6.11.12

Cuando los alejados llegan a la iglesia

A las 1:47 PM, por Jorge
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Nos decía una vez el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco, hablando de los alejados y de cómo ir a su encuentro, que no necesitábamos salir a buscarlos, que aún una gran mayoría de ellos vienen a nosotros sin que nos demos cuenta. Que el problema es que cuando vienen se encuentren con algo que merezca la pena.

Es cierto. Cuánta gente completamente alejada de la Iglesia acude todavía alguna vez al año aunque sólo sea por un compromiso familiar o social.
Todavía bautizos, primeras comuniones, bodas y funerales traen a la iglesia a mucha gente alejada o directamente no creyente. Las fiestas patronales, romerías, procesiones… aglutinan junto a ellas a un número ingente de personas carentes de fe que ahí están.

No sé si somos conscientes los sacerdotes y las comunidades cristianas de lo que significa esto, porque el gran riesgo que tenemos es creernos que a los alejados que vienen a una celebración lo que les atrae y lo que les acerca a la Iglesia es ofrecerles una celebración infantiloide, light, “muy de andar por casa”, muy secularizada, alejada de las normas litúrgicas, llena de morcillas simpáticas del celebrante y transmitiendo una doctrina que muchas veces además de equivocada (eso que decía hace unos días tan de moda que todo difunto se va directamente al cielo), descafeinamos hasta extremos increíbles. Recuerdo a este propósito una boda en la que el sacerdote en lugar de preguntar a los contrayentes “¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?”, lo que preguntó fue “¿estáis dispuestos a tener hijos y a educarlos para que sean buenas personas?” Pues eso, descafeinar todo.

No hay que hacer nada en una celebración para que un alejado se sienta bien en ella. La liturgia es lo que es y tiene una riqueza inmensa que no acabamos de comprender y valorar.

Un alejado, cuando llega a la iglesia a lo que le toque (bautizo, comunión, boda, funeral…), lo que debe ver es una comunidad que se cree lo que celebra, un sacerdote que se toma en serio la celebración, unas lecturas correctamente proclamadas, una homilía que mueva los corazones, una liturgia cuidada, un templo adornado con belleza y elegancia, limpieza, respeto. Nada más y nada menos. La liturgia católica celebrada correctamente, impresiona.

En mi experiencia lo único que añado cuando la presencia de alejados es notoria (esas celebraciones especiales a que me refiero) es un pequeño aviso al principio recordando que es una celebración religiosa en un templo católico, y rogando silencio, que no se muevan por la iglesia, apagado de móviles y nada de pasarse la celebración cámara en ristre. La gente suele respetarlo.

Los alejados son alejados, pero no memos. Montarnos una celebración super mega guay, cambiar una lectura por un texto del poeta de moda, hacer la liturgia a nuestro aire como queriendo decir que es que en el Vaticano son unos carcas pero yo soy “modelno”, llenarla de moniciones tan improvisadas como inútiles, o convertir la homilía en cuatro cosas y una gracieta, no convierte a nadie. Lo más que consigue es que unos cuantos digan “qué cura más majo, ni parece cura” (lo cual es para que lo pensemos) y otros directamente exclamen: valiente gilipichis”.