4.10.12

En Monterrey, el futuro cardenal mexicano

A las 11:37 AM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en América

México tiene cuatro cardenales, dos de ellos ya retirados. Pese a tratarse del segundo país del mundo con mayor número de fieles católicos, la Iglesia mexicana sólo cuenta con tres “sedes cardenalicias”, arquidiócesis en las cuales tradicionalmente su titular es purpurado. Este miércoles Benedicto XVI designó a Rogelio Cabrera López como el pastor en una de ellas: Monterrey.

Tras ocho meses de sede vacante, la arquidiócesis más importante del norte mexicano ya tiene nuevo responsable. El anterior arzobispo y cardenal, José Francisco Robles Ortega, se trasladó a la sede de Guadalajara a inicios de febrero por haber sido designado, en noviembre de 2011, como el sucesor del también purpurado Juan Sandoval Íñiguez.

Diversos observadores consideraban al actual arzobispo de Tlalnepantla y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Carlos Aguiar Retes, como el candidato natural para Monterrey. Entre otras cosas porque ocupa la presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), el máximo órgano representativo de los obispos en la región. En los últimos años su carrera había ido constantemente en ascenso y esta se presentaba como una oportunidad inigualable para acceder al birrete colorado.

Fueron meses de una intensa pulseada por la sede cardenalicia. Aunque Aguiar contaba con algunos apoyos clave, el resto de los cardenales se opusieron con fuerza a su candidatura. Especialmente el emérito de Guadalajara, Sandoval, quien ya había tenido un cruce con el presidente de la CEM en marzo de 2011 como consecuencia de la aprobación de una reforma a la Constitución Mexicana en materia de derechos humanos.

En aquella ocasión la cúpula de los obispos alabó exageradamente la reforma autorizada por el Parlamento. En un comunicado oficial expresó su beneplácito sin cortapisas, aunque los cambios a la Carta Magna contaban con algunos pasajes muy discutibles desde el punto de vista de la doctrina católica, especialmente en temas relacionados con los “valores no negociables” de matrimonio y familia.

Indignado por lo que consideró una alabanza desmedida, Sandoval Íñiguez escribió una carta denunciando el hecho a todos los obispos mexicanos y a la Santa Sede. Tal fue la presión sobre Aguiar en aquellos días que llegó a solicitar la mediación del gobierno para calmar las aguas. Para ese entonces la ruptura entre el cardenal y el presidente de la conferencia episcopal era irreversible.

La relación entre el presidente de la CEM y el otro cardenal en activo, el arzobispo de la Ciudad de México Norberto Rivera Carrera, tampoco es la mejor. En el pasado el órgano de los obispos decidió mantener un bajo perfil ante las batallas públicas emprendidas por el primado del país, dejándolo prácticamente sólo al afrontar –por ejemplo- el proyecto para despenalizar el aborto, que después se transformó en ley.

Esto provocó encendidas polémicas entre el vocero del arzobispado, Hugo Valdemar, y el secretario para las Relaciones Institucionales de la conferencia de obispos, Manuel Corral Martín. Divergencias que se arrastraron durante meses hasta que ambas partes suscribieron un “pacto no escrito” durante una reunión a mediados de 2010. Y aunque la situación mejoró, no pudo sanar las heridas.

Pero la verdadera razón de que Benedicto XVI haya elegido al -hasta hoy- arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Rogelio Cabrera López, debe buscarse directamente en Roma. En la Congregación para los Obispos, donde leyeron claramente la situación y decidieron buscar una personalidad externa a las controversias que han afectado a la jerarquía mexicana en los últimos años.

Serafines susurran.- Que la designación de Rogelio Cabrera lo fortalece significativamente en la “carrera” por la sucesión de Aguiar Retes como presidente de la Conferencia Episcopal. De hecho él forma parte de los nombres que las diversas Provincias Eclesiásticas de México propusieron para la formación de una terna de la cual se elegirá al próximo líder de la CEM.

Según se acordó en la última asamblea plenaria del episcopado, celebrada en mayo, las 18 regiones en las cuales está dividida la geografía católica nacional (que tienen como “capitales” igual número de arquidiócesis) debían elegir a sus respectivos candidatos y mandar sus propuestas a la conferencia. Algunas ya lo hicieron, otras no. Poco antes de la próxima asamblea, prevista para noviembre, se formará una terna con los candidatos más votados. Entre ellos se decidirá el futuro presidente.

El nombre del flamante arzobispo de Monterrey está entre los propuestos, como también el de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa; el pastor de Nuevo Laredo, Gustavo Rodríguez Vega y el cardenal de Guadalajara, Francisco Robles Ortega. Aún así todavía no existen grandes consensos, ninguna de esas figuras despunta indiscutida, señal clara que en el episcopado mexicano están surgiendo nuevos liderazgos a los cuales les falta todavía madurar.

En el giro de pocas semanas Cabrera López adquirió una particular relevancia porque además de colocarse en primera fila para el cardenalato, gracias al arzobispado que asumirá el 5 de diciembre próximo, fue uno de los elegidos para asistir al Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización que comenzará formalmente el próximo domingo en El Vaticano. El otro arzobispo destacado en esta cumbre es Robles Ortega, quien fue elegido por el Papa como uno de los tres vicepresidentes de la asamblea.

En total seis mexicanos asistirán al Sínodo. Además de Monterrey y Guadalajara, Aguiar Retes en su calidad de presidente del Celam; José Guadalupe Martín Rábago de la arquidiócesis de León (cuya participación es más bien un reconocimiento antes de su jubilación definitiva); José Luis Chávez Botello de Antequera Oaxaca y Alfonso Garza Treviño, de Piedras Negras.