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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 21 de octubre de 2012

Santa Sede

Los santos son cristianos que sirvieron y no fueron servidos
Enseñanza del santo padre durante la misa de canonización de 7 beatos

El papa recuerda la tragedia en la gruta de Lourdes por las inundaciones del rio Gave
Durante el rezo del Ángelus encomienda los trabajos del Sínodo a la Virgen María

Misión

Siete modelos de misión en la jornada del DOMUND
Los santos de la nueva evangelización

"Hacen falta misioneros", "Me cambió la vida", "Hay que morir por África"
Tres testimonios distintos, a veces alegres a veces escalofriantes: Ecuador, Perú, R. D. Congo

Foro

Que los cristianos contribuyan a construir una política buena
Corrupción en aumento e infiltraciones mafiosas. Alarma ante una grave crisis del sistema

La Iglesia es confiable
La segunda institución más valorada por los mexicanos

Documentación

''La tenaz profesión de fe de estos siete generosos discípulos de Cristo, resplandece hoy en toda la Iglesia''
Homilía de Benedicto XVI en la eucaristía y canonización de siete nuevos santos


Santa Sede


Los santos son cristianos que sirvieron y no fueron servidos
Enseñanza del santo padre durante la misa de canonización de 7 beatos
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 21 octubre 2012 (ZENIT.org).- En el Domingo Mundial de las Misiones, y con la presencia de los padres sinodales y de cerca de 80.000 peregrinos presentes en la misa de canonización de los siete nuevos beatos, el papa Benedicto XVI centró su homilía recordando cómo el evangelio de hoy tiene una relación directa con la misión de Cristo en la tierra, que estuvo caracterizada por su inmolación y por su donación total.

Así, dijo, “la Iglesia escucha (esas palabras) con particular intensidad y reaviva la conciencia de vivir completamente en perenne actitud de servicio al hombre y al Evangelio, como Aquel que se ofreció a sí mismo hasta el sacrificio de la vida”, sea esto tanto para la misión ad gentes, como para la nueva evangelización en las regiones de antigua tradición cristiana.

E hizo ver cómo estas palabras fueron el programa de vida de los siete beatos hoy proclamados santos, quienes “gastaron su existencia en una total consagración a Dios y en un generoso servicio a los hermanos”. Recordó el papa que la santidad “tiene siempre su fuente en el misterio de la Redención”, por lo que la profesión de fe de estos discípulos de Cristo, es una “configuración al Hijo del hombre, (que) resplandece hoy en toda la Iglesia”.

Servir y no ser servido

En un recorrido por los pasajes más edificantes de la vida de los nuevos santos, el santo padre Benedicto XVI resaltó en Jacques Berthieu, nacido en 1838 en Francia, su gran amor por Cristo y cómo deseaba salvar las almas y recorrer el mundo en pos de ellas. Designado como jesuita a la isla de Santa María y después en Madagascar, “luchó contra la injusticia, aliviando a los pobres y los enfermos”, dijo el papa, recordando cómo lo malgaches lo veían “como un padre y una madre” para ellos. Fue en 1896 cuando encontró el martirio diciendo “Prefiero morir antes que renunciar a mi fe”. Lo presentó entonces, como modelopara los sacerdotes, invitándolos a ser como él, y señalándolo como ejemplo para los numerosos cristianos que hoy en día son perseguidos a causa de su fe.

Refiriéndose a Pedro Calungsod, nacido alrededor del año 1654, en la región de Bisayas en Filipinas, resaltó cómo su amor a Cristo lo llevó a prepararse como catequista y acompañar al presbítero jesuita también mártir, Diego Luis de San Vítores a las Islas Marianas, para evangelizar al pueblo Chamorro, donde encontró la muerte el 2 de abril de 1672. El papa quiso presentarlo como un testimonio valeroso y pidió que Pedro Calungsod inspire al pueblo filipino para anunciar con ardor el Reino y ganar almas para Dios.

Otra figura para nuestros tiempos fue Giovanni Battista Piamarta (1841-1913), sacerdote de la diócesis de Brescia, gran apóstol de la caridad y de la juventud. El santo padre destacó en él “su empeño en hacer progresar cristiana, moral y profesionalmente a las nuevas generaciones, con claras dosis de humanidad y bondad” Superó grandes dificultades para emprender obras apostólicas, cuyo fundamento fue siempre la oración y la confianza en Dios por medio de largas horas de oración.

Al referirse a la hoy santa María del Carmelo Sallés y Barangueras, religiosa nacida en Vic, España, en 1848, recordó cómo hizo progresar con mucho esfuerzo la congregación de Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza que había fundado en 1892, dedicada a la educación de la juventud hasta nuestros días.

Siguiendo con el recorrido de santidad, Benedicto XVI se refirió a la madre Mariana Cope, nacida en 1838 en Heppenheim, Alemania, aunque crecida en los Estados Unidos. Contó cómo la santa entró en la Tercera Orden Regular de san Francisco, en Siracusa, Nueva York en 1862 y más tarde, aún siendo superiora general de su congregación, fue a cuidar a los leprosos de Hawai. Cinco años después de haber fundado un hospital de Malulani en Maui y de haber abierto una casa para niñas de padres leprosos, fundó una casa para mujeres y niñas, esta vez en la isla de Molokai, donde aislada del mundo, tuvo la oportunidad de conocer y cuidar al ya famoso por entonces, padre Damián, hoy santo. Quiso la providencia que lo atendiera en su agonía, mientras continuaba su trabajo entre los leprosos “con amor, valor y entusiasmo inmenso”, señalándola como “un ejemplo luminoso y valioso de la mejor tradición de las hermanas enfermeras católicas y del espíritu de su amado san Francisco”.

Cambiando de un idioma a otro, según el origen de cada nuevo santo, Benedicto XVI se detuvo esta vez en inglés, y luego en alemán, en las dos últimas santas elevadas hoy a los altares.

Al hablar de Kateri Tekakwitha, nacida en el actual estado de Nueva York en 1656, de padre mohawk y madre algonquina cristiana, el papa recordó que fue bautizada a la edad de 20 años, encontrando la muerte a los 24 años cerca de Montreal. La “protectora de Canadá” y primera santa amerindia, fue fiel a las tradiciones de su pueblo, pero renunciando a las convicciones religiosas del mismo, llevando una vida sencilla, con oración y misa diaria. “Su deseo más alto –enseñó el papa--, era conocer y hacer lo que agradaba a Dios, carente de apoyos externos, y firme en su vocación”. La presentó como un testimonio donde fe y cultura se enriquecen, “sin renegar de lo que somos”.

Finalmente, al referirse a la joven alemana Anna Schäffer(1882-1925), de Mindelstetten, recordó que tuvo el deseo de entrar en una congregación misionera, pero no pudo hacerlo por un accidente laboral en el cual sufrió quemaduras incurables en los pies. Postrada en un lecho para el resto de sus días, ofreció su sufrimiento al apostolado misionero, siendo ella misma una “intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo”. Pidió el papa que su intercesión favorezca la pastoral de los enfermos en cuidados paliativos.

Antes de concluir su homilía, Benedicto XVI deseó que el testimonio de los nuevos santos, “hable hoy a toda la Iglesia, y su intercesión la fortalezca y la sostenga en su misión de anunciar el Evangelio al mundo entero” (javv).

La homilía completa de Benedicto XVI está en: http://www.zenit.org/article-43420?l=spanish.

Ver las biografías de los nuevos santos en: http://www.zenit.org/article-43415?l=spanish.

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El papa recuerda la tragedia en la gruta de Lourdes por las inundaciones del rio Gave
Durante el rezo del Ángelus encomienda los trabajos del Sínodo a la Virgen María
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 21 octubre 2012 (ZENIT.org).- Hoy, al final de la misa celebrada en la Plaza de San Pedro para la canonización de siete nuevos beatos, y antes de rezar el Ángelus, el santo padre Benedicto XVI se dirigió a los fieles venidos de diversos países para rezar y aplaudir por los nuevos santos proclamados hoy.

Llevando su pensamiento y oración hacia los recientes acontecimientos en Lourdes, y con motivo del DOMUND que se celebra en toda la Iglesia, reflexionó así: “Antes de concluir esta celebración, nos dirijimos a aquella que es la Reina de todos los santos, la Virgen María, con un pensamiento hacia Lourdes, que fue golpeada por las graves inundaciones del Gave, inundando también la Gruta de las Apariciones de Nuestra Señora. En particular, queremos encomendar hoy a la protección maternal de la Virgen María, a los misioneros --sacerdotes, religiosos y laicos--, que en todas las partes del mundo difunden la buena semilla del Evangelio. Oramos también por el Sínodo de los Obispos, que en las últimas semanas se viene confrontando con el reto de la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.

Después de saludar a los peregrinos en varios idiomas, se dirigió a los hispanohablantes con las siguientes palabras: "Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a la delegación oficial de España, así como a los pastores y fieles aquí presentes para la canonización de la madre Carmen Sallés y Barangueras. Desde el cielo, ella sigue exhortando a todos, pero especialmente a sus hijas, las Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, a acoger y meditar fielmente en su corazón la palabra de Dios, llevándola a la práctica con espíritu de servicio, confianza y humildad, a ejemplo de la Inmaculada Virgen María. Que, ayudados con la intercesión de la nueva Santa, sean cada vez más quienes anuncien y den testimonio con valentía del Evangelio de Jesucristo, sobre todo entre los jóvenes. Feliz domingo.” (javv)

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Misión


Siete modelos de misión en la jornada del DOMUND
Los santos de la nueva evangelización
ROMA, domingo 21 octubre 2012 (ZENIT.org).- Siete nuevos santos fueron canonizados por Benedicto XVI este Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), durante el Sínodo para la Nueva Evangelización, que tiene lugar en Roma hasta 28 de octubre. Entre ellos hay misioneros de primera evangelización y modelos de ingenio para llegar a colectivosdeterminados. Son también los primeros santos del Año de la Fe.

Los santos son originarios de seis países: Francia, Alemania, Italia, España, Canadá y Filipinas. Son dos sacerdotes de Francia e Italia, dos religiosas de Alemania y España, y tres laicos, dos mujeres de Canadá y Alemania, y un catequista de Filipinas.

Todos ellos se distinguieron de una manera especial y personal por su anuncio del Evangelio en medio de los pueblos todavía sin evangelizar, cerca de los enfermos, por la enseñanza, la formación de jóvenes obreros y campesinos, o sencillamente ofreciendo la vida cotidiana, en la casa familiar. Los siete santos son por orden cronológico:

Pedro Calungsod

Pedro Calungsod (1654-1672), catequista laico, mártir en Filipinas. Originario de Cebú, fue muerto en Guam, en el archipiélago de las Islas Marianas.

Calungsod fue un laico catequista filipino, nacido en 1654, que realizaba un trabajo misionero en Guam (ver: http://www.zenit.org/article-41501?l=spanish).

El milagro que ha llevado a la canonización, aprobado por la Santa Sede el año pasado, benefició a una mujer que casi muere debido a una falta de oxígeno, en 2003. La mujer estaba en estado de coma causado por una encefalopatía, en estado terminal. La mujer recuperó la conciencia, lo que sorprendió al médico responsable.

Calungsod es modelo para la Nueva Evangelización porque en tiempos lejanos los valores que vivió no eran diferentes de los que hay que encarnar en la nueva evangelización. Su audacia en dejar su casa y acompañar a los misioneros a difundir el Evangelio en un ambiente hostil, es una llamada a ser valientes en dar testimonio de Cristo hoy.

Kateri Tekakwitha

Kateri Tekakwitha (1656-1680), laica, india de América del Norte (Estados Unidos y Canadá), llamada también “lirio de los Mohawks”, muerta tres años después de su bautismo.

La América norteamericana ya tiene su santa india. Una figura extraordinaria llena de encanto, testigo de lo que la gracia divina hace en quien, con toda la inocencia de una juventud incontaminada, se deja llevar por su impulso. Kateri Tekakwitha vivió mucho en pocos años. Murió consagrada a Dios a los 24 años.

En el inmenso territorio descubierto en el siglo XVI, se establecieron poco a poco colonias de todas las procedencias, ambicionando establecerse en aquellas grandes praderas. En medio de la presencia holandesa y luego inglesa, vivió una joven india mohawk.

La santa ha realizado muchos milagros privados. La conocida como “el lirio de los mohawks” tiene su santuario nacional en Fonda, Nueva York. Fue fundado en honor de Kateri, en el lugar donde fue bautizada el domingo de Pascua, 5 de abril de 1676, y aquí vivió sus años de adolescencia.

Kateri nació en 1656 de una madre algonquina cristiana --raptada por los iroqueses y casada con un jefe mohawk--, en la aldea fortificada de Mohawk Canaouaga u Ossernenon (moderna Auriesville), en el actual estado de Nueva York.

Cuando sólo tenía cuatro años, quedó huérfana, debido a una epidemia de viruela. Kateri sobrevivió epro quedó marcada de cicatrices y con una visión reducida. Kateri fue apodada "tekakwitha", que significa "la que choca contra las cosas". Fue acogida por su tío, que se oponía duramente a la evangelización.

Cuando Kateri tenía diez años, en 1666, una partida de guerra compuesta de soldados franceses e indios hostle de Canadá destruyó las fortalezas mohawk en la orilla sur del río Mohawk. Los mohawks supervivientes se trasladaron a la parte norte del río. Kateri vivió en Caughnawaga, sede del actual santuario, los siguientes diez años.

Cuando tenía 18 años, inició la catequesis en secreto y finalmente su tío dio su consentimiento para que se convirtiera al cristianismo, a condición de saliera del pueblo indio. Tras caminar unos 320 kilómetros por el bosque hasta llegar a Sault Ste. Marie, un pueblo cristiano cerca deMontreal, en 1677. El asentamiento indio era conocido como Kahnawake, al otro lado del río San Lorenzo, fue denominado "El pueblo de los indios que rezan".

El día de Navidad de 1677, Kateri hizo la primera comunión y, en la Fiesta de la Anunciación de 1679, hizo voto de virginidad perpetua. Se ofreció a la Santísima Virgen María para que la aceptara como hija. En los últimos años de su vida, soportó un gran sufrimiento por una enfermedad grave. Murió el 17 de abril de 1680, poco antes de cumplir 24 años, y fue enterrada en Kahnawake, Quebec, Canadá. Sus palabras finales fueron: "Jesús, María, os amo". Para saber más, la página de la beata está en inglés: http://www.katerishrine.com/.

Jacques Berthieu

Jacques Berthieu, sacerdote francés, jesuita, muerto en Madagascar (1838-1896), es considerado mártir de la fe. Nacido en Francia, en Ponminhac, en los alrededores de Aurillac, en una familia de propietarios agrícolas, fue ordenado sacerdote de la diócesis de Sant-Flour, el 21 de mayo de 1864, y nombrado vicario en Roanne-Saint-Mary donde pasó nueve años.

A los 35 años, entró en el noviciado de la Compañía de Jesús, en Pau. En 1875, partió para Madagascar donde ejerció su ministerio evangelizador.

En 1896, tuvo lugar la insurrección de Menalambas, que buscaba no sólo expulsar a los europeos sino destruir la religión cristiana.

Los militares obligaron a los religiosos a replegarse con ellos, pero les abandonaron durante un ataque de los insurgentes. Los fugitivos se refugiaron en la aldea de Ambonhibesoandro donde el padre Berthieu fue hecho prisionero, golpeado hasta la sangre y conducido a Ambiatibé.

Respondía a quienes le inducían a la apostasía: “Prefiero morir”. Al anochecer, mientras oraba por sus perseguidores, fue fusilado y su cuerpo arrojado al río Mananara. Era el 8 de junio de 1896.

A un amigo sacerdote, describía así su misión, consciente del peligro: “Estoy ahora desde hace dieciocho meses a una larga jornada de Tananarive, sin compañero por primera vez en mi vida, teniendo dieciocho lugares que atender en una vasta extensión. Heme aquí pues misionero para todo lo bueno y me he hecho a ello. Mis fuerzas bajan pero todavía puedo montar bien un caballo. Una vez al mes, en la reunión de los padres, voy a la capital para todos los asuntos. Me falta poco. He aquí mi vida en juego. Para resumir, aquí es donde el Reino de Dios sufre violencia por parte de numerosos, malvados y potentes enemigos”.

Maria Anna Cope

Maria Anna Cope (1838-1918), religiosa alemana de las Hermanas de la Tercera Orden Franciscana de Syracuse, Nueva York. Su nombre era Bárbara. Fue conocida como la madre Maria de Molokai. Nacida en Alemania, murió en Molokai, Hawai. Evangelizó a los leprosos de Molokai.

Nació en Heppenheim, Gran Ducado de Hesse, el 23 de enero de 1838. Su familia emigró a Estados Unidos y se nacionalizó. Se estableció en Utica, donde permaneció toda su vida. Estudió allí en una escuela católica. Después de trabajar en una fábrica doce años para ayudar a la familia, debido a la debilidad del padre, entró en las Hermanas de la Tercera Orden Regular Franciscana, con sede en Syracuce, al norte de Nueva York. Profesa en 1860, elegida superiora general en 1873, ese mismo año fue llamada a Honolulu por el rey de Hawai para cuidar del gran número de leprosos. En 1888, se trasladó a la isla de Molokai, donde estaba el asilo para leprosos de Kaulapapa, para asistir san Damián de Veuster, SS.CC, en sus últimos meses de vida, contagiado por la enfermedad, y para seguir con su la obra de cuidar y curar a los leprosos.

En 1885, recibió la condecoración de Dama Compañera de la Real Orden de Kapiʻolani por sus servicios, de manos del rey Kalākaua.

Apoyó la construcción de la iglesia de Santa Filomena y del colegio católico de San Francisco de Asís. Fundó una lavandería para las leprosas y un coro para las iglesias. Exigió, a gritos, comida y medicamentos para los leprosos. Tras la muerte de Veuster en 1889, Cope fue llamada a Honolulu para que regresara a Syracuse pero ella se negó y decidió establecer su residencia en Kaulapapa, donde murió el 9 de agosto de 1918.

Giovanni Battista Piamarta

Giovanni Battista Piamarta (1841-1913), sacerdote italiano, fundador de las congregaciones de la Santa Familia de Nazareth y de las humildes siervas del Señor.

Nació en Brescia, el 26 de noviembre de 1841 de una familia pobre. Es una de las personalidades de relieve de mitad del siglo XIX en Italia. Huérfano de madre a los nueve años, creció vivaz en los callejones de los barrios populares de la ciudad, encontrando un apoyo educativo en su abuelo materno y en el oratorio [actividades para niños y jóvenes en las parroquias sobre el modelo creado por don Bosco] que afinan su sensibilidad y su extraordinaria generosidad; su adolescencia fue difícil y gracias al párroco de Vallio Terme (Bs) pudo entrar en el seminario diocesano. Ordenado sacerdote en 1865, inicia su ministerio sacerdotal en Carzago Riviera, Bedizzole; luego en la parroquia de Sant’Alessandro en la ciudad y párroco de Pavone del Mella. Las primeras experiencias oratorianas son para el una valiosa posibilidad para conocer de cerca a la juventud que tiene que afrontar el duro ambiente de las fábricas de la naciente industria bresciana. En trece años de fecundo apostolado recoge resultados admirables y el respeto de sus muchachos. El secreto de su "éxito" era sencillo: la fuerza de la oración: “Si yo no hiciera dos o tres horas de oración cada mañana, no podría llevar el peso que el buen Dios me ha impuesto”, contaba incansable.

Deja la parroquia de Pavone del Mella para volver a Brescia y dedicarse a una obra pensada y soñada: dar a los jóvenes una segura preparación profesional y cristiana. Reflexionando sobre el bandono espiritual y la pérdida de la fe de muchos jóvenes que llegaban a la ciudad por motivos laborales, pobrísimo pero confiado en la providencia, pone en marcha el Instituto Artesanal, el 3 de diciembre de 1886, con la ayuda del sacerdote Pietro Capretti.

La obra se multpiplica y los jóvenes reciben una buena preparación técnica. Luego, dirige su atenciçon al mundo de la agricultura y crea, cone el padre Giovanni Bonsignori la Colonia Agrícola de Remedello (Brescia). Pronto sugen persoas que quieren compartir su carisma y, en marzo de 1900 instituye una famiglia religiosa, de sacerdotes y laicos. Funda la congregación Sagrada Familia de Nazareth, presente, junto a otra congrecaión por el fundada, las Humildes iervas del señor, en varios continentes.

El padre Piamarta murió el 25 de abril de 1913, en Remedello. En 1926 sus restos fueron trasladados a la iglesia del instituto construida por el; Su fiesta litúrgica es el 26 de abril.

María del Carmen Sallés

María del Carmen Sallés (1848-1911), religiosa española. Se llamaba María Sallés Barangueras, fundadora de la congregación de las Hermanas concepcionistas misioneras de la enseñanza, para la formación de mujeres.

Animada por una idea especial de la educación, que fuera a la vez del corazón y de la inteligencia, María del Carmen Salles (1848-1911) fue la fundadora de una comunidad dedicada a la formación de mujeres.

Nació en Vic, cerca de Barcelona, segunda de diez hijos. Muy pronto, sintió un amor especial por María Inmaculada, una devoción alimentada por la educación que recibió en el colegio de la Compañía de María, en Manresa. Más tarde, sus padres deseaban que se casara pero ella había decidido consagrarse a Dios.

A los 23 años, a pesar de la oposición paterna, entró en las Terciarias Dominicas de la Anunciación y recibió el nombre de María del Carmen.

Hasta 1892 no realiza plenamente su vocación fundando, en Burgos, el Instituto de las Hermanas de la Inmaculada Concepción, llamadas concepcionistas misioneras de la enseñanza.

Quería que la formación de las niñas y jóvenes surgiera del corazón para llegar también a la inteligencia.

La congregación está actualmente presente en otros once países: Italia, Brasil, Venezuela, México, República Dominicana, Estados Unidos, Filipinas, Japón, Corea, Guinea Ecuatorial y República Democrática del Congo. Cuenta con sesenta comunidades y miles de alumnas.

Ana Schäffer

Anna Schäffer (1882-1925), laica alemana, mística bávara. A los diecinueve años, trabajando como sirviente, se abrasó con agua hirviendo y, después, agravándose su estado de salud, vivió con ánimo sereno en espíritu de pobreza y oración, ofreciendo su dolor por la salvación de las almas.

Nació el 18 de febrero de 1882 en la parroquia de Mindelstetten, entre Regensburg e Ingolstadt, en el corazón de Baviera, Alemania. Niña callada, reservada, aprendió la piedad y el amor de Dios de su madre que le dió una educación cristiana. Tras hacer la primera comunión, se ofreció al Señor, siendo su más caro deseo entrar en una orden de hermanas misioneras.
Estudió derecho, profesión que ejerció por un tiempo, intentando ganar lo necesario para poder obtener la dote necesaria para su ingreso en el convento. Su vida fue marcada el 4 de febrero de 1901: estando en la casa del guardabosques de Stammham, sufrió un grave accidente de trabajo, y se quemó las dos piernas hasta la rodilla. Terribles dolores la obligaban a permanecer en cama, pero desde ahí inició su labor de apostolado mediante correspondencia y testimonios por escrito.
Durante venticuatro años soportó el dolor, ofreciéndolo al Señor, hasta que falleció el 5 de octubre de 1925.
Ana Schäffer era consciente de la responsabilidad que cada cristiano tiene de la santidad de su prójimo. Por eso utilizó la pluma. Su lecho de enferma se convirtió en la cuna de un apostolado epistolar muy amplio. Las pocas fuerzas que le quedaban las empleaba en el bordado, para dar a los demás un poco de alegría. Pero, tanto en sus cartas como en sus labores manuales, su razón de vida era el Corazón de Jesús, símbolo del amor divino. Representa las llamas del Corazón de Jesús no como lenguas de fuego, sino como espigas de trigo. La Eucaristía, que Ana Schäffer recibía diariamente de su párroco, era su punto de referencia. 

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"Hacen falta misioneros", "Me cambió la vida", "Hay que morir por África"
Tres testimonios distintos, a veces alegres a veces escalofriantes: Ecuador, Perú, R. D. Congo
MADRID, domingo 21 octubre 2012 (ZENIT.org).- he aquí tres historias de esas personas que han elegido una misión a veces dura, con muchos momentos gratificantes, y que no quieren oir hablar de regresar. Más bien invitan a probar la experiencia desde sus blogs en la página de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España.

Desde "La Argelia" de Ecuador

Pedro Jesús Arenas Toboso es misionero de la congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús. En enero del 2013, hará diez años en Ecuador como misionero. Siete años y medio en la costa del Pacífico, en las afueras de una población llamada Bahía de Caráquez y los dos años últimos en unos barrios de las afueras de Quito llamados en su conjunto "La Argelia".

"Mi principal labor es compartir vida y sobre todo la fe con las gentes con las que Dios me ha hecho coincidir en cada momento de mi vida. Con una actitud de escucha y acogida a un mundo diferente con otros conceptos distintos de vida, familia, trabajo, comunidad, etc… podemos ir dando una respuesta liberadora y comunitaria a las situaciones más problemáticas con las que nos encontramos", afirma.

Ecuador es un país más o menos pequeñito (la mitad de la superficie de España) pero muy rico en biodiversidad, culturas, climas, paisajes. Pero lo más especial son sus gentes que son muy acogedores. Tiene una población de 13 millones de habitantes de los cuales hay una parte importante fuera del país como emigrantes en busca de un futuro mejor.

Toda la ayuda llega. No hay duda en ello y desde España cuesta hacerse una idea de lo importante que es cualquier colaboración económica para las misiones. Por pequeña que sea la ayuda acá se convierte en instrumento de vida y esperanza para tantas personas en situaciones de exclusión social, pobreza y marginación.

En nuestro caso no tenemos “funcionarios”, nosotros, los misioneros somos los portadores de esa ayuda y el canal directo desde quien la da a quien la recibe. No hay intermediarios ni gastos de gestión.

¡Claro que sí! Hay muchísima gente, la mayor parte del mundo, que no conoce aún el mensaje de Jesucristo. Hacen falta misioneros y misioneras en tantos países subdesarrollados o en vías de desarrollo en América, Asia, África.

Pero también hacen falta personas con corazón misionero allá donde estén, sea en España, Europa o América del Norte. Personas abiertas a la misión y a tantas situaciones donde la vida clama. Personas que no sean indiferentes a quien vive una crisis continua y difícilmente encontrarán quien les rescate.

Hacen falta personas valientes y decididas en España o donde sea que se atrevan a decir que Jesucristo es Buena Noticia para todos, que es Él quien realmente salva".

Mas sobre este misionero en http://www.misionesalbacete.org.

Experiencia veraniega que cambia la vida

Paula Pascual es una joven mallorquina que este verano ha vivido por segunda vez una experiencia misionera en Perú. Sabe que esta experiencia le ha cambiado la vida y quiere compartirla con todos para que se sientan movidos a seguir su ejemplo. 

“Una vez más en mi interior resuenan palabras de Jesús: Id por todo el mundo; una vez más se me invita a vivir la misión, vivir y experimentar, comunicar y expandir el Evangelio. Después de haber estado estos dos meses en Perú, creo que una vez más veo cómo estoy llamada a vivir en una vida cotidiana, coherente con el Evangelio. Y para eso, sólo veo una opción, dejarme transformar, moldear. Abrir mi corazón y encontrarme así con Él. 

Y este camino es en el que he iniciado tras la experiencia misionera en Perú. He vuelto en un proceso de dejarme moldear, y seguir escuchando la palabra de Dios, pero sobre todo con una fuerte convicción de querer vivir en un mundo coherente con las acciones, con la misma sensación en el corazón que los dos de Emaús, dándome cuenta ahora de que él estaba conmigo cuando yo estaba con cada uno de los niños y mi corazón ardía en ese momento...  

Por eso, ahora no puedo hacer más que, una vez más, dar gracias por la oportunidad que se me ha brindado, gracias por ese Amor incondicional que se me ha dado y que he ido recibiendo cada día. 

Resulta paradójico que escribiendo esto, no haga más que caerme lágrimas por la cara, pero son unas lágrimas ya no de impotencia, sino de haber experimentado esas cuatro letras, esas letras en mayúscula: Amor; me encanta decirlas una vez que has experimentado lo que es. 

Pero es imposible, a pesar de que lleve tantas páginas escribiendo, describirlo. Así que no intentaré hacerlo, sino simplemente, cerraré los ojos, y disfrutaré de ver cada una de las imágenes que han pasado por mis retinas estos meses, disfrutaré de recordar esos olores que no son nada agradables, pero son los que dan la gracia al lugar y disfrutaré de sentir; de recordar cada una de las caricias, sonrisas, besos, abrazos, palabras… ese es sin duda el mejor regalo. No es tanto lo poco que yo he podido dar… es todo lo que ellos me han dado a mi…”

Ver su testimonio completo en: http://misionesmallorca.blogspot.com.es/2012/09/voluntarios-en-peru-una-vez-mas-en-mi.html.

Hay que morir por África

María del Prado Fernández Martín, misionera comboniana en la República Democrática del Congo, habla de su preocupación por las consecuencias de un brote del virus Ébola en Isiro. 

“Nuestra presencia, aunque no trabajemos directamente para combatir esta enfermedad, es una señal de esperanza para la población. Hay que morir por África nos dijo Comboni. Bueno, tampoco hay que exagerar, pero esa es nuestra mentalidad. Estar al lado del que sufre, acompañando, dando esperanza”.

"A perro flaco todo son pulgas, eso es lo que dice el refrán español y eso es lo que se hace realidad muchas veces en contextos y personas con pocos recursos. En Isiro, en la provincia Oriental de la República Democrática del Congo vivimos una epidemia de Ébola desde hace ya un mes. Para quien no haya oído hablar de esta enfermedad, esto le dirá poco o nada. A nosotros nos dice mucho porque el Ébola es la peor enfermedad, hoy por hoy, para el ser humano. Es un virus que se transmite a través de los fluidos humanos, no se sabe su origen ni hay medicamentos para curarlo. Solo se para cuando se consigue cortar la cadena de transmisión.

Desde hace ya un tiempo veníamos constatando que había muchas muertes ‘rápidas y raras’ en la ciudad. De la noche a la mañana la gente moría y nadie sabía el por qué. Luego se oyó que el virus del Ébola estaba actuando en Uganda, un país limítrofe con la R. D. del Congo, y luego tímidamente se empezó a hablar de Ébola en Isiro. Se mandaron a analizar a Kinshasa, la capital, muestras de varios enfermos, y el resultado fue positivo. Había una epidemia de Ébola en Isiro.

Enseguida vinieron Médicos sin Fronteras y especialistas de todo tipo. Había que frenar la epidemia lo antes posible si se quería evitar un desastre. Un comité de expertos elaboró una lista con recomendaciones sobre lo que había que hacer o evitar para impedir el contagio. El comunicado se leyó en todas las iglesias de todas las confesiones, en las emisoras de radio, en todos los encuentros… Sobre todo se tenía que evitar el contacto directo, de modo particular saludarse estrechándose la mano. Pero mucha gente se ríe literalmente de estas recomendaciones y siguen teniendo los mismos comportamientos de riesgo de siempre. Piensan que la enfermedad viene porque un espíritu malo les ha echado una especie de "mal de ojo" y no pasará hasta que mueran tantas personas como ese espíritu malo ha decidido.

En el hospital central de Isiro, Médicos sin Fronteras trabajan sin denuedo para atajar la enfermedad. Aíslan a los pacientes que presentan la enfermedad y siguen a aquellos que aparentemente pueden desarrollarla, los pacientes de riesgo. Un equipo de colaboradores locales les ayuda en las tareas de higiene, con una vestimenta especial que impide el contacto con el enfermo o el ambiente en el que éste está. Cuando detectan un caso seguro todo lo que pertenecía a la persona se quema o se desinfecta.

Hasta ahora son once las personas que han muerto por causa de esta enfermedad. Los casos sospechosos son mucho más numerosos. Dicen los expertos, que este tipo de Ébola que está actuando en Isiro, no es tan letal como el de Uganda y que por eso la contaminación es más débil.

Ahora cuando parece que todo está bajo control se presenta otro fenómeno y es el de la "ausencia" de enfermos. Aquellas personas que presentan los síntomas de la enfermedad tienen miedo a ir al hospital porque piensan que van a morir. Con lo cual se marchan hacia lugares más recónditos y allí la contaminación puede ser mucho más virulenta. Y los centros de salud están casi vacíos, nadie quiere ir a curarse por miedo a contaminarse.

El día 3 fue el inicio del curso escolar. A pesar de todo, el ministro de educación dijo que no había peligro de contaminación y que las escuelas debían empezar. Pero la realidad es que estas, aquí en Isiro, están casi desiertas. Los padres de los alumnos no han pagado las matrículas debido al alto coste de la escuela y de todo lo que ella conlleva, pero también porque hay miedo a la contaminación, al estar juntos.

Este es el panorama que estamos viviendo en estos meses de agosto y septiembre. Y eso nos limita mucho en nuestras actuaciones. Las salidas que podemos efectuar en estos momentos son muy pocas, casi nulas, y ello por el riesgo de contaminación. Hemos vivido momentos de tensión, sobre todo al inicio cuando mucha gente que no era del Congo salió de estampida de la ciudad por miedo a la contaminación.

Nuestra presencia, aunque no trabajemos directamente para combatir esta enfermedad, es una señal de esperanza para la población. Y de un modo conciso y con un francés un poco pobre lo explicó uno de nuestros colaboradores cuando alguien le preguntó y le dijo: "Oye, todos los extranjeros se han ido de la ciudad, ¿por qué los blancos de vuestra parroquia siguen allí? ¿Por qué no se han ido ellos también?’, y él les respondió: Porque estos blancos de nuestra parroquia son hijos de Comboni y él había dicho: ‘hay que morir por África’. Bueno, tampoco hay que exagerar, pero esa es nuestra mentalidad. Estar al lado del que sufre, acompañando, dando esperanza”.

Para saber más cosas de esta misionera: http://misioneroscc.blogspot.com.es/2012/08/denuncia-de-una-misionera-desde-el.html.

Y muchos más en: http://ompes.blogspot.com.es.

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Foro


Que los cristianos contribuyan a construir una política buena
Corrupción en aumento e infiltraciones mafiosas. Alarma ante una grave crisis del sistema
MILÁN, domingo 21 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos en nuestro espacio Foro un artículo de monseñor Luca Bressan, vicario episcopal para la Cultura, la Caridad, la Misión y la Acción Social de la Archidiócesis de Milán, Italia.

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Monseñor Luca Bressan

La aprobación por el Senado del proyecto de ley anticorrupción, hace unos días, es un acontecimiento que merece ser subrayado, inscrito como está en un contexto político que ya desde hace meses transmite señales de malestar y lentitud en asumir comportamientos adecuados a la crisis (no sólo económica, sino expresión de una más amplia dificultad cultural) con la que se está midiendo la población, italiana pero no solo. Es una señal positiva de la manifestación de una voluntad de renovación que merece ser animada.

Es necesario que la política vuelva a asombrarnos más a menudo, mostrándonos tener voluntad y capacidad adecuadas para recuperar aquella madurez y aquel crédito necesarios para la guía del país, en un momento tan crítico.

Sin querer anticipar juicios y respetando el justo trabajo de investigación y de comprobación de la verdad que compete a la magistratura, los escándalos de las últimas semanas pueden ser interpretados como la enésima señal de una política que ha perdido su vocación originaria: ser el instrumento que permite, a través del buen gobierno, la custodia y la defensa del bien común, y sobre todo la tutela de los derechos de los más débiles.

El fenómeno de una corrupción cada vez más amplia, como también las trazas de infiltraciones de una criminalidad organizada cada vez más extendida en todo el país, hay que leerlos no solo como signo del debilitamiento del código de moralidad de actores individuales de la política (señal de una degradación moral a condenar y combatir), sino más profundamente como el timbre de alarma que anuncia el grave estado de crisis del sistema político en su conjunto (señal de una degradación aún más grave y sistémica).

Por un lado, la elección para algunos casi obligada de hacer de la política sobre todo una profesión, dado el alto índice de competencia exigido; y por otro el haber hecho coincidir cada vez más la esfera de la política con la acción de los partidos, han desencadenado en los hechos una espiral de delegación de todo lo que es construcción del tejido social y cuidado del bien común a un sector autónomo, que poco a poco se ha construido como un mundo aparte, autorreferencial y cada vez menos sujeto a reglas y controles. Nuestra vida social cotidiana se ha visto así privada de un bien esencial: la capacidad y la voluntad de cada uno de interesarse por el bien de todos, colaborando de modo amplio y gratuito a la construcción de una acción política que fuera el fruto de la sociedad en su conjunto.

A tal empobrecimiento de acción se corresponde un empobrecimiento de valores: del individuo, cada vez menos capaz de reconocer sus responsabilidades personales en la construcción del tejido social, y tentado de realizar una lectura de la dimensión social en términos de pura utilidad o mero provecho; de la clase política, que poco a poco ha interpretado su papel en términos corporativos, empeñada en la defensa de los derechos de algunos grupos sociales y no interesada ya en custodiar, sostener y transmitir los valores que están en la base de nuestra identidad cultural y nacional.

En una palabra, se ha perdido la capacidad de reconocer el bien común y los valores esenciales de la persona humana como fundamento y cemento de nuestro vivir juntos; bien y valores a tutelar y sostener con acciones políticas adecuadas.

El estado crítico de la situación compromete a todos a una actitud de vigilancia. La Iglesia ha hecho suya esta postura desde hace tiempo: lo confirman las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), cardenal Angelo Bagnasco, el pasado 24 de septiembre; lo confirman las palabras de los arzobispos de Milán: cardenales Angelo Scola, en el discurso de san Ambrosio, el pasado mes de diciembre; y DionigiTettamanzi que en la misma cita ya en 2007 invitaba a revisar nuestros estilos de vida para que no disminuyera el “solidarismo ambrosiano”, mientras invitaba a la clase política de entonces a tener "conciencia moral, rectitud en el actuar, gestión correcta del dinero público". Emblemática al respecto es la iniciativa del decanato de Legnano.

Sobre todo, en este momento la Iglesia ambrosiana se propone intensificar su esfuerzo educativo. Cada cristiano, en un momento tan delicado, debe ser educado en sentir de un modo aún más fuerte la responsabilidad que tiene hacia todos los hombres, sus hermanos, en la construcción con ellos del tejido social, y en la custodia del bien común.

Cada cristiano tiene el deber de contribuir con sus propias energías a la construcción de una acción política buena.

Los cristianos directamente empeñados en política, con mayor razón. Lo ha recordado recientemente nuestro arzobispo, cuando --en la lección inaugural de la Escuela Diocesana de Formación Social y Política- habló de la "necesidad de una nueva cultura política, en la que puedan formarse sujetos sociales capaces de vida buena y de amistad cívica, necesarias en la actual sociedad plural.

Traducido del italiano por Nieves San Martín

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La Iglesia es confiable
La segunda institución más valorada por los mexicanos
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, 21 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el artículo de nuestro colaborador habitual el obispo mexicano de San Cristóbal de las Casas Felipe Arizmendi Esquivel. Esta vez, aborda el servicio eclesial gratuito a tantos sectores de la sociedad, como fuente de credibilidad de la Iglesia, más allá de las deficiencias y errores personales de algunos de sus elementos.

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Es muy interesante un estudio hecho por una reconocida empresa dedicada a hacer encuestas a la población. Preguntó qué grado de confianza se tiene a quince instituciones nacionales, con una calificación de 0 a 10. Estos son los resultados: Universidades, 7.8; Iglesia, 7.6; Ejército, 7.5; Comisión Nacional de Derechos Humanos, 7.5; Medios de comunicación, 7.2; Suprema Corte de Justicia de la Nación, 6.9; Empresarios, 6.8; Instituto Federal Electoral, 6.7; Bancos, 6.7; Presidencia de la República, 6.6; Sindicatos, Senadores y Partidos Políticos, 6; Policía, 5.9; Diputados, 5.9. Ninguna llega a la calificación de 8, quizá por la extendida actitud de desconfiar de todo lo institucional, o porque nuestros hechos generan rechazo.

En el año 2008, la Iglesia ocupaba el primer lugar de confianza. Hemos bajado por la pederastia clerical y por otras deficiencias. Sin embargo, a pesar de todo, la mayoría de la gente confía en nosotros, pues el término Iglesia en la encuesta se refiere prioritariamente a la Católica, aunque no descartamos a las otras denominaciones. La mayoría de los indígenas, campesinos, pobres, enfermos, migrantes, no letrados, marginados, bastantes universitarios, profesionales y empresarios acuden a nosotros; nos confían sus problemas y esperan les demos no tanto una ayuda económica, sino una palabra de consuelo, una orientación para su vida; muchos acuden al sacramento de la reconciliación, para encontrar el perdón de sus pecados y la paz interior. La mayoría de los políticos, sobre todo en tiempos electorales, solicitan entrevistas con nosotros. Esto no es motivo para vanagloriarnos, sino para tener confianza en nosotros mismos y esforzarnos por ser más fieles a nuestra identidad y misión al servicio de la comunidad.

CRITERIOS

Jesucristo advertía a sus oyentes que atendieran los consejos de escribas y fariseos, pero que no imitaran sus obras, porque no eran coherentes con lo que predicaban (cf Mt 23,2-3). Es decir, hay que fijarse en la Palabra de Dios, que debe predicar la Iglesia, no tanto en lo que hacemos obispos, sacerdotes y demás fieles, pues no siempre nuestros actos corresponden a la fe que decimos profesar.

El Papa Benedicto XVI, recordando el inicio del Concilio Vaticano II, dijo: “Hace 50 años estábamos seguros de que debía venir una nueva primavera de la Iglesia, un nuevo Pentecostés, con nueva presencia fuerte de la gracia liberadora del Evangelio. También hoy estamos felices, llevamos alegría en nuestro corazón pero con una alegría quizá más sobria, una alegría humilde. En estos cincuenta años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe y se traduce siempre y de nuevo en pecados personales que pueden incluso convertirse en estructuras de pecado.

Hemos visto que, en el campo del Señor, hay cada vez más cizaña; hemos visto que en la red de Pedro hay también peces malos; hemos visto que la fragilidad humana está presente también en la Iglesia, que la nave de la Iglesia está navegando también con viento contrario, con tempestades que amenazan la nave y algunas veces hemos pensado: el Señor duerme y nos ha olvidado. Esta es una parte de la experiencia hecha en estos 50 años. Hemos tenido también nueva experiencia de la presencia del Señor, de su bondad, de su fuerza: el fuego del Espíritu Santo. El fuego de Cristo no es un fuego devorador ni destructivo; es un fuego silencioso, es una pequeña llama de bondad y de verdad que transforma, da luz y calor.

Hemos visto que el Señor no nos olvida; hoy su modo es humilde. El Señor está presente y da calor a los corazones, muestra vida, crea carismas de bondad y de caridad que iluminan el mundo y son para nosotros garantía de la bondad de Dios. ¡Sí, Cristo vive! Está con nosotros también hoy y podemos ser felices también hoy porque su bondad no se ha apagado, y es fuerte también hoy” (11-X-2012).

PROPUESTAS

Pidamos al Espíritu Santo que todos los creyentes seamos más fieles al Evangelio. Revisemos con humildad nuestras fallas y convirtámonos al Señor. Que no seamos piedras de tropiezo, sino puentes que lleven a los demás hacia Cristo.

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Documentación


''La tenaz profesión de fe de estos siete generosos discípulos de Cristo, resplandece hoy en toda la Iglesia''
Homilía de Benedicto XVI en la eucaristía y canonización de siete nuevos santos
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 21 octubre 2012 (ZENIT.org).-Ofrecemos el texto completo de la homilía de Benedicto XVI pronunciada esta mañana en la solemne ceremonia de canonización de siete actores de la nueva evangelización de diversos países, en un amplio abanico de pertenencias, estado, procedencia, épocas, con un punto en común: la pasión por comunicar el Evangelio. La ceremonia comenzó a las 9,30, XXIX domingo del tiempo ordinario, ante la basílica vaticana. Todo ello en la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND), como ejemplo de misioneros y evangelizadores que supieron innovar en su momento la transmisión de la buena noticia cristiana.

Fueron canonizados JACQUES BERTHIEU (1838-1896), sacerdote profeso de la Compañía de Jesús, mártir; PEDRO CALUNGSOD (1654-1672), catequista laico, mártir; GIOVANNI BATTISTA PIAMARTA (1841-1913), sacerdote, fundador de la Congregación Sagrada Familia de Nazareth y de las Humildes Siervas del Señor; MARÍA CARMEN SALLÉS Y BARANGUERAS (1848-1911), fundadora de la Congregación de las Hermanas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza; MARIANNE COPE (1838-1918), religiosa profesa de la Congregación de las hermanas de la tercera orden de San Francisco de Syracuse; KATERI TEKAKWITHA (1656-1680), laica; ANNA SCHÄFFER (1882-1925), laica.

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El hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por la multitud (cf. Mc 10,45).

Venerados Hermanos,

queridos hermanos y hermanas.

Hoy la Iglesia escucha una vez más estas palabras de Jesús, pronunciadas durante el camino hacia Jerusalén, donde tenía que cumplirse su misterio de pasión, muerte y resurrección. Son palabras que manifiestan el sentido de la misión de Cristo en la tierra, caracterizada por su inmolación, por su donación total. En este tercer domingo de octubre, en el que se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, la Iglesia las escucha con particular intensidad y reaviva la conciencia de vivir completamente en perenne actitud de servicio al hombre y al Evangelio, como Aquel que se ofreció a sí mismo hasta el sacrificio de la vida.

Saludo cordialmente a todos vosotros, que llenáis la Plaza de San Pedro, en particular a las delegaciones oficiales y a los peregrinos venidos para festejar a los siete nuevos santos. Saludo con afecto a los cardenales y obispos que en estos días están participando en la Asamblea sinodal sobre la Nueva Evangelización. Se da una feliz coincidencia entre la celebración de esta Asamblea y la Jornada Misionera; y la Palabra de Dios que hemos escuchado resulta iluminadora para ambas. Ella nos muestra el estilo del evangelizador, llamado a dar testimonio y a anunciar el mensaje cristiano conformándose a Jesucristo, llevando su misma vida. Esto vale tanto para la misión ad gentes como para la nueva evangelización en las regiones de antigua tradición cristiana.

El hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por la multitud (cf. Mc 10,45).

Estas palabras han constituido el programa de vida de los siete beatos que hoy la Iglesia inscribe solemnemente en el glorioso coro de los santos. Con valentía heroica gastaron su existencia en una total consagración a Dios y en un generoso servicio a los hermanos. Son hijos e hijas de la Iglesia, que escogieron una vida de servicio siguiendo al Señor. La santidad en la Iglesia tiene siempre su fuente en el misterio de la Redención, que ya el profeta Isaías prefigura en la primera lectura: el Siervo del Señor es el Justo que «justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos» (53,11); este siervo es Jesucristo, crucificado, resucitado y vivo en la gloria. La canonización que estamos celebrando constituye una elocuente confirmación de esta misteriosa realidad salvadora. La tenaz profesión de fe de estos siete generosos discípulos de Cristo, su configuración al Hijo del hombre, resplandece hoy en toda la Iglesia.

Jacques Berthieu, nacido en 1838 en Francia, fue desde muy temprano un enamorado de Jesucristo. Durante su ministerio parroquial, deseó ardientemente salvar a las almas. Al profesar como jesuita, quería recorrer el mundo para la gloria de Dios. Pastor infatigable en la isla de Santa María y después en Madagascar, luchó contra la injusticia, aliviando a los pobres y los enfermos. Los malgaches lo consideraban como un sacerdote venido del cielo, y decían: tú eres nuestro padre y madre. Él se hizo todo para todos, sacando de la oración y el amor al Corazón de Jesús la fuerza humana y sacerdotal para llegar hasta el martirio, en 1896. Murió diciendo: Prefiero morir antes que renunciar a mi fe. Queridos amigos, que la vida de este evangelizador sea un acicate y un modelo para los sacerdotes, para que sean hombres de Dios como él. Que su ejemplo ayude a los numerosos cristianos que hoy en día son perseguidos a causa de su fe. Que su intercesión, en este Año de la fe, sea fructuosa para Madagascar y el continente africano. Que Dios bendiga al pueblo malgache.

Pedro Calungsod nació alrededor del año 1654, en la región de Bisayas en Filipinas. Su amor a Cristo lo impulsó a prepararse como catequista con los misioneros jesuitas. En el año 1668, junto con otros jóvenes catequistas, acompañó al Padre Diego Luis de San Vítores a las Islas Marianas, para evangelizar al pueblo Chamorro. La vida allí era dura y los misioneros sufrieron la persecución a causa de la envidia y las calumnias. Pedro, sin embargo, mostró una gran fe y caridad y continuó catequizando a sus numerosos convertidos, dando testimonio de Cristo mediante una vida de pureza y dedicación al Evangelio. Por encima de todo estaba su deseo de salvar almas para Cristo, y esto le llevó a aceptar con resolución el martirio. Murió el 2 de abril de 1672. Algunos testigos cuentan que Pedro pudo haber escapado para ponerse a salvo, pero eligió permanecer al lado del Padre Diego. El sacerdote le dio a Pedro la absolución antes de que él mismo fuera asesinado. Que el ejemplo y el testimonio valeroso de Pedro Calungsod inspire al querido pueblo filipino para anunciar con ardor el Reino y ganar almas para Dios.

Giovanni Battista Piamarta, sacerdote de la diócesis de Brescia, fue un gran apóstol de la caridad y de la juventud. Percibía la exigencia de una presencia cultural y social del catolicismo en el mundo moderno, por eso se dedicó a hacer progresar cristiana, moral y profesionalmente a las nuevas generaciones con claras dosis de humanidad y bondad. Animado por una confianza inquebrantable en la Divina Providencia y por un profundo espíritu de sacrificio, afrontó dificultades y fatigas para poner en práctica varias obras apostólicas, entre las cuales: el Instituto de los artesanillos, la Editorial Queriniana, la Congregación masculina de la Sagrada Familia de Nazaret y la Congregación de las Humildes Siervas del Señor. El secreto de su intensa y laboriosa vida estaba en las largas horas que dedicaba a la oración. Cuando estaba abrumado por el trabajo, aumentaba el tiempo para el encuentro, de corazón a corazón, con el Señor. Prefería permanecer junto al Santísimo Sacramento, meditando la pasión, muerte y resurrección de Cristo, para retomar fuerzas espirituales y volver a lanzarse a la conquista del corazón de la gente, especialmente de los jóvenes, para llevarlos otra vez a las fuentes de la vida con nuevas iniciativas pastorales.

«Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti». Con estas palabras, la liturgia nos invita a hacer nuestro este himno al Dios creador y providente, aceptando su plan en nuestras vidas. Así lo hizo Santa María del Carmelo Sallés y Barangueras, religiosa nacida en Vic, España, en 1848. Ella, viendo colmada su esperanza, después de muchos avatares, al contemplar el progreso de la Congregación de Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, que había fundado en 1892, pudo cantar junto a la Madre de Dios: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Su obra educativa, confiada a la Virgen Inmaculada, sigue dando abundantes frutos entre la juventud a través de la entrega generosa de sus hijas, que como ella se encomiendan al Dios que todo lo puede.

Paso hablar ahora de Mariana Cope, nacida en 1838 en Heppenheim, Alemania. Con apenas un año de edad fue llevada a los Estados Unidos y en 1862 entró en la Tercera Orden Regular de san Francisco, en Siracusa, Nueva York. Más tarde, y como superiora general de su congregación, Madre Mariana acogió gustosamente la llamada a cuidar a los leprosos de Hawai, después de que muchos se hubieran negado a ello. Con seis de sus hermanas de congregación, fue personalmente a dirigir el hospital en Oahu, fundando más tarde el hospital de Malulani en Maui y abriendo una casa para niñas de padres leprosos. Cinco años después aceptó la invitación a abrir una casa para mujeres y niñas en la isla de Molokai, encaminándose allí con valor y poniendo fin de hecho a su contacto con el mundo exterior. Allí cuidó al Padre Damián, entonces ya famoso por su heroico trabajo entre los leprosos, atendiéndolo mientras moría y continuando su trabajo entre los leprosos. En un tiempo en el que poco se podía hacer por aquellos que sufrían esta terrible enfermedad, Mariana Cope mostró un amor, valor y entusiasmo inmenso. Ella es un ejemplo luminoso y valioso de la mejor tradición de las hermanas enfermeras católicas y del espíritu de su amado san Francisco.

Kateri Tekakwitha nació en el actual Estado de Nueva York, en 1656, de padre mohawk y madre algonquina cristiana, quien le trasmitió la experiencia del Dios vivo. Fue bautizada a la edad de 20 años y, para escapar de la persecución, se refugió en la misión de san Francisco Javier, cerca de Montreal. Allí trabajó hasta que murió a los 24 años de edad, fiel a las tradiciones de su pueblo, pero renunciando a las convicciones religiosas del mismo. Llevando una vida sencilla, Kateri permaneció fiel a su amor a Jesús, a su oración y a su Misa diaria. Su deseo más alto era conocer y hacer lo que agradaba a Dios.

Kateri impresiona por la acción de la gracia en su vida, carente de apoyos externos, y por la firmeza de una vocación tan particular para su cultura. En ella, fe y cultura se enriquecen recíprocamente. Que su ejemplo nos ayude a vivir allá donde nos encontremos, sin renegar de lo que somos, amando a Jesús. Santa Kateri, protectora de Canadá y primera santa amerindia, te confiamos la renovación de la fe en los pueblos originarios y en toda América del Norte. Que Dios bendiga a los pueblos originarios.

La joven Anna Schäffer, de Mindelstetten, quería entrar en una congregación misionera. Nacida en una familia humilde, trabajó como criada buscando ganar la dote necesaria y poder entrar así en el convento. En este trabajo, tuvo un grave accidente, sufriendo quemaduras incurables en los pies que la postraron en un lecho para el resto de sus días. Así, la habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero. Al principio se rebeló contra su destino, pero enseguida, comprendió que su situación fue una llamada amorosa del Crucificado para que le siguiera. Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo. Que su apostolado de oración y de sufrimiento, de ofrenda y de expiación sea para los creyentes de su tierra un ejemplo luminoso. Que su intercesión intensifique la pastoral de los enfermos en cuidados paliativos, en su benéfico trabajo.

Queridos hermanos y hermanas, estos nuevos santos, diferentes por origen, lengua, nación y condición social, están unidos con todo el Pueblo de Dios en el misterio de la salvación de Cristo, el Redentor. Junto a ellos, también nosotros reunidos aquí con los Padres sinodales, procedentes de todas las partes del mundo, proclamamos con las palabras del salmo que el Señor «es nuestro auxilio y nuestro escudo», y le pedimos: «Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti» (Sal32,20-22). Que el testimonio de los nuevos santos, de su vida generosamente ofrecida por amor de Cristo, hable hoy a toda la Iglesia, y su intercesión la fortalezca y la sostenga en su misión de anunciar el Evangelio al mundo entero.

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