La población catalana está absolutamente dividida entre
partidarios de la independencia y contrarios a la misma. Es
un hecho y no voy a entrar a discutirlo. Pero de ello se
desprende, lógicamente, que una mitad de los catalanes está
opuesta a la secesión. Y supongo que algún respeto merecen.
En tal caso, ¿cómo pueden algunas parroquias exhibir los
símbolos independentistas?, ¿cómo pueden tomar partido por
una opción que desdeñan la mitad de los catalanes?, ¿no
acogen entre sus feligreses a aquellos que se muestran
contrarios, o simplemente reacios, a la separación?, ¿son
parroquias abiertas a todos o sólo a los independentistas?,
¿puede una parroquia, normalmente por la simple decisión del
rector o del consejo parroquial, tomar visiblemente partido
por una opción que únicamente acepta la mitad de la
población?, ¿no es un caso manifiesto de discriminación?
Esta discriminación se ha hecho patente con ocasión de la
última Diada. Lo curioso es que aquellas parroquias
que se han mostrado más beligerantes, colgando banderas
estelades en sus templos o haciéndolas visibles en sus
páginas digitales, se corresponden con las comunidades más
decadentes, las más abandonadas, aquellas que menos poder de
convocatoria tienen y de las que muchos feligreses han huido
hacia parroquias vecinas.