19.11.12

 

Aquella mañana Rafaela y unas cuantas mujeres más del pueblo andaban de limpieza en la iglesia. Había boda el sábado y la costumbre era colaborar las más cercanas en dejar todo como un sol. Y vive Dios que lo conseguían, aunque a veces se hubieran producido extralimitaciones en la limpieza de alguna imagen, pero ya se sabe que nadie es perfecto.

En medio del fregado, y nunca mejor dicho, apareció un pobre hombre en el templo. Un forastero y con un extraño aspecto.

Rafaela, la primera: buenos días nos dé Dios, ¿le podemos ayudar en algo? Y entonces el hombre les contó que gustaba de andar por los caminos, que había llegado al pueblo y se encontraba sin nada para comer. Así que se dirigió al ayuntamiento a ver si le podían dar un vale para tomar algo o un billete para el autobús. Y que allí le habían dicho que si necesitaba ayuda que fuera a la iglesia.

Aquellas mujeres hicieron lo que buenamente estuvo en sus manos. La tradición en el pueblo de atender a los pobres la habían mamado de sus propias familias. Así que prepararon unos bocadillos, juntaron unas perras para el billete, y le ofrecieron si necesitaba ir a casa para asearse o cualquier otra cosa.

Media hora más tarde, al acabar el trabajo, ya estaba Rafaela en el ayuntamiento.
- ¿Está el alcalde?
- Está en una reunión
- Pues que salga, o si no entro yo

Cuando se vieron juntos Rafaela fue muy directa:

¿Por qué nos mandas los pobres a la iglesia? Tú y los de tu partido lleváis meses hablando de los privilegios de la iglesia, de todo lo que saca al estado y de que ni siquiera paga el IBI. Pero cuando hay que ayudar a alguien, que lo haga el cura. A la iglesia vamos los que queremos y damos lo que nos parece. Vosotros cobráis IBI, impuestos, gozáis de subvenciones, y sacáis dinero para lo que os da la gana. Tenéis sueldo y aquí no os faltan secretarias, ordenadores, calefacción, buenos muebles. Pero ya ves, los pobres que los atiendan en la iglesia.

A este hombre ya le hemos dado de comer y le hemos pagado el billete, que acaba de marcharse. Pero al próximo que me llegue le llevo a tu bar, le pido un menú y que pasen la cuenta al ayuntamiento.

El alcalde escuchó en silencio. Lo único que acertó a decir a la señora Rafaela es que no podía entrar en el ayuntamiento así, sacarle de una reunión, que eso era una falta de respeto.

Falta de respeto, dijo ella, es quitarte a los pobres de en medio y mandarlos a la iglesia. Además, entre nosotros hay confianza. Acuérdate de cuántas inyecciones te puse cuando estuviste tan malito. Y cuando a alguien se le ha visto el trasero tantas veces, la confianza es para siempre.

AVISO FINAL:
En la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario de Filipinas, en la calle Conde de Peñalver 40, se está desarrollando el III Ciclo de conferencias sobre la familia. Hoy, a las 19:45, interviene un servidor: “Familias solidarias". Estáis invitados.