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ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 18 de noviembre de 2012

JUVENTUD, FUERZA DEL MUNDO

Somos parte de una gran cadena de hombres y mujeres que nos transmitieron la verdad de la fe
Mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes del mundo

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Rosa Filipina Duchesne
«La oración: sublime vía de comunicación»

Santa Sede

Benedicto XVI: El Hijo de Dios sigue siendo el punto firme y estable para el mundo
Durante el rezo del Ángelus el santo padre insistió en la centralidad de Jesucristo

EL CONCILIO VATICANO II HOY

Cardenal Kasper: ''La Iglesia de todos los concilios es la misma''
Intervino en el congreso ''A los cincuenta años del Concilio Vaticano II (1962-2012)''

VENTANA AL MUNDO

SOS desde la única parroquia católica de rito latino de la Franja de Gaza
Carta de la madre María de Nazaret SSVM

CULTURA Y EDUCACIÓN

Importante donación de archivos del cardenal Jorge Medina
A la Biblioteca de Teología de la Universidad Católica de Chile

RELIGIONES

El primer traductor del Corán se documentó en textos de los moriscos de Granada
Declaraciones del experto en islam Roberto Tottoli en el Congreso sobre el padre Ludovico Marraci

LA LITURGIA DE LA IGLESIA

El coro católico de Westminster Cathedral, puente ecuménico con los anglicanos
Cantó con el de la Sixtina en Roma y trajo la polifonía católica del Renacimiento británico

Derechos Humanos

''Tío Tom vive en las plantaciones de la República Dominicana en pleno siglo XXI''
''Esclavos en el paraíso o el precio amargo del azúcar en la piel de esclavos haitianos, un libro inspirado en la obra del misionero Christopher Hartley''

Dios llora en la tierra

Pakistán: Saborear la Biblia desde pequeño
Entrevista con el padre Emmanuel Asi, hijo de catequista en el país musulmán

Foro

Su Excelencia, o Hermano Obispo
El servicio episcopal en la Nueva Evangelización

Documentación

Las palabras de Jesús son el verdadero ''firmamento'' que orienta al hombre
Meditación del papa Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus


JUVENTUD, FUERZA DEL MUNDO


Somos parte de una gran cadena de hombres y mujeres que nos transmitieron la verdad de la fe
Mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes del mundo
CIUDAD DEL VATICANO, sábado 17 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que Benedicto XVI envía los jóvenes del mundo, con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará, del 23 al 28 de julio de 2013, en Río de Janeiro, Brasil. "Cuanto más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo". "Con vuestra cercanía y vuestro sencillo testimonio abrís una brecha a través de la cual Dios puede tocar sus corazones", les dice el papa.

*****

Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19)

Queridos jóvenes:

Quiero haceros llegar a todos un saludo lleno de alegría y afecto. Estoy seguro de que la mayoría de vosotros habéis regresado de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2,7). En este año hemos celebrado en las diferentes diócesis la alegría de ser cristianos, inspirados por el tema: «Alegráos siempre en el Señor» (Flp 4,4). Y ahora nos estamos preparando para la próxima Jornada Mundial, que se celebrará en Río de Janeiro, en Brasil, en el mes de julio de 2013.

Quisiera renovaros ante todo mi invitación a que participéis en esta importante cita. La célebre estatua del Cristo Redentor, que domina aquella hermosa ciudad brasileña, será su símbolo elocuente. Sus brazos abiertos son el signo de la acogida que el Señor regala a cuantos acuden a él, y su corazón representa el inmenso amor que tiene por cada uno de vosotros. ¡Dejaos atraer por él! ¡Vivid esta experiencia del encuentro con Cristo, junto a tantos otros jóvenes que se reunirán en Río para el próximo encuentro mundial! Dejaos amar por él y seréis los testigos que el mundo tanto necesita.

Os invito a que os preparéis a la Jornada Mundial de Río de Janeiro meditando desde ahora sobre el tema del encuentro: Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19). Se trata de la gran exhortación misionera que Cristo dejó a toda la Iglesia y que sigue siendo actual también hoy, dos mil años después. Esta llamada misionera tiene que resonar ahora con fuerza en vuestros corazones. El año de preparación para el encuentro de Río coincide con el Año de la Fe, al comienzo del cual el Sínodo de los Obispos ha dedicado sus trabajos a «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». Por ello, queridos jóvenes, me alegro que también vosotros os impliquéis en este impulso misionero de toda la Iglesia: dar a conocer a Cristo, que es el don más precioso que podéis dar a los demás.

1. Una llamada apremiante

La historia nos ha mostrado cuántos jóvenes, por medio del generoso don de sí mismos y anunciando el Evangelio, han contribuido enormemente al Reino de Dios y al desarrollo de este mundo. Con gran entusiasmo, han llevado la Buena Nueva del Amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo, con medios y posibilidades muy inferiores con respecto a los que disponemos hoy. Pienso, por ejemplo, en el beato José de Anchieta, joven jesuita español del siglo XVI, que partió a las misiones en Brasil cuando tenía menos de veinte años y se convirtió en un gran apóstol del Nuevo Mundo. Pero pienso también en los que os dedicáis generosamente a la misión de la Iglesia. De ello obtuve un sorprendente testimonio en la Jornada Mundial de Madrid, sobre todo en el encuentro con los voluntarios.

Hay muchos jóvenes hoy que dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan con frecuencia: ¿Qué puedo hacer? La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios. Él ama también a quien se ha alejado de él; tiene paciencia y espera, es más, él ha entregado a su Hijo, muerto y resucitado, para que nos libere radicalmente del mal. Y Cristo ha enviado a sus discípulos para que lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvación y de vida nueva.

En su misión de evangelización, la Iglesia cuenta con vosotros. Queridos jóvenes: Vosotros sois los primeros misioneros entre los jóvenes. Al final del Concilio Vaticano II, cuyo 50º aniversario estamos celebrando en este año, el siervo de Dios Pablo VI entregó a los jóvenes del mundo un Mensaje que empezaba con estas palabras: «A vosotros, los jóvenes de uno y otro sexo del mundo entero, el Concilio quiere dirigir su último mensaje. Pues sois vosotros los que vais a recoger la antorcha de manos de vuestros mayores y a vivir en el mundo en el momento de las más gigantescas transformaciones de su historia. Sois vosotros quienes, recogiendo lo mejor del ejemplo y las enseñanzas de vuestros padres y maestros, vais a formar la sociedad de mañana; os salvaréis o pereceréis con ella». Concluía con una llamada: «¡Construid con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores!» (Mensaje a los Jóvenes, 8 de diciembre de 1965).

Queridos jóvenes, esta invitación es de gran actualidad. Estamos atravesando un período histórico muy particular. El progreso técnico nos ha ofrecido posibilidades inauditas de interacción entre los hombres y la población, mas la globalización de estas relaciones sólo será positiva y hará crecer el mundo en humanidad si se basa no en el materialismo sino en el amor, que es la única realidad capaz de colmar el corazón de cada uno y de unir a las personas. Dios es amor. El hombre que se olvida de Dios se queda sin esperanza y es incapaz de amar a su semejante. Por ello, es urgente testimoniar la presencia de Dios, para que cada uno la pueda experimentar. La salvación de la humanidad y la salvación de cada uno de nosotros están en juego. Quien comprenda esta necesidad, sólo podrá exclamar con Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co 9,16).

2. Sed discípulos de Cristo

Esta llamada misionera se os dirige también por otra razón: Es necesaria para vuestro camino de fe personal. El beato Juan Pablo II escribió: «La fe se refuerza dándola» (Enc. Redemptoris Missio, 2). Al anunciar el Evangelio vosotros mismos crecéis arraigándoos cada vez más profundamente en Cristo, os convertís en cristianos maduros. El compromiso misionero es una dimensión esencial de la fe; no se puede ser un verdadero creyente si no se evangeliza. El anuncio del Evangelio no puede ser más que la consecuencia de la alegría de haber encontrado en Cristo la roca sobre la que construir la propia existencia. Esforzándoos en servir a los demás y en anunciarles el Evangelio, vuestra vida, a menudo dispersa en diversas actividades, encontrará su unidad en el Señor, os construiréis también vosotros mismos, creceréis y maduraréis en humanidad.

¿Qué significa ser misioneros? Significa ante todo ser discípulos de Cristo, escuchar una y otra vez la invitación a seguirle, la invitación a mirarle: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). Un discípulo es, de hecho, una persona que se pone a la escucha de la palabra de Jesús (cf. Lc 10,39), al que se reconoce como el buen Maestro que nos ha amado hasta dar la vida. Por ello, se trata de que cada uno de vosotros se deje plasmar cada día por la Palabra de Dios; ésta os hará amigos del Señor Jesucristo, capaces de incorporar a otros jóvenes en esta amistad con él.

Os aconsejo que hagáis memoria de los dones recibidos de Dios para transmitirlos a su vez. Aprended a leer vuestra historia personal, tomad también conciencia de la maravillosa herencia de las generaciones que os han precedido: Numerosos creyentes nos han transmitido la fe con valentía, enfrentándose a pruebas e incomprensiones. No olvidemos nunca que formamos parte de una enorme cadena de hombres y mujeres que nos han transmitido la verdad de la fe y que cuentan con nosotros para que otros la reciban. El ser misioneros presupone el conocimiento de este patrimonio recibido, que es la fe de la Iglesia. Es necesario conocer aquello en lo que se cree, para poder anunciarlo. Como escribí en la introducción de YouCat, el catecismo para jóvenes que os regalé en el Encuentro Mundial de Madrid, «tenéis que conocer vuestra fe de forma tan precisa como un especialista en informática conoce el sistema operativo de su ordenador, como un buen músico conoce su pieza musical. Sí, tenéis que estar más profundamente enraizados en la fe que la generación de vuestros padres, para poder enfrentaros a los retos y tentaciones de este tiempo con fuerza y decisión» (Prólogo).

3. Id

Jesús envió a sus discípulos en misión con este encargo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). Evangelizar significa llevar a los demás la Buena Nueva de la salvación y esta Buena Nueva es una persona: Jesucristo. Cuando le encuentro, cuando descubro hasta qué punto soy amado por Dios y salvado por él, nace en mí no sólo el deseo, sino la necesidad de darlo a conocer a otros. Al principio del Evangelio de Juan vemos a Andrés que, después de haber encontrado a Jesús, se da prisa para llevarle a su hermano Simón (cf. Jn 1,40-42). La evangelización parte siempre del encuentro con Cristo, el Señor. Quien se ha acercado a él y ha hecho la experiencia de su amor, quiere compartir en seguida la belleza de este encuentro que nace de esta amistad. Cuanto más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo. Cuanto más hablamos con él, más deseamos hablar de él. Cuanto más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros hacia él.

Por medio del bautismo, que nos hace nacer a una vida nueva, el Espíritu Santo se establece en nosotros e inflama nuestra mente y nuestro corazón. Es él quien nos guía a conocer a Dios y a entablar una amistad cada vez más profunda con Cristo; es el Espíritu quien nos impulsa a hacer el bien, a servir a los demás, a entregarnos. Mediante la confirmación somos fortalecidos por sus dones para testimoniar el Evangelio con más madurez cada vez. El alma de la misión es el Espíritu de amor, que nos empuja a salir de nosotros mismos, para «ir» y evangelizar. Queridos jóvenes, dejaos conducir por la fuerza del amor de Dios, dejad que este amor venza la tendencia a encerrarse en el propio mundo, en los propios problemas, en las propias costumbres. Tened el valor de «salir» de vosotros mismos hacia los demás y guiarlos hasta el encuentro con Dios.

4. Llegad a todos los pueblos

Cristo resucitado envió a sus discípulos a testimoniar su presencia salvadora a todos los pueblos, porque Dios, en su amor sobreabundante, quiere que todos se salven y que nadie se pierda. Con el sacrificio de amor de la Cruz, Jesús abrió el camino para que cada hombre y cada mujer puedan conocer a Dios y entrar en comunión de amor con él. Él constituyó una comunidad de discípulos para llevar el anuncio de salvación del Evangelio hasta los confines de la tierra, para llegar a los hombres y mujeres de cada lugar y de todo tiempo.¡Hagamos nuestro este deseo de Jesús!

Queridos amigos, abrid los ojos y mirad en torno a vosotros. Hay muchos jóvenes que han perdido el sentido de su existencia. ¡Id! Cristo también os necesita. Dejaos llevar por su amor, sed instrumentos de este amor inmenso, para que llegue a todos, especialmente a los que están «lejos». Algunos están lejos geográficamente, mientras que otros están lejos porque su cultura no deja espacio a Dios; algunos aún no han acogido personalmente el Evangelio, otros, en cambio, a pesar de haberlo recibido, viven como si Dios no existiese. Abramos a todos las puertas de nuestro corazón; intentemos entrar en diálogo con ellos, con sencillez y respeto mutuo. Este diálogo, si es vivido con verdadera amistad, dará fruto. Los «pueblos» a los que hemos sido enviados no son sólo los demás países del mundo, sino también los diferentes ámbitos de la vida: las familias, los barrios, los ambientes de estudio o trabajo, los grupos de amigos y los lugares de ocio. El anuncio gozoso del Evangelio está destinado a todos los ambientes de nuestra vida, sin exclusión.

Quisiera subrayar dos campos en los que debéis vivir con especial atención vuestro compromiso misionero. El primero es el de las comunicaciones sociales, en particular el mundo de Internet. Queridos jóvenes, como ya os dije en otra ocasión, «sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida. […] A vosotros, jóvenes, que casi espontáneamente os sentís en sintonía con estos nuevos medios de comunicación, os corresponde de manera particular la tarea de evangelizar este "continente digital"» (Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 mayo 2009). Por ello, sabed usar con sabiduría este medio, considerando también las insidias que contiene, en particular el riesgo de la dependencia, de confundir el mundo real con el virtual, de sustituir el encuentro y el diálogo directo con las personas con los contactos en la red.

El segundo ámbito es el de la movilidad. Hoy son cada vez más numerosos los jóvenes que viajan, ya sea por motivos de estudio, trabajo o diversión. Pero pienso también en todos los movimientos migratorios, con los que millones de personas, a menudo jóvenes, se trasladan y cambian de región o país por motivos económicos o sociales. También estos fenómenos pueden convertirse en ocasiones providenciales para la difusión del Evangelio. Queridos jóvenes, no tengáis miedo en testimoniar vuestra fe también en estos contextos; comunicar la alegría del encuentro con Cristo es un don precioso para aquellos con los que os encontráis.

5. Haced discípulos

Pienso que a menudo habéis experimentado la dificultad de que vuestros coetáneos participen en la experiencia de la fe. A menudo habréis constatado cómo en muchos jóvenes, especialmente en ciertas fases del camino de la vida, está el deseo de conocer a Cristo y vivir los valores del Evangelio, pero no se sienten idóneos y capaces. ¿Qué se puede hacer? Sobre todo, con vuestra cercanía y vuestro sencillo testimonio abrís una brecha a través de la cual Dios puede tocar sus corazones. El anuncio de Cristo no consiste sólo en palabras, sino que debe implicar toda la vida y traducirse en gestos de amor. Es el amor que Cristo ha infundido en nosotros el que nos hace evangelizadores; nuestro amor debe conformarse cada vez más con el suyo. Como el buen samaritano, debemos tratar con atención a los que encontramos, debemos saber escuchar, comprender y ayudar, para poder guiar a quien busca la verdad y el sentido de la vida hacia la casa de Dios, que es la Iglesia, donde se encuentra la esperanza y la salvación (cf. Lc 10,29-37). Queridos amigos, nunca olvidéis que el primer acto de amor que podéis hacer hacia el prójimo es el de compartir la fuente de nuestra esperanza: Quien no da a Dios, da muy poco. Jesús ordena a sus apóstoles: «Haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). Los medios que tenemos para «hacer discípulos» son principalmente el bautismo y la catequesis. Esto significa que debemos conducir a las personas que estamos evangelizando para que encuentren a Cristo vivo, en modo particular en su Palabra y en los sacramentos. De este modo podrán creer en él, conocerán a Dios y vivirán de su gracia. Quisiera que cada uno se preguntase: ¿He tenido alguna vez el valor de proponer el bautismo a los jóvenes que aún no lo han recibido? ¿He invitado a alguien a seguir un camino para descubrir la fe cristiana? Queridos amigos, no tengáis miedo de proponer a vuestros coetáneos el encuentro con Cristo. Invocad al Espíritu Santo: Él os guiará para poder entrar cada vez más en el conocimiento y el amor de Cristo y os hará creativos para transmitir el Evangelio.

6. Firmes en la fe

Ante las dificultades de la misión de evangelizar, a veces tendréis la tentación de decir como el profeta Jeremías: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Pero Dios también os contesta: «No digas que eres niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene» (Jr 1,6-7). Cuando os sintáis ineptos, incapaces y débiles para anunciar y testimoniar la fe, no temáis. La evangelización no es una iniciativa nuestra que dependa sobre todo de nuestros talentos, sino que es una respuesta confiada y obediente a la llamada de Dios, y por ello no se basa en nuestra fuerza, sino en la suya. Esto lo experimentó el apóstol Pablo: «Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2Co 4,7).

Por ello os invito a que os arraiguéis en la oración y en los sacramentos. La evangelización auténtica nace siempre de la oración y está sostenida por ella. Primero tenemos que hablar con Dios para poder hablar de Dios. En la oración le encomendamos al Señor las personas a las que hemos sido enviados y le suplicamos que les toque el corazón; pedimos al Espíritu Santo que nos haga sus instrumentos para la salvación de ellos; pedimos a Cristo que ponga las palabras en nuestros labios y nos haga ser signos de su amor. En modo más general, pedimos por la misión de toda la Iglesia, según la petición explícita de Jesús: «Rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9,38). Sabed encontrar en la eucaristía la fuente de vuestra vida de fe y de vuestro testimonio cristiano, participando con fidelidad en la misa dominical y cada vez que podáis durante la semana. Acudid frecuentemente al sacramento de la reconciliación, que es un encuentro precioso con la misericordia de Dios que nos acoge, nos perdona y renueva nuestros corazones en la caridad. No dudéis en recibir el sacramento de la confirmación, si aún no lo habéis recibido, preparándoos con esmero y solicitud. Es, junto con la eucaristía, el sacramento de la misión por excelencia, que nos da la fuerza y el amor del Espíritu Santo para profesar la fe sin miedo. Os aliento también a que hagáis adoración eucarística; detenerse en la escucha y el diálogo con Jesús presente en el sacramento es el punto de partida de un nuevo impulso misionero.

Si seguís por este camino, Cristo mismo os dará la capacidad de ser plenamente fieles a su Palabra y de testimoniarlo con lealtad y valor. A veces seréis llamados a demostrar vuestra perseverancia, en particular cuando la Palabra de Dios suscite oposición o cerrazón. En ciertas regiones del mundo, por la falta de libertad religiosa, algunos de vosotros sufrís por no poder dar testimonio de la propia fe en Cristo. Hay quien ya ha pagado con la vida el precio de su pertenencia a la Iglesia. Os animo a que permanezcáis firmes en la fe, seguros de que Cristo está a vuestro lado en esta prueba. Él os repite: «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5,11-12).

7. Con toda la Iglesia

Queridos jóvenes, para permanecer firmes en la confesión de la fe cristiana allí donde habéis sido enviados, necesitáis a la Iglesia. Nadie puede ser testigo del Evangelio en solitario. Jesús envió a sus discípulos a la misión en grupos: «Haced discípulos» está puesto en plural. Por tanto, nosotros siempre damos testimonio en cuanto miembros de la comunidad cristiana; nuestra misión es fecundada por la comunión que vivimos en la Iglesia, y gracias a esa unidad y ese amor recíproco nos reconocerán como discípulos de Cristo (cf. Jn13,35). Doy gracias a Dios por la preciosa obra de evangelización que realizan nuestras comunidades cristianas, nuestras parroquias y nuestros movimientos eclesiales. Los frutos de esta evangelización pertenecen a toda la Iglesia: «Uno siembra y otro siega» (Jn 4,37).

En este sentido, quiero dar gracias por el gran don de los misioneros, que dedican toda su vida a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Asimismo, doy gracias al Señor por los sacerdotes y consagrados, que se entregan totalmente para que Jesucristo sea anunciado y amado. Deseo alentar aquí a los jóvenes que son llamados por Dios, a que se comprometan con entusiasmo en estas vocaciones: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35). A los que dejan todo para seguirlo, Jesús ha prometido el ciento por uno y la vida eterna (cf. Mt 19,29).

También doy gracias por todos los fieles laicos que allí donde se encuentran, en familia o en el trabajo, se esmeran en vivir su vida cotidiana como una misión, para que Cristo sea amado y servido y para que crezca el Reino de Dios. Pienso, en particular, en todos los que trabajan en el campo de la educación, la sanidad, la empresa, la política y la economía y en tantos ambientes del apostolado seglar. Cristo necesita vuestro compromiso y vuestro testimonio. Que nada – ni las dificultades, ni las incomprensiones – os hagan renunciar a llevar el Evangelio de Cristo a los lugares donde os encontréis; cada uno de vosotros es valioso en el gran mosaico de la evangelización.

8. «Aquí estoy, Señor»

Queridos jóvenes, al concluir quisiera invitaros a que escuchéis en lo profundo de vosotros mismos la llamada de Jesús a anunciar su Evangelio. Como muestra la gran estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro, su corazón está abierto para amar a todos, sin distinción, y sus brazos están extendidos para abrazar a todos. Sed vosotros el corazón y los brazos de Jesús. Id a dar testimonio de su amor, sed los nuevos misioneros animados por el amor y la acogida. Seguid el ejemplo de los grandes misioneros de la Iglesia, como san Francisco Javier y tantos otros.

Al final de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, bendije a algunos jóvenes de diversos continentes que partían en misión. Ellos representaban a tantos jóvenes que, siguiendo al profeta Isaías, dicen al Señor: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8). La Iglesia confía en vosotros y os agradece sinceramente el dinamismo que le dais. Usad vuestros talentos con generosidad al servicio del anuncio del Evangelio. Sabemos que el Espíritu Santo se regala a los que, en pobreza de corazón, se ponen a disposición de tal anuncio. No tengáis miedo. Jesús, Salvador del mundo, está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).

Esta llamada, que dirijo a los jóvenes de todo el mundo, asume una particular relevancia para vosotros, queridos jóvenes de América Latina. En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar en Aparecida en 2007, los obispos lanzaron una «misión continental». Los jóvenes, que en aquel continente constituyen la mayoría de la población, representan un potencial importante y valioso para la Iglesia y la sociedad. Sed vosotros los primeros misioneros. Ahora que la Jornada Mundial de la Juventud regresa a América Latina, exhorto a todos los jóvenes del continente: Transmitid a vuestros coetáneos del mundo entero el entusiasmo de vuestra fe.

Que la Virgen María, Estrella de la Nueva Evangelización, invocada también con las advocaciones de Nuestra Señora de Aparecida y Nuestra Señora de Guadalupe, os acompañe en vuestra misión de testigos del amor de Dios. A todos imparto, con particular afecto, mi Bendición Apostólica.

Vaticano, 18 de octubre de 2012

BENEDICTUS PP. XVI

©Librería Editorial Vaticana

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Rosa Filipina Duchesne
«La oración: sublime vía de comunicación»
MADRID, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Isabel Orellana Vilches nos ofrece hoy la semblanza de una mujer de origen francés, misionera entre los pieles rojas americanos, cuya arma de evangelización fue exclusivamente la oración y su entrega a los desheredados.

Primera estadounidense canonizada, llevaba inscrito en su nombre de pila el ardor apostólico de dos grandes santos: san Felipe apóstol y santa Rosa de Lima en quienes sus padres pensaron al imponérselo. Un apóstol jamás pone cotas a su acción. Tiempo y edad palidecen ante el torrente de gracia que Dios les otorga para llevar a cabo sus misiones. Rosa tenía 49 esplendorosos años cuando se embarcó en la excelsa misión de sembrar la fe en América. Tres décadas más tarde, a la edad de 72, los pieles rojas de la reserva de otowatomi en Sugar Creek (Kansas) la denominaba  «la mujer que siempre reza», hermosísimo apelativo para un seguidor de Cristo y testigo suyo ante el mundo, claro indicio, sin duda, del impacto que les causaba el ejemplo de esta gran mujer. 

Había nacido en Grenoble el 29 de agosto de 1769 en una familia acomodada. Su padre, un prestigioso jurista, y su madre la enviaron para que cursara estudios con las religiosas de la Visitación en Sainte Marie d'en Haut. Seguramente ignoraban que la profunda piedad de Rosa, devota del Sagrado Corazón de Jesús, había calado hasta tal punto en ella, que siendo adolescente tenía claro que iba a integrarse en la comunidad religiosa que tan bien conocía. Tan rotunda era su convicción que no dudó en rechazar el matrimonio que sus padres fraguaron para ella cuando tenía 17 años y aunque no contaba con su autorización para hacerse religiosa, a los 18 ingresó en el convento. Eso sí, su padre se opuso a que profesara antes de cumplir los 25. Su vida dio un giro inesperado cuando las autoridades gubernamentales en medio de la convulsa situación política clausuraron el convento y expulsaron a la comunidad. De regreso al hogar paterno Rosa se involucró en acciones caritativo-sociales socorriendo a pobres, enfermos y prisioneros. En 1801 adquirió el convento en el que había ingresado con objeto de dinamizarlo nuevamente, acompañada de otras jóvenes, pero no fructificó.

De modo que en 1804 se unió a la reciente fundación puesta en marcha por santa Magdalena Sofía Barat, las Religiosas del Sagrado Corazón, puso a su disposición el convento y un año más tarde profesó. El Jueves Santo de 1806 en el transcurso de una singular experiencia mística que le sobrevino mientras oraba ante el Sagrado, se sintió transportada al continente americano, desbordada por intensísimo amor alumbrado por la Pasión de Cristo. Un instante sublime que le hizo revivir la gesta de otros insignes misioneros, san Francisco Javier y san Francisco de Regis, entre ellos, dejando su espíritu invadido por la paz y la urgencia apostólica.

La Madre Barat, conocedora de estos sentimientos y otros que bullían en su interior, aconsejó un periodo de espera en el que debía acrecentar su humildad, espíritu de abandono y desprendimiento de sí. Su certero consejo de que las “angustias interiores” únicamente las paliaría “buscando la gloria de Dios”, ayudaron a Rosa a crecer en el sendero de la virtud. Su momento de partir llegó en 1818. El prelado de Luisiana, monseñor Doubourg requería la presencia de las religiosas, y Rosa emprendió el viaje junto a cuatro de ellas. La primera fundación firmemente erigida en una modesta cabaña de madera fue en San Carlos, cerca de San Luis (Mississipi), y a ella siguieron otras cinco, además de la creación de una escuela gratuita. La fe inquebrantable de Rosa brillaba con especial fulgor en medio de las difíciles condiciones a las que hizo frente: miseria, hambre, frío, epidemias, inclemencias meteorológicas… Su espíritu de austeridad y entrega fue en todo momento heroico.

Fue relevada de su misión como superiora general en 1841, y quedó libre de responsabilidades para dedicarse por entero a los indígenas. La salud hartamente quebrantada tampoco fue óbice para responder a la demanda de un jesuita que juzgaba esencial su presencia en la reserva. Se desvivió por los enfermos y erradicó el alcoholismo. No estaba dotada para los idiomas, así que el lenguaje de la oración le permitió suplir esa deficiencia; fue su vehículo de comunicación y con él conmovió el corazón de los indios. Después de un año de intensa entrega entre ellos, dado su precario estado de salud regresó a San Carlos en 1842 y diez años más tarde, el 18 de noviembre de 1852, entregó su alma a Dios. Juan Pablo II la canonizó el 3 de julio de 1988.

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Santa Sede


Benedicto XVI: El Hijo de Dios sigue siendo el punto firme y estable para el mundo
Durante el rezo del Ángelus el santo padre insistió en la centralidad de Jesucristo
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Hoy al mediodía, el papa Benedicto XVI se encontró con los fieles venidos de todo el mundo hasta la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus con él, y escuchar sus enseñanzas. Fue ocasión también para que dirigiera sendos saludos en diferentes idiomas a los fieles del mundo entero.

La meditación del papa estuvo centrada en el evangelio dominical (Mc. 13,24-32), que es una parte del discurso de Jesús sobre los tiempos finales, y que Benedicto XVI lo presentó como “probablemente el texto más difícil de los Evangelios”. Según el Catequista universal, esta dificultad se debe tanto a los contenidos como al lenguaje, porque “habla de un futuro que está más allá de nuestras categorías, y por ello Jesús utiliza imágenes y palabras tomadas del Antiguo Testamento, pero sobre todo, incorpora un nuevo centro, que es Él mismo, el misterio de su persona, y de su muerte y resurrección”.

Hizo ver el papa que las imágenes cósmicas de género apocalíptico a que se refiere Jesús, como aquellas de que el sol se oscurecerá y que la luna no dará su resplandor, o que las estrellas irán cayendo del cielo, son relativizadas por Él mismo cuando dice: “Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes del cielo con gran poder y gloria” (v. 26).

Esta frase de Cristo, enseñó el santo padre, lo señala a Él como el “Hijo del Hombre”, aquel “que conecta el presente con el futuro (y en quien) las antiguas palabras de los profetas han encontrado finalmente un centro. Él es el verdadero acontecimiento que, en medio de la agitación del mundo, sigue siendo el punto firme y estable”.

Y quiso confirmar esto con esa otra expresión del Evangelio de hoy, en la que Jesús dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (v. 31), ya que --siempre el papa, “en la Biblia la Palabra de Dios está en el origen de la creación: todas las criaturas, desde los elementos cósmicos --sol, luna, firmamento--, obedecen a la Palabra de Dios, porque son "llamados" por ella”.

Este poder creador de la Palabra de Dios, que es Jesucristo, continuó, “(es) el verdadero "firmamento" que orienta el pensamiento y el camino del hombre en la tierra”. De este modo, hizo ver que Jesús no es un “vidente” que describe un fin del mundo con imágenes apocalípticas. Sino por el contrario, “Él quiere quitar en sus discípulos de todos los tiempos, la curiosidad por conocer las fechas, los pronósticos, y quiere más bien darles una idea profunda, esencial, y sobre todo indicar la forma correcta de caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna”, dijo.

Consciente de que “todo pasa”, como lo recuerda el mismo Jesucristo en el pasaje evangélico, el papa recordó que por el contrario, “la Palabra de Dios no cambia, y (que) delante de ella cada uno de nosotros es responsable del proprio comportamiento”.

Por ello aseguró a todos los fieles presentes en la plaza --y a aquellos que lo siguieron por los medios de comunicación--, que ante estos tiempos en que no faltan los desastres naturales, las guerras y la violencia, “hoy necesitamos una base estable para nuestra vida y nuestra esperanza, más aún a causa del relativismo en el que estamos inmersos”.

Y esta centralidad es Jesucristo, “su persona y su Palabra”, finalizó.

Saludos en español

Al finalizar el rezo del Ángelus, el santo padre se dirigió a los peregrinos de lengua española con las siguientes palabras: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En el Evangelio de hoy, Jesús advierte a sus discípulos, y a todos, que en la vida habrá que afrontar embaucadores, sufrir persecuciones y calamidades. Hoy se sabe esto muy bien. Pero con la esperanza perseverante en la victoria de la Cruz, el corazón humano encontrará siempre un suelo firme, la auténtica paz, en la presencia constante del Señor, verdadero fin de todas las cosas, y cuya ayuda nunca nos abandona.

Confiemos a nuestra Madre del cielo nuestros desvelos, y que nos ayude también la intercesión de la Beata María Crescencia Pérez, que ayer ha sido elevada al honor de los altares en Argentina.”(javv)

Leer el texto completo de las palabras del papa en: http://www.zenit.org/article-43643?l=spanish.

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EL CONCILIO VATICANO II HOY


Cardenal Kasper: ''La Iglesia de todos los concilios es la misma''
Intervino en el congreso ''A los cincuenta años del Concilio Vaticano II (1962-2012)''
SALAMANCA, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- El Comité organizador del Congreso "A los cincuenta años del Concilio Vaticano II (1962-2012)", organizado Junta de Decanos de las Facultades de Teología de España y Portugal, hizo pública ayer 17 de noviembre una reflexión final sobre el evento, después de que el cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos pronunciara la ponencia final y el nuncio Renzo Frattini dijera unas palabras.

El Congreso de Teología, del que ZENIT viene informando, concluyó ayer con la ponencia de clausura del cardenal Walter Kasper titulada “Hermenéutica y recepción del Concilio Vaticano II”. “Para la mayoría de los contemporáneos el Concilio es historia pasada, porque muchos no vivieron de manera consciente aquel acontecimiento, que ya se considera algo del pasado”, afirmó.

“Hoy, cincuenta años después, vivimos en un tiempo totalmente cambiado, globalizado. La fe optimista en el progreso hace tiempo que ya se ha evaporado”. Nuestra Iglesia, sin embargo, no parece que viva la etapa primaveral que supuso el Concilio Vaticano II, sino que más bien en Europa da la impresión de haber una fase invernal.

El Concilio es un caso especial en la historia de los concilios precedentes, pues “no fue convocado por una situación de herejías o cismas, ni se declararon dogmas formales o medidas disciplinares concretas”. Respondió a “un tiempo nuevo con un optimismo que nacía de la fe en Dios, rechazando a los profetas de calamidades, y buscando un aggiornamento, una puesta al día de la Iglesia”. De hecho, “la intención era traducir al lenguaje de nuestros días la fe tradicional”, no un simple acompasamiento a los tiempos.

El cardenal Kasper apuntó que “en muchos casos hubo que encontrar fórmulas de compromiso para buscar el consenso, y por eso los textos conciliares albergan un amplio potencial conflictivo. El Vaticano II es un concilio de transición, en el que sin renunciar a lo antiguo, se hacen sentir aires de renovación”. Y explicó las tres fases de la recepción conciliar. La primera, entusiasta, contó con la contestación de algunos sectores eclesiales. “Se produjo un éxodo de muchos sacerdotes y religiosos, una caída de la práctica religiosa, y sobre todo después de la encíclica Humanae Vitae, rechazada injustamente, surgieron movimientos de protesta”. Por eso algunos críticos consideran el Concilio como una desgracia en la historia reciente de la Iglesia. Pero “pensar que todo esto sucedió por causa del Concilio es un error”.

El Sínodo de 1985 tuvo la tarea de hacer el balance de los veinte años transcurridos desde la finalización del Concilio. “Fue consciente de la crisis, pero no quiso adherirse al lamento crítico, sino que habló de una ambivalencia, reconociendo junto a los aspectos negativos los muchos frutos buenos: la renovación litúrgica, etc.”. Como dejó claro el cardenal Kasper, “la Iglesia de todos los concilios es la misma”.

En cuanto a la reforma litúrgica, “fue recibida con gratitud por la mayoría, aunque algunos la acogieron de forma crítica”. Otro hito importante en el postconcilio fue el Código de Derecho Canónico de 1983, publicado por Juan Pablo II como una “aportación a la renovación de la vida de la Iglesia”. A todo esto hay que añadir, según el ponente, muchas aportaciones del magisterio eclesial.

Luces y sombras postconciliares

Pese a todo, no faltan aspectos positivos. “Los documentos conciliares no se han quedado en letra muerta, sino que han determinado la vida en las diócesis, parroquias y comunidades religiosas, a través de la liturgia, de la espiritualidad bíblica y de la participación de los laicos, además de estimular el diálogo ecuménico e interreligioso”. Además, muchos nuevos movimientos espirituales surgidos después son un fruto del Concilio, “con su variedad de carismas y la llamada universal a la santidad”. En la primera encíclica sobre el ecumenismo, Ut Unum Sint, Juan Pablo II desarrolló las propuestas del Concilio sobre la unidad de los cristianos.

El cardenal alemán también aludió a algunas sombras en algunos temas: “la colegialidad del episcopado, la corresponsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia, el papel de las Iglesias locales… sólo han sido desarrollados parcialmente”. Y la diferente comprensión de la Iglesia trae consigo una diferente comprensión de la unidad, lo que da una variedad difícil de posturas ante el ecumenismo. Además hay otros temas discutidos, como el papel de la mujer en la Iglesia.

Ante todo esto, hay algunas demandas y reclamaciones de reforma. “Algunas son dignas de ser tenidas en cuenta, como la exigencia de transparencia; otras, que se apartan de la Tradición de la Iglesia, como la petición de la ordenación de las mujeres, no son aceptables”. El futuro de la Iglesia no depende de estas preguntas: “la Iglesia que se inspira en las principales corrientes sociales terminará siendo indiferente y, al final, inútil. No será atrayente si se engalana con plumas ajenas, sino defendiendo su causa de forma creíble, siendo valiente y potente ante la crítica de la sociedad”. Frente a esto, “ahora es la ocasión para ocuparse otra vez y a fondo de los textos del Concilio, y extraer sus riquezas”.

Un acercamiento reflexionado

“No hay que hacer un mito del Concilio, ni reducirlo a un par de tópicos baratos”, afirmó el cardenal. “Se necesita una hermenéutica conciliar, una exposición reflexionada”. El punto de partida deben ser los textos del Concilio, según las reglas y criterios reconocidos. Y la interpretación debe basarse “en la jerarquía de verdades”.

La Iglesia no es una institución absolutista, sino que, como comunión, se construye esencialmente sobre la comunicación. “Por eso, siguiendo el ejemplo del Concilio apostólico de Jerusalén, en los momentos difíciles, los sucesores de los apóstoles se han reunido para buscar el camino común. A Pedro le tocó un papel especial, y tuvo la aprobación de toda la comunidad”, señaló el ponente. Después, “la recepción es cosa de todo el pueblo de Dios”.

En la hermenéutica, “el consenso debe ser no sólo sincrónico, referido a la Iglesia actual, sino diacrónico, referido a la Iglesia de todos los tiempos, según el pensamiento de Benedicto XVI. Por eso la hermenéutica puede ser de la discontinuidad o de la ruptura, o se puede hacer desde la continuidad o de la reforma. Una renovación de la Iglesia dentro de la continuidad”. En el proceso de la Tradición, “la novedad de Jesucristo tiene que resplandecer siempre nueva en su nunca gastada novedad, porque Jesucristo resucitado se hace presente en la Iglesia a través de la acción del Espíritu Santo”.

Nuevo caminar tras las huellas del Concilio

En la última parte de su ponencia, el cardenal Kasper miró al futuro. Habló de varias posturas de la postmodernidad que dificultan la vida y la acción de la Iglesia. “No debemos caer en una comprensión fundamentalista de la fe, recelosa de la razón o emocional, sino que cada uno debe dar cuenta –apología– de la esperanza que hay en nosotros. Debemos ser capaces de dialogar con argumentos sobre nuestra fe”.

Además, se acercó a la pregunta sobre Dios, en una situación muy distinta a la que afrontó el Concilio con el tema del ateísmo. “Los hombres que viven fuera, en el atrio de los gentiles, tienen otras preguntas: de dónde vengo y adónde voy, por qué existo, qué sentido tiene el sufrimiento y cómo puedo librarme de él. La presente situación exige a los responsables de la Iglesia que sean teólogos, cuya tarea es hablar de Dios, y de todo lo demás en cuanto está en relación con Dios”. Esto, dijo, es el programa que propuso en el siglo XIII santo Tomás de Aquino. En Jesús, Dios “se ha revelado como Dios con nosotros y para nosotros”.

Con ocasión del aniversario conciliar, recordó el ponente, Benedicto XVI ha proclamado el Año de la Fe, porque “sin ella, todo lo demás está literalmente en el aire”. Las divisiones entre conservadores y progresistas “no prestan ninguna ayuda, y sin la fe, todas las acciones van al vacío. Necesitamos un giro teocéntrico en la pastoral”.

Nuncio: “conocimiento mayor y mejor del Concilio”

Tras el cardenal Kasper, el nuncio Renzo Fratini pronunció unas palabras. "Este Congreso ha sido una gran iniciativa de todas las Facultades de Teología de España y Portugal”, dijo y por eso agradeció su preparación y realización. “Estoy seguro de que sus ponencias contribuyen a un conocimiento mayor y mejor de los documentos del Concilio, para enriquecer la vida eclesial y también la vida social”.

Las aportaciones del Concilio no son una meta, señaló monseñor Fratini, “sino más bien una etapa en el seguimiento de los caminos del Señor, edificando la Iglesia para un mundo mejor para todos”.

"Pensar y sentir con la Iglesia"

Vicente Botella, secretario de la Junta de Decanos de Teología de España y Portugal, leyó el comunicado final elaborado por el comité organizador del Congreso, como una valoración de conjunto de algunos de los elementos centrales que lo han guiado.

Este Congreso, ha querido ser, afirman, "un recuerdo agradecido al gran acontecimiento eclesial que fue el Concilio Vaticano II, con motivo de los 50 años de su inauguración; un concilio que ha marcado decisivamente la vida de la Iglesia y sigue siendo una brújula segura para la Iglesia del siglo XXI".

Con la participación de casi cuatrocientos congresistas, la mayoría de los cuales profesores y alumnos de sus facultades y de los centros teológicos superiores a ellas vinculados, y con ponentes profesores de todas las Facultades de Teología de España y Portugal, el Congreso, señalan "es un signo de comunión entre ellas, cada una con sus propias riquezas y unidas todas en la misma fe y en el servicio a la Iglesia", afirma.

El Congreso tuvo el apoyo de las conferencias episcopales española y portuguesa, y en él participaron como ponentes algunos obispos-teólogos, como "otra manifestación de comunión eclesial".

Las distintas intervenciones tuvieron en cuenta todos los grandes temas y documentos del Concilio, pues "la consideración del conjunto de la doctrina conciliar es un criterio hermenéutico para la correcta interpretación de los diferentes aspectos y aportaciones conciliares".

En el Congreso quedó claro que la pretensión fundamental del Concilio fue "ofrecer un testimonio autorizado del Evangelio al mundo contemporáneo".

Una idea de fondo, aparecida en todas las ponencias, fue "que el Magisterio posterior ha acogido, interpretado y actualizado el Concilio". En esa línea, el Congreso ha seguido el principio hermenéutico del papa Benedicto XVI de “la reforma en la continuidad”, que "posibilita descubrir en los textos conciliares su auténtico espíritu".

El Congreso considera que, a la luz de esta hermenéutica, "la teología tiene en la Iglesia la función esencial de releer los textos conciliares y de aplicar y prolongar los principios del Concilio ante los nuevos problemas que surgen y las nuevas realidades a las que hoy hay que responder".

Asimismo, entiende que la teología, como ciencia de la fe, "tiene su propio lugar en la Iglesia para lograr el necesario diálogo crítico de la fe con la cultura contemporánea". Los teólogos están llamados a realizar este servicio como parte de la misión salvífica de la Iglesia. Por eso es necesario, afirmala reflexión final, "que piensen y sientan con la Iglesia".

Finalmente, este Congreso, memoria agradecida al Concilio Vaticano II, haciéndose eco del Mensaje final del reciente Sínodo sobre la Nueva Evangelización, quiere evocar el encuentro de Jesús con la samaritana (cf. Jn 4): “Como Jesús, en el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas, de modo que puedan encontrarlo, porque sólo él es el agua que da la vida verdadera y eterna”.

Cristo, la Iglesia, las religiones

Anteriormente, la última jornada del Congreso tuvo como invitado a Luis F. Ladaria, arzobispo secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con una ponencia titulada “Cristo, la Iglesia, las religiones”. Monseñor Ladaria fue presentado por Vicente Vide, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto y presidente de la Junta de Facultades de Teología de España y Portugal.

El secretario de Doctrina de la Fe afirmó que “la Iglesia, a pesar de todos los problemas, enraizada en la tradición, ha crecido en la comprensión de las cosas y las palabras transmitidas, tendiendo a la plenitud de la verdad divina”. Y propuso el tema de estudio: la relación de Cristo y la Iglesia por Él fundada con las otras religiones. Repasó algunas verdades cristológicas fundamentales que recuerda el Concilio.

Analizó la estrecha relación entre Cristo y el Espíritu Santo, y la necesaria conjunción de cristología y pneumatología. “No se puede separar a Cristo de su Iglesia, ni a la Iglesia de Cristo”, recordó monseñor Ladaria. Ella entra en el designio divino de salvación: “Cristo y la Iglesia no se pueden confundir, pero tampoco separar, pues constituyen un solo ‘Cristo total’, y así la Iglesia es un sacramento universal de salvación, su relevancia y su función se extienden más allá de sus fronteras visibles, según la doctrina del Concilio”.

En cuanto a las religiones, el ponente afrontó la dificultad del concepto de “religión”, e hizo un repaso de la consideración magisterial de las religiones no cristianas y sus miembros, y cómo “lo bueno de las otras religiones tiene que ser sanado, elevado y perfeccionado”, según los textos del Concilio. Cristo es el autor de todo lo bueno, de todo lo que hay de verdad y de gracia en todos los pueblos y culturas, pero que no llega a su plenitud como en la Iglesia. 

El hito posterior fundamental es la declaración Dominus Iesus, que monseñor Ladaria explicó en sus puntos principales relativos a esta cuestión. El ponente terminó su intervención citando a los Padres de la Iglesia para concluir que “todos los caminos tienen que confluir en Cristo para llegar al Padre”.

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VENTANA AL MUNDO


SOS desde la única parroquia católica de rito latino de la Franja de Gaza
Carta de la madre María de Nazaret SSVM
FRANJA DE GAZA, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- El padre José Ansaldi IVE envía un relato de Gaza, donde los sacerdotes del Instituto del Verbo Encarnado atienden la única parroquia católica de rito latino y las religiosas del Instituto llevan adelante una importante labor caritativa. La madre María de Nazaret SSVM escribió el 15 de noviembre dando cuenta del estado de la situación.

"Somos consagrados de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado --dice la misiva--. El Instituto se halla presente en Gaza de manera permanente desde hace casi cuatro años, aunque nuestra misión allí comenzó hace unos ocho años. Nuestros sacerdotes atienden la única parroquia católica de la Franja, uno de los padres es director en las dos escuelas que el Patriarcado Latino de Jerusalén tiene en Gaza. Las religiosas colaboran con los sacerdotes en los apostolados con niños, jóvenes y familias cristianas, además de atender la sacristía parroquial y ayudar en la Liturgia de la Parroquia de la Sagrada Familia.

Una pequeña comunidad católica, unas 200 almas, que tratan de vivir ferviente y sencillamente su fe cristiana. Les escribimos estas líneas porque varios amigos y conocidos nos han pedido noticias frescas de aquí.

Desde el último sábado se han vivido momentos de tensión en Gaza, situación que ha recrudecido desde el miércoles 14 de noviembre por la tarde.

Los ataques y las respuestas han sido prácticamente continuos. Se han interrumpido las actividades. El Ministerio de Educación de la Franja ha resuelto que en principio no habrá clases durante 72 horas. Los negocios están cerrados. La gente está asustada... Ayer hemos tenido electricidad todo el día y toda la noche. Sin embargo la gente al anochecer apaga todas las luces de sus casas a causa de los ataques. Parecería que, paradojalmente, así se sintiesen más seguros.

Los cristianos que en algunas ocasiones nos preguntaban si tenemos miedo de estar aquí y nos invitaban a permanecer en sus casas, en esta oportunidad nos han preguntado si nosotros estamos dispuestos a recibirlos en la Iglesia en caso de que esta situación se prolongue.

Uno de ellos nos ha dicho a los sacerdotes y religiosas: 'por favor ustedes no se vayan, ustedes no se tienen que ir. Si ustedes se van, ¿quién se queda acá con nosotros?'.

Muchos cristianos nos llaman por teléfono preguntando cómo estamos, si necesitamos algo, poniéndose a disposición. También lo han hecho amigos, conocidos y miembros del cuerpo diplomático. A todos les agradecemos su cercanía y les pedimos oraciones.

Si bien la Parroquia se encuentra en una zona espinosa, por gracia de Dios, estamos muy bien. Nuestras Casas --tanto la de los sacerdotes como la de las religiosas- se encuentran en el predio de la parroquia y de la escuela, por esa razón es uno de los lugares más seguros. Esto es debido a que, es un lugar bien conocido por todos en donde la violencia -de cualquier clase que sea- no tiene injerencia alguna y en donde se educa a la paz y se trabaja por conseguirla.

Estamos a la espera de lo que suceda en las próximas horas... Es nuestro deseo permanecer cerca de tanta gente, de tantos civiles, que sufre inocentemente las circunstancias de esta situación, especialmente nuestros cristianos. Nuestra misión consiste especialmente ahora en acompañarlos de cerca, dar una palabra de consuelo, de esperanza, ayudarlos a acudir a Dios, nenseñar el perdón y el valor del sufrimiento cristianamente vivido.

Nuestro Señor Jesucristo, Príncipe de la Paz acoja las oraciones que se elevan desde Gaza y por Gaza.

Que Él conceda a todos el amor por la justicia, la paz y la reconciliación. Que Él consuele a todos aquellos que sufren, sane a los heridos... haga cesar el estruendo de toda agresión. En definitiva que conceda una justa paz entre israelíes y palestinos.

Lo que es y parece imposible para los hombres no lo es para Dios. Que Él toque los corazones de todos a fin de que un día --no muy lejano, esperamos- puedan todos los habitantes de esta bendita Tierra Santa vivir como hermanos".

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CULTURA Y EDUCACIÓN


Importante donación de archivos del cardenal Jorge Medina
A la Biblioteca de Teología de la Universidad Católica de Chile
SANTIAGO DE CHILE, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Con motivo de la donación de una serie de archivos por parte de Monseñor Jorge Medina, este visitó la Biblioteca de la Facultad para explicar en qué consiste la colección entregada.

En las carpetas se registra la contribución del cardenal Medina al proceso de elaboración del Código de Derecho Canónico (CIC), especialmente en la parte de Sacramentos.

El nuevo Código fue promulgado el año 1983 y su principal propósito fue renovar la legislación eclesiástica según las principales enseñanzas del Concilio Vaticano II.

"Yo trabaje en la Comisión Doctrinal. Ahí nos repartíamos toda la documentación y algunas las fui guardando. Después, con ayuda del Padre Cristián Precht, las ordenamos. Las hicimos más o menos por el orden de los documentos del Concilio. Cada documento tenía sus carpetas, y como la Constitución sobre la Iglesia tiene ocho capítulos, se hicieron ocho carpetas, más una carpeta general", contó el cardenal Medina.

El Archivo entregado por el purpurado consta de cinco cajas y se trata de material de indudable valor para futuras investigaciones en el campo de la Teología y el Derecho.

Los documentos están divididos en dos partes. La primera, 184 carpetas, contienen fundamentalmente material del periodo conciliar.

La segunda parte, de 83 carpetas, contiene sólo material postconciliar: Sínodo de Obispos 1971, elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) de 1983, intercambio epistolar contemporáneo, etc.

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RELIGIONES


El primer traductor del Corán se documentó en textos de los moriscos de Granada
Declaraciones del experto en islam Roberto Tottoli en el Congreso sobre el padre Ludovico Marraci
Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 17 noviembre 2012 (ZENIT.org).- El cardenal Jean-Louis Touran, Presidente de Pontificio Consejo por el diálogo interreligioso, presidió la última sesión del Congreso Internacional sobre la figura y la obra del padre Ludovico Marraci, primer traductor del Corán en 1689.

En su intervención afirmó: "Para nosotros cristianos, la novedad no es el libro, sino Cristo", marcando una diferencia con la fe islámica pero también recordando que no puede haber un verdadero diálogo interreligioso sin la disponibilidad hacia el otro, precisamente porque "la religión expresa al hombre como apertura a lo trascendente".

Roberto Tottoli, otro de los ponentes del segundo día del congreso, es profesor de islamística y literatura árabe en la Universidad L'Orientale de Nápoles. Con su ponencia "Las fuentes árabes e islámicas de la obra de Marracci. Procedencia y difusión en la Italia del siglo XVII" profundizó en las contribuciones de Giuseppe Gabrieli y Carlo Alfonso Nallino, publicadas en los años 30, y las de Giorgio Levi della Vida. Analizó la cuestión de las fuentes utilizadas, directas e indirectas por parte de Marracci para su traducción y comentario al Corán. Las fuentes que él cita, evidencian el uso de materiales de diferentes tipos, incluidos textos y manuscritos de procedencia andaluza y morisca. El estudio tiene como objetivo reconstruir la biblioteca ideal y concreta utilizada por Marracci, a través de la comparación de los materiales a su disposición en la realidad italiana y romana de su tiempo y sus peculiaridades.

Tras su intervención, el profesor Tottoli respondió a unas preguntas para ZENIT

¿Cómo comenzó la relación del padre Ludovico Marracci con los moriscos de Granada?

--Prof. Tottoli: Su relación empezó a través de los manuscritos y materiales utilizados, manuscritos árabes y musulmanes en Roma, de los cuáles muchos provenían de la Península Ibérica. Muchos eran manuscritos tomados por Propaganda Fide a los moriscos del siglo XVII y se sabe que algunos fueron trasladados a Roma, algunos a la Biblioteca Vaticana y algunos se conservaron para Propaganda Fide. Evidentemente, él utiliza éstos documentos como material preferente.

Podríamos decir que aquí comienzan algunas bases del diálogo interreligioso?

--Prof. Tottoli: Más que la cuestión del diálogo, con Marracci y estos materiales de procedencia española, es la primera vez que se abandona la polémica medieval que reproducía viejas imágenes y se va directamente a los textos y se intenta hacer una traducción comentada y fiel, utilizando los medios. En este aspecto es una novedad importante y de gran modernidad.

Para entender mejor el contexto y la importancia de la labor del padre Ludovico, Davide Carbonaro, secretario general OMD explica en un texto escrito para este congreso, que esa labor se puede considerar prodigiosa por la exactitud filológica y la cantidad de información que se da con cuidado y gran profesionalidad. Marracci no se limitó a traducir el Corán, sino que en el Prodromus, la introducción, estableció un criterio fundamental y programático: el texto no se traduce "de palabra a palabra, sino de sentido a sentido". Por eso, no era necesario conocer sólo el árabe, sino que el texto debía ser cercano a la amplia tradición islámica y a "los comentarios que sirven de guía" de autores árabes.

El interés por las fuentes de primera mano que busca con riqueza y pasión, constituyen el lienzo inicial que lo llevará a la elaboración del Prodromus y de toda la obra. En el texto es posible encontrar distintos tipos de fuentes: Las fuentes cronológicas sobre el origen del Corán y su elaboración, las fuentes relacionadas con la vida de Mahoma, las fuentes legales: tratados de derecho, fuentes talmúdicas, escritos de Moisés Maimónides, leyes relativas al derecho matrimonial; fuentes relacionadas con la relación con los misterios cristianos.

Como tuvo ocasión de afirmar el padre M. A. Ayuso Guixot, secretario del Pontificio Consejo por el Diálogo Interreligioso, en su libro Cristianismo e Islam de la Frontera al encuentro: "Con su obra, el padre Ludovico realizó un notable trabajo científico. La finalidad de su labor en pleno siglo XVII, era la de ofrecer a los misioneros un manual útil para la propagación de la fe entre los musulmanes. En este manual él aconsejaba un acercamiento al Islam basado en tres criterios: científico, teológico y misionero. Su preocupación, y si queremos su límite, fue permanecer fiel a la tendencia apologética del medievo, reafirmando la primacía y lo absoluto de la revelación bíblica. Sin embargo, se puede afirmar que con Marracci el orientalismo científico da sus primeros pasos".

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LA LITURGIA DE LA IGLESIA


El coro católico de Westminster Cathedral, puente ecuménico con los anglicanos
Cantó con el de la Sixtina en Roma y trajo la polifonía católica del Renacimiento británico
Por H. Sergio Mora

ROMA, domingo 18 noviembre de 2012 (ZENIT.org).- La música sacra es importante para la nueva evangelización, lo está siendo en las relaciones ecuménicas con la Iglesia anglicana y tenemos la suerte de tener "un papa fantástico" que escribe sobre música sacra y liturgia y va directo al centro de las cuestiones. Lo indicó el maestro Martin Baker director del coro católico de la Catedral de Westminster, después del concierto que realizó el 12 de noviembre en la basílica romana de Santa María la Mayor, en conjunto con el coro de la Capilla Musical Pontificia Sixtina, en el ámbito del XI Festival de Música Sacra.

El coro vaticano de la Sixtina a cargo del maestro Massimo Palombella, interpretó estupendamente junto al de Londres dos cantos polifónicos: Tu es Petrus, y la Missa Papae Marcelli, escritos por el compositor del Renacimiento, Giovanni Pierluigi da Palestrina.

La particularidad del coro de Londres --compuesto proporcionalmente por más voces blancas que de adultos- fue la interpretación de músicas tradicionales de la Iglesia católica en Inglaterra, composiciones de autores británicos del Renacimiento y que fueron recuperadas gracias al trabajo de su primer director Richard Terry. Constituido en 1903, el coro de Westminster está reconocido como uno de los más importantes del mundo y para esta actuación en Roma trajo a 17 niños, 10 adultos y un organista.

El coro católico de la catedral de Westminster, como el coro anglicano de la abadía de Westminster, tienen buenas relaciones entre sí y operan en un ambiente ecuménico. Relaciones favorecidas por el viaje a Londres de Benedicto XVI hace dos años atrás, y del que realizó en mayo pasado el coro de la Sixtina.

“Desde hace muchos años --indicó el maestro Baker- somos buenos amigos del Coro de la Capilla Sixtina. Esta no es la primera vez que nuestro coro viene a Roma. La Capilla Sixtina en cambio vino el mes de mayo pasado a Inglaterra a cantar en la catedral de Westminster, en donde dieron un concierto maravilloso”.

Precisó que “ya estuvimos en Roma en los años 70 y también en los años 80, y en 1996, cuando cantamos en Santa Maria Maggiore en un concierto que fue transmitido por la BBC. Digamos una vez cada diez años”.

El maestro Baker, director del coro desde el año 2000, no escondió su emoción: “Obviamente, estamos muy emocionados por estar aquí en el corazón y el centro de la Iglesia católica” y añadió: “Nos sentimos orgullosos de mostrar aquí lo que hacemos en Londres”. Precisó que en la catedral de Westminster ellos cantan todos los días la misa y las vísperas, algo que pocos coros logran hacer.

Una "capilla musical" que trabaja en un país donde la religión mayoritaria es la anglicana con el 55% de la población, seguida por la católica que supera el 7,5%, por lo que, indicó Baker, “trabajamos en un ambiente ecuménico, si bien hemos debido preservar nuestra música de la influencia anglicana”.

Recordó que “el papa estuvo hace dos años en Inglaterra y está realizando un trabajo ecuménico importante”, y añadió: “Benedicto XVI es un papa fantástico, que ha escrito sobre sobre música y liturgia, nos habla muy directo y con las palabras justas, pues sobre la tradición tiene conceptos exactos”.

“Para la nueva evangelización --concluyó el maestro- la música sacra es muy importante, basta ver que la música está en el corazón de los documentos del Vaticano II, en particular el canto gregoriano y la polifonía del Renacimiento. Además el Concilio indicó que la liturgia es fundamental para la fe, y la música sacra es parte fundamental de la liturgia”.

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Derechos Humanos


''Tío Tom vive en las plantaciones de la República Dominicana en pleno siglo XXI''
''Esclavos en el paraíso o el precio amargo del azúcar en la piel de esclavos haitianos, un libro inspirado en la obra del misionero Christopher Hartley''
Por Nieves San Martín

MADRID, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Es discípulo espiritual de la beata Teresa de Calcuta, ordenado sacerdote por el beato Juan Pablo II, alumno del Seminario de Toledo, bendecido por el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino. Christopher Hartley, misionero por vocación, recaló en los bateyes dominicanos y desde allí enviaba cartas a su conocidos. Ahora, un periodista español ha recorrido los itinerarios de la explotación en la isla de La Española. La discriminación entre mestizos y negros marca la frontera entre un país imposible, Haití, y otro que se cree superior, simplemente porque sus gradaciones de moreno son un poco más claras que las de los vecinos de la parte occidental. Haití fue el primer país de la región en lograr la independencia de Francia y será el último es desterrar la esclavitud de sus ciudadanos vendidos al otro lado, en el "paraíso".

"Esclavos en el paraíso", narra las peripecias de este sacerdote singular que ha acabado, misterio de las relaciones internacionales --ahora que nos visitan mandatarios iberoamericanos para sellar amistades en Cádiz, bajo el recuerdo de las libertades otorgadas por la Constitución de 1812--, siendo un ermitaño, orando solitario en Etiopía, como un hermanito de Foucauld.

La obra de la editorial madrileña LibrosLibres recoge la misión del padre Hartley, muy bien contada por Jesús García, que se ha recorrido con gran rigor profesional los escenarios citados en las cartas de este evangelizador que tuvo que improvisar todo, y acabó enamorándose de esos excluídos de la historia que, sin embargo, son los que mantienen el mundo. Su más preciado tesoro es que se sintió evangelizado por ellos.

Parte de los beneficios que se obtengan por la venta de Esclavos en el paraíso se destinarán a la Fundación Misión de la Misericordia, presidida por el padre Christopher Hartley Sartorius, cuya finalidad es la cooperación y el desarrollo en programas y proyectos que mejoren las condiciones de vida de las personas y sectores de la población más necesitados y marginados, todo ello de acuerdo con los principios establecidos por la Iglesia católica.

Christoper Hartley cuenta con un prologuista de lujo, nada menos que el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación vaticana para el Culto Divino.

"Este libro --dice el cardenal Cañizares- es un verdadero regalo para quien lo lea, como ha sido también para mí un verdadero don y gracia, que estimula, alienta y hace proclamar las maravillas que la misericordia de Dios realiza a favor de la Iglesia y de los hombres".

"Sin duda, el protagonista de esta historia no es tanto el padre Christopher Hartley, sino Dios. Sucede con este texto algo semejante a lo que pasa con el Libro de los Hechos de los Apóstoles: el protagonista es Dios. Nos encontramos en el entorno del Sínodo de los Obispos --2012- sobre la Nueva Evangelización. El padre Christopher Hartley Sartorius fue enviado allí, a San José de los Llanos, y allí no hizo en aquellos años (1997-2006) otra cosa que evangelizar. Evangelizar a tiempo y a destiempo, a toda hora y con todos. Con escasez y pobreza, pero en nombre de Dios y con la fuerza de Dios, que brota de la Eucaristía, de la oración y de la escucha y acogida de la Palabra, en la comunión con la Iglesia", afirma el purpurado.

"Es este un libro que rezuma esperanza, que genera alegría y gozo de vivir, que suscita el deseo vivo de hacer lo mismo: evangelizar. El periodista que introduce y sitúa esta historia, a través de unas cartas escritas desde la misión, hace de cronista y testigo. De guía que no condiciona, sino que nos sitúa ante una realidad y nos apercibe de lo que allí está sucediendo. Del acontecimiento de historia de salvación que allí ha acontecido. Hace un poco como Lucas, que en Libro de los Hechos relata aquella primera y gran misión de los apóstoles, siguiendo el mandato y el envío del Señor, con la fuerza del Espíritu".

"No debo seguir --concluye el cardenal--, tan sólo pedir que se lea este libro con apertura de corazón, con disponibilidad total, con alegría y gozo por las obras grandes y por la misericordia que Dios manifiesta con nosotros. Doy gracias a Dios, como también agradezco a Christopher Harley, porque ha sido servidor fiel del Señor en la misión, que siempre va acompañada de la Cruz. Del Señor, que no desplegará toda su fuerza sin la persecución y la cruz, manifestación del amor de Dios que es Amor".

Ofrecemos esta entrevista exclusiva concedida por el padre Hartley a ZENIT.

La historia de su vida es sorprendente y mucho más la de tantas personas en el “limbo” de los bateyes dominicanos. Un hecho conocido desde hace muchísimos años del que nadie habla ¿por qué?

--Padre Chritopher Hartley: La realidad de los bateyes, las condiciones de vida y laborales de los picadores de caña y sus familias, ha sido una realidad que durante siglos ha permanecido oculta a los ojos de la opinión pública. Lamentablemente esta ha sido una de las claves de su “éxito”.

La industria azucarera de la República Dominicana está en manos, tanto del Estado a través del Consejo Estatal del Azúcar (CEA) como de tres familias todopoderosas: Vicini, Fanjul y Campollo.

La industria azucarera Dominicana, se beneficia de la “cuota preferencial americana”, es decir, los Estados Unidos es el único comprador de todo el azúcar que se cosecha en la RD y lo paga a casi el doble del precio real en el mercado mundial (200.000 toneladas métricas).

El pueblo americano debería avergonzarse si supiera a qué precio le pone el azúcar al café cada mañana.

Los abusos fundamentales que hemos constatado en las plantaciones son:

1.- Tráfico de personas: todos los años por estas fechas (noviembre es cuando empieza la zafra) miles de hombres, mujeres y niños (30.000 aproximadamente) son traficados desde Haití. Reclutados por “buscones” de las empresas; llevados a campamentos clandestinos en las montañas de la frontera que separa ambos países y distribuidos a los cañaverales.

2.- Trabajo infantil: los campos de caña los siembran niños de 6 a 10 años; les pagan menos de 0,25 céntimos de euro por sembrar un surco de caña.

3.- Pesaje trucado: Es en los pesos donde más se le roba y defrauda al trabajador, los pesos están “calzados” (manipulados) de manera que no se le recompensa al trabajador el fruto real de sus esfuerzos.

4.- No les pagan con dinero sino en “vales” que sólo pueden ser cambiados en el colmado de la empresa. El colmadero se queda con el 10% del valor de dicho recibo. Otro fraude.

5.- Privación de libertad o de libre tránsito: Hombres armados custodian las plantaciones de modo que los picadores no puedan abandonar los cañaverales. Son como prisioneros de dichas plantaciones.

6.- Se les niega el derecho a congregarse y reunirse: La empresa no permite que los trabajadores se reúnan bajo ningún concepto o motivo.

7.- Se les niega el acceso al seguro médico y al fondo de pensiones: A pesar de que a los trabajadores se les descuenta un % por cada tonelada de caña picada para cotizar al seguro médico y al fondo de pensiones. Ni un solo trabajador después de más de cuarenta años picando caña (y cotizando) ha logrado que le den su pensión. Tampoco un solo trabajador ha logrado que le den asistencia médica apropiada a la que tiene derecho.

8.- Agua y luz: Ni un solo batey dispone de energía eléctrica y ninguno dispone de agua potable. Los trabajadores siguen bebiendo donde beben los bueyes.

9.- La empresa les niega un contrato de trabajo: Si contrato, la situación del trabajador es de máxima vulnerabilidad, ya que no tiene manera de probar su relación contractual con la empresa y por ende, no puede reclamar sus derechos.

10.- Un estado dentro de un estado: El Estado de Derecho no ha penetrado dentro de las plantaciones de caña de la RD. Ni la policía, ni fiscales, ni jueces, ni la Secretaría de Estado de Trabajo; ni la Secretaría de Estado de Educación; ni la Secretaría de Estado de Salud Pública. Es un mundo aparte donde sólo mandan ellos.

11.- Educación: Los niños o bien no tienen acceso a la educación, o los que la tienen la reciben en condiciones tan precarias que es como si no la tuvieran, dado que: deben andar muchos kilómetros para llegar a la escuela; son diminutas y están sobre pobladas; los profesores faltan a clase con frecuencia y están desmotivados… Además, los que van a la escuela superior viajan en condiciones de peligro: subidos en tractores, carretas de caña…

Una de las razones por lo que esta realidad aún existe es porque esta industria ha infundido terror en la sociedad, en las organizaciones internacionales y ONGs. Muchos han sido amenazados de muerte.

¿Desde su experiencia límite en la frontera con Haití, entiende mejor la muerte de tantos misioneros en Centroamérica, Brasil, Argentina, México, etc, en los años ochenta del siglo XX, y posteriores, a manos de emprendedores interesados en determinadas explotaciones, arrancando la dignidad ya sea a los indios, los negros, los campesinos?

Padre Christopher Hartley: Perfectamente, desgraciadamente en muchas ocasiones hemos hecho oídos sordos al grito de Cristo en los pobres y oprimidos de la tierra. La palabra de Dios nos ofrece, junto a los Padres de la Iglesia y el Magisterio Eclesial un cuerpo de doctrina riquísimo y enormemente luminoso para saber hacer presente el Reino de Dios en la tierra.

Cristo ama preferencialmente a los pobres; la Iglesia ama preferencialmente a los pobres. El Evangelio nos recuerda que “el buen pastor da la vida por la ovejas, no huye cuando viene el lobo, no es mercenario, no trabaja a sueldo…”

¿Qué tiene que decir de la teología de la liberación, usted que dice que es más carca que el Concilio de Trento, pero parece que sin pretenderlo se ha convertido en un revolucionario incómodo?

Padre Christopher Hartley: De la teología de la liberación no tengo nada más que decir que lo que dice la Iglesia a través de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (Declaración de 1986).

Sorprende su opción actual por la vida casi de ermitaño en Etiopía, parece usted un hermanito de Foucauld.

Padre Christopher Hartley: Yo no he optado por nada, nunca he ido a ningún lado, he ido a donde me ha mandado la Iglesia; yo no he “ido” a mí me han “llevado”. No voy en nombre propio, voy en nombre de Cristo y de la Iglesia.

Carlos de Foucauld fue un gran santo, humildemente quisiera caminar sobre sus huellas, para ser testigo de la Pascua de Cristo entre esta población musulmana entre la que vivo ahora, al sur de Etiopía junto a la frontera con Somalia.

¿Que cosas han cambiado para los haitianos y dominicanos esclavizados por la industria azucarera, desde que usted estuvo allí?

Padre Christopher Hartley: Creo que se ha reducido algo el tráfico de personas; se ha reducido un poco el trabajo infantil; normalmente ya no se encierra a los pobres picadores que tratan de huir de las plantaciones, en las casetas del abono para apalearles con planazos de machete…

¡Pero queda tanto por hacer!

¿Estamos ante una nueva “Cabaña del Tío Tom” en versión contemporánea? ¿En qué se diferencian las situaciones de la novela, y en qué se asemejan, a las vividas por usted?

Padre Christopher Hartley: Quitando los añadidos externos de la época, es básicamente lo mismo, los grilletes y cadenas pueden ser de muchas maneras: Es ponerle grilletes a una persona privarle de libertad, negarle la ciudadanía; tratarle como a una bestia; pagarle un sueldo de hambre… Tío Tom vive en las plantaciones de la República Dominicana en pleno siglo XXI.

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Dios llora en la tierra


Pakistán: Saborear la Biblia desde pequeño
Entrevista con el padre Emmanuel Asi, hijo de catequista en el país musulmán
LAHORE, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Mark Riedemann para “Dios llora en la Tierra”, en colaboración con la fundación pontificia internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada, entrevistó al padre Emmanuel Asi, secretario ejecutivo de la Comisión Católica Bíblica en Lahore, Pakistán. El padre Asi es un erudito bíblico que por más de veinte años ha enseñado teología a la gente común, y esto en un país donde los cristianos constituyen no más del 2% de la población.

Los cristianos en Pakistán son alrededor del 2% de la población; ¿viene usted de una familia católica tradicional?

--Padre Asi: Mi padre, cuando era un niño de doce años, se convirtió al cristianismo por obra de un misionero capuchino de Bélgica. Cuando se convirtió, él era analfabeto sin instrucción. Tuvo que aprender a leer y a escribir y aprendió de memoria toda la Escritura. Más tarde se convirtió en líder espiritual de la comunidad, con 18 familias en un pueblo grande, donde la mayoría son musulmanes. Mi padre era sastre de profesión. Se sentaba en el suelo en nuestro sencillo pueblo para hacer su trabajo de sastre y la gente venía --incluso venían los musulmanes--, y todos nos sentábamos a su lado para leer la Palabra de Dios. Todo el pueblo y las aldeas cercanas lo llamaban una persona santa --en nuestro idioma un Sadhu--, y venían hasta él para ser bendecidos. Los musulmanes también venían donde él por las bendiciones. Y para las decisiones importantes acudían a él y, a veces actuaba como un reconciliador, incluso para los pueblos vecinos. Por lo tanto, esa es la historia familiar de donde yo provengo.

¿Así que su profundo amor por la Escritura viene de su padre?

--Padre Asi: Sí, heredé esto de mis padres, de mi padre. Desde una edad temprana y por la noche antes de ir a la cama, ya que no teníamos electricidad en nuestro pueblo, él nos contaba historias bíblicas, relatos y episodios. Así que sabíamos todo desde muy jóvenes. Seis días trabajaba y el domingo predicaba la Palabra de Dios. Los domingos nos llevaba: a mi madre, a mis hermanos y hermanas, a los pueblos vecinos. Donde íbamos, se representaban dramas bíblicos, se cantaban canciones y se predicaba. Las oraciones de la mañana y de la noche se rezaban no solo en nuestra familia, sino que mi padre reunía a toda la comunidad cristiana y orábamos.

¿Cuál fue la reacción de los musulmanes?

--Padre Asi: Los musulmanes también respetan la Palabra de Dios y hablan abiertamente sobre la religión. Los únicos enfrentamientos con los musulmanes se producen cuando se habla en contra de su religión o de unos pocos dogmas doctrinales; en verdades como la Trinidad y sobre Jesús como hijo de Dios.

Creo que solo el 40% de la población sabe leer en Pakistán. Así que el analfabetismo es un problema enorme, ¿cómo superan este reto en su enseñanza?

--Padre Asi: Cuando se trata de la Palabra de Dios o de hablar acerca de la fe, esto nunca ha sido un problema. Nuestro medio de instrucción es en dos idiomas, aunque nuestra lengua materna es el punyabí, se utilizan los idiomas nacionales que son el inglés y el urdu, así que estar alfabetizado o no, nunca ha sido un problema. La gente está atenta, atraída e inspirada, por lo que nunca se cansan. El predicador o el organizador puede cansarse debido a la escasez de tiempo, pero las personas nunca se cansan de escuchar la Palabra de Dios.

A menudo la teología puede ser muy profunda. ¿Cómo se puede simplificar la teología para el hombre común y corriente?

--Padre Asi:En la teología tradicional, que es la teología dominante en la Iglesia, los puntos de partida son: Dios, Filosofía, Lógica, o Teología o algún dogma o verdad. En la teología contextual, el punto de partida es la realidad de la vida. Por eso, cuando se habla de realidades de la vida y de Dios en ella, toda la teología se vuelve diferente. No somos nosotros los que estamos haciendo teología contextual; Dios fue el primero en hacer teología contextual. En el primer libro de la Biblia, el Génesis, Dios quiso que la persona humana fuera Imago Dei, imagen de Dios, y participara de la divinidad. En el Éxodo capítulo 3, en el pasaje previo al de la zarza ardiente, Dios decidió bajar a la tierra porque vio la pobreza, la explotación, la opresión de las personas, la tortura, la esclavitud, y quería entregar, redimir y liberar.

Así, es Dios quien está haciendo teología contextual; un Dios que no quiere quedarse fuera de la historia, por encima de la historia, sino un Dios en su contexto, en la historia y en la vida diaria.

Así que usted empieza desde la vida cotidiana de ese individuo en particular, aquella madre, el marido…

--Padre Asi:Sí... y de hecho, la teología se hace fascinante, más atractiva y no es algo abstracto y doctrinal, sino que tiene algo que ver con tu vida, algo que hacer en la realidad. Por lo tanto, es Dios en su contexto y la persona humana en su contexto.

¿Cuál es la mayor satisfacción en su trabajo?

--Padre Asi:El primer nivel de satisfacción es mi propio e interior conocimiento personal, de que para mí, Dios es diferente: Dios está en mí y en mi contexto, Dios está interesado en mí y es un Dios que, en las palabras de san Juan, es tangible, un Dios con quien se puede dialogar. Dios no es un Dios abstracto que vive en el cielo, fuera de mi historia, más allá de mi vida y que tal vez puedo llegar a él solo cuando rezo o cuando hago buenas o virtuosas obras. Dios es real. Dios es experiencial. Dios es tangible. Esto me ha dado esperanza y alegría --es mi perspectiva de que Dios me ama. Y comparto este amor y transmito ese amor a los demás. El segundo nivel de satisfacción es cuando la gente escucha y responde: "Nosotros entendemos". Y no me refiero a nivel académico, sino desde el corazón. Gente sencilla que empieza a hablar, empieza a reflexionar y comienza a verbalizar sus propias reflexiones acerca de Dios. Esta ha sido uno de mis grandes satisfacciones.

Usted tiene algunos proyectos nuevos que están en desarrollo. Uno es los cien mil Amigos de la Biblia. ¿Puede explicarnos qué es esto?

--Padre Asi: El papa Benedicto XVI en su documento Verbum Domini, enfatizó la centralidad de la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia y en cada actividad de la Iglesia. Hay siete puntos en el programa. En primer lugar, se tiene que poseer una Biblia. En segundo lugar, hay que leerla todos los días. En tercer lugar, leerla continuamente, a partir de donde lo dejó. No es abrir la Biblia al azar y comenzar a leer, sino se empieza desde el principio y se lee regularmente hacia delante; así, en dos o tres años si usted la lee unos diez minutos al día, habrá leído toda la Biblia. No se estará estudiando la Biblia, sino leyéndola. El cuarto punto es, de vez en cuando, compartir lo que se encuentra como inspirador e interesante con la familia y los amigos. El quinto punto es dar una Biblia como regalo en el plazo de dos a tres años. Y lo segundo en el último punto es quizás en un año decir a cinco o siete amigos que hagan lo mismo y se unan a estos cien mil Amigos de la Biblia.Y finalmente, alabar y dar gracias a Dios porque te has convertido en alguien que se ha unido a cien mil Amigos de la Biblia. Esto tendrá muchas consecuencias buenas y positivas. Ya hemos impreso setenta mil biblias en urdu. Es un milagro de la Palabra de Dios.

No puedo dejar de pensar que usted está caminando tras los pasos de su padre

--Padre Asi: Muchas gracias y le agradezco haberme dado esta oportunidad, como dije al principio, de hablar de la Iglesia en Pakistán y de la Palabra de Dios en Pakistán. Estoy muy agradecido.

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para el programa "Dios llora en la Tierra", un programa semanal de radio y televisión producido por Catholic Radio y Television Network en colaboración con la fundación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Traducido del inglés por José Antonio Varela V.

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En la red: www.wheregodweeps.org; www.acn-intl.org.

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Foro


Su Excelencia, o Hermano Obispo
El servicio episcopal en la Nueva Evangelización
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- El obispo de San Cristóbal de las Casas, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel escribe en el espacio Foro sobre el servicio episcopal.

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Cuando llegué como obispo a Tapachula, en Chiapas, procedente del centro del país, donde se acostumbra dar a los obispos un tratamiento de Su Excelencia, Excelentísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don, Señor Obispo, Excelentísimo Señor, Monseñor, empecé a recibir el de Padre Obispo, que difundió Don Arturo Lona, en Tehuantepec. Cuando asumí la responsabilidad episcopal en San Cristóbal de Las Casas, en las comunidades indígenas casi todos me empezaron a dar el título de jTatic, en tseltal, y jTotik, en tsotsil, que literalmente significa nuestro Padre, nuestro papá. Escribir la letra final con c o con k , son variantes aceptadas. La j del inicio es un pronombre posesivo de la primera persona; la terminación tik es el plural de la primera persona; la raíz es Tat , que es papá. Es un título que se da a las personas mayores, a quienes se tiene confianza, se les quiere, se les respeta; también a los abuelos, a los varones mayores y a quienes tienen un cargo religioso, e incluso a los santos; no se le da a un extraño, ni a quien se le tiene miedo o recelo.

Sin embargo, algunos sacerdotes, religiosas y laicos me trataban como Hermano Obispo. Al principio me chocó un poco, como si fuera una falta de respeto o una pretensión de hacerse unos igualados. Pero no es así; es un tratamiento evangélico de cercanía, fraternidad y sencillez, sin dejar de reconocer el ministerio y lugar propio del obispo.

CRITERIOS

Jesús decía a la gente y a sus discípulos que no permitieran que les atribuyeran el título de Rabbí, porque sólo El lo es; “todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8). Y en otra ocasión: “Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,50).

El Papa Benedicto XVI, en su Exhortación sobre la Iglesia en Medio Oriente, dice a los patriarcas, que equivalen más o menos a los cardenales: “Para la credibilidad de su testimonio, el patriarca perseguirá la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia y la mansedumbre, buscando de todo corazón un estilo de vida sobrio, a imagen de Cristo, desprendido de todo para hacernos ricos con su pobreza” (No. 40). Y a los obispos: “Es importante que los obispos se esfuercen siempre por su propia renovación personal. Esta atención del corazón pasa ante todo por la vida de oración, de abnegación, de sacrificio y de escucha; después, por la vida ejemplar de apóstoles y pastores, hecha de sencillez, de pobreza y humildad; y, finalmente, por su deseo constante de defender la verdad, la justicia, la moral y la causa de los débiles” (No. 42).

Juan Pablo II nos decía que en los obispos se requiere “un estilo de vida austero”; y que, para dar un testimonio eficaz, ha de ser “sencilla, sobria y, a la vez, activa y generosa”, poniendo “en el centro de la comunidad cristiana, y no al margen, a quienes son considerados como los últimos de nuestra sociedad. Sólo de este modo podrá participar en las angustias y los sufrimientos del Pueblo de Dios, al que no sólo debe guiar y alentar, sino con el cual debe ser solidario. La Iglesia es deudora de esta profecía a un mundo angustiado por los problemas del hambre y de la desigualdad. Atraídas por el ejemplo de los pastores, la Iglesia y las Iglesias han de poner en práctica la opción preferencial por los pobres, que he indicado como programa para el tercer milenio” (Pastores gregis, 20).

El Concilio Vaticano II ya indicaba: “El testimonio de pobreza y de caridad debe ser la gloria y el testimonio de la Iglesia de Cristo” (GS 88).

PROPUESTAS

Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a comprender el estilo de vida de Jesús, que no es el de Juan Bautista, pero tampoco el de los escribas y fariseos. La mayoría de los obispos procedemos del pueblo sencillo, de clase media y media baja. Los fieles laicos nos pueden ayudar, con sus consejos, a vivir un espíritu más evangélico, y que no sean los primeros en malacostumbrarnos a tratamientos refinados. Aunque debamos residir en edificios históricos y quizá confortables, que no son nuestros, también allí se puede llevar una vida austera. No es fácil el equilibrio y no es lo mismo vivir en una diócesis que en otra.

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Documentación


Las palabras de Jesús son el verdadero ''firmamento'' que orienta al hombre
Meditación del papa Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- A las 12 del mediodía de hoy, el santo padre Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. Estas fueron las palabras del papa al introducir la oración mariana.

*****

¡Queridos hermanos y hermanas!

En este penúltimo domingo del año litúrgico, se proclama, en la obra de san Marcos, una parte del discurso de Jesús sobre los tiempos finales (cfr. Mc. 13,24-32). Este discurso está también, con algunas variaciones, en Mateo y Lucas, y es probablemente el texto más difícil de los Evangelios. Esta dificultad se debe tanto a los contenidos como al lenguaje: habla de un futuro que está más allá de nuestras categorías, y por ello Jesús utiliza imágenes y palabras tomadas del Antiguo Testamento, pero sobre todo, incorpora un nuevo centro, que es Él mismo, el misterio de su persona, y de su muerte y resurrección.

Incluso el pasaje de hoy se abre con algunas imágenes cósmicas de género apocalíptico: "El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas" (v. 24-25); luego este elemento viene relativizado por lo que sigue: "Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes del cielo con gran poder y gloria" (v. 26). El "Hijo del Hombre" es el mismo Jesús, que conecta el presente con el futuro; las antiguas palabras de los profetas han encontrado finalmente un centro en la persona del Mesías Nazareno: Él es el verdadero acontecimiento que, en medio de la agitación del mundo, sigue siendo el punto firme y estable.

Para confirmar esto hay otra expresión del Evangelio de hoy. Jesús dice: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (v. 31). De hecho, sabemos que en la Biblia la Palabra de Dios está en el origen de la creación: todas las criaturas, desde los elementos cósmicos --sol, luna, firmamento--, obedecen a la Palabra de Dios, porque son "llamados" por ella. Este poder creador de la Palabra de Dios se ha centrado en Jesucristo, el Verbo hecho carne, que pasa a través de sus palabras humanas, que son el verdadero "firmamento" que orienta el pensamiento y el camino del hombre en la tierra. Por eso Jesús no describe EL fin del mundo, y cuando usa imágenes apocalípticas, no se comporta como un "vidente".

Por el contrario, Él quiere quitar en sus discípulos de todos los tiempos, la curiosidad por conocer las fechas, los pronósticos, y quiere más bien darles una idea profunda, esencial, y sobre todo indicar la forma correcta de caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna. Todo pasa --nos recuerda el Señor--, pero la Palabra de Dios no cambia, y delante de ella cada uno de nosotros es responsable del proprio comportamiento. En base a esto seremos juzgados.

Queridos amigos, incluso en nuestros tiempos no faltan los desastres naturales, y por desgracia tampoco las guerras y la violencia. Incluso hoy en día, necesitamos una base estable para nuestra vida y nuestra esperanza, más aún a causa del relativismo en el que estamos inmersos.

Que la Virgen María nos ayude a acoger esta centralidad en la persona de Cristo y en su Palabra.

Traducido de la versión original italiana por José Antonio Varela V.

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