19.11.12

 

Sin lugar a dudas, la participación del primer ministro húngaro ha sido lo mejor del XIV Congreso de Católicos y Vida Pública celebrado este fin de semana en Madrid. Viktor Orban no se anduvo por la ramas al hablar de la situación en Europa:

“La crisis europea no ha llegado por casualidad sino por la dejadez, el abandono de sus responsabilidades de los dirigentes que han puesto en tela de juicio justo las raíces cristianas, es decir, su fuerza motriz que han permitido la cohesión de Europa, la familia, el trabajo, el crédito…”

El resto de su intervención lo pueden leer ustedes en la noticia que hemos dado sobre la misma. Se da la circunstancias de que Orban no se dedica a teorizar sobre nada que no esté intentando llevar a la práctica. La nueva Constitución húngara obliga a “proteger la institución del matrimonio como una comunidad de vida basada en la decisión voluntaria de un hombre y una mujer“, y considera a la familia como “la garantía de la supervivencia de la nación". Además, declara que “la vida del feto deberá ser protegida desde el momento de la concepción“.

Aún más, el gobierno del señor Orban ya lanzó una campaña institucional para reducir el número de abortos basada en el valor de la vida del no nacido. Han decidido no derogar la actual ley abortista en el país porque no llevaban dicho proyecto en su programa de gobierno. Creo que es un error que debería ser subsanado, ya que es mejor ir más allá de un programa electoral que dejar que siga vigente una ley perversa, pero parece claro que se están dando los pasos adecuados.

A todo esto, Orban ha dado también un palo considerable a la política económica que está llevando a muchos países a la esclavitud de la deuda: “El yugo ha dejado de ser la espada para convertirse en la deuda".

El político húngaro es la prueba más palpable de que hay que pasar de discursos llenos de buenas palabras a los hechos. En este país tenemos políticos profesionales que, confesando ser católicos, en la teoría creen lo mismo que don Viktor, pero luego no han cambiado nada cuando han estado en el poder.

Las leyes se siguen aprobando en los parlamentos. No estamos ante un mero problema de debate sino ante una realidad legal que hay que cambiar, sí o sí, para parar los pies al relativismo y la cultura de la muerte. Y eso no se hace desde la pertenencia a partidos político que se niegan a defender los principios no negociables marcados por Benedicto XVI.

Luis Fernando Pérez Bustamante