28.10.12

Un sistema económico moralmente deshauciado

A las 8:30 AM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Sociedad siglo XXI

 

Cada vez son más los españoles, o extranjeros residentes en España, que no pueden pagar sus hipotecas y acaban siendo deshauciados a petición de los bancos. Esos mismos bancos se quedan con los pisos vacíos, de manera que ni los venden -básicamente porque no hay quien los compre- ni los arriendan. Lo cual me lleva a hacer las primeras preguntas: ¿para qué quiere un banco un piso vacío mientras pone en la calle a los que vivían en el mismo? ¿qué gana con eso? ¿No habría una manera de que la vivienda pase a ser propiedad de la entidad bancaria aunque siguieran viviendo los anteriores dueños, quizás en régimen de alquiler, pagando la mensualidad que puedan dados sus ingresos?

Es obvio que hay un grado de responsabilidad importante en aquellos que compraron hace años una vivienda creyendo que la vida les iba a ir de maravilla y que las crisis económicas son cosa del pasado. Es decir, a nadie se le puso una pistola en la cabeza para firmar hipotecas enormes a pagar en 20, 30 y hasta 40 años, con una cuota mensual muy elevada. Las familias españolas se empeñaron por encima de sus posibilidades reales.

Además en este país se especuló mucho invirtiendo en el “ladrillo” -comprar casas para venderlas por mucho más dinero a la vuelta de dos o tres años-, se construyeron casas como si viviéramos en un boom demográfico, se dieron préstamos como si fueran golosinas, etc. Todo ello provocó un incremento del precio de la vivienda brutal. O sea, la famosa burbuja inmobiliaria. Una vez que la burbuja se pincha, ese precio se desploma, de tal manera que quien compró una casa por 200.000 euros hace cinco o siete años, se encuentra con que hoy vale un 30-40% menos y en no pocos casos la mitad o menos de la mitad. Pero lo que no disminuye es la deuda con los bancos.

Eso provoca otra situación penosa. Si el banco te quita la casa porque no puedes pagar la hipoteca, eso no significa que dejes de deber el dinero que se te prestó. Si la entidad bancaria logra vender la vivienda por una cantidad baja, la diferencia entre lo recaudado por dicha venta y el préstamo concedido, sigue siendo deuda del cliente. De tal manera que la gente no solo se queda en la calle sino además debiendo un dinero que el banco intentará cobrar en cuanto su situación económica mejore.

Es más, los bancos han empezado a sufrir las consecuencias de los impagos y de la caída brutal de los precios inmobiliarios. Si han dado cantidades ingentes de dinero que ahora no pueden recuperar, no hace falta que explique que sus balances se resienten tanto que las quiebras estarían a la orden del día… si el Estado no apareciera a poner dinero para que los bancos no quiebren.

Y ahí es donde entra un factor moral que suele ser despreciado por parte de nuestros dirigentes. ¿Por qué se mete dinero público para salvar bancos en vez de para salvar del deshaucio a quienes no pueden pagar sus hipotecas? ¿de verdad que los costes sociales que se derivan de permitir que la gente se vaya a la calle son menores que los que implicaría el crear un fondo de ayuda a quienes no pueden asumir el coste mensual de dichas hipotecas?

Se explica que la quiebra del sistema bancario implicaría una reacción económica en cascada que empeoraría, aún más, la crisis. Si los bancos no tienen dinero para prestar, las empresas no logran financiación y quiebran. Lo cual provoca más paro y más impagos de hipotecas. Es un círculo vicioso difícil de parar. Es por ello que se mete mucho dinero para evitar la quiebra bancaria. Pero seguimos quedándonos con la quiebra humana y social de los empobrecidos.

En realidad no todos los bancos están en una situación cercana a la quiebra, pero el gobierno teme que la caída de unos pocos arrastre al resto. Mas, insisto, creo que para las arcas públicas no costaría más que el dinero fuera para ayudar a los que no pueden pagar sus préstamos en vez de a evitar que los bancos se hundan porque no pueden cobrar dichos préstamos. Y ya puestos, es preferible que los pobres le deban dinero al Estado. No se trata de que con los impuestos de todos se pague las casas de quienes cometieron la necedad de comprar lo que no debían. Lo que el Estado pone mientras la gente no puede pagar, se deberá cobrar una vez que la gente pueda pagar. Pero mientras tanto, esa gente no acabará viviendo bajo un puente o enlatada en casa de los abuelos como si fueran sardinas.

La responsabilidad del Estado durante el proceso de inflacción inmobiliaria es clara. El Banco de España permitió que los bancos dieran demasiados préstamos sin las garantías suficientes de cobro. Durantes las vacas gordas de la economía española se cometieron excesos que hoy llevan a que la crisis sea mucho peor de lo que podría haber sido. Y, esto debe quedar claro, está muy equivocado quien piense que Cáritas puede, por si sola, solucionar este drama.

Se da además la circunstancia de que las entidades bancarias en peor situación son las Cajas de Ahorro, que han sido gestionadas mayormente por la clase política de este país. Muchas de esas cajas eran el destino dorado de politiquillos de tres al cuarto que sabían tanto de gestión bancaria como yo de física nuclear. La corrupción, el amiguismo y la necedad han sino del pan nuestro de cada día en las últimas décadas. Pero no verán ustedes a muchos políticos pidiendo dinero a las puertas de las parroquias. Las únicas víctimas reales son las familias sobre las que ha caído, o está a punto de caer, la guadaña del deshaucio.

No conozco ninguna fórmula mágica para salir de este drama. Lo que sí sé es que hemos vivido con un sistema económico que ha demostrado con suficiente claridad su condición perversa. Y no parece que la solución sea poner parches y esperar que la crisis acabe para que, dentro de otros 10 ó 20 años, nos volvamos a ver en las mismas circunstancias. Algo tiene que cambiar. No hace falta ser catedrático en economía para darse cuenta de ello. Una cosa sí tengo clara. La Iglesia da y dará lo mejor de sí misma para ayudar a los más necesitados.

Luis Fernando Pérez Bustamante