6.11.12

Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

La digna Esposa de Cristo es casa bien nuestra

“No dispongo más que una red…” “La Iglesia: ya tienes instrumento”. ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (895 )

Los católicos sabemos que, en cuanto somos bautizados pero, sobre todo, cuando tomamos conciencia de lo que supone ser hijo de Dios, la Iglesia es nuestra casa y que, como tal, a ella acudimos en muchas ocasiones. Amamos, pues, a la Iglesia, católica, por ser digna Esposa de Cristo.

Aquellas personas que, aún sin manifestar una voluntad en tal sentido pero habiendo hecho efectivo en nosotros, por parte de quien puede hacerlo, el derecho de ser reconocidos como hijos de la Iglesia, hemos recibido el bautismo, somos libres de hacer lo que creamos conveniente con nuestro uso de razón.

Dios, que nos ama y siempre nos tiene en su corazón, ha de querer ver a su semejanza constituyendo las piedras vivas que, día a día, dan forma al edificio espiritual (y material) que constituye lo que su Hijo Cristo encomendó a san Pedro. Le dio, incluso, las llaves para que hiciera y deshiciera y eso quedó, ya, para siempre, escrito en el corazón de la Iglesia. Y en ella estamos.

 

Así, nos gozamos de ser católicos porque nos consideramos parte de una gran familia que tiene a Dios como Padre y a la Iglesia como Madre. Además, porque la Casa de Dios acoge a sus hijos con gozo y amor y nos ofrece a Cristo como el Pan de la Vida que lo es, además, para la que lo es eterna.

Dirá, más de uno, que la Iglesia, en muchas ocasiones, se manifiestas como pecadora. Sin embargo, son sus miembros los que, en determinadas ocasiones, se desvían del camino recto que traza Dios para sus vidas y se apartan del mismo para andar por vías equivocadas que no llevan, precisamente, al Cielo sino, en todo caso, a cierto infierno personal de quien abandona a Quien lo creó.

Pero, además (y en contra lo que se pueda pensar) tenemos el testimonio de muchos de aquellos que, entre nosotros, han sido ejemplo a seguir. Con ellos caminamos en la seguridad de que no es imposible ser católico porque tanto los santos como los beatos o, ya en este mundo, los predicadores o los misioneros nos muestran, rectamente, la senda a seguir. Y así vale la pena saberse dentro de la Iglesia católica.

Por eso, sentirse en el seno de la Iglesia católica, no ofrece más que sentido espiritual a una vida que se completa y se hace gozosa. No supone alienación ni sometimiento a las ideas de otro sino que, al contrario, la adhesión se hace libremente porque el camino que se sigue no puede ser impuesto pues habría muchos tropiezos que nos llevarían al olvido de lo que no amaríamos.

Es, también, la Iglesia católica, instrumento del que servirse para alcanzar el corazón de los que no conocen a Dios ni a Cristo o de los que, conociéndolo, se han alejado porque el mundo ha tirado más de ellos que el amor del Padre o el acogimiento de la Esposa de su Hijo.

Orar, entonces, por tales personas, es darles una oportunidad de cambio y de conversión. Para nosotros, los que sabemos que tal comportamiento de petición a Dios es obligación grave de sus hijos, sólo cumplimos con la misión que Cristo, en el primer Pentecostés cristiano, supo hacer ver a aquellos otros nosotros que, ensimismados, fueron testigos del principio de la salvación eterna.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán