13.11.12

Si El Vaticano aprueba la universidad legionaria

A las 2:19 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Legionarios de Cristo

Del Vatican Insider

Administrar una universidad eclesiástica en Roma es un privilegio de pocos. Una responsabilidad circunscrita a una élite de congregaciones y comunidades religiosas en la Iglesia. Eso lo sabía bien Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo. Por eso ambicionó con establecer una y en 1993 lo logró, gracias a sus sólidos contactos en la Curia Romana. Tras un largo periodo y alguna controversia, El Vaticano aprobó definitivamente los estatutos del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum.

En vísperas del 20 aniversario de fundación de esa casa de estudios (que se celebrará el 15 de septiembre de 2013) la Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede concedió el decreto de aprobación, que lleva fecha del 6 de agosto pero cuyo contenido se dio a conocer hasta ahora.

En el momento de su mayor poder Maciel, ahora condenado al olvido por sus delitos (abusos sexuales contra menores incluidos), movilizó los recursos a su disposición para hacer realidad la apertura del Ateneo. Y lo consiguió gracias al sostén del entonces “número dos” del Vaticano y secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano.

Una ayuda sin la cual, con toda seguridad, el Regina Apostolorum jamás hubiese existido. Porque las instituciones de este tipo son suficientes y la concesión de nuevas “patentes” depende sólo del Papa. Ya en 1984 el Opus Dei había logrado la aprobación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. La Legión no quiso ser menos.

El actual rector del ateneo legionario, Pedro Barrajón, en una entrevista publicada por el sitio de internet de la congregación dejó en claro que “el itinerario para la aprobación fue laborioso”. Y afirmó: “cuando se aprobó, la Santa Sede creyó que la Legión estaba preparada para llevar a cabo esta importante misión porque, obviamente, no se concede la aprobación de un Ateneo Pontificio por las buenas, pues es una gran responsabilidad”.

La anunciada aprobación definitiva de los estatutos estuvo precedida por una controversia, poco conocida al exterior y surgida de una anomalía en el gobierno de la universidad. Y es que, pese a ser autónoma en teoría, la institución era prácticamente controlada por los mismos superiores de la Legión, mientras el rector casi ostentaba un puesto honorífico.

Un par de años atrás el tema llegó hasta el delegado papal encargado de la reforma en los Legionarios, el cardenal Velasio De Paolis, quien ordenó establecer una comisión para solucionar los problemas. Originalmente los estatutos debieron ser aprobados en 2011, pero un “proceso interno de reflexión” atrasó todo. Por eso el actual Gran Canciller, Álvaro Corcuera, pidió y obtuvo un año de prórroga de parte de la Santa Sede.

Como resultado de una amplia consulta se introdujeron nuevas estructuras. Se instauró el “consejo directivo”, que fortalece el papel del rector y de los decanos de las facultades, quienes anteriormente poco contaban para la toma de decisiones. Se le quitó poder al “senado académico”, un organismo de empleados, estudiantes y directivos. Y, sobre todo, se creó la “comisión administrativa” encargada de controlar el presupuesto, dar sugerencias para la gestión o para la recaudación de fondos. En estos términos los nuevos estatutos parecen dar una verdadera autonomía académica a la universidad, al menos en el papel. Para dejar atrás los tiempos del control “macielista”.

Serafines susurran.- Que desde adentro algunas voces advierten que el problema del Ateneo no se centra tanto en el gobierno de la institución sino en su incapacidad de sostenerse que ha llevado a un énfasis casi enfermizo en la autofinanciación. Aseguran que la Legión no desea invertir los recursos humanos y materiales para convertirla en una universidad de primer nivel, lo cual se ha manifestado en una “fuga” de profesores y maestros.

En realidad, sostienen, Maciel quería sólo el “lustre” de un ateneo pontificio y por eso impulsó la creación del Colegio Internacional Mater Ecclesiae, una residencia para seminaristas de diversas diócesis del mundo que administran en Roma los mismos legionarios. Con esta casa debía quedar asegurada una matrícula fija al Regina Apostolorum, al menos teóricamente.