5.11.12

Tu misa es malta... la mía, café del bueno

A las 12:12 PM, por Jorge
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Me encanta la gente de misa de las 13 h., de 11, o de tarde. Los que hoy van a la parroquia a misa de 12 y el domingo pasado a la de al lado porque les venía mejor la misa de 11:30. Gente que acude cada domingo a misa esté en Madrid, en el pueblo, la playa o directamente en las Chimbambas (que por cierto no sé por dónde quedan).

Gente que sabe que la misa es la misa, que en ella se celebra el sacrificio incruento de Cristo por nosotros, tenemos la oportunidad de pedir perdón, escuchar la Palabra, admirar el don de la transustanciación, rezar juntos, ofrecer nuestra limosna , y comulgar el cuerpo de Cristo si estamos en condiciones para ello. Y esto celebrado según manda la Iglesia y en unión con toda la iglesia extendida por el mundo y visible concretamente en la asamblea en que uno participa.

Después que sea más divertida o menos ¡qué peligro!, pelín aburrida o no, conozca el día del cumpleaños del que está a mi lado, el sacerdote sea joven o viejo, haya más avisos de los deseables o un tipo de canto que me agrada más o menos no deja de ser entrar en detalles menores.

Cuando alguien se queja de una misa le suelo hacer estas preguntas: ¿el sacerdote estaba ordenado válidamente? ¿se ha celebrado según los libros litúrgicos? ¿se ha predicado o hecho algo en contra de la doctrina de la Iglesia? Pues si la respuesta es no… ¿dónde está el problema?

Misas normalitas para gente normalita. Misas que han sostenido y alimentado la fe de gente durante siglos, que han forjado santos, que han llenado de vida a personas, familias y comunidades cristianas. Misas de domingo. Intensas, vivas, abiertas a todos, acogedoras. ¿Hay quien dé más?

Más miedo me dan las misas “especiales”: la de mi grupo, la de mi comunidad, la de mi movimiento. La misa de los niños o de los jóvenes. Me dan mucho más miedo porque cuando uno acaba viviendo la misa casi exclusivamente “con los suyos” (entiéndase por suyos los de su movimiento, grupo, especie o espiritualidad) tiene un peligro grande, y es que cuando no hay “suyos” no hay misa.

Hace tiempo alguien me dijo que sólo iba a las misas de “su grupo”, con “su cura” y en “su sala”, que no participaba en las misas de la parroquia porque ir a misa con los fieles a cualquier eucaristía de la parroquia era conformarse con malta, cuando en su grupo tenían café del bueno. Ver para creer. Una misa parroquial donde todos caben, todos tienen hueco, todos pueden participar es malta. Y la misa privadísima café…

La gente que sólo acude a “sus misas” acaba no yendo a ninguna. La razón es que cambiamos la centralidad de la misa, el sacrificio de Cristo, por el grupito, la comunidad. El grupito se hace el centro y Cristo es el invitado. Así las cosas se trastocan y se pierde todo.

Lo bueno de la misa no es que el cura sea amiguete, conozca el número que calza Marianita o me sepa el problema de acidez de Pepe, que no digo que esté mal. Lo bueno de la misa es que Cristo se entrega por nosotros, nos reparte el pan y la palabra, y nos acoge a todos como hermanos sin distinción de razas, lenguas o lugares de procedencia. Vamos, que le da igual que seamos kikos, opus, celinos, neocon, progres, del común, viejos, jóvenes o niños. Todos comunidad. Todos hermanos. Todos compartiendo y celebrando la entrega de Cristo.

Ya, pero es que eso es malta. Y cuando celebro con mi cura, con los míos y en nuestro sitio… es café del bueno, misa de la buena.

Tururú.

(Y no se me mosqueen, que los del café y la malta no eran para nada neocatecumenales, que sí van a la parroquia de vez en cuando)