley para obligar a los hijos a «volver a casa con frecuencia par visitar a sus padres»; si no lo hacen, los padres podrán demandarles. Y allí no se andan con chiquitas.

Tanta ‘revolución’, tanta insistencia en ‘matar al padre’ para terminar reconociendo que al final el Cuarto Mandamiento, como todos los Mandamientos, es un precepto amoroso y muchas más cosas.