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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 29 de octubre de 2012

Santa Sede

Fe y esperanza también mueven a salir del propio país no sólo el progreso material
Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la 99 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado

El papa habló con el presidente Milanović de la situación de los croatas en Bosnia-Herzegovina
En vías de solución el contencioso de los terrenos de la parroquia de Dajla

La Iglesia sí puede renovar este mundo secularizado
Palabras del papa Benedicto XVI en el Ángelus del domingo

Nueva Evangelización para la transmisión cristiana de la fe

Benedicto XVI: ''El primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización''
Solemne clausura del Sínodo en presencia de 260 padres sinodales y 72 colaboradores

VENTANA AL MUNDO

Cuba: Solidaridad y esperanza en Holguín
Después del paso del ciclón Sandy, el obispo Aranguren visitó todas las zonas afectadas

México: Nuevo obispo para Valle de Chalco
Monseñor Víctor René Rodríguez Gómez, antes auxiliar de Texcoco

JUVENTUD, FUERZA DEL MUNDO

''Alma el Musical'' inicia su gira en el Congreso de Pastoral Juvenil de Valenciana
Han donado ya a Caritas más de quince mil euros y estrenan CD

SANTOS PARA EL SIGLO XXI

Santos, pese a todo y a todos
En medio de los contratiempos y vicisitudes, no volvieron la vista atrás

Foro

Países de misión
Editorial del diario vaticano ''L'Osservatore Romano''

Documentación

Migraciones: peregrinación de fe y esperanza
Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la 99 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado


Santa Sede


Fe y esperanza también mueven a salir del propio país no sólo el progreso material
Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la 99 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- El mensaje de Benedicto XVI para la 99 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, fue presentado hoy en la Sala de Prensa de la Santa Sede, por el cardenal Antonio María Veglió, presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral del Migrante y por el secretario del mismo dicasterio, el arzobispo Joseph Kalathiparambil.

Un tema que se relaciona con la nueva evangelización, pues como fue indicado por el papa en su homilía de ayer domingo, muchos de quienes aún no conocen el mensaje de Jesucristo viven en países de antigua evangelización.

El cardenal Veglió, cifras en la mano, indicó que “el vasto fenómeno migratorio impresiona por el gran número de personas que involucra”, y citó el último informe de la Organización Mundial de las Migraciones (OIM) en el que se calcula que los migrantes hacia el exterior son unos 214 millones de personas, o sea el 3% de la población mundial. Mientras que los de migración interna son unos 740 millones de personas”, en total más de mil millones de personas, equivalente a un séptimo de la población mundial”.

El presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral del Migrante indicó que en “su peregrinación existencial hacia un mundo mejor”, los migrantes llevan consigo sentimientos de fe y de esperanza “aunque no saben bien qué es lo que están buscando exactamente”.

“Decir que intentan solamente mejorar su situación económica o social es simplificar demasiado la realidad”, precisó el purpurado.

Indicó que no todos los inmigrantes consideran su viaje como un ir hacia Dios, si bien tienen confianza que Él les acompañará. Entretanto las personas que ellos van a conocer y en particular los que viajan a países de antigua evangelización pueden descubrirlo y experimentar la genuina bondad de muchas realidades eclesiales que les acogen y les ayudan”. Añadió que “en el vasto contexto de las migraciones, la Iglesia está llamada a realizar su maternal solicitud sin distinción”.

Por este motivo, dijo el cardenal, el papa ha indicado dos canales complementarios. Uno son las actividades con los inmigrantes, como las intervenciones en las emergencias, lo que encuentra más acogida mediática; y la segunda en cambio, que requiere más empeño --aunque sea menos notada, porque muchas veces requiere un cambio de mentalidad- es favorecer la integración del inmigrante en el nuevo contexto cultural.

El cardenal Veglió recordó que el mensaje pontificio indica que las migraciones comprenden derechos y deberes: atender y curar los inmigrantes para que tengan una vida decorosa, y ellos deben respetar los valores que ofrece la sociedad que los recibe.

“La Iglesia tiene un papel importante en el proceso de la integración y pone el acento en la centralidad de la persona con la recomendación de tutelar las minorías; para ello hay que valorizar su cultura, su contribución a la pacificación universal, la dimensión eclesial y misionera del fenómeno migratorio, la importancia del diálogo y del debate en el interior de la sociedad civil, de la comunidad eclesial y entre las diversas religiones” dijo.

El arzobispo Joseph Kalathiparambil por su parte subrayó la dificultad de los refugiados, en particular quienes buscan asilo, que sufren medidas restrictivas que obstaculizan el acceso a algunos países, y para conseguir los visados, etc.

El secretario del dicasterio añadió que las limitaciones “incentivan las actividades de los contrabandistas, traficantes y peligrosas travesías marítimas que han visto desaparecer entre las olas demasiadas vidas humanas”. Todo esto sucede --indicó- a pesar de las obligaciones que tiene la comunidad internacional sobre la protección de los refugiados y solicitantes de asilo”.

El arzobispo de la India reivindicó también elementos primarios como “alimento, alojamiento, vestuario y atención médica, el derecho al trabajo y a la libre circulación”. Y que “no se enfatiza nunca suficientemente que ellos deben enfrentar viajes fuera de sus fronteras y sin poseer documentos válidos de viaje o identidad”.

Para leer el mensaje de Benedicto XVI íntegro entrar en: http://www.zenit.org/article-43471?l=spanish

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El papa habló con el presidente Milanović de la situación de los croatas en Bosnia-Herzegovina
En vías de solución el contencioso de los terrenos de la parroquia de Dajla
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- Esta mañana, Benedicto XVI recibió al presidente de gobierno de la República de Croacia, Zoran Milanović. El presidente se entrevistó también con el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano, acompañado por el arzobispo Dominique Mamberti, secretario para las relaciones con los Estados.

"Los cordiales diálogos --afirma una nota de la Sala de Prensa de la Santa Sede- han permitido un fructífero intercambio de opiniones sobre los desafíos que el país debe afrontar en la actual crisis económica, como también sobre temas de interés común en el marco de las relaciones bilaterales entre la Iglesia y Croacia".

A este respecto, se aludió a la Conferencia, promovida con motivo del veinte aniversario de las relaciones diplomáticas, que se celebró esta tarde.

En cuanto al conocido caso de Dajla, "las dos partes han acordado resolver la cuestión cuanto antes, en el espíritu de la tradicional amistad entre la Santa Sede y la República de Croacia".

Por último, se renovó "el apoyo de la Santa Sede a las legítimas aspiraciones de Croacia a la plena integración europea y se detuvieron a intercambiar sobre la coyuntura regional, con una especial referencia a la situación de los croatas en Bosnia-Herzegovina".

Por otra parte, hay que precisar que el comunicado conjunto se refiere al contencioso de la parroquia de Dajla, la propiedad dejada en herencia a la Abadía Benedictina de Praglia, nacionalizada y luego restituida a la diócesis de Porec y Pula por el gobierno, y que la Santa Sede ha pedido devolver a los monjes italianos, sus legítimos propietarios.

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La Iglesia sí puede renovar este mundo secularizado
Palabras del papa Benedicto XVI en el Ángelus del domingo
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- Al final de la Misa celebrada ayer en la Basílica de San Pedro con los Padres sinodales, como acto conclusivo de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, el santo padre Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. A continuación, las palabras con las que el papa introdujo la oración mariana.

******

¡Queridos hermanos y hermanas!

Con la santa misa celebrada esta mañana en la Basílica de San Pedro, se culmina la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Durante tres semanas, nos hemos confrontado con la realidad de la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana: la Iglesia entera estuvo representada y, por lo tanto, involucrada en este compromiso, que no dejará de dar sus frutos, con la gracia del Señor. En primer lugar, el Sínodo es siempre un momento de gran comunión eclesial, y por ello quiero dar las gracias a Dios con todos ustedes, que una vez más nos hizo disfrutar de la belleza de ser Iglesia, y de serlo justamente hoy, en este mundo así como es, en medio de esta humanidad con sus fatigas y sus esperanzas.

Muy significativa ha sido la coincidencia de esta Asamblea sinodal con el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y por lo tanto, con el inicio del Año de la fe. Recordar al beato Juan XXIII, al siervo de Dios Pablo VI, la temporada conciliar, ha sido de por sí favorable, por que nos ayudó a reconocer que la nueva evangelización no es nuestra invención, sino que es una dinámica que se ha desarrollado en la Iglesia especialmente a partir de los años 50 del siglo pasado, cuando se hizo evidente que incluso en los países de antigua tradición cristiana se había convertido, como se suele decir, en "tierra de misión". Así surgió la exigencia de un renovado anuncio del Evangelio en las sociedades secularizadas, con la certeza dual de que, por un lado, sólo es Él, Jesucristo, la verdadera novedad que responde a las expectativas de la gente de todas las épocas, y por el otro, que su mensaje pide ser transmitido de forma adecuada en los cambiantes contextos sociales y culturales.

¿Qué podemos decir después de estos intensos días de trabajo? Por mi parte, escuché y recogí una gran cantidad de puntos de reflexión y muchas propuestas, que con la ayuida de la Secretaría del Sínodo y de mis colaboradores, trataré de ordenar y procesar, para ofrecer a toda la Iglesia una síntesis orgánica e indicaciones coherentes. A partir de ahora podemos decir que de este Sínodo sale reforzado el compromiso de la renovación espiritual de la misma Iglesia, para poder renovar de modo espiritual el mundo secularizado; y esta renovación se dará por el redescubrimiento de Jesucristo, de su verdad y de su gracia, de su "rostro", tan humano y a la vez tan divino, sobre el que brilla el misterio trascendente de Dios

Encomendemos a la Virgen María los frutos del trabajo de la Asamblea sinodal que acaba de terminar. Ella, Estrella de la Nueva Evangelización, nos enseñe y nos ayude a llevar a Cristo a todos, con valor y con alegría.

Llamado por los sucesos de Cuba

Comienzo con un llamado. En los últimos días, un huracán devastador que golpeó con particular violencia en Cuba, Haití, Jamaica y las Bahamas, ha causado varios muertos y graves daños, obligando a muchas personas a abandonar sus hogares. Deseo asegurarles mi cercanía y mi recuerdo a los que han sido afectados por este desastre natural, mientras que invito a todos a la oración y a la solidaridad, para aliviar el dolor de los familiares de las víctimas, y ofrecer apoyo a miles de damnificados.

Saludos en lengua española

"Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los miembros de la Hermandad del Señor de los Milagros de Roma", dijo Benedicto XVI al terminar la introducción a la oración mariana, dirigiéndose a los visitantes y peregrinos de habla castellana.

"Al concluir la Asamblea General ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada al tema de la nueva evangelización, invito a todos a intensificar la oración para que este evento eclesial produzca abundantes frutos en la vida de la Iglesia", añadió.

"Encomiendo este deseo a la amorosa intercesión de María Santísima, y reitero mi exhortación a dirigirse a Ella cada día con el rezo del Santo Rosario, confiándole todas nuestras dificultades, retos y alegrías, para que los presente a su Hijo Jesucristo, luz del mundo y esperanza del hombre", concluyó.

Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.

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Nueva Evangelización para la transmisión cristiana de la fe


Benedicto XVI: ''El primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización''
Solemne clausura del Sínodo en presencia de 260 padres sinodales y 72 colaboradores
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 28 octubre 2012 (ZENIT.org).- A las 9,30 horas de hoy domingo 28 de octubre de 2012, XXX Domingo del tiempo “per annum”, en la Basílica Vaticana, ante la tumba del Apóstol Pedro, Benedicto XVI presidió la celebración de la Eucaristía con los padres sinodales, para la conclusión de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se ha celebrado en el Aula del Sínodo en el Vaticano desde el 7 de octubre de 2012 sobre el tema «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana».

A las 9,15 horas comenzó el ingreso en la Basílica. Los concelebrantes, guiados por los ceremonieros, se dirigieron a sus puestos alrededor del Altar de la Confesión. Seguidamente, los señores cardenales y los componentes de la Presidencia de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos participaron en la procesión de entrada con el santo padre.

Con el papa concelebraron 260 padres sinodales (entre los cuales 49 cardenales, 6 prelados de las Iglesias Orientales, 71 arzobispos, 120 obispos y 14 presbíteros) y 72 colaboradores.

Subieron al Altar para la Oración Eucarística: los presidentes delegados, cardenales: Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, México; Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa, República Democrática del Congo; John Tong Hon, obispo de Hong Kong, China; el relator general cardenal Donald William Wuerl, arzobispo de Washington, Estados Unidos; el secretario especial, monseñor Pierre-Marie Carré, arzobispo de Montpellier, Francia, y el secretario general monseñor Nikola Eterovič, arzobispo titular de Cibale, Ciudad del Vaticano.

La primera lectura fue pronunciada en inglés, el salmo responsorial en italiano, y la segunda lectura en francés. El Evangelio fue proclamado en latín. La oración de los fieles fue pronunciada en italiano, polaco, español, sueco, árabe y checo.

Durante la celebración, después de la proclamación del Evangelio, Benedicto XVI pronunció la homilía.

Ver: http://www.zenit.org/article-43466?l=spanish.

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VENTANA AL MUNDO


Cuba: Solidaridad y esperanza en Holguín
Después del paso del ciclón Sandy, el obispo Aranguren visitó todas las zonas afectadas
Por Araceli Cantero Guibert

MIAMI, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).-Más de diecisiete mil viviendas afectadas, iglesias derrumbadas, cuantiosos daños a la agricultura, inundaciones, medio millar de instalaciones educativas afectadas, y problemas con el tendido eléctrico, son los resultados de una evaluación preliminar del paso del huracán Sandy por la provincia de Holguín, Cuba, en la madrugada del 25 de octubre.

En medio de esta tragedia humana, el obispo de la Diócesis de Holguín, monseñor Emilio Aranguren Echeverría también ha constatado los gestos de solidaridad, la fe del pueblo y los brotes de esperanza.

En la Diócesis, que comprende las provincias de Holguín y LasTunas, el paso de Sandy además deimpactar enla gente ha causado afectaciones graves en una iglesia, una casa de misión y una casa de encuentros. Esto ha sucedido cuando todavía no se había recuperado del paso del ciclón, Ike, en 2008. Antes del paso de Sandy la Diócesis tenía nueve templos derrumbados y dos sin techo.

Monseñor Aranguren explica que llevar adelante la reconstrucción de estos templos, necesita la autorización de varios organismos estatales. A su vez requiere de ayudas desde el extranjero (organismos internacionales y donantes).

“Sin este apoyo sustancial, no basta la buena voluntad, la disposición y el sacrificio de los miembros de las comunidades afectadas”.

El mismo día 25 por la mañana él hizo un primer recorrido por el territorio afectado por el ciclón. En lugar de fotografiar escenas que expresan pobreza o necesidad prefiere anotar los signos de esperanza. A las pocas horas del paso del huracán visitó la iglesia recién reconstruida de Barajagua, el primer lugar a donde fue llevada la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, encontrada en 1612 en la Bahía de Nipe. Las familias de las viviendas aledañas habían pasado la noche dentro del templo, pero no para buscar refugio: “Vine para estar cerca de Ella”, le decía al obispo una de las vecinas señalando la imagen de la Virgen situada en el exterior. “Fíjese que ni la tormenta ni la fuerte ventolera pudieron quitarle la corona. Ella nos protege y nosotros lo sentimos”.

Un poco más al norte en el pequeño templo de Báguanos, se acercó llorando al obispo Mary una vecina del lugar. “A las tres y media de la madrugada vinimos para acá porque el viento nos llevó el techo”, le dijo. Los colchones aún estaban sobre los bancos de la iglesia y en las ventanas habían puesto ropa a secar. Los niños jugaban y una abuela octogenaria se acercó al obispo para decirle: “qué bueno que vino a vernos”.

Antilla es otra pequeña ciudad al borde de la Bahía de Nipe. Cuando monseñor Aranguren llegó a la casa parroquial –la ciudad no tiene iglesia desde antes del año 2000- encontró al párroco junto a tres coches de niño. “¿Es esto un círculo infantil?, preguntó el obispo. “Es la manera de apoyar a varias mamás que perdieron sus casas”, le explicó una joven.

Monseñor Aranguren recorrió toda la zona de Banes por donde había salido el ojo del huracán Sandy. Del otro lado de la misma bahía, a su paso por Nicaro, el follaje arrancado por el viento había dejado al descubierto las viviendas en muy mal estado. Lo mismo constató en Mayarí, el municipio que sufrió más destrucción de vivienda. En Guaro una mata de coco cayó sobre el techo de la iglesia causando daño capital. Dos sacerdotes, misioneros del Verbo Divino procedentes de Indonesia y de Vanuatu estaban recorriendo la zona con martillo y clavos ayudando a la gente.

“La Caridad nos une, comentó monseñor Aranguren refiriéndose al lema del Año Jubilar Mariano que se celebra en 2012. “También, nos une la misión como comunidad eclesial y como pueblo”, añadió.

La Diócesis de Holguín es la mas extensa de Cuba y la segunda en población de la Isla. 

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México: Nuevo obispo para Valle de Chalco
Monseñor Víctor René Rodríguez Gómez, antes auxiliar de Texcoco
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI nombró obispo de Valle de Chalco, México, a monseñor Víctor René Rodríguez Gómez, hasta ahora obispo titular de Tiburnia y auxiliar de Texcoco.

Nació el 17 de noviembre de 1950 en San Martín de las Pirámides, Estado de México. Es el segundo de cuatro hijos del matrimonio formado por Don Víctor Rodríguez Ledesma y Doña Velina Gómez Martínez

Ingresó en el Seminario de Texcoco donde cursó los estudios de humanidades de 1963 a 1967. Realizó los estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Mayor de Durango de 1967 a 1975.

De agosto de 1988 a diciembre de 1990, realizó los estudios para licenciatura en Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de México.

Fue ordenado diácono el 18 de mayo de 1975 por el arzobispo Antonio López Aviña en Durango, Dgo.

El 21 de noviembre de 1976, en la catedral basílica menor de la Archidiócesis de Durango, recibió la ordenación sacerdotal de manos del Arzobispo Antonio López Aviña en Durango, Dgo.

Por instrucciones del obispo de Texcoco Francisco Ferreira y Arreola, primer obispo de Texcoco, realizó en la Archidiócesis de Durango, el año de diaconado en la Parroquia de San Andrés del Téul y los primeros cinco meses de ministerio sacerdotal en La Joya, Durango.

Desempeñó los siguientes cargos: vicario parroquial en San Rafael, Estado de México. Del 8 de mayo al 8 de agosto de 1977; miembro del Equipo formador del Seminario Menor de Texcoco, de 1977 a 1978; profesor de escuela Preparatoria de Texcoco de 1978 a 1981; párroco de Santo Toribio de Papalotla, Estado de México, de 1978 a 1982; párroco de San Juan Bautista de Teotihuacán, Méx. De 1982 a 1988; vicario episcopal de la zona de Pirámides de 1982 a 1988 y de 1991 a 1997; párroco de San Martín de las Pirámides de 1991 a 1997; profesor de Teología Dogmática en el Seminario Mayor de la Diócesis de 1992 a 1997; párroco de San Miguel Arcángel en Chinconcuac, Méx. De octubre de 1999 a julio de 2001; rector de la catedral de Texcoco de 2001 a 2004.

Es representante legal de la Diócesis de Texcoco ante la Secretaría de Gobernación desde 1993 a la fecha.

Vicario Episcopal de Pastoral y coordinador del Proyecto para la elaboración del Plan Diocesano de Pastoral con Metodología Prospectiva de 1997 a 2006. Provicario General y Vicario Episcopal de la Vicaría 3 de la Diócesis de Texcoco de 2001 a 2006.

Benedicto XVI lo nombró obispo auxiliar de Texcoco el 13 de mayo de 2006. Su ordenación episcopal se llevó a cabo el 25 de julio del mismo año.

Vicario General de Texcoco del 25 de julio de 2006 a la fecha.

Delegado de la CEM para la Atención Pastoral de las Fuerzas Armadas, en los periodos 2006-2009 y 2009-2012.

Actualmente es Secretario General de la Conferencia del Episcopado Mexicano para el periodo 2009-2012.

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JUVENTUD, FUERZA DEL MUNDO


''Alma el Musical'' inicia su gira en el Congreso de Pastoral Juvenil de Valenciana
Han donado ya a Caritas más de quince mil euros y estrenan CD
Por Nieves San Martín

TOLEDO, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- Entre los nuevos modos de evangelizar, sobre todo a un público joven, están el canto y la música. Un grupo de jóvenes de la Archidiócesis de Toledo han puesto en pie un musical que iniciará su gira 2012/2013 en el Congreso de Pastoral Juvenil que se celebra durante el puente de Todos los Santos en Valencia. Con el nombre de ALMA, la historia que cuentan estos cantantes y actores ha sido vista ya por decenas de miles de personas y reportado quince mil euros a Caritas.

El musical ALMA, que se estrenó con motivo de los Días de la Diócesis de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Madrid en el verano de 2012, será representado el próximo viernes 2 de noviembre en Valencia, dentro de los actos del Congreso Nacional de Pastoral Juvenil, organizado por la Conferencia Episcopal Española.

Los jóvenes que dan vida a este musical (ver: http://www.zenit.org/article-42121?l=spanish) harán una única representación a las 22:00h en la plaza de la Virgen de la capital del Turia.

''Alma el Musical'' --informa a ZENIT Gonzalo Garrigós Domínguez, responsable de Medios de Comunicación y Redes Sociales del Musical ALMA- arrancó el pasado 21 de octubre en la localidad toledana de Madridejos, con una importante asistencia de público superior a las 1.200 personas.

Los beneficios obtenidos con la actuación fueron destinados a Caritas a la cual se le han donado cantidades superiores a los quince mil euros a lo largo de las actuaciones del año pasado.

Durante el fin de semana de la representación, se desarrollaron diferentes actividades de evangelización con niños, adolescentes y jóvenes, como un concierto, una vigilia de oración o una convivencia, así como la participación de los miembros del musical en las eucaristías de las distintas localidades del arciprestazco de Consuegra-Madridejos.

Para la gira 2012-2013, el musical presenta numerosas novedades entre las que destaca la edición de un CD con las diez canciones que forman el espectáculo y que será estrenado la próxima semana en el congreso de Valencia.

Este CD se podrá adquirir a través de la página web www.almaelmusical.com en la cual también se informa de las próximas fechas donde poder disfrutar el musical.

Un musical diferente, destinado preferentemente al público juvenil y que intenta transmitir valores aportando una visión cristiana y llena de esperanza a temas de actualidad como el alcohol y las drogas, la ambición o las exigencias de la moda.

Los setenta jóvenes que lo hacen posible pertenecen a la Delegación de Pastoral Juvenil de la Archidiócesis de Toledo.

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SANTOS PARA EL SIGLO XXI


Santos, pese a todo y a todos
En medio de los contratiempos y vicisitudes, no volvieron la vista atrás
Por Isabel Orellana Vilches*

MÁLAGA, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores un artículo de la filósofa, profesora universitaria y escritora Isabel Orellana Vilches, misionera idente, con motivo de la próxima festividad de Todos los Santos, el 1 de noviembre.

*****

En la festividad de Todos los Santos recordamos a quienes abrieron sus brazos de par en par a Cristo creyendo que eran llamados por Él e invitados a seguirle con sus debilidades, vacilaciones, miedos y dudas. Recordamos que todos estamos llamados a la santidad y que para recorrer este camino recibimos la gracia que nos basta.

Ese elenco de hombres y mujeres, niños y ancianos que hicieron de su peregrinaje por este mundo una hermosísima epopeya de amor, salen a nuestro encuentro con sus vicisitudes particulares para mostrarnos que hoy, como siempre, la santidad es posible.

En el pasado las hagiografías tendían a magnificar la vida de un dilecto hijo de Dios reflejando hechos a veces casi novelescos como por ejemplo resaltar el inesperado tañido de campanas que acompañaron el momento excepcional de un nacimiento, o la negativa a ingerir la leche materna todos los viernes en signo de penitencia, entre otras apreciaciones que no tienen fundamento.

Con ello quería ensalzarse la santidad por vías equívocas ya que los signos extraordinarios no son requisito imprescindible para rubricar la santidad de nadie. Son gracias, bendiciones que Dios otorga libremente y que no todos reciben.

Por fortuna esa tendencia literaria en la actualidad es inexistente. El rigor y la crítica se imponen a la hora de examinar la trayectoria biográfica de los que han entregado su vida a Dios.

Y la realidad de la misma permite ver la santidad como algo factible y cercano por haber superado a fuerza de caridad, humildad y obediencia sus deficiencias, por haber hecho de la fe su baluarte, por haberse abrazado con gozo a la cruz. Se fortalecieron día a día en sus personales combates; eso es lo conmovedor, lo que edifica. Son una suma de gracia y de voluntad, algo accesible para cualquiera.

Muchos quedaron sorprendidos de una elección divina en la que jamás pensaron, viviendo ese hecho como un misterio, como un don que se derramaba sobre ellos a pesar de las debilidades que apreciaban en su acontecer.

Otros se negaron a contemplar de antemano una opción de vida que conlleva una altísima dosis de generosidad como Andrés Fournet que se aventuró a decir que nunca sería ni religioso ni sacerdote, lo contrario de lo que fue su vida.

En el camino todos sufrieron el duro envite de sus tendencias y tuvieron que hacer acopio de paciencia perseverando en la lucha ascética que iba a convertirlos en doctores de la vivencia de esa virtud opuesta al defecto que les dominaba.

Francisco de Sales y Vicente de Paúl doblegaron su fuerte carácter. El primero, conocido como el “santo de la dulzura” fue ejemplo para el segundo que no dudó de que podría cambiar, si aquél lo había logrado.

Alfonso María de Ligorio no se quedaba atrás en su enérgico temperamento y otros, en apariencia pusilánimes, eran portadores de admirable virtud, silenciosa, escondida, como la de Teresa de Lisieux o la de María Fortunata Viti a costa siempre de una ofrenda de sí mismos y de estar volcados en las necesidades de los demás.

En no pocas ocasiones los santos y santas, beatos y beatas determinaron seguir el sendero de la santidad frente a la oposición familiar como Estanislao de Kostka, Kateri Tekakwitha y Juan Berchmans.

También lo hicieron a pesar de las apreciaciones negativas ajenas que se cernieron sobre ellos juzgándolos poco menos que casos imposibles para la vida que iba a llevarlos a la santidad como José de Cupertino, Gerardo María Mayela, Juan María Vianney, Germana Cousin, Hermann Reichenieu, Pedro Donders y Josefa María de Santa Inés.

Ellos, entre otros, tenían rasgos que el juicio humano, ramplón, equívoco, sesgado, consideró lejanos a los parámetros que debería poseer el santo. A la conciencia de sus imperfecciones que todos tuvieron, se añadían angustia, soledad e incomprensión de quienes les rodeaban dentro y fuera del convento, si era el caso, y tuvieron que lidiar con falsas acusaciones, pruebas y tentaciones de diverso calado suscitadas a veces por personas de su entorno. Hubo muchos a quienes no faltó la insidia del diablo.

Pero lo que verdaderamente edifica es que en medio de los contratiempos y vicisitudes, de la gravedad de las circunstancias, no volvieron la vista atrás. Su personalidad quedó enriquecida al transfigurarse en Cristo para mostrar al mundo la fuerza que Él había impreso en sus características peculiares.

Con gozo, felicidad y el sentido del humor, como el de Felipe Neri o Pier Giorgio Frassati, la intrepidez y el ardor apostólico sellando su espíritu, multiplicaron con creces los talentos que Dios les otorgó.

Y ahí están clamando a los cuatro vientos cómo se materializa la promesa de Cristo, que ha venido para sanar a los pecadores, de dar a quien le siga el ciento por uno aquí en la tierra y luego la vida eterna.

* Isabel Orellana Vilches, misionera idente, nació en 1951 en Ejulve, Teruel, España y vive en Málaga. Es doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona y su tesis versó sobre Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana. Su actividad docente es amplia desde 1986, y ha publicado numerosos libros: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana, Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes, Editorial Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Ediciones Paulinas, Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Editorial Palabra, Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los interrogantes del hombre de hoy,Editorial Universidad Pontificia, Salamanca, 2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte. Editorial Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia, Editorial San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Convivir: un constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; Humanismo y fe en un crisol de culturas, 2008. Repensar lo cotidiano, 2008 El dolor del amor. Apuntes sobre la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la vida santa. Ed. Seminario Diocesano de Málaga, 2006. Cuenta con numerosas colaboraciones en obras colectivas, así como cuentos, relatos y novela juvenil. También es autora de la biografía del fundador de su familia espiritual: "Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2009.

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Países de misión
Editorial del diario vaticano ''L'Osservatore Romano''
Por Giovanni Maria Vian

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores un editorial del diario vaticano L'Osservatore Romano, firmado por su director Giovanni Maria Vian, en el que afronta el tema de Europa como tierra de misión.

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Era el final de un tremendo verano de guerra cuando, el 12 de septiembre de 1943, en Lyon, salió un pequeño libro cuyo título --La France, pays de mission?- se haría famoso como emblemático de la situación en que se hallaba la Iglesia. De ello eran perfectamente conscientes los autores, dos capellanes de la Jeunesse ouvrière catholique a quienes el arzobispo de París, el cardenal Emmanuel Suhard, había encargado un informe sobre la situación religiosa de los ambientes obreros parisinos: “No nos engañemos: mañana ya no es sólo nuestra patria, es el mundo entero el que se arriesga a ser 'país de misión'; lo que nosotros vivimos hoy, los pueblos lo vivirán a su vez”, escribían Henri Godin e Yvan Daniel.

Precisamente a ese análisis, lúcido y apasionado, se ha remitido Benedicto XVI sintetizando con eficacia el sentido de la asamblea sinodal recién concluida y subrayando el camino ininterrumpido de la Iglesia contemporáneamente. En la base de aquella conciencia y de la convergencia de diversas corrientes maduradas en el catolicismo del siglo XX, vio a luz la intuición de Juan XXIII de convocar un concilio sobre el que habían pensado largamente sus predecesores. Y entre los resultados más fecundos del Vaticano II --cuyo quincuagésimo aniversario se acaba de celebrar- se encuentra sin duda la institución, querida por Pablo VI, del sínodo de los obispos, expresión real de la colegialidad que es inherente a la tradición cristiana.

En torno al sucesor del apóstol Pedro, presente con asiduidad en el debate sinodal --donde “he escuchado y recogido muchos puntos de reflexión y muchas propuestas”, dijo Benedicto XVI--, toda la comunidad católica estaba “representada y, por lo tanto, involucrada”. Nunca se recordará lo suficiente que el término griego sýnodosse remite a la idea de un camino recorrido juntos; un concepto que el Papa ha explicitado hablando de “la belleza de ser Iglesia, y de serlo precisamente hoy, en este mundo tal como es, en medio de esta humanidad con sus fatigas y sus esperanzas”. Con un lenguaje que ha querido evidentemente traer a la memoria el clima conciliar, el obispo de Roma ha confirmado así que el camino de los cristianos no sólo se caracteriza y testimonia por la comunión entre ellos, sino que es un camino que se realiza, con apertura y amistad, junto a las mujeres y los hombres de nuestro tiempo.

Ningún cierre, por lo tanto; ningún pesimismo en las palabras de Benedicto XVI, sino la conciencia de que la humanidad de hoy es como el ciego Bartimeo del Evangelio, del que san Agustín hipotiza que había “venido a menos de una gran prosperidad” y que según el Papa “podría ser la representación de cuantos viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios”, transformándose así en “mendigos del sentido de la existencia”. De esta forma la asamblea sinodal ha reflexionado y discutido la necesidad de un anuncio del Evangelio que requiere métodos nuevos y “nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo”, y “creatividad pastoral”, sintetizó Benedicto XVI. Quien al final oró con las palabras de Clemente de Alejandría, dirigidas a aquella luz que brilló de una vez para siempre, “más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo”.

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Documentación


Migraciones: peregrinación de fe y esperanza
Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la 99 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- Con motivo de la 99 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el próximo 13 de enero de 2013, Benedicto XVI ha hecho público anticipadamente su mensaje para aquella Jornada. Ofrecemos el texto íntegro publicado por la Sala de Prensa vaticana.

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Queridos hermanos:

El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, ha recordado que «la Iglesia avanza juntamente con toda la humanidad» (n. 40), por lo cual «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (ibíd,1). Se hicieron eco de esta declaración el Siervo de Dios Pablo VI, que llamó a la Iglesia «experta en humanidad» (Enc. Populorum Progressio, 13), y el Beato Juan Pablo II, quien afirmó que la persona humana es «el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión..., camino trazado por Cristo mismo» (Enc. Centesimus Annus, 53). En mi Encíclica Caritas in Veritate he querido precisar, siguiendo a mis predecesores, que «toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre» (n. 11), refiriéndome también a los millones de hombres y mujeres que, por motivos diversos, viven la experiencia de la migración. En efecto, los flujos migratorios son «un fenómeno que impresiona por sus grandes dimensiones, por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (ibíd., 62), ya que «todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación» (ibíd.).

En este contexto, he querido dedicar la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2013 al tema «Migraciones: peregrinación de fe y esperanza», en concomitancia con las celebraciones del 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y de los 60 años de la promulgación de la Constitución apostólica Exsul Familia, al mismo tiempo que toda la Iglesia está comprometida en vivir el Año de la Fe, acogiendo con entusiasmo el desafío de la nueva evangelización.

En efecto, fe y esperanza forman un binomio inseparable en el corazón de muchísimos emigrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la «desesperación» de un futuro imposible de construir. Al mismo tiempo, el viaje de muchos está animado por la profunda confianza de que Dios no abandona a sus criaturas y este consuelo hace que sean más soportables las heridas del desarraigo y la separación, tal vez con la oculta esperanza de un futuro regreso a la tierra de origen. Fe y esperanza, por lo tanto, conforman a menudo el equipaje de aquellos que emigran, conscientes de que con ellas «podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Enc. Spe Salvi, 1).

En el vasto campo de las migraciones, la solicitud maternal de la Iglesia se realiza en diversas directrices. Por una parte, la que contempla las migraciones bajo el perfil dominante de la pobreza y de los sufrimientos, que con frecuencia produce dramas y tragedias. Aquí se concretan las operaciones de auxilio para resolver las numerosas emergencias, con generosa dedicación de grupos e individuos, asociaciones de voluntariado y movimientos, organizaciones parroquiales y diocesanas, en colaboración con todas las personas de buena voluntad. Pero, por otra parte, la Iglesia no deja de poner de manifiesto los aspectos positivos, las buenas posibilidades y los recursos que comportan las migraciones. Es aquí donde se incluyen las acciones de acogida que favorecen y acompañan una inserción integral de los emigrantes, solicitantes de asilo y refugiados en el nuevo contexto socio-cultural, sin olvidar la dimensión religiosa, esencial para la vida de cada persona. La Iglesia, por su misión confiada por el mismo Cristo, está llamada a prestar especial atención y cuidado a esta dimensión precisamente: ésta es su tarea más importante y específica. Por lo que concierne a los fieles cristianos provenientes de diversas zonas del mundo, el cuidado de la dimensión religiosa incluye también el diálogo ecuménico y la atención de las nuevas comunidades, mientras que por lo que se refiere a los fieles católicos se expresa, entre otras cosas, mediante la creación de nuevas estructuras pastorales y la valorización de los diversos ritos, hasta la plena participación en la vida de la comunidad eclesial local. La promoción humana está unida a la comunión espiritual, que abre el camino «a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» (Carta ap. Porta Fidei, 6). La Iglesia ofrece siempre un don precioso cuando lleva al encuentro con Cristo que abre a una esperanza estable y fiable.

Con respecto a los emigrantes y refugiados, la Iglesia y las diversas realidades que en ella se inspiran están llamadas a evitar el riesgo del mero asistencialismo, para favorecer la auténtica integración, en una sociedad donde todos y cada uno sean miembros activos y responsables del bienestar del otro, asegurando con generosidad aportaciones originales, con pleno derecho de ciudadanía y de participación en los mismos derechos y deberes. Aquellos que emigran llevan consigo sentimientos de confianza y de esperanza que animan y confortan en la búsqueda de mejores oportunidades de vida. Sin embargo, no buscan solamente una mejora de su condición económica, social o política. Es cierto que el viaje migratorio a menudo tiene su origen en el miedo, especialmente cuando las persecuciones y la violencia obligan a huir, con el trauma del abandono de los familiares y de los bienes que, en cierta medida, aseguraban la supervivencia. Sin embargo, el sufrimiento, la enorme pérdida y, a veces, una sensación de alienación frente a un futuro incierto no destruyen el sueño de reconstruir, con esperanza y valentía, la vida en un país extranjero. En verdad, los que emigran alimentan la esperanza de encontrar acogida, de obtener ayuda solidaria y de estar en contacto con personas que, comprendiendo las fatigas y la tragedia de su prójimo, y también reconociendo los valores y los recursos que aportan, estén dispuestos a compartir humanidad y recursos materiales con quien está necesitado y desfavorecido. Debemos reiterar, en efecto, que «la solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber» (Enc. Caritas in Veritate, 43). Emigrantes y refugiados, junto a las dificultades, pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras, que les alienten a contribuir al bienestar de los países de acogida con sus habilidades profesionales, su patrimonio sociocultural y también, a menudo, con su testimonio de fe, que estimula a las comunidades de antigua tradición cristiana, anima a encontrar a Cristo e invita a conocer la Iglesia.

Es cierto que cada Estado tiene el derecho de regular los flujos migratorios y adoptar medidas políticas dictadas por las exigencias generales del bien común, pero siempre garantizando el respeto de la dignidad de toda persona humana. El derecho de la persona a emigrar --como recuerda la Constitución conciliar Gaudium et Spes en el nº 65- es uno de los derechos humanos fundamentales, facultando a cada uno a establecerse donde considere más oportuno para una mejor realización de sus capacidades y aspiraciones y de sus proyectos. Sin embargo, en el actual contexto socio-político, antes incluso que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra, repitiendo con el Beato Juan Pablo II que «es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración» (Discurso al IV Congreso mundial de las Migraciones, 1998). En efecto, actualmente vemos que muchas migraciones son el resultado de la precariedad económica, de la falta de bienes básicos, de desastres naturales, de guerras y de desórdenes sociales. En lugar de una peregrinación animada por la confianza, la fe y la esperanza, emigrar se convierte entonces en un «calvario» para la supervivencia, donde hombres y mujeres aparecen más como víctimas que como protagonistas y responsables de su migración. Así, mientras que hay emigrantes que alcanzan una buena posición y viven con dignidad, con una adecuada integración en el ámbito de acogida, son muchos los que viven en condiciones de marginalidad y, a veces, de explotación y privación de los derechos humanos fundamentales, o que adoptan conductas perjudiciales para la sociedad en la que viven. El camino de la integración incluye derechos y deberes, atención y cuidado a los emigrantes para que tengan una vida digna, pero también atención por parte de los emigrantes hacia los valores que ofrece la sociedad en la que se insertan.

En este sentido, no podemos olvidar la cuestión de la inmigración irregular, un asunto más acuciante en los casos en que se configura como tráfico y explotación de personas, con mayor riesgo para mujeres y niños. Estos crímenes han de ser decididamente condenados y castigados, mientras que una gestión regulada de los flujos migratorios, que no se reduzca al cierre hermético de las fronteras, al endurecimiento de las sanciones contra los irregulares y a la adopción de medidas que desalienten nuevos ingresos, podría al menos limitar para muchos emigrantes los peligros de caer víctimas del mencionado tráfico. En efecto, son muy necesarias intervenciones orgánicas y multilaterales en favor del desarrollo de los países de origen, medidas eficaces para erradicar la trata de personas, programas orgánicos de flujos de entrada legal, mayor disposición a considerar los casos individuales que requieran protección humanitaria además de asilo político. A las normativas adecuadas se debe asociar un paciente y constante trabajo de formación de la mentalidad y de las conciencias. En todo esto, es importante fortalecer y desarrollar las relaciones de entendimiento y de cooperación entre las realidades eclesiales e institucionales que están al servicio del desarrollo integral de la persona humana. Desde la óptica cristiana, el compromiso social y humanitario halla su fuerza en la fidelidad al Evangelio, siendo conscientes de que «el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre» (Gaudium et Spes, 41).

Queridos hermanos emigrantes, que esta Jornada Mundial os ayude a renovar la confianza y la esperanza en el Señor que está siempre junto a nosotros. No perdáis la oportunidad de encontrarlo y reconocer su rostro en los gestos de bondad que recibís en vuestra peregrinación migratoria. Alegraos porque el Señor está cerca de vosotros y, con Él, podréis superar obstáculos y dificultades, aprovechando los testimonios de apertura y acogida que muchos os ofrecen. De hecho, «la vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía» (Enc. Spe Salvi, 49).

Encomiendo a cada uno de vosotros a la Bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consolación, «estrella del camino», que con su maternal presencia está cerca de nosotros cada momento de la vida, y a todos imparto con afecto la Bendición Apostólica.

Ciudad del Vaticano, 12 de octubre de 2012

BENEDICTUS PP. XVI

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