24.09.12

Mi visita a Salt Lake City, meca del mormonismo (Pbro. Julio C. Elizaga) (1)

A las 2:27 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Religiones no cristianas

En 1977 desembarqué en el aeropuerto de Salt Lake City y días después fui recibido cordialmente por el Dr. Spencer Kimball, Profeta y Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, rodeado de sus Doce Apóstoles. Conviviendo una semana con ellos y visitando entre otras cosas su célebre Tabernáculo, la Escuela de Misioneros y la Universidad Brigham Young, pude conocer íntimamente esta próspera religión, mezcla curiosa de judaísmo, cristianismo, campbellismo, milenarismo y masonería, que practicó por más de cincuenta años la poligamia y que asegura ser la Única y Verdadera Iglesia Cristiana restaurada por Jesucristo en los Estados Unidos en estos últimos tiempos. (…)

Joseph Smith, el profeta fundador del mormonismo

El profeta fundador de esta conocida religión es Joseph Smith, un muchacho de escasa y deficiente cultura, pero agradable y soñador. Su padre, sin embargo, le tenía por el genio de la familia y se sentía fascinado por la facilidad con que inventaba historias, ya que cualquier acontecimiento que le sucedía le servía para contar largos y complicados relatos que entretenían al auditorio como si fueran sucesos reales.

Era hijo de un granjero presbiteriano y vivía en la parte occidental del estado de Nueva York. Según nos cuenta en su autobiografía, en 1820, cuando él tenía sólo 15 años, se manifestaba una gran agitación religiosa, en la que varias iglesias luchaban para aumentar el número de sus miembros. Unos contendían a favor de los bautistas, otros de los metodistas y otros de los presbiterianos. Cada una de esas iglesias convidaba al joven Smith a juntarse con ella, pero a causa de su juventud e inexperiencia, le era difícil decidirse sobre cuál de ellas era la verdadera. En medio de este dilema, en un bosque cercano a su casa, Smith suplicó al Señor que lo iluminara. Tuvo entonces una pretendida “visión” de dos personajes gloriosos que eran Dios Padre y su Hijo Jesucristo. Se le dijo que todas las iglesias protestantes estaban desviadas y corrompidas y que la verdadera Iglesia de Jesucristo había dejado de existir. Sería él el instrumento por el cual Dios restauraría la Iglesia cristiana primitiva y el sacerdocio correspondiente.

Tres años más tarde, en 1823, aseguró que se le había aparecido el ángel Moroni, un antiguo profeta americano, el cual le reveló que en el cerro de Cumorah, cerca de Manchester, había unas planchas de oro en las cuales estaba grabada la historia de los habitantes del continente americano. Estas planchas contenían también las enseñanzas de Cristo, que se había aparecido a los americanos después de su resurrección, fundando su Iglesia entre ellos. Pero el ángel le prohibió desenterrar de inmediato las planchas y tan sólo cuatro años después, en 1827, se le permitió traer las planchas del cerro de Cumorah.

En 1827 se casó con Emma Hale. En ese mismo año retiró las láminas de oro y unos lentes divinos, el Hurin y el Thummin, con los cuales podría descifrar la misteriosa escritura. Al fin, con las láminas y su mujer, se retiró a Pennsylvania, compró una pequeña granja y emprendió la delicada tarea de traducir los jeroglíficos al inglés. Smith afirmaba que quien viera las placas de oro moriría; por esta razón, durante las sesiones de traducción se escondía detrás de una cortina para dictar su texto a su secretario Oliver Cowdery, un ex-maestro de escuela, quien escuchaba desde afuera, ya que él no sabía escribir.

Dice en su autobiografía que Juan el Bautista se apareció en 1829 y les impuso las manos a él y a Oliver Cowdery y con este acto restauró el sacerdocio aarónico, que les confirió el poder de predicar el Evangelio y administrar el bautismo por inmersión para la remisión de los pecados. Luego los dos se bautizaron el uno al otro en el río Susquehanna. Tiempo después se les aparecieron los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, quienes les confirieron el sacerdocio de Melquisedec y con éste el poder de imponer las manos y bautizar con el Espíritu Santo.

Se inicia la iglesia de los mormones

Martin Harris, un granjero y comerciante que se sentía impresionado por las visiones del joven Smith, le ofreció financiar con tres mil dólares los cinco mil ejemplares, lo que se llevó a cabo en la primavera de 1830. Publicado el Libro Santo, el 6 de abril de 1830 Joseph Smith y sus amigos organizaron la Iglesia de Jesucristo de los Santos del Último Día. Joseph Smith llamó así a su flamante organización porque suponía que el Último Día estaba cercano, inminente. Pero como el mundo ha seguido rodando, el nombre en castellano ha sido traducido en plural: los Santos de los Últimos Días.

Pronto tuvieron su jerarquía de 15 miembros: Joseph Smith “Primer Presidente, Profeta, Vidente, Apóstol de Jesucristo, Anciano de la Iglesia por la voluntad de Dios Padre y la gracia de nuestro Señor Jesucristo”, ayudado por dos consejeros y 12 apóstoles. Smith puso en marcha, con enorme habilidad y elocuencia, con admirable tenacidad y delirante fanatismo, su plan de reconstruir la verdadera Iglesia de Jesucristo. Luego nombró a su padre “Patriarca del Reino de Dios”, encargado de bendecir a los fieles.

Rechazando a las iglesias cristianas provenientes de Europa por sus mutuas contradicciones, aunque basadas en la Biblia, Joseph Smith se sintió llamado a proporcionar al pueblo americano la revelación directa y auténtica para que se estableciese así la Biblia en toda su pureza y al mismo tiempo quedase completada por el Libro de Mormón.

Pero comenzó entonces una severa persecución y Smith fue tratado de impostor. Se ridiculizó su afirmación de que se le había aparecido un ángel; y los ministros de las otras iglesias fueron los más pronunciados en su contra. A raíz de esta persecución, Smith se dirigió con sus primeros adeptos a Kirtland, donde un pastor protestante de la iglesia campbellista, llamado Sidney Rigdon, se le unió con sus mil feligreses. Allí construyeron su primer templo y uno de sus primeros apóstoles fue Brigham Young, que nunca pareció dudar de las revelaciones de Joseph Smith y quien declaró que en el estado de Missouri había estado el jardín del Edén, donde habían vivido Adán y Eva y que sería el sitio de la Nueva Jerusalén en América.

En 1835 el dueño de un circo ambulante invitó a Smith a que examinara el papiro que tenía una momia. El Profeta declaró que los jeroglíficos eran las escrituras del Libro de Abraham y comenzó a realizar la traducción de dichos signos. Pero los egiptólogos se dieron cuenta de que los jeroglíficos eran parte del famoso Libro de los Muertos y que no había similitud con el trabajo de Smith. No obstante Smith publicó su traducción con el nombre de Libro de Abraham. Se desató entonces una fuerte persecución contra los Santos de los Últimos Días.

Los últimos años del profeta

Acompañados por unos miles de seguidores que se habían ido incorporando, emigraron al estado de Illinois. Allí los Mormones compraron tierras y desecaron una gran extensión de terreno lacustre y fundaron la ciudad de Nauvoo. Construyeron el primer templo mormón y Smith organizó un ejército propio, del cual tomó el mando supremo y se designó teniente general. Sus anhelos se orientaron desde el principio a la conquista del mundo. Anunció que tendrían que salir de dos en dos para evangelizar toda la tierra, y entre ellos envió a Brigham Young con otros misioneros a Inglaterra a extender la religión. Allí Brigham Young imprimió cinco mil ejemplares del Libro de Mormón y ofreció un ejemplar a la reina Victoria.

En poco tiempo, los habitantes de Nauvoo llegaron a ser 20 mil. El poder y la fama de Smith crecieron hasta el punto de hacerlo aspirar a la presidencia de los Estados Unidos. En 1844 Smith puso todo su empeño en llegar a ser presidente y envió a varios centenares de sus misioneros para que organizaran la campaña electoral a su favor. En su programa figuraba la liberación de los esclavos.

Smith gobernó bajo sus “revelaciones perpetuas”, que se convertían en artículos de fe. Pero su caída estaba próxima. La poligamia practicada secretamente excitó la indignación general. Para calmar la indignación de su esposa, dijo haber tenido una visión en 1843 en que se autorizaba la poligamia para él y para unos cuantos más. Tal revelación no se hizo pública hasta nueve años más tarde. Los informes oficiales de la Iglesia le atribuyeron 27 esposas; pero según algunos de sus biógrafos llegaron a 49. Todos esos matrimonios fueron realizados en secreto, ya que Emma era “poco razonable”. Tiempo después, unos ex apóstoles revelaron ciertos detalles sobre las costumbres morales del “Profeta”, que atizaron las iras acumuladas hacía tiempo contra él.

Un diario publicó un llamamiento a la guerra contra los mormones y Smith se rodeó de sus tropas. En 1844 Smith y su hermano fueron encerrados en la prisión de Chartago y tres días más tarde, el 27 de junio, una banda de cien asesinos de rostros ennegrecidos forzó la entrada de la prisión. Joseph Smith sacó de su chaqueta una pistola de seis tiros que un amigo le había pasado de contrabando y, al abrirse la puerta de par en par, estalló una descarga cerrada. Smith hirió a tres atacantes y su hermano Hyrum murió instantáneamente. Smith arrojó la pistola e intentó escalar una ventana de su celda que daba al patio, pero fue acribillado a balazos, diciendo: “¡Oh Señor y Dios Mío!” Así terminó a los 39 años de edad Joseph Smith, el Profeta, Vidente y Revelador, fundador y primer Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

La trágica muerte del Profeta selló estrechamente el destino común de los Mormones, convirtiéndose en un símbolo sagrado. Ante su trágica desaparición, en medio del desconcierto, surgieron varios aspirantes para sucederle. Uno de ellos era Sydney Rigdon, que había sido colaborador cercano del Profeta y que después murió como jefe de una pequeña secta. Estaba también el hijo de Joseph Smith, llamado también José, el cual atrajo a muchos insistiendo en que el líder debía ser descendiente del profeta y fundó la “Iglesia Reorganizada de los Santos de los Últimos Días”, a quienes tuve el agrado de visitar en su sede de la ciudad de Independence, estado de Missouri. Éstos rechazan la poligamia y el politeísmo y hasta sostienen que semejantes doctrinas no pertenecen al fundador y que fueron introducidas tan sólo por Brigham Young. Ellos poseen la tumba del Profeta y la ley les reconoció como legítimos herederos del Templo que Joseph Smith había edificado en Independence.

La viuda de Smith, Emma, se casó con el dueño de una taberna de Nauvoo y crió a su familia en la casi desierta ciudad al lado del río.

Brigham Young, el nuevo Moisés americano

El 8 de agosto de 1844 el Consejo de los Doce Apóstoles, bajo el impulso de Brigham Young, joven enérgico y fanático, tomó en sus manos el destino de su pueblo. Dotado de un verdadero sentido de organización, consiguió enseguida un extraordinario ascendiente sobre sus hermanos, y se convirtió en segundo Presidente de la Iglesia Mormona.

Los asesinos del Profeta, tras un simulacro de proceso, quedaron libres y multiplicaron su violencia contra los mormones. Por esta razón, el 4 de febrero de 1846, éstos debieron abandonar su ciudad, comenzando un nuevo y terrible éxodo tras año y medio de penosas marchas, desde el río Mississipi hasta las riberas del Gran Lago Salado. En carretas de bueyes, formando una enorme caravana, de doce a quince mil personas se pusieron en camino en busca de la soñada tierra prometida.

Brigham Young condujo aquella ingente masa humana, entre grandes esfuerzos y temibles sacrificios y privaciones. En sus lentas carretas tuvieron que atravesar solitarios desiertos, torturados por la sed, muriendo de frío al cruzar las sierras nevadas, cruzando peligrosas gargantas y comarcas infectadas de paludismo; en peligro de ser masacrados por los indios hostiles, oraban a Dios y continuaban su marcha hacia el Oeste. Los terribles fríos, los enjambres de mosquitos de verano, la fatiga, el hambre y las enfermedades jalonaron de cadáveres la ruta. Finalmente la caravana llegó al valle del Lago Salado, junto a las Montañas Rocallosas, el 24 de julio de 1847. Brigham Young, que iba enfermo recostado en un lecho, miró el paisaje durante varios minutos y reconociendo el lugar visto en una revelación anterior, dijo con satisfacción: “Éste es el lugar”.

Los sobrevivientes hicieron florecer el desierto, hicieron casas, irrigaron la tierra, plantaron árboles y comenzaron la edificación de la primitiva ciudad de Salt Lake City, la meca del mormonismo y del estado teocrático del Oeste. Ese territorio, que pertenecía a México, pasó a los Estados Unidos en 1848. El 9 de setiembre de 1850, el país de los mormones fue admitido por el Congreso de los Estados Unidos como Territorio y se reconoció a Young como gobernador… Aunque se proclamó una democracia liberal con derecho a la libertad religiosa, de hecho se estableció una teocracia.

Brigham Young, gobernador espiritual y temporal, promulgó sus mensajes bajo forma de cartas apostólicas y sus decretos como revelaciones proféticas. Era una Iglesia cuya jerarquía administraba un Estado. No se había visto cosa semejante desde los tiempos del Antiguo Testamento. Allí se construyó el Gran Templo de granito blanco con seis torres, y el llamado Tabernáculo, en forma de colmena. Y los mormones estimulaban a los muchos convertidos de otros países a establecerse en aquellos parajes.

Durante 30 años, desde 1847 hasta 1877, Brigham Young gobernó el imperio teocrático con excepcional capacidad de organización. En 1877 murió Brigham Young, dejando 27 esposas, 9 ya fallecidas, 56 hijos y una enorme fortuna.

En 1894 el gobierno federal reconocía al estado de Utah, así como sus leyes particulares.

Fuente: Julio C. Elizaga, Las sectas y las nuevas religiones a la conquista del Uruguay, Editorial La Llave, Montevideo 1988, pp. 58-79.