“Los presupuestos ideológicos dominantes dejan al joven solo e inerme ante los retos de la existencia”, sugiere el Cardenal de Madrid


 

En su habitual intervención en el informativo diocesano de Cope, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, hizo alusión este domingo 4 de noviembre, a las dos fiestas litúrgicas que celebramos en estos días –la de Todos los Santos y la de la Patrona de Madrid. Y, en alusión a lo sucedido el pasado 1 de noviembre en el Madrid Arena, anunció que “en la Vigilia de la Fiesta de Nuestra Señora de La Almudena, Madre y Patrona de los jóvenes de Madrid −¡Vigilia tradicionalmente suya!−, pediremos por las jóvenes amigas fallecidas, por la recuperación pronta y completa de la que ha quedado gravemente herida; pediremos que los jóvenes de Madrid avancen en el camino de la verdadera alegría y de un futuro de plenitud hermana y cristiana que quedó abierto para todos ellos y las nuevas generaciones de jóvenes madrileños, que les seguirán, en la Jornada Mundial de la Juventud 2011”.

“En la noche de ‘Todos los Santos’, recordó, morían trágicamente en Madrid tres jovencísimas muchachas madrileñas y dos más sufrían muy graves heridas. La fórmula de ‘la fiesta’ en la que participaban no era precisamente la de abrir a los jóvenes la puerta y las vías de la verdadera alegría que nace de conocer, de querer seguir y de imitar a los santos. Muy distinta fue la fórmula de la alegría de que gozaron −y gozamos con ellos− los dos millones de jóvenes de la JMJ 2011 de agosto del pasado año en Madrid. Dejando a salvo todo lo que contribuya al esclarecimiento legal de las causas que provocaron el dramático suceso, si hay que alzar la voz de la conciencia personal y ciudadana que debe de preguntarse por las responsabilidades públicas y privadas de todos los que en los distintos ámbitos de las conductas personales, familiares, sociales, culturales y políticas a la hora de trazar programas educativos, de crear ambientes para los tiempos libres, de propugnar formas y modos de vivir las obligaciones la maternidad y la paternidad en la familia, de abrir horizontes profesionales, dignos de la persona humana, etc… ¿No habrá que superar los presupuestos ideológicos dominantes, ‘apuntados’ tenazmente al relativismo espiritual, moral y religioso que deja a la persona del joven, solo e inerme ante los retos de la existencia, formidables en sí mismos y en cualquier coyuntura histórica, pero de una extraordinaria riqueza y belleza cuando se asumen a la luz de la fe en Jesucristo y teniendo como modelo-guía a ‘los Santos’? La responsabilidad nuestra, la de la Iglesia, de sus Pastores y fieles, es naturalmente mucho mayor: ¡cualitativamente mayor! Ahí tenemos ‘la Misión Madrid’, prolongación de la JMJ 2011, planteada y vivida como nueva evangelización para la transmisión de la fe, en sintonía pastoral plena con ‘el Año de la Fe’, convocado por nuestro Santo Padre Benedicto XVI, como un momento providencial para responder a la llamada del Señor que nos apremia a evangelizar a nuestros jóvenes: a los lejanos y también a los cercanos”.

Afirmó que el mandamiento del amor marca “el camino de la vida” y constituye “la única garantía de poder desgranar el tiempo de nuestro vivir en este mundo como itinerario para sembrar y cosechar felicidad hasta llegar al momento último de conseguirla plena y sobreabundante: ¡para toda la eternidad! ‘Los Santos’, a los que celebra la Iglesia en su conjunto el día de su Fiesta litúrgica, son primero, la prueba fehaciente de que ese es el camino de la verdadera felicidad; camino experimentado en peripecias y avatares, los más variados y complejos, dolorosos y gozosos, que enhebran el hilo conductor de la historia del hombre sobre la tierra. Y, segundo, la muestra inequívoca de que no se trata de un ideal impensable, inalcanzable”. Los Santos prueban “que siguiendo a Cristo, dejándose empapar por su gracia, por la nueva vida recibida del Espíritu Santo, a través de la fe y de los sacramentos, se entiende y se puede realizar, y se realiza de hecho el ideal de ser hombre en plenitud, es decir, de ser hijo de Dios: ¡de ser Santo! La cercanía de María, la Madre de Jesucristo, Madre de Dios y Madre de los hombres, cercanía de ternura y de amor materno que busca y abraza a los ‘hermanos’ de su Hijo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, nos alivia y fortalece ante los tropiezos y dificultades del camino de la santidad. Con ella, se puede vencer más fácilmente el pecado”.

“A nuestra Madre Santísima, Nuestra Señora de La Almudena, le rogaremos fervientemente en la Vigilia suya de la noche de la Víspera de su Fiesta y en la Eucaristía solemne de la Plaza Mayor, que la respuesta de sus jóvenes madrileños y de sus mayores sea la que les pedía el Papa” en la Vigilia celebrada con los jóvenes en Cuatro Vientos, durante la JMJ Madrid 2011: “la de la fe y del amor inquebrantable a Jesucristo, fecunda, gozosa, humana y espiritualmente”.