ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 4 de octubre de 2012

Santa Sede

En la liturgia de la comunidad cristiana no hay extranjeros
Benedicto XVI recordó en la Audiencia General que se ora con toda la Iglesia Universal

Mundo

España: 'Ante la crisis, solidaridad'
Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española

Madagascar: asesinado un sacerdote jesuita por robo
El padre Bruno Raharison, de nacionalidad malgache

Nueva Evangelización

'Traigo aportes sobre la misa dominical y la piedad popular en nuestra América'
Entrevista a monseñor Salvador Piñeiro, padre sinodal por la Conferencia Episcopal Peruana

Antonio Aranda Lomeña: 'Redescubrir la alegría de creer'
Entrevista con un experto en el Sínodo de la Nueva Evangelización

Atrio de los Gentiles

Ser como san Francisco, acoger las diferencias evitando la confusión deletérea
Entrevista al obispo de Asís, monseñor Domenico Sorrentino

Comentario al Evangelio

Amor, placer y felicidad sin fin
Comentario al evangelio del Domingo 27° del T.O./B

Espiritualidad

Creyentes y no creyentes recuerdan hoy a san Francisco de Asís
Modelo de vida evangélica que trascendió las fronteras de la Iglesia

Flash

Goya Producciones abre nueva tienda web
Ofrece productos culturales cristianos propios y de otras empresas

Producción audiovisual para conocer al nuevo Doctor de la Iglesia
Con un spot se difunden los principales rasgos de la vida y obra de san Juan de Ávila

Documentación

'Sobre los nacionalismos y sus exigencias morales'
La Conferencia Episcopal española recuerda su doctrina sobre los nacionalismos

'Quiero confiar a la Madre de Dios este tiempo especial de gracia para la Iglesia'
Homilía de Benedicto XVI en su peregrinación al santuario mariano de Loreto

Doctorado de san Juan de Ávila: Sentimos el deber de dar a conocer al mundo esta perla preciosa de la Iglesia universal
Rueda de prensa del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández


Santa Sede


En la liturgia de la comunidad cristiana no hay extranjeros
Benedicto XVI recordó en la Audiencia General que se ora con toda la Iglesia Universal
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ayer miércoles, durante la Audiencia General desarrollada en la plaza de San Pedro en el Vaticano, el santo padre Benedicto XVI continuó con su catequesis sobre la oración, e invitó a los fieles a preguntarse: “¿Reservo un espacio suficiente para la oración en mi vida y, sobre todo, que lugar tiene en mi relación con Dios, la oración litúrgica, especialmente la Santa Misa?”.

En su ya conocido estilo de catequista universal, el papa explicó que “la vida de oración es vivir en relación con Dios como si viviese las relaciones habituales de nuestra vida, aquellos con los familiares más queridos, con los verdaderos amigos”. Y recordó que esto es posible porque, tal como dice san Pablo en Romanos 6,5: “por el Bautismo se ha comenzado a ser uno con Él”.

Y mediante esa comunión con Cristo, dijo, es que podemos conocer a Dios como verdadero Padre (cf. Mt. 11,27), porque “la oración cristiana consiste en mirar de manera constante y en una forma siempre nueva a Cristo, hablar con Él, permanecer en silencio con Él, escucharlo, actuar y sufrir con Él”.

Con el fin de evitar el riesgo del individualismo, recordó el papa que a Cristo se le descubre y se le conoce como una persona viviente, en la Iglesia, que es "su cuerpo". Y sobre los alcances de esta relación, subrayó que “encontrar la propia identidad en Cristo significa lograr una comunión con Él, que no me anula, sino me eleva a la dignidad más alta, aquella de hijo de Dios en Cristo”.

La oración en la liturgia es importante, añadió, porque “hacemos nuestro el lenguaje de la Madre Iglesia, aprendemos a hablar en ella y por ella”. Y la mejor manera de alcanzarlo es “sumergirme progresivamente en las palabras de la Iglesia, con mi oración, con mi vida, con mi sufrimiento, con mi alegría, con mis pensamientos”.

Volviendo a la pregunta inicial, el pontífice reflexionó sobre cómo se aprende a orar, trayendo como modelo nuevamente a Jesús, quien enseñó a sus discípulos el Padre Nuestro. Y a partir de este, dijo, “aprendo a orar, alimento mi oración, dirigiéndome a Dios como Padre y orando-con-otros, orando con la Iglesia, aceptando el regalo de sus palabras, que me resultan poco a poco familiares y ricas de sentido”. Y subrayó que este diálogo entre Dios y el hombre incluye siempre un "con", porque “no se puede orar a Dios de modo individualista”. Y es por ello que en la oración litúrgica, especialmente en la Eucaristía “no hablamos solo como individuos, sino que entramos en el 'nosotros' de la Iglesia que ora”.

Dado que la liturgia implica universalidad, y no la “auto-manifestación” de una comunidad, el santo padre recordó que este carácter universal debe entrar una y otra vez en el conocimiento de todos, “y que todo cristiano se sienta y sea realmente insertado en este 'nosotros' universal, que brinda la base y el refugio al “yo”, en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia”.

Por otro lado, explicó que si en la celebración no emerge la centralidad de Cristo, “no tendremos liturgia cristiana”, pues no es el individuo --sacerdote o laico--, o el grupo el que celebra la liturgia, “sino que es sobre todo la acción de Dios a través de la Iglesia, que tiene su propia historia, su rica tradición y creatividad”. Y es esta universalidad y apertura, una de la razones “por las que no puede ser creada o modificada por la misma comunidad o por los expertos, sino que debe ser fiel a las formas de la Iglesia universal”, subrayó el santo padre.

“En la comunidad litúrgica no hay extranjeros”, enfatizó, “porque incluso en la liturgia de la comunidad más pequeña, siempre está presente toda la Iglesia, cielo y tierra, Dios y los hombres”. He hizo ver a los presentes que cuanto más animada está una celebración por esta conciencia, tanto más fructífero es en ella el sentido auténtico de la liturgia.

Hacia el final de su enseñanza, y ante una multitud que lo escuchaba atenta en la plaza de san Pedro, Benedicto XVI reconoció que la Iglesia se hace visible en muchos aspectos, ya sea en el trabajo caritativo, en proyectos misioneros, en el apostolado personal de cada cristiano, “pero el lugar donde se vive plenamente como Iglesia es la liturgia: esta es el acto por el que creemos que Dios entra en nuestra realidad y le podemos encontrar, le podemos tocar. Es el acto por el que entramos en contacto con Dios: Él viene a nosotros, y nosotros somos iluminados por Él”.

Advirtió por lo mismo, que cuando en las reflexiones sobre la liturgia centramos nuestra atención solo en cómo hacerla atractiva, interesante, hermosa, “corremos el riesgo de olvidar lo esencial: la liturgia se celebra por Dios y no por nosotros mismos”. Porque la liturgia, dijo, “es obra suya; es Él el sujeto; y nosotros debemos abrirnos a Él y dejarnos guiar por Él y por su Cuerpo que es la Iglesia, sintiéndonos parte de la Iglesia viviente de todos los lugares y de todos los tiempos”.

Acto seguido rezó con los presentes, entre quienes habían llegado peregrinos de lengua española y estudiantes del Colegio Pontificio Mexicano, a los cuales les dirigió las siguientes palabras: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los sacerdotes del Pontificio Colegio Mexicano, así como a los grupos provenientes de España, México, Perú, Honduras, Chile, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos al Señor que sepamos vivir cada día la liturgia, especialmente la eucaristía, como acción de Dios en nosotros, y sintiéndonos parte de la Iglesia viva”. (javv)

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Mundo


España: 'Ante la crisis, solidaridad'
Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española
MADRID, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha celebrado su CCXXV reunión durante los días 2 y 3 de octubre, en Madrid.

Los obispos han aprobado una Declaración sobre la actual situación social y económica, que afecta a tantas personas y familias. Con este texto, titulado Ante la crisis, solidaridad los obispos quieren expresar, una vez más, el sentir de la Iglesia en España ante la grave situación que atravesamos, y prestar su voz a la exhortación y la clarificación. Ya lo han venido haciendo, con particular intensidad desde 2008, con gestos de estímulo a la caridad, como los donativos extraordinarios a Cáritas, y con documentos como por ejemplo la Declaración ante la crisis moral y económica (Asamblea Plenaria, noviembre 2009), que apuntaba a las causas y a las víctimas de la crisis, y animaba a ir hasta el fondo de sus raíces espirituales y morales, exhortando al mismo tiempo a la solidaridad de todos y al compromiso de la Iglesia. En el vigente Plan Pastoral de la CEE, aprobado este mismo año, también se hace una llamada expresa a “continuar la reflexión y a agradecer y estimular la caridad efectiva, la que pasa de las palabras a los hechos”.

Ahora, en la Declaración Ante la crisis, solidaridad los obispos se refieren a la coyuntura actual: “tememos que la crisis o, al menos sus efectos no hayan tocado fondo todavía”; reconocen el gran esfuerzo que muchas personas están haciendo en medio de las dificultades; y piden a las autoridades que velen “por que los costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles”. “Tampoco se oculta a nadie –señalan– que la tensión social crece y que determinadas propuestas políticas han venido a añadir elementos de preocupación en momentos ya de por sí difíciles. Ante esta situación, creemos que es nuestro deber dirigir en especial a los católicos, pero también a todos los que deseen escucharnos, unas palabras que quieren aportar luz y aliento en el esfuerzo que resulta hoy especialmente necesario para la consecución del bien común”. Y lo hacen dirigiéndose a todos ellos con una triple invitación: a la fe, a la caridad y a la esperanza.

“Ante todo, invitamos a la fe”, subrayan los obispos, porque “cuando se cierra el horizonte de la fe, al verdadero conocimiento y amor de Dios, el corazón del hombre se empequeñece (...) No será posible salir bien y duraderamente de la crisis sin hombres rectos, si no nos convertimos de corazón a Dios”.

“Invitamos también a la caridad” –prosiguen en el texto-, porque, citando la carta encíclica de Benedicto XVI Porta Fidei, “la fe sin la caridad no da fruto y la caridad sin la fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda”. Los obispos señalan que la caridad se expresa de muchos modos respecto del prójimo, porque abarca todas las dimensiones de la vida: la personal, la familiar, la social y la política, y ponen el acento en que uno de los aspectos más dolorosos y preocupantes de la actual situación es la forma en la que los jóvenes están sufriendo de un modo muy intenso los efectos de la crisis y se están viendo afectados por la falta de trabajo en porcentajes difíciles de soportar.

Al referirse a la caridad que afecta directamente a las relaciones políticas, inciden en que “el malestar social y político debería ser para todos un reclamo a la búsqueda sincera del bien común y al trabajo por construirlo entre todos. Este malestar no debería ser alimentado como excusa para la promoción de ningún interés político o económico particular, a costa del interés general, tratando de aprovechar en beneficio propio el descontento o el sufrimiento de muchos”. Se recuerda una de las formas de “caridad social para el fortalecimiento de la moral de la vida pública” a las que se hacía referencia en la Instrucción PastoralOrientaciones morales ante la situación actual de España, aprobada por la Asamblea Plenaria en noviembre de 2006. “Reconociendo, en principio, la legitimidad de las posturas nacionalistas verdaderamente cuidadosas del bien común, se hacía allí una llamada a la responsabilidad respecto del bien común de toda España que hoy es necesario recordar. Ninguno de los pueblos o regiones que forman parte del Estado español podría entenderse, tal y como es hoy, si no hubiera formado parte de la larga historia de unidad cultural y política de esa antigua nación que es España. Propuestas políticas encaminadas a la desintegración unilateral de esta unidad nos causan una gran inquietud. Por el contrario, exhortamos encarecidamente al diálogo entre todos los interlocutores políticos y sociales. Se debe preservar el bien de la unidad, al mismo tiempo que el de la rica diversidad de los pueblos de España”.

A la Declaración sobre la crisis, los obispos adjuntan, como anexo, los puntos del 70 al 76, ambos inclusive, de la mencionada Instrucción Pastoral, donde las exigencias morales que, a ese respecto, en la delicada situación de crisis que hoy nos afecta a todos, se presentan con particular urgencia.

Los obispos concluyen invitando a la esperanza: “la crisis puede ser también una ocasión para la tarea apasionante de mejorar nuestras costumbres y de ir adoptando un estilo de vida más responsable del bien de la familia, de los vecinos y de la comunidad política. La virtud teologal de la esperanza alimenta las esperanzas humanas de mejorar, de no ceder al desaliento”. “La comunidad quiere y debe ser un signo de esperanza” y los obispos, en concreto, terminan la Declaración haciendo una llamada a todos a dar “en nuestra vida signos de esperanza para los demás, por pequeños que sean” y pidiendo expresamente a quienes corresponda que den un signo de esperanza “a las familias que no pueden hacer frente al pago de sus viviendas y son desahuciadas. Es urgente encontrar soluciones que permitan a esas familias –igual que se ha hecho con otras instituciones sociales – hacer frente a sus deudas sin tener que verse en la calle.  No es justo que, en una situación como la presente, resulte tan gravemente comprometido el ejercicio del derecho básico de una familia a disponer de una vivienda. Sería un signo de esperanza para las personas afectadas. Y sería también un signo de que las políticas de protección a la familia empiezan por fin a enderezarse. Sin la familia, sin la protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone de manifiesto el ejemplo admirable de solidaridad de tantas familias en las que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante como solo es posible hacerlo en el seno de una familia estable y sana”.

Se puede leer la declación completa en: http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/documentos-permanente/3113-ante-la-crisis-solidaridad.html.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Madagascar: asesinado un sacerdote jesuita por robo
El padre Bruno Raharison, de nacionalidad malgache
ANTANNARIVO, 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ha sido asesinado por robo un sacerdote jesuita de nacionalidad malgache, el padre Bruno Raharison, tesorero de la congregación Juan XIII de Mahasima.

“El padre Bruno ha sido víctima de un violento asalto y ha sufrido una muerte brutal. La comunidad local de los jesuitas está destrozada”, dijeron a la agencia vaticana Fides fuentes de la Iglesia en Antananarivo, capital de Madagascar, donde el domingo, 30 de septiembre fue asesinado el presbítero jesuita.

Algunas personas vieron el coche del religioso el 30 de septiembre, estacionado a lo largo de la carretera estatal 2 que conduce de Antananarivo a Tamatave, cerca de la ciudad de Carion.

Una vez alertada la policía, esta estableció un servicio de vigilancia del coche. Al día siguiente, fue arrestado un joven que trataba de recuperar el coche.

Al mismo tiempo, la policía organizó una batida por la zona, lo que permitió encontrar el cuerpo del padre Bruno, a 400 metros del lugar del hallazgo de su coche el 2 de octubre. El sacerdote había recibido varias puñaladas en el costado, el tórax y la cabeza. 

“Los delincuentes quisieron robar el coche que el sacerdote acababa de recibir para realizar su servicio. El padre Bruno estaba acompañado por un chico que le ayudaba en sus viajes. El cual, junto con algunos amigos organizó la emboscada en la carretera”, dicen las fuentes consultadas por Fides.

Además del chico, otras dos personas fueron detenidas por estar relacionadas con el asesinato del jesuita. El funeral del padre Bruno Raharison se celebró ayer 3 de octubre.  

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Nueva Evangelización


'Traigo aportes sobre la misa dominical y la piedad popular en nuestra América'
Entrevista a monseñor Salvador Piñeiro, padre sinodal por la Conferencia Episcopal Peruana
Por José Antonio Varela Vidal

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Van llegando uno por uno al Vaticano los padres sinodales, todos provenientes de las diferentes Iglesias locales que peregrinan en el mundo. Acuden a tiempo como respuesta a la convocatoria del papa Benedicto XVI para trabajar desde este domingo 7, y durante tres semanas, en la XIII Asamblea General Ordinaria de los Obispos, cuyo temá será: “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.

Monseñor Salvador Piñeiro nació en Lima, el 27 de enero de 1949. Realizó sus estudios escolares en el Colegio “La Salle”. Cursó sus estudios de Filosofía y de Teología en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Obtuvo la Maestría en Educación y Licenciatura en Teología. Ingresó al Seminario Mayor de Santo Toribio en 1965. Recibió la ordenación sacerdotal, el 6 de mayo de 1973 de manos del cardenal Juan Landázuri Ricketts. 

En su ministerio pastoral desempeñó diversos cargos hasta que fue nombrado obispo por el Papa Juan Pablo II. Tras asumir el Obispado Castrense del Perú, en 2001, en 2003 fue nombrado obispo auxiliar de Lurín. El 8 de agosto de 2011, Benedicto XVI lo nombró como nuevo arzobispo metropolitano de Ayacucho. El 2 de octubre de ese año, tomo posesión de su cargo.

A fin de conocer la metodología de trabajo y algunos de las angustias y esperanzas que traen al Sínodo los obispos de América Latina, ZENIT conversó con uno de los padres sinodales, monseñor Salvador Piñeiro García-Calderón, arzobispo de Ayacucho y presidente del Episcopado peruano.

¿Cuáles son sus expectativas ante la pronta inauguración de la Asamblea Sinodal?

--Mons. Salvador Piñeiro: Siempre llegar a Roma, es un signo de mucha expectativa, porque nos encontramos con el padre de la Iglesia Universal, el papa, quien con tanta lucidez en su magisterio nos exhorta a la Nueva Evangelización, a ser discípulos de Jesús, a ser testigos convincentes de ese amor que tanto necesita el mundo. Y también es el encuentro con obispos de todo el mundo. Para mí es una experiencia de mucha ilusion y mucho gozo, porque puedo representar al Perú, que tiene sus tareas y encargos, y así compartir esa exigencia de la misión, de vivir la colegialidad episcopal. Serán días de mucha esperanza.

¿Cómo está conformada la representación del Perú?

--Mons. Salvador Piñeiro: Nosotros somos 48 obispos en la Conferencia Episcopal. Entonces según las normas sinodales, teníamos que elegir a 2. Han elegido a monseñor Miguel Cabrejos, arzobispo de Trujillo y a mi. Y me parece que si me habían nombrado presidente este año, era lógico que representara a mis hermanos, y también a monseñor Cabrejos, quien había trabajado el tema preparatorio y lo conocía.

¿En qué van a consistir las intervenciones de los padres sinodales?

--Mons. Salvador Piñeiro: Nos darán la posibilidad de intervenir cinco minutos a cada uno, a fin de dar alguna impresión, o sugerir algún tema que quisiéramos que se subrayase más.

¿Usted trae algo específico?

--Mons. Salvador Piñeiro: Yo he preparado mi intervención sobre lo que significa la liturgia, celebrar la fe. Recordemos que el gran sistema educativo de la Iglesia es el domingo durante el año litúrgico. Y también traigo algo referente a la piedad popular, que está tan marcada en nuestra América, donde hay tantas formas de devoción a la cruz, a la Virgen, a los santos, pero a veces no los acompañamos debidamente.

¿Qué otro tema tendría que dedicarle una atención especial el Sínodo?

--Mons. Salvador Piñeiro: A los medios modernos de la comunicación, al internet por ejemplo. A veces se satanizan estos medios ya que desunen o dan la verdad a medias, o porque fomentan cosas que están reñidas con una moral cristiana. Pero también hay que ver la otra parte, entre las maravillas del mundo, decía el Vaticano II, están los medios de comunicación social. Y qué bien lo recordaba Pablo VI, de que el púlpito moderno es el micrófono del periodista…, ¡a cuántos puedo llegar! Por eso la comunicación social debe ser una de las preocupaciones.

¿Tiene alguna otra cosa que le preocupa?

--Mons. Salvador Piñeiro: Otro tema sería la familia. Qué bien lo dice el papa, que ella es “patrimonio de la humanidad”. Hoy no se quiere hablar de familia, y sin embargo es el lugar donde recibimos la fe. Yo aprendí a rezar gracias a que me lo enseñaron mis padres. Y uno crece contento cuando hay un hogar unido, y uno se relaciona con los demás cuando las puertas de la casa se abren para llevar esperanza a otros. Por eso, un lugar privilegiado de la evangelización es la familia, pero hoy lamentablemente hay un ataque artero a la institución familiar, por lo que hay que revalorarla.

Me parece que quiere añadir un tema más…

--Mons. Salvador Piñeiro: Sí, sería lo referido a mis hermanos sacerdotes. Somos los primeros responsables en esta misión que Jesús nos ha dado de anunciar el Evangelio. Y a veces tenemos temores y no queremos salir de lo que alguna vez aprendimos... Por eso hay que animarlos a responder a esta llamada, con nuevas formas. Y no hay que temer, el Señor nos iluminará, su Espíritu guía a la Iglesia para que no nos acostumbremos a un solo tipo de trabajo, sino que seamos apóstoles, testigos, misioneros en un mundo que nos interpela.

Los fieles tienen mucha expectativa sobre este Sínodo. ¿Qué se concluirá a nivel objetivo?

--Mons. Salvador Piñeiro: Que no podemos vivir de las rentas, que tenemos que profundizar. Todavía muchos temas del Vaticano II se han quedado en el tintero. Por eso qué bellos son estos dos signos que nos descubre el papa en el Año de la fe y a las puertas del Sínodo: el Catecismo de la Iglesia Universal, y los documentos conciliares. Allí tenemos dos fuentes que debemos seguir estudiando, porque son de una gran riqueza, con unas posibilidades grandes. Es interesante cómo este regalo tan hermoso que nos dejó el beato Juan Pablo II, el Catecismo, justo se lo había encargado a que lo trabaje el cardenal Ratzinger. Y cómo son las cosas de Dios, ahora es el papa que nos guía actualmente y nos ofrece ese intrumento de trabajo.

Finalmente, ¿cómo recibe la proclamación de san Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia?

--Mons. Salvador Piñeiro: A nosotros siempre nos alegraba conocer cómo el patrono del clero español --modelo de sacerdote diocesano-, en las horas más difíciles de la amenaza de la pretendida reforma protestante, desde el interior de la Iglesia, él llama a una reflexión, a una fidelidad, a un trabajo constante. Por eso nos alegra mucho que alguien del habla castellana, que nos ha regalado tan valiosos documentos sea proclamado solemnemente por el santo padre como “Doctor de la Iglesia”. Y así darnos a entender la actualidad de su mensaje, la profundidad de su doctrina y que todos los sacerdotes diocesanos siempre lo tengamos como modelo.

Una enseñanza que recuerde ahora de él…

--Mons. Salvador Piñeiro: A mí me gusta mucho cuando leemos en su vida lo que decía, de que frente al púlpito tiene que estar la Cruz, porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino predicamos a ese Jesús que nos abre el cielo y nos perdona.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Antonio Aranda Lomeña: 'Redescubrir la alegría de creer'
Entrevista con un experto en el Sínodo de la Nueva Evangelización
Por Nieves San Martín

NAVARRA, jueves 4 octubre 2011 (ZENIT.org).- Entre los expertos nombrados por Benedicto XVI para asistir al próximo Sínodo de la Nueva Evangelización, del 7 al 28 de octubre en Roma, se encuentra el profesor Antonio Aranda Lomeña, de la Universidad de Navarra, España. Especialista en teología dogmática, ha cultivado preferentemente la teología trinitaria, la cristología y la antropología teológica.

En una entrevista exclusiva concedida a ZENIT, el profesor Antonio Aranda Lomeña explica en qué consiste el próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización, cuáles son los motivos para que haya sido convocado y por qué es necesaria una pastoral de “autoevangelización” en zonas descristianizadas que se convierten en “territorio de misión”.

Así mismo, refiere cuál es la tarea fundamental de un experto en el Sínodo y los frutos que espera de esta convocatoria de Benedicto XVI. Uno de ellos, tal como dijera Benedicto XVI en la carta apostólica Porta Fidei: "Redescubrir la alegría de creer".

Antonio Aranda Lomeña nació en Córdoba, en 1942; Es sacerdote de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, desde 1971; es licenciado en Matemáticas; doctor en Teología; profesor ordinario de Teología Dogmática; miembro correspondiente de la Real Academia de Doctores, del Consejo directivo de la Sociedad Mariológica Española, y del Comité Científico y del Comité Asesor del Instituto Histórico Josemaría Escrivá; ha sido decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma, 1994-1998, así como director de las revistas Scripta Theologica (1989-1993) y Annales Theologici (1995-1998).

Cuenta con numerosas publicaciones, las últimas analizan temas específicos del magisterio de Juan Pablo II, el pensamiento de san Josemaría Escrivá, la teología al servicio de la Iglesia como un don de la verdad, o una relectura de la doctrina antropológica paulina. Actualmente imparte los siguientes cursos en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra: “Teología de la santidad”, “Teología de la 'imago Dei'”, “El tratado sobre La Trinidad en la teología católica contemporánea”.

¿Por qué se habla tanto en la Iglesia de una "nueva evangelización"? ¿Qué se quiere indicar con esa expresión?

--Prof. Aranda Lomeña: Es una pregunta importante, que no puede contestarse brevemente. Permítame que me extienda, remitiéndome también a la enseñanza del Papa actual y de sus inmediatos predecesores.

Después de veinte siglos de anuncio ininterrumpido del Evangelio y de intenso protagonismo del cristianismo en todo el mundo, se ha planteado en la Iglesia la necesidad de llevar a cabo una 'nueva evangelización', cuyos primeros destinatarios son los ciudadanos y las sociedades de algunos países occidentales de antigua raíz cristiana. Iglesias particulares, eficaces portadoras del mensaje evangélico por todo el mundo durante siglos, se ven convertidas hoy en “zona de misión” en virtud del crecido grado de descristianización en que se desenvuelve la existencia de muchos de los bautizados. De evangelizadoras han pasado a verse, en cierto modo, como altamente deficitarias de evangelización y obligadas en realidad a promover una pastoral de “autoevangelización”.

Como ha escrito Benedicto XVI: “El siervo de Dios Pablo VI observaba con clarividencia que el compromiso de la evangelización ‘se está volviendo cada vez más necesario, a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días, para gran número de personas que recibieron el bautismo, pero viven al margen de toda vida cristiana; para las gentes sencillas que tienen una cierta fe, pero conocen poco los fundamentos de la misma; para los intelectuales que sienten necesidad de conocer a Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza que recibieron en su infancia, y para otros muchos’ (Pablo VI, Ex. ap. Evangelii nuntiandi, n. 52). Y, con el pensamiento dirigido a los que se han alejado de la fe, añadía que la acción evangelizadora de la Iglesia ‘debe buscar constantemente los medios y el lenguaje adecuados para proponerles o volverles a proponer la revelación de Dios y la fe en Jesucristo’ (ibidem, n. 56). El beato Juan Pablo II puso esta ardua tarea como uno de los ejes de su vasto magisterio, sintetizando en el concepto de ‘nueva evangelización’, que él profundizó sistemáticamente en numerosas intervenciones, la tarea que espera a la Iglesia hoy, especialmente en las regiones de antigua cristianización. Una tarea que, aunque concierne directamente a su modo de relacionarse con el exterior, presupone, primero de todo, una constante renovación en su seno, un continuo pasar, por decirlo así, de evangelizada a evangelizadora” (Benedicto XVI, Carta ap. Ubicumque et semper).

Como señalaba Juan Pablo II en Christifideles laici, n. 34, y de manera semejante en otros muchos pasajes de su magisterio: “Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del laicismo y del ateísmo. (…) Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad. Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la trabazón cristiana de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones”.

En ese sentido, Benedicto XVI, haciéndose cargo de la preocupación de sus venerados predecesores, ha señalado: “Considero oportuno dar respuestas adecuadas para que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización. Esta se refiere sobre todo a las Iglesias de antigua fundación, que viven realidades bastante diferenciadas, a las que corresponden necesidades distintas, que esperan impulsos de evangelización diferentes” (Carta ap. Ubicumque et semper).

Es decir, la nueva evangelización es hoy necesaria no sólo porque, después de dos mil años, gran parte de la familia humana aún no reconoce a Cristo, sino también porque la situación en que la Iglesia y el mundo se encuentran plantea particulares desafíos a la fe religiosa y a las verdades morales que derivan de ella. Puesto que apremia construir en todas partes el entramado cristiano de la sociedad, urge también renovarlo donde sea preciso invitando a los bautizados a redescubrir el contenido y el significado de su propia identidad como personas cristianas y como Iglesia.

Usted asiste como experto al Sínodo. ¿Cuál será su tarea fundamental a diferencia de la de los Padres sinodales o los auditores?

--Prof. Aranda Lomeña: Los expertos tienen como función la de ayudar al Secretario Especial del Sínodo en aquellas tareas que, de acuerdo con sus conocimientos y capacitación, les sean requeridas.

Hay quien ha expresado su escepticismo ante este tipo de convocatorias en Roma, abogando más bien por sínodos continentales. ¿Qué piensa de ello?

--Prof. Aranda Lomeña: En realidad, no sabría qué decir acerca de un tal escepticismo, que me parece infundado. El Sínodo, que es un órgano consultivo al servicio del ministerio universal del Romano Pontífice, es convocado por el Papa y, como es lógico, reunido oportunamente junto a él en Roma. En un documento de conocimiento público, como es el Reglamento del Sínodo de los Obispos, se indica con precisión la tipología de las asambleas sinodales (cfr. cap. III, art. 4), distinguiendo –lo digo sucintamente– entre asambleas generales ordinarias (o extraordinarias), "cuando la materia a tratar, por su naturaleza e importancia, en relación al bien de la Iglesia universal, parece requerir la doctrina, la prudencia y el parecer de todo el Episcopado católico"; o asambleas especiales, "cuando la materia de mayor importancia se refiera al bien de la Iglesia, en relación a una o más regiones particulares". No es infrecuente que, tras una asamblea especial del Sínodo, el propio Santo Padre acuda a la región respectiva para entregar su Exhortación apostólica postsinodal.

¿Qué frutos espera de esta convocatoria de Benedicto XVI?

--Prof. Aranda Lomeña: Algo ya he señalado al respecto en la respuesta a la primera pregunta, pero podemos añadir algo más. Uno de los grandes retos a los que se enfrenta hoy la tarea evangelizadora de la Iglesia consiste en reavivar en los fieles cristianos el sentido de su vocación bautismal, es decir, el reto de formarles bien y propagar entre todos ellos la llamada a la santidad y al apostolado. “Hoy es necesario –ha escrito Benedicto XVI– un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Carta ap. Porta Fidei, n. 7). Ese es un punto importante, en el que fijar la atención, junto con otros de carácter teológico y pastoral. La convocatoria del presente Sínodo es un signo elocuente de que estamos en el tiempo oportuno para ahondar, de modo ordenado y sistemático –contando con la ayuda del Espíritu Santo–, en el significado, los presupuestos, las etapas y los modos de proceder de cara a la nueva evangelización.

Puede hablarnos de por dónde va ahora su actividad investigadora en el amplio campo de la teología?

--Prof. Aranda Lomeña: Yo he dedicado muchos años a trabajar, de manera principal, en el campo de la teología dogmática, prestando atención en especial a la reflexión trinitaria, a la cristología y a la antropología teológica. En estos últimos años, por razones diversas, tanto de carácter docente como de dirección de trabajos de investigación, me vengo ocupando también de la teología de la identidad cristiana, así como, en relación con ella, y siempre desde los fundamentos dogmáticos antes señalados, de algunos aspectos de la acción evangelizadora de la Iglesia.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Atrio de los Gentiles


Ser como san Francisco, acoger las diferencias evitando la confusión deletérea
Entrevista al obispo de Asís, monseñor Domenico Sorrentino
Por H. Sergio Mora

ROMA, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Mañana viernes 5 y el sábado 6 de octubre tendrá lugar en Asís, Italia, una nueva edición de El Atrio de Gentiles, un espacio neutro abierto a la reflexión también con los no creyentes, organizado por el Pontificio Consejo de la Cultura.

En esta ocasión, denominado El Atrio de Francisco, incluye una serie de iniciativas diferentes, entre ellas el diálogo entre y el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, y el presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, proveniente del Partido Comunista.
 
Zenit ha conversado con el obispo de Asís, monseñor Domenico Sorrentino, sobre el carisma de san Francisco, en particular respecto al evento El Atrio de Francisco, en la entrevista siguiente.
 
Uno tiene la impresión de que todos, independientemente de la corriente o pensamiento al que pertenecen dicen: "¡San Francisco es mío y pensaba como yo!"
 
--Mons. Sorrentino: San Francisco es de Jesús y del Evangelio, es necesario tener esta percepción profunda y clara de su identidad. Apenas se llega a las fuentes que hablan sobre él, apenas uno se acerca a él y ve desde su interior, uno se da cuenta de esto. Por supuesto, es también un santo que ha influido en la cultura y se presta a consideraciones de tipo social, incluso en una política sana. Pero lo que el nos da y que se renueva continuamente, es que eligió a Jesucristo, también la radicalidad de su vida y su pasión eclesial.

Por un lado se podría pensar que llegaba a todos gracias a un cierto "relativismo", pero en realidad era un santo muy radical.
 
--Mons. Sorrentino: San Francisco tenía un amor apasionado por Jesús y quería conformarse plenamente a Él y lo hizo de la manera más evangélica, aquella de la Cruz. Cristo es anunciado en la medida en que se hace siervo y se convierte en alimento: Francisco fue esto y nos enseña esto. 
 
En San Francisco existía una gran universalidad, si bien lo denominaron "el más italiano entre los santos"
 
--Mons. Sorrentino: Su universalidad expresa del mejor modo posible una de las dimensiones de nuestro carácter nacional italiano y de nuestra historia: Italia siempre en su configuración histórica se ha distinguido como tierra de integración.

Francisco desde el punto de vista de su experiencia evangélica también expresa lo mejor de esta característica nacional, y en este sentido no están contradicción su universalidad --que se expresa también en la frecuente utilización de otro idioma, el francés--, y su ser misionero siempre abierto a otros pueblos y culturas, con el retornar a su ciudad Asís, y tener raíces en la propia visión y horizonte de la cultura italiana.
 
El santo de Asís estaba abierto a la inmigración pero no a todo... 

--Mons. Sorrentino: Un modelo que nos ayuda a mantener nuestro punto de gravedad, el ser fieles a nuestra cultura, a defender los valores inalienables y al mismo tiempo hacerlo abriendo el corazón a los diversos que llegan entre nosotros, de manera que la apertura no nos conduzca a una confusión que sería perjudicial para nuestra vida y nuestra sociedad.
 
San Francisco en el
Atrio de los Gentiles, ¿cuáles son las expectativas hacia El Atrio de Francisco
 
--Mons. Sorrentino: Grandes porque el tema que se coloca en el centro es básico: "el misterio de Dios". Es un signo de este misterio que no ha sido superado en la cultura contemporánea, y además de máxima relevancia. Esperamos que a la sombra de san Francisco, una reflexión entre creyentes y no creyentes pueda llevarnos a interesarnos en este punto focal,  que además es el centro de energía vital de toda nuestra existencia. 
 
¿Cuántos son los invitados al Atrio de Francisco
Unas treinta personalidades. Será una gran experiencia como laboratorio de reflexión coral, también porque los participantes estarán de alguna manera implicados en las reflexiones. Por lo tanto será importante no sólo escuchar a los oradore sino para participar y sentirse llevados a una reflexión profunda.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Comentario al Evangelio


Amor, placer y felicidad sin fin
Comentario al evangelio del Domingo 27° del T.O./B
ROMA, 4 octubre 2012 (ZENIT.org).-Ofrecemos el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador padre Jesús Álvarez, paulino.

*****

Por Jesús Álvarez SSP

"Llegaron donde Jesús unos fariseos que querían ponerlo a prueba y le preguntaron: "¿Puede un marido despedir a su esposa?" Les respondió: "¿Qué les ha ordenado Moisés?" Contestaron: "Moisés ha permitido firmar un acta de separación y después divorciarse". Jesús les dijo: "Moisés, al escribir esta ley, tomó en cuenta lo tercos que eran ustedes. Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer; por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe". Cuando ya estaban en casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo, y él les dijo: "El que se separa de su esposa y se casa con otra mujer, comete adulterio contra su esposa; y si la esposa abandona a su marido para casarse con otro hombre, también ésta comete adulterio". (Mc. 10, 2-16; ndr. forma breve: 10,2-12)

El matrimonio tiene sentido y destino de éxito eterno en el amor, en el placer y felicidad sin fin, porque el amor, que es su fundamento y su vida, tiende a crecer indefinidamente, hasta hacerse eterno. Los esposos que se aman de verdad, desean que la felicidad propia del matrimonio y de la familia, se haga eterna. Pero eso tiene un costo: cumplir las leyes del amor verdadero dadas por el Creador del matrimonio, y evitar cuanto pueda destruirlo, sobre todo el egoísmo que suplanta al amor.

Al amor verdadero van siempre unidas la libertad y la felicidad, incluso en medio del sufrimiento, y a veces gracias al sufrimiento, por paradójico que parezca. La indisolubilidad del matrimonio propuesta por Jesús, no es cuestión de leyes, sino de vida y de amor; es la posibilidad, la oportunidad y responsabilidad para el amor total, para la felicidad en el tiempo y en la eternidad: felicidad  de la mente, del corazón, del espíritu y del cuerpo, ya en esta vida, en cuanto es posible.

Pero esto no es gratuito, y muchos optan por no pagar su precio, cediendo al engaño fatal de tomar por amor y felicidad lo que es solo un poco de placer fugaz del cuerpo, mientras que la felicidad es conquista de la mente, del corazón, de la voluntad y del corazón: brota de las profundidades del ser, de los valores esenciales de la persona total y de la vida.

La indisolubilidad del matrimonio no es un castigo, sino un programa de vida plena y feliz, a pesar de los sufrimientos. Jesús ratifica el plan inicial de Dios, sin conceder rebajas al egoísmo. Sabe muy bien que cualquier otro camino lleva al fracaso, al sufrimiento. Los fracasos matrimoniales son tantos porque son muy pocos los que buscan y viven el amor verdadero: el amor-felicidad-libertad, sumergido en el amor de Dios, su fuente. El amor cortado de esa fuente, se pervierte en egoísmo y siembra desolación, como vemos a diario y en todo el mundo.

El matrimonio indisoluble es una buena noticia, un sí a la familia, a la vida, a la felicidad, a la dignidad de la mujer y del hombre, al amor pleno, al derecho del niño a nacer, a tener y amar a un padre y a una madre que se amen y lo amen. Es un sí a la felicidad temporal de la familia, que encontrará la plenitud de la felicidad en la Familia Trinitaria, origen y meta de toda familia.

Los padres tienen también la misión de engendrarse mutuamente y engendrar a sus hijos para la vida eterna,que constituye el éxito final y total del matrimonio, del amor conyugal y familiar. Pues ¿de qué les sirve a los esposos ganar todo el mundo y engendrar hijos e hijas, si al final los pierden y se pierden a símismos? La sexualidad, para que sea realmente humana, feliz y salvadora, debe ser comunión de amor entre dos, en cuerpo y espíritu, pero a la vez comunión de amor con Dios, creador de la vida, de la sexualidad, del amor y de la familia.

Una pareja o familia sin amor, es un lugar de fiesta convertido en infierno. La solución no está en destruir la planta con el divorcio, sino en volver decididos a cultivarla con amor, fe, oración, esperanza, decisión, perseverancia y optimismo, pues para Dios y para quien cree en él y a él se acoge, nada hay imposible.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Espiritualidad


Creyentes y no creyentes recuerdan hoy a san Francisco de Asís
Modelo de vida evangélica que trascendió las fronteras de la Iglesia
ROMA, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- La figura de san Francisco de Asís ha sido un modelo de vida evangélica que ha trascendido las fronteras de la Iglesia. Creyentes y no creyentes, desde el sector social al religioso, pasando por el ecológico, lo tienen como inspiración en sus esfuerzos por seguir a Jesucristo, a quien el "pobrecillo de Asís" imitó hasta el final sin acomodos. Con motivo de esta festividad reproducimos un artículo publicado por el director de la revista Ecclesia de España, Jesús de las Heras M.

******

“Quién por fraile o por hermano, todo el mundo es franciscano”

Por Jesús de las Heras M.

La cita anual en el calendario litúrgico de la Iglesia en torno a la fiesta de San Francisco de Asís es una convocatoria siempre gozosa y festiva. Evocar y celebrar a Francisco es sumergirse en el manantial de la gracia de Dios, en las fuentes del verdadero y apasionado seguimiento de Jesucristo. Francisco de Asís siempre llega a la comunidad cristiana y a tantas y tantas otras personas como una bocanada de aire puro, fresco, fragante y renovador. El 4 de octubre es San Francisco de Asís, el santo que no pasa de moda, el cristiano que más se ha parecido a Cristo.

Decir Francisco es decir Evangelio, evangelio sin glosa, evangelio vivo, vivido y transmitido. Es decir radicalidad, idealismo, fraternidad, pobreza, paz, humildad, minoridad, conversión, cruz, gracia. Es decir, Dios, “mi Dios y mi todo”. Es decir el Dios que es “todo Bien, sumo Bien, Dios vivo y verdadero”.

Con razón el pobrecillo de Asís –“il poverello”-, el “mínimo y dulce Francisco” –en hermosa y acertada frase del poeta Rubén Darío- ha sido considerado como el cristiano que más se ha parecido a Jesucristo y como el principal o, al menos, uno de los principales personajes de todo el segundo milenio de la era cristiana. Francisco es amado no solo por la gran familia franciscana y por los miembros de la Iglesia, sino por tantas otras personas, cristianas o no, creyentes o no creyentes.

Llegar al corazón de todos, de tantos

Y es que Francisco ha llegado y llega al corazón de pobres y de ricos, de intelectuales y de iletrados, de laicos y de consagrados, de sacerdotes y de vocacionados, de nobles y de plebeyos. Prueba de ello es la fecundidad casi inagotable de su carisma, traducido a Órdenes e Institutos consagrados y laicales masculinos y femeninos, a movimientos, patronazgos, asociaciones…

¿Cuántas personas integran la gran familia franciscana? Se habla de más de setecientos mil seglares afiliados formalmente a ella. Los religiosos son en torno a cincuenta mil entre menores, conventuales, capuchinos, franciscanos de la TOR, franciscanos de la Cruz Blanca, franciscanos de María… Todas estas Instituciones tienen, a su vez, rama femenina, bien poblada y frondosa. Asimismo, a partir del siglo XIX, al autorizarse la vida consagrada activa para las mujeres, surgieron numerosas congregaciones de matriz franciscana, que sumaban muchos miles de consagradas. ¿Hasta un millón de católicos están jurídicamente relacionados con San Francisco? ¿Y cuántos más lo están –lo estamos- en el corazón?

San Francisco de Asís es patrono de los ecologistas, de los agentes forestales, de parroquias, de ciudades –como San Francisco, en USA, una de las principales metrópolis del país-, de los veterinarios, de los escultistas, de los pacifistas, de los belenistas… Como escribía el sacerdote y poeta catalán del siglo XIX -uno de los referentes de la literatura catalana- Jacinto Verdaguer, terciario franciscano, “quien por fraile quien por hermano, todo el mundo es franciscano”.

De todas las ramas franciscanas, han florecido en santidad 571 santos y beatos, al menos. Ninguna otra familia religiosa tiene tantos. Y algunos, como Santa Clara de Asís, San Pedro de Alcántara, San Maximiliano María Kolbe, o San Pío de Pietrelcina, de un nivel tan elevado y tan próximo al mismo Francisco.

El clamor de la historia y de la humanidad

Otro ejemplo de este clamor de la historia y del presente lo podemos encontrar en la riqueza y vitalidad de la iconografía franciscana. ¿Quién no ha oído hablar de la Tau, del cordón franciscano, del sayal, de los estigmas o del Cristo de San Damián?

Pero mayor clamor aún lo encontramos en la repercusión y huella de Francisco en la historia de la cultura. Giotto, Velázquez, Murillo, Zurbarán lo pintaron con primor y, en estela de estos grandísimos de la pintura, José Segrelles y hasta el mismo Joan Miró plasmaron a Francisco en sus creaciones. Al menos media docena de películas de gran metraje se han hecho sobre él: desde “Il poverello d´Assisi”, ya en 1911, en los mismos albores del cine, hasta “Francesco”, de Liliana Cavani, en 1989, o la película que más ha influido en el fervor popular por Francisco “Hermano sol, hermana luna” de Franco Zeffirelli, en 1972, o “Francisco, juglar de Dios”, de Roberto Rosellini, en 1959.

Hasta el extinto grupo musical “Mecano” le dedicó hace dos décadas una hermosa canción, “Hermano sol, hermana luna”. Hasta el dramaturgo agnóstico y a veces irreverente Darío Fo, italiano como Francisco y premio Nobel de literatura, hizo y representó una bella obra teatral sobre él. Las páginas de los musicales de las tres últimas décadas contienen asimismo memorables escenificaciones y recreaciones como la juvenil obra “Forza, venite gente”, con admirables canciones como “Luna”, “Laudato sia, mi Signore”, cuajadas de belleza y de contenidos e invitaciones pastorales.

Literatos tan extraordinarios como Dante, Todi, Tasso, Chesterston, Rubén Darío, Valle Inclán, Julien Green, Kazantzakis, escribieron espléndidas páginas de la mejor literatura en memoria y honor del “Poverello”. El mismo Miguel Cervantes, que fue terciario franciscano, pudo inspirarse en él para reflejar alguno de los rasgos de su inmoral Don Quijote de la Mancha. Hasta José Saramago y Álvaro Pombo lo han hecho y con respeto. Diríase que todos ellos y tantos otros han querido rendir un homenaje al autor del “Cántico a las criaturas” y de “Las florecillas”. Diríase que, desde sus situaciones personales de creencia o de increencia, se han acercado reverencialmente, respetuosamente, admirativamente, a este creyente, a este cristiano por antonomasia, sobre quien han escrito también extraordinarias biografías autores religiosos tan relevantes como Ignacio Larrañaga, Eloi Leclerq, Carlo Carreto…

Pero, ¿cuál es el secreto de Francisco?

Sí, todo esto es verdad. Pero ¿cómo es posible? ¿Cuál es la razón, la clave, el misterio de Francisco? ¿Cómo es posible que ocho siglos después siga de moda, vivo, fresco, atrayente, interpelador? ¿Cuál es su secreto? La respuesta es sencilla: su condición de enamorado y apasionado de Jesucristo, su Dios y su todo. Francisco no es una “marca” de moda, una referencia sólo humanamente atractiva. Sí, lo es, pero lo es desde su radicalidad en la imitación de Jesucristo pobre y crucificado. Lo es desde su itinerario de permanente conversión, desde su búsqueda de la santidad, desde su seguimiento fiel y fecundo del Evangelio “sin glosa”. Cercano ya al final de su vida, Francisco recibió en el monte Alverna los estigmas de la cruz. Pero antes, mucho antes, el corazón y el alma de Francisco habían sido ya “heridos” y transfigurados por las llagas del Señor.

La historia de Francisco es la historia de la gracia y de la conversión. Es la historia de la respuesta fiel, generosa y abnegada de quien se siente irresistiblemente atraído por Jesús. Es la historia de un hombre para los demás, que y porque fue un hombre para Dios y de Dios, sin Quien el mundo y el hombre pierden su fundamento y su dirección de marcha. Francisco es testimonio elocuente y grandioso de que Dios es, de que Dios existe, de que Dios es amor, de que no podemos vivir sin este amor, sin este Dios. Francisco es anhelo y realización, desde este Dios del Amor, de las aspiraciones más profundas y más nobles del corazón del hombre. Francisco expresa y ejemplariza además las dos tendencias y tensiones del creyente en busca del equilibrio y de la propia vocación: la ascética y la mística, la misión y la contemplación, la oración y la caridad.

Y lo demás -que en su vida fue tanto y tan grande- a él se le dio y a nosotros se nos dará y vendrá por añadidura: la paz, la fraternidad, la pobreza, la humildad, la caridad, el respeto y la promoción de la naturaleza. Y todo porque Francisco descubrió, siguió, amó y transmitió al Cristo total: al Amor Encarnado, al Amor Crucificado y al Amor Resucitado.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Flash


Goya Producciones abre nueva tienda web
Ofrece productos culturales cristianos propios y de otras empresas
MADRID, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Los amantes de vídeos, música, o libros con valores cristianos ya pueden visitar la nueva tienda web de Goya Producciones.

Reúne en una misma tienda, además de sus producciones propias, una cuidada selección de productos culturales cristianos de otras editoriales.

Con esta iniciativa, Goya Producciones afirma querer "contribuir así al esfuerzo de la Nueva Evangelización al que el Santo Padre invita a todos los fieles".

Un amplio escaparate para quienes, además de querer contribuir a este proyecto, quieran recomendarlo a sus amistades, familiares, o a través de Twitter y Facebook.

Para entrar en la tienda: encristiano.com.

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=HR0n9sUX80Q.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Producción audiovisual para conocer al nuevo Doctor de la Iglesia
Con un spot se difunden los principales rasgos de la vida y obra de san Juan de Ávila
ROMA, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Como es sabido por todos, este domingo 7 el santo padre Benedicto XVI proclamará a los santos Juan de Ávila e Hildegarda de Bingen como “Doctores de la Iglesia Universal”.

Por este motivo, y con el fin de difundir este importante acontecimiento, la “Junta San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia” adscrita a la Conferencia Episcopal Española, ha producido un spot de video que muestra los principales rasgos del presbítero andaluz, patrono del Clero diocesano español.

La producción puede verse en: 

www.youtube.com/watch?v=FYO9Njqz9Q8&list=UUIopiz8j1DjDi3SbLM3X-2w&index=2&feature=plcp

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Documentación


'Sobre los nacionalismos y sus exigencias morales'
La Conferencia Episcopal española recuerda su doctrina sobre los nacionalismos
MADRID, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Los obispos españoles han salido al paso de la actual situación que vive España, con el despuntar reciente de algunas iniciativas nacionalistas, recordando, en un anexo de su declaración titulada "Ante la crisis, solidaridad", algunos puntos de su instrucción pastoral de 23 de noviembre de 2006, concretamente los números 70-76. Ofrecemos el texto de dicho anexo.

***

LXXXVIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Instrucción Pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España (23 de noviembre de 2006), números 70 - 76.

70.

Creemos necesario decir una palabra sosegada y serena que, en primer lugar, ayude a los católicos a orientarse en la valoración moral de los nacionalismos en la situación concreta de España. Pensamos que estas orientaciones podrán ayudar también a otras personas a formarse una opinión razonable en una cuestión que afecta profundamente a la organización de la sociedad y a la convivencia entre los españoles. No todos los nacionalismos son iguales. Unos son independentistas y otros no lo son. Unos incorporan doctrinas más o menos liberales y otros se inspiran en filosofías más o menos marxistas.

71.

Para emitir un juicio moral justo sobre este fenómeno es necesario partir de la consideración ponderada la realidad histórica de la nación española en su conjunto. Los diversos pueblos que hoy constituyen el Estado español iniciaron ya un proceso cultural común, y comenzaron  a encontrarse en una cierta comunidad de intereses e incluso de administración como consecuencia de la romanización de nuestro territorio. Favorecido por aquella situación, el anuncio de la fe cristiana alcanzó muy pronto a toda la Península, llegando a constituirse, sin demasiada dilación, en otro elemento fundamental de acercamiento y cohesión. Esta unidad cultural básica de los pueblos de España, a pesar de las vicisitudes sufridas a lo largo de la historia, ha buscado también, de distintas maneras, su configuración política. Ninguna de las regiones actualmente existentes, más o menos diferentes, hubiera sido posible tal como es ahora, sin esta antigua unidad espiritual y cultural de todos los pueblos de España.

72.

La unidad histórica y cultural de España puede ser manifestada y administrada de muy diferentes maneras. La Iglesia no tiene nada que decir acerca de las diversas fórmulas políticas posibles. Son los dirigentes políticos y, en último término, los ciudadanos, mediante el ejercicio del voto, previa información completa, transparente y veraz, quienes tienen que elegir la forma concreta del ordenamiento jurídico político más conveniente. Ninguna fórmula política tiene carácter absoluto; ningún cambio podrá tampoco resolver automáticamente los problemas que puedan existir. En esta cuestión, la voz de la Iglesia se limita a recomendar a todos que piensen y actúen con la máxima responsabilidad y rectitud, respetando la verdad de los hechos y de la historia, considerando los bienes de la unidad y de la convivencia de siglos y guiándose por criterios de solidaridad y de respeto hacia el bien de los demás. En todo caso, habrá de ser respetada siempre la voluntad de todos los ciudadanos afectados, de manera que las minorías no tengan que sufrir imposiciones o recortes de sus derechos, ni las diferencias puedan degenerar nunca en el desconocimiento de los derechos de nadie ni en el menosprecio de los muchos bienes comunes que a todos nos enriquecen.

73.

La Iglesia reconoce, en principio, la legitimidad de las posiciones nacionalistas que, sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos, pretendan modificar la unidad política de España. Pero enseña también que, en este caso, como en cualquier otro, las propuestas nacionalistas deben ser justificadas con referencia al bien común de toda la población directa o indirectamente afectada. Todos tenemos que hacernos las siguientes preguntas. Si la coexistencia cultural y política, largamente prolongada, ha producido un entramado de múltiples relaciones familiares, profesionales, intelectuales, económicas, religiosas y políticas de todo género, ¿qué razones actuales hay que justifiquen la ruptura de estos vínculos? Es un bien importante poder ser simultáneamente ciudadano, en igualdad de derechos, en cualquier territorio o en cualquier ciudad del actual Estado español. ¿Sería justo reducir o suprimir estos bienes y derechos sin que pudiéramos opinar y expresarnos todos los afectados?[37]

74.

Si la situación actual requiriese algunas modificaciones del ordenamiento político, los Obispos nos sentimos obligados a exhortar a los católicos a proceder responsablemente, de acuerdo con los criterios mencionados en los párrafos anteriores, sin dejarse llevar por impulsos egoístas ni por reivindicaciones ideológicas. Al mismo tiempo, nos sentimos autorizados a rogar a todos nuestros conciudadanos que tengan en cuenta todos los aspectos de la cuestión, procurando un reforzamiento de las motivaciones éticas, inspiradas en la solidaridad más que en los propios intereses. Nos sirven de ayuda las palabras del Papa Juan Pablo II a los Obispos italianos: “Es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada”[38] por parte de todos. Hay que evitar los riesgos evidentes de manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública en favor de pretensiones particularistas o reivindicaciones ideológicas.

75.

La misión de la Iglesia en relación con estas cuestiones de orden político, que afectan tan profundamente al bienestar y a la prosperidad de todos los pueblos de España, consiste nada más y nada menos que en “exhortar a la renovación moral y a una profunda solidaridad de todos los ciudadanos, de manera que se aseguren las condiciones para la reconciliación y la superación de las injusticias, las divisiones y los enfrentamientos”[39].

76.

Con verdadero encarecimiento nos dirigimos a todos los miembros de la Iglesia, invitándoles a elevar oraciones a Dios en favor de la convivencia pacífica y la mayor solidaridad entre los pueblos de España, por caminos de un diálogo honesto y generoso, salvaguardando los bienes comunes y reconociendo los derechos propios de los diferentes pueblos integrados en la unidad histórica y cultural que llamamos España. Animamos a los católicos españoles a ejercer sus derechos políticos participando activamente en estas cuestiones, teniendo en cuenta los criterios y sugerencias de la moral social católica, garantía de libertad, justicia y solidaridad para todos.

NOTAS

[37] “Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear no sería prudente ni moralmente aceptable. Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria”: LXXIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, BOCEE 16 (31. XII. 2002) 91-101, número 35.

[38] Juan Pablo II, Mensaje a los Obispos italianos sobre las responsabilidades de los católicos ante los desafíos del momento histórico actual, 6 de enero de 1994.

[39] Juan Pablo II, Mensaje a los Obispos italianos sobre las responsabilidades de los católicos ante los desafíos del momento histórico actual, 6 de enero de 1994.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


'Quiero confiar a la Madre de Dios este tiempo especial de gracia para la Iglesia'
Homilía de Benedicto XVI en su peregrinación al santuario mariano de Loreto
LORETO, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI emprendió esta mañana una peregrinación al santuario de Loreto, Italia, para pedir ante Nuestra Señora por los frutos de las próximas convocatorias del Año de la Fe, la conmemoración de los 50 años del Concilio Vaticano II y el próximo Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización. A las 10,30, el santo padre presidió una solemne celebración eucarística, en la plaza de la Virgen de Loreto. Ofrecemos a los lectores el texto de la homilía de Benedicto XVI.

*****

Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado,
queridos hermanos y hermanas.

El cuatro de octubre de 1962, el beato Juan XXIII vino en peregrinación a este Santuario para encomendar a la Virgen María el Concilio Ecuménico Vaticano II, que se inauguró una semana después. En aquella ocasión, él, que tenía una profunda y filial devoción por la Santísima Virgen, se dirigió a ella con estas palabras: «Hoy, una vez más, y en nombre de todo el Episcopado, a Vos, dulcísima Madre, que sois llamada Auxilium Episcoporum, pedimos para Nos, obispo de Roma y para todos los obispos del universo, que nos obtengáis la gracia de entrar en el aula conciliar de la Basílica de San Pedro como entraron, en el Cenáculo, los Apóstoles y los primeros discípulos de Jesús: un corazón solo, una sola palpitación de amor a Cristo y a las almas, un solo propósito de vivir y de inmolarnos por la salvación de los individuos y de los pueblos. Así, por vuestra maternal intercesión, en los años y en los siglos futuros, se pueda decir que la gracia de Dios ha precedido, acompañado y coronado el XXI Concilio Ecuménico, infundiendo en los hijos todos de la Santa Iglesia nuevo fervor, arranque de generosidad, firmeza de propósitos» (AAS 54 [1962], 727).

Hace cincuenta años, después de haber sido llamado por la divina Providencia a suceder en la cátedra de Pedro a ese Papa inolvidable, también yo he venido aquí peregrino para encomendar a la Madre de Dios dos importantes iniciativas eclesiales: El Año de la fe, que comenzará dentro de una semana, el 11 de octubre, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que he convocado para este mes de octubre con el tema «La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana». Queridos amigos, a todos vosotros dirijo mi más cordial saludo.

Agradezco a Mons. Giovanni Tonucci, Arzobispo de Loreto, su cálida bienvenida. Saludo a los demás obispos presentes, a los sacerdotes, a los padres capuchinos, a quienes ha sido encomendado el cuidado pastoral del santuario, y a las religiosas. Dirijo un deferente saludo al alcalde, Doctor Paolo Niccoletti, al que agradezco sus corteses palabras, al representante del Gobierno y a las autoridades civiles y militares aquí presentes. Y mi agradecimiento se dirige a todos los que han ofrecido su colaboración generosa para hacer posible mi peregrinación.

Como recordaba en la Carta apostólica de convocatoria, con el Año de la fe «deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe» (Porta fidei, 8). Y precisamente aquí, en Loreto, tenemos la oportunidad de ponernos a la escuela de María, de aquella que ha sido proclamada «bienaventurada» porque «ha creído» (Lc 1,45). Este santuario, construido entorno a su casa terrenal, custodia la memoria del momento en el que el ángel del Señor vino a María con el gran anuncio de la Encarnación, y ella le dio su respuesta. Esta humilde morada es un testimonio concreto y tangible del suceso más grande de nuestra historia: la Encarnación; el Verbo se ha hecho carne, y María, la sierva del Señor, es el canal privilegiado a través del cual Dios ha venido a habitar entre nosotros (cf. Jn 1,14). María ha ofrecido la propia carne, se ha puesto totalmente a disposición de la voluntad divina, convirtiéndose en «lugar» de su presencia, «lugar» en el que habita el Hijo de Dios. Aquí podemos evocar las palabras del salmo con las que Cristo, según la Carta a los Hebreos, ha iniciado su vida terrena diciendo al Padre: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo… Entonces yo dije: He aquí que vengo… para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad» (10, 5.7). María dice algo muy parecido al ángel que le revela el plan de Dios sobre ella: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). La voluntad de María coincide con la voluntad del Hijo en el único proyecto de amor del Padre y en ella se unen el cielo y la tierra, Dios creador y su criatura. Dios se hace hombre, María se hace «casa viviente» del Señor, templo donde habita el Altísimo. Hace cincuenta años, aquí en Loreto, el beato Juan XXIII invitaba a contemplar este misterio, «a reflexionar sobre aquella conjunción del cielo con la tierra que fue el objetivo de la Encarnación y de la Redención», y continuaba afirmando que el mismo Concilio tenía como objetivo concreto extender cada vez más el rayo bienhechor de la Encarnación y Redención de Cristo en todas las formas de la vida social (cf. AAS 54 [1962], 724). Ésta es una invitación que resuena hoy con particular fuerza. En la crisis actual, que afecta no sólo a la economía sino a varios sectores de la sociedad, la Encarnación del Hijo de Dios nos dice lo importante que es el hombre para Dios y Dios para el hombre. Sin Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su propio egoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales sobre los valores, el tener sobre el ser. Es necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre. Con Dios no desaparece el horizonte de la esperanza incluso en los momentos difíciles, de crisis: la Encarnación nos dice que nunca estamos solos, Dios ha entrado en nuestra humanidad y nos acompaña.

Pero que Hijo de Dios habite en la «casa viviente», en el templo, que es María, nos lleva a otro pensamiento: donde Dios habita, reconocemos que todos estamos «en casa»; donde Cristo habita, sus hermanos y sus hermanas jamás son extraños. María, que es la madre de Cristo, es también madre nuestra, nos abre la puerta de su casa, nos guía para entrar en la voluntad de su Hijo. Así pues, es la fe la que nos proporciona una casa en este mundo, la que nos reúne en una única familia y nos hace a todos hermanos y hermanas. Contemplando a María debemos preguntarnos si también nosotros queremos estar abiertos al Señor, si queremos ofrecer nuestra vida para que sea su morada; o si, por el contrario, tenemos miedo a que la presencia del Señor sea un límite para nuestra libertad, si queremos reservarnos una parte de nuestra vida, para que nos pertenezca sólo a nosotros. Pero es Dios precisamente quien libera nuestra libertad, la libera de su cerrarse en sí misma, de la sed de poder, de poseer, de dominar, y la hace capaz de abrirse a la dimensión que la realiza en sentido pleno: la del don de sí, del amor, que se hace servicio y colaboración.

La fe nos hace habitar, vivir, pero también nos hace caminar por la senda de la vida. En este sentido, la Santa Casa de Loreto conserva también una enseñanza importante. Como sabemos, fue colocada en un camino. Esto podría parecer algo extraño: desde nuestro punto de vista, de hecho, la casa y el camino parecen excluirse mutuamente. En realidad, precisamente este aspecto singular de la casa, conserva un mensaje particular. No es una casa privada, no pertenece a una persona o a una familia, sino que es una morada abierta a todos, que está, por decirlo así, en el camino de todos nosotros. Así encontramos aquí en Loreto una casa en la que podemos quedarnos, habitar y que, al mismo tiempo, nos hace caminar, nos recuerda que todos somos peregrinos, que debemos estar siempre en camino hacia otra morada, la casa definitiva, la Ciudad eterna, la morada de Dios con la humanidad redimida (cf. Ap 21,3).

Todavía hay otro punto importante en la narración evangélica de la Anunciación que quisiera subrayar, un aspecto que no deja nunca de asombrarme: Dios solicita el «sí» del hombre, ha creado un interlocutor libre, pide que su criatura le responda con plena libertad. San Bernardo de Claraval, en uno de sus más celebres sermones, casi «representa» la expectación por parte de Dios y de la humanidad del «sí» de María, dirigiéndose a ella con una súplica: «Mira, el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió… Oh Señora, da esta respuesta que esperan la tierra, los infiernos, e incluso los cielos esperan. Así como el Rey y Señor de todos deseaba ver tu belleza, así desea ardientemente tu respuesta positiva… Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento» (In laudibus Virginis Matris, Homilía 4,8: Opera omnia, edición cisterciense, 4 [1966], 53-54). Dios pide la libre adhesión de María para hacerse hombre. Cierto, el «sí» de la Virgen es fruto de la gracia divina. Pero la gracia no elimina la libertad, al contrario, la crea y la sostiene. La fe no quita nada a la criatura humana, sino que permite su plena y definitiva realización.

Queridos hermanos y hermanas, en esta peregrinación, que vuelve a recorrer la que realizó el beato Juan XXIII –y que tiene lugar providencialmente el día en que se recuerda a san Francisco de Asís, verdadero «Evangelio viviente»– quisiera encomendar a la Santísima Madre de Dios todas las dificultades que vive nuestro mundo en búsqueda de serenidad y de paz, los problemas de tantas familias que miran al futuro con preocupación, los deseos de los jóvenes que se abren a la vida, los sufrimientos de quien espera gestos y decisiones de solidaridad y amor. Quiero confiar también a la Madre de Dios este tiempo especial de gracia para la Iglesia, que se abre ante nosotros. Tú, Madre del «sí», que has escuchado a Jesús, háblanos de él, nárranos tu camino para seguirlo por la vía de la fe, ayúdanos a anunciarlo para que cada hombre pueda acogerlo y llegar a ser morada de Dios. Amén.

© Copyright 2012 - Librería Editorial Vaticana

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Doctorado de san Juan de Ávila: Sentimos el deber de dar a conocer al mundo esta perla preciosa de la Iglesia universal
Rueda de prensa del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández
CORDOBA, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores una síntesis de la rueda de prensa, dada este miércoles, por el obispo de Córdoba Demetrio Fernández sobre los preparativos de su diócesis, en la que estaba incardinado san Juan de Ávila, y los de la Iglesia en España, con motivo de la proclamación por Benedicto XVI del nuevo doctor de la Iglesia el próximo 7 de octubre.

*****

En torno al doctorado de San Juan de Ávila

Córdoba, 3 de octubre de 2012

Clericus cordubensis

San Juan de Ávila es un cura de la diócesis de Córdoba. Si fuera miembro de una familia religiosa, lógicamente esa familia se sentiría muy honrada con que uno de sus miembros fuera declarado doctor de la Iglesia universal (p.e., Santa Teresa de Jesús para la Orden Carmelitana, etc). A veces hay la sensación de que siendo sacerdote diocesano, no tiene familia. Y no es así. El sacerdote diocesano pertenece a una familia, a una diócesis, a un presbiterio presidido por un obispo. San Juan de Ávila es sacerdote diocesano de Córdoba. En el perfil del sacerdote diocesano es muy importante la incardinación en una diócesis concreta. Eso configura su ser y su estar en la Iglesia, eso le da una espiritualidad propia, una manera de vivir la santidad a la que todos estamos llamados. San Juan de Ávila es clericus cordubensis, cura de la diócesis de Córdoba, y en cuanto tal, patrono del clero secular español (desde 19469. Y por eso, la diócesis de Córdoba se siente especialmente honrada con este acontecimiento de Iglesia universal.

Peregrinos a Roma

En el Año de la fe, en la Misa de inauguración del Sínodo de la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, el 7 de octubre de 2012 San Juan de Ávila es propuesto por el Papa Benedicto XVI como doctor de la Iglesia, como modelo de la nueva evangelización.

Un buen grupo de personas de la diócesis de Córdoba (en torno a 300) se desplazarán a Roma para asistir a los actos del doctorado. El Sr. Obispo, el Consejo Episcopal, el Seminario y muchos sacerdotes diocesanos, y un buen grupo de seglares, tendrán lugar preferente en la Plaza de San Pedro.- Francisco Almedina, montillano y padre de familia, presentará las ofrendas al Santo Padre en la Misa. El Santo Padre recibirá posteriormente al Sr. Obispo de Córdoba y al Rector de la Basílica Pontificia de Montilla para hacerle entrega de una Cruz pectoral con reliquia de San Juan de Ávila, labrada en oro por los orfebres cordobeses Hnos. Sola, diseñada por Ana Infante, y una imagen de san Juan de Ávila, tallada por el escultor cordobés Marco-Augusto Dueñas.

Año jubilar en Montilla

El acontecimiento va seguido de un Año jubilar en Montilla, desde el 12 de octubre de 2012 hasta el 19 de octubre de 2013, un año de gracia especial junto al sepulcro del nuevo doctor, maestro de santos, para experimentar de cerca su intercesión y recibir de él un estímulo hacia la santidad a la que Dios nos llama, en cualquier estado de vida: en la vida seglar, en la vida consagrada, en la vida sacerdotal. Pedimos especialmente en este Año muchos y santos sacerdotes al estilo de San Juan de Ávila que afronten la nueva evangelización de nuestro tiempo.

El 12 de octubre, a las 7 de la tarde, Misa en la plaza de la Rosa de Montilla. Y a continuación, el Obispo abre la puerta santa del Año jubilar en la Basílica Pontificia, donde podrán entrar todos los que quieran ganar el jubileo. La imagen de san Juan de Ávila procesionará por vez primera en Montilla, desde la Parroquia de Santiago hasta la plaza de la Rosa, para la Misa. Y después de Misa hasta la Basílica Pontificia, donde es venerado su sepulcro.

Estamos invitados a peregrinar a Montilla, para visitar los lugares avilistas y venerar su sepulcro, para acercarnos más a Dios y recibir su perdón abundante: parroquias, grupos cristianos, colegios, comunidades, cofradías y hermandades. ¡Todos a Montilla en este año jubilar! Ponerse en contacto con la Basílica Pontificia y el Centro Diocesano San Juan de Ávila (oficina@juandeavila.net). Se ha dispuesto un albergue para jóvenes, que quieran peregrinar varios días.

El relicario que contiene el corazón de San Juan de Ávila peregrinará por todas las diócesis que lo soliciten en España y en América Latina.

Misa de Acción de gracias de toda la diócesis en la Catedral de Córdoba

El domingo 14 de octubre, en la S.I. Catedral de Córdoba, a las 12 del mediodía, Misa solemne de acción de gracias por el doctorado de San Juan de Ávila, en el Año de la fe. Está convocada toda la diócesis, desde la Sierra a la Campiña, el Valle y la Ciudad. Niños, jóvenes, adultos, catequistas, voluntarios de Cáritas, cofradías con sus estandartes, comunidades, grupos apostólicos, colegios. Comienza la procesión a las 11 de la mañana en la parroquia San José y Espíritu Santo para pasar por el puente romano con el relicario del corazón de San Juan de Ávila, entrar por el arco de triunfo en la ciudad y llegar a la Catedral para la Misa de 12, que transmitirá en directo 13TV para toda España.

La Misa del domingo 28 de octubre, a las 10,30 de la mañana, será transmitida en directo por la 2 de TVE en el programa “El día del Señor”, con un previo desde Montilla.

La Conferencia Episcopal Española en pleno peregrina a Montilla

El 23 de noviembre de 2012, la Conferencia Episcopal Española, actora y promotora de la Causa de canonización (1970) y doctorado (2012) de San Juan de Ávila, peregrina a Montilla para ganar el jubileo, con una concelebración presidida por el Cardenal Rouco, arzobispo de Madrid y presidente de la CEE. Todos los Obispos españoles, a Montilla. Será una jornada singular para la ciudad del nuevo doctor.

Un Congreso Internacional en Córdoba, sobre el nuevo doctor

La figura del nuevo doctor de la Iglesia universal es de una talla impresionante. La diócesis de Córdoba siente el reto de dar a conocer a este clericus cordubensis a todo el mundo. Y por eso anuncia un Congreso Internacional sobre San Juan de Ávila para el mes de abril de 2013, en el marco del Año jubilar. Se trata de profundizar en su figura, en su doctrina, en su espiritualidad, en su talante pastoral, desde los distintos puntos de vista: teológico, histórico, literario, místico, pedagógico, de maestro de niños, jóvenes y adultos, de predicador, consejero espiritual y hombre de Dios, de reformador de la Iglesia y promotor de sacerdotes santos. Un cura secular, modelo para todo cristiano.

Se trata de un acontecimiento deseado desde hace siglos, y del que nosotros somos testigos directos. Nos han precedido generaciones y generaciones, sobre todo de sacerdotes y obispos, que lo han pedido y deseado, y hoy nos es concedido a nosotros vivirlo en directo. Demos gracias a Dios. Los obispos de Córdoba a lo largo de estos siglos han impulsado la causa de múltiples maneras. Sus paisanos de Almodóvar del Campo (Ciudad Real) han contribuido notablemente, a través de los Trinitarios, ya que San Juan de Ávila es primo del reformador de la orden trinitaria, San Juan Bautista de la Concepción (Almodóvar del Campo, 1561 – Córdoba, 1613). Los Reyes de España han seguido de cerca y han apoyado este largo proceso, sobre todo, Felipe V y Carlos IV, a través de los cardenales-arzobispos de Toledo. Los sacerdotes seculares naturales de Madrid han dado un impulso definitivo a la causa. Y ya en el siglo XX, la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, la Conferencia de Metropolitanos y por fin la Conferencia Episcopal Española, han constituido otros tantos eslabones de esta cadena hasta alcanzar su canonización en 1970 y ahora su doctorado en 2012, de cuya causa es actora la misma Conferencia Episcopal Española.

La diócesis de Córdoba está de fiesta. La diócesis de Córdoba está con san Juan de Ávila, uno de sus curas más ilustres a lo largo de su historia. La diócesis de Córdoba siente el sagrado deber de dar a conocer al mundo entero esta perla preciosa de la Iglesia universal, radicada en Córdoba. Comienza una nueva etapa, en la que la diócesis de Córdoba emprenderá iniciativas y acciones concretas, especialmente desde Montilla, para hacer del sepulcro de San Juan de Ávila un espacio sagrado para todos, sacerdotes, consagrados y seglares, en la Iglesia universal.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba