30.10.12

500 años de la capilla sixtina

El 31 de octubre de 1512 se daban por concluidos los cuatro años que Miguel Ángel había invertido en pintar la bóveda de la Capilla Sixtina. El Papa Julio II, acompañado por 17 cardenales, se dirigió a la capilla para el rezo de vísperas en acción de gracias por la finalización de la obra (la capilla había sido ya consagrada por Sixto IV en 1483). La ceremonia fue seguida por la celebración de la Santa Misa, Víspera de Todos los Santos (que eso significa Halloween). Este miércoles Benedicto XVI también celebrará la víspera.

No exagero diciendo que la ‘Capilla‘ ha demostrado que ha sido y sigue siendo una inmensa catequesis, y como mínimo un referente cultural universal sobre las escenas de la Biblia.

Con el «Año de la Fe» creo que es bueno recuperar el sentido del arte sacro, como materialización de uno de «trascendentales» del ser, como medio de evangelización y ayuda a la oración.

La televisión polaca TBA elaboró un reportaje sobre el quinto centenario de la capilla que se le presentó a Benedicto XVI el pasado viernes. El Santo Padre incidía en esa triple vertiente del arte como «camino hacia Dios»:

Se podría decir que el patrimonio artístico de la Ciudad del Vaticano constituye algo así como una gran ‘parábola’, mediante la cual el Papa habla a hombres y mujeres de todo el mundo, y, por lo tanto, de múltiples pertenencias culturales y religiosas, personas que quizá nunca leerán un discurso suyo o una homilía suya. Ello nos hace recordar lo que Jesús decía a sus discípulos: a ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola (cfr Mc 4,10-12). El lenguaje del arte es un lenguaje parabólico, dotado de una especial apertura universal: la ‘vía Pulchritudinis’ es un camino capaz de guiar la mente y el corazón hacia lo Eterno, elevándolos hasta las alturas de Dios

Es una pena que las «iglesias modernas» se hayan desnaturalizado en este sentido: no hay belleza que eleve, no hay catequesis que forme, no hay arte que ayude a los sentidos a recogerse y meterse en la «vida del Señor» –oración–.

A mi me emocionan esos párrocos que les ha tocado «un mamotreto de cemento visto», y con gran sentido sobrenatural han colocado un sagrario precioso, una imagen de la Virgen piadosa, un Cristo amable o quizá una escultura del santo (o santa) patrono del templo. ¿La verdad?, no pegan nada, pero eso es lo bueno. He podido comprobar cómo ese contraste hace que las personas se centren en lo esencial, en Cristo, no en el artista.

Si algun sacerdote está dudando en si meterle mano a su parroquia le animo a que pruebe, notará la diferencia, probablemente no cuente con Miguel Ángel, pero seguro que el Señor le ayudará a tener su «sixtina».