20.11.12

Su reino no tendrá fin

A las 7:39 AM, por Germán
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Con la mirada puesta en Cristo el Año de la Fe iniciado el 11 de octubre pasado, de acuerdo a la Carta apostólica Porta Fidei, éste concluiráel 24 de noviembre de 2013en la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.Al respecto, las indicaciones pastorales tienen el objetivo de invitar a todos los miembros de la Iglesia a comprometerse para que este año sea una ocasión privilegiada para compartir lo más valioso que tiene el cristiano: Jesucristo, Redentor del hombre, Rey del Universo, «iniciador y consumador de nuestra fe» (Heb 12, 2). (Notade la Congregación para la Doctrina de la Fe).

Cuando el Papa Pío XI instituyó la Fiesta de Cristo Rey,durante el Jubileo del Año Santo de 1925, con la encíclica Quas primas, la fundamentaba recordando las palabras de san Cirilo Alejandrino: De todas las criaturas, para decirlo en una palabra, obtiene el Señor la dominación, no por haberla arrancado a la fuerza ni por otro medio adquirido, sino por su misma esencia y naturaleza.

Cristo es Rey. Él mismo lo ha dicho: Yo soy Rey, para esto he nacido (Jn 18, 17).La realeza de Cristo es, de derecho, absoluta y universal. Jesús puede ceñir su cabeza con todas las coronas. Pertenece a Él, por títulos indiscutibles, el gobierno del mundo espiritual y material, civil, económico y político. Es el Rey más legítimo, por derecho de generación, de conquista y por elección nuestra. Él es Rey de reyes y Señor de señores. El Príncipe de los reyes de la tierra (Ap 1, 5), en consecuencia, toda política debe, en motivo de la realeza social de Jesucristo, ser conforme a la Ley Eterna de Dios, al Credo y al Decálogo.

Podría decirse que la encíclica Quas primas, es con toda verdad profética. ¿Acaso no vivimos hoy en un mundo paganizado y empeñado en negar la soberanía divina?La peste que hoy inficiona a la humana sociedad…el llamado laicismo con sus errores y abominables intentos… tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad (Quas primas, 23). Y sí, durante el reino del terror de 1789, el hombre sin fe buscó rechazar a Dios y la autoridad de Dios con una idolatría en su forma más agresiva, como prefigura del comunismo ateo, del materialismo, del liberalismo. Los filósofos han explicado el mundo –afirmó Marx-ahora es tiempo de transformarlo. Un mundo hostil a la realeza del Señor en el que son legión los poderosos del siglo, políticos, gobernantes, creadores de opinión, que pregonan con palabras y con hechos:No queremos que reine sobre nosotros (Lc 19, 14). Más aún: No hay Dios, por tanto, si queremos cambiar el mundo, debemos hacerlo nosotros mismos.

Pío XI lo había avizorado:

Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios (Quas primas, 23).

Las fuerzas anticristianas se han desencadenado en el mundo, porque muchos cristianos viven su fe con indiferencia, arrinconando su vocación al apostolado, o con emotividad pasajera: ¡Señor, Señor!. Pero no pertenecen a su reino (Mt 7, 21).

Este mundo paganizado puede convertirse,si una minoría de hombres se decide a vivir el evangelio con todas sus consecuencias. Mientras haya en el mundo dolor, pecado, muerte el Reino de Cristo tendrá una misión de combate:

si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor (Quas primas, 25).

No es la hora de un cristianismo conformista, es la hora de una lucha. Los cristianos de los primeros siglos se opusieron a una civilización pagana y materialista que enseñoreaba sin oposición, y se atrevieron a atacarla, y al final se impusieron, gracias a su tenacidad constante y con grandes sacrificios (Mensaje a los católicos suizos,Pío XII, mayo 1954), y cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad (Quas primas, 25).

El imperio universal de Cristo Rey, que abarca por derecho todos los siglos, a todos los pueblos y a todos los individuos, se transformará en imperio eterno con Jesús triunfante, ya que por su inmolación y sacrificio, Jesucristo Rey ha salvado al mundo. ¿Quién podrá pues salvar al mundo de los males actuales? Solamente Jesucristo, por la aplicación de los méritos de su Pasión y Muerte tanto a las naciones como a los individuos: Es preciso que reine (1 Cor15, 25), ¡Cristo vence!¡Cristo reina!¡Cristo impera!,y su reino no tendrá fin.